COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Gn 1, 1-31/2, 1-2

 

1. CREACION/A-D

LIBERTAD DEL HOMBRE.

-La obra de Dios, el mundo y la humanidad que lo habita, se recortaba sobre la tiniebla y empezaba el curso de la historia.

-La historia de la humanidad quedaba desde los orígenes orientada hacia la luz eterna, y toda la humanidad era invitada a penetrar en el reposo de Dios. La luz se enturbió con el pecado del mundo. La humanidad fue arrojada a las tinieblas de la incertidumbre y de la muerte.

-La fe es una lucha entre la oscuridad y la luz.

-Al crearnos amorosamente, de alguna manera, Dios se ha puesto en nuestras manos. Un místico alemán decía: "Dios tiene tanta necesidad de mí como yo tengo necesidad de él". El que ama necesita a la persona amada. Los humanistas ateos dicen: si admitimos la existencia de Dios, el hombre no sería libre. Esto es falso. Es verdadera la afirmación contraria: si el hombre existe, Dios ya no es libre para dejar de amarlo. El hombre puede abandonar a Dios, pero Dios no abandona al hombre. Dios no crea para adueñarse de alguien, sino sólo para dar, para compartir y para esperar. Nos espera. Nos ama de tal manera que se dejó matar por nosotros. "Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que alcance la vida eterna" (/Jn/03/16).


2.

La primera lectura nos recuerda que toda realidad humana, todo el mundo como habitación humana, es una buena obra de Dios. El cristianismo no condena aquello que es humano, ni mira con suspicacia la realidad del mundo. Porque es obra de Dios y El vio que "todo era muy bueno". Especialmente el hombre hecho a imagen suya. La Pascua no es condenación de la realidad humana, no es un esperar otro mundo despreciando éste. Sino un redescubrir la voluntad de Dios -a menudo estropeada por el hombre- que quiere vida para el hombre. El paso a la mayor vida que ofrece la Resurrección de JC no es negación de lo que llamamos lo "natural", sino valoración para ir más allá.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1978, 6


3.

- La narración de la Creación es un texto relativamente tardío, elaborado en los ambientes sacerdotales durante el exilio en Babilonia, después del año 586 a C. Se sitúa en la perspectiva de contemplar cómo toda la historia humana, no únicamente la de Israel, es conducida por Dios. La narración se desmarca de las mitologías contemporáneas; y manifiesta una clara y expresa ruptura con los planteamientos mitológicos que Israel ha conocido, especialmente ahora, por su vecindad con los babilonios. Así podemos afirmar que en el texto hay una desmitologización: Dios no forma parte del mundo y éste está en sus manos.

- "La tierra era un caos informe...": Se presenta el estado contrario al de la creación: el caos representado como Abismo y tiniebla. No es sólo una referencia a un estado anterior a la creación, sino la posibilidad siempre presente que amenaza la obra creadora.

- "Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió": Dios crea por la Palabra, llama a todas la realidades a la existencia con una tarea o destino a realizar. En el texto se manifiesta la concepción del mundo antiguo, por la que no existía relación necesaria entre la luz y los astros. Además, la luz resume todo lo positivo que tiene la creación frente a la negación que es el caos representado por la tiniebla.

- "Que exista una bóveda entre las aguas...": La imagen de la bóveda. Dios, con una concepción muy arcaica, aparece como aquel que la crea. La separación entre las aguas, elemento caótico, y la tierra, nos indica que las aguas la cercan constantemente como un signo de todo lo que se resiste a la acción ordenadora de Dios. En el mismo día, nace la vegetación: es una forma de participación activa de la tierra en la obra creadora de Dios.

- "Que existan lumbreras en la bóveda del cielo": Los astros que eran adorados por los antiguos como seres divinos, son considerados en una perspectiva utilitaria: están al servicio del hombre y no lo contrario. Crítica a las concepciones astrológicas.

- "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza": Dios, antes de la creación del hombre, consulta la asamblea de los seres celestiales; de aquí el uso del plural. El hombre ha sido creado a semejanza de estos seres: tiene una participación con la divinidad, pero limitada. Como la referencia a la fecundidad del hombre no está relacionada con esta semejanza, sino con la bendición de Dios. Se pone de relieve así el distanciamiento de las concepciones sacrales de la fecundidad de los cananeos y babilonios.

