REFLEXIONES
1. DIA/HAMBRE
1.SITUACIÓN LITÚRGICA
La perícopa evangélica de hoy es la inmediata continuación de la del pasado domingo. Por ello es importante atender al planteamiento que se hizo de la homilía anterior, tal como entonces indicábamos también en relación con hoy.
El tiempo ordinario está marcado -decíamos-, especialmente en esta primera etapa, por la presentación triunfal de Jesús de Nazaret, tal como lo hace san Marcos. Quince días aún y empezaremos la Cuaresma. Hoy, sin embargo, la sensibilización de la asamblea gira alrededor de la Campaña anual contra el hambre.
Las oraciones de la misa de este domingo quizás podrían ser las que ofrece el misal por esta intención. Y la actualización de la Palabra de Dios deberá tener presente este hecho.
2. CONTENIDO DOCTRINAL
El tránsito de la sinagoga a la casa de Simón puede ser significativo en la narración evangélica. Jesús lleva la salvación donde quiera que vaya: en la casa de Simón, es la suegra la que se beneficia de la presencia de Jesús. Pero luego, "cuando se puso el sol" -es decir, cuando ya se había terminado el sábado, y empezaba el primer día de la semana (el domingo para los cristianos)- la cosa se desborda: "todos los enfermos...", "la población entera..". La salvación de Cristo es, ciertamente, para todo el mundo.
Si el domingo anterior se afirmaba sobre todo la autoridad con la que Jesús enseñaba, hoy se afirma la irrupción en Jesús de la renovación de todas las cosas (y, en primer lugar, la renovación del mismo hombre). Es otra forma de expresar la fe en Jesús como Hijo de Dios. Aquel "por el que todo ha sido creado" es, hecho hombre, quien da al hombre la garantía de la nueva creación mediante estos hechos significativos y proféticos que son los milagros.
Los destinatarios de la acción taumatúrgica de Jesús son descritos de una forma bastante general: la suegra de Simón "estaba en cama con fiebre", hay muchos enfermos de "diversos males", "poseídos"... La primera lectura completa el cuadro de los destinatarios con las palabras de Job, descriptivas de una situación de angustia. Quien habla no es tanto un hombre enfermo físicamente como un hombre que experimenta la tensión de la desesperanza y de la frustración. El salmo responsorial subraya, también, como uno de los beneficios del Señor el "sanar los corazones quebrantados". En nuestros días, marcados por las enfermedades psíquicas, estas referencias permiten una cercanía a la acción de Jesús descrita en el evangelio.
La universalidad de la oferta salvífica se manifiesta especialmente en la segunda parte de la perícopa. Jesús no quiere quedar limitado a la ciudad de Cafarnaún, a pesar de que "todos" le busquen. Se remarca la conciencia de su misión, enraizada en la comunión con el Padre -"se marchó al descampado y allí se puso a orar"- y realizada por doquier con el mismo esquema: predicación y acción poderosa. Este segundo aspecto del evangelio de hoy encuentra un reflejo muy adecuado en la segunda lectura: Pablo se muestra como un verdadero apóstol de Jesucristo, dispuesto como el mismo Jesús a anunciar el evangelio a todo el mundo ("me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos").
3.ACTUALIZACIÓN
Tres niveles de actualización se ofrecen, de entrada, para las lecturas de hoy. Un primer nivel puede ser la exhortación a repetir el gesto de los ciudadanos de Cafarnaún: presentarnos a Jesús con nuestras enfermedades, angustias y "demonios". Es un acto de fe y de confianza en la capacidad de salvación de Jesús. El no solamente habla con autoridad, sino que hace lo que dice.
La inseguridad, la frustración, la soledad..., todos los constituyentes del cansancio tan típico de nuestros días -"stress"- pueden encontrar, incluso a nivel psico-somático, una fuente de recuperación en el avanzar sereno y fiel por los caminos del Evangelio. Incluso la angustia de la muerte, tan radical, encuentra respuesta. No es porque sí que tantos maestros de meditación y de técnicas de concentración tienen hoy un éxito notable. ¿Y no podemos encontrar en la comunión con Jesús, el Hijo de Dios, la serenidad de toda la persona? Si uno de los males que afectan al hombre es la incomunicación en un mundo de multitudes, ¿no será salvadora la comunicación del diálogo de la fe? Un segundo nivel, bastante concreto, puede ser una referencia a la pastoral de los enfermos, y más directamente una catequesis sobre el sentido del sacramento de la Unción de los enfermos. Las escenas de Cafarnaún y la de los otros pueblos del vecindario son vivas en la Iglesia, cuando Jesús entra en la casa de los enfermos por el ministerio de los presbíteros que imponen las manos, ungen y promueven la plegaria de la fe (véase la liturgia de la Unción de los enfermos).
