23 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO VI
DEL TIEMPO ORDINARIO
16-23

16. AMAR ES AYUDAR A CRECER

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os lo aseguró: si no sois  mejores que los letrados y los fariseos, no entraréis en el reino de los  cirios». 

Al reino de los cielos puede pertenecer quien quiera. Puedes entrar en él cuando te  plazca siempre que vayas acompañado. Solo y a solas no se puede entrar, siempre  acompañado. El derecho, la ley, lo más que puede conseguir es asociar a las personas pero  nunca unirlas por el corazón en una unidad inseparable, consubstancial. El otro es el espejo  donde el hombre se encuentra y conoce a si mismo. Con el derecho se llega a la justicia,  con el amor a la bondad. Y la bondad funde voluntades, aúna espíritus y enlaza a las  personas. 

«Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será  procesado. Pues yo os digo: todo el que está peleado con su hermano será  procesado». 

Aquí empiezan los «peros» de Jesús que invitan a pasar del derecho al amor, de la  cordura humana a la locura divina, del orden a la sorpresa y de la justicia al regalo. «Peros»  que vienen a expresar que todo aquello que no brota del amor y de la esperanza debe ser  desterrado de nosotros porque nos es ajeno. 

Vivir en el amor es participar de la vida del otro, es crear y recrear vida, es ayudar a  crecer.

Para conseguir la felicidad, la plenitud, la realización, la bienaventuranza o la santidad no  podemos quedarnos o conformarnos, (tomar forma), con el derecho o la ley. Son pobres  para el cometido que tenemos encomendado: entrar a formar parte del reino de Dios en este  mundo. 

El amor a la vida del prójimo es lo que crea, profundiza y ensancha la nuestra hasta la  eternidad rompiendo las barreras espacio/temporales, permitiéndonos experimentar la  trascendencia. 

«Habéis oído el mandamiento: "No cometerás adulterio". Pues yo os  digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con  ella en su corazón». 

Cada uno de nosotros es autor y actor de su propia vida que va escribiendo a través de  sus palabras y del lenguaje de sus actos y deseos. Cada uno interpreta consecuentemente  el papel que ha ido leyendo en su propia y profunda realidad. La autenticidad de la persona  se manifiesta tanto en sus actos como en sus actitudes; hay que sentir y actuar al unísono,  desterrar toda contradicción o dicotomía de vida. Porque toda doble moral es un principio de  esquizofrenia; pensar de una forma y actuar de otra es de locos. Pecar, caer en  contradicción, lo haremos setenta veces siete; pero vivir en la contradicción por sistema es  vivir en paradoja y eso trae malos resultados. 

«Sabéis que se mandó a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás  tus votos al Señor". Pero yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros  os basta decir si o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno». 

La vida crece cuando el hombre va del derecho al amor, cuando dejando de lado la  defensa de lo que le es propio se hace adalid de lo ajeno. Cuando aparece el amor en la  vida del hombre todo derecho queda obsoleto y pobre. Amor y derecho no son antagónicos  pero no pueden darse juntos, si aparece el amor sobra el derecho. Cuando uno está  enamorado no necesita que le dicten leyes para vivir unido a la persona amada, cuando  desaparece el amor puede aparecer hasta la traición, por eso y para ese caso se necesita el  derecho, para organizar y ordenar una vida al margen del amor. La vida del hombre se  desarrolla entre los dos polos del amor y del derecho, del uno se pasa al otro y si ambos  están ausentes la crisis, la catástrofe o el cataclismo están servidos.

El amor es un compromiso con uno mismo hacia la persona del otro, no se necesitan  juramentos.

El amor potencia nuestra propia personalidad y desarrolla la del otro. Amar es crecer y  ayudar a crecer. Cuando el amor que siento por otro no lo mejora ni me mejora, no es  verdadero amor.

En esto, como en todo, uno recoge lo que siembra, («Le darán lo que escoja», Ez 15, 16).  Nada se improvisa. Quien siembra vientos, recoge tempestades. Quien generosidad,  generosidad, quien soledad, hastío y aislamiento.

No se puede aspirar a ser santo, ni plenamente feliz, en este mundo conformándonos al  derecho, circunscribiendo nuestras relaciones interpersonales al estricto marco del derecho  positivo. Ningún cónyuge alcanza la felicidad por cumplir al pie de la letra el Derecho  Matrimonial. Se puede ser fiel al derecho y ser un desgraciado, hay que pasar por encima  de él e instalarse en el amor.

Los débiles y cobardes defienden, o pretenden defender, el amor con leyes. Los fuertes  superan las leyes con el amor.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 40-42


17.

No como los fariseos

Quinto apunte de Cuaresma

Me cuesta escribir sobre ellos, porque sólo Cristo tenía conocimiento, santidad y  autoridad para pronunciarse negativamente acerca de los fariseos. Quién de nosotros, al  igual que los acusadores de la mujer adúltera, podría sentirse tan libre de pecado como para  levantar el dedo acusador y tachar a nadie de fariseo? El mismo Jesús no los acusaba por  ser fariseos, sino por su soberbia y arrogancia.

Para dejar las cosas en su sitio y captar como es debido las palabras del Señor, conviene  recordar que los fariseos eran un grupo religioso judío, anterior y posterior a los años  mesiánicos, cuyo nombre derivaba del hebrero perusin, o sea, separados, porque se  consideraban a sí mismos como observantes estrictos de la Ley mosaica y, por ende,  distintos y superiores del resto de la comunidad. Se trataba, diríamos hoy, de un colectivo  importante, de gentes más bien honorables, con tintes fundamentalistas, aunque sin llegar al  rigor de los esenios. Jesús no les negó ni el trato ni la amistad a algunos de ellos  (Nicodemo? José de Arimatea?), en tanto que san Pablo confiesa con cierto orgullo su  condición de hebreo y "según la Ley, fariseo" (Fl. 3,5).