- "Y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho": El descanso de Dios en el día séptimo no nos indica tanto el final de la creación como su coronamiento. Dios ha realizado plenamente su obra. El descanso es para Israel como un bien salvífico de la Alianza. Ahora, precisamente en el destierro, el descanso del sábado es un signo que lo diferencia de los demás pueblos. La perspectiva del relato sacerdotal se acaba aquí, pero una profundización teológica descubre un indicador del bien salvífico ilimitado.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 7


4.

La primera lectura de la Vigilia es el pórtico de entrada a todo el Pentateuco. El primer capítulo del Gn nos presenta la Palabra de Dios que es eficaz y creadora de vida, venciendo las tinieblas y el caos primitivo. En la cima de la creación aparece el hombre y la bendición de Dios. Esta primera intervención de Dios en el mundo apunta a su gran intervención: la resurrección de Jesús.

JOSÉ ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 8


5.

Fuera de la acción creadora de Dios el mundo es caos. Crear es liberar de la confusión sin forma, diferenciar, asegurar el ser y la función de cada cosa en el mundo. Dios inscribe en las cosas la urgencia de su realización; al alcanzarla son todas buenas: Dios subordina toda al hombre, cima de la creación, y el hombre se orienta y lo orienta todo hacia Dios, del que es imagen en el mundo (Gn 1). Frente al potencial caos que existe y persiste en el mundo (diluvio) y frente a la violencia humana (Gn 6, 11s), Dios reafirma en alianza universal su voluntad creadora (Gn 9).

Dentro de la humanidad multiplicada (Gn 11, 10ss), la reafirma, en alianza particular, con los predecesores de un pueblo (Gn 17), un ámbito en que su acción vino a ser reconocida en esos términos.

Estas afirmaciones se deducen del prólogo que la versión sacerdotal (P) de la tradición de Israel puso a su historia. Pudo hacer esas afirmaciones proyectando hacia la humanidad y hacia el universo físico la noción que tenía de Dios, del mundo y del hombre, a través de la fe de su pueblo. Al hacerlo, dio a la autocomprensión de éste fundamento y alcance universal.

El carácter de estas afirmaciones no es científico, aunque el autor se sirva de la noción experimental del mundo corriente en su tiempo; no es tampoco histórico, aunque las presente en acción y en un proceso análogo al de la historia. Estas afirmaciones son teológicas: hablan de Dios en cuanto revela acción y propósito en el mundo, y hablan del mundo en cuanto éste alcanza la plenitud de su ser en la referencia a Dios. Son teología de lenguaje medido y refinado, y son también mensajes para unos destinatarios.

El primer momento de este prólogo, el que ahora queremos comentar, presenta el mundo como creación, es decir, en el movimiento de adquirir su individuación, su función y su destino.

Se adelanta a afirmar que en él es todo bueno, porque no lo presenta como acontecer casual y sin propósito, ni siquiera como resultado de leyes naturales o de la acción libre del hombre, sino como acción y como propósito de Dios. En este caso, la imagen que nos ofrece es la de la realización final del mundo y del hombre, tal como, a la luz de su fe en Dios, la ve el autor.

Si presenta al principio ese destino final, es para afirmar la urgencia que anima todas las cosas de llegar a ese término y para proclamar esa urgencia radical como iniciativa de Dios.

Con el fin a la vista, se sabe a dónde el mundo ha de ir, para ser creación buena. El modo de expresar literariamente esta enseñanza teológica es sencillo en apariencia: unas pocas fórmulas de acción que se repiten y el esquema de una semana, con todos los días llenos. En ellos se colocan unos pocos nombres que evocan todo el cosmos; sobra aún el día último, que tiene una plenitud distinta a la de la acción: la del descanso. Con pocos recursos y sencillos, el resultado acusa, sin embargo, una elaboración muy pensada y cuidadosamente elaborada. Se abre con la constatación del caos o de la confusión informe de elementos, en la cual nada es nada; se cierra con la afirmación de que está todo hecho, y el hacedor en actitud de reposo ante la creación.

El esquema de cada uno de los seis días de acción es uniforme; mantiene el ritmo de una orden y su realización. Comienza con la fórmula "Dijo Dios", que en los días segundo, tercero y sexto se repite dos veces, menciona la obra que ha de hacerse; la presenta ya hecha, emite un juicio sobre su cualidad de buena y remata con la señalación del día. La obra de los cuatro primeros días es de preparación de espacios, por separación y por creación de elementos divisores (luz y tinieblas, aguas superiores y aguas inferiores, tierra y mar, día y noche); la obra de los días quinto y sexto es de llenar espacios: el mar con peces, el cielo con pájaros, la tierra con animales; y al fin de todo, el hombre, con señorío universal. Además de hacer el juicio de la cualidad buena de todo, Dios "bendice" los peces del mar, las aves del cielo, al hombre y el sábado. Todas las formas de vida, la vegetal, la animal y la humana, llevan en sí el principio de la multiplicación. La producción de la vida vegetal y de la animal se encomienda a los elementos mismos en que viven; la creación del hombre se presenta como acción directa de Dios.

