COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 02, 01-12

 

1.

Hay que destacar que Juan, al contrario que los sinópticos, emplea dos niveles de formulación: el nivel de superficie para los personajes en torno a Jesús, y el nivel profundo en el que se mueve Jesús mismo. Así es como se explica la aparente falta de concatenación entre pregunta y respuesta.

El sentido de la respuesta de Jesús se escapa a este texto concreto y es sólo comprensible en la perspectiva global de todo el evangelio.

La hora no es el momento del milagro, sino la pasión (17, 1; 12, 27). La pasión, a su vez, es el momento de la glorificación de Jesús, porque es la expresión suprema de su amor. "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (15,13). Por este motivo, la pasión es en Juan la gloria de Jesús; su hora, la hora exuberante del amor. Esta exuberancia de amor tiene en nuestro relato un símbolo: el vino bueno que aparece con profusión al final de la boda.

¿De dónde proviene este vino? "De las tinajas de piedra para la purificación de los judíos". Juan capacita así al lector para que lea entre líneas algo muy concreto: el orden religioso judío queda superado por Jesús. Agua y vino funcionan en el relato como símbolos de los dos órdenes distintos: ley (judaísmo), amor (Jesús).

EUCARISTÍA 1989, 4


2.

El sentido liberador del Evangelio se muestra también en medio de la vida cotidiana y no sólo en situaciones extremas y en momentos excepcionales. En el presente relato se dice que Jesús comenzó sus signos, comenzó a dar "señales" de la vida y de la abundancia de la vida que vino a traernos, precisamente en medio de una fiesta, en unas bodas que se celebraban en Caná de Galilea.

Las fiestas nupciales duraban hasta siete días cuando la novia era virgen, siendo sólo de tres cuando se trataba de una viuda.

Es posible que María llegara a la fiesta el primer día, y hasta que ayudara a los familiares. De todas formas, le bastaría su condición femenina para darse cuenta del apuro por el que pasaban los novios al faltarles el vino. Parece que Jesús llegó más tarde con sus discípulos, y hasta podría pensarse que la situación se agravaría con la presencia de aquellos pescadores. A todo esto, María intercede por los novios ante su hijo. La respuesta de Jesús debió de ser para el evangelista de gran importancia, pero es de difícil interpretación para nosotros. En ella se aprecia un cierto distanciamiento de Jesús frente a su madre, como si quisiera dejar en claro que nadie debe inmiscuirse en la misión que ha venido a cumplir. Por eso la llama "mujer", cosa muy extraña en la boca de un hijo y sobre todo en el contexto socio-cultural de Jesús. Sin embargo María no entendió esta respuesta como un rechazo y advirtió a los sirvientes que estuvieran atentos a lo que les dijera Jesús.

J/HORA: También es difícil saber lo que significaba la "hora". Hay comentaristas que entienden esa "hora" como la hora de la cruz, en la que Jesús tenía que ser glorificado o exaltado según la voluntad del Padre. Otros dicen que se trata de la hora del milagro o de su primera manifestación como enviado de Dios. De todos modos, la hora de la manifestación de Jesús no la señalan los hombres. Porque es la hora que Dios quiere y que sólo él conoce. De hecho no llega nunca con el simple transcurrir del tiempo, sino cuando acontece la fe como un don de Dios. Jesús, con su respuesta aparentemente dura, es el que prepara y actualiza la fe de su madre, y entonces llega la hora del milagro o del signo.

Jn/SIGNO: La palabra "signo" tiene en el evangelio de Juan un doble sentido: de una parte es una demostración del poder de Dios y de su presencia salvadora; de otra, es la revelación de la verdad de Dios y su mensaje. Queremos decir que los "signos" son en el cuarto evangelio como palabras visibles, como símbolos que deben ser interpretados y que suelen preceder a una enseñanza más detenida. La transformación del agua en vino significa la abundancia de la vida que Jesús ha venido a traer al mundo, la nueva vida y el verdadero gozo de vivir. Es un signo paralelo al de la multiplicación de los panes en el desierto. Uno y otro anticipan el sacrificio de Cristo, en el que se vuelca la generosidad de Dios sobre nosotros. Es lo que celebramos en la eucaristía con pan y vino, con el pan de cada día y con el vino de las fiestas. Es la gracia, que llena hasta rebosar las tinajas de la ley (de las purificaciones de los judíos) y que es el cumplimiento de todas las promesas.

EUCARISTÍA 1986, 5


3.

Según la tradición, se trata del lugar conocido por el nombre de Chirbet Caná, situado al norte de Nazaret, a unos catorce kilómetros.

