COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 5, 38-48

Par.: Lc 6, 27-36

 

1. MORAL-CRA/LEY 

Texto: Continúa la enumeración de ejemplos concretos, iniciado el domingo pasado, poniendo de manifiesto la dinámica de sentido y significado conferida por Jesús a la Ley de Moisés. Sabéis que se dijo... Pero yo os digo... El texto de hoy recoge dos nuevos casos, los últimos de la enumeración.

Versículos 38-42: Ojo por ojo; diente por diente. Se trata de formulaciones concretas de la ley del talión que puede leerse en Ex. 21, 24; Lv 24, 20 y Dt 19, 21. La ley del talión pertenece al derecho penal y consiste en hacer sufrir al delincuente un daño igual al que causó. Responde a situaciones socio-culturales en las que la justicia es asunto de los particulares e introduce un criterio de objetividad en el ejercicio de esa justicia. Ante el recurso legal como medio disuasorio, Jesús ofrece la alternativa superior de un desarme del corazón y del espíritu con capacidad para renunciar a todo tipo de compensación y para desarmar al contrario por medio de la sorpresa de una actitud abierta y liberal.

En primer lugar se enuncia el principio general: no hacer frente al agresor, es decir, no recurrir a la violencia. Este principio viene después explicado prácticamente a base de casos gráficos, paradójicos, chocantes. Detengámonos en dos de ellos.

Al que te pone pleito para quitarte la túnica, dale también la capa. La túnica era la prenda interior de vestir, la capa, la exterior. Alguien te lleva a juicio por la ropa interior que llevas, pues cree que se la has robado. Jesús te dice: dale también la ropa exterior. La propuesta es de las de dejar a uno atónito, pues equivale a decir que te quedes desnudo.

A quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos. Los romanos, siguiendo una práctica persa, requisaban personas y animales para la realización de servicios públicos. El caso contemplado por Jesús es el del invasor romano obligando al judío a llevar una carga por espacio de un kilómetro. La propuesta de Jesús es, de nuevo, para dejar atónitos: dobla la distancia que te exige el invasor.

Versículos 43-48: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

Aunque la ley a la que se refiere Jesús, y que está recogida en Lv 19-18, habla sólo de amor al prójimo, en la práctica este amor llevaba al aborrecimiento de los no judíos: los no judíos no eran prójimo.

La alternativa de Jesús propone la superación del concepto de enemigo en base a la actuación de Dios Padre, quien desconoce por completo este concepto. A esta razón añade Jesús otra de tipo amistoso-práctico: el discípulo suyo debe ser diferente de los demás, para concluir con la invitación a ser perfectos. Perfecto en el sentido de completo, abarcador. Comentario: El texto de hoy es tal vez el texto bíblico que expresa con mayor claridad que lo específico cristiano es una diferencia en razón de una referencia.

La diferencia. Ser cristiano es estar situado en el espacio que se abre más allá de la ley, más allá de lo mandado y prohibido.

Sabéis que se dijo en el espacio de la ley moral, de las pautas más o menos detalladas que orientan la vida de los humanos. Es, en suma, el espacio de la conciencia, por la cual los humanos nos diferenciamos de los animales.

"Pero yo os digo" es el espacio que surge después o más allá de la ley moral y de las adquisiciones de la conciencia. En ese espacio no hay pautas orientadoras. Sólo hay fantasía y sensibilidad para descubrir modos inéditos de ser y de relacionarse. ¡Ese es el espacio cristiano! El que se halla en él no es una persona mejor que las otras (bueno o malo son categorías morales, propias del espacio moral); es sencillamente una persona diferente.

La referencia. El espacio cristiano emerge cuando se descubre a Dios como Padre. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo. Sed completos como vuestro Padre celestial es completo. El Padre es la referencia que explica la razón de ser del cristiano.

A. BENITO
DABAR 1990/15


2. LEY DEL TALIÓN.

La ley del talión -ojo por ojo diente por diente- no respira venganza sino justicia. Frente al sistema anárquico de venganza personal indiscriminada, muchas civilizaciones antiguas, y no sólo los hebreos, establecieron el principio moderador del talión: que la medida del castigo corresponda a la medida del perjuicio, sin excederla con sobrecargas: robaste cien, devolverás cien. "Si alguno causa una lesión a su prójimo, como él hizo, así se le hará: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente. El que mate un animal, indemnizará por él; pero el que mate a un hombre, morirá".

Supondría un paso de gigante para el buen orden del mundo el que esta ley gobernara la conducta personal y social. No vale calificarla de bárbara mientras se practican progresiones aritméticas o geométricas en el desfile de las violencias: mordió el mojón de mi finca, le quemo la casa; me insultó y saqué la navaja; me atacó con cañones, bombardearé la ciudad; y si caen sobre mi ciudad bombas convencionales, respondo con atómicas. La ley del talión se usa en una sociedad organizada, pero no es definitiva ni suficiente para el reino de la paz y del amor.

Jesús irrumpe con un espíritu nuevo: el amor al enemigo. No es un nuevo Código Penal, ni la forma nueva con que los jueces habrán de aplicar la ley. Es una irrupción salvadora de Dios en Jesús, que ha de poner de manifiesto la endeblez y limitación de las conquistas humanas en el camino de la liberación del hombre y la humanidad.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO A
DESCLÉE DE BROUWER/BILBAO 1989 . Pág. 51


3.

La ley del talión fue en su tiempo un auténtico avance jurídico en la regulación de conflictos, ya que no dejaba éstos a merced del arreglo de cuentas apasionado y subjetivo. Esta ley, sancionada por /EX/21/24; /Lv/24/20 y /Dt/19/21, era una garantía para la convivencia al evitar que la parte ofendida se tomase la justicia por su mano.

Pero Jesús cuestiona la ley del talión por considerar que se quedaba corta como instrumento jurídico regulador de la convivencia (dinámica progresiva: "No he venido a abolir, sino a dar plenitud"). Para Jesús, la ley del talión es una garantía jurídica que no responde a la nueva y más profunda sensibilidad ética de su tiempo. Es, pues, una garantía imperfecta y, por tanto, mejorable.

Jesús mejora la fórmula tipificándola en cinco casos que se daban y se dan en la vida de todos los días. Son casos intuitivos, que se meten por los ojos, agresivamente plásticos. Este tipo de pedagogía era un recurso imprescindible en una enseñanza y en un aprendizaje basado en la sola audición. Facilitando la memorización de su enseñanza, el maestro conseguía algo mucho más importante: que el alumno pensara y reflexionara en lo que el maestro había querido decir en realidad. Y lo que aquí ha querido decir Jesús es bien fácil de captar: una convivencia no basada simplemente en lo que está reglamentado, sino que se adelanta a la propia reglamentación. Una convivencia basada en la sensibilidad creativa.

En la misma línea de una nueva sensibilidad ética, Jesús profundiza en el concepto de prójimo. Esto lo hace desde una fundamentación y perspectiva estrictamente religiosa: el descubrimiento de Dios como Padre, lo cual hace saltar en añicos el habitual y espontáneo esquema de división y enjuiciamiento de las personas en amigas y enemigas, y lo sustituye por otro totalmente diferente. Esta es la perfección a la que Jesús invita a los que quieren ser discípulos suyos.

