COMENTARIOS AL EVANGELIO

Jn 13, 1-15

1.

Con este texto empieza la segunda parte del evangelio de Juan. Es una introducción a los discursos de despedida y al relato de la pasión y muerte de Jesús. Finalmente ha llegado "la hora" de Jesús. Hasta ahora Juan nos había ido diciendo que "todavía no había llegado su hora". Ahora sí. Y ahora sabemos en qué consiste esta "hora": en "pasar de este mundo al Padre", en "amar hasta el extremo". Así se verá en las últimas palabras de Jesús antes de entregar el espíritu: "Esta cumplido". Es en la muerte de Jesús, en la donación total de su vida, en el amor hasta el extremo, donde se realiza "la hora" de Jesús: el paso de este mundo al Padre es su muerte y resurrección.

La solemnidad de esta introducción queda interrumpida un momento para decirnos que nos encontramos "cenando" y que Judas Iscariote será el instrumento del diablo para conducir a Jesús a la muerte. Pero enseguida recupera el tono solemne y aparece el Jesús joánico, revestido de poder, con plena conciencia, unido totalmente al Padre, un Jesús que mantendrá este tono majestuoso durante todo el relato de la pasión y hasta su muerte en la cruz.

Pues bien, toda esta preparación solemne es para decir que Jesús se pone a lavar los pies a los discípulos. Su máxima libertad le lleva a ejercer el servicio más humilde. Juan no habla de la eucaristía en la última cena, pero habla, con este gesto simbólico, del significado de la muerte y resurrección de Jesús: la donación, por amor, de la vida que el Padre le ha dado.

Es típico de Juan la mala o nula comprensión de lo que Jesús hace y dice. Ahora es Pedro quien expresa esta incomprensión, que sólo podrá superar "después", es decir, cuando Jesús haya "entregado el espíritu".

El gesto de Jesús no es el simple modelo a imitar. Los discípulos "deben lavarse también los pies unos a otros", como les ha hecho "el Maestro y Señor". Para que una comunidad se pueda llamar verdaderamente cristiana, debe hacer lo mismo que Jesús: "lavarse mutuamente los pies", es decir, servir, dar la vida hasta el extremo por amor. Porque eso es lo que ha hecho Jesús. Porque así es como lo ha hecho Jesús.

J. M. GRANÉ MISA DOMINICAL 1992, nº 5


2. LAVATORIO-PIES SERVICIO/SEÑORIO 

El lavado de los pies era un servicio que se hacía para mostrar acogida y hospitalidad o deferencia. De ordinario, lo hacía un esclavo no judío o una mujer, la esposa a su marido, los hijos al padre. Al ponerse Jesús, Dios entre los hombres, a los pies de sus discípulos, destruye la idea de Dios creada por la religión.

Dios no actúa como soberano celeste, sino como servidor del hombre. El trabajo de Dios en favor del hombre no se hace desde arriba, como limosna, sino desde abajo, levantando al hombre al propio nivel, al nivel de libre y señor. El servicio de Jesús crea la igualdad, eliminando todo rango. En la sociedad que Jesús funda son todos señores por ser todos servidores. Por la práctica del servicio mutuo los discípulos deben crear condiciones de igualdad y libertad entre los hombres.

Pedro ha comprendido que la acción de Jesús invierte el orden de valores admitido. Reconoce la diferencia entre Jesús y él y la subraya para mostrar su desaprobación. Interpreta el gesto en clave de humildad. Tiene a Jesús por un Mesías que debe ocupar el trono de Israel, por eso no acepta su servicio. Él es súbdito, no admite la igualdad. No acepta en absoluto que Jesús se abaje; cada uno ha de ocupar su puesto. Pedro cree que la desigualdad es legítima y necesaria. Pero si no admite la igualdad no puede estar con Jesús. Hay que aceptar que no haya jefes sino servidores. La reacción de Pedro en el v. 9 muestra su adhesión personal a Jesús, pero por ser voluntad del jefe, no por convicción. Al ofrecerse a que le lave las manos y la cabeza, Pedro piensa que el lavado es purificatorio y condición para ser admitido por Jesús. Juzgaba inadmisible la acción como servicio; como rito religioso se presta a ella. Jesús corrige también esta interpretación. El término "limpios" pone esta escena en relación con la de Caná, donde se mencionaban las purificaciones de los judíos. La necesidad de purificación, característica de la religión judía, significaba la precariedad de la relación con Dios, interrumpida por cualquier contaminación legal. Jesús había anunciado allí el fin de las purificaciones y de la Ley misma.

Ahora excluye todo sentido purificatorio de su gesto. Un discípulo sólo necesita que le laven los pies, es decir, que le muestren el amor, dándole dignidad y libertad. Jesús quiere evitar que se interprete erróneamente su gesto, como un simple acto de humildad. Con su acción Jesús ha mostrado su actitud interior, la de un amor que no excluye a nadie. El señorío de Jesús es una fuerza que desde el interior del hombre lo lleva a la expansión. No acapara, sino que se desarrolla. Esta es la norma válida para todo tiempo.