Algo parecido habría que decir de los "escribas", que ahora traducen los textos litúrgicos  como "letrados", esto es, escritores, intérpretes de la Escritura para asuntos concretos;  profesionales a su modo, de la teología y del derecho, enseñantes en la sinagoga. 

Alineados ideológicamente, en tiempos de Cristo, a los fariseos y asociados también a ellos,  a lo que parece, en el rechazo de la persona y del mensaje de Jesús. Puestos a averiguar el  porqué de tal hostilidad, puede ser su oposición de toda novedad, su apego a la letra más  que al espíritu de los libros inspirados y su alergia a la salvación universal que irradiaba la  predicación del Reino.

Lo contrario del Evangelio

No cabe entender, empero, la personificación de las diatribas de Jesús contra los escribas  y fariseos, como simple reacción ofendida a la enemiga de estos personajes. Intuimos que  se trataba de una clase dirigente en el ámbito religioso, minada, en muchos de sus  miembros, por una carcoma de falsificación y de mentira, diametralmente opuesta al espíritu  de las Bienaventuranzas, a la humilde verdad del Evangelio, al testimonio vivo de Jesús. 

Contra quienes se indigna Él? Todo habría que condensarlo en esta expresión, sin separar  las palabras: Escribas y fariseos hipócritas! Son los intelectuales de salón y a un tiempo los  oficialmente buenos, que miran a los demás por encima del hombro criticando la paja en el  ojo ajeno desde la viga del propio y están, para colmo, podridos por dentro. Son sepulcros  blanqueados.

El fariseísmo falsifica y corrompe las expresiones más puras de la fe y de la religiosidad.  Hablando en el Sermón del Monte de los hipócritas, sin nombrar esta vez a los fariseos,  Jesús desenmascara el ayuno de los caritristes, para que los hombres lo noten y los  aplaudan; la oración de los que rezan en las plazas para ser vistos y aplaudidos; la limosna  al son de trompeta, por las calles y las plazas. Ya recibieron esos, dice, su recompensa. Por  contra, lo nuestro es orar a solas en el aposento, ayunar bien peinados y con porte  impecable, dar con la mano derecha sin que se entere la izquierda. El fariseísmo falsifica el  bien y luego reclama cínicamente para sí los honores debidos al otro. 

Olvidándonos ya de los fariseos históricos, pero pendientes, eso sí, de los labios de  Jesús, sigamos perfilando la silueta del fariseísmo, con retratos tan vivos como el de la  Parábola del Fariseo y el Publicano. Es eso, una parábola, no una historia. Jesús tipifica su  lección en dos personajes contrapuestos, exagerando sus trazos diferenciales, para que  entendamos su mensaje. Quizá la realidad no produce, al menos con frecuencia, tipos tan  fatuos como el fariseo, que llega a la desfachatez de dar gracias a Dios por no ser él tan  malo como el pobre que tiene a sus espaldas, abatido tras de la columna. Imagen grotesca  de la autosuficiencia y del menosprecio por su semejante. El fariseo típico da gracias a Dios,  no porque Dios es bueno con él, sino porque él es bueno con Dios. Qué caradura!

Hinchazón, disimulo, menosprecio

Fariseísmo es la autosuficiencia ante sí mismo, ante Dios y ante los hermanos. En todos  los exámenes de conciencia repasa uno sus comportamientos ante esas tres instancias.  Pues, hala!, el fariseo típico peca por partida triple y, además, miente como un cosaco:  porque él no es nadie, ya que todo lo que tiene es de Dios, y porque el pecador de al lado  es más grande que él ante los ojos divinos. Uno entiende la cólera de Jesús ante el imperio  de la mentira, ante la dureza de corazón, ante la vuelta del revés de la jerarquía de valores,  y ante la pretensión de unos ciegos que guían a otros ciegos, erigiéndose en maestros de  los demás, imponiendo cargas terribles sobre los hombros de los débiles, escandalizando a  los pequeños y pervirtiendo a los prosélitos. Terrible el capítulo 23 de san Mateo, la página  más dura, a mi juicio, de los cuatro evangelios! Ay de vosotros, escribas y fariseos  hipócritas! 

Ay de nosotros, los "buenos"! 

Ay de nosotros, también! Porque puede darse entre nosotros un fariseísmo difuso, parcial,  ligth, que llena de polvo los recintos sagrados, las conductas correctas, los empeños nobles,  las instituciones venerables. El fariseísmo es una patología de la religiosidad, busca su  caldo de cultivo en aquellos escenarios y ambientes donde se cultiva la virtud: conventos,  parroquias, obispados, asociaciones cristianas, familias creyentes y practicantes.

A quién no le roza el interés por quedar bien, quizá con mayor fuerza que el de hacer las  cosas bien? Quién está exento del gusto por los primeros puestos o del malestar porque  otros los ocupen? Cuánto importa hoy, incluso en ambientes edificantes, la buena imagen  propia con la sutil desestima de los demás? Todo eso es muy humano, Dios lo comprende y  perdona, pero deja escapar, a menudo, por nuestra parte, un cierto tufillo de fariseismo.

Rara vez se le encuentra en estado químicamente puro, con toda su fealdad y  repugnancia. Así los graves escándalos en la Iglesia, que nunca han faltado, pero que son  raros, por la gracia de Dios. Bien; pero, y la ambigüedad de tantas actuaciones nuestras?  Líbrenos el Señor de la burda mentira de hacer el bien para que nos vean los hombres. Pero  qué difícil, decía el Padre Rahner, sacar de nuestras pobres vidas algo, sin la menor escoria  de egoísmo, sin la búsqueda de autosatisfacción o de imagen, que suba, limpio y directo,  hasta el trono de Dios.