La teología sacerdotal expresó aquí, con lenguaje de catecismo, un dominio majestuoso sobre la totalidad de lo real, sirviéndose del proyecto mítico, de la idea común del mundo en su tiempo y, sobre todo, de la cosmovisión religiosa de su pueblo, que él mismo llevó a su más refinada expresión. Su dominio no es, por lo tanto, científico ni conceptual, sino teológico.

Concepto clave en esta visión del mundo es "bara", crear, un verbo que no se usa en la Biblia sino para hablar de la acción de Dios. El generoso empleo que hace de él el Segundo Isaías nos da la pauta para descubrir la carga de sentido que aquí tiene. El profeta exílico lo usa para hablar de la acción de Dios lo mismo en la naturaleza que en la historia. Dios crea a su pueblo, al salvarlo de la servidumbre en Egipto, y luego en otros momentos sucesivos de su historia; lo crea concretamente en esa situación de exilio, por la palabra que revela al pueblo estar con él, perdonando y salvando. Crear es, en el caso, sinónimo de liberar y de salvar. Los dos son sacar del caos, de una existencia acosada, de la muerte, y abrir horizonte claro u ofrecer futuro.

Para el profeta es acción de Dios en el pasado, en el presente y en el porvenir. La creación se realiza por la salvación de Dios en la historia. A la luz de esto, la creación no debe entenderse como obra realizada en un punto del tiempo, terminada, sino como obra en curso. Esa obra en curso la conoció Israel primero en sí mismo, sintiéndose continuamente salvado; desde ahí la proyectó sobre la humanidad entera y sobre el mundo físico. Gn 1 debe, pues, leerse en esta clave, expresión madura de una concepción del mundo, que la teología bíblica no había hecho antes más que tentativamente.

Lo hace ahora, cuando, desde la perspectiva de su fe, sabe encontrar a la humanidad y al mundo su lugar. La maravillosa armonía supuesta por el juicio de que cada cosa era "buena" no es para el P materializada realidad, sino propósito, promesa y tarea. Aunque en ese momento guarda absoluto silencio sobre el mal, en la página siguiente, al presentar las creaturas actuando por sí mismas y con ello definiéndose, no puede ya callar sobre la violencia de la naturaleza, sobre la violencia humana y sobre el emerger del caos (Gén 6, 11ss). Con la voluntad de orden coexiste la realidad de la desarmonía; la obra de la creación tiene que ser obra continuada; la creación con todo bueno supone la salvación: es la culminación de ésta.

El ambiguo término "al principio", con que comienza Gn 1, puede inducir a malentender todo el capítulo. Si se lo toma como punto del tiempo cósmico y humano, la acción creadora de Dios se reduce al remoto origen de todo. Pero el tiempo de Gn 1 es tiempo teológico: es el tiempo total de la acción de Dios en el mundo y en la historia, para el hombre sólo experimentable en la historicidad, pero para Dios todo presente. El esquema de la semana intenta abarcar esa totalidad del tiempo: el número siete y la semana representan totalidad.

En ese esquema el sábado de Dios significa para el mundo y para el hombre la plenitud de la salvación escatológica.

Según ello Gn 1 es una proclamación soteriológica. No habla de cómo fue el mundo en su momento original, sino de cómo tiene que ser en su acabada realización; no responde a la pregunta por el origen, sino por el destino. Afirma que Dios lo está creando para que llegue a él, no en un momento del tiempo humano, sino en todo el tiempo cósmico y humano.

En esta versión teológica del mundo se define por su referencia a Dios y es la fe la que lo define. Lo llama creación, un término que orienta en dos direcciones. Una de ellas es negativa: relativiza el mundo, constatando su creaturidad; la otra es positiva: significa el mundo, afirmando su referencia al creador.

Allí se desmiente toda pretensión de divinidad en las cosas del mundo; se desmitifica cuanto las religiones naturales divinizan: cosas, seres, poderes difusos y hasta el hombre. Aquí se reconoce a todas las cosas, y al hombre sobre ellas, una inmanipulable dignidad, consistente en la referencia a Dios, en quien todo alcanza plenitud. Es una concepción del mundo equilibrada, pues no lo desfigura por ninguno de los extremos, ni el de divinizarlo, ni el de vilipendiarlo.