EUCARISTÍA 1990/09


4. A/GRATUIDAD:

Jesús opone a la ley del talión el mandamiento del amor. Sus discípulos no deben pagar con la misma moneda, no deben responder con mal a los que les hacen mal. Esto es lo que quiere decir cuando les enseña a no hacer frente a los que les agravian. Su lenguaje es duro y tremendamente exigente. Para evitar malentendidos, hay que decir que habla en lenguaje figurado (como en 5. 29ss.) y no debe tomarse al pie de la letra. Hay que añadir también, que se refiere al comportamiento individual y a la actitud del corazón, pero no a la sociedad y a los tribunales públicos en donde sigue siendo imprescindible un derecho penal y en cierto modo la ley del talión. Incluso hay que tener en cuenta la prudencia cristiana en cada caso y hasta la obligación de defender el propio derecho, no por motivos de venganza, pero sí al servicio de intereses más altos que el simple egoísmo. Pero con todas estas matizaciones corremos el peligro de vaciar de contenido las palabras de Jesús, cuyo espíritu sigue en pie. El mal sólo puede superarse con el bien, no con el equilibrio de la ley sino con el desequilibrio del amor. Olvidarse de esto es caer en el círculo vicioso de la venganza y de la violencia, en la trampa de una ley entendida como trampa del amor, en donde éste quedaría atrapado.

Jesús es el primero que extiende el amor a todos los hombres sin excepción alguna abrazando con él hasta a los enemigos. Según sabemos por los escritos de Qumrân, los esenios exigían amar a todos los que Dios ama y odiar a los que Dios no ama. Pero Jesús proclama que Dios no hace distinciones y que hace salir el sol para buenos y malos, justos y pecadores. Por eso los hijos de Dios deben amar también sin fronteras.

Amar a los que nos aman es natural y no trasciende la equidad de la ley, por lo tanto no la colma con exceso de amor. En realidad, el verdadero amor sólo se muestra en el amor verdaderamente gratuito, que no busca lo suyo ni la simple correspondencia. Esto es lo extraordinario y la verdadera perfección. En esto se manifiesta la bondad de Dios. Los discípulos de Jesús deben dar señales de la nueva vida y del reino futuro, no pueden contentarse con las generales de la ley.

EUCARISTÍA 1987/10


5. LEY/TALION:

El hombre tiende siempre a desquitarse de la injusticia que se le ha hecho. En esta tendencia a desquitarse, con frecuencia domina la irritación impetuosa y el afán de venganza, el deseo de devolver al prójimo mucho más de los perjuicios recibidos. Este deseo excesivo de venganza es reprimido en el hombre cuando se legisla exactamente la medida del desquite. Así sucedió en los antiguos ordenamientos jurídicos de los pueblos orientales. Así ocurrió también en los libros jurídicos del AT. Fue un progreso considerable en la conciencia moral de los hombres y de los pueblos la Ley del Talión: "pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente. mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe" (/Ex/21/23-25).

Nada hay más difícil de comentar que estas palabras del Evangelio de hoy. Jesús no viene a abolir el derecho y la justicia civil. Por tanto, estos principios del evangelio no pueden aplicarse a la sociedad civil de modo unilateral, pues esto llevaría a la supresión del Derecho y a la opresión de los débiles por los fuertes. Hay circunstancias en las que uno tiene el derecho de defenderse y de defender a los demás. Jesús no quiere consagrar un estado anormal de opresión pidiendo a los débiles que tengan resignación.


6. 

Ser perfecto como el Padre celestial, es el resumen de los preceptos del sermón de la montaña. Ser perfecto en el amor, no como los judíos (no como los hombres de cualquier raza o religión), sino como el Padre celestial, la perfección del cual supera todos los marcos de la ley. Lo que Jesús manda no es una serie detallada de instrucciones, sino que se puede reducir a una única palabra: "amar".

MISA DOMINICAL 1990/05


7. PERDON/RECREACION:

"Vosotros, pues, sed perfectos...". Y la perfección se concreta en el perdón, que es el don por excelencia. Perdonar es recrear, liberar, creer en el otro, abrirle la posibilidad de una nueva vida. ¿Escuchará cada vez? ¿Todos nuestros enemigos se harán nuestros amigos en la medida de nuestro perdón? Nada es menos cierto; pero lo que se nos pide es que actuemos como Dios. El futuro es de él: no le cerremos la puerta con nuestra dureza. Además, la historia de Dios con los hombres lo atestigua: cuando el amor es totalmente desarmado, se convierte en lo que verdaderamente desarma. Ahí está una ley nueva. La ley del Reino.

Supone una mirada distinta al mundo que sólo se comprende desde la fe. Pero, a este nivel, es la ley más eficaz que jamás se haya imaginado. La ley del Dios vivo.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL/SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 37


8.

"Sabéis que está mandado: "Ojo por ojo, diente por diente": Continuamos las antítesis del sermón de la montaña que leíamos el domingo anterior. La de hoy presenta una particularidad: la propuesta de Jesús frente a la ley antigua se desarrolla a través de cuatro aplicaciones concretas. La ley del talión la encontramos en el AT en Ex 21,24 y en textos del mundo antiguo como el Código de Hamurabi. Constituía un intento de proteger al criminal contra una venganza desproporcionada en relación con la culpa cometida, pero aquí, en cambio, es vista como un procedimiento legal lleno de rigor y violencia.

- "No hagáis frente al que os agravia": El comportamiento del discípulo de Cristo cuando se vea lesionado tiene que ir más allá de lo que la ley contempla, y regirse por el principio de la misericordia. La primera aplicación concreta se realiza por medio del ejemplo de poner la otra mejilla, que no debe convertirse en la formulación de un principio ideal y general. - "Al que quiera ponerte pleito...": La segunda aplicación se centra en la actitud contraria a la de poner pleitos, tan extendida en Palestina en tiempos de Jesús y también después con el rabinismo.

- "A quien te requiera para caminar una milla...": Los funcionarios del estado y los soldados podían obligar a los transeúntes a acompañarlos como guías o a ayudarlos en la realización de alguna tarea. Se trata de una tercera aplicación concreta de la propuesta de Jesús centrada en no rehuir la prestación personal.

- "Al que te pida prestado, no lo rehuyas...": La cuarta aplicación concreta tiene sentido si se aplica a una situación de exigencia no fundamentada en ningún derecho o deber. - "Amad a vuestros enemigos...": La segunda parte de la lectura arranca de una afirmación del AT pero con un contrapunto: "Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo". El contrapunto no se encuentra en el AT de forma literal, pero sí que se encontraba extendida en el judaísmo la idea de que los extranjeros eran enemigos, y que no eran objeto de la indicación del mandamiento. En la comunidad de Mateo el enemigo puede identificarse con el perseguidor de la fe. El amor hacia el enemigo no consiste sólo en la ausencia de odio, sino en una acción positiva hacia él que se materializa en la plegaria. - "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto": Los discípulos serán auténticamente hijos del Padre imitando su bondad, de la que la generosidad y esplendidez de la creación son un signo palpable. Así como entre los individuos que pertenecen a una misma familia o a un mismo clan se establecen profundos lazos de solidaridad, que nacen de la misma naturaleza humana, mucho más el cristiano ha de sentirse vinculado a los demás hombres, y también a los enemigos, por el hecho de pertenecer a una misma creación.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1993/03


9.