Si la novia era virgen, duraban las fiestas hasta siete días; pero si era viuda, solamente se celebraban tres días de fiesta.

Probablemente, María, invitada por motivos de amistad o parentesco, se encontraba ya en Caná desde los comienzos de las fiestas. Se explica perfectamente que el vino llegara a faltar durante tantos días de boda y que María, que con toda seguridad ayudaría en la tarea de atender a los convidados, se diera cuenta de los apuros de los novios.

Aunque Jesús no había hecho aún ningún milagro, María, al verle ya rodeado de discípulo, pudo creer que el momento de su manifestación a los hombres había llegado. La respuesta de Jesús conserva el tono duro e independiente de aquella respuesta que le dio en el Templo, cuando sólo tenía doce años. En ambos casos, quiere hacernos ver que en el cumplimiento de su misión excelsa únicamente depende de su Padre.

Si todavía "no ha llegado la hora", ¿cómo ejecuta el milagro? La respuesta no es fácil. Entre otras posibles explicaciones, parece ser ésta la más probable: La fe de María, su petición humilde y confiada, hizo que sonara la hora de la "manifestación de la gloria" de Jesús. El momento de la manifestación del poder de Dios no lo señalan los astros sino la fe de los hombres: donde hay fe, allí ha llegado el momento. Pero la fe es un don de Dios, que El da cuando quiere y a quien quiere. Jesús, con su respuesta aparentemente dura, es el que prepara y actualiza la fe de la Virgen que señala el momento de la manifestación de Dios.

"Signo" debe entenderse en un doble sentido: demostrativo del poder de Dios y mostrativo o aclarativo del Misterio. Los milagros que nos relata San Juan tienen siempre un significado.

En este caso puede tratarse de la abundancia de la gracia salvadora (seiscientos litros de vino) que llena hasta el borde las exigencias de la Ley (las tinajas servían para la purificación prescrita por la Ley).

EUCARISTÍA 1971, 12


4.

El propio autor dice de él al final que es un signo. Es decir, nos hallamos ante un relato evocativo, representativo. Su sentido no hay pues que buscarlo en el relato mismo, sino en la realidad evocada y representada en él. Para que esta búsqueda no sea subjetiva ni caprichosa deberá partir de los propios indicadores existentes en el relato.

HORA/GLORIA: Primer indicador: una indicación temporal no recogida en el texto litúrgico. El relato comienza así: Tres días después tuvo lugar una boda... En el conjunto de indicaciones temporales dadas con anterioridad por el autor, estos tres días después nos llevan al día séptimo. El autor sitúa la boda en el día séptimo. Segundo indicador: la indicación temporal de futuro "todavía no ha llegado mi hora". La hora es el término característico que emplea el autor del cuarto evangelio para referirse a la glorificación de Jesús, la cual tiene lugar en la cruz. El Calvario es la hora de la gloria de Jesús. Gloria en sentido etimológico hebreo significa peso, consistencia. En sentido figurado y aplicado a las personas es el conjunto de cualidades que las distinguen, su personalidad. En su comentario final el autor nos dice que a través del signo realizado Jesús manifestó su gloria, es decir, puso de manifiesto su cálida personal.

Desde estos dos indicadores podemos concluir que la realidad evocada en el relato de Caná es la fiesta del Señor, su gloria puesta de manifiesto en la cruz, cuya celebración tiene lugar el día séptimo, el domingo, el día del Señor.

Si, pues, los indicadores nos llevan al Calvario, vayamos a él de la pluma de Juan y leamos Jn. 19, 25-27. ¿A quién encontramos allí? A la madre de Jesús. Exactamente la misma designación empleada en el relato de Caná. En ambos casos no se le designa por el nombre, sino por su relación con Jesús. Pero aún hay más. En ambos casos Jesús interpela a su madre de la misma manera: ¡Mujer! Estas correlaciones entre los dos relatos nos llevan a interpretar las palabras de Jesús a su madre en el relato de Caná no como rechazo, sino positiva y colectivamente: ¿Qué nos va a ti y a mí ahora, si nuestro tiempo no es éste sino el de la Cruz? Llegamos así a la conclusión de que el autor está contraponiendo dos tiempos, de los cuales uno, el de la cruz, es el propio de Jesús y de su madre. ¿Cuál es el otro? "El tiempo de las purificaciones de los judíos". Se trata de dos tiempos cualitativos, de dos talantes contrapuestos, a cada uno de los cuales el autor le asigna un símbolo: agua para el tiempo de las purificaciones, vino para el de la cruz.

¿Cuál de los dos tiempos es el mejor? El autor responde con toda claridad que la cruz supera en calidad a la purificación.