DABAR 1983, 22


3.

El lavatorio de los pies practicado por Jesús después de cenar es uno de los aspectos más intrigantes del relato de la última cena.

Esta acción de Jesús suscita tres problemas: 1) ¿Por qué Jesús lava los pies de sus discípulos y no las manos, y por qué lo hace después y no antes de la cena? 2) ¿Por qué les seca los pies con una toalla? 3) ¿Qué significado entraña el hecho de quitarse el manto, ciñéndose en su lugar una simple toalla?

1) ¿POR QUE JESÚS LAVO SOLAMENTE LOS PIES DE SUS DISCÍPULOS? El versículo de Juan, "se levantó de la mesa", indica que el lavatorio tuvo lugar después de la comida. En el Medio Oriente la costumbre era lavar los pies antes de comer. Este acto (como se especifica en los vs. 12 ss) pretende ser una lección de humildad: ante el altercado de los apóstoles sobre quién era el mayor (Lc. 22, 24), Jesús les enseña la dignidad del servicio y del ministerio. La lección es corroborada con la acción, según se narra en /Lc/22/27: "Porque, ¿quién es mayor, el que está en la mesa o el que sirve? ¿no es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve". Corremos el riesgo de no apreciar la total significación del gesto de Jesús si no hacemos referencia a la práctica farisea.

Los textos fariseos tratan amplia y minuciosamente la relación maestro-discípulo y detallan las obligaciones y servicios de los discípulos para con sus maestros. Obligaciones que en ocasiones llegaban a servicios íntimos. El maestro tenía derecho a disponer del discípulo para todos los servicios propios de un esclavo, excepto "pedir ser descalzado". De este modo no resultaba extraña la sorpresa de Pedro: "¿Lavarme tú a mí los pies?" (v. 6). Jesús, al lavar los pies de sus discípulos, invierte los moldes clásicos de la relación maestro-discípulo y ejecuta una acción de humildad sin precedentes para la mentalidad de entonces. ¡Tan degradante parecía a los ojos de los fariseos de entonces que excluyen tal acción del "código" de obligaciones del discípulo!

2) ¿POR QUE SE CIÑO UNA TOALLA/J? El gesto de Jesús narrado por Juan no requería "ceñirse" una toalla. Para comprender este gesto simbólico de Jesús debemos remontarnos a la antigua tradición del "cinturón de lucha" que aparece en el arte y la literatura del antiguo Oriente.

Sin entrar en un análisis detallado de las diversas modalidades de tal tradición, hemos de recordar que el Israel bíblico formaba parte de un ámbito internacional en el que el cinturón de lucha era un símbolo honorífico. Simbolizaba el heroísmo, el arrojo, el orgullo, la dignidad, aun cuando, con el correr de los tiempos, la armadura de los guerreros fue modificada y modernizada con nuevos elementos. El arte pagano y los mitos presentan a los dioses victoriosos ciñéndose el cinturón de lucha y sosteniendo en alto el de sus adversarios.

Este simbolismo del cinturón en narraciones diplomáticas, jurídicas o religiosas del Antiguo Testamento permite comprender toda la significación del gesto de Jesús al ceñirse durante el lavatorio de los pies. El mismo Nuevo Testamento abunda en alusiones a ceñirse el cinturón. 1 Pe. 1, 13 dice: "Por tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la revelación de Jesús". El Apocalipsis describe a los agentes de la ira divina y de la retribución ciñéndose el cinturón.

En Lc/12/35/37 ("tened los lomos ceñidos y vuestras lámparas encendidas") se exhorta a estar alerta. Cuando vuelva el Señor, se ceñirá, protegerá a sus siervos fieles y los servirá: "Dichosos los siervos que el Señor, al venir, los encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y los servirá" (v. 37).

Pero la acción de "ceñirse" en el lavatorio de los pies tiene ya un sentido espiritual; el ceñirse para la lucha material se ha transformado en ceñirse para la lucha espiritual. En Ef/06/10 aparece claramente este cambio semántico: "Por los demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades... ¡En pie, pues: ceñida vuestra cintura con la verdad y revestíos de la justicia como coraza!". Ef. 6, 10 evoca la visión de Isaías sobre el reino perfecto: "Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos" (Is. 11, 5). Ambos textos cambian el cinturón físico por el cinturón espiritual.

El gesto de Jesús de ceñirse la toalla tiene, pues, más sentido del que aparece a primera vista: significa que la fuerza espiritual ha reemplazado a la fuerza bruta. La humillación de Jesús al lavar los pies se une al propósito de combatir, de llevar a cabo victoriosamente su misión divina. Una humilde toalla ha sustituido al violento cinturón de lucha, una toalla que simboliza la disposición de Jesús a combatir.