Es la conclusión del tema: si vuestra justicia no es superior... Mt 5,1748. La justicia auténtica es el cumplimiento de la ley, desde la interpretación que le ha dado Jesús. No se trata de abrogar, sino de superar las disposiciones legales veterotestamentarias. Se exige que el cumplimiento sea una exigencia de la actitud interna.

Jesús muestra la debilidad de una praxis jurídica que amenaza con el castigo "ojo por ojo" sin exigir el perdón. Tiene el peligro de convertirse en represalia. La más justa aplicación de la ley del talión no está capacitada para romper el círculo vicioso del mal. Sólo lo consigue el amor.

Jesús con cuatro ejemplos muestra cuál es la nueva actitud que propone. En cada nueva situación, el cristiano debe sacar de estos ejemplos nuevas conclusiones. Al recibir un golpe, no deber responder con otro golpe. Así no se rompería la espiral del mal.

El mandamiento del amor al enemigo es la mayor exigencia del mensaje de Jesús. Desde el aspecto formal el v. 43 -"amarás a tu prójimo, odiarás a tu enemigo"-, está en la línea de la regla de Qunram, en la que se mandaba amar a los hijos de la luz y odiar a todos los hijos de las tinieblas.

El judaísmo tardío había restringido el concepto del prójimo al compatriota y al prosélito propiamente tal, mientras que, según Lv 19,34, era prójimo todo extranjero que moraba en la tierra de Israel.

Jesús pide más, a sus discípulos y a su comunidad. El amor ha de llegar a todos porque todo hombre ha de tener la experiencia del amor de Dios. En este punto el hombre ha de ser colaborador de Dios. La medida de la acción del hombre es Dios. Sed perfectos como vuestro Padre celestial. Esta exigencia resume la justicia superior a la de los fariseos que deben practicar los seguidores de Jesús.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1987/04


10. 

El ejemplo de la "ley del talión" (Ex 21, 23-25) nos dará una manera sorprendente de ser fiel al espíritu de una ley, a la vez que cambiará radicalmente su aplicación.

La Ley era la siguiente: "... Si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal" (Ex 21, 23-25).

-Habéis oído lo mandado: "ojo por ojo, diente por diente".

Pues Yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.

La "ley del talión", al imponer un castigo "igual" a la ofensa, quería limitar los excesos de la venganza: ¡no exijáis más de un ojo por ojo! Esto era ya querer atenuar el instinto natural: ¡dos ojos por ojo dañado! Prolongando el espíritu de esta ley, Jesús dice: "No os venguéis en absoluto".

Esta ley bíblica y estas fórmulas evangélicas, nos parecen, a primera vista, completamente superadas, hechas para otra época distinta de la nuestra, en verdad. Y, sin embargo... ¡cuántas ciudades bombardeadas por represalias, en nuestro tiempo... y cuántas luchas raciales, nacionales, sociales a las que se aplica el rigor de "la escalada!"... ¡AI más fuerte, al que devolverá los golpes! Se habla púdicamente de "correlación de fuerzas": pero es siempre el viejo adagio violento "ojo por ojo", apartado de su sentido bíblico.

No transformemos la sal del evangelio en insipidez.

Debemos atrevernos a recibir las palabras de Jesús de frente, sin reservas.

-Si uno te abofetea en la mejilla derecha... vuélvele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, déjale también la capa. A quien te fuerza a caminar una milla, acompáñalo dos. Al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.

Jesús era un predicador concreto, en la vida: así era también su discurso. Nada hay más difícil de comentar que estas palabras. No parece que Jesús haya querido abolir toda justicia civil y todo "derecho": estos principios no pueden aplicarse a la sociedad civil de modo unilateral pues esto llevaría a la supresión del Derecho, y a la opresión de los débiles por los fuertes. Hay circunstancias en las que uno tiene el derecho de defenderse y de defender a los demás.

Recordemos, también, que el mismo Jesús no tendió la otra mejilla cuando recibió la bofetada del servidor del Gran Sacerdote; se enderezó noble y dignamente: "¿por qué me pegas?" De otra parte, tampoco sería honrado aplicar estas fórmulas a los demás, ni en particular a los que tienen algún derecho sobre nosotros exigiéndoles en nombre del evangelio que cedan en su postura, que no se resistan... Ciertamente Jesús no ha querido consagrar un estado anormal de opresión pidiendo a los débiles que sean resignados. Pero, puestos estos matices, es necesario dejarnos interrogar por estas fórmulas que recomiendan la no-violencia "no hacer frente al que nos agravia". No tenemos derecho de endulzar el pensamiento de Jesús. Las actitudes propuestas aquí de ningún modo no son actitudes de debilidad, sino de una gran fuerza interior.

¡Debemos vencer en nosotros el espíritu de venganza! No se domina el mal cuando se le responde con la misma dureza. El mal recibido, queda siempre, en el fondo, exterior a nosotros... pero cuando lo hace uno mismo, al devolverlo, el mal gana una victoria suplementaria: entra en nosotros. Jesús abre otro camino a la humanidad: vencer el mal con el bien, responder al odio con el amor. ¡Que sean muchos los hombres con tal osadía!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 20 s.


11.- No resistir al mal, amar al enemigo ¿puede cumplirse el Sermón de la Montaña?

16.02.17 | 23:02. 

No hay quizá palabras más hirientes ni más duras, de manera que en general las invertimos,diciendo: ¡resistid al mal, oponeos a vuestros enemigos! Así pedimos a Dios: ¡Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor!

-- Joachim Jeremías recoge en su famoso tratado El Sermón de la Montaña (Palabras de Jesús, Fax, Madrid 1968) el testimonio de la ortodoxia luterana, que decía: Estas palabras no pueden cumplirse. Pero ellas están ahí bien, colocadas, para recordar que somos pecadores (y que así, por serlo, nos perdona Dios)..., a no ser que se entiendan como "ética del ínterim" (A. Schweitzer), que sólo se pueden en el momento final, cuando todo termina.

-- De un modo aún más intenso, F. Nietzsche decía también que estas palabras no pueden cumplirse , que sólo las cumplió un hombre llamado Jesús, pero que le crucificaron por ello. La Iglesia posterior (sigue diciendo Nietzsche) no sólo no ha cumplido esas palabras, sino que las subvertido, haciendo lo contrario a lo que ellas dicen, proclamando de hecho el odio al enemigo (o, mejor dicho, el resentimiento), queriendo defenderse del mal (de los enemigos) por la fuerza.