Un tercer nivel puede derivar hacia el tema del hambre en el mundo. ¿No es algo que supera la culpa de cada hombre concreto, el pecado de la mala distribución y despilfarro de los recursos naturales, y, a la vez, el pecado de buscar soluciones al problema del hambre que son también atentatorias a la dignidad de la persona: esterilizaciones, abortos, campañas de descrédito de la natalidad, etc? ¿No se puede denominar "demoníaco" a todo esto? Por eso los cristianos tenemos algo más que nuestras buenas voluntades para luchar contra el hambre del mundo: tenemos la fuerza de Jesucristo, la urgencia de su Evangelio y de su misma acción salvadora. En este contexto, es particularmente iluminadora la lectura de algunos fragmentos de la Instrucción sobre "Algunos aspectos de la teología de la liberación" (Ecclesia, n. 2188, p. 7 (1079), especialmente los apartados I. Una aspiración, y XI. Orientaciones.
P.
TENA
MISA DOMINICAL 1985/04
2.
Una primera línea de comentario y actualización podría basarse en el mismo desarrrollo del evangelio de Marcos: de la predicación de Jesús en la sinagoga, con "autoridad", a la universalidad eclesial de la intervención de Jesús contra el mal, por la Palabra y la Obra. Se puede subrayar las repetidas referencias a Simón: de la Sinagoga a "casa de Simón"; la suegra de Simón es la primera curada de la fiebre; Simón es quien conduce el grupo de compañeros que buscan a Jesús... La autoridad de Jesús no se limita al ámbito de Israel, sino que se amplía en la Iglesia, en la cual Simón ocupa un lugar preeminente.
Por eso Mc subraya repetidamente la universalidad, con una exageración intencionada: todos los enfermos y poseídos, la población entera, "todo el mundo te busca"... Jesús es el centro de acción y de atención.
En Jesús hay algo más que un profeta del pueblo de Israel; Jesús es realmente el hombre-para-los-demás en el sentido más profundo de la fe: es el vencedor de todo mal, es el restaurador de todas las cosas, es el hombre nuevo, precisamente porque es el Hijo de Dios (no se puede nunca olvidar esta referencia fundamental en el evangelio de Mc). Una segunda línea, independiente de la primera o su continuación, podría acentuar más el aspecto eclesial: los cristianos en el mundo como signo de la persona de Cristo victorioso sobre el mal y renovador de todas las cosas. Se podría hablar de la función crítica-liberadora de la Iglesia, toda ella sacramental en relación con Cristo y el mundo.
¿En que consiste esto? Véase ·METZ-JB, Teología del mundo, Ed. Sígueme, 1970, pp 154. (Verdad e Imagen, 18): "Por su reserva escatológica ante toda concepción abstracta del progreso y de la humanidad, la iglesia protege al hombre individual que vive en el instante, de ser considerado simplemente como material y medio para la edificación de un futuro racionalizado tecnológicamente....; la iglesia, precisamente hoy, ha de estar acentuando sin cesar, de manera crítica y liberadora, ante los sistemas políticos, que la historia, como totalidad, está bajo la reserva escatológica de Dios...; la Iglesia tiene que movilizar aquella potencia crítica que reside en la tradición central acerca del amor cristiano... hay que entenderlo como absoluta decisión en favor de la justicia, en favor de la libertad y en favor de la paz para los demás".
En esta perspectiva adquieren relieve las tristes frases de Job, en la 1a. lectura: ¿no son, tal vez, la expresión más trágica del hombre aprisionado y sin horizonte liberador?
P.
TENA
MISA DOMINICAL 1973/02
3.
