COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1ª Co 12, 31-13, 13

1. CARISMAS/A 

Después de exponer su criterio sobre los distintos carismas Pablo pasa al punto central de la existencia cristiana: el amor. Esta realidad es la que da sentido a todos los demás carismas. No es un elemento variable, como los otros dones, sino común a todo cristiano, accesible e imprescindible a cada uno de nosotros.

Pablo supone con acierto que la vivencia del amor está abierta y es posible para cualquier miembro de la comunidad cristiana, aunque sea de diversas maneras. Pero su punto principal es exaltar el amor. Por eso se ha llamado a este fragmento "himno del amor". Quizá no lo es en el sentido estricto del término, pero tiene tal vehemencia y viveza que no es injusto llamarlo así.

En la primera parte (13, 1-3) Pablo pone una serie de ejemplos, claramente exagerados en su distinción respecto del amor, para mostrar que si esos dones, mencionados anteriormente al hablar de los carismas, no están animados por el amor, si no son su fruto o realización no valen nada. Naturalmente es casi imposible que se den esos actos sin amor, pero Pablo habla así para subrayar la importancia del amor.

El amor es fruto del Espíritu (cfr. Gal. 5,22), su primer fruto y hasta se puede identificar con El. El Espíritu es también la fuente de los carismas. Por lo cual se ve que el amor es de donde brota toda actividad en beneficio de los demás.

En la segunda parte (13, 4-7) hay una exaltación en términos absolutos del propio amor. No insiste en aspectos prácticos o éticos, sino lo pondera en términos casi poéticos. También hay aquí exageración y necesidad de analizar y comprender cada expresión antes de ponerla en práctica. Pero el intento paulino está claro. Es sumergirse en esa realidad y vivirla plenamente.

En todos los aspectos. No sólo en lo que suele llamarse "caridad", sino en cualquier momento en que se dé, familia, amigos, trabajo, entregas diversas... No está limitado a un campo.

Por último (13, 8-13) destaca Pablo la perennidad del amor, que supera este mundo y nos coloca en el plano divino eterno y duradero. Los demás carismas y la propia fe y esperanza o en cuanto se distinguen del amor -que no es mucho- están en función de la comunidad y el individuo itinerante. Pero el amor, don y realidad del Espíritu es permanente.

F. PASTOR
DABAR 1989, 11


2.

Pablo advierte a los corintios del peligro que corren de dejarse engañar por las apariencias. Lo extraordinario del cristianismo no está en las manifestaciones prodigiosas o en el poder de hacer milagros, sino en que un hombre ordinario sea capaz de amar con sencillez, humildad y perseverancia.

El amor cristiano puede parecer una falta de personalidad a quienes consideran que la dignidad consiste en la hombría y en no aguantar las ofensas sin exigir reparación. Puede incluso parecer despreciable.

Frente a esa manera pagana de ver las relaciones humanas, Pablo describe el ideal cristiano de la caridad. La caridad es un amor que se manifiesta en pequeños detalles, en gestos muy concretos.

Un amor que se pone en actitud de servicio, es decir, que invita a los demás a pedir favores. Se puede contar con él. Un amor desinteresado y gratuito que renuncia a sus propios derechos, a tomarse la justicia por su mano, y se dirige precisamente a aquellos que no le devolverán nada: los pobres y los enemigos. Un amor que evita las palabras y los gestos ofensivos. Un amor que busca la verdad y la acepta, incluso si la encuentra en los propios enemigos.

EUCARISTÍA 1989, 6


3. CARIDAD/A:

Después de hablar de los dones del Espíritu y de aquellos carismas que tanto apreciaban los corintios, Pablo quiere enseñarles un "camino mejor'. Este camino es el del amor cristiano o la caridad, sin la que nada aprovechan todos los dones espirituales. De este amor o de esta caridad va a ocuparse ahora a lo largo del c. 13 y, al comenzar el capítulo siguiente, dirá: "esforzaos por alcanzar la caridad".

