SEGUNDA LECTURA

El anuncio del Evangelio no puede ser nunca profesión retribuida, sino una aventura que se asume a consecuencia de una irrupción de Dios en la conciencia del evangelizador. La verdadera palabra evangelizadora produce llagas en la boca del ministro que la profiere.


 

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 9,16-19. 22-23.

Hermanos:

El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!

Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia.

Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.

Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.