COMENTARIOS A LA SEXTA LECTURA
Ba 3. 9-15/32-4. 4 

 

1.  

La naturaleza está tan bien ordenada que debe conducir a Dios. Pero no ha sido así y ha sido Él quien se ha manifestado gratuitamente (vv. 37-38),  transformando la búsqueda filosófica del hombre en una historia y en una manifestación  divina. La búsqueda de la inteligencia de las cosas no puede llegar hasta el final de sí  misma sino en cuanto encuentra a Dios revelándose. Pero no se revela para explicar la naturaleza sino para manifestar su voluntad, que es una  voluntad de amor y de salvación.


2.

La figura de Baruc, el secretario del profeta Jeremías, fue objeto de varias leyendas.  Según una de ellas, después de acompañar a Jeremías a Egipto y de la muerte de éste, se  trasladó a Babilonia, entre los desterrados. No es extraño, pues, que un libro tardío (de los  siglos II o I a C), que aparenta situarse en tiempos del exilio, lo acoja como autor.

- "Escucha, Israel, mandatos de vida...": La exhortación de este libro deuterocanónico se  dirige aparentemente a los desterrados en Babilonia, como un recurso literario para hablar  de la situación presente. Toma el tema deuteronómico que subraya la estrecha relación que  hay entre el cumplimiento de los mandamientos y la vida. Además introduce una aportación  sapiencial por medio del término "prudencia": los preceptos son la sabiduría que lleva a la  vida.

- "... que estés contaminado entre los muertos": Israel en el destierro es como un muerto  que contamina (Lv 21,1-4). Vive en medio de un pueblo pagano que no cumple los  preceptos; es, por tanto, como si se hallara entre "los habitantes del abismo". La causa ha  sido el abandono de la "fuente de la sabiduría" que es el mismo Dios. Dios condujo a Israel  por el desierto hacia la tierra prometida, la tierra del reposo. Al abandonar los preceptos,  Israel abandona el camino que lo conduce a la paz.

Por otra parte, la fidelidad a Dios se concreta en tres actitudes: "la prudencia", "el valor" y  "la inteligencia" que llevan a obtener tres dones: "la vida larga", "la luz de los ojos" y "la  paz".

"¿Quién encontró su puesto?": La Sabiduría es como un tesoro escondido que está en  manos de Dios y que ha manifestado en la creación: en los animales, en la luz y las  estrellas... Y sobre todo la ha dado a conocer a Israel. Su presencia ha sido palpable,  "apareció en el mundo y vivió entre los hombres" (aplicación plena a Jesucristo). Israel la ha  conocido en "el libro de los mandatos de Dios", en la Ley. 

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1988, 8


3.

Con un lenguaje y una forma típicamente sapienciales, Baruc nos muestra cuál es el  camino que conduce a obtener la vida y la felicidad. Se trata de mantenerse fieles a la  Palabra o Sabiduría de Dios, que El dio a Israel y quedó plasmada en la ley y "los mandatos  de Dios". El texto es una exhortación a avanzar por este camino de fidelidad a Dios, puesto  que cuando Israel se ha apartado de él, le han sobrevenido los mayores desastres.

JOSÉ ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 8


4.

Caminad a la claridad del resplandor del Señor. El exilio en Babilonia llevó a los  creyentes judíos a replantear su fe. El profeta, en este fragmento, atribuye los males que le  han ocurrido al pueblo al hecho de que había "abandonado la fuente de la sabiduría". Esta  "sabiduría" no es fruto de la búsqueda del hombre, sino un don de Dios. Los cristianos  identificaron la Sabiduría: Jesús. El camino de la felicidad ya no consiste en seguir unos  preceptos, sino a una persona...

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 6


5. J/SABIDURIA-DE-D:

-La Sabiduría, fuente de vida; la Palabra eficaz

Ser transformado significa aceptar un guía y al mismo tiempo una ley para poder caminar  y progresar. El texto del profeta Baruc presentado en esta 6ª lectura (Bar 3, 9-15. 32--4, 4)  ensalza esa sabiduría que se da a los que han recibido una vida nueva en el agua y en el  Espíritu.

