INTERPRETACIÓN DE LA MUERTE DE JESÚS

J/MU/INTERPRETACION REDENCIÓN EXPIACIÓN 
PROPICIACION

-DISTINTAS FORMAS DE INTERPRETAR UNA MISMA 
REALIDAD.

La necesidad de cada época y de cada ambiente de hacer 
comprensible el sentido positivo y salvador de la muerte de Jesús 
produjo diversas interpretaciones. Sin embargo, imágenes que en 
unas determinadas circunstancias eran explicaciones muy claras 
pueden, con el paso del tiempo, convertirse en auténticas 
dificultades para nuestra comprensión. Si el término de la igualdad o 
de la comparación que se supone conocido deja de serlo, mal 
vamos a poder entender el segundo término o parte oscura que se 
trata de aclarar. Por ello nos preguntamos si las imágenes y 
representaciones que la piedad, la liturgia y la teología emplean 
para expresar la liberación de Jesucristo revelan o, por el contrario, 
ocultan hoy para nosotros el aspecto verdaderamente liberador de 
la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

"Decimos que Cristo nos redimió con su sangre, expió 
satisfactoriamente con su muerte nuestros pecados y ofreció su 
propia vida como sacrificio para la redención de todos". Pero ¿qué 
significa realmente todo eso? ¿Comprendemos lo que decimos? 
¿Podemos de verdad pensar que Dios estaba airado y que se 
apaciguó con la muerte de su Hijo? ¿Puede alguien sustituir a otro, 
morir en su lugar y continuar el hombre con su pecado? ¿Quién 
tiene que cambiar: Dios o el hombre? ¿Debe Dios cambiar su ira en 
bondad, o es el hombre el que ha de convertirse de pecador en 
justo? Confesamos que Cristo nos liberó del pecado, y nosotros 
continuamos pecando. Decimos que nos libró de la muerte, y 
seguimos muriendo. ¿Cuál es el sentido concreto y verdadero de la 
liberación de la muerte, del pecado y de la enemistad? El 
vocabulario empleado para expresar la liberación de Jesucristo 
refleja situaciones sociales muy concretas, lleva consigo intereses 
ideológicos y articula las tendencias de una época.

Así, una mentalidad marcadamente jurídica hablará en términos 
jurídicos y comerciales de rescate, de redención de los derechos de 
dominio que Satán tenía sobre el pecador, de satisfacción, de 
mérito, de sustitución penal, etc. Una mentalidad cultual se 
expresará en términos de sacrificio, mientras otra, preocupada con 
la dimensión social y cultural de la alienación humana, predicará la 
liberación de Jesucristo.

¿En qué sentido entendemos que la muerte de Cristo formaba 
parte del plan salvífico del Padre? ¿Formaban parte de ese plan el 
rechazo de los judíos, la traición de Judas y la condena por parte de 
los romanos? En realidad, ellos no eran marionetas al servicio de un 
plan trazado a priori o de un drama suprahistórico. Fueron agentes 
concretos y responsables de sus decisiones. La muerte de Cristo, 
como hemos visto detalladamente, fue humana, es decir, 
consecuencia de una vida y de una condenación provocada por las 
actitudes históricas tomadas por Jesús de Nazaret.

No basta repetir servilmente las fórmulas antiguas y sagradas.
Tenemos que intentar comprenderlas para captar la realidad que 
quieren traducir. Esa realidad salvífica puede y debe expresarse de 
muchas maneras; siempre fue así en el pasado y lo es también en el 
presente. Cuando hoy hablamos de liberación, significamos con esa 
expresión toda una tendencia y una encarnación concreta de 
nuestra fe, de la misma manera que cuando san Anselmo se 
expresaba en términos de satisfacción vicaria reflejaba, tal vez sin 
tener conciencia de ello, una sensibilidad propia de su mundo 
feudal: la ofensa hecha al soberano supremo no puede ser 
reparada por un vasallo inferior. Nosotros tenemos una aguda 
sensibilidad para la dimensión social y estructural de la esclavitud y 
de la alienación humana. ¿Cómo y en qué sentido es Cristo 
liberador "también" de esta antirrealidad?"