El texto se divide en tres partes: en la primera (versillos 1-3) se subordinan todos los dones o carismas al amor; en la segunda (versillos 4-8a) se describe el comportamiento de los que se dejan guiar por el amor, y en la tercera (8b-13) se afirma que éste es un valor que no pasa.

El autor se refiere primero al don de "hablar en lenguas" o "glosolalia", que se manifiesta en aquellos que se sienten arrebatados por el Espíritu y prorrumpen en gritos y suspiros en medio de la comunidad. Después alude al don de profecía, necesario para interpretar el sentimiento y la experiencia de los espirituales y, por último, se refiere a la fe que mueve montañas o la fuerza que se manifiesta en los taumaturgos. El entusiasmo de los primeros no edifica a la comunidad sin la palabra de los profetas, y ésta no aprovecha a la comunidad sin la eficacia de los taumaturgos. Pero ni el entusiasmo, ni la profecía, ni los milagros son nada sin el amor.

Pablo distingue el amor de las obras de caridad, de suerte que uno puede incluso repartir en limosnas todos sus bienes o dejarse quemar vivo y, sin embargo, si carece del amor todo esto no tiene valor alguno. El amor no es un sentimiento o un estado de ánimo, tampoco es pura exterioridad o lo que llamamos "obras de caridad".

El amor es vida, dinamismo, la auténtica fuerza. Por eso, Pablo describe el amor en términos activos y utiliza nada menos que quince verbos para caracterizarlo. Por eso, aunque el amor no consiste en las obras, sólo puede verificarse y acreditarse en ellas y en la manera de hacerlas.

El saber y el decir, el don de ciencia y el don de profecía, pasarán. Pues nuestro conocimiento de Dios es imperfecto, infantil. Cuando alcancemos la edad adulta, cuando madure lo que germina y crece ya en nosotros por la gracia de Dios y llegue el tiempo de la cosecha, veremos a Dios cara a cara. Entonces quedará el amor. Pero también la fe e incluso la esperanza, porque Dios será siempre para el hombre el Misterio inagotable y la fuente de una vida eterna. La fe y la esperanza permanecerán sin las imperfecciones de ahora, en el tiempo de nuestra peregrinación. La fe se verá libre de la oscuridad y la duda, la esperanza libre del riesgo y de la insatisfacción del caminante.

EUCARISTÍA 1986, 7


4.

"Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor": Pablo presenta el carisma básico para el cristiano: el del amor. Tanto por el tema como por la forma, éste es uno de los textos más significativos del NT. Sin el amor, los otros dones para nada sirven.

-"El amor es comprensivo...": Después de decir lo que no es el amor, lo describe positivamente con estos rasgos: soporta las servidumbres de la vida con los demás, participando de la paciencia de Dios para con la humanidad pecadora y se manifiesta acogedor y gozoso de estar con el prójimo. Regresa después a la definición por exclusión: la "envidia" crea divisiones en la comunidad; el que "presume" no tiene sentido de la medida, y esto lo puede manifestar desde la frivolidad hasta la insolencia; el que "se engríe", "es mal educado": evitar lo que pueda herir o escandalizar; también es el reverso del amor, la irritabilidad, pues una cosa es la indignación contra el mal y otra la agresividad contra la persona; excluye la venganza, o sea, ignora el mal del prójimo; y finalmente se alegra de lo que hay de bien en los demás y participa de ello. Seguidamente Pablo vuelve a describir en positivo el amor con cuatro notas: el amor disimula el mal y los defectos del prójimo; confía; no pierde la ingenuidad; tiene esperanza en el triunfo del bien y no se descorazona soportando contra toda esperanza.

-"El amor no pasa nunca": Esta permanencia del amor, san Pablo la encuentra incluso en las dos etapas de la historia de la salvación. En la etapa presente, además del amor es preciso el conocimiento por la fe (animada por los carismas) de lo que esperamos. En la etapa definitiva, la edad adulta, el conocimiento de Dios será inmediato, no serán necesarios los carismas como ayudas para la fe; pero el amor subsistirá.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 3


5.