Lo importante para nosotros, en el concepto litúrgico, es Ia interpretación cristiana y  cristológica de este poema. Si está claro que en el contexto inmediato la Sabiduría de que  se habla, no puede ser personalizada, en esta Sabiduría ha visto la Iglesia a Cristo mismo.  Nos encontramos aquí ante una tradición muy firme en la interpretación de la Iglesia. Los  Libros Sapienciales dan una visión rica pero también compleja de la Sabiduría. Se describe  a la Sabiduría conviviendo con Dios (Sab 8, 3), y por otra parte es como un soplo del poder  divino, efusión purísima de la gloria del Todopoderoso (Sab 7, 25). San Juan es quien lleva  al máximo la identificación de la Sabiduría con Cristo mismo. En numerosos pasajes aplica  a Cristo lo que los Libros Sapienciales dicen de la Sabiduría. La Sabiduría está junto a Dios  desde el principio del mundo (Prov 8, 22-23; Qo 24, 29; 6, 22). De la misma manera  presenta Juan al Verbo de Dios en su Prólogo (Jn 1, 1), pero también en la oración que  sigue a la Cena (17, 5). La Sabiduría es efusión de la gloria de Dios (Sab 7, 25); para Juan,  el Verbo es manifestación de la gloria del Padre (Jn 1, 14; 8, 50, 11, 4; 17, 5.22; 24). La  Sabiduría es resplandor de la luz eterna (Sab 7, 26), mientras que Jesús viene de Dios que  es luz (1 Jn 1, 5). La Sabiduría alumbra el camino de los hombres (Qo 1, 29) y el Verbo es  la luz del mundo y de los hombres (Jn 1, 4-5; 3, 19; 8, 12; 9, 5; 12, 46). La Sabiduría viene  del cielo y quiere permanecer entre los hombres (Prov 8, 31; Qo 24, 8; Bar 3, 29.37; Sab 9,  10.16.17). Jesús, el Hijo del hombre, bajó del cielo (Jn 1, 14; 3, 13.31; 6, 38; 16, 28). La  Sabiduría tiene como misión revelar a los hombres las cosas de lo alto (Sab 9, 16-18), y de  la misma manera Cristo revela a los hombres lo que sabe por el Padre (Jn 3, 12; 3, 11.32;  7, 16; 8, 26.4u; 15, 45; 17, 18). Estos paralelos pueden ir más lejos aún, pero quizá sería  forzarlos. Nadie podría negar razonablemente en estos textos una coincidencia  intencionada. En cualquier caso, este paralelismo no es sólo cosa de Juan, sino que esta  misma apropiación nos la dan los Sinópticos. El llamamiento de Cristo: "Venid a mí todos los  que estáis cansados y agobiados" (Mt 11, 28-30) se refiere evidentemente a los textos de  los Proverbios (3, 17) y al Eclesiástico (24, 19; 51, 23). También san Pablo ve en Cristo la  "Sabiduría de Dios" (1 Co 1, 24). Los bautizados, todos los cristianos, deben reconocer esta  Sabiduría y seguir su enseñanza: "Ella es el libro de los mandamientos de Dios y cuantos la  guarden vivirán". Se trata, pues, de volver a ella y de caminar hacia su resplandor. Este es  el privilegio del bautizado. El salmo 18, propuesto como responsorio, nos hace cantar:

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

Esta sabiduría que ha de guiar a los bautizados la pide instantemente al Señor la oración  conclusiva: defiende con tu constante protección a cuantos purificas en el agua del bautismo.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 131 s.