Vaya si nos valen a los cristianos corrientes y a los que intentamos llamarnos  comprometidos, los capítulos quinto, sexto y vigesimotercero de san Mateo, donde criba  Jesús el trigo de la paja, funde a la vez el oro y la escoria, marca los linderos de la verdad y  de la trampa! El fariseísmo no es la tentación de los ateos recalcitrantes ni de los pecadores  empedernidos. Aunque sea en sus versiones más benignas, pero siempre perniciosas, me  acecha cada mañana desde que suena el despertador y me está acechando ahora mismo  cuando escribo contra él para ustedes. Qué corta es la Cuaresma para una conversión a  fondo!

+ Antonio Montero
Arzobispo de Mérida-Badajoz


18.

En los comienzos de su vida pública Jesús anuncia lo que va a ser el centro de su  mensaje. Como profeta no pretende destruir el pasado. Pero se siente con autoridad  suficiente para clarificar el verdadero significado de las tradiciones, las leyes y las  costumbres de su pueblo. La autoridad de Jesús es palpable en el uso de la fórmula:  "Ustedes han oído que se dijo.... Pero yo les digo". Una fórmula muy parecida era usada por  los maestros de su época. Pero con una diferencia. Ellos nos se apoyaban nunca en su  propia autoridad sino en la autoridad de un maestro reconocido del pasado. Es lo mismo que  hacen ahora muchos escritores. Cuando quieren defender sus ideas, citan la autoridad de  un pensador de reconocido prestigio. A Jesús no le hacía falta ese recurso. Se sentía con  autoridad suficiente como para decir: "Pero yo les digo". Su intimidad con el Padre, con el  "Abbá", su sentirse totalmente Hijo de Dios, le daba seguridad como para explicar la ley y las  tradiciones desde una perspectiva nueva. Nueva y radical.

Jesús no cambia la ley. Pero nos invita a ir más allá de la pura letra. Nos invita a  descubrir el sentido profundo de la ley para nuestras vidas. Nos invita a ir más allá del puro  cumplimiento que tantas veces se convierte para nosotros en un "cumplo y miento". Todos  sabemos que hay formas de cumplir la letra de ley y al mismo tiempo traicionar su espíritu.  Posiblemente todos lo hemos hecho muchas veces en nuestra vida. Jesús simplemente nos  invita a enfrentarnos con la realidad, con el auténtico significado de nuestros actos. El  adulterio no es sólo el acto físico. El adulterio se produce ya en nuestro corazón cuando ahí  nos dejamos llevar por los malos deseos. Matar a una persona es un crimen horrendo. La  inmensa mayoría de nosotros no lo hemos hecho nunca. Ni lo haremos. Pero, ¿cuántas  veces hemos matado al otro en nuestro corazón? ¿Cuántas veces hemos deseado su  muerte? ¿Cuántas veces lo hemos matado con nuestro desprecio o con nuestras  palabras?

La sabiduría del Espíritu de que habla San Pablo en la segunda lectura es lo que guía a  Jesús al poner de manifiesto que entrar en el Reino es algo más que cumplir  meticulosamente cada uno de los preceptos de la ley en su sentido externo. Para ser un  buen cristiano no es necesario conocer todos y cada uno de los detalles de la ley. Para ser  cristiano hay que dejarse llevar por esa sabiduría del Espíritu. Para ser cristiano es  necesario conocer y asumir en nuestro corazón la ley del amor que es, o debe ser, el centro  y origen de todos y cada uno de los mandamientos. Seguir la ley del amor es lo que nos  hace perfectos. Frente a esa ley primera y fundamental del amor nos tenemos que situar.  Ahí es donde tenemos que escoger entre muerte y vida , entre fuego y agua, como dice la  primera lectura. No nos engañemos a nosotros mismos, diciéndonos que ya cumplimos la  ley porque vamos a misa todos los domingos y porque cumplimos el resto de las leyes de la  Iglesia. Ser cristiano es una cuestión de amor. O mejor, de amar. Y nada más. 

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


19.

Tal como queda distribuido este año el ciclo de domingos y teniendo en cuenta que hasta  mediados de junio, con el domingo 11, no reemprendemos la lectura continuada del  Evangelio, hoy es el último domingo en que escuchamos textos del "Sermón del monte". Se  trata de una conclusión algo precipitada, pero así es. De hecho, la acabamos con el  "comentario" de Jesús sobre los mandamientos por medio de los dípticos tan conocidos: "Se  dijo a los antiguos/ pero yo os digo", que hacen penetrar en el corazón de los discípulos el  sentido más profundo de los mandamientos más allá de su estricta literalidad. 

- LOS DOS CAMINOS

El texto del Antiguo Testamento que hoy escuchamos para disponernos a acoger las  palabras de Jesús, el texto de un maestro de la sabiduría del antiguo Israel, nos sitúa sin  medias tintas ante la elección que ha de hacer el hombre en lo relativo a los mandamientos  de Dios. De guardarlos, obtendrá la vida; si no los observa, se precipitará en la muerte. El  hombre es libre pero ha de optar por uno de estos dos caminos, tan distintos entre sí, como  nos dice el libro de la Didajé en sus primeros capítulos cuando plantea la observancia  detallada de los mandamientos o las obras que los contradicen. 

La realidad de esta elección nos lleva a otra realidad que la precede: el hecho de los  mandamientos dados por Dios. No es competencia de los hombres hacernos "nuestra ley" o  acomodarla a "nuestra medida". Dios es quien nos ha dado sus preceptos "para que se  observan exactamente" (salmo). Cierto que los mandamientos de Dios, además de en las  Escrituras, los encontraremos en nuestro corazón ("Graba en tu corazón las palabras de los  mandamientos que hoy te doy" -Dt 6,6-, "La palabra está muy próxima a ti; la tienes en los  labios, la tienes en el corazón, para que puedas practicarla" -Dt 30,14-). Pero no están  hechos según nuestro dictado. Dios ha sido quien nos los ha entregado, para que no  tengamos la excusa de no conocerlos y para que aprendamos así a amarlos y a seguirlos.  Dios nos ha dado sus mandamientos. No lo olvidemos ni busquemos excusas para hacernos  los sordos. Ojalá que nuestros caminos no se desvíen de guardar sus decretos (cf. salmo). 

