19 HOMILÍAS PARA LOS TRES CICLOS DE LA VIGILIA PASCUAL
1-10

 

1. LUZ/TINIEBLAS 

-La fiesta de la luz

Hemos empezado esta vigilia bendiciendo el fuego nuevo. Desde el viernes, la iglesia era  un hogar sin fuego. Un hogar frío. De hecho, era la comunidad de fieles que velaba un  sepulcro cerrado.

Era la victoria -momentánea- de la muerte sobre la Vida que sumía al mundo en una  oscura noche de terror. Sin embargo, el don de la fe no nos ha abandonado. En el corazón  de cada uno de nosotros estaba vivo el rescoldo de la esperanza. Esta noche el rescoldo se  ha reavivado y encendido. Es don de Dios, que "por su HIjo ha dado a sus fieles el fuego de  su luz". Nuestro hogar ya está encendido. Y andamos de nuevo a la luz de la fe. El cirio  pascual nos precedía, nos hacía penetrar en el santuario de la palabra de Dios y todos, con  ojos maravillados, recorríamos el camino del alba.

"Al principio creó Dios el cielo y la tierra... Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió". La  obra de Dios, el mundo y la humanidad que lo habita, se recortaba sobre la tiniebla y  empezaba el curso de la historia. "Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que  había hecho; y descansó de todo el trabajo que había hecho". La historia de la humanidad  quedaba desde los orígenes orientada hacia la luz eterna y toda la humanidad era invitaba a  penetrar en el reposo de Dios.

La luz se enturbió con el pecado del mundo. La humanidad fue arrojada a las tinieblas de  la incertidumbre y de la muerte.

Dios, sin embargo, de nuevo encendió su luz sobre el caos del pecado y de la muerte.  Abrahán, el padre de los creyentes, contempla la sorpresa de la salvación del hijo. Obra de  Dios. Luz de amor y de esperanza. Y nuevamente la tiniebla del pecado cubre al pueblo.  Nuevamente el Señor enciende el lucero en el éxodo. La luz de Dios ahora tiene un nombre  nuevo: se llama libertad del pueblo. Un pueblo que acaba de acostumbrarse al resplandor  de la luz de la libertad de los hijos de Dios y se enreda y se ensucia con la vana ilusión de  los ídolos de moda. Los profetas lo llaman al orden. Isaías, Baruc, Ezequiel, son focos de luz  -la luz de la fe y de la conversión- que abren rutas de conversión y de realización auténtica  al pueblo desorientado.

Las lecturas de esta solemne vigilia nos han dicho que la fe es una lucha entre la  oscuridad y la luz. La oscuridad del pecado, que lleva a la muerte y a la opresión de los  pobres. La luz de la salvación, que ensalza a los humildes y los realiza según el proyecto de  Dios. El Apóstol nos ha dicho que la luz de la salvación es resurrección en el bautismo.  "Hermanos, consideraos vivos para Dios en Cristo Jesús". El evangelio proclama la Buena  Noticia: el sepulcro cerrado por fuera ha sido abierto por dentro. La oscuridad ha sido  vencida definitivamente. Cristianos, no os equivoquéis: "¿Por qué buscáis entre los muertos  al que vive? No está aquí: Ha resucitado". Fuera de la Iglesia la noche sigue su curso.  Dentro de los corazones de los fieles, la palabra de Dios ha iluminado los horizontes de la  existencia. ¡Aleluya, aleluya!

-La fiesta del agua AGUA/SV:

Llenos de luz salimos a buscar el agua de las fuentes de la salvación. "Te pedimos,  Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente,  para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el bautismo, resuciten con él a la  vida". El agua y la palabra en las manos y con la acción de la Iglesia han hecho el milagro.  De hijos de la ira nos ha hecho pasar a ser hijos en el Hijo. Esta es nuestra grandeza como  cristianos. Y éste es nuestro compromiso. Somos mensajeros de la Buena Nueva de la  salvación de Jesús. El bautismo nos incorpora a Jesucristo. Con él somos luz y llevamos su  vida a todo el mundo. Es necesario que profesemos muy alto nuestra fe.

La profesemos con la palabra valiente. También con el testimonio de nuestras obras. Hermanos, esta noche es necesario que hagamos el firme propósito de tomarnos con  toda seriedad nuestros compromisos cristianos.

Nuestro pueblo, nuestro barrio, nuestra ciudad, necesita el testimonio valiente y claro de  nuestra vida comprometida en la lucha por la salvación auténtica de toda la humanidad. Es  la lucha de las bienaventuranzas, que supone un cambio radical en las ideas y en el  comportamiento de todos.

-La fiesta del pan del tránsito

Iluminados por la fe, purificados por el agua bautismal, estamos invitados a sentarnos en  la mesa de la caridad. Es el banquete de los hijos en la casa paterna. No podemos, sin  embargo, olvidar que pascua significa paso. No nos instalemos en nuestro egoísmo ni en  nuestras seguridades. Traicionaríamos la pascua y echaríamos a perder la salvación de  Jesucristo.

Somos un pueblo de peregrinos. Cristo ha vencido y en él hemos vencido nosotros. Pero  todavía nos queda un buen trecho de camino.

Por eso nos acercamos a la mesa del altar y, tomando el pan y el vino del cuerpo y  sangre del cordero inmolado, Jesucristo, nuestro Señor, comemos nuestra pascua. Como  en tiempos pasados Israel, comemos la cena del Señor de pie, con un pie en el estribo,  decididos a seguir adelante en la ruta de la vida cristiana. Y a aguantar firmes, hasta que él  vuelva. Entonces nuestra pascua será una fiesta plena y Jesucristo sera todo en todos. Hermanos, Cristo ha resucitado. Felices Pascuas. ¡Aleluya!

