COMENTARIOS AL SALMO 111

 

1.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL 

* Este salmo hacía parte de las ceremonias en que Israel renovaba su Alianza con Dios. Dos veces al año, el día de Pascua y el día de la Fiesta de los Tabernáculos, Israel se comprometía, una vez más a ser fiel a Dios y a su Ley... Una especie de "profesión de fe". Difícilmente podemos imaginarnos en nuestro mundo actual el clima de inseguridad en que vivían los antiguos pueblos. Las relaciones de "Alianza" de los pueblos débiles con sus vecinos poderosos eran entonces cuestiones de vida o muerte. Todas las relaciones inter-ciudades o inter-pueblos estaban regidas por un conjunto complejo de lazos de soberanía y de vasallaje en que el "pequeño" se sometía al más "fuerte" a cambio de la protección que éste le prometía. Los tratados de "Alianzas" hititas son muy conocidos en la historia. Sobre este modelo Israel concibió sus relaciones con Dios.

La realidad de la Alianza tenía entonces una extraordinaria carga de afectividad y seguridad: admirable pensar (¡qué audacia!) que el Todopoderoso se haya aliado "por amor" con el pueblo de Israel. ¡Qué responsabilidad también! El Dios con quien se hacía la Alianza no era un cualquiera, sino el Dios de la vida, el creador de la naturaleza y del hombre, cuyas "Leyes" se debían respetar. Tal es el tema de este salmo 111 anunciado desde los dos primeros versos: "¡Aleluya! ¡Bienaventurado el que teme al Señor y se deleita en su voluntad!". Este salmo 111, como el anterior, es un acróstico, ya que cada uno de los 22 versos comienza con una de las 22 letras del alfabeto hebreo: procedimiento nemotécnico para aprenderlo de memoria y al mismo tiempo procedimiento simbólico para significar la totalidad de la Ley. Esta sujeción literaria impone un cierto desorden en las ideas. No obstante hay que admirar el hecho de que la Ley se resume prácticamente en estos dos amores esenciales: "Amarás al Señor tu Dios... y a tu prójimo..."

A quien cumple estos dos mandamientos se le prometen tres formas de dicha: numerosa posteridad, prosperidad en los negocios materiales, inmunidad contra los ataques de la desgracia, de los malvados, de la mala fortuna...

Aquí cabe una observación capital: hay una correspondencia entre los dos salmos que siguen (el 110 y el 111) y que son igualmente alfabéticos. El primero sólo habla de Dios (sujeto de todos los verbos), y el segundo sólo habia del "justo" (sujeto de casi todos los verbos). En esta forma se afirma con vehemencia que el fin de la Alianza entre Dios y el hombre es configurar éste a semejanza de Dios. A este respecto, observemos la audacia de algunas fórmulas, que no pueden ser fruto del azar:

"Su justicia permanecerá para siempre...". 
Salmo 110 - 6ª. línea (v. 3b): se trata de Dios.

"Para siempre permanecerá su justicia": 
Salmo 111 - 6ª. línea (v. 3b): se trata del justo.

"El Señor es clemente y compasivo...". 
Salmo 110 - 8a. línea (v. 4b): "Definición de Dios".

"El justo es clemente y compasivo...'. 
Salmo 111 - 8a. línea (v. 4b): "Definición del justo".

 

SEGUNDA LECTURA: CON JESUS

** La audaz "asimilación " entre Dios y el hombre que se somete a Dios no puede menos de hacernos pensar en Jesús, Hombre Dios, aunque el salmista no lo hiciera, como es obvio. El único "Justo" verdadero es Jesús, el Mesías.

Relacionando este salmo 111 y el Evangelio de San Mateo (5,14), la Iglesia, en el quinto domingo ordinario del año "A" nos invita a meditar precisamente sobre la "participación del hombre en la naturaleza divina", como lo dice también San Pedro (I Pedro 1,4). Jesús, iluminado por este salmo, dijo a sus discípulos: "Ustedes son la luz del mundo" después de haber dicho: "Yo soy la luz del mundo".

Releamos este salmo, poniéndolo en los labios de Jesús. ¿Quién mejor que El, "amó a plenitud la voluntad del Padre"? ¿Quién ha tenido una posteridad igual a la de Jesús? ¿Quién fue un enamorado de la Justicia, la ternura y la piedad? ¿Quién dio a los pobres más que El? ¿Quién fue "luz de los corazones rectos"? ¿Quién fue más "glorificado" que Jesús en su Resurrección? Por lo que hace al Impío, Principe de este mundo, que rechina los dientes ante la derrota, Jesús triunfa sobre él, mediante la Pascua (Juan 16,33), anuncio de la victoria final el Día Escatológico de Dios.