3) ¿QUE SIGNIFICADO ENTRAÑA EL HECHO DE QUITARSE EL MANTO? La independencia con que Jesús realizó el lavatorio de los pies se refleja en el hecho de que él mismo se ciñó, sin la ayuda de otro. Ceñirse uno mismo significa confianza e independencia; ser ceñido es indicio de dependencia. Jn. 21, 18 lo dice: "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieres". Los exégetas interpretan equivocadamente el motivo por el que Jesús se despojó de su manto y se ciñó una toalla. Su comentario corriente es parecido a éste: "Habiéndose despojado de su manto, se quedó con sólo la túnica, se ciñó una toalla y, a la manera de un esclavo, les lavó los pies... Esta historia revela cuán grande fue para los discípulos la condescendencia de Jesús al lavarles los pies". Esta interpretación tergiversa el gesto de Jesús.

Jesús quería, con el hecho de lavar los pies, dar una lección de humildad, mientras que, con el cambio de vestimenta y con la actitud de ceñirse la toalla a modo de cinturón quería simbolizar que se preparaba para morir.

Jesús, consciente del ambiente hostil que le rodea (v. 4) se dispone a la lucha cambiando el vestido, ciñéndose. La hostilidad está a su lado: "El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará".

-RESUMEN: En el lavatorio de la última cena sobresalen dos puntos. El primero es la abnegación, la humillación radical de Jesús al lavar los pies a los discípulos: lo contrario de lo que hacían los rabbís. El segundo es la disposición de Jesús a afrontar la lucha que se avecina: en lugar de evadir "su hora", se despoja del manto y se ciñe la toalla, se dispone no al combate físico, sino a la lucha espiritual de su acción, de su sacrificio. El héroe del espíritu se ciñe para la llegada de "su hora".

Los que crean que esta interpretación es rebuscada deben recordar que Juan acostumbra a usar el lenguaje de los símbolos y que constantemente da a sus palabras un doble sentido.

ETAN LEVINE
UN JUDÍO LEE EL N.T.
CRISTIANDAD/MADRID 1980/Pág. 300-310


4.

Texto. Se suceden narración, diálogo y reflexión. Pero lo narrativo adquiere peso específico en este texto. A los graves y opacos participios del comienzo (sabiendo, habiendo amado, estando cenando, sabiendo de nuevo) sigue la descripción minuciosa y viva en presente (se levanta, se quita el manto, se ciñe una toalla, echa agua). Tras la ausencia de espacio y la majestuosidad de los tres primeros versículos, el lector se encuentra de golpe en los versículos 4-5 presenciando una sucesión de acciones. El autor ha conseguido hacer del actor un espectador asombrado de la escena, la narración conjuga solemnidad y viveza, misterio y sencillez, todo ello a base de un ritmo narrativo lento, muy pausado.

El diálogo posterior, por contraste, tiene un ritmo rápido, con frases rotundas y de período corto. Pedro y Jesús en posturas enfrentadas-confrontadas-aceptadas, aunque la comprensión por parte de Pedro quede abierta a un más adelante, que no llegará hasta el capítulo 21, último del evangelio.

Una breve intervención descriptiva del narrador, devolviendo a Jesús su puesto de comensal, sirve de pórtico al comentario final, centrado en la invitación a desvelar el significado de la acción simbólica de lavar los pies. Ruego al lector leer ahora de nuevo el texto de Juan.

Comentario. Lo indecible articulado en acciones. Lo indecible es la experiencia de Dios desde la que Juan describe a Jesús en los vs. 1-3. Esta experiencia impide a Juan presentar a Jesús como alguien que está para morir, a pesar de la inminencia de su muerte, que el autor también señala al mencionar a Judas. Gracias a la experiencia de Dios, puede Juan hablar de Jesús como de viajero retornando al hogar y del viaje como de tarea de amor. No hay tragedia. No hay patetismo. Experiencia es mucho más que estado afectivo o sentimiento. Experimentar es presenciar, conocer, sentir. De ahí la formulación conceptual "sabiendo" empleada por el autor.

Este mundo indecible, por hondo, de la experiencia de Dios se expresa a través de acciones tales como levantarse de la mesa, quitarse la ropa, ceñirse una toalla, echar agua en una jofaina, lavar los pies de los discípulos, secárselos. ¡Esto es todo cuando la persona más grande de la tierra está para morir! ¡Increíbles realmente los parámetros de magnitud que aquí se manejan! Y, por último, la invitación a descubrir el potencial significativo que estas acciones encierran. ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? La acción culminante de lavar los pies está destinada a suscitar una imagen, una idea, una concepción de la vida dentro de la comunidad cristiana, una actitud. Y como consecuencia, una actuación, un comportamiento. "Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis".