- CUMPLIR Y ENSEÑAR A CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

Antes de entrar en el "comentario" de los mandamientos, Jesús nos anuncia, con unas  palabras previas, el sentido de lo que nos dirá. Primero: no añadirá nada que no esté en los  mandamientos, pero sí nos revelará a dónde llega su sentido más pleno. Segundo: nos dirá  cómo nos empequeñece el no cumplir los mandamientos o el enseñar a no cumplirlos; y  cómo nos engrandece, a los ojos de Dios, el cumplirlos y el enseñar a hacerlo. De hecho,  fijémonos que esto último es lo que hace Jesús con nosotros. Sus obras nos ponen de  manifiesto su obediencia al Padre, su fidelidad a los designios del Padre. Sus palabras nos  enseñan cómo debemos cumplir la ley del Señor, con qué delicadeza espiritual hemos de  cumplir los preceptos si queremos entrar en el Reino de los cielos. 

- LOS MANDAMIENTOS MIRADOS EN POSITIVO A primera vista los mandamientos dados ya a los antiguos son bien claros. Se entienden  sin dificultad. Conciso y directo: "No matarás", "No cometerás adulterio", "No jurarás en  falso"... Siempre hay un "no". Nos dicen lo que no debemos hacer. Podemos afirmar que son  un cliché en negativo. Pero Jesús nos hace descubrir la parte positiva de los mandamientos. 

Y lo hace revelándonos cómo deben cumplirse hasta las últimas consecuencias. Para  cumplir los mandamientos no hay que sembrar semillas de muerte, ni hacer ni decir aquello  que pueda herir el cuerpo o el alma del prójimo; no hay que sembrar posibles semillas de  infidelidad en el seno del matrimonio; no hay que buscar en un tercero la veracidad de la  propia palabra. Y todo esto, que aún podría parecer un cliché en negativo, es el modo de  hacemos percatar del cumplimiento en positivo de los mandamientos: amar al prójimo con  solicitud fraternal, ser fiel simpre y en toda ocasión al propio cónyuge sin traicionarlo en  nada, ser sincero en todo lo que uno dice y hace. Éste es el aspecto positivo de los  mandamientos y lo que Jesús "manda" a sus discípulos. Vistos así, los mandamientos no  son sólo claros en su letra, sino que también son transparentes en su sentido e iluminan los  ojos de los que los siguen (cf. Sal 18,9). 

Ante el texto evangélico de hoy, hemos de remarcar este aspecto positivo. Sólo así  podemos ir más allá de la "letra" de los mandamientos y penetraremos en su "espíritu". Esa  observancia delicada y sincera de los mandamientos nos permitirá acercarnos al altar en  paz con Dios y con los hermanos. 

- A LAS PUERTAS DE LA CUARESMA

Hoy no podemos olvidar que estamos a las puertas de la Cuaresma. Tiempo de gracia  para reorientar nuestra vida según los mandamientos de Dios. Tiempo para volver a él,  guiados por el Espíritu y con aquella sabiduría que proviene de la fe en Jesucristo (cf.  segunda lectura). Tiempo para hacernos muy nuestra la súplica del salmo: "Muéstrame,  Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente". 

JOSEP URDEIX
MISA DOMINICAL 1999/03-05


20.

- Jesús completa la Ley 

El evangelio que hemos escuchado es la continuación de los que hemos ido siguiendo en  estos últimos domingos, y que corresponden a lo que se conoce como el Sermón de la  Montaña, en el que Jesús dirige su enseñanza a los discípulos y a la multitud que los  seguía. 

Jesús, en el texto de hoy, afronta una cuestión polémica para sus oyentes: ¿Las  enseñanzas de Jesús rompen con la Ley de la religión judía? Y la respuesta de Jesús es  muy clara: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino  a dar plenitud. O sea, que Jesús no va contra la Ley judía, sino que quiere completarla. La  religión judía tenía, y tiene, unos valores muy positivos. Pero no basta, Jesús nos pide más,  el seguímiento de Jesús en orden al Reino de Dios pide ser más exigente: Si no sois  mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. 

Esa actitud de dar un paso adelante, de ir más allá del estricto cumplimiento de la Ley se  ejemplifica con la serie de contraposiciones que hemos escuchado: Habéis oído... Pero yo  os digo... Y el resumen podría ser éste: no basta con cumplir de forma estricta los mínimos  exigidos por la Ley; hay que dar un paso más, que es la conversión del corazón a Dios. No  basta con no matar; el seguidor de Jesús está llamado a ni siquiera enojarse con el  hermano, a no insultar, a no pronunciar palabra alguna de desprecio. El valor de la persona,  considerada aquí como hermano, es tan grande, que incluso se antepone al culto: Si  cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano  tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu  hermano. Y es que la mejor ofrenda que podemos presentar a Dios es amar, perdonar y  reconciliarnos con los hermanos. 

No basta con no cometer adulterio; el seguidor de Jesús está llamado a ni siquiera mirar a  nadie con mal deseo. El valor de tener el corazón limpio es tan grande que es mejor  arrancarse un ojo o cortarse una mano antes que tener un corazón embrutecido por el  pecado. El valor de la verdad es tan grande que basta con decir sí cuando es sí, y no  cuando es no. 

- Ir más allá 

Sin duda estas comparaciones, dirigidas a los judíos respecto de su Ley, son también  aplicables a nuestra realidad actual, con los valores del mundo de hoy. A los ciudadanos de  nuestra sociedad occidental de fin del milenio, desde las más diversas instancias, se nos  están proponiendo como modélicos unos valores éticos que procuren asegurar el respeto, la  tolerancia, la convivencia, entre las personas. Sería una especie de "ética mínima" basada  en unos valores humanos que todas las personas de buena voluntad puedan compartir para  mantener la paz social. Ante tal propuesta, ciertamente los cristianos no debemos  oponernos, al contrario, hemos de hacer nuestra aportación en esta linea. Pero también es  cierto que, siguiendo el pensamiento de Jesús en el evangelio de hoy, los cristianos no  tenemos bastante con esos valores humanos mínimos. Jesús no sólo nos pide que  respetemos y toleremos a los demás para poder convivir, sino que nos exige que amemos a  los demás como hermanos, que nos comprometamos desinteresadamente, incluso que  renunciemos a lo nuestro por el bien ajeno. 

