COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 62, 01-05

1.

Un profeta de la escuela de Isaías, ya posterior al exilio, alza su voz para levantar la esperanza del pueblo en un momento de depresión. El amor que siente por Jerusalén no le permite guardar silencio al ver las humillaciones que padece y el desprecio de que es objeto por parte de las naciones. Este profeta está convencido de que Yahvé quiere y puede salvar al pueblo. De ahí que, lleno de impaciencia y también de esperanza, no cejará de gritar hasta que amanezca la salvación precedida por la aurora de la justicia y el Señor cambie la suerte de Jerusalén.

Porque ha de ser tal la transformación de esta ciudad bajo la gloria de Yahvé que, en adelante, recibirá otro nombre, un nombre nuevo y salido de la boca del mismo Dios. Con sus torres bien plantadas y sus murallas reconstruidas, será como una corona de brillantes en las manos del Señor. Porque el Señor la sostendrá y la defenderá con sus manos, y se mirará en ella embelesado (cfr. Za. 9, 16).

Pero la gloria futura está en contradicción manifiesta con la miseria presente de Jerusalén. De momento se parece más a una esposa abandonada y así la llaman las gentes, y su tierra, dejada de la mano de Dios y entregada a la rapiña de sus enemigos, se la conoce por el nombre de "devastada". Pero el Señor recibirá un día a la "Abandonada" y le dará el nombre de "mi favorita" y llamara a la tierra de Judá "Mi desposada". Porque no se ha olvidado del amor de su juventud, de su primer amor (cfr. 54,6ss).

Hay que notar que todo este simbolismo alude siempre en la biblia a las relaciones de Dios con su pueblo, o al menos, con una parte de este pueblo. La imagen de los desposorios espirituales de Dios con un alma no se halla en la biblia. El amor de Dios es el pueblo.

EUCARISTÍA 1986, 5


2.

Este capítulo del tercer Isaías vuelve a tomar temas ya tratados, aunque dándoles un nuevo impulso. Hay unas relaciones entre Jerusalén y Dios como de esposo a esposa. Yavè dará a Jerusalén su brillo universal. Tocamos de nuevo el tema de la "aurora", lugar privilegiado de la manifestación de Dios, por oposición a tinieblas, medio del olvido de Dios.

La imposición del nombre es característico de la toma de posesión (Gn 2,19) o de la nueva orientación que se da a una persona o a una cosa (cf Jn 1, 42); decir el nombre es llegar a la esencia de la persona (Ex 3,13). El Señor mismo es el que pronuncia el nombre, el que da un nuevo impulso a Israel. Por eso mismo, por la obra del Señor, los pueblos vendrán a Israel. Es el milagro del Señor.

Las relaciones que se instauran entre Dios e Israel adquieren los tonos más fuertes del corazón humano, lo más profundo de la persona: el amor. Muchas veces en la Escritura se oyen estos acentos (cf. Ez 16). La amargura de la viudez desaparecerá y la irrisión del abandono ya no tendrá lugar, porque el señor toma a su cargo a la esposa infiel y abandonada.

En cuatro pinceladas describe el autor las relaciones más cálidas entre los hombres: el amor conyugal. Todo ello en términos de alegría: la alegría de después de la boda, la alegría interna de sentirse amado es lo que Israel va a experimentar. Nunca palabras tan consoladoras han sido dichas al creyente. El hombre es levantado hasta el plan de Dios, no hay lugar para la desesperanza porque el amor es sincero y hace vivir.

EUCARISTÍA 1977, 5


3.

Contexto. Un trasfondo muy amargo se deja sentir a lo largo de todo este capítulo. Jerusalén es la ciudad "abandonada y devastada". La pobreza de la desolación y la tristeza del abandono se palpan a lo largo de los cap. 60-62. El pueblo se lamenta contra su Dios porque no quiere actuar en su historia; al menos así son las apariencias; el Señor se muestra remiso en traer la salvación.

A un autor, comúnmente llamado Is. III, le toca vivir esta precaria condición de los repatriados de Babel, y trata de infundir ánimos a un pueblo roto.