6. /Ba/03/09-15   /Ba/03/24-38   /Ba/04/01-04 SB/RV-HORIZONTAL 

Dentro del libro de Baruc, el fragmento 3,9-4,4 pertenece a la literatura sapiencial  posexílica. La sabiduría es para el Israel del preexilio, junto con la palabra profética  («revelación vertical»), una nueva «revelación horizontal» que intenta conocer la voluntad  de Dios mediante la observación de la naturaleza, de la historia y de la vida humana. La  sabiduría tiene una dimensión humana universal, es una philosophia perennis. En la época  preexílica, la fe yahvista y la sabiduría manifiestan escasos puntos de contacto, mientras  que en el posexilio que es la época de nuestro fragmento, ambos elementos están  vinculados. La sabiduría pasa a ser el concepto central de la teología israelita y contempla  la acción de Dios en la historia. El mundo de la sabiduría es, sin duda, común a Israel y a  los pueblos vecinos; pero cuando Israel traduce su fe al lenguaje de la sabiduría consigue,  mediante esa traducción, una mayor certeza de fe. Los escritores neotestamentarios  encuentran en la especulación sapiencial del AT la relación preterrena de Cristo con Dios,  su participación en la obra creadora y su significado para los hombres.

Nuestro texto hace el elogio de la sabiduría con gran riqueza de imágenes evocadoras de  una profunda teología. Movidos por esta sabiduría, los israelitas han de encontrar el sentido  de su destino observando los mandamientos que conducen a la vida y a la felicidad. El  pueblo escogido es castigado con el destierro por no haber observado la ley, según la  visión de la tradición yahvista, seguida después por los profetas, que ven en el pecado la  causa del alejamiento del Edén, de la tierra prometida. De aquí la lamentación  recriminatoria: «Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre» (3,  13). En cambio, la observancia de los mandamientos comporta la vida, como subraya el  Deuteronomio: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si  obedeces los mandatos... que yo te promulgo, amando a Yahvé, tu Dios, siguiendo sus  caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás» (Dt 30,15-16). En el  elogio que el autor de Baruc hace de la sabiduría se establece un paralelismo entre  «mandamientos» y «prudencia», que es lo mismo que identificar la ley y la sabiduría, tema  fundamental del poema.

El Dios excelso e inmenso impide el acceso de los poderosos a la sabiduría; en cambio,  la concede a un pueblo humanamente débil como Israel, según una visión de elección  tradicional en la catequesis bíblica: «Si Yahvé se enamoró de vosotros y os eligió no fue  por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño» (Dt  7,7). Se trata de una acción revelatoria que sólo se realiza en favor de los pequeños:  «Bendito seas, Padre, Señor del cielo y la tierra porque has escondido estas cosas a los  sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 363 s.


7.

En profunda continuidad con la lectura precedente, el texto del profeta Baruc es un himno que exalta la belleza y la fuerza de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es fuente de la vida, manantial de toda gracia, el don más precioso que el Señor Dios ha dado a su pueblo. Sin embargo, ha sido descuidada, la han olvidado, no la han acogido. Aquí hay que buscar la causa de todos los males que afligen a Israel. Pero no hay que detenerse aquí; es preciso avivar en el corazón la certeza de que Dios es fiel y de que no retira su don: todavía es posible volver a la Palabra; es más, éste es el único camino para hallar de nuevo la paz, la sabiduría, la vida.

Si todo esto es cierto para el pueblo del Antiguo Testamento, lo es mucho más para el nuevo Israel, la humanidad redimida por la sangre de Cristo. Pues la Palabra de Dios no es letra muerta, sino una Persona, Jesús mismo, el Hijo unigénito al que el Padre, en su inmenso amor, no perdonó, sino que nos entregó para devolvernos la vida.

Si nuestro pecado fue la causa de la crucifixión, adherirnos ahora a él, seguirlo, vivir de acuerdo con el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor que dejó a los suyos antes de su pasión, significa poner fin al destierro en el que el pecado nos sitúa, para entrar ya desde ahora en la morada de paz que es la comunión eterna con la Santísima Trinidad.