COMENTARIOS AL EVANGELIO

 

1.

El evangelista quiere demostrar que con la resurrección de Jesús se ha creado una situación totalmente nueva. La resurrección señala el inicio de una nueva creación que toma forma en la comunidad neotestamentaria de la salvación.

Con la exaltación del Resucitado se pasa del tiempo de Cristo al tiempo del Espíritu. El resucitado actúa en la comunidad con el poder y la actividad del Espíritu. Este poder y esta actividad manifiestan al mundo la misión que los apóstoles han recibido de Cristo. Con ocasión del bautismo de Jesús, el ES había consagrado de manera oficial al Mesías y había inaugurado su actividad pública.

En Pentecostés el Espíritu hace que el pequeño núcleo de discípulos se presente en público, asuma el lugar que le toca en la historia de la salvación y que no lo abandone hasta el retorno del Señor. La misión de los discípulos es anunciar el don de la reconciliación y de la paz.

Hay cuatro hechos principales:

1. El saludo, el don de la paz, que ahora es la paz mesiánica prometida para los tiempos escatológicos. Paz que, para los discípulos reunidos, quiere decir perdón por la infidelidad durante la pasión, superación de la incredulidad y victoria sobre el miedo.

2. La identificación de Cristo. Es aquel con quien convivieron, al que crucificaron... sus manos y sus pies...

3. La misión. La paz y el perdón que ellos reciben deben transmitirlo a todos los hombres.

4. El "aliento" que indica la realidad y la naturaleza del don que se les ha hecho. "Recibid el Espíritu". Al principio de la creación el espíritu planeaba sobre las aguas -Gn 1. 2-, es el soplo de Dios que ha dado vida al hombre (Gn 2. 7). Así ahora el Espíritu plasma el hombre nuevo e inaugura la nueva creación.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 11


 

2. ES/MISION:

El evangelio de hoy fue leído ya el domingo segundo de Pascua, dentro del contexto más amplio del episodio de Tomás. El fragmento de hoy está centrado en el Espíritu como don pascual de Cristo resucitado. La escena se desarrolla, efectivamente, "al anochecer de aquel día", "el primero de la semana" (cf. 20. 1) que, paralelamente al primer día del Génesis, supone el inicio de la nueva creación y de la nueva alianza. Jesús exhala su aliento sobre el grupo de los discípulos y les da su Espíritu del mismo modo que Dios infundió su aliento sobre el primer hombre para darle la vida (cf. Gn 2. 7).

Juan no habla de misión en su evangelio hasta que en este momento es el Resucitado quien da el Espíritu y la misión a los discípulos, a los representantes de todos los que, por su palabra, van a creer en Jesús. Donación del Espíritu y misión están íntimamente unidos: Jesús les da el Espíritu para que les consagre como lo consagró a Él y sean enviados como Él fue enviado. La misión supone una oferta de vida y de salvación a todos los que quieran creer, ya que están llenos de este Espíritu que es fuente de vida; y Jesús va a estar presente en esta misión de los discípulos ("el que recibe a mi enviado me recibe a mí", /Jn/13/20) del mismo modo que el Padre siempre estaba presente en la suya ("el que me ve a mí, ve al que me ha enviado", Jn/12/45).

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 12


 

3. CR/TESTIGO

La Pascua comienza de color rojo y termina de color rojo: el Viernes Santo, cuando Jesús empieza su paso de muerte a vida, el rojo de los ornamentos nos habla de sangre derramada, de testimonio ardiente; el domingo de Pentecostés, concluimos la celebración de este paso de muerte a vida con el rojo del fruto, del fuego que renueva e ilumina, del testimonio de los creyentes transformados por el Espíritu de JC.

Recordar la entrega de JC y celebrar el don del Espíritu nos invita a pensar en una fe que haga de nosotros hombres y mujeres con empuje, con ilusión, con entrega. Hombres y mujeres que quieren vivir de modo que se note que hemos sido tocados por una sangre derramada con amor infinito, y que hemos sido introducidos en una vida más fuerte que todo mal. Hombres y mujeres que aman profundamente su fe, y que creen que por sus venas circula la misma savia que circulaba por las venas de JC y que quieren compartir esa alegría con todo el mundo.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988, 11


 

4.

