REFLEXIONES

 

1.PROFETA/OFICIO

En nuestros días ha resurgido y se ha valorado más la figura del profeta. Tal vez sea porque estamos viviendo tiempos de cambios profundos y acelerados y las crisis y el temor asoma cabeza por todas partes.

Antes el profeta era un señor anciano y de largas barbas que, ante todo, predecía el futuro. Algo así era la imagen que tenía del profeta el creyente normal. Por otra parte, era una figura de los tiempos pasados, los profetas de Israel, y que caían muy bien para adornar los pórticos de las catedrales.

En los últimos años esa figura del profeta cambió. Resurgió de la noche de los tiempos y se acercó a nuestros días con gesto un tanto hosco y dedo acusador. Y hasta con el palo en la mano. El profeta es un ser que denuncia, la denuncia profética se pone de moda. Hay que denunciar las injusticias, las opresiones, sobre todo sociales, y la figura del profeta viene como anillo al dedo.

Surgen profetas denunciadores por todas partes. El carisma profético se pone a la orden del día en homilías y en escritos.

Ambos aspectos, el descubrir el futuro y el denunciar, puede que sean propios del profeta y no convenga olvidarlos, pero bien leída la Biblia nos parece que ninguno de esos aspectos descubren, y mucho menos agotan, la tarea y la misión más importante del profeta. El profeta, más que predecir el futuro y denunciar los males, es la persona que en nombre de Dios nos anuncia que el futuro tiene un horizonte de esperanza y que los males desde la perspectiva de Dios tienen remedio. El profeta garantiza en nombre de Dios la salvación y la esperanza. De ahí que su misión no es amedrentar ni destruir anunciando males y catástrofes, sino alentar, consolar y abrir caminos de esperanza.

El mensaje que anuncia de parte de Dios es siempre un mensaje positivo y salvador, aunque a veces y para que resalte más la salvación anuncia, denuncia enérgicamente los males de la sociedad y del hombre. Su voz puede parecer bronca, pero su intención es "no apagar la mecha que humea".

El papa Juan XXIII ya nos advirtió del peligro que hoy corremos de convertirnos en "profetas de calamidades". Está siendo un peligro evidentemente en nuestros días. Conviene destacar y acentuar este aspecto positivo del profeta, sin excluir lo que hay de válido en los demás aspectos. Y nos damos cuenta de que necesariamente tenía que ser así la figura del profeta desde el momento en que todo verdadero profeta habla siempre en nombre de Dios, y la palabra de Dios siempre es salvadora, constructiva, alentadora, eficaz.

Si leemos atentamente a Isaías y Jeremías o cualquier profeta, veremos que es así y que su última y definitiva palabra es de perdón y de aliento por parte de Dios. Y en Jesús es mucho más claro este aspecto.

Quien habla en nombre de Dios o quien predica la palabra de Dios tiene que hacer lo mismo. Lo contrario es no haber entendido el sentido más profundo del mensaje de Dios, es adulterarlo predicándonos a nosotros mismos desde nuestras frustraciones y agresividades. Cosa muy a tener en cuenta.

La crítica, esa que llamamos crítica negativa, el señalar los defectos y el destruir es cosa fácil. Todos manejamos bien la piqueta, pero sería muy doloroso que malgastásemos nuestras mejores energías en esta labor negativa y estéril. Y esto, que es válido en todos los órdenes de la vida tiene una especial aplicación en nuestra tarea de predicar el Evangelio.

HOMILIA/PREDICACION: El sacerdote al predicar la palabra de Dios no puede quedarse únicamente en profeta denunciador de males e injusticias. Ha de procurar, ante todo, ser profeta de esperanza y salvación. Su palabra, si quiere ser palabra de Dios, ha de ser aliento y buena noticia. Nunca debemos olvidar esta perspectiva en nuestras homilía. Seamos profetas, y no de calamidades, sino constructores del Reino de Dios. No basta denunciar, lo que más importa es edificar, construir. Es la parte más hermosa e importante del profeta y del sacerdote.

DABAR 1978/11


2. J/CENTRO. CV/SEGUIMIENTO

La esencia del cristianismo no es ni siquiera el llamado mandamiento del amor; es Cristo. Por eso la experiencia de Jesús no es sustituible por ningún curso de teología o de moral. Fe personalizada es, ante todo, vivencia sentida. No es mera ilustración teológica. Predicar la conversión no será, por tanto, hacer que alguien cambie sus comportamientos morales externos por otros más acordes con la moral cristiana, sino favorecer que el sujeto encuentre en su interior el motor, la raíz de este comportamiento: CRISTO.

En los últimos tiempos se viene empleando con abundancia y ligereza la palabra "conversión". Inevitablemente, aplicar este término a todo causa su depreciación por exceso de oferta. Decir que conversión es dar un giro de 180 grados y hablar de conversión continua, produce en el oyente la sensación de que ha de dar vueltas sin cesar como una peonza. Por otra parte, el hombre no puede estar cambiando todos los días la orientación de su vida, su mentalidad y su escala de valores.