J. M. ARAGONÉS
MISA DOMINICAL 1986, 7


2.

¡El Señor Jesús ha resucitado! ¡Aleluya! Jamás se anunció a los hombres una buena  noticia que haya traído al mundo tanta paz y tanta esperanza. En esta proclamación serena  y gozosa de nuestra fe se expresa todo cuanto creemos de Dios y de la vida. ¡Este es el día  en que actuó el Señor! ¡Sea nuestra alegría y nuestro gozo!

-El Señor Jesús es glorificado en Dios. Su resurrección no fue el simple retorno a la vida  ni la recuperación de un cuerpo mortal; la resurrección de Jesús es la comunión plena del  Hijo con el Padre, la gloria de la vida nueva en Dios, que hace trascender todo dolor y toda  limitación. En Dios está la fuente de la vida; El atrae a los hombres a la vida plena y eterna  y, en Cristo Jesús, Dios ha conseguido su obra perfecta. Nosotros creemos en el Dios de  Abrahán que no quiere la muerte del hijo sino la vida; creemos en el Dios de Moisés, que  llama a la libertad; creemos en el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que lo levantó  hasta El, liberándolo de la muerte. Nuestra asamblea de hoy es una confesión gozosa,  esperanzada, de Dios salvador y vida de los hombres.

-Jesús entró en comunión plena con Dios por su entrega total al Padre y a los hombres.  En la resurrección de Jesús todo es recuperado. La humanidad, perdida en su mezquino  alejamiento de Dios, había encontrado la mediocridad, el egoísmo, la muerte. Jesús cambió el curso de la vida humana; entregándose a Dios hasta la muerte recuperó  la comunión con Dios, y en El la vida, el amor a todo, la grandeza de espíritu, la paz. El anuncio de la Pascua resuena en nuestro mundo, en nuestras comunidades, en  nuestra vida individual como una luz en la oscuridad de la noche. La noche que nos rodea  es como el símbolo de nuestra vida; tenemos en nosotros tanta duda, tanto fracaso, tanta  convivencia difícil, tanta realización mediocre; hay tanto sufrimiento, miedo, tanta  desaparición progresiva de todo lo que amamos, tanta degradación de la vida, tanta  muerte... El Señor resucitado es una luz que aleja la oscuridad y llena todo de esperanza.  La llama del cirio pascual es un símbolo; la resurrección del Señor nos devuelve la alegría,  la esperanza, la fe en la vida. El enemigo de la vida no es la muerte sino la desesperanza.  En Jesús muerto y resucitado recuperamos la reconciliación con lo que somos y lo que  valemos, y la esperanza en Dios Padre, fuente de vida. Esta luz de fe y esperanza que  sentimos en el corazón jamás se apagará ya.

-Nosotros mismos hemos pasado de muerte a vida. Jesucristo es el Cordero Pascual que  por su sangre nos liberó de la muerte, y por su comunión nos da el Espíritu de la vida. Por  El hemos salido de la esclavitud de Egipto y por la fe y el bautismo hemos entrado en la  tierra prometida del amor y la confianza. La llama del cirio pascual, al ser símbolo del Señor  resucitado, es también símbolo de la vida que nosotros y todos los hombres recibimos de  El. Nuestra asamblea de hoy es también un acto de fe y confianza en el hombre. La vida  humana es posible; la paz, la convivencia, el diálogo, la acogida de todos, el  desprendimiento, el gozo, la esperanza, el amor. Jesús nos reveló de qué modo ama Dios a  los hombres, y también de qué amor gozoso y sacrificado es capaz el hombre que ha  nacido de Dios y vive resucitado en El.

-Esta noche de Pascua tiene en su totalidad un tono bautismal. La resurrección de  Jesucristo nos ha liberado, por la fe y el bautismo, de la desesperación y la muerte. Hoy  recordamos nuestra inmersión en el agua regenadora, nuestra elevación como hijos  resucitados, alimentados y conducidos por el Espíritu. Nuestra posesión de fe y nuestra  renuncia a las tinieblas del pecado van a ser la renovación de nuestro "sí" a Jesucristo, el  avivamiento de nuestra generosidad, nuestra entrega, nuestro servicio.

-El Aleluya Pascual tiene una última resonancia: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis  hermanos que vayan a Galilea; allí me verán". La Pascua provoca el anuncio, la  comunicación gozosa, la esperanza compartida en un mundo complejo y lleno de dolor, la fe  comunicada en una sociedad siempre en peligro de división y desesperanza, la  reconciliación con la vida entre unos hombres que tienen la tentación de huir de la vida y de  la muerte. Seamos fieles a nuestro gozo. Que los hombres experimenten a nuestro  alrededor la posibilidad de una esperanza gozosa, de una generosidad sencilla, de una vida  resucitado y plena. Que por nuestra fidelidad al Señor, todos cuantos nos rodean se  sientan impelidos a vivir también ellos una vida nueva y a cantar el himno de la esperanza y  la alegría. ¡Ha resucitado el Señor! ¡Sea nuestra alegría y nuestro gozo! ¡Aleluya!. 

GASPAR MORA
MISA DOMINICAL 1981, 8


3.

Hemos leído en el evangelio: "El primer día de la semana -es decir, el domingo-, de  madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado". Los  habían preparado para un muerto, pero Jesús estaba vivo. También nosotros, en esta  noche que inicia el gran día de Pascua, hemos escuchado la sorprendente pregunta: "¿Por  qué buscáis entre los muertos al que vive?". No busquemos a Jesús en aquello que hay de  muerte en nosotros sino en aquello que hay de vida. Porque el gran anuncio es: Jesús vive,  Jesús ha resucitado.