La razón de irse a otra parte es "para predicar... para eso he venido". Lo suyo es predicar "un mensaje nuevo expuesto con autoridad" (Mc 1, 27). Para ello acompaña su palabra con milagros, que son gestos eficaces de liberación, pero no un ardid para tener éxito. Una vez dicho lo que tiene que decir, se marcha a otra parte. En esta actitud de Jesús subyace un concepto de evangelización distinto del que muchas veces hemos practicado los cristianos:
1. PREDICACION/QUÉ-ES: Predicar no significa decir lo que la gente quiere que se diga. En el texto de hoy todo el mundo busca a Jesús y lo busca con una expectativa que él se niega a satisfacer. Su palabra no responde a la demanda del consumidor. Esta continua frustración de los deseos de la muchedumbre se volverá al final contra él, cuando en Jerusalén ya no lo busque todo el mundo, sino sólo las autoridades que lo buscan para matarlo (Mt 26, 2s), y cuando los mismos que lo admiraban y aclamaban (Mt 4, 25; 12, 15) vociferan "todos a una: ¡crucifícale, crucifícale!" (Mt 27, 23). Jesús es consciente de este riesgo que corre, pero no por eso deja de ser fiel a su vocación de predicar: "Para eso he venido". No para hacer demagogia. No para alardear de sus poderes. No para alimentar el sensacionalismo. No para cacarear lo que a todos satisface.
Cuando la palabra de los cristianos responde a esta demanda, entonces resulta lógico que esta palabra se venda al mejor postor. Ya no se dice en tal caso lo que hay que decir, sino lo que otros quieren que se diga, sirviendo inevitablemente a intereses ajenos y aun opuestos al evangelio. Pablo sabía que no se puede predicar ni por dinero ni por gusto. La predicación no tiene recompensa humana. Cuando la tiene, hemos de pensar que ya no sirve a los intereses del evangelio, sino que éste se degrada a producto que hay que promocionar.
2. La evangelización es liberadora, como lo fue la palabra de Jesús. En él fueron unidas palabras y obras, pues "recorrió toda Galilea predicando en las sinagogas y expulsando demonios", esto es, diciendo y haciendo. No se trata, pues, de hacer proselitismo, no se trata de ampliar el número de fieles dejándolos en la situación en que se encuentren, sino que se trata de llevar un anuncio liberador, y por consiguiente efectivo, un anuncio que sea capaz de denunciar y cambiar las cosas y las personas. No se puede decir impunemente que Dios es bueno; hay que hacer efectivamente presente esa bondad.
3. El evangelio es buena noticia y, por tanto, ha de tener actualidad. Predicar no es decir en cualquier lugar una verdad cualquiera, sino decir la verdad que hay que decir aquí y ahora.
Hablar en abstracto no es predicar. No se puede hablar de Dios de la misma manera al oprimido y al opresor, al hombre del campo y al de la ciudad, al angoleño y al indio del Amazonas. Hay que hacerse "débil con los débiles" y hay que anunciar el evangelio incidiendo en cada situación concreta.
Pedro, cuando comienza su predicación ante los judíos, no habla de la Inmaculada Concepción -por muy verdad que sea-, ni siquiera expone doctrinalmente el misterio de la Trinidad -aun siendo el principal-, sino que dice que "ese que vosotros habéis crucificado" es Dios (Hech 2, 23s), que es la verdad que tenía que decir en ese momento. Y Pablo proclamaba a Jesús como Hijo de Dios precisamente ante los romanos que deificaban a su César.
Para los dos apóstoles, evangelizar fue decir la verdad que no les dejaban decir. La misión cristiana de evangelizar incluye anuncio y denuncia. No es cuestión de gusto ni de rendirse a la oportunidad del momento, pues la verdad que hay que decir en cada momento no es la que ya tiene fácil acogida. Decir lo que todos van diciendo por ahí, no sólo no es ya noticia, sino que puede ser vender el evangelio en provecho propio. Porque aún hay otras cosas por decir que nadie dice y ésas son noticia, y buena noticia para muchos.
EUCARISTÍA 1976/15
4.
Predicar el Evangelio es también misión primordial de la Iglesia. Una misión difícil; de ella dan testimonios San Pablo y todos los profetas: recordad el ejemplo de Jonás que no quiere ir a Nínive, como decíamos hace pocos días. Y es que el Evangelio no es una palabra que se expanda a gusto del consumidor, porque no se vende. El Evangelio no es la palabra que todo lo bendice, sino también denuncia. El Evangelio no es un tranquilizante para los que huyen del mundo, sino la Palabra de Dios que va allí donde están los hombres con sus problemas, con sus angustias y sus pecados. Y esto hasta tal punto que el Evangelio solamente puede ser escuchado por los que tienen problemas, por los que preguntan después de fracasar en todas las soluciones humanas. El Evangelio sale siempre al encuentro de Job. No es una palabra pues dirigida en general al mundo entero que vaya siempre bien a todos y en cualquier lugar, pero que no ilumina ninguna situación concreta.