-- Posiblemente no tiene razón sin más un tipo de neo-ortodoxia luterana, ni A. Schweitzer, ni Nietzsche... . Posiblemente esas palabras de Jesús pueden y deben cumplirse de hecho, no sólo en sentido intimista (¡algunos cristianos lo han hecho!), sino también "social"... Pero el problema que ellos y otros muchos han planteado sigue siendo muy serio, quizá el más serio de todo el cristianismo:

-- ¿Se puede compaginar el Derecho Canónico con esas palabras?
-- ¿Se puede compaginar con ellas una Iglesia que ha empleado y sigue empleando el poder no sólo para "resistir al mal" (en contra de Jesús?, sino para imponer sus principios sobre el mundo?
-- ¿Puede estar iglesia actual, de vaticanos y curias, de nuncios y poderes fácticos, con moral de miedo, cumplir el Sermón de la montaña?

Dejo el tema abierto, que lo vean y sientan (y resuelvan, si pueden) los lectores. No me atrevo a darles soluciones. Sólo sé que de vez en cuando pienso en la parte de verdad de la neo-ortodoxia luterana, en la verdad de A. Schweiter... y me digo.¡Jesús, cómo lo has puesto de esa forma!

En esos momentos me consuela la visión de una Jerusalén romántica, distinta, en la que todo parece fácil (imagen 3...), para seguir leyendo y comentando el texto, como haré (con la ayuda de mi Comentario de Mateo, VD, Estella 2017)...

1.Jesús nos dice: No resistas al mal con otros males… no superéis una violencia con otra, renunciad más bien a la violencia, rompiendo así la cadena de opresiones y contra-opresiones que destruyen vuestra vida. Pero ¿cómo?

2. Jesús sigue diciendo: En vez de oponerte con violencia, pon la otra mejilla buscando el bien del otro en cuanto otro, aunque sea tu enemigo (sobre todo, si es tu enemigo). Ésta es la respuesta. Donde no hay amor pon amor, y encontrarás amor, serás como Dios Amor...

Ciertamente, estas palabras se repetirán una vez más en nuestras iglesia, en la misa del próximo domingo (19.2.17: no resistáis al mal, amad al enemigo). Yo sentiré al menos un estremecimiento, y pedirá a Dios que nos ayude (en esa línea van las reflexiones que siguen, buen domingo).
 

1. NO RESISTÁIS AL MAL (Mt 5, 39)

Mt 5 38 Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 3 9 Pero yo os digo: No resistáis al mal, sino que:
a quien te golpee en la mejilla derecha, ponle también la otra; 40 y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41a quien que te haga llevar la carga una milla, llévasela dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues.


Sobre la ley antigua (ojo por ojo y diente por diente, 5, 38) se eleva una nueva revelación (profundización e inversión de esa ley), que se expresa en un principio general (no resistáis al mal/malo: 5, 39a), con tres aplicaciones socio-políticas (5, 39b-41: poner la otra mejilla, dar también la capa al que exige la túnica, acompañar dos millas al que te exige que vayas una) y otra económica (5, 42: dale al que pide y presta al necesitado).

La ley regula el orden social, utilizando la violencia. Más que ordinatio rationis (ordenamiento de razón) es ordinatio potentiae, regulación del poder. Ciertamente, consigue un orden, pero lo hace por la fuerza. Así actúa con poder, por un talión (ojo por ojo) que impone su control, pero de manera que tiene que oponerse al mal de un modo violento, impidiendo que pueda propagarse de manera incontrolada. La Ley no cree en la bondad, ni en que el hombre pueda superar la violencia a través de una gracia superior, sino que utiliza para ello otro tipo de violencia, para castigar de esa manera a los trasgresores. En contra de eso, la nueva revelación apodíctica de Jesús, cuando dice no os opongáis al mal (malo, ponêrô), supera ese principio de violencia desde un plano superior de gracia.

La primera obligación de la Ley era oponerse al malo (injusto), a fin de que los justos pudieran vivir tranquilos, elevando así una especie de cerca o valla en contra de los transgresores, para que los legales vivieran protegidos dentro de ella. Pues bien, Jesús ha querido derribar esa valla, abriendo un espacio de vida más allá de las leyes político-judiciales violentas, renunciando así al talión, es decir, al principio de resistencia violenta frente al ante el malo, sin el cual no puede darse un tipo de justicia legal sobre la tierra. En esa línea, superar unilateralmente la violencia significaría dejar que la sociedad humana se destruya; sin un tipo de talión no hay justicia legal sobre la tierra.

‒ El talión es unívoco y claro: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de juicio moralista. Puede admitir un tipo de utopía, pero mientras tanto defiende lo que existe. No quiere cambiar el mundo, sino mantener el orden de lo que hay, pues sólo Dios podrá cambiarlo, cuando él quiera. No transforma a las personas, sino que regula su conducta, manteniendo de esa forma lo que existe.

‒ Jesús es paradójico y, en un sentido, acepta la Ley, pero lo hace para superarla, pues ha llegado el tiempo mesiánico del Reino, superando así la ley (sin negarla) por medio de la gracia. Jesús empieza suponiendo que existen hombres malos, que amenazan a otros, poniendo en peligro su vida; pero no les responde con otra ley, no les expulsa ni mata (como mala raíz que debe arrancarse de la tierra; cf. Mt 13, 28-29), sino que se eleva de plano, para transformarles así, en perspectiva de gracia.

La Ley (incluso la mejor) regula el orden social por la fuerza, utilizando algún tipo de violencia, conforme al talión (ojo por ojo) que se impone por la fuerza, oponiéndose a la violencia ilegal con otra legal, para hacer así posible la vida concreta, en un mundo amenazado de muerte. Pues bien, en contra (o, mejor dicho, por encima) de esa ley, al decir no resistáis al Mal, es decir, al Malo», Jesús, desborda los supuestos de una ley (israelita o no), cuya primera obligación es trazar las diferencias y oponerse al mal (al malo, al injusto), con la fuerza, para que los justos puedan mantenerse y seguir viviendo, protegidos por la valla de la justicia.

Muchos pensaban y piensan que la sociedad (la justicia) nace de la resistencia contra el Malo, como supone el principio del talión, que busca siempre a los culpables a quienes la buena sociedad puede y debe oponerse, impidiendo que sigan haciendo daño o expulsándoles del grupo.

En un primer nivel, el talión de la justicia parece necesario: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de la ley (es decir, de la vida de los “justos”).

Pues bien, sin negar ese nivel, el mensaje y ejemplo de Jesús quiere lograr que subamos de plano: Sabe que hay “malos” (que hay mal), pero cree que el talión (la justicia de la Ley) no basta para cambiarlos y superar de esa forma el mal.

Pues bien, en ese contexto, Jesús piensa que sólo puede superarse el mal con una nueva y más alta educación y compromiso, en línea de no violencia activa. Se trata de no oponerse en su mismo plano de violencia al mal (es decir, al Malo /|), pues en esa plano seguimos atrapados en el mismo espacio de acción y reacción. Se trata de subir de plano; de oponerse al mal (al Malo), pero de otra manera, en la línea de Padrenuestro (donde pedimos a Dios que nos libre del Malo: 6,13 /), como Jesús, que entiende su evangelio como batalla contra el Malo, el Diablo, desde las tentaciones (4,1-12), pero sin acudir a la violencia opresoras, sino liberando a las personas para que así puedan vivir en libertad.