Y lo mismo que decimos del comportamiento del cristiano en la sociedad podrlamos  decirlo de la vida de fe en la Iglesia. No basta con limitarse a cumplir los preceptos mínimos,  como si éstos fuesen un certificado que nos garantizase la salvación. El discípulo de Jesús  está llamado a emprender un camino para vivir cada día, con esfuerzo y constancia, el  Reino de Dios. Y eso no se hace cumpliendo unas normas, sino con una actitud del corazón  constantemente abierta a Jesús y a su evangelio. Este modo de entender la fe no es fácil,  pide tener una fe más madura, pero es más auténtico. San Pablo lo explicaba así a los  cristianos de Corinto: Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo  ni de los príncipes de este mundo... sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa,  escondida... que Dios nos ha revelado par el Espíritu, 

- Campaña contra el hambre 

Hoy celebramos la jornada de "Manos Unidas", la campaña contra el hambre en el mundo.  Y podría ser una buena ocasión para preguntarnos si hacemos todo lo posible para luchar  contra la injusticia, la desigualdad y la marginación, o si nos conformamos sólo con los  mínimos. En el momento de plantearnos esta pregunta, como tantas otras en nuestra vida  cotidiana, deberíamos recordar el pensamiento de Jesús: para entrar en el Reino de Dios,  para ser buenos seguidores suyos, no basta sólo con ser buenas personas. 

EQUIPO-MD
MISA DOMINICAL 1999/03-09


21. 

PROYECTO DE AMOR CRISTIANO  
LA LETRA DE LA LEY ANTIGUA NECESITABA BRILLO Y CORAZÓN. 

1. El libro del Eclesiástico, en los versículos anteriores a la perícopa de hoy, niega que el  pecado venga de Dios, "porque él no hace lo que odia". 

2. Resalta la confianza que Dios ha depositado en el hombre, otorgándole la facultad de  la libertad. El hombre puede decidir su destino y realizarse, porque es señor de sí mismo y  está llamado a ser más grande que sí mismo. Por esa libertad de que goza, que es una de  las más hermosas creaciones de la divina sabiduría, y la que más le dimensiona, tiene  opción de elegir el fuego que quema, o el agua que refrigera. Puede escoger la muerte o la  vida (Eclesiástico 15,15). En resumen, el hombre puede optar: entre cumplir los  mandamientos, o quebrantarlos. Será merecedor de castigo y desgracia, o acreedor de  premio y felicidad, porque Dios lo ve todo y nada se le escapa, "ni un sólo alzar de ojos para  mirarle", (Santa Teresa), ni nada negativo, como pensaban los ancianos de Israel: "Me dijo  el Señor: ¿Has visto lo que hacen los ancianos de Israel en la oscuridad diciendo: Yavé no  nos ve?" (Ez 8,12) 

3. Y como la felicidad del hombre la causa la adhesión de su voluntad a la de Dios, canta  el salmista: "Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor.  Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir  tu voluntad y a guardarla de todo corazón" (Salmo 118). 

4. Dios va educando a su pueblo como un padre o un maestro educa a sus hijos; ni se lo  puede enseñar todo de golpe, ni todo perfecto. "Enseñamos una sabiduría que no es de  este mundo, sino una sabiduría divina, misteriosa, escondida" (1 Corintios 2,6), que no  estaba plenamente revelada. Así como en el recorrido espiritual hay varias etapas: primero  la de los principiantes, después la de los proficientes, por fin la de los perfectos, a la que  quiere que todos los hombres lleguen, "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es  perfecto" (Mt 5,48), las hay también en las etapas de la historia de la salvación. En la etapa  primera, Dios promulgó en el Sinaí su voluntad a Israel. Allí mostró al pueblo, en razón de su  camino incipiente de principiantes, el boceto de su divino querer, pero quedaban muchos  matices que revelar. Era como el bulbo de una azucena, que para convertirse en una flor  delicada y hermosa, necesita desarrollo y madurez. Jesús actuaría con la Ley Antigua, como  un pintor que, aplicando los colores sobre un boceto dibujado al carbón, no sólo no lo  destruye, sino que lo completa, lo perfecciona, lo embellece, y le da mayor realismo  (Teofilacto). Yo tenía ya un boceto de esta homilía, que incluso estaba ya editada, pero  ahora la estoy perfeccionando y está quedando más explícita,completa y perfecta. 

5. Así, dice Fillion, que Jesús rejuveneció la Ley Antigua, que, aparte de ser camino de  principiantes, que, en tiempo de Jesús había sido deformada por los escribas y fariseos en  un rabinismo legalista y leguleyo , y había degenerado en un formalismo rudimentario, que  se limitaba a exigir actos externos. Con tal de que no lo hagas, piensa y siente lo que  quieras, dejando abierto el camino a las mayores aberraciones, por desconocer que la idea  es fuerza y que se acaba siendo como se piensa. Jesús nos ha enseñado el proyecto de  Dios para el hombre, que necesitaba desarrollo, progreso y madurez. Necesitaba amor: "No  he venido a abolir la ley, sino a perfeccionarla" (Mateo 5,17). No la ley de mínimos sino la  ley del Amor. Lo que era semilla, lo desarrolló y se convirtió en árbol: lo que era flor, lo  transformó en fruto, lo que era fruto verde, lo maduró, dirigiendo su mirada, más que a los  actos, al corazón que, en sentido bíblico, abarca todo el ser personal e interior del hombre,  porque "del corazón salen las malas ideas: los homicidios, adulterios, inmoralidades, robos,  testimonios falsos, calumnias" (Mt 15,19), como habían enseñado los mejores sabios y  maestros de Israel. 