Nosotros, hermanos, en esta noche santa, hemos venido aquí a buscar a Jesús, aquel  que fue ajusticiado porque por donde pasaba hacía renacer el destello de la esperanza,  despertaba la alegría del amor. Hemos venido a buscarlo, y hemos podido oír las grandes  palabras: NO ESTA AQUÍ. Su amor no ha quedado tapado por la piedra del sepulcro. Tanto  y tanto esfuerzo y fidelidad no se han perdido para siempre. Tanta esperanza renacida no  ha podido quedar ahogada. No está aquí, en el sepulcro. Hermanos, Jesús no está aquí, no  está en el pozo negro de la muerte.

HERMANOS, JESÚS HA RESUCITADO. La larga historia del amor de Dios es cierta. La  infinita llamada de la gracia del Padre es verdad.

Y esta noche, reunidos por la luz más plena y más gozosa, lo recordamos y lo  celebramos: Jesús, el que va delante de nosotros, aquel cuyo camino queremos seguir, nos  ha abierto las puertas de la vida. Jesús, nuestro guía, ha roto las ataduras del dolor, de la  muerte, de la tristeza, de la cerrazón. Jesús, hermanos, ha resucitado. Jesús, hermanos,  está vivo aquí, por siempre, entre nosotros.

Hemos escuchado esta noche, en esta vigilia de esperanza, una larga historia. UNA  HISTORIA INFINITA DE AMOR que empieza cuando nace el mundo y todo es un gran don  de bondad puesto en manos de los hombres. Una historia que es la liberación de un pueblo  oprimido de las manos de los que lo habían esclavizado: una liberación que es obra de  Dios, que es poder de Dios. Una historia repleta de promesas, repleta de esperanzas, llena  del convencimiento de que, incluso en medio de las situaciones más difíciles, la mano de  Dios estaba al lado de su pueblo para conducirlo un día a la vida y a la libertad.

Hemos escuchado esta noche la larga historia del amor de Dios a los hombres. Y la  proclamación del Aleluya nos ha conducido, como culminación, a oír EL MOMENTO MAS  GRANDE DE ESTA HISTORIA, el anuncio gozoso de la esperanza cumplida para siempre:  el anuncio de Jesús resucitado, el anuncio que es garantía y prenda de vida para todos. El  anuncio de que, por la fuerza de Dios, la vida será siempre, ocurra lo que ocurra, más  fuerte que la muerte, el amor será siempre más fuerte que la cerrazón y el egoísmo, la  esperanza podrá ser siempre, en todas partes, más fuerte que todo dolor y toda  destrucción.

Y nosotros HEMOS CREÍDO este anuncio. Y por eso, como María Magdalena, Juana y  la otra María, todavía con el miedo en el cuerpo -porque miedo tenemos; porque nuestra  vida de cada día sigue siendo tan dura como siempre, y las cosas siguen igual de  complicadas que siempre- con miedo pero llenos de alegría, QUEREMOS DAR A  CONOCER la fe y la esperanza y el amor que nacen de esta noche de Pascua. Queremos  que, siempre, nuestra vida sea hacer presente el gozo de tener a Jesús vivo en medio de  nosotros.

Ahora, en la gracia de esta noche, celebraremos el bautismo de unos niños y  renovaremos nuestro bautismo. Porque del mismo modo que JC se ha levantado hoy  victorioso de la muerte y ha iniciado el camino de la vida más plena, nosotros también,  unidos a su camino, NACEMOS POR EL BAUTISMO A LA ALEGRÍA DE SER  CRISTIANOS, A LA ALEGRÍA DE COMPARTIR, dentro de la Iglesia, todo lo que él hizo,  todo lo que él vivió. Porque así es como llegamos allí donde él ha llegado.

Y luego, reunidos en torno a la mesa que el mismo Jesús nos prepara, nos  alimentaremos de ese pan y ese vino que son su cuerpo y su sangre, su presencia gloriosa,  permanente, viva como nunca, entre nosotros. Esta noche, nuestra Eucaristía será un  estallido de alegría. Porque será comer en la misma mesa en la que come nuestro Señor,  será recibir el pan que él nos parte y el vino que nos pasa, será darnos cuenta de que ÉL  ESTA AQUÍ, SIEMPRE, junto a nosotros, llenando a la Iglesia de su Espíritu Santo,  derramando sobre el mundo entero la llamada a su esperanza. Porque cada vez que  comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos su muerte y proclamamos su  resurrección.

Porque cada domingo, cuando la Iglesia entera se reúne en torno a la Eucaristía, es la  llamada de su Señor resucitado a la alegría.

TENGAMOS, HERMANOS, UNA FELIZ PASCUA. Que cada día, en cada momento,  sepamos descubrir las huellas del amor del Señor que está vivo entre nosotros. Que  nuestro esfuerzo, nuestra fidelidad, nuestro amor, sientan siempre el aguijón del Espíritu del  Señor que nos acompaña. Y ahora, al renovar el bautismo, al celebrar la Eucaristía, que  todo se convierta en un compartir gozosamente la presencia entre nosotros del Señor  resucitado.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1980, 8


4.

La celebración de esta noche culmina en el anuncio evangélico que acabamos de  escuchar: "...¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado".  Jesús el Nazareno, que a lo largo de todo el año hemos contemplado y celebrado: en su  descenso al mundo por la encarnación, en su nacimiento y su manifestación en la Navidad,  en su paso entre los hombres haciendo el bien. Jesús el Nazareno, que hemos  contemplado el jueves santo amando hasta el extremo y, el viernes santo, enfrentado al mal  del mundo hasta ser clavado en la cruz. Este Jesús, el crucificado, ha resucitado: vive hoy,  en el mundo de hoy.

