COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
2 Co 1, 18-22

 

1. J/AMEN:

En hebreo Amén designa la solidez del granito. Jesucristo es el Amén de Dios (Apoc. 3,14), la prueba de que sus promesas son tan inquebrantables como una roca. En esta solidez de Cristo podemos nosotros apoyarnos para decir sí a Dios. Todo el que por el bautismo se ha convertido en otro Cristo, es a su vez un apoyo para los otros. Dios no se ha hurtado a nuestra espera. ¡No nos escapemos nosotros a la espera de los hombres!

DABAR 1979/16


2.

Se había propuesto Pablo visitar a los corintios de paso hacia Macedonia y regresar de nuevo hacia su ciudad antes de encaminarse a Judea. Pero he aquí que en Corinto surgió un serio conflicto por causa de uno de los miembros de aquella comunidad, que tuvo que ser castigado severamente. Por esta razón, Pablo cambió sus planes y no regresó de Macedonia como había prometido (1, 15; 2, 1s). Esta decisión decepcionó a los corintios y algunos empezaron a dudar de la sinceridad del Apóstol, y le acusaban de que tenía palabras ambiguas. Pablo reacciona enérgicamente contra esta acusación, que ponía en peligro la credibilidad de su evangelio, apelando a la fidelidad de Dios.

Recuerda también que él ha sido, juntamente con sus discípulos Timoteo y Silvano, el que les ha predicado a Jesucristo; que él es, por lo tanto, el servidor del Señor Jesús. Y el que sirve es como su Señor. Ahora bien, Jesucristo no es una palabra ambigua, no significa indistintamente un "sí" o "no" de parte de Dios para los creyentes. Jesucristo es el "sí" de Dios, la Palabra que mantiene y lleva a plenitud para que en ella todo se cumpla, todas las promesas (Rm 15, 8). Si creen a Dios en Jesucristo también pueden confiar en el que se predica a Jesucristo.

Del "Sí" de Dios, que es Cristo proclamado, vive el "sí" de la iglesia; esto es, la respuesta de la comunidad de los fieles al Evangelio es el "amén" (el "sí") que suscita la Palabra de Dios.

Y como la Palabra, así la respuesta de fe: nada de ambigüedades.

Unos y otros, los que predican y los que escuchan el evangelio, son confortados por Dios en Jesucristo para dar unánimemente y sin ambigüedades una misma respuesta. La fidelidad de Dios manifestada en Jesucristo es el fundamento de la fidelidad de la iglesia.

Pablo se siente unido a los corintios en Cristo y en el Espíritu; pues también él, como todos los fieles, ha sido "ungido" (en el bautismo) y ha recibido la "prenda del Espíritu", que es la señal y el fundamento de toda esperanza. Pablo apela a esta comunión de todos los convocados por Dios en Jesucristo y señalados con el Espíritu. Esta comunión deberá ser para los corintios garantía suficiente de la sinceridad de Pablo.

EUCARISTÍA 1982/10


3.

La segunda carta que Pablo escribe a los de Corinto es más un escrito de combate y de persuasión que una exposición doctrinal.

Pablo se ha visto fuertemente atacado en su calidad de apóstol por uno de los miembros de la comunidad (2 Cor 2, 5), quizás por el mismo de 1 Cor 5, 1-13 (2 Cor 12, 21). Este tal hace alarde de sus ideas agnósticas diciendo que la salvación consiste ante todo en la adquisición de una especie de conocimiento de la vida y que no compromete a toda la persona. Pablo querrá dejar en claro en la primera parte (caps .1-7) que sus relaciones con la comunidad fueron de una gran sinceridad y que por eso mismo no se vuelve atrás de todo lo que dijo anteriormente.

Jesús mismo ha abogado por esta sinceridad esencial de vida (Mt 5, 27) y ha animado a los suyos a mantenerse en ella. Toda su vida se ha convertido en un "sí". De este modo las promesas antiguas han recibido en Jesús el pleno cumplimiento. De ahí que el que tiene fe en Jesús no puede moverse en la versatilidad fundamental de la vida, ya que eso sería precisamente demostrar que Jesús no es capaz de salvar.

Amén es una de las cuatro palabras arameas conservadas en griego en las fórmulas litúrgicas del NT. Afirma la fidelidad de Dios y la fe del hombre. Esta palabra condensadora de la respuesta del hombre a Dios sirve de conclusión litúrgica sobre todo en la liturgia de la eucaristía (cf. Rom 16, 27; 1 Cor 14, 16). El Apocalipsis dará a Jesús mismo el título de Amén (Ap 3, 14). La aceptación de Jesús por el "amén" de la fe, obliga al cristiano a mantenerse en la fidelidad de la opción hecha por el mismo Jesús.

Este es el camino de la fe. Separarse de él es estar abocado al sinsentido de una fe vacía.

La "unción" es símbolo, ya desde el AT, de la acción del Espíritu. Anunciada por Joel 3, 1-2, se realiza ahora por medio de Jesús. Desde el bautismo, el creyente se esfuerza por mantener esa fidelidad fundamental que da el tono al creer sincero.

v. 22: Lit.: "Las arras del Espíritu". El don del Espíritu anima al creyente a hacerse consciente de que el camino emprendido en la sinceridad de Jesús tiene un éxito asegurado. La seguridad de la fe no coincide con las seguridades humanas.

