COMENTARIO A LA SEGUNDA LECTURA
Ap 7, 9. 14b-17

 

1.TABERNACULOS/FT

Este pasaje describe la dicha celestial de los elegidos, y más en particular la de los que han pasado por la persecución, bajo la forma de una participación general en una fiesta celeste de los Tabernáculos.

a) La fiesta de los Tabernáculos era extremadamente rica en manifestaciones litúrgicas diversas y en evocaciones doctrinales y simbólicas.

Inauguraba, en primer lugar, el Nuevo Año (Lev 21, 23), pero la corriente profética le ha atribuido una nueva significación: abrir la era mesiánica. Nada extraño desde el momento en que la vida celestial de los elegidos comienza por la celebración de una solemne fiesta de los Tabernáculos instaurando el reino de Yahvé por los siglos de los siglos (v. 12).

b) La fiesta de los Tabernáculos era también un día de clamor (o "fiesta de las trompetas"). Después del repique de trompetas, los judíos lanzaban aclamaciones sin fin (Núm 29, 1; Lev 23, 23-24) para recibir el año nuevo. Las trompetas resuenan también en la era definitiva (Ap 8, 6-13; 11, 15-19), y los santos "gritan con voz potente": v. 10) claman su entusiasmo y su fe en la realeza de Dios.

c) La fiesta de los Tabernáculos estaba, además, precedida de una importante ceremonia de expiación que consistía, sobre todo, en una purificación completa del Templo (Núm 29, 7-11; Lev 23, 26-32; Lev 16). La epístola a los hebreos revelará su caducidad desde la aparición del sacerdocio de Cristo (Hb/09/11-14). En efecto, el culto cristiano no ha recurrido más a purificaciones anuales, habiendo obtenido de una vez por todas en Jesús la posibilidad de ser agradables a Dios.

Se puede preguntar si la "gran prueba" a la que hace alusión el Apocalipsis y que precede a la liturgia celeste de los Tabernáculos no es la réplica de la antigua expiación (v. 14; las túnicas purificadas en la sangre del cordero): la prueba purificadora de la fe sería, pues, a los ojos del autor, el equivalente de la antigua expiación y la garantía de la calidad del nuevo culto.

c) Pero la fiesta de los Tabernáculos era, sobre todo, una fiesta de fecundidad. Terminada la siega, los judíos se cuidaban de asegurar el éxito de las próximas agitando ramajes (las palmas "en la mano" del v. 9; cf. 2 Mac 10, 7; Neh 8, 14-16) y fecundando la tierra por medio de libaciones de agua (Zac 14, 6-10; Jn 7, 37-38). La fiesta celestial de los Tabernáculos está aún marcada por este tema de las aguas vivas (v. 17; cf. Is 49, 10) y por los hechizos que ponen a los participantes al abrigo de la sequía (v. 17; cf. Is 4, 5-6; 25, 4-5). La era escatológica inaugurada por esta fiesta es, pues, una era de dicha y de éxito caracterizada por una fecundidad jamás esperada.

e) Con ocasión de la fiesta de los Tabernáculos, los judíos revivían la experiencia del desierto y habitaban de nuevo bajo tiendas de campaña en recuerdo de la comunión con Dios que la alianza del Sinaí había ofrecido al pueblo (Dt 16, 13-16; Lev 23, 41-43). Cuando los profetas han precisado los rasgos del futuro escatológico, la imagen de una estancia bajo las tiendas ha caracterizado el aspecto de comunión con Dios que este futuro comportaba (Os 12, 10; Is 31, 18). El Apocalipsis toma de nuevo esta imagen y la idea de estancia con Dios se encuentra reforzada por el hecho de que Dios ofrece su propia tienda (v. 15b) a sus elegidos, mientras que otras tradiciones imaginaban que cada uno plantaría su tienda alrededor de la suya (Mt 17, 4).

f) La fiesta de los Tabernáculos era, finalmente, la ocasión de la reunión general de las tribus, el momento en que la conciencia del pueblo revestía su expresión más fuerte. Pero los profetas habían entrevisto ya una dimensión misionera de la fiesta: vendrá un día en el que todas las naciones se unan allí (Zac 14, 16-21).