Anunciar la resurrección de Jesús ES PROCLAMAR QUE SU CAMINO ES VALIDO, que  conduce a la vida: que creer en El da sentido también al hombre de hoy; que apoyarse en  El es construir sobre roca, porque es participar en el poder de su resurrección.

-La resurrección de JC y nosotros

Pero esta noche se nos anuncia también: estamos "vivos para Dios en Cristo Jesús". Es  decir, LA RESURRECCIÓN DE CRISTO NOS PERTENECE: es la realidad más profunda  de nuestra historia, de nuestra vida individual y social. ¿Quizás nos parece imposible que  este misterio tan grande forme parte de nuestra vida cotidiana, a menudo tan insignificante,  falta de horizontes, llena de limitaciones y sufrimientos? Ciertamente, CUESTA ENTENDER  QUE EL HECHO PASCUAL ANIME NUESTRAS EXISTENCIAS, nuestras actividades,  nuestros ambientes... Tal vez nos asuste incluso el pensarlo y sintonizamos más bien con  las mujeres que, una vez llegadas al sepulcro y habiendo oído el mensaje de la  resurrección, "salieron corriendo del sepulcro, temblando de espanto. Y no dijeron nada a  nadie, del miedo que tenían". A menudo se nos hace difícil abrir los ojos a la dimensión más  real, pero invisible, de la vida humana, y nos dejamos encarcelar en los límites de aquello  que se ve, en la seguridad de lo que se toca, en la pequeñez de todo lo que motiva nuestra  rutina de cada día... ¡Es tan normal y explicable! Sin embargo esta noche se nos invita a  abrir los ojos a LA VERDADERA DIMENSIÓN DE NUESTRA CONDICIÓN HUMANA:  vivimos para Dios EN JESUCRISTO. No es mirándonos a nosotros mismos como nos  comprendemos. No es partiendo de nosotros mismos como acertamos el camino. Es  partiendo de Cristo y contemplándolo que podremos avanzar en la realización de nuestra  tarea humana.

También vale para nosotros, mujeres y hombres de hoy, el mensaje dirigido a los  discípulos: "El va por delante de vosotros". Vivir cristianamente es entender y vivir la  existencia con los ojos fijos en Cristo, que va por delante de nosotros. Y SEGUIRLE. Un  seguimiento que conducirá siempre a la CRUZ, porque conlleva un estilo de vida que choca  con el egoísmo, la injusticia, el pecado...; pero también nos conducirá a participar  plenamente en la resurrección: "el crucificado... ¡ha resucitado!"

-Comunión sacramental y vida nueva

Todo esto no es un sueño. Todo esto es posible porque mediante el bautismo "nuestra  existencia está unida a él": hemos sido "crucificados" y "sepultados" con Cristo, pero para  participar también en su resurrección. COMUNIÓN SACRAMENTAL, es decir, misteriosa,  pero real con el Señor, en su victoria sobre el pecado y su vida para Dios.

Ahora bien, esta comunión con el Señor, si bien es real, debe llegar a su plena  realización en nuestra historia concreta. Se trata, pues, de EMPRENDER "UNA VIDA  NUEVA" de no ser "esclavos del pecado". Quizás, como las mujeres que fueron al sepulcro,  experimentamos miedo ante el camino que debemos recorrer en un mundo y en una  sociedad donde imperan todavía las fuerzas de la muerte. Pero escuchemos y acojamos en  nuestro corazón el mensaje pascual: "No os asustéis... El va por delante de vosotros". Así, estimulados por este anuncio gozoso -como las mujeres que se pusieron en  movimiento, ¡MUY TEMPRANO!-, nos lanzaremos ardorosamente a la lucha por el triunfo  en nuestro mundo, aún crucificado, de la vida nueva del Dios de la vida... Y quizá, si  confiamos en el poder de la resurrección de Cristo, ¡VEREMOS SALTAR MAS DE UN  PIEDRA SEPULCRAL!

J. RAMBLA
MISA DOMINICAL 1985, 8


5.

Frase evangélica: «Ha resucitado, como había dicho» 

Tema de predicación: LA RESURRECCIÓN DE CRISTO 

1. Ningún relato evangélico describe directamente la resurrección de Jesús. Todos ellos  afirman lo que «ha ocurrido» mediante un anuncio (del ángel, voz de Dios) y una  explicación (catequesis para profundizar la fe). Ni la tumba vacía ni el temblor de la tierra  explican lo sucedido. Es una buena noticia que se debe anunciar a los hermanos y a todo el  mundo. Es un hecho de fe.

2. La resurrección -tanto de Jesús como de los muertos- es el centro de la experiencia  cristiana y el núcleo básico de la fe. La Iglesia apareció como comunidad de creyentes en el  Resucitado y de testigos de la resurrección. La primera confesión de fe -«Jesús es el  Señor» (Rom 10,9)- proclama el señorío de Jesús o su victoria sobre la muerte por iniciativa  de Dios. Jesús anunció su propia resurrección, luego proclamada por María Magdalena y  por los discípulos. En definitiva, la fe es fe en la esperanza, y la esperanza es esperanza de  resurrección. Esto es lo que los primeros cristianos creyeron y anunciaron.

3. Según la tradición bíblica, la resurrección de los muertos es respuesta al drama de la  muerte; una respuesta que se fundamenta en Dios, fuente de la vida y señor de la justicia.  Se alcanzará la plenitud del reino con la victoria sobre la muerte. La resurrección ilumina no  sólo el destino personal, sino el del mundo, que también aspira a la redención total. El  mensaje de la resurrección amplía y profundiza las fronteras de la experiencia humana,  encerrada entre el nacimiento y la muerte. Sabemos por fe que en el fondo del ser humano  hay un germen de vida nueva, revelada por Jesucristo.