6. En la historia de la Iglesia, el desastre de la herejía jansenista tenía mucho en común  con la literalidad rabinista y farisaica, fundamentada más en el temor que en el amor. Hay  que crear toda una teología, una entera antropología, un concepto nuevo de humanismo  cristiano, un estilo evangelizador eficaz, profundo e irresistible, una visión positiva de la vida,  muy lejos del rigorismo tuciorista del que durante siglos, desde los jansenistas, viene  larvado el modo de vivir el hecho cristiano y que no poco ha influido por ley pendular, en el  actual laxismo permisivista, posterior al Vaticano II. Pues, aunque la doctrina jansenista, con  su concepción rigorista de la gracia y de la justificación, fue condenada por el papa  Inocencio X en la Bula "Cum occasione" y la "Regiminis apostolici", y por la "Vineam Domini"  de Clemente XI, que excomulgó a quienes no aceptaron la "Unigenitus" en 1704, siguió  influyó notablemente en la concepción de la vida cristiana, hasta el punto de que algunos  santos canonizados llevan el sello de esta herejía, de la que ni los seminarios y noviciados  se escaparon de su influjo y de sus escrúpulos. A esto se sumó la prohibición de la lectura  de los libros sagrados tratando de reprimir la penetración de la reforma protestante, con el  consiguiente falseamiento de la mentalidad cristiana. Es verdad que hubo santos y  maestros, como Santa Teresa y San Juan de la Cruz, que se nutrieron abundosamente de la  Escritura, y vivieron y enseñaron la presencia de un Dios Amor, que recientemente nos ha  retornado Juan Pablo II, afortunadamente formado en la escuela mística española, con sus  luminosas Encíclicas, especialmente con la "Dives in Misericordia", cuyo trasfondo trasluce  la huella del Doctor Místico, que recupera el verdadero rostro de Dios, desfigurado por el  tinte jansenista de estos tres últimos siglos, que lo vieron con el rigor de la justicia, más que  bajo el prisma del Amor. En esta misma línea hay que situar al tuciorismo según el cual  siempre hay que seguir la ley, aunque sea dudosa. ¡Cuántas injusticias se han cometido  basados en estos errores hijos de cortos alcances, sin reparar en destrucción de vidas y  hasta de familias! Hay que recuperar la visión luminosa de Dios Padre, Rico en  Misericordia, encarnado en Jesucristo y con él, hermano de los hombres, esposo, amigo,  ayuda, verdad y vida, Dador del Espíritu Santo. Aquellas Encíclicas primeras de Juan Pablo  II, están haciendo vivir a la Iglesia con notable pedagogía, este trienio de preparación para el  Jubileo del Tercer Milenio. 

7. En la lucha por neutralizar el materialismo, el hedonismo, el horizontalismo nihilista y  pesimista que termina en la muerte, enigma y desconcierto de los hombres de hoy, el Papa  se ha empeñado en no dejarse ganar el terreno. Las generaciones nuevas, en la búsqueda  de Dios, insatisfechas de las instituciones religiosas tan racionalizadas y uniformes y  también por snobismo, acuden a la religiones supuestamente más místicas de Oriente. Es  verdad que Oriente, sobre todo la India, es considerado como la reserva espiritual de  Occidente, a pesar de lo que aquí consideramos pobreza, que ellos no la sienten tanto,  (porque no es pobre el que no tiene mucho, sino el que necesita más), porque tienen el alma  más rica, por más contemplativa, pero no tienen a Jesucristo, ni su gracia, ni sus  sacramentos. 

8. Esta es la razón por la que no se puede prescindir en el camino cristiano de Santa  Teresa, como tampoco de San Juan de la Cruz; si lo hacemos y porque lo hemos hecho más  de lo que se cree, nuestra teología se ha empobrecido y nuestra fe oscila sobre arena  movediza. Ha dicho Alvaro Mutis, reciente Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que  sólo volviendo a los clásicos podemos recobrar el humanismo perdido. 

9. Jesús había podido escuchar en la homilías de la sinagoga, comentarios al texto de la  Ley, a los rabinos, que sólo consideraban condenable la estricta materialidad de la Ley.  Jesús, situándose por encima de Moisés, viene a poner finura, clase, equilibrio, corazón y  misericordia, y, comenzando por el quinto mandamiento: ¿No matarás? Más: el que esté  peleado con su hermano está en la misma línea del no matarás. Igualmente se sitúan al  mismo nivel el insulto grave, la ira, el ultraje y la cólera contra un hermano. Y es más  importante para Jesús la reconciliación y el perdón que la ofrenda: "Si cuando vas a poner  tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra tí,  deja allí tu ofrenda ante el altar y vete a reconciliarte con tu hermano". Era toda una  revolución. 

10. Y el adulterio a los ojos de Dios no es sólo la acción, sino el pensamiento. El  discípulo de Cristo, debe llevar una atención a su presencia, que le induzca a la  mortificación ante la mujer casada, considerada por la Ley en el ámbito de la justicia por  pertenecer a su marido, sino también ante cualquier mujer, aunque no esté comprometida,  desde la ascesis de la concupiscencia. Y hay que quitar la ocasión, aunque cueste tanto  como cortarse la mano, o arrancarse un ojo, que hay que interpretar como hipérbole literaria  y oriental, fuerte en su expresión, que pretende remarcar la exigencia del desarraigo del ojo  a los que cuidamos con tanta delicadeza. La misma obligación tiene de quitar la ocasión el  hombre que mira codiciosamente a una mujer, que la mujer que se hace mirar, y se propone  seducir, porque: "Sus miradas te enloquecerán y te arruinarás con tu casa. Cierra tus ojos  ante la mujer hermosa y no te fijes en belleza que no es tuya" (Si 9,7). Y con no ser éste el  precepto más importante, condiciona el cumplimiento de los demás, porque enerva, o roba  energía, ensucia, ciega, entristece, tortura, produce amargura. Y viene a ser como las raíces  de las zarzas, que no molestan cuando nacen y son pequeñas y tiernas, pero no dejan vivir  cuando han crecido y secan todas otras posibilidades de acción. 