Por todo eso es difícil predicar el Evangelio y sólo puede hacerse desde la libertad frente a todos y a todo y desde el servicio a la Palabra de Dios. El afán de llegar a todas partes y hacerse todo para todos, así como las persecuciones y calamidades que soportó por su fidelidad al Evangelio fueron consecuencia de este servicio. Predicar es difícil... Esto lo sabe también hoy una Iglesia que corre el riesgo de claudicar ante la resistencia que ofrece el mundo a la Palabra de Dios: "¡Ay de mí si no predico el Evangelio!".
EUCARISTÍA 1970/14
5.
-CRISTO, EL PROFETA Y MAESTRO
El Tiempo Ordinario no celebra un acontecimiento particular de la vida de Cristo, sino el mismo misterio de Cristo en su globalidad, principalmente los domingos. Es un período del año que nos hace vivir de un modo sereno la presencia del Señor Resucitado en medio de nosotros, el sentido de la comunidad reunida, los valores del domingo, la Eucaristía en sí misma, la Palabra de Dios que nos va alimentando en nuestra vida de fe...
La figura de Cristo que aparece hoy en el evangelio sigue siendo la del Profeta que nos ilumina el camino con su Buena Noticia y nos invita a seguir el estilo de su evangelio. Ha predicado toda la jornada en un pueblo, y le buscan para que siga haciéndolo al día siguiente: intuyen que en él tienen al verdadero Maestro. Pero él prefiere ir a predicar a otros pueblos y aldeas: «para eso he venido... y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios».
-A LA VEZ, ANTE NUESTRA SITUACIÓN DE DESESPERANZA...
Hay matices interesantes en esta figura de Cristo. Por ejemplo, el lugar que reserva a la oración junto a una dedicación intensa al trabajo: «se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar». Un ejemplo para que también los cristianos de hoy -pastores o no- sepamos conjugar la entrega a los demás con momentos de oración comunitaria y personal.
Pero tal vez hoy sea interesante subrayar otro aspecto de Cristo Jesús que tiene particular proyección hacia su lglesia. Cristo aparece como el que cura, el médico que libera de diversos males a las personas con las que se encuentra.
La lectura de Job ya nos prepara para apreciar esta condici6n de Cristo: nos presenta cuál es la situaci6n humana en este mundo. Somos jornaleros, soldados, esclavos, dedicados al trabajo, muchas veces con «meses baldíos» y «noches de fatiga» que se nos hacen eternas por el insomnio. También nosotros a veces experimentamos que nuestros días «se consumen sin esperanza». No son sólo las enfermedades físicas las que nos agobian, sino también las espirituales y psicológicas. Es un retrato bastante pesimista pero real de la vida humana. Aunque el salmo responsorial nos ha hecho enmarcar ese retrato con un tono de confianza: «Alabad al Señor que sana los corazones quebrantados».
-... CRISTO APARECE COMO NUESTRO MÉDICO J/MEDICO:
Cristo nos es presentado por Marcos como el médico que sana las dolencias de todo tipo del género humano. Es, por tanto, la respuesta de Dios al mal que padece la humanidad. Cura a la suegra de Pedro, libera a muchos enfermos de diversos males y expulsa demonios. Enfermedades del cuerpo y del alma, como las que tenemos nosotros también en nuestra generación.
Es admirable la cantidad de tiempo que según los evangelios dedicaba Cristo a los enfermos, o a ayudar a las personas a las que veía sufrir, o a dialogar con los que andaban buscando sentido a la vida. Perdonaba pecados y curaba cuerpos paralíticos o leprosos. No pasaba nunca junto a uno que sufría sin dedicarle su tiempo, su interés y su fuerza salvadora, a veces milagrosa. Así se manifestó su poder mesiánico, un poder liberador integral.
Sus seguidores nos acercamos a él con esta confianza: él puede y quiere curarnos también a nosotros. No sólo en el sacramento de la Reconciliación, donde nos muestra su misericordia y nos hace partícipes de su victoria contra el mal. También en la Eucaristía. Como dice la oración sobre las ofrendas de hoy, él ha pensado en este sacramento del pan y del vino «para reparar nuestras fuerzas».