El hombre tiene su lugar en la cima de la pirámide, si como tal se imagina el mundo. La acción creadora de Dios se representa ascendiendo, para culminar en él. El hombre es la creatura que está más cerca de Dios; se dice ser su "imagen y semejanza" en el mundo, por su ser personal, por su capacidad creadora, por ser él quien puede tomar conciencia de la presencia y de la acción de Dios y porque puede interpretar el mundo como obra suya y así elevar sacerdotalmente hacia él ese reconocimiento.

Esta concepción del mundo se inserta en la base de la fe judía y cristiana. Su lenguaje puede resultar hoy inaceptable: sobre todo si se lo lee en clave inadecuada, como la científica o la historicista. Para sus destinatarios inmediatos, que veían tambalearse los fundamentos del mundo en las sacudidas de su historia particular, era un mensaje de vida. Hasta su institución identificadora, el sábado cobraba un nuevo fundamento. Por el sábado vivían, con la periodicidad de una semana, el tiempo todo de Dios como creador y salvador, y celebraban por adelantado la creación terminada. Es una imagen de la meta puesta a la vista, para iluminar el camino y asegurar que por él se va a la realización total y al reposo de Dios. Esto tiene sentido para quienes previamente ven el mundo desde Dios.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 69 ss.


6.

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno Este poema, de la época del exilio o postexilio (500 a. C.), inicia las páginas de la Biblia. Dios, que se ha comunicado a los hombres a través de unos hechos salvíficos, desde el "principio" es un Dios que se comunica: su palabra es creadora. El mundo, visto de una manera claramente optimista ("Dios vio todo lo que había hecho; y era muy bueno"), se presenta como un templo inmenso, en el que todo absolutamente es criatura de Dios y en el que sólo hay una "imagen de Dios": el hombre y la mujer. Nadie, pues, se puede atribuir ningún tipo de superioridad: todo ser humano es imagen de Dios. Por más que a menudo el mundo se presente hostil y los hombres desfiguremos la imagen de Dios, el creyente "sabe" de dónde hemos salido y hacia dónde debemos caminar para que seamos verdaderamente lo que Dios quiere.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 6


7. H/CREATURA:

Dios estaba enfermo. Enfermo por no encontrar quien le correspondiera, un ser que respondiera a su ofrecimiento de amor.

Hemos convertido a Dios en un ser satisfecho y soberanamente independiente. Y es que para nosotros la dependencia es una imperfección. Hemos hecho de Dios un ser solitario perfectamente autónomo, porque para nosotros la relación pone de manifiesto una contingencia. Al abrir la Biblia, desde la primera página descubrimos ya a un Dios que busca, impaciente, a alguien con quien estar cara a cara, a alguien con quien hablar. Nos imaginamos espontáneamente a un Dios impasible: carecer de deseos sería la perfección del equilibrio. Pues bien, nada más abrir la historia sagrada, que nos habla de Dios, descubrimos a un Dios que se identifica con sus sentimientos. Dios es Amor, y el Amor es petición, invocación, pobreza. Dios es infinitamente pobre y pedigüeño, pues Dios es deseo. Por ser palabra, Dios no puede vivir sin haber encontrado a alguien que, frente a él y para él, sea palabra. Dios exige como interlocutor a un ser hecho a su imagen y semejanza.

El hombre no existe para sí mismo: existimos para Dios. Somos creados como seres "de cara" a Dios. No hemos sido hechos primordialmente para amar a Dios, sino para que Dios pueda amarnos, es decir, invitarnos a entrar en esa participación, en un intercambio gratuito tan "irracional" como la explosión de gozo que brota de dos miradas que se cruzan y se reconocen en la admiración del descubrimiento mutuo.

Contrariamente a lo que imaginamos, no somos nosotros los que buscamos a Dios; es Dios el primero en buscarnos. Hay alguien que nos busca desde el primer día del universo...

H/PASION-DE-D: Buscados por alguien... Vosotros que, aunque sólo sea por un momento, habéis encontrado a alguien o deseado a alguien, entendéis lo que quiero decir cuando menciono al enamorado que busca al ser amado con una pasión que da sentido a su vida. Vive sólo para él y por él; piensa en él, existe con referencia a lo que el otro piensa, experimenta y vive. Ser buscado por alguien es la felicidad del que es amado.

Somos buscados por Dios desde el principio. Y con impaciencia y pasión. Sí, somos fruto de la pasión de Dios. Un filósofo ateo escribía acertadamente: "También Dios tiene su infierno: ¡el hombre!". Desde siempre conoce Dios el "infierno" de los enamorados: tiene sed del hombre.