ALBERTO BENITO
DABAR 1986, 21


5.

En esta escena describe Juan a los discípulos como formando un círculo, en medio del cual se encuentra el Señor preocupándose por los pies de aquéllos. Mientras el lector de esta perícopa contemple desde fuera dicho círculo y lo que en él acontece, mientras no se sienta implicado en el lavatorio de los pies... no acabará de comprender el mensaje y, por tanto, lo que Jesús hace (v. 8). El evangelista-catequista ha preparado este relato para que cada uno tome su sitio en esta reunión (es notorio que Juan, al contar la última cena, no hace alusión a la eucaristía, sino que desarrolla el gesto del lavatorio de los pies de sus discípulos). Es más: quien hace suyas la resistencia de Pedro y las palabras que éste pronuncia, tendrá la posibilidad de escuchar la respuesta de Jesús.

Se puso a lavarles los pies (un quehacer propio de los esclavos en aquel tiempo). En el momento en que Jesús se levanta de su sitio y se quita el manto, en ese momento culmina el abandono del puesto que tiene en la gloria del Padre y toma figura de siervo (Flp. 2,7). Inclinado a los pies de Pedro, ocupado con los cansados y sucios pies de sus discípulos, se encuentra Jesús en el punto álgido de su camino, en el punto cero, es decir, en el justo intermedio entre la subida al Padre y el descenso al mundo de los hombres, de los esclavos.

¿Comprendéis lo que os he hecho...? La pregunta va mucho más allá del lavatorio de los pies; hace relación al todo, o sea, a todo por lo cual Jesús se ha colocado en el último lugar (Lc 14, 8) entre los hombres. Juan hace que Jesús se dirija al oyente del evangelio y no sólo desde la sala de la última cena, sino desde la mesa del reino eterno,, a la que, después de su "vaciamiento" ha de volver resucitado, exaltado, para sentarse a la derecha del Padre (v. 12). ¿Comprendéis lo que os he hecho? Esta es la pregunta dirigida a todos "en la víspera de su pasión".

EUCARISTÍA 1988, 17


6.

Los primeros versículos de este Evangelio sirven, sin duda, de introducción al pasaje completo de la Cena y de la Pasión. El lavatorio de pies, dentro de este pasaje, constituye asimismo uno de los momentos principales de la comida y esta entrada en materia introduce admirablemente en el misterio de Pascua.

* * * *

a) Según una interpretación, el Señor, al proceder al lavatorio de pies, se habría limitado simplemente a poner de nuevo en práctica el rito judío de las abluciones antes de la comida. Esta concepción ha originado con relativa frecuencia toda una simbología de la purificación. Ahora bien: no se trata ciertamente de eso. En efecto, Juan señala que el rito se sitúa "durante la comida" (v. 2), y este no era el caso de las abluciones. Por otra parte, la respuesta de Cristo a Pedro, quien concretamente cree estar asistiendo a la institución de un nuevo rito de ablución (v. 9), pone de manifiesto que el sacrificio de la cruz purifica más eficazmente que las antiguas abluciones y que, en adelante, será el único rito de purificación (v. 10; Jn. 15, 1-3).

b) La doble mención de Judas (vv. 2 y 10) parece, por el contrario, bastante importante para la comprensión del texto. Cristo, además, no excluye al traidor del beneficio del rito del lavatorio de pies. Sin embargo, Judas es "impuro" y el rito no le servirá de utilidad alguna. A pesar de lo cual, esta mención hace resaltar el sentido de la perícopa: el Señor se humilla incluso ante aquel que le hará traición. La extensa descripción de los preparativos (vv. 4-5) y la reacción de Pedro, que se niega a someterse al gesto de Cristo (v. 6), confirman esta interpretación. Cuando dice a Pedro que comprenderá el sentido de todo esto "después" o "dentro de poco", Cristo no alude directamente a su pasión: simplemente remite al apóstol a las explicaciones que dará una vez que se haya sentado de nuevo a la mesa (vv. 12-15).

De hecho, Cristo realiza un "mimo", al modo de los profetas Ezequiel y Jeremías. El, el Señor y el Maestro, se adapta a la condición del más vulgar de los siervos. Lo esencial del pasaje reside en la pareja "Señor-Siervo", semejante a la que se encuentra en Fil. 2, 5-11. Según esto, la idea es bien simple: en su pasión, Cristo manifiesta una humillación que los apóstoles habrán de incorporar a sus vidas mediante su propia actitud de humildad. Mientras vivan, ellos mismos y sus sucesores deberán ir dando consistencia al tema del "Señor-Siervo".

