COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 49, 03. 05-06

 

1.LLAMADA/MISION

Contexto: El segundo poema del siervo (vs. 1-6), con su apéndice (vs. 7-9) interrumpe el contexto del libro de Isaías; a partir de 49,9 continúa la secuencia dedicada al éxodo que ya empezó en 48,20. Este poema forma, pues, una unidad independiente.

Este segundo cántico del siervo es una continuación del primero (42,1-4). Una perspectiva universal abre y cierra el poema:"naciones, confín de la tierra" (vs.1 a. 6b). Y si en el primer canto las naciones y las islas era sólo espectadores (42,4), ahora son algo mucho más importantes: destinatarios.

Texto: Estructura del poema: mediante dos imperativos ("escuchadme, atended": v.1a), el siervo convoca a todos los pueblos. Algo muy importante, y que les afecta directamente, tiene que comunicarles de parte del Señor. Empieza describiendo su elección y su vocación para ser portador de la palabra (vs. 1b-3), continúa hablando de su desaliento, del fracaso de su misión entre los hombres (v. 4), y termina comunicándonos la nueva tarea que Dios le ha encomendado (vs. 5-6).

Presentación de credenciales: toda misión ya sea la de profeta, la del siervo..., comporta siempre un encuentro, una llamada. En el v. 1b, el siervo presenta sus credenciales: ha sido llamado por Dios desde el seno materno. También Jeremías (cap. 1,5) y Juan Bautista (Lc. 1,31) fueron llamados de idéntica manera (cfr. Gal. 1, 15). Y esta llamada avala su misión. El encuentro auténtico con Dios implica siempre una misión hacia los hombres. Y en la realización de esta tarea ningún obstáculo les podrá detener ya que su palabra profética es penetrante, como la espada, y de gran alcance, como la flecha (v. 2; cfr. Jr. 1,9s; 23,29;Heb. 4,12). La tarea es difícil, dura, pero el Señor los protege ("escondió, guardó":v. 2). A pesar del gran esfuerzo, el siervo cree que su misión ha fracasado. Por eso cunde en él el desaliento (v.4), como en otro tiempo cundió en Jeremías al lamentarse amargamente, tras cuarenta años de misión, de que sus paisanos se reían de su mensaje (esta amargura de ánimo la podemos encontrar reflejada en las confesiones de Jeremías: cfr.15,10 ss;20,17 ss...). El final de Juan el Bautista aún es más tétrico: muere a manos de Herodes por denunciar sus pecados.

Pero ¿quién habló de fracaso? El autor de este poema nos recuerda en el v.4 que este fracaso sólo lo es a los ojos humanos; el Señor está orgulloso de su siervo (v.3) y acepta gustoso su trabajo (v.4b). Por eso le encomienda una nueva tarea: no sólo debe convertir a los supervivientes de Israel sino que debe ser luz que ilumine y libere a todas las naciones de la tierra (vs. 5-6; cfr. n. 12,3; Lc. 2,32: Hech. 13,47;18,6).

Reflexiones: No podemos explicar, humanamente, ese encuentro del hombre con la divinidad. Isaías nos habla de su miedo acongojante al sentirse hombre de labios impuros ante Dios Santo (cap.6). Lucas nos dice que Juan el Bautista salta de gozo en el seno de su madre al encontrarse con Jesús (en el seno de María). El encuentro o llamada de la divinidad es algo enigmático y de efectos variopintos, pero no termina ahí. A la luz de la Biblia, todo encuentro con la divinidad, por muy consolador que pueda ser para el propio ánimo, debe estar siempre orientado hacia los demás. Lo contrario es un seudo-misticismo. Así la palabra del siervo deberá abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas (42,7).

Estos domingos pasados hemos escuchado la voz de Juan que atronaba en las orillas del Jordán, llamando a muchos hombres "camada de víboras" y exhortando al arrepentimiento y al reparto de bienes entre todos los hombres.

El siervo es ante todo el hombre de la palabra, lo mismo que Isaías, Jeremías, Ezequiel..., Juan el Bautista, el mismo Jesús.

Al recibir Isaías su misión profética no se le invita a asociarse a la liturgia celeste celebrando una liturgia terrestre. No. Sólo se le confía el anuncio de la palabra. La palabra del siervo será luz que ilumine a todas las gentes; con Juan comenzó la buena nueva de Jesús y, éste deberá extenderla a todos los confines del mundo. ¿Le damos a la palabra toda la importancia que tiene? ¿Hasta dónde llega la palabra que anunciamos? ¿No sale de nuestras celebraciones litúrgicas? ¡Muy corto es su alcance! El v.3 es una adición posterior que aplica el título de siervo al pueblo de Israel. Relectura del texto muy significativa; también nosotros debemos aplicar este título a todo nuestro pueblo, pueblo profético que debe comprometerse con la palabra.