"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Dios, como el enamorado que lo da todo, da lo mejor de sí mismo. No podíamos ni imaginar siquiera tal grandeza: para Dios lo somos todo, y Dios nos lo ha dado todo. Dios nos ha modelado a su imagen, y Adán, salido de sus manos trémulas de amor, tiene ya ese rostro que Dios ama desde la eternidad, el de su Hijo único. Adán se llama ya Jesús.

Dios podía mirar lo que había hecho y reconocerse en ello, había hecho una obra hermosa. "Esto es muy bueno: : éstas son las palabras maravillosas que cierran la creación.

Y Dios añadió las primeras palabras de ternura susurradas al hombre, al que amaba apasionadamente: "La fuerza con que te amo no es distinta de la fuerza por la cual existes"

PAUL Claudel-PAUL
El zapato de raso


8.

Dios y Padre creador,
bendito sea tu nombre;
tú nos has hecho a tu imagen
y nos has moldeado a semejanza tuya.
Llevamos ya estos nombres gloriosos:
hijos amados,
hombres nacidos de una palabra de amor.
Haz que nada desfigure nuestra belleza original,
sino que ésta florezca esplendorosa,
sin mancha ni arruga,
en la resurrección eterna.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 89 s.


9.

El hombre creado a imagen de Dios es hecho pareja y el v. 27 permite pensar que el autor ha visto en ello la más perfecta realización de la vida divina. El redactor no dice ya, como en Gén 2-3, que la mujer ha sido sacada del hombre; complemento uno del otro, el hombre y la mujer vienen a la vida simultáneamente y participan en pareja de la misma y única empresa: el dominio sobre los elementos y el goce de la común bendición de Dios (v. 28). Mientras que Yahvé aparece en Gén 2-3 como una fuerza exterior a la pareja y como un obstáculo represivo y vengador, aquí es el modelo y el colaborador de la vida de la pareja. La maternidad no es ya una maldición (como en Gén 3, 15), sino la fecundidad misma de una pareja bendecida por Dios.

La bendición de la pareja humana (v.28) se aparta deliberadamente del vocabulario utilizado en las bendiciones anteriores sobre los animales. Estos últimos podían "multiplicarse" (Gén 1, 12, 24, 25), pero su fecundidad estaba ligada a la especie ("según su especie"), mientras que la fecundidad humana se orienta hacia el dominio del mundo ("sometedlo").

Este dominio del mundo está expresado con un verbo que significa literalmente "pisotead". Se trata de un gesto mediante el cual el vencedor del combate tomaba posesión del país enemigo (2 Sam 8, 11; 1 Cr 22, 8; Núm 32, 29; Jos 18, 1; Sal 109/110, 1). Victorioso del abismo, Yahvé traspasa al hombre el derecho a utilizar sus prerrogativas de triunfador. Ningún Dios semita ha tenido esa atención: las cosmogonías babilónicas se representan al hombre tan solo como un guardián de los rebaños y de las tierras de Dios (cf. Gén 2, 8-17). Sólo Gén 1 ha considerado al hombre como imagen de Dios hasta en el ejercicio del poder creador. Yahvé no tiene realmente nada de un Dios alienante.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 201


10. D/COMUNICACION:

-La primera página de la Biblia nos dice "al principio creó Dios al cielo y la tierra". ¿Por qué habrá querido Dios crear a alguien distinto de sí mismo, colocar a alguien fuera de sí, si El es plenamente autosuficiente y plenamente dichoso? De otra manera: ¿Por qué quiere Dios crear el hombre? ¿Tiene necesidad o no tiene necesidad de el? Si Dios tiene necesidad del hombre, Dios ya no es Dios: depende del hombre. Pero si Dios no tiene necesidad del hombre, entonces nosotros no somos nada para Dios.

La Biblia ofrece ciertos caminos de respuesta a estas preguntas acuciantes. Dios es absoluto y autosuficiente en sí mismo, pero no un absoluto inerte y cerrado sobre sí mismo, como una existencia estática y estéril. Dios es un absoluto de vida, de relación, de comunicación, de amor.

Por eso, después de una larga reflexión de siglos y después de que Jesús nos diera la suprema revelación de Dios, la tradición bíblica llega a concebir a Dios como Trinidad, como eterna relación y comunicación interpersonal en el interior del mismo Dios, en la que la realidad divina se comunica íntegra y totalmente del Padre al Hijo; y esta inefable comunión de los dos es el Espíritu Santo. Dios es amor. Dios es vida. Y ¿qué es el amor? S. Ignacio de Loyola decía que "el amor es dar el amante al amado lo que tiene y puede". El amor es comunicación, donación y será más perfecto y total cuanto más perfecta sea esta comunicación y donación.