Resuelta de este modo la interpretación del pasaje, uno debe preguntarse por qué Juan ha querido situar estas ideas precisamente dentro del marco temporal y local del relato de la Cena. De hecho, el tema del "Señor-Siervo estaba ya esbozado por los sinópticos. Si Marcos y Mateo se limitan a narrar la institución en sí (Mc. 14, 22-25; Mt. 20, 25-27), Lucas relata, además, el curioso pasaje de una disputa entre los apóstoles relativa a la primacía dentro de su grupo (Lc. 22, 24-27). Esta adición parece tanto más singular cuanto, en la tradición sinóptica, está localizada en otro pasaje completamente distinto (Lc. 9, 46; Mt. 20, 25-27; Mc. 10, 42-44). El relato de Lucas parece, pues, una relectura del de la Cena, hecha por una comunidad cristiana primitiva, dentro del marco de sus propias necesidades espirituales y, de modo especial, por lo que respecta al sentido que se debe dar a las funciones ministeriales.

Hemos visto en la segunda lectura (1 Cor. 11) un caso semejante de relectura. Dentro de las asambleas eucarísticas se han presentado algunas dificultades. Los fieles, al perder de vista el objeto misterioso de estas comidas, disputan entre sí, olvidando el objeto esencial de las comidas eucarísticas: el sacrificio de Cristo que, con su humillación y sufrimiento, se hizo siervo de todos. Por esta razón se pedía a los participantes y, especialmente, a los ministros que imitaran el ejemplo de Cristo en su actitud.

* * * *

El rito eucarístico contiene la humillación, la obediencia, el sacrificio espiritual y el amor de Cristo; esto nos obliga a hacer nuestras esas actitudes. La fe descubre esta significación interior del sacrificio de Cristo y, sobre esta base, exige nuestra actitud moral. Sean ministros o comensales, los que participan de la Eucaristía deben compartir sus sentimientos de humillación, de obediencia y de servicio mutuo; solo así será plenamente auténtica y el sentido del rito eucarístico perfectamente significativo.

El tema bíblico que podría servir de trasfondo a esta celebración del Jueves Santo bien pudiera se el del pan que, a todo lo largo de su evolución escrituraria, lleva precisamente a significar esta actitud interior.

A partir del Antiguo Testamento se puede percibir una oposición entre la Palabra de Dios, alimento espiritual, y el pan natural. Es preciso abstenerse del segundo para poder nutrirse del primero: Ex. 24, 18; 34, 18; Am. 8, 11. En el Nuevo Testamento, un episodio como el de Marta, preocupada del pan, y de María, preocupada de la Palabra, es portador del mismo mensaje (Lc. 10, 38-42). En una etapa más avanzada, podrá distinguirse todavía entre Palabra de Dios y pan, pero la primera estará ya simbolizada por un determinado pan. En esta segunda etapa la oposición continúa, pero sus términos han sufrido un cambio de matiz: ahora es entre este pan especial (como el maná, símbolo de la Palabra) y el pan natural (Dt. 8, 3). Se trata de un pan bajado del cielo y portador de la voluntad de Dios sobre nosotros, el pan que comemos para nuestra salud espiritual (Ex. 16, 4-15; Sal. 77/78, 19-30; Sab. 16, 20; Is. 55, 1-3); difiere del pan natural, que nutre nuestro cuerpo, pero sin comprometernos en el plano interior.

Esta estrecha relación entre pan especial y Palabra de Dios se vuelve a encontrar en la mayor parte de las vocaciones de profetas invitados, alguna que otra vez, a "comer" un libro en señal de su vocación al ministerio de la Palabra (Jer. 15, 16; Ez. 2, 8-3, 3; Ap. 10, 8-11). Los ángeles, a su vez, reconocerán su sabiduría en el "pan de los ángeles" (Prov. 9, 1-5; Eclo. 15, 1-5).

PAN/VD: Cristo se alimenta, asimismo, de un pan que no es otro que la voluntad del Padre sobre El (Mt. 4, 3-4; Jn. 4, 31-34). Elevando aún más la imagen que nos ocupa, Cristo se declara a Sí mismo ese pan bajado del cielo, precisamente porque cumple la voluntad del Padre (Jn. 6, 38-48). De este modo, Cristo se ha identificado tanto al pan de la voluntad de Dios que puede aplicarse con toda propiedad este calificativo. En otro momento, cuando presente el pan como su cuerpo que es entregado a nosotros, en cumplimiento de la Palabra de Dios, realizará en la Eucaristía la significación profunda que el Antiguo Testamento atribuía al pan de Dios: un alimento cargado de la voluntad del Padre y que nos ayuda, también a nosotros, a cumplir esta voluntad.

De este modo, el pan significa la obediencia a la voluntad del Padre. Este pan no es simplemente el objeto de una manducación sin más; obliga a situarse a un nivel sacrificial y espiritual.