En esa línea, la alternativa de Jesús no se sitúa en el mismo plano del mal/Malo, utilizando sus medios, sino en un plano más alto de perdón activo, de creatividad superior, como iremos viendo a lo largo de todo el evangelio, que viene a presentarse así como libro (manual) de lucha contra los poderes del mal, en línea de curación, amor al enemigo. Éste es el sentido de la meta-noia que Jesús ha propuesto en 4, 17, una forma distinta, más alta, de pensar y sentir, en la línea de Dios, al servicio de su Vida. Desde ese fondo podemos pasar a las aplicaciones del texto

1. A quien te golpee en la mejilla derecha, ponle también la otra (5, 39). Éste es el ejemplo que más ha impactado a la tradición posterior, y proviene con toda seguridad de Jesús, que se opone de esa forma a toda solución armada (violenta) del conflicto social. Quien te golpea en la mejilla puede ser un enemigo personal, en una pequeña disputa de vecinos, pero también la autoridad social y militar, que te trata como a un esclavo, apelando no sólo a la violencia, sino a la humillación física. Normalmente, un hombre de “honor” tiene que oponerse, no sólo según Ley, sino en legítima defensa. Pues bien, Jesús pide a sus discípulos que acepten el deshonor de ser golpeados, no por impotencia, sino por potencia y autoridad más alta, poniendo la otra mejilla. De esa forma podrán mostrar que son portadores de un evangelio de gratuidad creadora.

2. Al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica déjale también el manto (Mt 5, 40). En ese contexto, aquel que quiere quitarme la túnica no es un simple ladrón, sino un cumplidor de la justicia, que acude para ello al tribunal de justicia. Pues bien, quien pretenda seguir el principio de no-juicio y gratuidad de Jesús, debe renunciar a ese tipo de justicia, aunque, según ley, pudiera hacerlo, situando su respuesta en un plano más alto (provocativo, creador), de gratuidad (dar el mismo manto), por encima de los principios de la justicia establecida, en línea de misericordia activa. Conforme a este pasaje, si se asume el principio de la gratuidad, el creyente de Jesús debe superar la “razón” judicial (la justicia legal), situándose en un plano más alto, por encima de la competencia mutua y de la lucha del derecho (ley), para situarse en un nivel de gratuidad.

3. A quien que te haga llevar la carga una milla, llévasela dos (5, 41). Los soldados del ejército de ocupación podían exigir a los civiles que les llevaran por un tramo (una milla) sus enseres. Esa exigencia suscitaba la protesta y rechazo de muchos, que se alzaban contra los soldados. Pues bien, subiendo de nivel, en una línea de gratuidad y no-violencia activa, el texto pide que ayudemos a los mismos soldados (¡invasores!), de una forma que resulta al menos paradójica. Entenderíamos mejor la resistencia no violenta: no atacamos a los invasores, pero rechazamos y evitamos toda relación con ellos. Pero este ejemplo parece exigir un tipo de un colaboracionismo, que muchos juzgarán peligroso: ¿Y si las armas que llevamos por dos millas se utilizan contra pobres inocentes? ¿Y si nuestro gesto les ayuda para conseguir una victoria injusta?.
4 Al que te pida, dale... (5, 42).

Mateo ha destacado este motivo menos que Lucas (cf. Lc 6, 27-36), pero le da también mucha importancia: el principio de no-violencia (no-juicio) ha de traducirse también en forma de gratuidad económica y de comunicación de bienes. El que es dueño exclusivo de algún tipo de fortuna, tendrá que defenderla con las armas. Por el contrario, el que renuncia a la defensa militar, debe ofrecer sus bienes y ponerlos al servicio de los otros, compartiendo lo que tiene.

AMAD AL ENEMIGO (Mt 5, 43-48)

No basta renunciar a la guerra como solución, hay que amar activamente, como personas, como iglesias, como grupos sociales.

(Revelación) Mt 5, 43 Habéis oído que se dijo "amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo", 44 pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,
(Base teológica) 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
(Razón) 46 Porque si amáis a los que os aman, qué recompensa tenéis? No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? 47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, qué hacéis de más: ¿No hacen también lo mismo los gentiles?
(Conclusión) 48 Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

El texto es sorprendente por su forma de citar la ley antigua: «Habéis oído que se ha dicho amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Se ha venido diciendo que el segundo inciso (odiarás a tu enemigo) no aparece expresamente en ningún lugar del Antiguo Testamento, aunque sí el primero (amarás a tu prójimo: Lev 19, 18). Algunos han pensado que Jesús (o el redactor de Mt 5, 43) ha sido injusto al resumir así la ley antigua, pero esas palabras se encuentran en Qumrán (1QS I, 5.9-10).

Sea como fuere, Mateo no polemiza con la ley en cuanto tal (con la Escritura en sí), sino con una interpretación, a su juicio sesgada, de la tradición israelita. En esa línea, el problema no es saber la fuente de la cita de Jesús, ni su fidelidad formal respecto al AT o al conjunto de la tradición israelita. Lo que está en juego es el principio de la ley antigua como ley de grupo y el sentido de la nueva revelación que trasciende los límites de un grupo para abrirse de un modo universal. Por otra parte, el tema no puede entenderse como polémica con un tipo de judaísmo antiguo o contemporáneo de Jesús, sino más bien como expresión de una experiencia universal:

‒ Un tipo de ley, condensada en forma de amor-odio (bien-mal) divide a los hombres por razones familiares, nacionales, sociales, culturales, religiosas... Hay normas de juicio y según ellas los hombres deben distinguirse, en proceso de discernimiento que marca y define el lugar de cada uno en el conjunto. La misma ley del judaísmo instaura un sistema de dualidad, dividiendo a los hombres en buenos y malos.

‒ La revelación de Jesús ha superado ese nivel, haciendo al hombre capaz de amar a todos, superando así, desde un plano más alto, la oposición entre el bien y el mal. Conforme a una visión popularizada por A. Nygren, el amor de tipo eros sigue actuando en plano judicial, y así se ofrece a aquellos a quienes el “amante” piensa que son dignos de acogerlo (sus amigos). Pero Cristo ha revelado ya el amor-agape: ha ofrecido su vida por todos, superando así las divisiones ratificadas por una ley que separa a los malos y los buenos.

Entendido de esa forma, este pasaje aparece como principio supremo de interpretación cristiana de la Biblia. En esa línea, Mt 5, 43-45 ofrece un programa de vida que va incluso más allá de las afirmaciones del judaísmo helenista de Sab 5, 21-22 que defiende una justicia inmanente de Dios en el mundo en plano de talión. Este pasaje transciende incluso el nivel originario de Gen 2-3 (cf. Dt 30, 15), que pone al hombre ante una ley de talión, que condena a muerte a los culpables, para situarnos en la línea de Gen 1, que presenta un mundo positivo y bueno para todos, y especialmente en la línea de Gen 8, 20-21 (no volveré a maldecir...), donde Dios se compromete a “defender su creación”, no enviando más diluvios (aunque ofrezca una visión pesimista de la vida humana, según la cual Dios no castiga, porque los humanos son malos desde el principio) .