A este texto remitía la siguiente frase de hace dos domingos (del ciclo A): Aquel día sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros (Jn.14,20). Aquel día se refiere a la escena de hoy, a Pentecostés. El autor del cuarto evangelio concibe este día y esta escena como la inauguración del tiempo último y definitivo de la historia. Los participantes en la escena son los discípulos. En el cuarto evangelio este término designa a los creyentes en Jesús. Su alcance va, pues, más allá de los doce, como también va más allá del día indicado en el texto la situación de cautela y de miedo.

En el atardecer del domingo de Pascua Juan sitúa retrospectivamente situaciones de cautela y de miedo posteriores. Es pues toda la comunidad creyente la que se alegra con los que vieron a Jesús resucitado. Y es también toda la comunidad creyente la que recibe el siguiente encargo de Jesús:

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. A lo largo de la pasada cuaresma hemos tenido ocasión de familiarizarnos con el sentido y la función que este envío o misión tienen en el cuarto evangelio. Se trata de un trabajo fatigoso y complejo porque choca con tendencias muy arraigadas, que, a pesar de ser religiosas, pueden desfigurar a Dios y al Hombre. Los creyentes han recibido de Jesús el encargo de llevar adelante la tarea emprendida por Jesús.

Cuentan para ello con el mimo Espíritu que él tenía. Es este Espíritu el que eleva a los cristianos a la categoría de signo visible de gracia y de enjuiciamiento en el tiempo último y definitivo inaugurado por El.

Comentario. El creyente en Jesús sabe hoy que Jesús está con el Padre, que él está con Jesús y que Jesús está con él. Hoy, Pentecostés, cuando el Espíritu de Jesús y del Padre se posesiona del creyente y lo eleva a sacramento de Dios en el mundo. Hoy, Pentecostés, cuando el mundo empieza a ser definitivamente nuevo, porque las gentes pueden entenderse desde su propia peculiaridad, y Babel, es decir, la confusión deja paso a la comprensión. Hoy, Pentecostés, cuando todos empezamos a ser conscientes de que formamos un solo cuerpo.

A. BENITO
DABAR 1990, 31


 

5.

Texto. La opción que los discípulos han hecho por Jesús les ha granjeado la enemistad de los judíos. La expresión miedo a los judíos es de carácter religioso. No significa miedo al pueblo judío (los discípulos eran judíos), sino miedo a la exclusión de la sinagoga, decisión esta que los guardianes de la Ley de Dios habían tomado contra todo el que reconociera a Jesús como Mesías (ver Jn.9,22). Excluidos de la comunidad creyente, los discípulos de Jesús eran un grupo sin puesto y sin paz.

La presencia de Jesús cambia esta situación de los discípulos. Es el Jesús de siempre, al que habían conocido, con el que habían convivido y por el que habían optado. Jesús les devuelve primero la paz de la que carecían por estar excluidos de la sinagoga. En segundo lugar, Jesús les da un puesto y una razón de ser en el mundo convirtiéndolos en enviados suyos, de la misma manera que él lo había sido antes del Padre. Surge así la comunidad creyente, que se llamará Iglesia para distinguirse de la Sinagoga.

A diferencia de ésta, caracterizada por el espíritu de la Ley, la nueva comunidad se caracteriza por el Espíritu de Jesús y del Padre. En razón de este Espíritu la nueva comunidad encarna la oferta de gracia de Dios a los hombres. Las últimas palabras del texto se pueden parafrasear de la siguiente manera: Vosotros sois a partir de ahora los responsables de la oferta de mi Padre a todos los hombres. De vosotros depende ahora esta oferta.

Los destinatarios de estas palabras no son sólo los doce como a veces se piensa, sino la totalidad de la comunidad. El trasfondo de este texto no es jerárquico, sino comunitario. El sentido de estas palabra es a su vez mucho más amplio y rico que la práctica del actual sacramento de la Penitencia.

Comentario. El texto de hoy es especialmente significativo para la Iglesia por cuanto que marca el comienzo y el sentido de su andadura. Por su comienzo la Iglesia nace excluida de lo que había sido su medio y marco de referencias religiosas. Históricamente la Iglesia nace sin puesto y contra corriente, pero no respecto al mundo civil, sino respecto al mundo religioso. El valor de ejemplaridad de los comienzos de la Iglesia reside en que los problemas le vienen del propio mundo de la creencia.

La misión de la Iglesia es ser reveladora de Jesús y, en última instancia, de Dios. La misión la realiza en la medida en que es portadora del Espíritu de Jesús y de Dios. Vistas las cosas en sus comienzos históricos (así es como necesariamente las tiene que ver la exégesis), este Espíritu, que en razón de su origen se llama santo, está en las antípodas del espíritu que reina en los responsables de la Ley de Dios. Los retos no le vienen a la Iglesia desde el exterior. El auténtico reto es su capacidad de apertura al Espíritu de Jesús. Este Espíritu cambia mucho las cosas. Probablemente las renueva siempre.