11. Como el Señor no quiere que sus discípulos se queden en eternos principiantes, y en  "niños en los juicios" (1 Cor 14,20), nos va señalando nuevas cumbres y en esta materia hoy  es necesaria mucha mortificación y control, por la misma banalización y facilidad ambiental  de la sexualidad, cuando ser virgen se ha convertido en una desgracia. Y cuando tanto se  escribe y se habla de democracia, y de solidaridad, de derechos humanos y de libertad, y  cuando tanto se silencia lo que más esclaviza al hombre, y lo que más desazón y tribulación  aporta al indíviduo y a la sociedad, sobre todo a la familiar. 

12. La caridad con los hermanos nos conseguirá la luz y la fuerza necesaria para cumplir  los mandatos del Señor. Que sólo se pueden cumplir cuando desde dentro y por tener  experiencia de ello, sabemos cuán dichosos son los que caminan en su voluntad. Y cuando  hemos probado que "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha  preparado para los que lo aman". Esto es lo que enseña la Sabiduría de Dios, que está en  las antípodas del poder, por eso dice San Pablo "que ninguno de los príncipes de este  mundo la ha conocido". 

13. "Te doy gracias, Padre, porque has revelado los misterios del reino a la gente  sencilla" (Mt 11,25). Te damos gracias, Jesús, porque en el sermón de la montaña nos has  enseñado los caminos de la dicha verdadera; has marcado un ideal luminoso a tus  discípulos, para que sean sal, luz y ciudad hermosa; has revalorizado y refinado los  preceptos quinto, sexto y segundo del decálogo; y has condenado el divorcio, plaga hoy de  la sociedad. Tú hoy nos curas, nos robusteces y nos alegras, con tu palabra y con tu  sacramento de vida. 

J. MARTI BALLESTER


22.

1. Lecturas en la Misa

Eclesiástico 15, 16-21 : "Ante ti, hombre, están puestos fuego y agua, echa mano a lo que  quieras. Delante del hombre están muerte y vida. Le darán lo que él escoja..."

San Pablo. I Cor 2, 6-10 : "Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida,  predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria"

Ev. según san Mateo 5, 15-37 : "A los antiguos se dijo: no matarás... Pero yo os digo: todo  el que esté peleado con su hermano será procesado"

2. En busca de nueva humanidad 

2.1. No es un tópico hablar de que la revelación, sobre todo la revelación hecha por  Jesucristo, es una convocatoria a los hombres para que reflexionen, aprendan y se  conduzcan hacia la formación de una conciencia responsable que dé nuevo rostro a la  humanidad. 

-Punto de partida para hacer el camino sería abrir bien los ojos y cerciorarse hoy  experimentalmente de los rasgos negativos que pugnan por enseñorearse del corazón del  hombre.

-Un primer paso hacia adelante consistiría en poner al descubierto cómo esos rasgos  negativos, principalmente en su componente ética-moral, se relacionan con el ejercicio del  pensamiento, de la voluntad, de la libertad, de las pasiones que enriquecen o depauperan al  hombre, según que se los utilice bien o mal, correcta o incorrectamente.

-Después vendría la necesidad de iluminar el campo de la vida y de la conciencia con  potentes focos de luz, como serían las actitudes virtuosas de hombres grandes, libres,  altruistas, religiosos..., que vivieron muy felices y nos enseñaron a vivir de igual modo  amando y respetando a las personas como querían ser amados y respetados de ellas.

-Al final, la luz de Cristo, su doctrina, su amor, su verdad, dejarían todo el campo como en  mediodía de claridad.

2.2. Algo de eso acontece en las lecturas de la misa de hoy, pues en ellas se da acceso al  canto de la libertad, al misterio de la sabiduría divina y al magisterio de Cristo que distingue  tiempos, grados de conciencia y plenitud de amor-encuentro-servicio. 

3. Canto a la verdadera libertad humana 

3.1. El Eclesiástico, llamado también Sirácida o Ben Sira, autor que vivió casi 200 años  antes de Cristo, disputa en el capítulo 15 de su libro con quienes pretenden atribuir a Dios el  "pecado" del hombre, y les impone silencio diciéndoles que "Dios hizo al hombre desde el  principio y le dejó en manos de su albedrío". Esa es su grandeza, ser libre. Si no se accede  a ello, no se es hombre.

3.2. Hay que enfrentarse, por tanto, a la bella realidad que somos: "si tú quieres, puedes  guardar los mandamientos", y "es de sabios hacer su voluntad"; pero si no quieres, caes en  tus propias manos, sentimientos, juicios y caprichos...

3.3. Gráficamente: es como si jugaras con agua y con fuego. ¿Qué eliges, mojarte y ser  fecundo o quemarte y hacerte estéril? Y es también como si jugaras con la vida y con la  muerte. ¿Qué eliges?

-Agua y vida son sabiduría, prudencia, fecundidad, sentimientos nobles...

-Fuego y muerte son inconsciencia, imprudencia, arrebatos, destrucción ...

3.4. Hay que saber conjugar honestidad y nobleza humana (actitud positiva que toma la  conciencia responsable) con la sabiduría creadora de Dios que nos regaló el don de la  libertad para compartir con él el gozo de la existencia ...

4. El misterio de la sabiduría divina 

4.1. Pablo relaciona en su epístola a los corintios la conciencia humana responsable con  la altísima sabiduría divina que no la alcanzan ni sabios ni poderosos de este mundo,  porque no es objeto de ciencia sino de experiencia mística. 

