EVANGELIO
A veces la grandeza de un profeta es precisamente desaparecer para dejar paso a lo que viene detrás. En la proclamación del Evangelio no hay nadie imprescindible, y todos pueden compartir la misma misión. Sobre todo en la época actual de aceleración histórica, los cristianos hemos de estar abiertos a las nuevas realidades y dispuestos a superar nuestros viejos y venerables tinglados.
Lectura
del santo Evangelio, según San Juan 1,29-34.
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
-Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
-He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
-Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.