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H O M I L Í A

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PENTECOSTÉS

 

La fiesta de Pentecostés es una manifestación del misterio de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hoy celebramos a JC resucitado, haciendo memoria "de la pasión salvadora" de Jesús, y de su "admirable resurrección y ascensión al cielo", como se dice en la Plegaria eucarística. Y esto lo podemos hacer por obra del Espíritu Santo, que es el Espíritu del Padre y del Hijo. Desde la tarde de la Resurrección a la mañana de Pentecostés, el efecto de la resurrección de Jesús es permanente: dar, comunicar su Espíritu.

Por eso podemos decir que siempre es Pascua de Resurrección y siempre es Pentecostés. Con el "don" del Espíritu de JC resucitado podemos decir que Dios es definitivamente el "Emmanuel", el Dios-con-nosotros. Y donde está el Espíritu, está también el Padre y el Hijo.

"Estaban los discípulos en casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos". Es una descripción muy clara de una comunidad que no ha experimentado el Espíritu de JC resucitado.

Todavía estaban con el desconcierto de la pasión y de la muerte de Jesús. Pasión y muerte que para ellos fue también un escándalo. Por eso cuando experimentan y creen en JC resucitado "se llenaron de alegría". Alegría, gozo, paz, son "dones" del Espíritu Santo. 

Podríamos preguntarnos hoy, nosotros que somos la comunidad que vivimos y creemos en el Espíritu de Jesús resucitado, por nuestros miedos. Miedo porque quizás somos pocos; miedo porque parece que en nuestra sociedad vamos perdiendo influencia; miedo porque no vemos el camino claro; miedo porque tenemos pocas vocaciones... ¡Como si no tuviéramos la fuerza del Espíritu!

"Exhaló su aliento sobre ellos". En este "exhalar" de JC resucitado sobre sus discípulos, contemplamos que son creados de nuevo. En la primera creación se nos dice que "Dios insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (/Gn/02/07). Como nosotros por el bautismo y la confirmación hemos recibido el Espíritu para una vida nueva. No la del hombre egoísta y pecador, sino la que valora y vive aquello que no pasará nunca. Nosotros, por el bautismo y la confirmación, nos hacemos portadores del Espíritu a los hombres hermanos, y trabajamos para que de hombres pecadores y dispersos vayamos construyendo el pueblo de Dios que es templo del Espíritu. 

"Se llenaron todos de Espíritu Santo". El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús resucitado, viene como un viento irresistible, que sopla donde quiere. Y la comunidad está reunida, y está reunida "en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús". La comunidad reunida en oración, y "con María la madre de Jesús". Estos son aspectos fundamentales de todo grupo cristiano si quiere ser una comunidad que experimente y viva del Espíritu: comunidad que reza, y en la que "María la madre de Jesús" está muy presente.

"Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas que se repartían". Estamos en la nueva y definitiva Alianza, inaugurada por obra del Espíritu que el Padre y el Hijo envían. En la alianza del Sinaí aparecen también el "ruido" y el "fuego". Es el "fuego" del Espíritu, la llama del amor viviente. Fuego que significa amor, amor nupcial, celoso, fiel, exclusivo, posesivo; amor más fuerte que la muerte. Fuego que es indomable e incontrolable. El Espíritu Santo, como dicen los Padres de la Iglesia, es "Fuego que procede del Fuego". El Espíritu Santo es el "amor que procede del Amor". Por eso dejémonos inflamar por Él; dejémonos amar por Él.

-Siempre es Pentecostés. 
Pentecostés en griego significa 50, que en el simbolismo de los números bíblicos significa la perfección, plenitud, cumplimiento. San Lucas nos describe cinco "pentecostés", venidas del Espíritu Santo en diferentes momentos de la vida de la comunidad cristiana, para mostrarnos que siempre que viene el Espíritu es Pentecostés. No fue un solo y aislado Pentecostés. Nuestro bautismo fue Pentecostés, en la confirmación recibimos como "Don" el mismo de Pentecostés; la Eucaristía es acción del Espíritu Santo que nos reúne, nos comunica y hace entender la Palabra, y hace que la Palabra se haga Pan que alimenta, y nos envía a hacer las obras que el Padre quiere en favor de los hermanos.

Todos nosotros somos testigos de cómo el Espíritu nos va transformando, personal y comunitariamente; cómo el Espíritu va suscitando hombres y mujeres que luchan para la transformación de nuestro mundo.

"Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu". Por eso el misterio de Pentecostés está actuando siempre. Es el Espíritu que nos da la fe por la que confesamos que "Jesús es Señor". Es el Espíritu que nos congrega y nos hace una comunidad, la Iglesia. Es el Espíritu que suscita múltiples carismas, servicios, dones, regalos, ministerios, al servicio de la comunidad. El Espíritu es el que hace posible que siendo muchos, y teniendo distintas maneras de pensar y actuar, sepamos amarnos y ser "uno". El Espíritu Santo nos hace superar todas las divisiones, fruto del pecado, y salta todas las barreras sociales, de raza, de religión. El Espíritu Santo es la única bebida que da la Vida de Dios.

GERARDO SOLER
MISA DOMINICAL 1988, 11


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