Por tal motivo el pan es ya por sí mismo memorial de un sacrificio interior, al igual que los panes sagrados, en el Templo (Lev. 24, 5-9; cf. Mt. 12, 3-4; Lc. 12, 19). A la luz de una catequesis bíblica, el signo del pan aparece según esto, no solamente como el símbolo de un alimento, sino como el signo de un sacrificio, el memorial de una obediencia.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 266 ss.


7.

Lavar los pies se consideraba un servicio de esclavos. Era un oficio tan bajo que algunos rabinos no permitían que algunos esclavos les lavaran los pies si éstos eran israelitas. Su actitud la fundaban en lo que dice el Levítico (25, 39).

De ahí que no pueda extrañar a nadie la resistencia de Pedro a que Jesús le lave los pies. Lo extraño y lo admirable es que Jesús, siendo el Señor y plenamente consciente de su dignidad, haga este servicio. La respuesta de Jesús indica que su gesto esconde un gran misterio. En él revela todo el sentido de su vida. Jesús vino al mundo a servir y no a ser servido. A la luz de la resurrección comprenderán los discípulos que el servicio de Jesús consiste no sólo en lavarles los pies,sino en lavar con su sangre los pecados del mundo. Es interesante observar que Juan no dice nada sobre la institución de la eucaristía; en cambio, coloca en su lugar el lavatorio de los pies. Quiere decirnos con ello que se trata también aquí de un gesto en el que se anticipa el sacrifico de la cruz, lo mismo que en la eucaristía. Pedro, al no aceptar el servicio del Hijo de Dios, se excluye neciamente del reino de Dios. Es como si no aceptara el sacrificio de la cruz que ofrece Jesús por todos los hombres. Nosotros aceptamos el sacrificio y el servicio de Cristo si recibimos con fe el bautismo. Jesús lavó también los pies de Judas; pero éste no aceptó de corazón su servicio. Por eso dice Jesús: "no todos estáis limpios".

EUCARISTÍA 1975, 22


8.

Contexto. Estamos en el día séptimo. Exactamente el mismo día que en Jn. 2, 1-11 constituye el comienzo de las señales de Jesús (agua en vino) y la manifestación de la gloria de Jesús, es decir, la manifestación de quién es Jesús. Entre el cap 2 y el cap. 13 hay una relación: la existente entre la señal y lo señalado. Allí todavía no había llegado la hora; aquí la hora ya ha llegado.

Sentido del texto. Desde el cap. 6 el lector ya sabe que la Pascua no se celebra en el Templo sino allí donde está Jesús. Por eso la cena pascual en el cuarto evangelio tiene lugar un día antes de lo que según el calendario judío tenía que ser. Es un recurso intencionado del autor para marcar la distinción entre el mundo del Templo y el mundo de Jesús. El mundo del Templo estaba significado en el cap. 2 por el agua; el mundo de Jesús por el vino. El agua significaba las purificaciones. Ahora vamos a saber lo que significaba el vino: el amor, que tiene el color rojo-oscuro de la sangre. Hasta este momento el amor de Jesús ha consistido en liberar a los suyos del mundo del Templo, un mundo hecho de ladrones (cfr. parábola del buen pastor) y de ovejas asustadas y maniatadas (cfr. Jn. 5, 1-3). En esta liberación consiste la limpieza de que se habla en v. 10: los que celebran la Pascua de Jesús están limpios, es decir, no pertenecen al mundo del Templo. Pero este mundo todavía no está del todo erradicado: todavía hay un representante: Judas. A través de este personaje aparece claro que el mundo del Templo es asesino. Es cierto que este mundo apela a Dios como Padre (cfr. Jn. 8, 41). Pero desde el cap. 8 el lector sabe que su verdadero padre es el diablo (cfr. Jn 8, 44). Por eso a partir de ahora el amor de Jesús toma el color rojo-oscuro de la sangre. Es el final, la hora: su muerte. En ella va a poner de manifiesto su gloria, su peso específico. Es la gran señal, el último día de la fiesta, el día grande del amor, el día séptimo en que Dios concluyó su obra, el día en que se encuentran Padre e Hijo, cansados de ese gran trabajo que es amar: ellos son el sembrador y segador de que se habla en Jn. 4, 36-38.

LAVATORIO/CZ:En espera de la señal definitiva (la cruz), este trabajo tiene en nuestro relato otra señal: el lavatorio de los pies. Es una señal, como el vino en Caná. Una señal en la cadena de señales que culmina en la cruz. Es, pues, una señal con color de rojo-oscuro. Desde Jn 2, 13-21 esta señal ya no ondea en el Templo. Será, pues, bueno devolver al lavatorio de los pies la enorme carga de tensión que el autor del cuarto evangelio quiso conferirle. Una carga que sorprendentemente Pedro no capta. ¡Qué mal queda siempre Pedro en el cuarto evangelio! El domingo de Pascua tendremos una nueva ocasión de comprobarlo. Siempre hay alguien que le lleva la delantera en lo que a captar la situación se refiere.