-LOS SEGUIDORES DE JESÚS Y SU MISIÓN DE CURAR
Junto a esta confianza en la fuerza sanadora de Jesús para con nosotros, debemos recoger su invitación a seguirle también en este aspecto. La Iglesia, durante dos mil años, se ha dedicado con generosidad a cuidar a los enfermos. Sería bueno animar hoy a todos los que, en sus casas o a escala parroquial o en las instituciones sanitarias, dedican sus mejores energías a cuidar a los enfermos. Vale la pena recordar las consignas evangélicas: «ellos se fueron a predicar, ungían a muchos enfermos y los curaban» (Mc 6,12), «curad a los enfermos y decidles: el Reino de Dios está cerca de vosotros» (Lc 10,9), «estaba enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36)... Así es como imitamos a ese Cristo que se acerca como médico a los que sufren.
Es útil leer el Catecismo cuando trata de la Unción de enfermos siguiendo esta línea de pensamiento: a) qué es la enfermedad, b) cómo trató Jesús a los enfermos c) el encargo que dio a la lglesia «sanad a los enfermos», y d) qué es el sacramento de la Unción (CEC 1499ss).
La Unción conviene recordarla de cuando en cuando, no como sacramento de moribundos, sino precisamente como sacramento por el que Cristo Glorioso quiere ayudar a los cristianos en sus momentos de debilidad.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1994/02
6.
Como demostración fehaciente de haber recuperado la salud, se nos dice que la mujer «se puso a servirles". Pero, visto desde más allá del esquema literario, servir es la forma en que se realiza el seguimiento a Jesús. Es un texto que está exigiéndonos que orientemos la vida entera al servicio de los demás en virtud de nuestra fe cristiana. Para explicar su misión el Maestro decía: "No he venido a ser servido, sino a servir".
Si pretendemos actuar como servidores de todo hombre y para todo el hombre, precisamos de una preparación que garantice una razonable eficacia. "Si usted no es parte de la solución es que forma parte del problema". Es clara nuestra responsabilidad en formarnos para un mejor servicio profesional y también apostólico.
EUCARISTÍA 1994/08
7. GRATUIDAD.
Resulta curioso constatar que lo que hay en el mundo de verdaderamente importante es gratuito. Es gratis el amor, la amistad, el gesto solidario en los momentos de soledad o abandono, la felicidad que se comparte, la sonrisa de un niño, el desvelo de las madres, la inquietud maravillosa de los enamorados, la ilusión de la juventud, la madurez del hombre adulto. Porque, naturalmente, aun cuando haya verdaderas industrias montadas para vender amor, compañía e ilusión lo que se da a cambio del precio estipulado nada tiene que ver con el verdadero contenido de tales ofertas y cualquier parecido de ese contenido con la realidad auténtica sería "pura coincidencia".
DABAR 1982/14
8.
"Curó a muchos enfermos"
Leemos hoy un trozo del primer capítulo del evangelio de san Marcos. El evangelista lo dedica a presentar diversas dimensiones del misterio de Cristo. Es evidente que la lectura de hoy nos habla de Jesús como taumaturgo. Está en Cafarnaún, ha predicado por primera vez en aquella sinagoga, se hospeda en casa de Pedro y lo primero que hace, al llegar, es curar a la suegra del apóstol que estaba postrada a causa de unas fiebres. La caída de la noche pone fin al descanso sabático. Inmediatamente, se desencadena un movimiento en todo el pueblo: "le llevaron todos los enfermos y endemoniados... Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios".
Va a ser una constante en la vida pública de Jesús. Según los entendidos, la mayor parte de su tiempo lo dedicó Jesús a sanar a los enfermos y a liberar a los endemoniados. Permitió que la muchedumbre fracturada por los males del cuerpo y del espíritu fuera el permanente cortejo que acompañara su presencia por los caminos y ciudades. La actividad taumatúrgica de Jesús fue la expresión más viva de la gran compasión y solidaridad que su corazón sentía por cada uno de los hombres. Quien se acercaba a Él recibía la que necesitaba para seguir el camino de la vida.
Nosotros, sus discípulos de finales del segundo milenio, estamos llamados a ser, de un modo especial, los signos vivientes del misterio entrañable de misericordia que guarda su corazón. Lo seremos en la medida que nos dejemos traspasar por esa misericordia y cada uno de nosotros y nuestras comunidades permitamos que nos aborde la humanidad quebrantada de nuestros días.
Antonio
Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"