-Texto. El pueblo se quejaba: "está lejos de nosotros el derecho, y no nos alcanza la justicia; esperamos la luz y vienen tinieblas, claridad y caminamos a oscuras" (59,9). Un heraldo, haciéndose eco de esta queja, y lleno de esperanza en el Señor, no ceja de anunciar la liberación de Jerusalén. La justicia, el derecho, la liberación van a romper como aurora sobre la Ciudad Santa. Lo que parecía una quimera se hace realidad, y la ciudad así iluminada con la presencia de Dios se convierte en antorcha que también ilumina a los otros pueblos (vs. 1-2a). Los términos luminosos: aurora, antorcha, guardan relación por contraste con la oscuridad y las tinieblas. Sobre la triste y tenebrosa situación presente brilla ya la aurora de un futuro luminoso.

Todo se debe al actuar divino (=su justicia) que es luz, y luz definitiva (cfr. 60, 1-3. 19-20).

Así todo cambia, incluso su nombre (v. 2b). Jerusalén es como corona refulgente sobre el monte (v. 3;38,4). Los vs. 4-5 toman la metáfora de la vida matrimonial, tan frecuente en la literatura bíblica (cfr. Os. 2; Is.54). Dios ama a Jerusalén como el esposo a su esposa. El sufrimiento de la ciudad y de los habitantes ("abandonada y devastada") por haber rechazado el amor de su esposo se transforma en gozo ("mi favorita, desposada") por haberlo reencontrado. "Como un joven se casa con una doncella.." (v.5). El amor del esposo es joven, apasionado, como en sus mejores tiempos.

-Reflexión. "... y tu tierra tendrá marido". Pero nuestro mundo, nuestra Iglesia más bien parecen tener vocación de viudas.

Practican la tristeza, monotonía, seriedad ridícula, prosopopeya medie- val. ¿Dónde está la cara risueña, expectante y anhelante de la doncella casadera? ¿Por qué tanta tristeza, vejez, aburrimiento... en nuestra iglesia, esposa de Cristo? (cfr. Ef. 5, 25 ss). Más que desposorios con un arrogante joven lleno de vida (Jesús) parece celebrar el casorio con un decrépito, abandonado y devastado contenido de doctrinas. Pidamos hoy para que la esposa de Jesús, al reencuentro con el amor de su joven y eterno galán, aparezca alegre, radiante... y así sea luz que atraiga a los hombres del siglo XX.

ÁNGEL GIL MODREGO
DABAR 1989, 9


4. SOLEDAD/D-PRESENCIA 

A ti te llamarán "mi favorita", y a tu tierra "desposada". Vale para el Pueblo de Dios, para la comunidad y para cada creyente.

No vamos solos, perdidos y abandonados. Por más que alguien nos diga, como Jerusalén, "abandonada" o "devastada", Dios nos ama y se ha unido íntimamente (se ha desposado) con nosotros. El creyente nunca va solo y abandonado: está siempre acompañado y amado.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1986, 2


5. PROFETA-FALSO.

Dentro de la tercera parte del libro de Isaías, los capítulos 60-62 tienen una cierta unidad. Son obra, probablemente, de un discípulo del profeta anónimo que conocemos como Segundo Isaías (Is 40-55), el cual durante el exilio babilónico había consolado a los deportados con la esperanza del retorno y de la restauración de Jerusalén. De hecho, sin embargo, la comunidad de los repatriados llevaba una existencia muy poco gloriosa y las promesas que el Segundo Isaìas había proclamado no se veían por ninguna parte. En Jerusalén reinaba un gran abatimiento. Algunos debían arrepentirse de haber salido de Babilonia, al igual que sus antepasados en el desierto añoraron los ajos y las cebollas de Egipto. Un profeta, ungido por el Espíritu de Yahvé, para fortalecer a los pobres, los afligidos y los de corazón destrozado (Is 61, 1-3) intenta revitalizar la esperanza, actualizando los oráculos del Segundo Isaías. Todo lo que en este fragmento se dice que Sión ya no volverá a ser ("abandonada", "devastada"; v. 4) es precisamente lo que en realidad debía ser en aquellos momentos. Pero este profeta de consolación, a pesar de reconocer con realismo el estado de cosas, no se resigna, y proclama un oráculo que es al propio tiempo una plegaria confiada y un compromiso de fidelidad: "por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que ... (v.1; cf Salmo 137,5: "Si me olvido de ti, Jerusalén..."). Los falsos profetas son tranquilizadores en la prosperidad y derrotistas en las crisis; los auténticos son exigentes con las personas o las colectividades poderosas , y benevolentes y consoladores con los atribulados.