Este valor universalista se adquiere en el momento en que se abre la gran liturgia del cordero-pastor (v. 9). Fiesta principal del calendario judío, la fiesta de los Tabernáculos es la única manifestación litúrgica del Antiguo Testamento que no reaparece en el Nuevo: sin duda se trataba demasiado de recolecciones y siegas.

Es por esto por lo que los primeros cristianos la suprimieron en favor de la fiesta de Pascua: la fuente de agua viva brota desde ahora del corazón de Cristo en la cruz (Jn 19, 34), los ramos se agitaban ahora para recibir al Siervo paciente (Mt 21, 1-9), y la alabanza que sube hacia el cielo no aclama solamente a Dios, sino al cordero cuya sangre ha lavado la túnica de los participantes (vv. 10, 14-17).

La esperanza en la nueva era expresada por la fiesta de los Tabernáculos pasa hoy por el misterio pascual. La Eucaristía que lo conmemora y realiza ya las condiciones de la era celeste es entre nosotros una incesante fiesta de los Tabernáculos.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 116


2.

Prescindiendo, como ha de hacerse siempre en el Apocalipsis, de los detalles y parafernalia que son sólo el vehículo para llegar al núcleo, aunque a veces nos los dificultan, encontramos la universalidad de la salvación como rasgo central de este párrafo.

El Cordero/Cristo es el causante de la salvación que consiste en la participación en su destino. Se expresa en términos de purificación que no debe entenderse como legal o ritual, sino ir al fondo: unión de Cristo y del Cristiano. Unión que significa una participación en el camino concreto que llevó a Jesús hasta la glorificación, o sea, un camino de sufrimiento y muerte en no pocos casos. Sobre todo cuando lo piden las circunstancias del momento histórico.

Los cristianos pueden afrontar estas situaciones, como las que vivían los destinatarios del Apocalipsis en la persecución de Diocleciano, con esperanza de llegar a un destino como el de Jesús glorificado.

Todo el Apocalipsis respira este clima de infundir esperanza a gente atribulada por una historia presente llena de dificultades.

No todos los momentos de cada grupo son así y, por tanto, no todos los textos bíblicos como éste, se han de aplicar en todos los momentos. Pero por ejemplo, si aquí no sirve plenamente en la actualidad, ¿no es lo contrario por ejemplo en Centroamérica en un pasado bien reciente y en algunas partes todavía hoy? No toda la Biblia tiene idéntica aplicación a la vez ni en todas partes.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1992, 28


3.

En el capítulo sexto del Apocalipsis se hace una presentación de las dificultades de la historia que son vencidas por Cristo resucitado y quien da sentido a todo ello. Se constituye así la muchedumbre de quienes a lo largo de esa historia y a pesar de esas dificultades, van constituyendo la comunidad de los salvados. Es evidentemente una dimensión universal. La salvación no está limitada a nadie.

Un matiz importante es que la purificación de que se habla (v.14b) no es ritual o legal, sino una expresión de la unión establecida con la muerte (y resurrección) de Cristo. Sin eliminar las dificultades, paralelas a las de Jesús, se insiste especialmente en el destino final glorioso, también paralelo al del Resucitado. Es lo necesario para animar a las personas, destinatarias del Apocalipsis, que se encuentran en tribulaciones.

También los demás pueden extraer esa misma conclusión, aun cuando las condiciones negativas que sufren no sean persecuciones sociopolíticas como las del tiempo de Domiciano. La fuerza de la Resurrección (vs. 16-17) es válida para todo tipo de opresión. El Apocalipsis es un libro de liberación humana no condicionado sólo a un campo determinado. Los oprimidos de todo tipo tienen su Liberador en Cristo.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1989, 23


4.

El cap. 7 es un texto de transición colocado entre la apertura del sexto y séptimo sello. Ante la injusticia infligida por el poder humano (6, 1ss), el Señor interviene y, como consecuencia, cunde el pánico entre los prepotentes (6, 12-17). Desesperados, preguntan, "¿quién podrá resistirle?" (6, 17). A esta ansiosa pregunta da respuesta el autor del Apocalipsis asegurando que los fieles del Señor deben conservar intacta su esperanza (cap. 7). Para ello presenta ante nuestra vista un doble cuadro:

a) TERRESTRE: (vs. I-8).-La destrucción del segundo, tercero, cuarto y sexto sello no alcanza a todos los cristianos. El viento, proveniente de las cuatro esquinas de la tierra que desola y destruye, no se desencadenará sobre toda la iglesia. De la ira divina (el viento puede ser su manifestación) se salva un resto marcado por el ángel que viene de Oriente (por él sale el sol y es el lugar clásico de las teofanías divinas que traen la salvación, cfr. Is. 41, 2; Ez. 43, 2 ss). El sello indica "pertenencia a...". Aquí el autor parece evocar Ez. 9, 4-6, donde los marcados con la letra "tau" son preservados del castigo divino, o quizá haga alusión a Ex. 12, 33: el dintel marcado hace que el ángel exterminador pase de largo. El número de estos preservados o elegidos es simbólico (12 x 12 x 1.000: símbolo de perfección el 12, y de cantidad el 1000). Ellos constituyen el Israel ideal del Señor. NU/000012 NU/001000

b) CELESTE: (vs. 9-17).- En este cuadro se contempla a los elegidos que han llegado ya a a la meta, a la salvación definitiva (significado de la túnica blanca). Su número es incontable y en sus manos llevan palmas en señal de victoria (cfr. I Mc. 13, 51; II Mac. 10, 7). La salvación se la deben al Cordero y, en última instancia, a Dios: por eso entonan un himno de alabanza los dos. Los que no se han dejado doblegar ante ningún poder humano, lo hacen ante Dios en señal de agradecimiento.

Mediante el recurso literario del diálogo se va a especificar quiénes son los vestidos de blanco (vs. 13 ss). Son los que, con la ayuda del Señor, se han mantenido fieles a su Dios en el día de la persecución. El Cordero, con su muerte, ha hecho posible uniendo su sangre (martirio) a la del Cordero. Su constancia al enfrentarse con las dificultades se ve compensada con esta visión "hambre, sed..." porque su prueba ya ha terminado (cfr. Is. 49, 10). La promesa de Jn. 10, 27 s. se ha cumplido; el Cordero continúa las funciones de Dios como pastor (cfr. Salm. 23; Ez. 34), y sus ovejas poseen ya el pasto eterno. -La meta conseguida o por conseguir debe darnos fuerzas para seguir luchando en nuestro hoy. Y esto no es evasión, sino utopía, acicate para enfrentarnos con las dificultades de cada día que no son pocas.

DABAR 1977, 31


5.

¿Quiénes son los pertenecientes a la muchedumbre? Aunque aparecen (anteriormente) agrupados según las doce tribus de Israel, más bien debemos pensar que los ciento cuarenta y cuatro mil representan a la gran multitud de quienes, por el bautismo, se han incorporado a Cristo; el número simboliza la totalidad del pueblo de Dios que milita en la tierra.

Al final de los tiempos, esta multitud representa la visión ampliada de Juan, que contempla en el cielo una grandiosa y triunfal celebración de toda la Iglesia. Una muchedumbre de todas las naciones, pueblos, razas y lenguas del mundo se reúne para alabar a Dios. Unidos a los ángeles, a los ancianos y a todo el universo, proclaman su victoria, simbolizada por la túnica blanca y palma en la mano, y obtenida gracias a la "sangre del Cordero", su pastor. Porque se unieron a su pasión, le glorifican ahora. Y gozan de los dones anunciados antes en las cartas a las iglesias; dones que serán detallados con más precisión en la descripción de la nueva Jerusalén.

Queda señalada, esta vez con términos del AT, la paradoja que envuelve constantemente la vida del cristiano, tribulación que introduce en la vida eterna junto a Dios; sangre que blanquea los vestidos; Cordero que pastorea y conduce a las fuentes de agua viva.

EUCARISTÍA 1992, 23


6.

En esta visión se anticipa la sociedad deseada y se revela uno de los aspectos fundamentales de todo el libro. El Vidente "ve" una muchedumbre heterogénea, de todas las razas, pueblos y lenguas, una comunidad enriquecida con todas las diferencias e íntimamente unida con la participación de una misma victoria. No son unos pocos de un pequeño pueblo, sino una multitud innumerable de todos los pueblos. Todos llevan su túnica blanca, vestido de fiesta para celebrar juntos las bodas con el Cordero. Y en las manos, cada uno su palma para formar un bosque de aclamaciones. Todos han pasado por la gran tribulación.