EUCARISTÍA 1979/09


4.

Empezamos a leer hoy la segunda carta a los de Corinto, que nos acompañará de nuevo después del tiempo pascual. Buena parte de la carta es una defensa de Pablo ante los corintios que le acusaban de actuar ligera- mente y de tener solamente perspectivas humanas a causa de haber cambiado -por razones que desconocemos- sus proyectos de viaje. Pero de esta cuestión sobre la firmeza de sus palabras, Pablo pasa a hablar de la firmeza del Evangelio de Dios que él predica.

El fragmento que leemos se inicia con una frase solemne: "¡Dios me es testigo!": en la palabra del verdadero apóstol no puede haber contradicción, porque predica a Cristo, que es el sí definitivo de Dios a las esperanzas de los hombres. La historia de la salvación es la manifestación del constante deseo salvador de Dios que culmina en Cristo, y el apóstol lo predica y se adhiere personalmente a él, al igual que los cristianos de Corinto.

Esta adhesión de los creyentes a Cristo es constante, no es algo de un momento, y ello es así porque es el propio Dios quien nos dio su Espíritu que nos mantiene en el "sí" constante y en comunión con el. El Espíritu, que ya desde ahora da la prenda o las arras de la plenitud de la salvación, garantiza también la verdad de lo que Pablo predica. En el "Amén" de toda la comunidad reunida en asamblea litúrgica se expresa de modo privilegiado la adhesión al plan salvador de Dios.

JOSÉ ROCA
MISA DOMINICAL 1982/04


5.

-Nuestro "sí" para gloria de Dios (2 Co 1, 18-22)

Con todo, la comunidad de Corinto no quedó convencida por Pablo, y éste se sintió dolido por ciertas actitudes que desconocemos. No volvió más a Corinto pero envió allí a Tito.

Enterado de que al parecer se ha restablecido la paz entre los Corintios, que se han calmado los ánimos, les escribe. En este pasaje utiliza la primera persona del plural, manifestando que comunica la manera de pensar de sus colegas Silvano y Timoteo junto con la suya.

Quizás ofendieran a Pablo los Corintios diciendo que no comunicaba un mensaje decisivo y sincero, sino que su manera de hablar o de actuar era doble: sí y no, al mismo tiempo. Así podría pensarse al leer esta carta. En realidad Pablo no se justifica ni se propone en modo alguno afirmar que es leal. Se refiere a la enseñanza de Cristo en su doctrina y en sus acciones. Cristo fue sí y no; él es la encarnación de la verdad, y en san Mateo (5, 37) nos enseñó a decir sí y no. El que predica el evangelio ha de dar garantías de lealtad. En este pasaje de la carta, Pablo quiere afirmar la autenticidad del Apóstol. Esta autenticidad tiene como garantía al mismo Dios. Porque él es quien escogió a sus Apóstoles, él quien les consagró, él quien puso en ellos su marca. Es una señal de autenticidad. Unción y don del Espíritu son los dos hechos que dan su valor a la evangelización del Apóstol. Es preciso que la comunidad de Corinto lo recuerde.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 179


6. /2Co/01/15-24:/2Co/02/01-11

Parece ser que Pablo prometió a los corintios que volvería a visitarlos. Pero, sea por la conflictividad de la situación creada sea porque no quería entristecerles, modificó su proyecto inicial. Esto dio ocasión a que algunos de la comunidad le criticasen, diciendo que era un hombre sin palabra: tan pronto decía «sí» como «no». Los motivos del Apóstol, sin embargo, estaban inspirados en una pedagogía realista y en su "gran amor" hacia ellos (2,4). La respuesta de Pablo brota de una experiencia de la fe. El sabe que la historia, a pesar de todo, tiene una continuidad y un sentido.

También Dios, a través de los tiempos, se nos muestra -y la tradición oriental con frecuencia la llama así- como "divino pedagogo" y como «el que ama a los hombres». Su designio de salvación universal hace que la historia sea como una red de manifestaciones salvíficas que, poco a poco, guían a los hombres al conocimiento de la verdad (cf. 1 Tim 2,4). No todos los momentos son iguales, ni todos los tiempos tienen el mismo sentido, ni la misma plenitud. También en la historia tejida por Dios hay un tiempo de promesas y un tiempo de realidad plena. Sólo en Jesucristo llega la historia a encontrar su total sentido: sólo en él las antiguas promesas al pueblo de Israel reciben confirmación definitiva para siempre y para todos los hombres. Es en Jesucristo cuando Dios manifestó con plenitud que su misericordia hacia los hombres es una realidad y que él es siempre fiel a su palabra. Pablo sabe que su deseo y su promesa encontrarán también su momento. El amor acaba siempre por abrirse camino. El sabe que toda la Iglesia es depositaria de este amor de Dios, porque él mismo lo experimenta a través de ella. A través de la palabra y de la acción de la Iglesia es el amor de Dios el que llega al hombre. Por eso pide Pablo el amor de la comunidad también para aquel que le ha ofendido. Sabe muy bien que el castigo no puede ser nunca el término definitivo de ninguna acción de la Iglesia. Una Iglesia sin misericordia sería una Iglesia en contradicción con la historia de salvación. Una Iglesia dejada en manos de Satanás -el diábolos-, el espíritu de la desintegración.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981