Descubrimos además que el autor del cuarto evangelio gusta de la ironía, pues el reconocimiento de la superior calidad de la cruz lo hace alguien perteneciente a la purificación.

Resumiendo: el autor ha escrito un relato eminentemente evocador, cuya clave de interpretación se encuentra en el calvario, donde Jesús manifiesta todo el peso de su gloria, un peso superior al de las purificaciones.

Comentario. El tiempo de la cruz es el tiempo de la donación desinteresada. No está mal proceder por reglamento, código o ley, pero está mucho mejor proceder por amor. Nadie dice que el agua está mal en una comida, pero un buen vino siempre es mejor, Jesús es el buen vino; el reglamento y la ley son el agua.

Se tiene siempre más miedo al vino que al agua. ¿Será por eso por lo que el Judaísmo y la Iglesia gustan tanto de la ley y del código? La diferencia entre el que ama y el que cumple es que el primero es capaz de imposibles, mientras que el segundo nunca jamás puede nada.

Si el amor supremo consiste en dar la vida por los amigos, se comprende perfectamente que la cruz sea el lugar supremo de la revelación de Jesús y, como consecuencia, del creyente en Jesús.

La madre de Jesús es el prototipo de creyente en Jesús. Por eso mismo su tiempo y su lugar están, como los de su hijo, en la cruz.

A. BENITO
DABAR 1989, 9


5.

El texto de hoy no pertenece a Lucas sino a Juan. Dos autores, muy diferentes en manera de escribir, Juan escribe en clave. De ahí que el sentido de sus textos no sea siempre evidente a primera vista. La clave la sitúa en el futuro y la denomina "la hora". Todavía no ha llegado mi hora. Esta hora es la muerte de Jesús en la cruz. Lo que el autor escribe con anterioridad a ella es signo de esa muerte, es decir, señal que apunta hacia ella, que la evoca o la representa. Así comenzó sus signos. El relato de hoy hay que leerlo, pues, desde la muerte de Jesús. Esta muerte la concibe Juan como la glorificación de Jesús, es decir, su grandeza, su esplendor, su magnificencia. Todo lo anterior son adelantos, anticipos de esa gloria, también esta palabra aparece en el texto de hoy. Manifestó su gloria. Parece evidente que Juan quiere que leamos este texto como anticipo de la gloria de Jesús que se va a manifestar en la cruz. Es el relato de su gloria futura anticipada en símbolos, Jesús es el vino bueno que mejora al anterior. Sus raíces hay que buscarlas en suelo y tradición judíos. Son el agua de las tinajas. A estas alturas del evangelio (estamos solamente en el cap. 2) no hay ningún tipo de tensión entre el agua y el vino. Hay simplemente constatación de una situación mejorada.

"Estaba junto a la cruz de Jesús su madre" (Jn. 19,25). La misma interpelación: Mujer. Un rasgo más de que el texto de hoy es una anticipación de la cruz. "Mujer, a ti y a mí, ¿qué nos va la vieja situación? Nuestra gloria está en la cruz". Es, en efecto, en la cruz donde el autor nos presenta a la madre de Jesús como madre de la Iglesia. Un evangelio precioso el de hoy. Un evangelio que en el texto original tiene lugar al tercer día.

A. BENITO
DABAR 1986, 11


6.

Texto. Forma parte de las distintas escenas de presentación de Jesús que el autor del cuarto evangelio hace preceder a la actuación propiamente dicha de Jesús. Esta actuación, a iniciativa de Jesús, comienza a partir del último versículo de hoy. En la escena que precede (bodas de Caná) no es Jesús quien lleva la iniciativa. Jesús se encuentra en una boda y con él los discípulos: personaje este que en buena parte de los doce primeros capítulos del evangelio va a tener un simple papel de observador, descubriendo lentamente quién y de dónde es Jesús.

El relato tiene su centro de atención en el vino. La ausencia de vino primero y su presencia después dominan la escena. Por el comentario del autor en el v. 11 resulta claro que el vino funciona como signo de Jesús. Un signo que se abre hacia un después, hacia una hora. Esta hora puede verse en el cap. 19 del evangelio, donde encontraremos los mismos personajes que en Caná.

Este cap. 19, es la clave de lectura de todo el evangelio y en particular de 2, 1-12. Comentario. El relato quiere explicar en clave plástica quién y de dónde es Jesús. La clave es el vino, que procede de un agua, a la que supera. Los sirvientes conocen-descubren esta clave: el mayordomo, no. Y es precisamente el que no conoce la clave, quien canta las excelencias del vino (idéntico recurso empleará el autor con Caifás en 11, 50).