Mt 5, 45 despliega un programa de gratuidad, situándonos en el límite bueno de la creación, ante un Dios que es amor abierto a todos, no talión (premiar a los buenos, castigar a los malos), superando así todo dualismo escatológico o teológico. En esa línea, Jesús no polemiza contra la Escritura en sí (donde no se manda odiar al enemigo), sino contra una interpretación sesgada de ella, que se extendía en algunos círculos judíos, y que así aparece en Qumrán. Pero el problema de fondo de este texto no es de tipo filológico, sino de experiencia y compromiso evangélico, en la línea de la conversión o cambio de mente y vida que Jesús había proclamado en 5, 17.

‒ ¡Habéis oído que se ha dicho: amarás a tu prójimo! (5, 43). Ésta es la tesis normal. Todo grupo forma un espacio de “coherencia” interna, con un tipo de amor hacia dentro (una relación distinta para los de fuera). Ésta es la ley supuesta en el talión: ¡ojo por ojo y diente por diente! (5, 38), que parece fundada en la naturaleza, como supone Lev 19, 18, un texto clave, asumido por Mt 19, 19 par al tratar del shema. Todo es norma en ella, Jesús no la discute. El problema estará en su aplicación, en saber si el prójimo ha de entenderse de manera universal o exclusivista.

Pues bien, en ese contexto, como formulación complementaria, implícita en la misma ley de amor al amigo, Jesús añade, en nombre de una tradición muy extendida: y odiarás a tu enemigo. Sólo se podría amar a unos odiando a otros, sólo se podría defender al grupo (familia, pueblo) rechazando a los supuestos enemigos. Al añadir esa sentencia, Jesús puede estar pensando en Qumrán, pero no es preciso, pues ella aparece siempre que un grupo pone de relieve el amor a los de dentro. Jesús toma la frase anterior (amar al prójimo) en sentido particularista, como hacían otros judíos de su tiempo, y se limita a sacar las consecuencias que de ella derivan: Para amar al amigo/prójimo habría que “odiar” a otros grupos, concebidos como una amenaza, en un mundo pensado en línea de oposiciones (como en Qumrán: cf. 1Qs 1, 10; 9, 21ss; 10, 17 etc.).

‒ Pero yo os digo: revelación mesiánica (5, 44). Frente al impersonal habéis oído, frase que pareciendo venir de Dios, procede en realidad de la lucha de la historia, ratificada por un tipo de ley particular, eleva Jesús su más clara palabra personal: pero yo os digo. Como testigo auténtico de Dios, él presenta su “yo” que abre un nuevo camino universal de amor, superando el nivel de un deseo que sólo se cumple en un contexto de oposiciones. Parecía que la vida de los individuos se encontraba definida desde fuera y cada uno tenía que amoldarse al lugar donde se hallaba (amigo de los amigos y enemigo de los enemigos).

Pues bien, la respuesta de Jesús rompe ese fatalismo de la división, supera la determinación de la ley de contrarios y sitúa al hombre ante la posibilidad de una respuesta unitaria (más allá de las oposiciones), en línea de amor gratuito, como ratificará al decir “no juzguéis” (Mt 7, 1-6), rompiendo así un tipo de simetría o mimetismo que consiste en depender de algo exterior: de aquello que nos hacen, del lugar en el que estamos.

‒ Amad a vuestros enemigos… Enemigos son aquellos que se sitúan fuera de nuestro círculo de amor (o, mejor dicho, de nuestros intereses) y podrían aprovecharse de nosotros. Por eso, conforme a la palabra de Jesús, el amor que debemos ofrecer a esos enemigos no es respuesta al amor que recibimos (o esperamos recibir) sino expresión de gratuidad: deseo de que vivan, sean felices. No se trata aquí de un amor sentimental, de tipo intimista, sino de amor radical, en el sentido de “hacer el bien”, de cuidar, tomando así a los enemigos como parte de nuestra propia identidad. En esa línea se sitúa la siguiente palabra: Orad por vuestros perseguidores, es decir, por aquellos que pensamos que nos amenazan en concreto, pudiendo hacernos daño, los que nos impiden ser en libertad, los que ponen en riesgo nuestra vida (cf. comentario a 5,11-12).

Por amor debemos responderles pidiendo a Dios que les bendiga, sosteniendo su camino, y superando así (desde “abajo”) la lógica de la persecución y del talión, no sólo en un plano humano sino también divino. Humanamente hablando, lo normal es que pidamos que el bien triunfe del mal; que se desplieguen y venzan los buenos sobre el mundo.

Pues bien, aquí pedimos precisamente lo anormal (supra-normal): Rogamos a Dios por los enemigos, para que cese la lógica ordinaria del talión, para que se supere el nivel de la ley (¡a cada uno según sus méritos!) y se introduce sobre el mundo una nueva lógica de gratuidad, abierta precisamente hacia aquellos que parecían ser contrarios. Quien así ora descubre un nuevo rostro de Dios, que está por encima de esa oposición, superando así el nivel juicio que suele expresarse que suele expresarse en formas poco evangélicas de entender su juicio como “salvar a los buenos y condenar a los malos”.

‒ Para que seáis hijos de vuestro Padre que ofrece a todos la luz del sol y el agua (5, 45). Esta visión de Dios no puede fundarse de un modo “judicial”, porque toda prueba cae dentro del talión. No puede probarse, pero puede y debe razonarse en clave de revelación: quien obre en gratuidad sabrá que todo es gracia y que Dios es Padre que comprende por con-naturalidad a sus hijos los hombres, sabiendo que la vida no es “ley”, sino amor entrañable, en la línea de las cuatro palabras básicas de de Ex 34, 6-7: Dios es rehem, amor entrañable; es hannun, amor gratuito; es hesed, fidelidad; es ‘emet, emunah, es decir, firmeza, en el sentido de verdad. Esta fidelidad y firmeza de Dios define y fundamenta la vida de los hombres que pueden y deben ser fieles entre sí, relacionándose con entrañas de amor, sobre toda ley impositiva.
src="http://imagenes.catholic.net/imagenes_db/a14d61_enemigos.gif" title="amar" align="left" />
Esta no es una demostración racional de la existencia o acción Dios, en la línea de las vías cósmicas (Aristóteles), racionales (Descartes) o morales (Kant) sino una revelación superior por la que emerge la gratuidad. Sólo en ese contexto, rompiendo el talión de la ley, emerge lo divino, de manera que podernos comprender a Dios como aquel que hace salir su sol para buenos/malos, y ofrece su lluvia para justos/injustos. Estas palabras de tipo sapiencial superan la sabiduría dividida de la Ley (de la pura justicia), abriendo un espacio más hondo de misericordia, por la que Dios ofrece su amor creador a todos, rompiendo de esa forma el pretendido reparto moralista, que tiende a distinguir la suerte de buenos y malos.