La comunicación total, perfecta y eterna de Dios es la Trinidad eterna. Es la comunicación de Dios en el interior de sí mismo, dentro de sí mimo, que genera la comunicación inefable entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La Biblia nos da a entender que, siendo Dios comunicación eterna y necesaria, puede además comunicarse libre y gratuitamente. Es la creación, comunicación libre de Dios a una realidad que existe en virtud de su voluntad de comunicarse y como objeto de esta comunicación libre y gratuita.

Surge así el hombre, imagen de Dios, querido libremente por Dios para entrar en relación con él y hacerle participar de su vida. Y con el hombre y para el hombre crea Dios el mundo como ámbito donde pueda existir y desarrollarse.

La comunicación total y perfecta de Dios es su Hijo, su imagen eterna. Nosotros somos una comunicación parcial y limitada. No somos el Hijo ni la Imagen con mayúscula, pero somos "hijos" e "imagen" con minúscula; hijos por participación, por comunicación libre, por adopción.

CREACIONC/DBD-D: D/DEBILIDAD: -Por la creación, Dios se hace débil delante del hombre. el Padre del Hijo pródigo, porque lo ama, no le puede forzar. Al crearnos amorosamente, de alguna manera se ha puesto Dios en nuestras manos; y nosotros, si queremos, podemos frustrar a Dios. Un místico alemán, Ángel Silesius, decía: "Dios tiene tanta necesidad de mí, como yo tengo necesidad de El". Dios podía no crearme; pero, si me ha creado, es que me ama. En este sentido se puede decir que me necesita. El que ama necesita a la persona amada, nosotros podemos desengañar a Dios. Es lo que queremos decir cuando decimos que podemos "pecar".

Los humanistas ateos dicen: si admitimos la existencia de Dios, el hombre no sería libre. Esto es falso. Es más verdadera la afirmación contraria: si el hombre existe, Dios ya no es libre para dejar de amarlo.

El hombre puede abandonar a Dios, pero Dios no abandona al hombre. Crear es amar a la criatura por ella misma; porque Dios no crea para adueñarse de alguien, sino sólo para dar, para compartir y para esperar. Dios espera, nos espera. Dios tiene fe en nosotros, espera en nosotros, porque nos ama. En estos tiempos de desilusión y de crisis convendría que no lo olvidásemos. Dios nos ama de tal manera que se dejará matar por nosotros.

/Juan/03/16. "Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna". Nuestro poeta franciscano P. ·Fermín-M-García, escribió:

Ser nada Señor ansío
y volver a ser creado, 
tan sólo por ser tocado 
de tus manos, Padre mío.

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11. CREACION/RECREACION

La primera lección nos coloca frente a dos creaciones (Génesis 1, 1-2,2). El comienzo de la vigilia nos mostró ya a Cristo, Señor del cosmos. Ahora él mismo nos refiere la creación del mundo, esa creación que él quiso que fuera buena y que fue dañada por el pecado. Era un reino de vida y de esplendor en el que había sido colocado el primer hombre, y todo era bueno. A la luz de Cristo resucitado se renueva la historia de la creación. Jesús es el único Señor por quien existen todas las cosas y para el cual somos (1 Co 8, 6); es el primogénito de todas las criaturas (Col 1, 15), en él fueron creadas todas las cosas (Col 1, 16), él sostiene el universo con el poder de su palabra (Heb 1, 3). No hay duda de que el mundo está deteriorado, pero la obra de Cristo consiste en restaurarlo todo.

La creación nueva instaurada por Cristo se corresponde, punto por punto, con la primera creación. Todo tiene que ser instaurado en Cristo, los seres del cielo y los de la tierra (Ef 1, 10), pues el designio de Dios es recapitular todas las cosas bajo una única cabeza. En medio de este mundo en trance de renovación se sitúa al hombre. Opuesto a Adán, esta vez es "obra suya (de Dios). Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras" (Ef 2, 10), ha llegado a ser criatura nueva, un ser nuevo (Ga 6, 15; 2 Co 5, 17), se ha despojado del hombre viejo, con sus obras, y se ha revestido del hombre nuevo, que se encamina al conocimiento de su Creador, como imagen suya (Col 3, 9-10). El catecúmeno sabe que camina hacia esa asombrosa transformación, sabe asimismo que, sin embargo, no todo se realiza aún a la perfección. "En efecto, la creación entera gime hasta hoy con dolores de parto, y también nosotros mismos, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, esperando la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8, 23). Pero sabemos que todo tendrá realización y que es cierta aquella visión del Apocalipsis en la que Juan ve que el primer cielo y la primera tierra han desaparecido, mientras dice el que se sienta en el trono: "Ahora hago el universo nuevo" (Apoc 21, 1-5).