A. BENITO
DABAR 1989, 27


 

6. C/UNIDAD

Con la reiteración del saludo en el v.21 se inicia el segundo momento: libertad para una nueva forma de existencia. Es la misión de la comunidad cristiana, alentada por el Espíritu del Padre y del Hijo. Una comunidad donde es posible la unidad dentro mismo de la multiplicidad, donde pueden entenderse personas con ideas distintas, porque todos están situados en una realidad que los transciende a todos, al mismo tiempo que los constituye: el Espíritu del Padre y del Hijo. Es así y sólo así como la comunidad cristiana es referencia de esperanza para los demás hombres y grupos. Es así y sólo así como es reveladora del Padre.

Es así y sólo así como es generadora de madurez; una comunidad así, porque da la medida y la talla de lo que es un grupo de gente madura, se convierte en modelo referencial para todos. No porque esta comunidad enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella pone de manifiesto y refrenda lo que cada uno es. Confrontándose con ella, los hombres pueden conocer su propia situación; gracias a ella pueden saber si han tomado la dirección satisfactoria o la dirección frustrante.

DABAR 1980, 31


 

7. RECREACION/ES

Viernes Santo, pascua de resurrección, ascensión y pentecostés: en esta secuencia temporal celebra la fe el único misterio pascual de la exaltación de Jesús y de la salvación del hombre.

También el envío del Espíritu pertenece al acontecimiento pascual y se proclama en el evangelio de Juan el domingo de pascua.

El saludo pascual del resucitado es "¡Paz!"; su don es la alegría. Ambas cosas son frutos del Espíritu Santo (cf. Gál 5,22); él es el gran don pascual que encierra en sí todos los demás dones. El Espíritu une para siempre a todos los discípulos con su Maestro, con su Señor resucitado; reúne a todos entre sí e inaugura un mundo nuevo por medio del perdón de los pecados.

Lo dicho anteriormente se expresa en la narración de Juan con un gesto: el soplo de Jesús sobre sus discípulos. Esto evoca el episodio del Génesis (2,7), donde se dice que Dios exhaló su aliento sobre Adán y éste comenzó a vivir. Aquí también se trata de una creación, una nueva vida, que es posible al hombre después de la resurrección.

La conversión y el perdón de los pecados aparecen siempre en la primera predicación apostólica impulsada por el Espíritu Santo.

EUCARISTÍA 1989, 22


 

8.

Los discípulos tienen miedo a los judíos y se encierran a cal y canto en una casa. Allí permanecen hasta que la fuerza del Espíritu, como un viento impetuoso, los eche a la calle y los disperse por toda la tierra. También nosotros, no obstante creer que Jesús ha resucitado, seguimos teniendo miedo. Sobre todo, miedo a la vida y a la libertad. Se nos ha educado en el miedo.

Se nos ha dicho muchas veces que la vida es un peligro, y nos hemos olvidado que el mayor peligro es renunciar a la vida... por miedo. Contra el miedo que guarda la ropa e inventa sistemas de seguridad, Jesús nos ofrece la paz verdadera en medio de los peligros del camino y aún en medio de las persecuciones. Nos ofrece la paz de los testigos, la paz y el coraje del que predica el evangelio y confiesa que el mundo no puede dar.

Jesús les muestra las llagas para que comprueben que es él mismo, el que fue crucificado y ahora sigue viviendo. Todo el evangelio es la gozosa proclamación de esa identidad: Jesús, el que padeció bajo Poncio Pilato y no otro, es el Señor. En esta alegría se cumple lo que Jesús les había prometido (Jn 16,20-22;17,13). Con esta alegría deberán anunciar a todo el mundo que han visto al Señor y que el Señor vive. Evangelizar es anunciar la buena noticia, la mejor de todas. Y esto sólo puede hacerse con inmensa alegría.

Jesús los envía al mundo lo mismo que él fue enviado por el Padre. La misión de los discípulos, la evangelización, no será posible sin la fuerza del Espíritu Santo.

El gesto de Jesús encuentra su antecedente en Gn 2.7. donde se dice que Dios exhaló su aliento sobre el rostro de Adán y éste comenzó a vivir. También ahora comienza una nueva vida, una nueva creación. Esta nueva creación proclamada por el evangelio es obra del Espíritu.