‒ Si sólo amáis a los que os aman… Más allá de una sociedad de paganos y publicanos (5, 46-47). Mateo confirma lo anterior con unas preguntas de tipo retórico tomando como punto de referencia la ley de unas sociedades egoístas (de publicanos y paganos). En ese contexto de amor egoísta pueden incluirse no sólo algunos judíos, que sólo han amado al amigo, odiando al enemigo, sino muchos cristianos que han seguido haciendo lo mismo, a pesar de la palabra de Jesús. Pues bien, por encima de ese nivel de talión se eleva el Dios universal del evangelio.

El texto evoca en esa línea una posible sociedad de publicanos, que defienden su grupo y encuentran en su misma relación de servicio mutuo (entre ellos solos) la recompensa que buscaban, con un amor que se entiende en clave de negocio económico: estos publicanos y sus amigos se ayudan entre sí, porque así les interesa, y así se defienden para triunfar mejor, en contra de aquellos que están fuera. En esa misma línea podemos hablar también de una sociedad de paganos, esto es, de personas que se saludan y ayudan entre sí por interés, viviendo en un plano de egoísmo de grupo, que Jesús quiere superar, desde una gracia universal de Dios, al servicio de la vida de todos.

‒ Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (5, 48). El texto paralelo de Lc 6, 36 pedía que los creyentes fueran oiktirmones (misericordiosos). Mt 5, 48 ha preferido perfectos (teleioi, en hebreo tamim'), reelaborando desde Dt 18, 13 (sé perfecto…) las palabras de Lev 19, 2: sed santos, como yo soy santo). Buenas son las tres versiones (perfectos, santos, misericordiosos…): clara es la exigencia de misericordia, que brota de Dios y se expresa en el amor gratuito (como quiere Lucas, cf. Mt 23, 23); fuerte es la experiencia de santidad, que Mateo vincula, de un modo tradicional, con el Espíritu de Dios (1, 18. 20; 12, 32; 28, 19), para aplicarla después, en una línea de judeo-cristianismo cerrado (no deis lo santo a los perros: 7, 6), que el mismo Mateo ha querido superar en el conjunto del evangelio. Pero él prefiere hablar aquí de perfección, en la línea de Dt 18, 13: Sed perfectos como vuestro Padre.

Las antítesis culminan de esta forma en la experiencia y despliegue del Dios que quiere que los hombres compartan su misma perfección por el amor a los enemigos. La realidad de Dios aparece así como punto de partida, más que como ejemplo final. No es que acabemos pareciéndonos a Dios cuando amamos a los enemigos, sino que debemos empezar siendo como él, pues solo así podremos amar a los enemigos. Mateo insistía en la raíz teológica del amor al enemigo, pero en vez de llamar a Dios misericordioso (como Lucas) le llama perfecto, un término que podría interpretarse en la línea del Cristo que es el telos, fin o cumplimento de la ley (Rom 10, 4).
Estrictamente hablando, este Dios de Mt 5, 43-48), que ofrece su sol y su lluvia a justos y pecadores, va más allá del Dios de Gen 3, 23-24, que expulsaba al pecador del paraíso. Este Dios se expresa como trascendencia de amor (misericordia o perfección), más allá del talión «judicial» de la historia, y nos sitúa más cerca del Gen 1, donde el mundo aparece como señal y principio universal de vida:

‒ Dios, amor universal gratuito, por encima de culturas y razas, visiones religiosas y simples moralismos. Ésta es la raíz de todo mesianismo. Más allá de las imposiciones judiciales, más allá de nuestras siempre pequeñas divisiones sociales o morales está Dios como principio de existencia. Todo viene de Dios: sol y oscuridad, lluvia y sequía, salud y enfermedad... Pero no todo resulta equivalente, no todo da lo mismo, pues el hombre ha de buscar también la perfección de Dios y eso exige un fuerte compromiso de vida.

‒ Perfección universal. Este Dios que ama a todos viene a presentarse así como principio de perfección para los hombres¸ que podemos hacernos imitadores suyos, siguiendo su modelo de bondad abierta a todos, en línea de creatividad positiva. No estamos en el mundo para juzgar a los otros, sino para suscitar vida; no hemos sido llamados para escindir a buenos y perversos ni tampoco para sancionar en clave judicial las obras de los hombres, sino para acompañarles y ayudarles.

De manera sorprendente se vinculan así protología (creación) y escatología (culminación). Juan Bautista (con 1 Hen 6-36) parecía suponer que este mundo es malo y añadía que es preciso resolver su desajuste, y que para ello se necesita un juicio destructor. También el libro de la Sabiduría buscaba un tipo de solución judicial (centrada en el castigo de los perversos). Pues bien, Jesús se niega a hacerlo: Él nos conduce hasta el principio de la creación para que así participemos en el surgimiento de la vida, en el nivel en el que nos había situado Gen 1, donde Dios actúa como creador, en gesto de bondad (ofreciendo lluvia a justos y pecadores); también nosotros debemos crear, participando de su gesto. De esa forma, el amor al enemigo (escatología) viene a presentarse como signo de la verdadera creación (protología).

Ciertamente, Jesús sabe que hay justos e injustos, buenos y malos, como dice expresamente el texto, evocando en un primer momento un tipo de escisión judicial que nosotros hemos introducido en nuestra vida. Pero al añadir que Dios envía su lluvia sobre todos y al pedir que amemos a todos, él se niega a aceptar esa división y a tomarla como algo definitivo. Así nos lleva hasta el principio de la creación, al lugar de donde él ha brotado dando vida por encima de las divisiones moralistas de la sociedad, por encima del juicio de destrucción de los perversos.

 Fuente:

http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2017/02/16/dom-19-1-17-el-evangelio-en-dos-palabras
 


10.- † Meditación diaria

Séptimo Domingo ciclo a

TRATAR BIEN A TODOS

— Debemos vivir la caridad en toda ocasión y circunstancia. Comprensión para quienes están en el error, pero firmeza ante la verdad y el bien.

— Caridad con quienes no nos aprecian, con quienes calumnian y difaman, con quienes se sienten enemigos..., con todos. Oración por ellos.

— La caridad nos lleva a vivir la amistad con un hondo sentido cristiano.

I. Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo... al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también la capa; a quien te fuerce a andar una milla, ve con él dos... Son palabras de Jesús en el Evangelio de la Misa1, que nos invitan a vivir la caridad más allá de los criterios de los hombres. Ciertamente, en el trato con los demás no podemos ser ingenuos y hemos de vivir la justicia –también para exigir los propios derechos– y la prudencia, pero no debe parecernos excesiva cualquier renuncia o sacrificio en bien de otros. Así nos asemejamos a Cristo que, con su muerte en la Cruz, nos dio un ejemplo de amor por encima de toda medida humana.

Nada tiene el hombre tan divino –tan de Cristo– como la mansedumbre y la paciencia para hacer el bien2. «Busquemos aquellas virtudes –nos aconseja San Juan Crisóstomo– que, junto con nuestra salvación, aprovechan principalmente al prójimo... En lo terreno, nadie vive para sí mismo; el artesano, el soldado, el labrador, el comerciante, todos sin excepción contribuyen al bien común y al provecho del prójimo. Con mayor razón en lo espiritual, porque este es el vivir verdadero. El que solo vive para sí y desprecia a los demás es un ser inútil, no es hombre, no pertenece a nuestro linaje»3.