Lo que caracteriza este personaje -y lo que provoca su elección para preparar la lectura evangélica- es que la restauración anhelada de Jerusalén se presenta como consecuencia del restablecimiento de las relaciones de fidelidad y de amor entre Yahvè y su pueblo, y estas relaciones son simbolizadas en la unión conyugal, como ya hiciera Oseas.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977


6. A-D/BODAS 

El profeta inaugura un tema muy importante en la Escritura y en la simbólica cristiana: el de las bodas de Yahvé y Jerusalén. El amor de Dios hacia su ciudad se expresa en términos de esponsales, porque esta forma de amor es la mejor forma de reflejar la convivencia y el don mutuo. La encarnación en la que Cristo intercambia su divinidad con nuestra humanidad y la Eucaristía que prolonga ese intercambio constituyen los momentos más ricos de esa intercomunicación de amor.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 30


7. /Is/62/01-12

Se canta a Jerusalén como centro espiritual del mundo. Ha llegado el momento en que los dones de la alianza abundan y adquieren carácter definitivo. Por eso reaparecen los términos más sugestivos del vocabulario de la unión de Yahvé con su pueblo: «desposada», «mi favorita».

Jerusalén pasa a ser el lugar de la «justicia y de la gloria» (= salvación y manifestación de Dios) no sólo de Israel, sino de todos los pueblos; se invita a los habitantes de Sión a preparar los caminos que faciliten la ascensión de todos los hombres, porque «mira a tu Salvador que llega» (v 11).

Toda la historia bíblica se orienta a la manifestación del kabod (= gloria) de Yahvé. El Segundo Isaías y el Tercero son especialmente sensibles al aspecto teocéntrico de la manifestación divina. El kabod es poder divino, pero un poder que se apropia del hombre para que éste pueda beneficiarse de el: «Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres» (40,5; 60,1-6), y este kabod se convertirá en la máxima manifestación divina al hombre cuando Dios se haga «carne»: «Y el Verbo se hizo hombre, habitó entre nosotros y hemos visto su gloria (doxa), gloria de Hijo único del Padre» (Jn 1,14).

Los profetas son los primeros que se alzan contra el exclusivismo religioso judío: la alianza es don, y el título que da a Israel no es de orgullo, sino de responsabilidad ante las naciones. El Segundo Isaías desarrolla notablemente el universalismo, que parece retroceder en parte en el Tercer Isaías, en quien encontramos un cierto particularismo. El culto y la ley son todavía una barrera para los pueblos que suben a Jerusalén. La ambigüedad con que aparece el concepto de naciones paganas parecía superada anteriormente ya en el Segundo Isaías, el cual anuncia que ni Israel se puede salvar sin las naciones ni las naciones sin Israel. Se trata de una misión escatológica que pertenece al último capítulo de la historia de salvación.

APOSTOLADO/FIN  EVON/FIN: Aquí reside la novedad del apostolado misionero del NT prácticamente desconocido en la época veterotestamentaria. La Iglesia, nuevo Israel de Dios, tiene la tarea de comunicar a las naciones la buena nueva de los designios de Dios. Vive del acontecimiento pascual, que inaugura el fin de los tiempos. El apostolado tiene como finalidad no «conquistar», sino reunir la comunidad humana en Cristo, no en Jerusalén. La evangelización es la presencia del pueblo de Dios en medio de la humanidad y la presencia de Dios en su pueblo, la Iglesia. Aunque el cristianismo camine hacia una situación universal de diáspora (los cristianos serán minoría en el futuro), eso no quiere decir que la Iglesia deba constituir una secta esotérica, porque la exigencia del universalismo es irrenunciable: se basa en su carácter escatológico.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 476 s.