SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO


Jn 14,15-21:
Presente y futuro


Dice el Señor: Todavía un poco y el mundo ya no me verá (Jn 14,19). ¿Qué decir? ¿Es que entonces le veía el mundo? En efecto, con el nombre de «mundo» quiere indicar a aquellos de quienes habló antes, diciendo con referencia al Espíritu Santo: A quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce (Jn 14,17). El mundo, es verdad, veía con los ojos de la carne a quien se había hecho visible mediante la carne, pero no veía a la Palabra que se ocultaba en la carne; veía al hombre, pero no a Dios; veía el vestido, pero no al hombre vestido. Mas como después, de su resurrección mostró a los discípulos también su carne, no sólo para que la vieran, sino incluso para que la tocaran, pero no quiso manifestarla a los que no eran de los suyos, quizá haya que referir a esta realidad las palabras: Todavía un poco y el mundo ya no me verá; pero vosotros me veréis, porque yo vivo, y también vosotros viviréis (Jn
14,19).

¿Qué significa: Porque yo vivo, también vosotros viviréis? ¿Por qué se refiere a sí mismo en el presente y a ellos en futuro, sino porque les prometió que poseerían también la vida del cuerpo, pero un cuerpo resucitado, cual aquella en la que él les iba a preceder? Y como estaba tan próxima su resurrección, utilizó el presente para indicar esa inmediatez; refiriéndose a ellos, en cambio, no dijo: «vivís», sino viviréis, puesto que la suya se difiere hasta el fin del mundo.

De una manera breve y discreta, usando respectivamente el presente y el futuro, prometió las dos resurrecciones: la suya, que había de realizarse en breve, y la nuestra, que tendrá lugar al fin del mundo. Porque yo vivo -dice-, también vosotros viviréis: porque vive él, por eso viviremos nosotros también. Pues por un hombre entró la muerte y por un hombre entrará la resurrección de los muertos; y así como en Adán mueren todos, así todos volverán a la vida en Cristo. En efecto, nadie muere sino por Adán y nadie vive, sino por Cristo. Por haber vivido nosotros nos hallamos muertos; por vivir él, viviremos. Estamos muertos para él cuando vivimos para nosotros; pero dado que murió por nosotros, él vive para él y para nosotros. Y, por vivir él, viviremos nosotros también. Nosotros pudimos darnos la muerte, pero no podemos darnos de igual modo la vida.

En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre y que vosotros estáis en mí y yo en vosotros (Jn 14,20). ¿En qué día, sino aquel del que dice: También vosotros viviréis? Entonces podremos ver lo que ahora creemos. También ahora él está en nosotros y nosotros en él; mas ahora lo creemos, entonces lo conoceremos. Y aunque ahora lo conozcamos por la fe, entonces lo conoceremos por la contemplación. Mientras vivimos en este cuerpo actual corruptible, que apesga al alma, somos peregrinos lejos del Señor, porque caminamos en la fe, no en la visión (2 Cor 5,6). Entonces, pues, le veremos en su realidad, porque le veremos tal cual es (1 Jn 3,2). En verdad, si Cristo no estuviese también ahora en nosotros, no diría el Apóstol: Si Cristo está en nosotros, el cuerpo está ciertamente muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia (Rom 8,10). Que también ahora estamos nosotros en él, lo indica con claridad cuando dice: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos (Jn 15,5). Por consiguiente, en aquel día en que vivamos con la Vida, que absorbe a la muerte, veremos que él está en el Padre, nosotros en él y él en nosotros, porque entonces llegará a la perfección lo que ahora ha comenzado ya él, es decir, su morada en nosotros y la nuestra en él.

El que tiene mis mandatos y los observa es quien me ama (Jn 14,21): el que los tiene en su memoria y los observa en su vida; el que los tiene presentes en sus palabras y los observa en sus costumbres; quien los tiene porque los escucha y los observa practicándolos, o quien los tiene porque los lleva a la práctica y los observa perseverando en ellos. Ése es -dice- quien me ama. El amor debe manifestarse en las obras para que no se quede en palabra estéril. Y a quien me ame, le amará mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a mí mismo (Jn 14,21). ¿Qué significa amaré? Deja entender que le ha de amar entonces, pero que no le ama ahora. No ha de entenderse así. Pues ¿cómo podría amarnos el Padre sin el Hijo o el Hijo sin el Padre? Si su obrar es inseparable, ¿cómo pueden amar de forma separada? Pero dijo: Yo le amaré, para añadir: Y me manifestaré a él. Le amaré y me manifestaré: es decir, le amaré, para manifestarme a él. Al presente nos ha amado para que creamos y guardemos el mandato de la fe; entonces nos amará para que le veamos y recibamos la visión misma como recompensa de la fe. También nosotros le amamos ahora creyendo lo que veremos, pero entonces le amaremos viendo lo que hemos creído.

Comentarios sobre el evangelio de San Juan 75,2-5