Tras el encuentro, conversión y fe en Jesús, viene el seguimiento de su persona. Así lo pide tanto la dinámica de la vida como las mismas palabras del Señor: "¡Sígueme!". A pesar de la voluntad sincera de andar tras los pasos del Maestro, el error y la infidelidad hacen acto de presencia. Por eso, el discípulo va ajustando siempre su rumbo al pensamiento y a la acción del Maestro.

EUCARISTÍA 1990/05


3. JUDEA/GALILEA

Judea y Galilea son incompatibles. Lo serán durante toda la vida de Jesús. Judea persigue a Jesús, le calumnia, intenta desconocerlo y como no puede silenciarlo, lo mata. Así de rotundo. En Judea estarán los sabios, los cumplidores de la Ley, los detentadores del poder. Ellos no podrán soportar aquella Voz que clama diciendo que todos los hombres son hijos de Dios y que no es tanto la Ley como el Espíritu lo que justifica al hombre; que no es lo que el hombre come o toca lo que le convierte en impuro sino lo que piensa, desea y siente; que no se hizo el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre; que el Templo espléndido y brillante se quedará vacío y sin sentido; que Dios, ese Dios lejano de los judíos, es un Dios cercano y próximo que espera pacientemente al hombre que se ha ido de su lado cuando vuelve a El para refugiarse en sus brazos. Judea es la institución y la institución se siente en peligro con la doctrina "revolucionaria" en el orden del espíritu que predica aquel Hombre que es la imagen misma de la libertad. Judea es la seguridad, la norma y para salvaguardar sin fisura esa tranquilidad que da el saber milimétricamente lo que hay que cumplir, no dudará en eliminar a Jesús.

Galilea es todo lo contrario; es Galilea el riesgo, la aventura, la utopía, es el reino del amor como única norma a seguir. En Galilea comenzará la aventura de la salvación y desde Galilea, hoy, Jesús llama a sus primeros discípulos que estaban a orillas de su lago. Es desde Galilea donde Jesús llama y pide que se deje todo para seguirle. Y es en Galilea donde encuentra a aquellos hombres sencillos que, sin saber demasiado a qué se comprometían, no dudaron en dejarlo todo, todo lo que tenían, y marchar detrás de aquel Hombre al que, hasta entonces no habían visto.

No es antigua y pasada de moda la oposición entre Judea y Galilea. Hoy también existen pequeñas o grandes judeas y grandes o pequeñas galileas. Hoy también está el reino del dogmatismo, de la intransigencia, del cumplimiento estricto de la ley; hoy también están los cristianos que lo saben todo, que están seguros de todo, que pesan y miden sus actos, que contabilizan perfectamente su deber y haber, que tienen asegurado el final feliz de sus vidas porque han hecho todo "lo mandado". Está también Galilea, habitada por hombres que asumen, desde su pequeñez y su insignificancia, el riesgo que supone dejar lo que se tiene y echarse a andar camino adelante tras un Hombre que llama para intentar la mayor de las aventuras de la historia del mundo: la de intentar que el hombre se crea verdaderamente que es el Hijo de Dios y hermano de sus hermanos. En Galilea posiblemente no haya tanta seguridad como en Judea, es seguro que no habrá tanto dogmatismo ni tanta intransigencia; es seguro que el hombre de Galilea, el cristiano de Galilea, comprenderá al hombre que se queda rezagado en el camino, que incluso retrocede, que vacila, que no está seguro. El cristiano de Galilea comprenderá a la adúltera, y al hijo pródigo, porque se sentirá muy capaz de como la una y el otro; es muy posible que no contabilice sus actos de bondad concretos y particulares sino que intente, por todos los medios, tener una actitud general que le lleve a parecerse a Jesús para intentar que los demás puedan resumir su vida, como se resumió la del Señor, diciendo de él que "pasó haciendo el bien" y curó las enfermedades y dolencias del pueblo, tal como expresivamente dice hoy el Evangelista que comenzó a hacer Jesús después de llamar a los suyos.

Creo que cada uno de nosotros puede pensar hoy, con cierta tranquilidad, dónde está situado, si en Judea o en Galilea. Y dónde le parece estará más cerca del Señor. Es interesante la pregunta por si procede que hagamos alguna variante en el camino de nuestra vida para situarnos en la línea correcta según el sentir de Cristo.

ANA MARIA CORTES
DABAR 1987/12


4. VERDAD/ORTODOXIA

La anécdota la cuenta José María -Gironella en su último libro "El escándalo de Tierra Santa". Recuerda que un franciscano -"rebelde", dice- le confesó en Milán que estaba cansado de someter su vida a la ortodoxia, por la sencilla razón de que Cristo no dijo "yo soy la ortodoxia" sino "yo soy la verdad"...

En griego "doxa" es opinión, doctrina, y el paso del matiz que va de un significado a otro suele ir acompañado del poder...