Puede considerarse este pasaje como un himno de tres estrofas: una primera sobre la dependencia de los carismas respecto a la caridad (vv. 12, 31 a 13, 3); una segunda que personaliza la caridad: lo que hace y lo que no hace (vv. 13, 4 a 13, 7 u 8); una tercera (vv. 13. 8 a 13, 13) que establece una especie de antítesis entre la caridad y las demás virtudes: la que permanece y las que pasan.

Se puede pensar que este himno a la caridad ha sido introducido en la carta a los corintios para darle unidad. Pablo trata en ella de temas diferentes: el celibato y el matrimonio, la colecta para los pobres, el uso de carismas. El himno le permite afirmar que todas las respuestas a estos problemas no se pueden comparar con la caridad. Más vale la caridad que los carismas (vv. 1-2, 8-9), más vale la caridad que la colecta (v. 3), más vale la caridad que las discusiones sobre el celibato y el matrimonio.

* * * *

a) Este elogio de la caridad sigue un procedimiento corriente en las literaturas clásicas y judía (cf. Sab. 7, 22-30, muchos de cuyos versículos han sido tomados por Pablo), que se complacen en exaltar tal o cual virtud. Pablo describe en primer término los carismas más gloriosos, entre los que podían seducir a los corintios (2 Cor. 12): glosolalia, profecía, beneficencia, incluso el suicidio por el fuego, considerado como el summum de la devoción. Pero todo esto no es nada: la caridad es otra cosa.

El apóstol utiliza diez veces la palabra "caridad" y todas las veces sin artículo ni complemento. De esta forma personaliza a esta cualidad o, más aún, la convierte en un absoluto al que nada puede determinar o limitar.

b) Los vv. 4-8a personalizan a la caridad. La caridad es paciente, con esa paciencia que soporta las injurias y domina el resentimiento (Mt. 5, 10-11, 21-24). Es benévola. No es envidiosa (sentimiento corriente entre los judíos con relación a otras religiones: Act. 5, 17; 17, 5). No se vanagloría (1 Cor. 4, 6, 18-19). No es inoportuna (1 Cor. 11, 4-6; 5, 1-6; 11, 21-22). Es desinteresada (en el sentido de que se preocupa de los débiles: 1 Cor. 8). Por último, nunca sucumbe (v. 8), sino que, puesta constantemente a prueba, siempre triunfa sobre el mal. Aquí es donde más se manifiesta la preocupación de Pablo por hacer un elogio de la caridad a la manera como los filósofos alababan a otras virtudes. La construcción "no es..., no es..., todo...todo, es característica de un procedimiento estoico. c) La tercera estrofa compara el conocimiento actual con el que tendremos después de la muerte. San Pablo no menosprecia el organismo teologal actual, por eso precisa que la fe, la esperanza y la caridad permanecerán las tres, pero que la caridad es la más grande. Se impone una traducción exacta del v. 13.

Pablo no quiere decir que la fe y la esperanza desaparecerán a favor de la caridad, sino que más bien sugiere glorificar, con esta virtud, a todo el organismo teologal, que permanece todo entero, aun cuando la caridad ocupa en él un lugar preponderante. Pretender que la fe y la esperanza permanecen juntamente con la caridad parece, sin embargo, estar en contradicción con dos pasajes en que San Pablo afirma que las dos primeras virtudes desaparecerán (2 Cor. 5, 7; Rom. 8, 24); pero hay que tomarlas aquí en el sentido bíblico de las actitudes del hombre comprometido en la aceptación de la Palabra de Dios y que se remite a ella. En la nueva alianza, la Palabra es Cristo y nos revela el amor. Pero la fe continúa siendo un compromiso total y una entrega de sí mismo a Dios.

Cuando llegue la plenitud de la visión celestial, no se ve por qué habrán de desaparecer esta entrega de sí y este compromiso que son la fe y la esperanza comprendidas de esta forma. Una y otra se liberarán de la oscuridad presente, condicionamiento provisional debido al tiempo de prueba en que nos encontramos y que frecuentemente concentra toda la atención en los textos paulinos (Rom. 8, 24; 2 Cor. 5, 7), pero que no altera la esencia del organismo de hijo de Dios, puesto en nosotros para hacernos sin cesar fieles a Dios y entregados a su voluntad.