Pero el agua es también signo de algo y de alguien: purificaciones de los judíos. Agua y vino representan dos órdenes sucesivos. Con mucha ironía el autor hace que un representante del orden-agua reconozca que el orden-vino es mejor. Estamos sólo en los comienzos del evangelio. Lo trágico es que esta mejor calidad la adquiere el vino gracias a su color rojo y recio de sangre. Y tal vez todavía más trágico es que, en esa hora y creyendo dar culto a Dios, el mayordomo escanciará la sangre (cfr. Jn. 16,2). Pero también en esa hora alguien conocerá-descubrirá la clave: unas mujeres (=discípulo amado). Con audacia de autor genial es a este discípulo a quien Juan reserva el título de hijo de María (confrontándose Jn. 19, 26-27. Nótese cómo en Caná a María se le llama madre de Jesús, pero a Jesús no se le llama hijo de María).

DABAR 1983, 11


7.

"La madre de Jesús le dijo: No les queda vino": María interviene esperando la acción de Jesús, pero recibe una respuesta negativa.

Aquí Juan se mantiene en la misma línea de los sinópticos a propósito de las intervenciones de su familia: los lazos de parentesco no pueden ni detener ni poner en marcha su misión.

Aunque a menudo se ha intentado extraer de este pasaje un poder intercesor de María, más bien se pone de relieve la absoluta soberanía y libertad de Jesús. "Haced lo que él os diga": María debe colocarse en el reconocimiento de esta soberanía y en la confianza de la fe: sólo desde esta posición será posible el milagro.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 2


8. VINO-ALEGRIA/SV:

Paradójicamente el invitado (Jesús) se convierte en el auténtico Esposo; para ello, el otro esposo no puede ofrecer vino. De este modo se quiere indicar la insuficiencia de la etapa antigua de Israel, contrapuesta a la plenitud mesiánica. Es el último vino, el de los tiempos escatológicos, el que es bueno. Hay una "Hora" -adelantada, hecha prenda a través del signo- que ratificará la insuficiencia del Antiguo Testamento. María constata esta insuficiencia e indica donde está la plenitud: en Jesús, el vino nuevo que trae la alegría abundante de la salvación, que saca de la situación desesperada e insuficiente en la que viven los hombres, que ofrece la inmensa perspectiva de la fe liberadora y transformadora, que es la Palabra que da sentido y dinamismo, que hace creer en el amor y la fe. El "signo" está relacionado evidentemente con la Eucaristía y con la Pascua ("signo" culminante y radical del evangelio de Juan).

Nos hallamos, pues, ante la teología de la salvación; en la plenitud de los tiempos -en este momento- llega el don de Dios, en abundancia, en la Iglesia. A nosotros nos corresponde el "reconocimiento", el convertirnos en discípulos, caminando espiritualmente hacia "la Hora" de Jesús.

J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1974


3-9.

El leccionario ha reemplazado el inicio del fragmento, "Al tercer día...", por el convencional "En aquel tiempo...". El evangelista, con aquella indicación cronológica precisa, quería indicar que el signo de Caná cierra una semana completa, que él ha descrito día a día: la semana de la epifanía o manifestación del Señor, que concluye con la revelación de su gloria y la fe de los discípulos. También al final de la vida pública de Jesús el cuarto evangelio nos describirá día a día la última semana, para desembocar asimismo en el acto de fe pascual de los apóstoles y los lectores. María, que aparece en este primer signo, reaparecerá en la semana final, al pie de la cruz (19, 25-27); en ambos casos Jesús le da el insólito tratamiento de "mujer".

En la boda de Caná de Galilea encontramos los temas principales del cuarto evangelio. Es el primero de los milagros, o signos, como les llama Juan, porque no son sólo hechos prodigiosos para atraer la atención, sino significativos o pedagógicos. Los demás evangelios cuentan muchos milagros, Juan ha escogido sólo siete, cada uno de los cuales es explicado detalladamente e ilustrado con un diálogo o un discurso de Jesús, con el fin de extraer de él una lección, puesto que cada signo revela un aspecto del Reino; en este caso, los tiempos mesiánicos que ya los profetas habían simbolizado con los desposorios y el banquete.

H. RAGUER
MISA DOMINICAL 1977


10.

Jesús comienza su ministerio de rabino y de taumaturgo casi dentro de unos círculos familiares: su propia ciudad, Cafarnaún, su familia o la de sus apóstoles. Pero Juan ve ya en esas actuaciones, todavía discretas, toda la obra de divinización de la humanidad y, al mismo tiempo, la irradiación del misterio pascual. La lectura de este episodio bastante insignificante adquiere relieve si se mira con los ojos de Juan.

