SAN AGUSTÍN COMENTA LA PRIMERA LECTURA

 

Hch 8,5-8.14-17: La donación del Espíritu es obra de Dios, no de los hombres

Pero el que perdona por medio del hombre puede perdonar sin él. Pues quien puede otorgar mediante otro, no es menos capaz de dar él directamente. Él dio a algunos a través de Juan; ¿a través de quién dio al mismo Juan? Con razón, pues, queriendo Dios demostrar y testificar esta verdad, algunos, a pesar de haber sido evangelizados y bautizados en Samaria por obra del evangelizador Felipe, uno de los siete primeros diáconos, no recibieron el Espíritu Santo. A pesar, repito, de haber sido bautizados. Anunciando esto a los discípulos que estaban en Jerusalén, vinieron luego a Samaria para que quienes estaban ya bautizados recibieran el Espíritu Santo mediante la imposición de las manos. En efecto, así se hizo. Vinieron, les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Entonces se otorgaba el Espíritu Santo de forma tal que incluso se manifestaba externamente que se había dado, pues quienes lo recibían hablaban las lenguas de todos los hombres, para significar que la Iglesia habría de hablar las lenguas de todos los pueblos. Recibieron el Espíritu Santo haciéndose visible en ellos de forma manifiesta. Al ver esto Simón, creyendo fuese cosa de hombres, quiso adquirirla él también. Lo que juzgó cosa de hombres, quiso comprarlo a los hombres, diciéndoles: ¿Cuánto dinero queréis que os dé para que, por la imposición de mis manos, se otorgue el Espíritu Santo? Entonces Pedro, detestándole, le dijo: No hay para ti parte ni heredad en esta fe. ¿Pensaste que el don de Dios ha de comprarse con dinero? Contigo perezca tu dinero (Hch 8,5-23). Y las demás cosas, todas oportunamente dichas.

Advierta vuestra caridad por qué he querido recordar esto. Convenía que Dios mostrase en primer lugar que obraba mediante los hombres, y después que obraba personalmente, para que los hombres no creyesen, como Simón, que aquello era cosa de hombres, no de Dios. Esto ya lo sabían los discípulos, puesto que estando reunidas ciento veinte personas descendió sobre ellas el Espíritu Santo sin imposición de mano alguna (Hch-1,15; 2,1-4). Porque ¿quién les había impuesto las manos en aquella ocasión? Sin embargo, descendió y fueron los primeros en ser repletos. ¿Qué hizo Dios tras la herejía de Simón? Vedle convertido en doctor, enseñando no con palabras, sino con hechos.

El mismo Felipe que bautizó a unos hombres sin que sobre ellos viniese el Espíritu Santo mas que cuando los apóstoles les impusieron las manos, bautizó a un eunuco, es decir, a cierto favorito de la reina Candace, quien, regresando a Jerusalén, a donde había ido a adorar, sentado en su carroza leía sin entenderlo al profeta Isaías. Avisado Felipe, se le acercó, le explicó la lectura, le instruyó en la fe y le anunció la buena noticia de Cristo. El eunuco creyó en Cristo y, al llegar a un lugar en que había agua, dice: Aquí hay agua, ¿quién impide que yo sea bautizado? Y Felipe le pregunta: ¿Crees en Jesucristo? Y le responde: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. A continuación bajó con él al agua. Una vez realizado el misterio y el sacramento del bautismo, para que no se creyera que la donación del Espíritu Santo era cosa de hombres, no se esperó, como en la vez anterior, a que vinieran los apóstoles, sino que al instante descendió sobre él el Espíritu Santo (Hch 8,26-39). Así se esfumó el pensamiento de Simón, para que no tuviese imitadores en esos pensamientos.

Sermón 99,10-11