4. La resurrección cristiana, tal como se entiende desde la fe, es resurrección de los  muertos: no es transmigración del alma ni reencarnación. Comienza a morir y a resucitar el  que cree, se bautiza, participa en la eucaristía y se entrega a su prójimo, porque tiene a  Dios consigo, es miembro de Cristo. La fuerza de la resurrección se refleja en la vida  humana.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Qué efectos tiene en nosotros la fe en la resurrección? 

¿Por qué hay tantas resistencias a creer en la resurrección? 

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 116 s.


6.

-Esta es nuestra fe

Acabamos de escuchar el anuncio alegre, lleno de esperanza, el anuncio del triunfo de la  vida sobre la muerte. La fuerza de la verdad y del amor no es un deseo piadoso, sino una  realidad.

Hermanos: JC ha resucitado.

"¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. El va por  delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo": "Cristo, una vez resucitado de  entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre El". Esta es  nuestra fe, esto es lo que caracteriza al cristiano: creer en la fuente inagotable de vida, de  amor, de todo bien que es JC para todos los hombres, para cada uno de nosotros. Esta es nuestra fe. Basada en la experiencia de la fe de la comunidad de los apóstoles  que vive la presencia de JC resucitado entre ellos. Y esta experiencia les transforma. Y  esta experiencia es la que comunican.

-La importancia de decirlo y repetirlo

En las narraciones evangélicas que nos hablan del sepulcro vacío y de la presencia de  JC resucitado en la comunidad de los apóstoles, es muy importante este hecho del anuncio  (unos a otros) de esto que para ellos es la gran noticia: JC ha resucitado. Las mujeres, los  discípulos de Emaús, los apóstoles, todos se lo van anunciando, se lo van repitiendo: Ha  resucitado.

También nosotros, en esta noche luminosa, nos lo hemos de decir y repetir, como el  hecho fundamental de nuestra fe, como aquello que da sentido y fuerza a lo que somos y  hacemos. Cristo, el Señor, ha resucitado, vive. No lo hemos de buscar entre los muertos,  sino en los vivos; no lo hemos de localizar o identificar con unas costumbres, o con nuestra  manera de imaginarlo. Si JC vive, quiere decir que actúa más allá de todos nuestros  intentos de limitarlo. Quiere decir que su vida tiene una potencia transformadora en todos  los hombres, en todo el mundo. Esta es nuestra fe que hemos de anunciar una y otra vez  con alegría, con energía, con esperanza activa.

Necesitamos anunciarlo para que así dé fuerza, más fuerza, a nuestra fe. Cada reunión  cristiana, cada eucaristía, es este anuncio: JC vive, actúa, en la comunidad de los  creyentes. Si lo anunciamos, si lo creemos y celebramos, también lo viviremos.

-Lo que el bautismo inició

Lo viviremos, porque la vida de JC resucitado ha de estar en nosotros. Es esto lo que  quiso expresar y realizar nuestro bautismo. Sumergidos en JC para ahogar todo lo que hay  de mal y de pecado en nosotros, para impregnarnos de su verdad y de su amor. Pero el  bautismo fue un compromiso y una realidad iniciales, que han de crecer más y más en  nuestra vida. La resurrección de JC es una realidad de triunfo de la vida que nadie nunca  podrá anular, que no puede fracasar, pero que debe ir penetrando en el mundo de los  hombres, debe ir vivificando, progresando hacia la plenitud del Reino de Dios.

También en cada uno de nosotros esta semilla, esta levadura, debe ir creciendo, debe ir  luchando contra todo mal, debe comunicarse a otros. Por eso la celebración de hoy, para  cada cristiano, es una celebración de renovación, de nueva decisión para progresar. Hermanos: estamos comprometidos en este camino, en esta lucha. JC va por delante, es  nuestro camino, nuestra luz. Como el pueblo judío fue liberado de la opresión y conducido  hacia la tierra prometida, también nosotros hemos de sentirnos pueblo liberado, llamado a  la Vida. Es una gracia de Dios, pero es también un compromiso nuestro...

Que en esta noche, que hemos recordado la acción salvadora de Dios en la historia del  hombre, en esta noche que celebramos el hecho decisivo de la Resurrección gloriosa de  JC, en esta noche que recordamos y renovamos nuestro compromiso bautismal, que  participamos gozosamente en el banquete eucarístico del Señor (en la misa más solemne  del año), en esta noche todos nos sintamos renovados en nuestro camino, liberados del  mal y de la muerte, llamados a progresar hacia el Reino de verdad, de amor, de justicia, de  libertad (en una palabra) de vida, que Dios Padre quiere para todos nosotros.

El Espíritu de JC resucitado está en nosotros: lo creemos, lo anunciamos, lo celebramos.  Hermanos: que también lo vivamos.

Ahora y por los siglos de los siglos. 

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1987, 8


7.

-Ha resucitado...

La celebración de esta noche -la Vigilia de Pascua- es la gran celebración de la  comunidad cristiana. El camino entero de la Cuaresma culmina en esta celebración. Porque  esta noche resuena entre nosotros UN ANUNCIO DECISIVO Y SORPRENDENTE: Jesús  ha resucitado.

Esta afirmación capital es el fundamento de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestra  comunidad: Jesús, con su resurrección, ha vencido a la muerte. Jesús es el Viviente, la vida  en plenitud, la vida para siempre.

Aquel rumor que empezó junto al sepulcro de Jesús, aquella noticia que se transmiten los  primeros cristianos con una mezcla de alegría y de desconcierto, NOS LLEGA esta noche a  TODOS NOSOTROS: Ha resucitado.

Aquellos primeros creyentes experimentaron que ese anuncio trastornador hacía renacer  su esperanza decaída, transformaba radicalmente sus vidas, los convertía en mensajeros  inexcusables de la Buena Noticia, los impulsaba a luchar sin desfallecimiento por el Reino  que Jesús inauguraba con su resurrección. AQUEL ANUNCIO SORPRENDENTE,  aceptado con fe, LOS CONVERTÍA EN HOMBRES NUEVOS.

