La narración sitúa en
primer lugar EL ANUNCIO DE LA BUENA NUEVA: Dios ha resucitado a Jesús y
le ha constituido Señor y Mesías, es decir, Guía, Pastor, Libertador,
Piedra fundamental. La iniciativa, por tanto, no es nuestra. Nadie es
cristiano por nacimiento, o porque le salga de dentro, o porque toque
serlo (por el país, la familia o lo que sea). Lo primero es siempre una
Palabra que se proclama, el anuncio de una realidad. La iniciativa es de
Dios y el creer es siempre una gracia, un don, sobre el que nadie puede
atribuirse ningún derecho. Y la consecuencia muy importante de todo
ello es que siempre nuestra fe debe basarse sobre este anuncio de la
Buena Nueva: cuanto más lejos esté nuestra fe de la Palabra de Dios,
más lejos estará también de ser un camino de vida. Porque será más
nuestro que de Dios.
En
segundo lugar, es necesario que esta Buena Nueva nos «traspase el
corazón». Y que así cause nuestra RESPUESTA. No una respuesta
superficial, rutinaria, sino real, honda. Que -como quienes escuchaban a
Pedro- el Evangelio nos traspase el corazón hasta hacernos preguntar
incondicionalmente «¿qué tenemos que hacer?». Esta respuesta abierta
a lo que sea, es la CONVERSIÓN.
El
ardoroso pensamiento de Pascal: «la gota de sangre» derramada por el
individuo Blas Pascal, encuentra aquí una base inconmovible. Pablo se
había repetido ya muchas veces, en su intimidad, ese mismo pensamiento
antes de decírselo a los Gálatas: «Me amó y se entregó por mí».
Por mí, por este hombre que soy yo, con mi apellido y mi historia, con
mis miedos y mis alegrías, con esta voz mía que él distingue entre
todas.
Una
conversión que no es de una vez para siempre, sino continua,
progresiva. Porque significa seguir cada vez mejor el camino que nos
señala JC.
Este
sí del que se abre a la Buena Nueva y quiere apuntarse al camino de JC,
se expresa desde el día de Pentecostés a través de UN SIGNO: EL
BAUTISMO. Pedro dice: «convertíos y bautizaos EN NOMBRE DE JC, para
que SE OS PERDONEN los pecados, y recibiréis el ESPÍRITU SANTO».
Difícilmente podríamos hallar mejor síntesis de lo que expresa el
bautismo: 1) bautizarse en nombre de JC, es decir, sumergirse (bautismo
significa sumergirse) en aquello que es para nosotros JC: abrirse a su
anuncio de vida y comprometerse a seguirlo: 2) para el perdón de los
pecados, o sea, para ser liberados de la esclavitud del pecado,
dispuestos a luchar como JC contra todo mal; 3) para recibir el
Espíritu Santo, es decir, para injertarse en la corriente de vida, en
la fuente de vida, que es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús.
Esto es lo que significa nuestro Bautismo. No fue un acto rutinario que
debe cumplirse cuando nace un niño. Fue el inicio de un camino, y el
camino continúa si nosotros queremos continuar siguiendo a JC. Lo que
hoy deberíamos preguntarnos es SI VIVIMOS COMO BAUTIZADOS. Lo que
quiere decir: como hombres que han escuchado la alegre Buena Nueva, la
han acogido, se han sumergido en ella luchando contra todo mal,
siguiendo gracias a la fuerza del Espíritu de Dios el camino de JC que
lleva hacia la vida.
-Este
es el itinerario del cristiano, desde el día de Pentecostés hasta
nosotros. JC, nuestro Pastor, nos llama a seguirlo. A cada uno nos llama
por nuestro nombre. Es una gracia y por eso juntos ahora damos gracias
al Padre. Es un compromiso y por eso pedimos que nos continúe
comunicando su Espíritu para avanzar por este camino de vida.