 

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** La búsqueda de la verdadera felicidad. A primera vista parece rudimentaria esta "felicidad" prometida aquí. Sin embargo, el hombre moderno también aspira a una vida de familia feliz, a un cierto éxito en sus empresas, a la tranquilidad de alguien protegido de la desgracia. ¿Por qué hacer algo raro de esas realidades? El hombre del pasado, en particular el judío, consideraba estos logros como un signo de respeto a la naturaleza de las cosas. Estas formas de felicidad no están "prohibidas". Dios no nos prohíbe ser "felices", al contrario, es su desco que lo seamos: es la primera palabra del salmo y la primera de las Bienaventuranzas. Ahora bien, la felicidad más profunda no está en los "bienes materiales": hay una felicidad que nadie puede arrebatar al justo y es su "justicia" misma... Es decir, la felicidad de "compartir" de cumplir su deber, de " hacer correctamente" sus negocios, a riesgo de pobreza, en un mundo sin conciencia.

Ser un justo. Hay que comprender bien este concepto a riesgo de que degenere en cierto orgullo farisaico. El justo es un hombre "de acuerdo" con Dios, que "corresponde" perfectamente al proyecto del creador... Así como se dice "justo", de un zapato que se acomoda perfectamente al pie, ni demasiado grande ni demasiado pequeño... O del cálculo que es "justo", cuando corresponde a la verdad. Igualmente el hombre, es justo cuando se asemeja a la idea que Dios tiene de él, cuando se modela según Dios. Señor, Tú que eres el Amor, haz que nos asemejemos a Ti. Señor, Tú que eres luz, da a nuestras vidas el brillo de un día de verano. Señor, Tú que eres Santo, haz que busquemos la perfección en toda cosa.

Los dos mandamientos. El Antiguo Testamento, tuvo el gran mérito de unir estrechamente los deberes del hombre "hacia Dios" y los deberes del hombre "hacia el hombre". Jesús también resumió en el "amor" toda la conducta moral humana: "lo que hacéis al más pequeño de los míos, lo hacéis conmigo" (Mateo 25). En este salmo, que habla esencialmente de la Alianza con Dios, vemos ya resaltados los deberes sociales: "El justo jamás vacilará, reparte... a manos llenas, da al pobre...". Sí. Dios es el fiador de la dignidad humana y el promotor de la igualdad entre los hombres.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 178-181


2. EL JUSTO

Recojo con atención reverente los rasgos que definen al hombre justo en las páginas de la Biblia y en los versos de este salmo: «El justo teme al Señor, ama de corazón sus mandatos, es clemente y compasivo, reparte limosna a los pobres, su caridad es constante».

La búsqueda de la perfección no ha de ser por necesidad complicada. La santidad está al alcance, y la justicia se encuentra en casa. Amor a los mandatos del Señor y compasión para ayudar al pobre. El sentido común vale aun para la vida espiritual, y la sencillez del buen sentir encuentra atajos donde la razón sofisticada se pierde entre discursos. Basta con ser un hombre bueno. Un hombre justo. El corazón sabe el camino, y la sabiduría elemental del espíritu se apresta a seguirlo con naturalidad. Ahí está el secreto.

A veces pienso que complicamos demasiado la vida espiritual. Cuando pienso en la cantidad de libros espirituales que he leído, cursos que he hecho, métodos que he seguido, prácticas que he adoptado... no puedo menos de sonreírme benévolamente a mí mismo y preguntarme si tenía necesidad de aprobar tantos exámenes para aprender a orar. Y la respuesta que me doy a mí mismo es que todos esos estudios religiosos son muy dignos y útiles, pero pueden también convertirse en obstáculo cuando me pongo de rodillas y trato de rezar. Para ser justo no se necesita todo eso. No hace falta leer el último libro de la moda espiritual para encontrar a Dios en la vida. Por ese camino sólo encontraré libros sobre Dios, pero no encontraré a Dios. Tengo que volver a la sencillez del espíritu y la humildad de la mente. Volver al amor a Dios y al prójimo. Volver a la oración vocal y a las plegarias que decía de niño. Volver a temer al Señor y a amar sus mandamientos. Volver a ser clemente y compasivo en medio de un mundo complicado y dificil. Volver a ser lo que Dios mismo llama, pura y simplemente, «un justo».

Muchas son las bendiciones que Dios acumula sobre la cabeza del justo: «Su linaje será poderoso en la tierra, en su casa habrá riquezas y abundancia; jamás vacilará, no temerá las malas noticias, su recuerdo será perpetuo». También son bendiciones sencillas para el hombre sencillo. Prosperidad en su casa y seguridad en su vida. Las bendiciones de la tierra como anticipo de las del cielo. El justo sabe que la mano de Dios le protege en esta vida, y espera, en confianza y sencillez, que le siga protegiendo para siempre. Justicia de Dios para coronar la justicia del justo.

«¡Dichoso quien teme al Señorl»

Carlos G. Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, pág. 214