Nosotros recibimos hoy aquel mismo anuncio: Jesús ha resucitado. ¿QUE SIGNIFICA PARA NOSOTROS? ¿Qué transformación produce en nuestras vidas  esta Buena Noticia? Os invito a pensar en ello muy seriamente. Porque a veces me da  miedo que hayamos aguado este anuncio subversivo, que nos hayamos acostumbrado a él.  Temo que no lo creamos verdaderamente, o -lo que en el fondo es lo mismo- que no lo  vivamos plenamente.

-... y va por delante de vosotros a Galilea

Jesús ha resucitado y vive. Este anuncio NOS AFECTA MUY DE LLENO. Las mujeres buscaban a Jesús en el sepulcro, en el pasado. "No está aquí. Va por  delante de vosotros a Galilea". El está vivo.

Su resurrección hace que Jesús no sea un personaje fijado por la muerte en el pasado.  No podemos buscar entre los muertos a aquel que vive.

Creer en la resurrección no es recordar con admiración un acontecimiento pasado.  CREER EN LA RESURRECCIÓN significa saberlo descubrir PRESENTE Y VIVO en  nuestra historia, en nuestras vidas. Significa saber que EL ES EL QUE VA DELANTE DE  NOSOTROS, el guía de nuestra existencia, el que nos conduce.

RS/FT-VICTORIA:En el Concilio de jóvenes de Taizé se decía: "Jesús resucitado viene a  animar una fiesta en el corazón del hombre". CREER EN LA RESURRECCIÓN significa  VIVIR intensamente el gozo, LA FIESTA DE LA VICTORIA DE JESÚS sobre la muerte.  Creer en la Resurrección nos hace VIVIR LA LUCHA con esperanza, CON ALEGRÍA,  sabiendo que luchando como él venceremos también como él.

El nos precede. CREER EN LA RESURRECCIÓN significa, en definitiva, SEGUIRLE.  Tomar parte en su mismo combate, viviendo íntimamente la fiesta de su victoria.

-Su vida en nosotros

Jesús ha resucitado y vive entre nosotros. Su luz ilumina nuestras tinieblas. SU VIDA  NUEVA VIVE TAMBIÉN EN NOSOTROS. Nos lo recordaba el apóstol Pablo: hemos sido  incorporados a Jesús por el bautismo, y por ello, su destino es al propio tiempo nuestro  destino. LA PASCUA DE JESÚS, su paso de la muerte a la vida, SE REPRODUCE EN  NOSOTROS.

Creer en la resurrección es vivir esta vida nueva que nos viene de Cristo y que iniciamos  en nuestro bautismo. Una vida nueva que supone morir a todo cuanto es pecado,  esclavitud, muerte, para poder vivir más plenamente todo cuanto es vida, amor, libertad. Creer en la resurrección es hacer que esta vida nueva CREZCA en nosotros. CREER EN  LA RESURRECCIÓN ES RESUCITAR PROGRESIVAMENTE.

Por ello, esta noche de Pascua RENOVAMOS EL COMPROMISO DE NUESTRO  BAUTISMO, el compromiso de vivir con mayor plenitud su mensaje, su vida nueva. Que la eucaristía de esta noche de Pascua suponga para todos nosotros una verdadera  RENOVACIÓN. Que cada uno de nosotros y todos juntos formando comunidad sepamos  creer y vivir la resurrección de Jesús.

ELISEO BORDONAU
MISA DOMINICAL 1975, 7


8. RS/REVOLUCION

"¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado". Cristo vive para siempre.

Esta es la gran noticia de esta noche.

La luz ha disipado definitivamente las tinieblas. Todo es nuevo. Todo puede volver a empezar de verdad. Todo es posible. Esta noche hemos vuelto a inaugurar el fuego que iluminó los albores de la existencia.  Hemos encendido de este fuego nuevo, el cirio pascual, que nos ha puesto en camino,  como pueblo de Dios, iluminado por Cristo.

Hemos cantado con gozo "la luz de Cristo", luz gozosa y santa que nos trae la vida  transformadora de Dios. De esta luz hemos ido encendiendo las candelas que han  iluminado nuestros rostros, expresando así que hoy, este anochecer, cada uno de nosotros  renace a la vida nueva. Nacemos de nuevo. Recuperamos los caminos de la auténtica  libertad.

-Nuestra historia 

La historia de nuestra libertad -como hemos contemplado en las lecturas- empieza con el  nacimiento de toda la naturaleza. El Espíritu creador alentó sobre la faz de la tierra  haciendo posible que la vida se multiplicara maravillosamente y se llenara de dinamismos y  colores y exuberancia. El hombre y la mujer pudieron empezar su aventura apasionante.  Después Dios se fijó en un pueblo concreto, el pueblo hebreo, para conducirlo hacia la  libertad, como signo de lo que quiere para toda la humanidad. Los hijos de Abrahán vivían  en terrible esclavitud en Egipto y el Señor les hizo pasar a pie enjuto el Mar Rojo sin ningún  peligro. Dios liberó a su pueblo, fiel al pacto de amor. Como la lluvia y la nieve fecundan la  tierra, así el Espíritu de Dios le guiará y le devolverá la esperanza.

