COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
2 Co 03, 01b-06

 

1.

Era costumbre que los judíos viajaran con cartas de recomendación de su comunidad para las comunidades que visitaban.

Este uso se dio también en las comunidades cristianas primitivas (la carta a Filemón es un ejemplo típico), y se ha mantenido hasta hoy dentro de la iglesia en la forma de las "cartas comendaticias" que los obispos dan a los clérigos que se trasladan a otras diócesis. Pablo supone que sus enemigos, judaizantes, han hecho en Corinto uso y abuso de tales cartas.

Supone también la acusación de que él es un hombre que se recomienda a sí mismo (cf. 4, 2; 5,10), máxime cuando en Corinto se había puesto en tela de juicio su palabra (1, 17). Sin embargo, Pablo afirma que él no necesita entregar o pedir a los corintios cartas de recomendación.

Porque él tiene una carta mucho más valiosa: la misma comunidad de Corinto. Es una carta que lleva él en el corazón, y una carta que todos pueden leer en cualquier momento.

En esa comunidad de Corinto, tan amada por Pablo que la ha concebido como un padre en Cristo Jesús (1 Cor 4, 15), tiene la mejor recomendación para su ministerio apostólico. A nadie se le oculta que los corintios han llegado a la fe gracias a la evangelización de Pablo.

Pablo tiene conciencia de sus éxitos apostólicos, pero no olvida que todo se debe a la gracia de Dios que opera a través de su ministerio (1 Cor 15, 9s). En realidad, el verdadero autor de la carta, de la comunidad, es el mismo Cristo, que la ha escrito sirviéndose de Pablo y con la fuerza de Dios que es el Espíritu Santo. Así que no es Pablo el que se recomienda a sí mismo, el que ha escrito su carta de recomendación. Si se recomendara a sí mismo, no sería un hombre de fiar, pero ahora es Cristo el que le recomienda y acredita el ministerio de Pablo (cf. 10,17s).

Continuando con su imagen de la carta, Pablo recuerda ahora la ley de Moisés que fue escrita en tabla de piedra y la contrapone al evangelio que ha sido escrito en el corazón con la fuerza del espíritu. Este espíritu, prometido antes por los profetas a todo el pueblo (cfr. 31, 18; Jer 31, 33ss; Ez 11, 19; 36, 26), ha sido derramado en nuestros corazones (/Rm/05/05). En consecuencia, la voluntad de Dios no se expresa ya como una ley exterior frente al pueblo y para juzgar al pueblo, sino como una fuerza interior que impulsa la nueva vida de los hijos de Dios.

La letra de la ley con todos sus formulismos permanece fuera de nosotros como una exigencia a la que debemos ajustar nuestra conducta, como un deber que denuncia lo que somos y nos condena.

La pura letra de la ley nos mortifica al no darnos lo que ella exige. En cambio, el espíritu nos da la vida, porque es la misma fuerza de Dios que anima nuestros corazones. Pablo ve en todo esto la diferencia que existe entre la antigua y la nueva alianza.

EUCARISTÍA 1976/


2.

En la 2 Cor, primera parte, el apóstol Pablo quiere dar sentido a su ministerio de apóstol y quiere reafirmar ante la comunidad de Corinto las características nuevas del ministerio según la nueva alianza. Las cartas de recomendación se usaban incluso dentro de la misma Iglesia (cf. Hech 18, 27; Rom 16, 1) y servían para dar valor al testimonio de los que las llevaban. Pablo no tiene necesidad de ellas, ya que la misma fe de los corintios es, para el apóstol, suficiente garantía.

Las "tablas de piedra" son una alusión a la entrega de la ley en el Sinaí (cf. Ex 24, 12; 31, 18). El Espíritu interioriza hasta límites inimaginables el sentido de la ley. De ahí que el cristiano ya no puede volver a las antiguas observancias, a los viejos fantasmas sino que se le ofrece un campo ancho de fidelidad y de novedad.

Esto es lo que Pablo quiere dejar bien claro: que su ministerio es válido por la gracia que ha recibido de parte de Jesús (cf. Gal 1). La "alianza nueva", según el apóstol, contiene, además del sentido bíblico del AT, el de testamento en la muerte de Cristo (cf. Lc 22, 20; 1 Cor 11, 25; Heb 8,8; 9, 15). Una serie de oposiciones hace resaltar las características de esta nueva alianza: la antigua alianza estaba en tablas de piedra, mientras que la nueva está en el corazón del hombre; en la antigua la letra mata (3, 6), mientras que el espíritu vivifica en la nueva (3,6); la antigua contiene un ministerio de muerte (3,9), mientras que en la nueva tenemos un ministerio de justicia (3, 9); la antigua alianza estaba reflejada en el rostro temible de Moisés (3, 7), mientras que la nueva brilla en el rostro glorioso de Jesús. Con todo este montaje teológico Pablo quiere hacer ver al creyente que lee su carta que una nueva era ha comenzado; que no se puede vivir del mismo sentido si de verdad uno cree en Jesús. De lo contrario, todo se queda en palabras.

La letra es la ley mosaica en tanto que exige del hombre una obediencia que es incapaz de cumplir, lo que le lleva a la muerte (Rom 7, 5). El judaísmo contemporáneo de Pablo había esterilizado la ley santa de Dios cortándole sus raíces vitales. Esta utilización literalista y legalista de la ley la convertía en una norma muerta (2 Cor 3, 14). La nueva alianza no es un texto que completa al antiguo, sino el paso de lo que está escrito a lo que se vive en el corazón. Sin el espíritu, el texto mata, pero sin el texto, el espíritu no podría hablar. La línea marcada por Jesús, línea de liberación y de sensatez cristiana (cf. evangelio), será la que nos vaya indicando el camino a seguir.

EUCARISTÍA 1979/10