Fe, esperanza y amor son, pues, los diferentes aspectos de un organismo espiritual nuevo y complejo, ciertamente, pero único.

* * * *

La lección esencial de este pasaje consiste en la manera en que Pablo rechaza todas las definiciones humanas del amor, comprendidas las que, a pesar de todo, están más espiritualizadas y hasta son las más heroicas. Todo el amor humano puede existir sin amor y no es porque se extienda su red de relaciones interpersonales en el amor y la amistad por lo que el amor está presente.

Si San Pablo canta amor tan distinto de los comportamientos humanos y que, sin embargo, es una acto humano, es porque nuestra conducta no se apoya ya en un catálogo de virtudes o en una obligación legal, sino sobre la presencia activa de Jesús en nosotros.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 132 ss


6. ADV/ESPERANZA:

Que se rompa el espejo!

Sin saberlo esperamos ahora la desaparición de los signos y los sacramentos a través de los cuales palpamos con nuestras manos a Dios y a la felicidad. Y lo esperamos precisamente porque, en el mismo momento en que celebramos la liturgia y los sacramentos, ellos mismos nos empujan hacia el futuro.

Esperamos que se rasgue el velo y "que se rompa el espejo". "Ahora, escribe S. Pablo, vemos en un espejo, confusamente" (/1Co/13/12). Deseamos, ansiamos y esperamos que se rompa. Acelerar ese momento es incluso una de las características de toda celebración eucarística. De este modo, según S. Pablo, nuestra esperanza rebosa (Rm 15, 13), pues todas las promesas han tenido su sí en Jesucristo (2 Co 1, 20).

Si nos parece que esto es charlatanería de predicadores, significaría que no hemos comenzado aún a vivir la vida cristiana y que todavía no hemos realizado nuestro bautismo. De hecho, éste es el caso de la mayoría de los bautizados.

Viven como si no poseyeran la vida y su esperanza parece una esperanza de amargura. Esperan porque no ven qué otra cosa podrían hacer. Pero el objeto de su esperanza no está claro. Además, tendrían que dejar de esperar en el hoy, en el ahora, en el triunfo, en la grandeza de la Iglesia, en el esplendor de la "Institución", en la gloria de la ciencia. Les haría falta una esperanza que no fuese raquítica, triste, y que pudiera adecuarse a la medida de un pueblo y de un mundo cuyo rostro pasa y debe renovarse. Muchos cristianos creen que esperan, pero de hecho sólo esperan en objetos en los que volver a encontrarse a sí mismos. Es difícil dejar de esperar sólo en el propio futuro o esperar en el futuro del mundo, porque se forma parte de él. Hay esperanzas que existen únicamente porque están abiertas sobre uno mismo.

La Iglesia conoce la dificultad de la esperanza, y por eso, no sin motivo, en el transcurso de los siglos, ha cincelado una liturgia que particularmente sería (sin duda como toda liturgia, pero ahora tenemos que insistir en ello), una liturgia de esperanza, de espera en la esperanza. Pero una liturgia no es una exhortación moralizante, buenas palabras de consuelo que hacen subir la moral y dan paciencia al cliente haciéndole olvidar sus malos ratos. Se trata de poner al cristiano en contacto con una realidad, sin duda espiritual, pero no por ello menos real. Cada año, pues, la Iglesia pone al cristiano en situación vital de esperanza: debe esperar vinculado a todo el Antiguo Testamento, la llegada de la liberación. Esta liberación, ya cumplida, podrá celebrarla como una liberación presente a través de los signos y al celebrarla se dirigirá hacia un momento en el que desaparecerá todo signo. El cristiano va a realizar sacramentalmente su espera en la esperanza viviendo el pasado del Antiguo Testamento en el presente, viviendo la Encarnación como un hoy, esperando la vuelta de Cristo el último día, esperando que se rompa el espejo... Esta es toda la riqueza vital del tiempo de Adviento, del que debemos destacar las líneas maestras y profundizar las realidades de espera y esperanza para nosotros hoy y mañana.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 34 s.


7.