Un Espíritu capaz de "cambiar los corazones de piedra por un corazón de carne",  sensible a la voluntad de Dios y a las necesidades de los demás. Esta historia del pueblo de Israel es también nuestra propia historia. Dentro de pocos  momentos renovaremos las promesas de nuestro bautismo. Lo haremos teniendo en la  mano otra vez las candelas encendidas, signo de nuestro compromiso para ser luz en  medio del mundo. Habremos bendecido el agua que fecunda la vida de los nuevos  cristianos. Con alegría en los ojos diremos un sí a la vida, a la plenitud, al gozo de darse, a  la esperanza, a la sencillez, a la paz.... sí a Jesucristo, la expresión del amor del Padre, sí al  Espíritu que nos empuja a ser fieles a nuestro bautismo, a morir al pecado para resucitar  con Cristo.

-Cristo nos precede y confía en nosotros 

"No temáis... id a decírselo también a los demás". Este anuncio gozoso que hemos  escuchado y que hemos contemplado con el corazón, que gira completamente la historia de  la humanidad...

Esta buena Noticia no nos la podemos quedar para nosotros solos. Hemos de comunicarla, hemos de transmitirla a través de nuestra manera de vivir  ilusionada, pacificadora, contagiosa...

"No temáis, El os precede a Galilea". Cristo va delante nuestro. Cristo abre la marcha por los caminos del mundo. No tengamos miedo. El camina con  nosotros, pondrá en nuestros labios y en nuestras manos palabras y gestos eficaces para  extender el reino de Dios allí donde estemos: en casa, en el trabajo, en el barrio, en la  enseñanza, la sanidad, el campo...

Dios nos ama. Confía en nosotros como confió en el pueblo de Israel. Como confió en  Abrahán y los profetas. Como confía en María y los apóstoles y en aquellas mujeres que se  acercaron al sepulcro.

"En Cristo ha resucitado el mundo, el cielo y la tierra". Toda la naturaleza. Toda la  historia de la humanidad. La paz es posible. Tenemos la garantía de que el mundo será glorificado, transformado, dignificado, libre.

HOY, CON EL, TODO VUELVE A NACER.
HOY, CON EL, TODOS HEMOS VENCIDO.
CRISTO HA RESUCITADO. NOSOTROS SOMOS TESTIGOS.

JOSEP M. FISA
MISA DOMINICAL 1991, 6


9.

Si muchos contratiempos y fracasos hubo en la vida de Jesús, el Viernes Santo fue el  fracaso total y definitivo suyo y de su plan. Allí quedaban, colgados de la cruz, como  espantajos expuestos al público escarnio, él y sus ideas de amor, justicia, fraternidad...  Todo lo que él había hecho, para nada. Pudieron los hijos de Satanás y su autoridad. Poco  importaba que aquel "peligroso" se "hiciese" Hijo de Dios. Ya terminó todo; y con él su plan. 

No era factible todo lo que aquel hombre hacía y decía y había que eliminarlo. La palabra  de los poderosos, frente a Jesús, fue NO; y ahora ese NO ha conseguido su victoria. Pero Dios dijo SI; y el NO de los hombres, quienes lo dieron, quedan descalificados. Por  supuesto que hay quien sigue diciendo NO; pero algunos (algunas mujeres, nos dice el  Evangelio de hoy) saben que aquel hombre estaba en lo cierto; saben que ha resucitado,  que vive y que, a partir de ahora, su plan es ya imparable. Pero Jerusalén (la que asesina a  los profetas y apedrea a los que le son enviados) sigue en abierta oposición a Jesús); claro  que Jerusalén ya no tiene ningún porvenir, y esto debería hacerla temblar; sin embargo, de  momento, quienes tiemblan son quienes creen en Jesús; porque aquel pozo de muerte que  es Jerusalén es para temerle. Pero el ángel les sacará de dudas: "vosotras no temáis";  Jerusalén tiene motivos para echar a temblar, pero vosotras estad tranquilas; vosotras  habéis optado por la vida; "ya sé que buscáis a Jesús el crucificado"; ya sé que, a pesar de  las apariencias, aunque todo parece indicar que Jesús estaba equivocado, vosotras habéis  apostado por él y ahora podéis estar tranquilas: él vive y vosotras, testigos de su  resurrección, tenéis ahora una misión: anunciar esta Buena Noticia a los hombres.

Y aún hay más; el ángel les dejará como mucho, ver el sitio donde ha yacido Jesús; pero  no las dejará entrar; que se olviden del sepulcro; que se olviden del Jesús muerto porque  no hay tal. Jesús está vivo. El sepulcro, la cruz, Jerusalén y los que llevaron a Jesús a la  muerte: todo eso ya no va a ninguna parte; no merece la pena molestarse en eso.

GALILEA/JERUSALEN: Ahora lo importante será marchar a  Galilea; dejar Jerusalén, lugar que sólo produce muerte, con su secuela de cruces y  sepulcros; eso ya ha quedado descartado. Jesús no va por esa línea, y sus discípulos  tampoco pueden ir por ahí. Jesús sigue el camino de la vida, rompiendo con toda clase de  muerte, e invita a sus seguidores a apostar por la vida.

En Jerusalén, centro de la ley, de los fariseos y letrados, del Templo, del legalismo... allí  no es posible conseguir la vida; hay que marchar a Galilea para encontrarse con la vida;  hay que dejar el sepulcro y marchar donde está reunida la comunidad. Allí le veréis, dirá el  ángel a las mujeres; no le verán en Jerusalén, porque es imposible encontrarse allí con la  Vida; hay que marchar a la comunidad: allí encontrarán a Jesús vivo.

Y sólo cuando ellas aceptan esta realidad; sólo cuando ellas deciden romper, a su vez,  con Jerusalén y todo lo que ella significa, se encuentran con el resucitado. Todo el plan de Jesús vuelve a estar en pie, y ahora de una forma definitiva; su  resurrección es, ante todo, una llamada urgente a la continuidad; su resurrección es una  afirmación de la autenticidad de sus palabras y un urgir a que, quienes se encuentren con  él, continúen transmitiendo su vida a los hombres, un urgir a seguir luchando y trabajando  para ir alumbrando ese mundo nuevo que él mismo anunció e inauguró con su vida.