La oración que sigue a la lectura actualiza esta nueva creación:

¡Oh Dios!, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste, concédenos resistir a los atractivos del pecado, guiados por la sabiduría del Espíritu, para llegar a las alegrías del cielo.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 126 s.


12.

Este magnífico pórtico al Pentateuco y a toda la Biblia describe, con categorías humanas, la creación del mundo y de los seres que lo habitan. Es obra de la llamada tradición sacerdotal, la más reciente de las tradiciones que han aportado una configuración decisiva a los primeros libros de la Escritura, y que se trasluce en el vocabulario, la fraseología, el estilo, la teología.

Las categorías del tiempo y del espacio, indispensables para el hombre en su comprensión del mundo, realizan el orden de la creación a partir del caos inicial mediante la palabra de Dios.

El esquema fundamental es el de mandato, de acuerdo con la idea, de raíz profética, de que todo lo que sucede se basa en un mandato de Dios. La diferencia es que aquí el mandato de Dios no tiene un receptor, como ocurre en la historia (por ejemplo, Abrahán), y se trata por ello de un mandato de creación.

La frase «Y vio Dios que era bueno» es el eco de la alabanza al Creador. Dice ·Agustín-san: "Para que Dios fuese alabado por el hombre, se alabó Dios a sí mismo". La conclusión: «Pasó una tarde...» corresponde a la intención propia de la tradición sacerdotal: encuadrar la creación en la estructura de una semana, hecha posible, sobre todo, por la creación de la luz al principio, y por el reposo final del Creador, que se convierte en un día de reposo.

Para articular las diversas obras creadas en una ascensión gradual hasta el hombre, que es su vértice y cumbre, la tradición sacerdotal se vale de otras líneas de tradición. Así en la creación de los vegetales, junto a líneas semejantes a las de las ciencias naturales, aparece el concepto tan antiguo de la tierra madre de todos los seres. Si se insiste en las funciones de los astros es para reducirlos a meras criaturas, en abierta polémica con la concepción de los pueblos vecinos de Israel, que tendían con tanta frecuencia a divinizarlos. Solamente los animales reciben la bendición por la que se les da el poder de reproducirse.

La creación del hombre, rotunda y solemne, resalta su importancia insistiendo en el cómo y el porqué. En efecto, el hombre es el único ser creado a imagen y semejanza de Dios, y puede por eso establecer una relación particular, directa y personal con su creador. Por este carácter excepcional se convierte en señor de la tierra y de todo lo que en ella vive. Adquiere la capacidad de mantener, un día, toda una historia con Dios. Sin embargo, la creación del hombre no constituye la meta de la creación divina, sino el día de descanso, santificado y bendecido, alusión al sábado de Israel. Si la historia de salvación encuentra en Cristo, el hombre por excelencia, su auténtico centro, con todo, la acción salvífica final alcanzará su meta sólo en un acontecimiento conclusivo, consumación de todo en Dios.

J. MAS ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 69 s.


13. /Gn/01/20-31 /Gn/02/01-04a

-Profusión de seres vivientes... Grandes monstruos marinos... Ganado, bichos y animales salvajes... Dios los bendijo diciendo: «Sed fecundos y multiplicaos.» Dios bendice los animales vivos y la bendición que reciben es para desarrollo y expansión de su «vida». Vivir. Sencillamente «vivir». Es un don del amor de Dios.

Los antiguos tenían ya el presentimiento de ello. La ciencia moderna, a pesar de todas sus conquistas, no ha logrado aún comprender exactamente lo que es la vida. Es una maravilla misteriosa de organización compleja y delicada. La vida ¿estaría destinada a desaparecer? El objetivo de Dios ¿será la muerte de todos los seres vivos? El autor sagrado tratará de responder a esta pregunta capital en el segundo capítulo del Génesis que leeremos estos días.

-Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza".