4.2. Se trata de que, por encima de otras visiones antropológicas, filosóficas o culturales,  nos ha sido revelada en Cristo una dimensión nueva del supremo saber: que ni el ojo vio, ni  el oído oyó, ni la mente captó... Es el secreto que el Padre había guardado para  manifestarlo en la encarnación de su Hijo, Jesús. Él, el Padre, había preparado la gran obra:  que su Hijo se hiciera hombre y en él quedara revelada la inmensidad de su amor por  nosotros y el triunfo del amor oblativo, no egoísta, que haría felices a Dios y a los mortales. 

4.3. Como los hombres no fuimos capaces de comprenderlo y asumirlo generosamente,  nos permitimos el atropello de condenar a la cruz a aquél que venía con la luz en la frente y  el amor en el corazón. Esa actitud ciega nos privó de la sabiduría que es luz-amor.

5. Magisterio de Cristo, suprema luz 

5.1. En el capítulo del evangelio de Mateo, que recoge el sermón de la montaña, el tono  magisterial de las palabras del Señor adquieren extraordinaria solemnidad, para revelarnos  dónde se encuentra la novedad del reino y del pensamiento nuevo en los que toma cuerpo  la sabiduría divina encarnada.

5.2. Marquemos algunas líneas de la reflexión del Maestro:

Yo no he venido a quemar la Ley antigua. He venido a cumplirla, pero lo haré con nuevo  espíritu, llevándola a su plenitud, y esto por vía del amor...

Pero pudiera suceder que vosotros, que no sois mejores que los antiguos letrados,  toméis la misma actitud que ellos y, por propia culpa, sigáis en la niebla, en la noche, en el  temor....

Quiero marcaros ciertas pautas por las que podréis distinguir claramente cómo se  encuentran hoy las cosas, según Ley, y cómo las quiero mañana, en mi Reino:

"Habéis oído que se dijo: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo:  todo el que esté peleado con su hermano será procesado". Es decir: ya no se medirá la  culpa por la sangre derramada sino por la falta de amor fraterno. 

"Habéis iodo el mandamiento: no cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una  mujer casada deseándola, ya ha sido adúltera con ella en su interior". Es decir: no hace falta  convertir a la otra (mujer, hermana) o al otro (hombre, hermano) en objeto de manipulación o  de pasión; basta con no respetarlos en el corazón, en la estima, en el amor limpio...

"Sabéis que se mandó a los antiguos: no jurarás en falso y cumplirás tus votos al Señor.  Pues yo os digo: no juréis en absoluto... Os basta decir SÍ o NO. Lo que pasa de ahí viene  del diablo".

6. Finura de la vida en el Espíritu de Cristo

Queda bien de manifiesto que la vida nueva, en el reino de Dios, que es reino de amor y  gracia, requiere el recto y noble ejercicio de la libertad en amor a la Verdad; acoge la  sabiduría misteriosa del Padre revelada en la Encarnación del Hijo de sus entrañas; y eleva  la condición humana al primado de la conciencia o mundo interior que regula la conducta  humana. Nada menos que eso. 

·DOMINICOS
Convento de San Gregorio
Valladolid


23.- Orden en nuestro interior
La Misioon del Sennor Jesuus EDITEl texto evangélico que nuestra Madre Iglesia coloca en la Mesa de la Eucaristía forma parte del Sermón del Monte; anuncia una justicia superior, que entraña una actitud que va más allá de la Ley y da plenitud al Proyecto de Dios: su Reino (Mt 5, 17-37).
 

Jesús es el modelo
La enseñanza de Jesús es única, propone una vivencia de la Ley desde dentro, a fondo, en plenitud: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos” (v. 20).

La ‘justicia’ es el concepto utilizado por Mateo para expresar el comportamiento fiel a la voluntad divina: 3, 15; 5, 6.10.20; 6, 1.33; 21, 32. Este término significa lo que Dios demanda, por ser ‘recto’, ‘íntegro’, ‘honesto’; es decir: hacer el Bien.
Jesús nos invita a buscar la justicia: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura” (Mt 6, 33). De esta perfecta conformidad con el precepto divino, Jesús es el modelo (compárese Hch 10, 37-38).

Del reino de la ley
a la Ley del Reino
El pasaje de hoy muestra cuatro contrastes entre el Antiguo y el Nuevo Testamento:
1) Sobre el homicidio: “Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será llevado al Tribunal. Pero Yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el Tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el Tribunal Supremo…” (vv. 21-22).
2) Sobre el adulterio: “Se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón” (vv. 27-28).
3) Sobre el divorcio: “Se dijo: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero Yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que viva en unión ilegítima, comete adulterio. Y el que se casa con una divorciada, comete adulterio” (vv. 31-32).
4) Sobre el juramento: “Se dijo: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero Yo les digo: No juren de ninguna manera” (vv. 33-34).
Ir del reino de la ley a la Ley del Reino implica la interpretación definitiva de Jesús: ‘Han oído… pero Yo les digo’ y, su anhelo, no de un cumplimiento exterior, cuanto de un compromiso surgido del corazón y manifiesto en la adhesión total del discípulo al Proyecto del Señor.

“La transformación del mundo
inicia en el corazón
de los hombres”
La interioridad no significa fugarse, sino descubrir en ella la raíz de nuestras motivaciones, el espacio en el que se fraguan nuestras decisiones, allí donde configuramos la historia. El pasaje evangélico es una exhortación a remontarnos a las causas profundas, para actuar en profundidad, pues “la transformación del mundo inicia en el corazón de los hombres” (Paulo VI).
Rosa Rossi, en un libro muy singular, único, sobre un gran Místico, cita a Buda: “Es inútil lacerarse el cuerpo cuando las cosas no están en orden en nuestro interior” (Juan de la Cruz. Silencio y creatividad, Trotta, Madrid 2010, Pág.70)

fuente:
http://www.semanario.com.mx/ps/2017/02/orden-en-nuestro-interior/http://www.semanario.com.mx/ps/2017/02/orden-en-nuestro-interior/