C/LUGAR-TEOLOGICO: A partir de este instante, la comunidad -lugar donde es posible  encontrarse con Jesús, lugar donde él vive, lugar donde él se manifiesta-, prolongación de  Jesús, debe ser también prolongación de su misión. En definitiva, el Evangelio de hoy -la fiesta que esta noche celebramos- nos invita a dos  cosas bien sencillas y bien urgentes:

1. Romper de manera definitiva con todo lo que sea o suponga muerte, romper con todo  lo que no lleve a la vida, abandonar la oscuridad, el miedo, la angustia, y marchar gozosos  al encuentro de la vida. Romper con Jerusalén y marchar a Galilea.

2. Apostar y trabajar por el nuevo mundo, viviendo en comunidad, no es una locura sino  la única realidad posible para el hombre; el único camino "humano". Lo que él hizo es lo que  el mundo necesita. Hacer lo mismo que él hizo es la tarea de la comunidad: ser  continuadores de su obra.

Intentar vivir así la resurrección es superar la tentación de reducir una fiesta como la de  hoy al simple "recuerdo de hechos pasados" y ser capaz de descubrir que Jesús ha  resucitado es más, mucho más, que una simple garantía de inmortalidad: es una garantía  de que VIVIR como hermanos, ser plenamente hijos de Dios, es una posibilidad que  podemos conquistar ya aquí.

DABAR 1981, 23


10.

-Una historia de amor que llega a su término en Jesús  Jesús, el crucificado, nos ha llamado esta noche a estar con él. Y nosotros hemos venido  aquí a compartir con él la noche de la gran alegría.

Desde el inicio de todo, se iba preparando esta noche. Desde que Dios, al principio,  cuando sólo había tiniebla y abismo, hacía surgir el cielo y la tierra, y la luz, y todos los  seres vivos, y el hombre y la mujer. Desde entonces, se preparaba esta noche. Desde  entonces, Dios guiaba el camino de la humanidad, y se mostraba como un Dios que ama a  los hombres, y rompe las esclavitudes, y promete siempre bondad y vida.

Desde el inicio se preparaba esta noche. Hasta que llegó aquel momento en que un  hombre como nosotros, hijo de una doncella de pueblo, carpintero de oficio, Jesús de  Nazaret, vivió esta vida con todo el amor: con aquel amor tan pleno, tan total, como sólo  puede vivirlo Dios mismo.

Jesús de Nazaret. El, que hizo florecer a su alrededor tanta esperanza, tanta fe, tanta  ilusión renovada en los pobres y los débiles. El, que enseñó con su estilo de vida cómo se  puede ser realmente feliz. El, que no se detuvo en su camino de amor ni ante la amenaza  terrible del suplicio de la cruz.

Jesús, el crucificado, nos convoca a su alrededor. Nos convoca a nosotros, y con  nosotros a tantos hermanos y hermanas, en tantos lugares del mundo. Tantos hermanos y  hermanas que hoy celebran como nosotros esta noche santa.

-(A veces nos desanimamos y dudamos del camino de Jesús 

Jesús nos convoca para que nos llenemos, nos empapemos, de los frutos de esta  historia que Dios ha guiado desde el inicio. Jesús nos convoca para que vivamos con él los  frutos de su amor, de su entrega, de su fidelidad hasta la muerte en cruz. Por eso, esta  noche es una noche de gran alegría.

A veces, mirando nuestro mundo, y mirándonos a nosotros mismos, podemos tener la  tentación de pensar que el camino de Dios, el camino de Jesús, el camino del Evangelio,  son unos ideales muy bien intencionados pero que no conducen a ninguna parte. A veces  tenemos la tentación de olvidarnos de las llamadas al amor, al servicio, a la justicia, a la  preocupación por la dignidad de todo hombre. A veces tenemos la tentación de  desanimarnos, de contentarnos con ir tirando, de no querer aprender a ser un poco más  cristianos cada día.

-Jesús quiere que vivamos su felicidad y seamos portavoces de ella  Jesús nos convoca esta noche para que no nos pase todo eso. El, el crucificado, el que  tenía más motivos que ninguno de nosotros para dejarlo correr todo, llegó hasta el final, fue  fiel hasta el final.

Y ahora nos dice: vale la pena, la felicidad está aquí, el amor es la única felicidad, Dios  es la única felicidad.

Y nos dice también: no tengáis miedo, aunque a veces os desaniméis o incluso os echéis  atrás y seáis infieles; no tengáis miedo, porque yo estoy con vosotros y os tiendo la mano y  os ayudo a ir adelante.

Y nos dice aún más: todo eso, anunciadlo por todas partes; ayudad a los que tenéis a  vuestro alrededor a vivir con más amor, cread alrededor vuestro -en la familia, en el trabajo,  con los amigos, con los vecinos- un clima que favorezca la estimación, el desprendimiento,  la preocupación por el bien de todos.

Jesús, esta noche, nos ha convocado para que vivamos su misma alegría. El, muerto por  amor, vive ahora la felicidad de Dios. Y quiere que nosotros la vivamos también, y sepamos  ser portavoces de ella.

El nos acompaña en este camino. El está con nosotros, a nuestro lado. El nos ha dado  su mismo Espíritu, el Espíritu de su vida nueva. El nos reúne como comunidad de  hermanos, para que nos sepamos dar fuerzas unos a otros. El nos reúne alrededor de su  mesa, para ser él mismo nuestro alimento para el camino.

Hermanos, amigos. Que la Pascua de Jesús nos llene de alegría, de ganas de vivir, de  deseo de ser cristianos de verdad. 

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993, 6

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