J/CAMINO/VERDAD/VIDA:
Lo
acabamos de escuchar en el evangelio: "Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí". Jesús se nos
presenta, a los apóstoles y a nosotros, como aquel que da sentido pleno
a la existencia, como el que es capaz de satisfacer nuestro deseo de
felicidad, de gozo, de vida plena. Siguiéndole a él, aceptándolo a
él como camino, yendo con él, todos los valores humanos, todas las
esperanzas e ilusiones humanas se hacen más plenas, más ricas; todos
los esfuerzos que hacemos los hombres al servicio de una vida mejor
pueden llegar más a fondo, pueden alcanzar una amplitud insospechada.
-Los
valores humanos, el servicio del amor
Porque
en realidad, los hombres -si no somos muy insensibles- llevamos dentro
un deseo y un ansia de vida que funcione, de amor, de superación de las
envidias y las tristezas. Y hay muchos hombres y mujeres que trabajan,
desde puntos de vista y maneras diferentes, por conseguir que la vida de
todos esté mejor: gente que quiere amar y quiere luchar por un mundo
que esté verdaderamente al servicio del hombre, en el que se superen
las desigualdades, las marginaciones, las pobrezas de todo tipo.
Es
una gracia de Dios que haya gente así. Aunque quizá no reconozca que
eso -el servicio de los demás- lo realiza unido a Jesucristo, siguiendo
a Jesucristo. Y nosotros, los cristianos, debemos estar abiertos a esa
gente, porque a menudo podemos aprender, gracias a ellos, a descubrir
mejor los valores humanos, queridos por Dios y que se encuentran en
todas partes, en creyentes y no creyentes. Y debemos ser abiertos y
dialogantes, y no pensar que los que no son de los nuestros no pueden
enseñarnos nada.
-Jesucristo
da un nuevo sentido
Pero
al mismo tiempo, este evangelio que hemos escuchado nos enseña algo
importante, que hoy deberíamos reflexionar, porque precisamente está
en el fundamento de nuestra fe. Nos lo enseña el evangelio, y nos lo ha
dicho también la segunda lectura, la de la carta de san Pedro, al
afirmar que Jesucristo es la piedra angular, escogida y preciosa, la
piedra que sostiene el edificio y en la que nosotros nos aguantamos como
piedras vivas. Y lo que nos enseña es que todo eso, todos esos valores
humanos, todo el esfuerzo por construir en el mundo más justicia, más
libertad, más dignidad, todo acto de amor pequeño o grande, se llena
de mucha más vida, se hace mucho más fuerte y rico, cuando lo hacemos
y lo vivimos unidos a Jesucristo, metidos en ese camino que conduce
hacia la vida del Padre, sintiéndonos pobres y confiando en que él
-este Padre amoroso que Jesucristo nos ha dado a conocer- conduzca
nuestros esfuerzos con su amor que está más allá de todo lo que
podemos imaginar.
Y
eso no significa desde luego -como quizá a veces se había pensado y
dicho- que cuando el trabajo al servicio a los demás se hace sin creer
en Jesucristo, sea entonces una labor falsa, o mala, o movida por vete a
saber qué escondidos intereses. Porque si tenemos el corazón abierto y
sin fanatismo, tendremos que reconocer que muchos no creyentes nos dan
cien vueltas en eso de preocuparse porque el mundo funcione mejor,
mientras nosotros nos quedamos quietos en casa para salvar por encima de
todo nuestra tranquilidad (y sobre eso ya decían con razón antes de
Pascua los obispos vascos que "la seguridad a cualquier precio
rebaja al ser humano").
-En
nuestra vida hay algo más que nuestro esfuerzo
En
realidad, nosotros creemos que toda acción al servicio del hombre, toda
acción de amor, es obra del Espíritu Santo, es una misteriosa
continuación de la resurrección de Jesucristo. Siempre.
Pero al mismo tiempo, cuando decimos con fe que reconocemos a Jesucristo
como piedra angular, como camino, verdad y vida, lo que hacemos es
afirmar que en nuestra vida hay algo más que nuestro esfuerzo. Que la
vida de los hombres, que el amor y la esperanza que hay en el mundo no
se acaba con lo que los hombres podamos hacer. Sino más allá está el
camino que Jesucristo ha abierto y que conduce hacia el Padre, hacia el
amor y la vida más plena.
Y
creer eso, y superar eso, da un nuevo sentido a todo lo que hacemos.
Porque siempre podemos sentir en el fondo del alma que no vamos solos
por el mundo, y que la comunidad de los hombres no va sola por el mundo.
Porque en medio de nosotros ha vivido alguien que ha asumido nuestra
misma vida y la vida de la humanidad entera, y no dejará que nos
perdamos, y nos llenará siempre y a pesar de todo, de esperanza.
Jesucristo,
camino, y verdad, y vida, ha roto todas las barreras de mal, de dolor,
de muerte, que envuelven la historia de los hombres. El vive entre
nosotros y nos invita a su mesa. Y nos incita a comunicar esta Buena
Noticia a nuestros hermanos, a la gente con la que compartimos vida e
ilusiones y que se ha sentido llamada por El.
JOSÉ
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1981/03
|