La noche más larga de la historia
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo
Titularía está contemplación "The longest night" (la noche más larga). Vamos a
contemplar la noche más larga de la vida de Jesucristo: Desde el prendimiento en
el huerto de Getsemaní hasta el alba del viernes santo.
Todo ser humano desea ser respetado, ser tratado como lo que es. Todo ser humano
tiene el sentido de la dignidad. Tiene también el sentido del honor. Y está
dispuesto a morir antes de ver violado su honor. Un hombre digno pone el honor
por encima de todo: Del mundo, de las cosas, del dinero, del bienestar, del
placer. Prefiere ser un mendigo, pero que nadie le escupa, que nadie le
abofetee. Cuando se viola el honor, el hombre se rebela y está dispuesto a lo
que sea con tal de hacer respetar su honor o de verlo resarcido.
Cristo fue herido, acribillado, en su honor de hombre, en la noche más larga de
la historia humana. Más todavía, fue destrozado en su honor de Hijo de Dios.
Psicológicamente, el tiempo como que se detuvo en aquella noche de la ignominia.
Aplicación de sentidos
Quiero detenerme a ver el honor de Cristo destrozado por sus mismos amigos.
Cristo ha dado su corazón y su amistad a unos hombres, y éstos se muestran
indignos de esa amistad, la violan, e hieren así a Jesucristo en su dignidad de
amigo.
Contemplemos la traición de Judas: Llega con un tropel de soldados y le
traiciona de la manera más indigna: Con un beso. Con todo, Cristo le llama
amigo. ¡Qué mansedumbre de la mirada de Jesús a éste pobre desgraciado! ¡Con qué
amistad, con qué amor miraría a Judas! ¡En vano!
Traicionado por Pedro, que no lo reconoce, que reniega de Jesús. Con su negación
pisotea el honor de Jesús que se ha dignado contarle entre sus amigos y
discípulos. ¡Qué penetrante debió ser la mirada de Jesús, y a la vez qué dulce,
para que Pedro, que le ha negado, salga del palacio de Caifás y comience a
llorar amargamente!
Abandonado por todos los apóstoles: "Todos lo abandonaron", constata el
evangelista. ¿Dónde están? Perdidos en medio de la ciudad, en la oscuridad de la
noche, descontrolados, temerosos de ser reconocidos como discípulos de Jesús. La
dignidad de la amistad, ¡qué bajos fondos toca en el alma de estos apóstoles!
Abandonado también por su pueblo. El pueblo que había recibido tantos beneficios
de él, que le había escuchado, que había sido curado por él...en el palacio de
Pilatos no sabe sino gritar: "¡Crucifícale! ¡crucifícale!".
Podemos aplicar también los sentidos a contemplar a Cristo deshonrado, tratado
inhumanamente, siendo inocente. Tratado no sólo como criminal, sino como
deshecho de hombre: Primero, abofeteado por un esclavo; luego escupido por unos
cuantos soldados, medio borrachos; además, azotado, coronado de espinas sin
piedad...En esas horas nocturnas se acumula toda la brutalidad del mundo contra
Jesús, toda la ignominia del hombre.
La visión de fe
La visión de fe, ¿qué descubre en todo esto? En primer lugar, a la fe impresiona
el silencio de Dios. Ante la inhumanidad de los hombres Dios calla; acepta, ama,
sufre y redime en silencio. Nosotros nos hubiésemos rebelado, no hubiésemos
permitido eso. Dios, que tenía poder de cambiar la escena, no lo hizo. Con su
silencio descubre al hombre lo salvaje que es cuando se deja llevar del instinto
de su naturaleza. Quiere hacer ver al hombre el abismo al que ha descendido como
ser humano: No es digno de llamarse hombre. Por todo eso, Dios guarda silencio,
un silencio que quiere ser enormemente elocuente.
La visión teologal nos ayuda también a descubrir la fe de Dios en el hombre. En
todo hombre se esconde una fiera y un ángel. En esa noche el hombre ha
demostrado con Jesús toda su bestialidad. Ha demostrado hasta donde puede llegar
su alma de fiera. Jesucristo conoce, sin embargo, el corazón del hombre y tiene
fe en el ángel que anida en su corazón. Calla, acepta, sufre como Dios para
despertar ese ángel dormido que existe en todo ser humano; para redimir al
hombre de esa bestia que lleva en el corazón, para matarla, y así lograr que el
ángel, ya despierto, pueda vivir y manifestarse. Cristo tiene fe en el hombre,
capaz de ser convertido en un verdadero hombre a la medida del salvador, el
hombre nuevo.
¿Por qué sufre Cristo tanta ignominia? "Permanece de rodillas inmóvil y
silencioso, mientras el impuro demonio envolvía su espíritu con una túnica
empapada de todo lo que el crimen humano tiene de odioso y atroz...¡Cuál fue su
horror cuando al mirarse no se reconoció, cuando se sintió semejante a un
impuro, a un detestable pecador! Sus labios, su corazón eran como los miembros
de un pérfido y no como los de Dios. Son esas las manos del Cordero inmaculado
de Dios hasta ese instante inocentes, pero rojas ahora por mil actos bárbaros y
sanguinarios. Son esos los labios del Cordero, ahora profanados por las visiones
malignas y las fascinaciones idólatras en pos de las cuales abandonaron los
hombres a su adorable creador. Su corazón está congelado por la avaricia, la
crueldad, la incredulidad. Su memoria misma está cargada con todos los pecados
cometidos desde la caída en las regiones terrestres. Así se ve a sí mismo Jesús
hasta no reconocerse" (Martín Descalzo).
¿Por qué? Por mí, para mí y en lugar mío. Por la humanidad, para la humanidad y
en lugar de la humanidad. Esta es la verdadera visión que nos da la fe, ante el
misterio de la pasión de Cristo.