Del fracaso a ser luz de las naciones. El siervo llega a la gloria por el camino inverso del mundo; el mensaje de Jeremías obtiene su fruto después de cuarenta años de fracaso. Y nosotros, insensatos, queremos ver resultados prácticos a los dos días.

ÁNGEL GIL MODREGO
DABAR 1990


2. CRISTIANO/PROFETA

El profeta del Antiguo Testamento pudo captar en el acontecimiento presente (en la circunstancia, la intervención de Ciro en la historia de Israel) las posibilidades de comunión y de alianza entre Dios y los hombres. Cristo mereció el título de profeta porque El, a su vez, reveló la salvación de Dios en los acontecimientos y en su propia persona.

La Iglesia, a su vez, es profética en el sentido de que sitúa los acontecimientos del mundo actual dentro de la perspectiva del Reino futuro. Defiende su libertad de critica frente a todo sistema social, revolucionario o conservador, y les aplica sus criterios de apreciación: su capacidad para preparar la unidad fundamental de la humanidad en Jesucristo.

La Iglesia no conoce la naturaleza del nexo que existe entre este mundo y el Reino. Pero sabe, al menos -y así lo proclama-, que el mundo tal como lo hagamos, infierno de odio y de sufrimiento o tierra habitable, será el material con el que Cristo tendrá que realizar su Reino.

Por consiguiente, dentro de esta perspectiva desempeñará, por su parte, el cristiano un papel profético en el mundo y en la Iglesia a la vez para leer en el mundo todo lo que prepara y obstaculiza al Reino y para someter a crítica dentro de la Iglesia todas las instituciones que están en contra de su carácter profético.

Centro de la proclamación profética de la Palabra, la Eucaristía es, dentro de la Iglesia, la institución por excelencia que debería atraer incluso a quienes más vivamente critican algunas otras instituciones eclesiales y debería convencer a cada uno de su misión profética en el mundo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 28


3.

El libro de la "Consolación de Israel" (Is 40-55) trata de abrir nuevos horizontes al pueblo abatido. Uno de los encargados será ese misterioso personaje que se llama "el siervo de Yahvé". Este siervo no es idéntico en cada uno de los cuatro cantos. En este segundo canto parece identificarse de una forma bastante clara a un solo personaje. La versión del texto hebreo no es muy clara. El sentido parece ser éste: Israel llegará a poseer la gloria del Señor en la persona del siervo. Por medio del siervo, Dios se sentirá orgulloso de Israel. De una cierta manera, el siervo se identifica o, mejor, representa en su persona a Israel como canalizador de la liberación que van a recibir todos los pueblos para gloria de Dios. Este "mediador" por excelencia lo será después Jesús.

Este tema del ser escogido desde el vientre de la madre es muy bíblico y signo de consagración profética (aparece ya en el v. 1; ver Jr 1; Lc 1). El creyente también está amorosamente destinado en los planes de Dios a que sea el encargado de ir haciendo camino a los hombres hasta que definitivamente lleguen a Dios.

Vuelve a aparecer el tema del nuevo éxodo, tan querido por los profetas del exilio. Ante el Dios que dispersa (cf. Ez 5,10, 6.9, 20,23), está el Dios que reúne (cf. Ez 11,17 34,13, 36, 24). Israel diezmado podrá regresar a Jerusalén, reconstruir el pueblo de Dios y volver a ser la luz de las naciones. Profecías que se han cumplido en la muerte de Jesús y que ahora hay que hacerlas vida en la tarea cristiana.

Esta proximidad del siervo para con Yahvé es la garantía de que los oráculos se cumplirán. De algún modo, el siervo queda constituido en prenda de salvación. Así ocurre con Jesús: en él tenemos la seguridad de que las promesas se cumplirán, de que su reino tiene sentido.

La progresión y distancia que hay entre los términos "desde el seno de la madre - hasta el confín de la tierra" es lo que se llama una fórmula de totalidad. Al siervo se le encomienda toda la tarea de llevar adelante la alianza que Dios ha hecho con su pueblo. A la luz de la resurrección, estas palabras adquieren verdadero sentido. En Jesús se ha cumplido todo esto con perfecta exactitud. Continuar la obra es tarea del cristiano.

EUCARISTÍA 1993/05