-El amor es lo más grande (1 Co 12, 31-13, 11)

La comunidad de Corinto -nos hemos visto precisados a hacerlo constar- no es fácil de dirigir. Si es rica en dones, es también algo turbulenta y primaria en su forma de reaccionar. San Pablo ha hablado de los dones, de los diversos ministerios y de las distintas actividades en la Iglesia. Pero surgen disputas en lo tocante a unos dones que, por su naturaleza, debían conducir a constituir la comunidad en la unidad... Pues bien, Pablo ha insistido en que un don no se concede para beneficio de la persona que lo recibe, sino en favor de toda la comunidad. Ha enumerado esos dones que han de servir a todos, finalizando por el don relativo a las lenguas. Por espectacular que sea este don, no es el mayor, y existen vías superiores a todas esas. Y san Pablo se lanza a la teología de la caridad.

Hasta aquí no se introducían diferencias radicales entre las tres virtudes, fe, esperanza y caridad; todas ellas estaban unidas entre sí. No niega san Pablo su mutua interacción, pero en la caridad ve la dinámica fundamental de toda actividad, y la ve en la base de todo don. Si los Corintios no consiguen vivir con esta caridad, ¿de qué les pueden servir los dones que han recibido y de los que tanto se ufanan? No se trata de una caridad cualquiera, sino de un don superior del Espíritu de Dios. Esto le brinda a san Pablo ocasión para describir en un estilo rítmico, casi el de un poema, el eficaz esplendor de la caridad. La caridad es insustituible y fundamento de todo (13, 1-3), en tanto que las otras dos virtudes acaban necesariamente en el encuentro definitivo con el Señor.

Esta es la doctrina siempre viva en la Iglesia de hoy, y que importa recordar. Podríamos sentirnos demasiado tentados a substituirla, cediendo a la seducción de lo extraordinario, por nuevos caminos más vistosos y que suponen también menos sacrificios. La caridad continúa siendo el criterio de fondo en todo, por el que podemos distinguir el trigo de la cizaña.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5 
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 173 s.


8. 

La cuestión de los carismas provocó entre los corintios una serie de tensiones a causa de una emulación mal entendida. Pablo afirma que todos son necesarios para la edificación de la comunidad y que, por tanto, ninguno debe ser despreciado: todos gozan de la misma legitimidad. Este tema continuará en el capítulo 14, pero se ve interrumpido en la perícopa de hoy por un cántico impresionante que coloca la caridad por encima de cualquier carisma y la presenta como la única realidad a que deberían estimularse mutuamente todos los miembros de la comunidad.

No vamos a discutir si el texto es una interpolación; lo cierto es que el versículo introductorio contrapone este «camino» al camino de los carismas, conflictivo de hecho para los corintios y sin duda inferior. Las imágenes y el equilibrio de las frases hacen de este texto, además de una pieza poética de gran belleza lírica, un fragmento dotado de una fuerza catequética inigualable. Más allá de las realizaciones concretas, el texto profundiza en la esencia del amor cristiano como realidad fundamental tanto para el tiempo presente de la historia como para el tiempo en que muchas otras realidades, incluso espirituales, desaparecerán definitivamente. La primacía de la caridad se establece ya definitivamente en los tres primeros versículos del himno.

¿Competían los corintios para ver quién hablaba más lenguas? Hablar sin amor es hablar sin alma, es un rumor vacío. Es posible tener carismas superiores, reconocidos y recomendados por Pablo (14,1), como la profecía; es posible conocer misterios o revelaciones escatológicas; es posible tener la fe que, según Jesús, traslada montañas (Mc 11,23); es posible tener muchas cosas grandes y valiosas; pero si no se tiene amor no se «es nada» (v 2). El clímax llega cuando el Apóstol habla de ciertas manifestaciones que a menudo se identifican con el amor. ¿No es amor la limosna? ¿No se sigue pidiendo? Muchos encuentran ya en este gesto su propia recompensa (Mt 6,2): aunque dieran a los pobres el precio de su libertad, no les serviría de nada, porque siempre son ellos mismos los verdaderos destinatarios de sus acciones.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 523 s.