DABAR 1981, 23


9.

"Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros" (/Lc/22/15). Palabras pronunciadas en un momento determinado de la historia, dichas en aquel entonces a los que estaban con El: al propietario de la gran sala, a los doce escogidos comensales. Ahora pueden también aplicarse a la Iglesia, la cual se las apropia claramente. La Iglesia es la casa en la que ha entrado el "hombre con el cántaro de agua" (Lc 22 10), Cristo, que le trajo el agua del Bautismo. Es la sagrada mesa, es la heredera de los doce apóstoles; cada uno de sus miembros ha recibido el baño santo, que vemos hoy representado en el evangelio. En efecto, por la Iglesia y por cada uno de sus miembros, el Señor se ha levantado de la mesa del Padre celestial, se ha ceñido en torno a sí la mísera toalla de su cuerpo humano y con su sangre ha lavado a los escogidos (S. Agustín a Jn 13, 4. Tratado 55, 7).

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 38


10. /Jn/13/07-10:

Pedro (y con él los discípulos de los que aparece como portavoz) sigue sin comprender que significa lo acontecido. Pero más tarde lo comprenderá. Ese "más tarde" evoca de un modo claro la próxima muerte y resurrección de Jesús. De este modo, Juan le dice al lector desde qué ángulo visual ha de entender la historia. Frente a la negativa de Pedro Jesús insiste: quien desee tener parte con él, quien quiera estar en comunión con él y pertenecerle, no tiene más remedio que permitir a Jesús prestarle ese servicio de esclavo; o, dicho sin metáforas: hay que aceptar personalmente la muerte de Jesús como una muerte salvífica. La reacción exaltada de Pedro (v. 9), que ahora incurre en el extremo contrario, es a su vez una mala interpretación.

El significado del v. 10 no es perfectamente claro. Algunos expositores refieren "el que ya se ha bañado..." al bautismo, y la continuación "no necesita lavarse (más que los pies)", a la penitencia cotidiana del cristiano; otros piensan en la eucaristía. Esto último es muy improbable. Posiblemente la frase "no necesita lavarse más que los pies" mediante la interpolación posterior de "más que los pies", de modo que el texto original habría dicho: "no necesita lavarse, porque está limpio todo él". En tal caso, tampoco se justifica la referencia al bautismo. Para comprender todo el episodio hay que partir del hecho de que la acción simbólica del lavatorio de pies alude a la importancia soteriológica de la muerte de Jesús. (...) A/QUÉ-ES

Es decisivo el criterio establecido por Jesús y expuesto mediante el gesto simbólico del lavatorio de pies: el amor se demuestra en la propia humillación, en la propia limitación, en el ser y obrar a favor de los demás. Amar significa ayudar al otro para su propia vida, su libertad, autonomía y capacidad vital; proporcionarle el espacio vital humano que necesita. Para nosotros el gesto simbólico del lavatorio de pies ha perdido mucha de su fuerza original. En la vieja sociedad esclavista, en que tiene su genuino Sitz im Leben, su mensaje no podía interpretarse mal. Jesús se identifica con quienes nada contaban. El amor, tal como él lo entendía y practicaba, incluía la renuncia al poder y al dominio así como la disposición a practicar el servicio más humillante. Lavar los pies pertenecía entonces al trabajo sucio. La negativa de Pedro descubre la resistencia interna de una mente privilegiada contra semejantes insinuaciones. Mas si se quiere pertenecer a Jesús hay que estar pronto a un cambio de conciencia tan radical; y eso conlleva que en el fondo sólo el amor opera el auténtico cambio de mente liberador, el fin de toda dominación extraña.

Dicho de otro modo, según Juan, Jesús ha dado un contenido y sello totalmente nuevos a la idea de Dios, en la que entraban desde antiguo los conceptos de omnipotencia y soberanía, por cuanto muestra que a Dios se le encuentra allí donde se renuncia a todo poder y dominio y se está abierto a los demás. "Donde hay bondad y amor, allí está Dios", como dice un antiguo himno de la Iglesia. Allí se liberan los hombres de sí mismos y respecto de los otros. Sin duda que tampoco este símbolo está a resguardo de malas interpretaciones, como cuando se integra como acción litúrgica en un sistema de dominio y no se advierte que lo que en principio está en tela de juicio es un sistema de dominio. Incluso Pedro tiene que dejarse inquietar. Juan había comprendido que con Jesús había entrado en el mundo una concepción radicalmente nueva de Dios y del hombre; una concepción que sacudía los cimientos de la sociedad esclavista y de las relaciones de poder porque ponía la fuerza omnipotente del amor en el centro de todo lo divino. El lavatorio de los pies era el símbolo más elocuente para expresar esta nueva concepción, símbolo que también a nosotros nos hace pensar.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN. 4/2
HERDER BARCELONA 1979.Pág. 36ss.