El Vidente que se comporta como un espectador asombrado, recibe información precisa sobre el significado de lo que está viendo. El que le informa es uno de los ancianos que están ante el trono de Dios. Le dice que esta muchedumbre ha sido salvada por el Cordero Y Pastor de la Vida, por Cristo. Pero esta salvación no les ha ahorrado las penas de la gran tribulación.

PACIENCIA/ESPERANZA: La presente visión del Apocalipsis, intercalada entre otras visiones referentes a la persecución y a los tiempos difíciles de entonces, interpreta el profundo sentido de la historia en la que todo contribuye para el bien de los que se salvan. En la medida en que la vida cristiana comporta siempre una lucha, el mensaje de este libro escrito para resistir con esperanza en los tiempos de Nerón es válido para nosotros. Todas nuestras utopías acerca de la mejor sociedad o del mundo mejor, todas nuestras utopías de felicidad, de fraternidad, de paz... están localizadas ahora en Cristo, en quien y por quien ha comenzado el futuro. La esperanza que esto despierta en el corazón de sus discípulos no es una esperanza para estar a la espera con los brazos cruzados hasta que el Señor vuelva. Tampoco es una evasión. Es resistencia y coraje, es paciencia en el más serio de los sentidos. Lejos de ser la raíz del conformismo, esta esperanza es el fundamento válido y el móvil de una crítica de todo lo que nos detiene o se detiene como si no hubiera ningún futuro y cualquier tiempo pasado fuera mejor. Porque la salvación está por venir, y lo que vemos está por ver.

EUCARISTÍA 1983, 21


7. SFT/AP

El Apocalipsis hay que leerlo como un libro que nos trae consuelo en los momentos difíciles. Si entre nosotros no hay persecución declarada, sí existe mucho dolor silencioso, dolor que nadie conoce y que no reflejan las estadísticas. Este dolor no disminuye con la técnica y el progreso, incluso a veces aumenta a causa de ellos. Quien sufre necesita consuelo. El Apocalipsis está ahí para decir que el dolor no es un fin pero que tampoco es algo absurdo. Es participación de la cruz de Cristo. Dios está presente en el dolor, Dios ama a quien sufre.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 9


8.

Durante estos domingos del ciclo C, leemos fragmentos del Apocalipsis. Todos los apocalipsis, tanto los bíblicos como los no inspirados, eran escritos de rabiosa actualidad, porque siempre pretendían confrontar a comunidades atribuladas por unas persecuciones muy concretas, dar sentido a sus sufrimientos e infundirles la certeza de que Dios no los había olvidado, sino que muy pronto los socorrería. Nuestro Apocalipsis, el del NT, también tenía este sentido, pero la exégesis medieval, que todavía predomina, lo ha desviado en sentido milenarista, como si se tratara de un mensaje cabalístico sobre acontecimientos muy lejanos, o bien en sentido místico, como si sólo valiera para almas privilegiadas.

¿Cómo recuperaremos para el pueblo de Dios la actualidad de este libro? La lectura en tiempo pascual nos puede ayudar. El Cordero es Cristo resucitado, que es nuestro pastor (cf. 3 lectura), pero antes ha sido cordero llevado al sacrificio. La multitud de los bautizados de todo el mundo, especialmente en estas solemnidades pascuales, se han lavado en la sangre del Cordero. Ya pueden tomar parte plenamente en la asamblea eucarística y adorar a Dios en espíritu y en verdad. Son el verdadero pueblo de Dios, prefigurado en los israelitas que peregrinaban por el desierto y vivían en tiendas y cabañas (las palmas del v. 9, demasiado esterilizadas por la iconografía cristiana, son el ramaje de los Tabernáculos), que cuenta con el propio Dios convertido en compañero de camino, porque él también tenía su tienda en medio del campamento, figura del Dios-con-nosotros, que por la encarnación ha acampado entre nosotros (el v. 15, "el que se sienta en el trono acampará entre ellos", utiliza el mismo verbo que Jn 1,14, énosei). Las vestiduras blancas (v. 9) sugieren también la liturgia bautismal, así como la frase final sobre las "fuentes de aguas vivas" (v. 17). Si los bautizados son fieles a sus compromisos y superan valientemente la prueba del desierto (hambre, sed, sol, calor), se les promete la consolación final, que ya está presente, en el sentido de las bienaventuranzas.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 9