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Afirma
que nos conoce a cada uno por el nombre, que tiene de nosotros un
conocimiento amoroso, ya que tal es el sentido bíblico de la palabra
«conocer». Un conocimiento superior, incluso, al que tiene uno de sí
mismo. Un conocimiento amoroso que implica un profundo respeto hacia
todos y cada uno de los hombres. Jesús nunca impuso su voluntad a los
discípulos o a sus seguidores: hablaba e invitaba, pero exigía siempre
una respuesta personal y libre; sugería sin jamás obligar. Conocer por
el nombre significa invitarnos a cada uno a desarrollar las propias
capacidades y a ponerlas libremente al servicio de los demás. Para él
no existe la masa, cada ser humano tiene un rostro propio y un nombre.
La
sociedad tiende a convertirse y a convertirnos en una masa cada vez más
anónima, dejándonos profundamente insatisfechos: no somos amados por
nosotros mismos; somos una simple cifra en clase, en el trabajo, en la
seguridad social...
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«Y
las saca fuera». Jesús quiere que salgamos de nuestra inmadurez y de
todo lo que nos impide ser nosotros mismos. Por ello, su misión de
pastor enviado por Dios consistirá en sacar de la institución judía a
los que respondan a su llamada, para crear con ellos su nueva comunidad.
Su misión es incompatible con la institución judía. Una vez fuera,
«camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz». El verdadero pastor camina delante, abriendo horizontes a los
suyos, dando ejemplo. Es el primero en enfrentarse con el peligro, el
primero en dar la vida cuando se trata del bien de los demás. Jesús
nos marca el camino; él mismo es el camino (Jn 14,6) que debemos
recorrer. Su voz anima al seguimiento porque comunica vida verdadera.
¿Cómo no seguir al que vamos experimentando como plenitud de todo lo
humano?
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Hoy
se nos presenta como la Puerta. Puerta significa entrada, acceso,
mediación: «El que entra por mí se salvará». Cristo se nos revela
como el enviado de Dios Padre, el verdadero maestro, la puerta abierta
que invita a entrar en el Reino, la puerta abierta que es como una
bienvenida a la casa del Padre. En un mundo que se plantea interrogantes
urgentes, nosotros estamos convencidos de que Jesús es la respuesta y
el camino, la clave que da sentido a nuestra existencia, el maestro que
nos enseña la auténtica verdad, la única puerta de acceso a la
felicidad y a la vida También nos lo ha presentado así san Pedro, en
su discurso de Pentecostés: Cristo es el único Salvador, en quien
tenemos la seguridad del perdón de los pecados, porque ha entregado su
vida por nosotros. Salvarse va a consistir en creer en él, convertirse
a él, bautizarse en su nombre y agregarse a su comunidad. «Entrar por
la puerta que es Cristo» no supone sólo la pacifica posesión de un
certificado de bautismo, que es el sacramento de entrada en la Iglesia,
sino oír su voz, seguirle, formar activamente parte de su comunidad:
«Andabais descarriados como ovejas, pero habéis vuelto al Pastor y
guardián de vuestras vidas», como nos ha dicho san Pedro. No hay otro
pastor ni otra puerta legítima: sólo Cristo, el Señor. Y, a la vez,
no hay otro «camino». Camino es continuidad. Los que entramos y
salimos a través de esa Puerta que es Cristo, nos esforzamos por
seguirle fielmente a él, que es también el Camino, sin desviarnos de
su estilo de vida: «Sus ovejas le siguen, porque conocen su voz y él
las va llamando por su nombre».
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Cuando
Jesús dice que nos conoce por el nombre quiere decir que tiene un
conocimiento de la naturaleza y del ser de cada uno: de lo que Dios
quiso que fuéramos, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.
Dios no crea a los hombres en serie, sino uno a uno; cada uno es
irrepetible. No hay dos iguales, ni en lo físico, ni en lo moral, ni en
las circunstancias de la vida, ni en la vocación.
Con
ese amor nos ha amado el Padre, hasta llegar a elegirnos para ser hijos
de Dios, y llamarnos por nuestro nombre, que lleva tatuado en su mano:.
«Conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen, como yo conozco al
Padre»(Jn 10,14). Conoce a todas y a cada una, en sentido bíblico, es
conocimiento amoroso. «Con amor eterno te amé» (Jr 31,3). Para Dios
no somos un número, somos un nombre y apellidos, un hijo.
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