Gracias a la radio-astronomía se conocen hoy partículas de materia alejadas de nosotros millones de años-luz. Desde el punto de vista de la ciencia, la tierra no ocupa, en modo alguno, un lugar privilegiado. No es más que un ínfimo gramo de polvo. Y la afirmación bíblica de que el hombre es la cumbre o el centro del mundo ¡podrá haceros sonreír! Sin embargo, como dice Pascal, parece que el hombre es el único ser que «conoce» ese cosmos, millares de veces mayor y más fuerte que él y que lo aplasta. Privilegio único: de todas las cosas creadas, sólo el hombre es llamado "imagen de Dios". La faz del Dios invisible se halla sobre el frágil rostro del hombre.

¿Qué quiere decir esa fórmula esencial: Imagen de Dios?

1. El hombre y la mujer, en primer lugar en el diseño mismo de su cuerpo ¿serán imágenes de Dios? Sí, el término hebreo «imagen» evoca la «belleza», el "modelo" sobre el cual se esculpe una estatua.

2. ¿La «pareja» es imagen de Dios? como lo sugiere la siguiente aproximación al texto sagrado: «a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó.» Como Dios es Amor, el hombre es amor, capacidad de «relaciones», de «comunión interpersonal».

3. Pero, según la Biblia, el hombre es ante todo «imagen de Dios» por su autoridad sobre el universo, por su inteligencia creadora, a semejanza de la inteligencia de Dios, por lo que es capaz de dominar la naturaleza y de transformarla.

-«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla.

Mandad en los peces, en las aves y en todo animal... Os doy toda planta y todo árbol... En efecto, desde que el hombre apareció sobre la tierra ésta cambió de aspecto: el hombre puso su impronta sobre ella y la «humanizó». La creación ha sido dada inacabada al hombre. El Salmo 8 se maravilla de esta responsabilidad. «Cuando contemplo los cielos, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te preocupes? ¡Tú le hiciste casi un dios: le coronaste de gloria y majestad, le diste el señorío sobre todas las obras de tus manos; todo lo pusiste bajo sus pies!»

H/REY-CREACION: El hombre «rey del universo», «dios del universo», «lugarteniente de Dios», «que ocupa el lugar de Dios». Procrear hijos. Crear una obra de arte. Contribuir a que crezca el trigo o el arroz. Construir un aparato fotográfico o un ordenador. Edificar ciudades. Animar una aldea o una asociación. Planificar la economía. Humanizar la naturaleza. Dios confió todo esto al quehacer del hombre, su obra maestra. ¿Somos HOY capaces de hacer todo esto sin estropear la naturaleza? Evoquemos todos los problemas actuales de la ecología, del medio ambiente. ¿Cómo puedo HOY participar en ese oficio o quehacer que he recibido de Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5 
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 58 s.


14.

"Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno" Este relato elaborado en la época del exilio o más tarde (alrededor del año 500 a.C.), presenta a Dios actuando desde el "principio" a través de su palabra. La creación es vista como una superación del caos: Dios pone orden, separa, distingue. Así hace posible la vida del ser humano (hombre y mujer) en un mundo destinado a él. En efecto, el ser humano es colocado como "dominador" del mundo. Notemos, no obstante, que este dominio debe consistir en hacer lo mismo que ha hecho Dios: separar y no destrozar la obra que Dios ha visto que era "muy buena".

Ninguna realidad puede ser divinizada: todo es criatura de Dios. Astros y monstruos marinos, que algunos pueblos vecinos tenían como dioses, son presentados como criaturas.

El único ser presentado como "imagen de Dios" es el ser humano. Atención: no el macho, sino hombre y mujer. A veces parece que no hayamos leído ni la primera página de la Biblia.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993, 6


15.

La narración de la creación -con la que comienza la Sagrada Escritura- nos lleva al "principio", cuando la Palabra de Dios se alza potente sobre el caos primordial y de la desolación tenebrosa saca el universo armoniosamente ordenado. Todo corresponde a la voluntad divina, todo ordenado para un fin y aprobado por el Omnipotente ("Y dijo Dios... Y así fue... Y vio Dios que era bueno"). El vértice de la creación es el hombre, única criatura hecha a su "imagen y semejanza" (v 26), su obra maestra, como lo indica la declaración: "Y todo era muy bueno" (v 31). Dios tiene en el hombre un interlocutor al que puede confiar el servicio y honor de cuidar de las de-más criaturas. Todo es armonía y belleza, paz y dicha. Como al principio las tinieblas cubrían el abismo, así ahora la bendición de Dios penetra y sostiene cada cosa, y todo refleja el esplendor divino.

Escuchar esta página es descubrir la fascinación de la vida y la dignidad de todo ser, y de un modo particular, la del hombre convertido en hijo de Dios por medio de Cristo muerto y resucitado.