11.

Una solemne obertura marca todo el relato (13,1): Jesús decide implicar a los discípulos en su existencia de comunión con el Padre. Una existencia arraigada en el servicio del amor, fundamento de la existencia de comunión de la Iglesia.

Después de la solemne obertura, el evangelista presenta el marco de la cena del paso, y también sus protagonistas en relación a la comunión: Jesús y el diablo (13,2-3). El diablo implanta división en Judas, Jesús sabe que es portador de la comunión del Padre. Judas no puede participar de la comunión porque está invadido por la división. Entrar en la comunión limpia a los discípulos (13,10), y sólo si permanecen en ella, continúan limpios (15,3). Es fundamental, por tanto, tener que ver con Jesús (13,8), vivir en la comunión desde el servicio.

El relato del lavatorio de los pies incluye: la descripción del gesto; el diálogo de Jesús con Pedro, a partir del malentendido que ha suscitado el gesto; y la explicación de su significado, que se convierte en una llamada a actualizarlo.

Hemos de contemplar el gesto en el contexto de la cena de comunión (la Eucaristía). Jesús no hace el gesto del esclavo antes del banquete, tal como era la costumbre, sino durante la cena; en la que el Señor glorificado (ya ha llegado la hora) sirve a los suyos (cf. Lc 12,37), haciéndose de verdad su amigo, eliminando toda voluntad de poder en el seno de la comunión. Pedro (y con él, todos) no acaba de entender que el gesto de Jesús implica amar hasta dejar el pellejo. Y porque es un gesto no sólo de servicio, sino también de hospitalidad, Jesús indica que, con su entrega hasta la muerte, conducirá a los que son de los suyos al lugar misterioso de donde ha venido: la comunión con el Padre (cf. 14,3). Jesús presenta este gesto de servicio y de hospitalidad como un ejemplo y, a la vez, como un don; el don de la comunión con el Padre y entre los amigos (donde no domina el poder, sino el servicio). Un don para amar hasta el extremo, para vivir en relación con el Señor, y para ser feliz (13,16-17).

La tradición juánica no relata la institución de la Eucaristía, sino este gesto de autodonación de Jesús, que implica a sus amigos en su comunión con el Padre. Lo cual no significa que desconozca su celebración (cf. 6,53-58). La tradición juánica contempla la comunión que crea la Eucaristía a partir del gesto del lavatorio de los pies. Gesto que comporta el rechazo de toda relación de poder en las relaciones entre los que Jesús ha hecho sus amigos; gesto que implica amar hasta el extremo y estar al servicio de la comunión establecida; gesto que implica acoger la hospitalidad de Jesús, quien nos sienta a la mesa de la comunión con el Padre; gesto que supone acoger a todos los amigos de Jesús como a amigos propios.

JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1999, 5, 16


12. lectura: Juan 13,1-15. Los amó hasta el extremo

Los cc. 13-17 del evangelio de Juan constituyen la despedida de Jesús. Son una catequesis sobre la actitud ante la aparente ausencia del Maestro. De aquí la insistencia en el amor, en la fe, en la fidelidad a la enseñanza anterior de Jesús, en la unidad antre los creyentes y la confianza ante la oposición del mundo.

A1 principio de la despedida de Jesús, Juan coloca un gesto simbólico del Señor: el lavatorio de los pies de los discípulos (13,1-35). Esta unidad literaria va encabezada por un versículo introductorio que expresa la actitud fundamental de Cristo: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Sigue el relato propiamente dicho del lavatorio (vv 2-20), la predicción de la traición de Judas (vv. 21-30) que contrasta con la actitud de Jesús, y un comentario interpretativo dirigido a los discípulos exhortándoles a imitar al Maestro (vv. 31-35).

En el evangelio de Juan el relato de la última cena es el momento culminante de la vida de Cristo: nos transcribe el gesto, propio de los criados, de lavar los pies; con valor paradigmático para los discípulos de todos los tiempos. Cristo se presenta como siervo, y la actitud del creyente consiste en aceptar a Cristosiervo, sin ser reacio como Pedro o traidor como Judas. Aceptar a Cristo supone asumir sus propias actitudes y reproducirlas en la vida cotidiana (v 15).

"Lo comprenderás más tarde". El sentido del gesto es cristológico y pretende anticipar simbólicamente la humillación de la cruz. El significado salvífico de este acto quedará escondido hasta la muerte-resurrección y el consiguiente don del Espíritu.

"No tienes nada que ver conmigo" (literariamente en el original: no tendrás parte de mí) es una fórmula semítica: "Parte" en el Antiguo Testamento significa heredad que Dios otorga a su Pueblo y al justo, más adelante pasó a tener un significado escatológico. Si no acepta el escándalo de la cruz, Pedro no podrá participar del reino escatológico que Jesús ha venido a inaugurar.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 5, 38