-MUERTO POR NUESTROS PECADOS. Por medio de los 
sacrificios, los hombres manifestaban su dependencia total de Dios 
y, al hacerlo, suponían que una relación positiva entre la divinidad y 
el hombre quedaba establecida de este modo. La ira divina, 
causada por la maldad humana, era así apaciguada.
Entender la muerte de Cristo como un sacrifico por nuestros 
pecados era fácilmente comprensible cuando las ofrendas cruentas 
estaban en uso entre los romanos y judíos, pero una sociedad como 
la nuestra, en que tal circunstancia no se da, resulta poco 
aclaratorio. Para una correcta comprensión por parte del hombre 
moderno (que nunca, desde luego, será tan viva como en las 
épocas de culto sacrificial), es necesario dar un rodeo, algo así 
como introducir un tercer término en la ecuación. Primero deberá 
entender este hombre de hoy lo que significaba el sacrifico en la 
antigua sociedad y después deberá aplicarlo al caso de la muerte 
de Jesús.

Entendido el sacrificio como entrega total a Dios, vemos que así 
puede entenderse toda la vida de Jesús sin que su expresión 
cruenta añada algo esencial. En la medida en que seguimos el 
camino de obediencia incondicional al Padre, somos salvados.

-NOS REDIMIÓ O POR EL FUIMOS RESCATADOS. Esta forma de 
concebir la redención está relacionada con la antigua esclavitud. 
Para lograr la libertad de un esclavo había que pagar un rescate. 
Así se pasaba de la servidumbre a la libertad. La limitación de esta 
forma expresiva supone que el drama queda entre Dios y el 
demonio, mientras que el hombre no participa más que 
pasivamente. El dueño del esclavo recibe del pagador el precio del 
rescate, sin que el esclavo mismo ejerza ningún papel. Una 
redención así no deja huella o experiencia en nuestra vida. El hecho 
de no sentirnos manipulados por Dios ni por el diablo nos impide 
reconocemos esclavos de nadie.
No obstante, la libertad de Jesús frente a toda manipulación, e 
incluso frente a la muerte superada por él en la resurrección, nos 
permite ser libres y comportarnos de hecho con una libertad que 
nos humaniza.

-PAGÓ EN LUGAR NUESTRO. En una visión jurídica, se 
emplearon también para explicar la salvación categorías tomadas 
del derecho romano. Se trata de la satisfacción. Por el pecado, el 
hombre rompe el orden establecido por Dios, a la vez que le ofende. 
La ofrenda resulta ser infinita porque la dignidad de la persona 
ofendida es infinita. El pago deberá ser también infinito y por ello 
nada puede hacer el hombre. Sin embargo, Dios se hace hombre y 
así repara a Dios infinitamente. Nuevamente la imagen no retrata en 
absoluto al Dios de Jesús que perdona a quienes le ofenden y 
busca por encima de todo el bien del hombre. Más que a Dios se 
retrata la figura de un señor feudal que tiene poder sobre la vida y 
la muerte de sus vasallos, juez severo de todos ellos.
Es cierto que el hombre se encuentra no satisfecho, no 
plenamente hecho. Siguiendo el camino de Jesús, el hombre se 
humaniza. La búsqueda incansable de nuestra definitiva identidad 
(que implica a Dios) no es un sinsentido, porque el hombre tiene 
posibilidad de llegar a ser lo que debe ser.

-EL HOMBRE PUEDE LLEGAR A SU PLENITUD. Todas estas 
imágenes, metáforas o analogías no deben, como hemos visto, ser 
interpretadas demasiado literalmente para no caer en conclusiones 
absurdas y hasta anticristianas, como las que nos pueden hacer ver 
un Dios vengativo y reacio al perdón. En cada una de ellas será el 
punto de semejanza lo que habrá que resaltar para que nos ayude 
a comprender que Dios se nos muestra en Jesús y manifiesta su 
voluntad de hacernos llegar a nuestra plenitud.

Jesús es el primero de todos los que, caminando en una vida de 
servicio a los demás, superan, por la acción de Dios, la limitación 
humana. Es a la luz de la resurrección como toda la obra de Jesús 
debe ser comprendida, deduciendo de ahí su significado para el 
resto de los hombres.

EUCARISTÍA 1991, 16
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