Porque las ortodoxias suponen normalmente poder y, por lo tanto, medios de presión y de coerción. El que objetaba la ortodoxia de una Iglesia era declarado hereje y sufría las consecuencias.

Stalin, revestido de ortodoxia, expulsa y aun elimina a los heterodoxos. No pocas personas temen ser expulsadas a las tinieblas exteriores de alguna marginación si no aceptan la ortodoxia de la última costumbre o moda ampliamente difundida. Las ortodoxias tienden con frecuencia a utilizar el anatema y el castigo, o por lo menos la amenaza de censura y de desamparo.

Todas: las ortodoxias religiosas, las ortodoxias políticas, las ortodoxias patrióticas, las ortodoxias sociales... Pero si es fácil partir en lucha contra las ortodoxias, las ortodoxias son necesarias. Indispensables. Todo individuo aspira a un conjunto de doctrinas rectas o por lo menos de opiniones rectas. Todo grupo humano. Incluso el liberal tiene su ortodoxia. Incluso el libertario. El peligro de las ortodoxias es que se petrifiquen; el peligro de las ortodoxias es que se conviertan en enormes máquinas devoradoras de humanos; el peligro de las ortodoxias es que tengan miedo a la verdad.

Me parece que de algún modo el enfrentamiento entre Jesús y ciertos sectores religiosos dominantes de su pueblo fue el enfrentamiento entre verdad y ortodoxia... Tal vez las ortodoxias son los intentos humanos para definir y aprender la verdad. Pero como ésta las supera, cuando no lo admiten, el aire de las ortodoxias puede resultarnos enrarecido, como al franciscano de Milán. Lo que es respirable es el aire de la verdad que nos supera. También lo dice la Escritura: la verdad os hará libres (Jn/08/32) y la ley perfecta es la de la libertad.

JUAN GOMIS
EL CIERVO.Núm.320/Pág.16


5. LUZ/TINIEBLAS

Resalta, de todos modos, en la liturgia de hoy, la referencia a la luz o, si se prefiere, a la dialéctica tan frecuente y tan grata a la liturgia entre luz-tinieblas. Sugiero hacer referencia a ello.

a) Como punto de reflexión previo a la preparación de la homilía puede servir el hacernos conscientes de la falta de lucidez, de claridad, de luz, que todos sufrimos. Quizá sea uno de los aspectos más destacables de lo que se llama "crisis de civilización". La poca luz que se desprende hoy de ideologías, programas y sistemas que reclaman nuestra atención, líderes, pensadores, gente sencilla, "es que no sabes..." Nada queda completamente seguro. Cierto barullo. Cierta oscuridad en la mente.

b) Jesús se retira a Cafarnaún, allí anuncia la proximidad del Reino y la conversión de corazón. Sólo de paso el evangelista ilustra con la profecía de Isaías (primera lectura y evangelio) lo que fue dicho por el profeta: "El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande..." Quizás quiere indicarnos que, en cualquier lugar del mundo donde se da la conversión del corazón, se inicia de hecho el Reino de Dios y es así como empieza a hacerse la luz.

Quizás sea verdad que la ideas (sistemas, esquemas, planteos, prioridades y orientaciones) no salvan de nada. Los necesitamos aunque a veces resultan un estorbo. Y se ven más claros cuando "el ojo es también más claro". ¿No será aquello de la "noche transparente"? ¿A qué claridad deben referirse?

A. M. SERRAMONA
MISA DOMINICAL 1981/02


6.

Sentirse llamado

Comenzamos la lectura continuada del evangelio de san Mateo. Para situarnos tenemos que saber que el evangelista, en los capítulos anteriores, ha narrado tanto los misterios de la infancia de Jesús como su bautismo en el Jordán.

La lectura arranca en el momento en el que Jesús deja su casa de Nazaret y se afinca en Cafarnaún, ciudad muy bien situada para la misión que iba a iniciar. De hecho, será su residencia habitual en los años de su vida pública. Con todo, el evangelista ve en este cambio de residencia el cumplimiento de una profecía.

La primeras palabras de Jesús son una invitación a que cada hombre que se tope con El tiene que reconsiderar toda su vida y acertar a situarse ante la novedad de un nuevo orden de cosas en el que no valen las leyes y valores de este mundo sino el proyecto y los deseos de Dios, en concreto, "el Reino de los cielos".

Para que fuesen suficientemente elocuentes sus palabras y los que le vieran se dieran cuenta de que algo totalmente inédito comenzaba con su presencia y predicación, nos dice el evangelista que "recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas y ... curando las enfermedades y dolencias del pueblo".

Pero sus palabras no eran para ser recogidas por sus oyentes y guardadas como una secreta sabiduría que trajese la salvación a cada uno por separado. El proyecto de Jesús era otro.

Así se entiende tanto la propuesta que hace a un grupo de pescadores, como la respuesta, sin condiciones, de estos.

Ser cristiano es sentirse llamado a entrar en una comunidad que haga posible encontrarse con Jesús, seguirle y continuar su misión evangelizadora.

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Año VII. Número 284. 24 de enero de 1999