Las múltiples llamadas del Señor –y especialmente su mandamiento nuevo4– para vivir en todo momento la caridad han de estimularnos a seguirle de cerca con hechos concretos, buscando la ocasión de ser útiles, de proporcionar alegrías a quienes están a nuestro lado, sabiendo que nunca adelantaremos lo suficiente en esta virtud. En la mayoría de los casos se concretará solo en pequeños detalles, en algo tan simple como una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto amable... Todo esto es grande a los ojos de Dios, y nos acerca mucho a Él. Al mismo tiempo, consideramos hoy en nuestra oración todos esos aspectos en los que, si no estamos vigilantes, sería fácil faltar a la caridad: juicios precipitados, crítica negativa, falta de consideración con las personas por ir demasiado ocupados en algún asunto propio, olvidos... No es norma del cristiano el ojo por ojo y diente por diente, sino la de hacer continuamente el bien aunque, en ocasiones, no obtengamos aquí en la tierra ningún provecho humano. Siempre se habrá enriquecido nuestro corazón.

La caridad nos lleva a comprender, a disculpar, a convivir con todos, de modo que «quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa deben ser también objeto de nuestro respeto y de nuestro aprecio (...).

«Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad que salva. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa»5. «Un discípulo de Cristo jamás tratará mal a persona alguna; al error le llama error, pero al que está equivocado le debe corregir con afecto; si no, no le podrá ayudar, no le podrá santificar»6, y esa es la mayor muestra de amor y de caridad.

II. El precepto de la caridad no se extiende solo a quienes nos quieren y nos tratan bien, sino a todos, sin excepción. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian.

También, si alguna vez nos sucede, debemos vivir la caridad con quienes nos hacen mal, con los que nos difaman y quitan la honra, con quienes buscan positivamente perjudicarnos. El Señor nos dio ejemplo en la Cruz7, y el mismo camino del Maestro siguieron sus discípulos8. Él nos enseñó a no tener enemigos personales –como han atestiguado con heroísmo los santos de todas las épocas– y a considerar el pecado como el único mal verdadero. La caridad adquirirá diversas manifestaciones que no están reñidas con la prudencia y la defensa justa, con la proclamación de la verdad ante la difamación, y con la firmeza en defensa del bien y de los legítimos intereses propios o del prójimo, y de los derechos de la Iglesia. Pero el cristiano ha de tener siempre un corazón grande para respetar a todos, incluso a los que se manifiestan como enemigos, «no porque son hermanos –señala San Agustín–, sino para que lo sean; para andar siempre con amor fraterno hacia el que ya es hermano y hacia el que se manifiesta como enemigo, para que venga a ser hermano»9.

Esta manera de actuar, que supone una honda vida de oración, nos distingue claramente de los paganos y de quienes de hecho no quieren vivir como discípulos de Cristo. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen también lo mismo los paganos? La fe cristiana pide no solo un comportamiento humano recto, sino virtudes heroicas, que se ponen de manifiesto en el vivir ordinario.

También, con la ayuda de la gracia, viviremos la caridad con quienes no se comportan como hijos de Dios, con los que le ofenden, porque «ningún pecador, en cuanto tal, es digno de amor, pero todo hombre, en cuanto tal, es amable por Dios»10. Todos siguen siendo hijos de Dios y capaces de convertirse y alcanzar la gloria eterna. La caridad nos impulsará a la oración, a la ejemplaridad, al apostolado, a la corrección fraterna, confiando en que todo hombre es capaz de rectificar sus errores. Si alguna vez son particularmente dolorosas las ofensas, las injurias, las calumnias, pediremos ayuda a Nuestra Señora, a la que, en muchas ocasiones, hemos contemplado al pie de la Cruz, sintiendo muy de cerca aquellas infamias contra su Hijo: y gran parte de aquellas injurias, no lo olvidemos, eran nuestras. Nos dolerán más por la ofensa a Dios que significan, y por el daño que pueden causar a otras personas, y nos moverán a desagraviar al Señor y a reparar en lo que esté en nuestras manos.

III. El corazón del cristiano ha de ser grande. Evidentemente, su caridad debe ser ordenada y, en consecuencia, ha de comenzar a vivirla con los más próximos, con aquellas personas que, por voluntad de Dios, están a su alrededor; sin embargo, nuestro aprecio y afecto nunca puede ser excluyente o limitarse a ámbitos reducidos. No quiere el Señor un apostolado de tan cortos horizontes.

La unión con Dios que procuramos hacer fructificar con su gracia en nuestra conducta nos debe llevar a tener presente la dimensión entrañablemente humana del apostolado. La actitud del cristiano, su convivencia con todos, debe parecerse a un generoso caudal de cariño sobrenatural y cordialidad humana, procurando superar la tendencia al egoísmo, a quedarse en sus cosas.

En nuestra oración personal pedimos al Señor que nos ensanche el corazón; que nos ayude a ofrecer sinceramente a más personas nuestra amistad; que nos impulse a hacer apostolado con cada uno, aunque no seamos correspondidos, aunque sea necesario a menudo enterrar nuestro propio yo, ceder en el propio punto de vista o en un gusto personal. La amistad leal incluye un esfuerzo positivo –que mantendremos en el trato asiduo con Jesucristo– «por comprender las convicciones de nuestros amigos, aunque no lleguemos a compartirlas, ni a aceptarlas»11 porque no puedan conciliarse con nuestras convicciones de cristianos.

El Señor no deja de perdonar nuestras ofensas siempre que volvemos a Él movidos por su gracia; tiene paciencia infinita con nuestras mezquindades y errores; por eso, nos pide –así nos lo ha enseñado en el Padrenuestro de modo expreso– que tengamos paciencia ante situaciones y circunstancias que dificultan acercarse a Dios a personas, conocidos o amigos, que encontramos a nuestro paso. La falta de formación y la ignorancia de la doctrina, los defectos patentes, incluso una aparente indiferencia, no han de apartarnos de esas personas, sino que han de ser para nosotros llamadas positivas, apremiantes, luces que señalan una mayor necesidad de ayuda espiritual en quienes los padecen: han de ser estímulo para intensificar nuestro interés por ellos, por cada uno. Nunca motivo para alejarnos.

Formulemos un propósito concreto que nos acerque a los parientes, amigos y conocidos que más lo necesitan, y pidamos gracias a la Santísima Virgen para llevarlo a cabo.

1 Mt 5, 38-48. — 2 Cfr. San Gregorio Nacianceno, Oración 17, 9. — 3 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 77, 6. — 4 Cfr. Jn 13, 34-35; 15, 12. — 5 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 28. — 6 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 9. — 7 Cfr. Lc 23, 34. — 8 Cfr. Hech 7, 60. — 9 San Agustín, Comentario a la 1ª Epístola de San Juan, 4, 10, 7. — 10 ídem, Sobre la doctrina cristiana, 1, 27. — 11 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 746.