* * * *

a) El que María diga a Jesús que los convidados no tienen ya vino obedece sin duda a una preocupación de orden práctico por parte de una mujer atenta a los pequeños detalles de la recepción, pero significa también, en el plano simbólico, que el pueblo falto del vino de la felicidad y de la sabiduría y que permanece en actitud de pobre, espera la iniciativa de Dios para devolverle la felicidad. Jesús distribuye efectivamente el "buen vino" de esa felicidad prometida para los últimos tiempos, signo de la plenitud y de la sabiduría con que favorece al mundo.

b) Pero ese don depende de la glorificación final del Mesías, de esa "semana" y de esa "hora" que inaugurarán, a través de la muerte, el misterio de la gloria del Señor. Parece, en efecto, que las indicaciones cronológicas sembradas a lo largo de Jn. 1, 19 a 2, 1 (1, 29; 1, 35; 1, 39; 1, 41; 1, 43; 2, 1) son bastante intencionadas en la pluma de Juan: el evangelista no pondrá tanto cuidado por fechar los hechos y gestos del Señor a lo largo de su primera semana de ministerio que en su última semana, la de su pasión. El hecho de que el milagro se sitúe en un "tercer día" (v. 1; cf. Jn. 11, 6-7; 13, 33; Lc. 24, 7; Os. 6, 2-5) es igualmente una forma de hacer referencia al cumplimiento de la Pascua de Cristo.

Pero lo decisivo en esta ocasión es el tema de la hora (v. 4; cf. Jn. 2, 14; 7, 30-39; 8, 20; 13, 1; 17, 1). La hora designa concretamente la muerte del Señor, pero es una muerte que le glorifica y glorifica al Padre, puesto que realiza la salvación del mundo. Se puede incluso afirmar que, a partir de Jn. 7, 30, las referencias a la hora de Jesús designan ese momento de su vida en que se verá reducido a la impotencia, en que ya no hará milagros (cf.Jn. 9, 4; 11, 9-10; cf. el tema del "lugar" en Jn. 18, 12, 24; 19, 40).

Así es como se comprende el diálogo entre María y su Hijo. La Virgen no viene a pedir un milagro, sino que se limita a señalar un momento de apuro (v. 3). Jesús responde con bastante dulzura: "¿Qué nos va a ti y a Mi, mujer?" (v. 4): que quiere decir: sitúate en otro plano: el de mi omnipotencia, en lugar de quedarte en este punto de vista rastrero. Y así la explicación surge normalmente: "mi hora (es decir, la hora en que me veré atado, imposibilitado) no ha llegado aún. Sigo estando libre para hacer milagros" (v. 4). María acepta inmediatamente esa visión de fe y ordena que se hagan los preparativos del milagro (v. 5).

Cristo se refiere, por tanto, claramente al signo y la obra por excelencia que realizará en la humillación de su muerte, pero hasta tanto suene esa hora, le es facultativo dejar signos y realizar maravillas provisionales, algo así como provisionales eran las diferentes liberaciones maravillosas del Antiguo Testamento.

La idea de Cristo sería, por tanto, ésta: puedo hacer hoy el milagro que se me propone, pero llegará una hora en que mi omnipotencia realizará el milagro por excelencia, puesto que pasará por el amor hasta la muerte (Jn. 13, 1): todo milagro tiene una parte de caducidad hasta tanto no haya sido marcado por mi muerte y no esté vinculado a la única verdadera fe en mi resurrección.

c) Juan nos ofrece, pues, en este relato del episodio de Caná un ejemplo de la forma en que reflexiona en torno a un milagro de Jesús. aun cuando sea muy corriente, hasta ver en él un signo (v. 11). Lo sitúa al final de una semana; introduce incluso el tema de la hora; subraya intencionadamente la materia del vino; señala, los mismo que en Jn. 7, 1-10, la incapacidad de los suyos para descifrar correctamente el milagro; y todo eso para probar que un milagro es un llamamiento a la fe. No se trata tan solo de creer que Jesús puede hacer un milagro, como sucede en los sinópticos, sino también de leer su significado misterioso, sólo captable por quien ha comprendido el misterio pascual y vive del amor que entraña.

Tener esa fe que puede leer los signos no consiste tan sólo en apreciar el cambio del agua en vino (como quisiera María), ni en comprender el cambio del vino en la sangre de Cristo en la misa (que es hasta donde llegan algunos fieles), sino en captar la densidad pascual del signo realizado y en situarse a sí mismo dentro de una participación convencida en ese misterio.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 39 ss.