Pero la vida nueva no es posible sin el perdón de Dios como base de reconciliación entre todos los hombres. Predicar el evangelio es reconciliar con la fuerza del Espíritu Santo, es recrear todas las cosas.

EUCARISTÍA 1986, 24


 

9.

En la culminación del tiempo de Pascua, leemos una escena del mismo día de Pascua (que ya leímos el domingo segundo). Eso nos muestra que lo que hoy celebramos es realmente una de las caras de la resurrección de Jesús.

Jesús resucitado es, para nosotros, aquel que nos ha dado su mismo Espíritu, su Espíritu Santo. La resurrección de Jesús significa para los discípulos experimentar que en su interior tienen aquel mismo Espíritu que movió a Jesús, y que los identifica con él: incluso Jesús hace el gesto físico de exhalar el aliento sobre ellos, para significar que les traspasa lo que el lleva en su interior.

Y este don del Espíritu es lo que hace realidad en el creyente y en la Iglesia lo que Jesús dice y da en esta aparición a los discípulos: la paz que es la síntesis de todos los bienes; la misión de anunciar la Buena Noticia, para continuar la misión que el Padre encomendó a Jesús; el mensaje del perdón y la reconciliación de los hombres con Dios, de la que los continuadores de Jesús quedan constituidos también intermediarios.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 7


 

10.

En Juan, Pascua y Pentecostés se unen. El mismo día en que Jesús resucita, «el primer día de la semana», infunde sobre sus discípulos el Espíritu Santo. Lo hace con un gesto magnífico: exhalando su aliento sobre ellos. Este soplo recuerda, en primer lugar, el primer soplo de Dios sobre el hombre, y lo llenó de espíritu de vida. Jesús comunica a sus discípulos su aliento, su espíritu, el primer día de la primera semana de la nueva era para la nueva humanidad. Estos discípulos revivieron y quedaron transformados, recreados; empezaron a ser hombres nuevos, superando miedos y tristezas.

Por otra parte, este aliento de Jesús significa que transmite a los discípulos su propio Espíritu, que es algo suyo y que es el regalo de su Pascua. Ahora los discípulos, animados por el Espíritu, continuarán la obra de Jesús y harán presente a Jesús. Es fácil, porque el Espíritu es el mismo.

CARITAS 1991, 1, pág. 245


 

11.

El Espíritu Santo es el aliento de Jesús. Lo que respira la Iglesia es el Espíritu de Jesús. Lo que nosotros oramos en el Espíritu es la oración de Jesús. Toda nuestra vida íntima es la vida de Jesús, que el Espíritu nos comunica.

El mismo día de Pascua, el Señor resucitado, rebosante de Espíritu, exhaló su aliento sobre sus discípulos. Un gesto vitalista que recuerda el de la creación. Cristo quiso recrear a sus discípulos desanimados, sin «espíritu de vida»; por eso, sopló sobre ellos el Espíritu vivificador. El Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos, resucitaría también a sus discípulos medio muertos.

Y aquellos hombres se llenaron de vida nueva. Fue el primer día de la semana cuando Dios se puso a crear. Este sería el primer día de la nueva creación. Empezaba así la era del Espíritu.

CARITAS 1992, 1, pág. 253


 

12.

Todo fue el día primero de la semana, el día del sol, después del descanso del sábado. Fue la resurrección de Jesucristo, y desde entonces ese día es el Día, el sol de primavera que no termina. Fue también la efusión del Espíritu, un aliento que todo lo vivifica, lo reanima y lo fecunda. Es el soplo de la creación segunda. En el día de Pascua, Jesús continúa la creación del Padre, exhalando su Espíritu, dando vida a sus discípulos, vida de su propia vida.

Pero este aliento de Jesús llega también a nosotros, produciendo los mismos efectos que en los primeros discípulos. La verdad es que el aliento de Jesús llena toda la tierra. El es nuestra oración y la oración del mundo.

Quien recibe este Espíritu no sólo se santifica, sino que es capaz de santificar, de perdonar pecados, de trabajar por un mundo nuevo. Hay que alentar sobre toda muerte y toda impureza. Hay que dejarlo todo lleno de limpieza y hermosura. Hay que llenarlo todo del Espíritu de Jesús.

CARITAS 1993, 1, pág. 278


 

Nota: Como los versículos del evangelio de hoy pertenecen también al evangelio del domingo segundo de Pascua, puedes acudir allí si necesitas más ideas. En dicho caso haz clic aquí

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