34
HOMILÍAS PARA EL IV DOMINGO DE PASCUA
30-34
30.
"Sepa todo Israel que Dios ha constituido Mesías a ese Jesús a
quien vosotros crucificasteis". Las palabras del Apóstol Pedro suenan
cortantes. Yo recuerdo mis tiempos de ateo, cuando tanto me molestaba que los
creyentes me culparan de la crucifixión de Jesús, porque yo decía: "Si
Jesús ha muerto por alguien, será por sus creyentes".
Parece que está lejano el pasado Viernes Santo, cuando vimos impotentes
cómo era crucificado nuestro Señor. ¡Qué desagradable nos resulta hablar del
dolor! Si Pedro estuviera ante nosotros, no cesaría de decirnos: "Sepan
ustedes que, ese Jesús a quien ustedes contemplan con cara de tristeza
tradicionalmente todos los años en Viernes Santo, aún no ha sido desclavado de
la cruz". ¿Cuál es el sentido teológico de estas palabras? ¿No estamos
proclamando que Cristo ha resucitado?
Jesús murió porque no sabemos aceptar nuestro dolor y defectos. Siempre
le estamos pidiendo a Dios que cure nuestras enfermedades, que nos colme de sus
abundantes gracias, pero, ¿cuando vamos a tener el valor suficiente para
pedirle a nuestro Padre que nos ayude a soportar cristianamente las
circunstancias que por nuestra ignorancia llamamos adversas?
Pedro nos dice con respecto a Jesús, que Dios lo ha constituido "Señor
y Mesías". Si Cristo sufrió para colmarnos de fortaleza y bendiciones,
Dios ha colmado de felicidad eterna a nuestro mediador. En el mundo de la fe,
unos buscan acercarse a Dios a través de líderes religiosos, rituales,
lecturas diversas, oraciones, pero, ¡qué poca gente se acerca a Dios teniendo
como único mediador a Cristo! Nuestra Iglesia está infestada de videntes que
hacen el papel de Cristo, nexo de unión entre Dios y el hombre. ¿Cuando nos
vamos a percatar de que nuestra fe es el puente que nos conduce a Cristo?
Las palabras de Pedro entristecieron a los hermanos de raza del Nazareno.
Estas gentes habían vivido con la esperanza de poder contemplar al Mesías.
Muchos de nosotros, -me incluyo en el grupo-, sin creer en Dios, ¿aceptaríamos
esta dolorosa verdad llenos de amor, o la rechazaríamos? Me acuso de no haber
conocido en mi ignorancia que hay muchos cristos en el mundo, cuya esperanza
radica en ser miembros del Reino de Dios.
¿Qué tenemos que hacer para convertirnos a Jesús? En primer lugar, los
que nos hemos bautizado, tenemos que renovar nuestros pactos bautismales, y,
quienes no hayan recibido este Sacramento, hagan lo posible por recibirlo.
¿Por qué decimos que el Bautismo es un Sacramento de muertos? Decimos
que el Bautismo es un Sacramento de muertos, porque nos hace nacer a la vida de
la gracia, y, por nuestra fe, se nos perdonan nuestros pecados.
Quizá algún lector rebelde al Evangelio me preguntará: ¿Tan fácil es
ser cristiano? Se supone que, al recibir al Espíritu Santo en nuestros
corazones, no vamos a olvidarnos de Dios, viviendo una vida vacía. Dios nos
unge con su Espíritu para que le amemos en nuestros hermanos los hombres con
obras y palabras.
"Apartaros de esta generación perversa". A lo largo de la
Historia, se nos ha dicho que no pequemos. Si nos adaptamos a la mentalidad
progresista de nuestro tiempo, podemos ver excesivo eso de no relacionarnos con
los no creyentes, pero, en tiempos de Jesús, no existía esa mentalidad. En
aquel tiempo, los romanos eran romanos, los zelotes sicarios, los fariseos hipócritas,
y, los cristianos, se comprometían a servir a Dios, según su fe y buena
voluntad, lo mismo que ocurre en nuestro tiempo.
Si leemos la segunda lectura, quizá podemos pensar que Pedro es el Apóstol
de los amantes del dolor. ¿Cómo podemos creer quienes vivimos en un país en vías
de desarrollo, como lo es España, que debemos vivir felices en nuestro dolor,
simplemente porque Cristo padeció para hacernos bien? Si Gandhi vivió esforzándose
por hacer libres a los habitantes de la India, Cristo murió, para enseñarnos a
vivir según las circunstancias de nuestra vida. Probablemente, muchos de
vosotros querréis decirme que no podéis comprender la causa de vuestra
enfermedad, o del dolor que vivís, pero Pedro os responde por mí, hablándoos
del martirio del Justo por excelencia.
En el Evangelio de este cuarto Domingo de Pascua, Jesús hace hincapié
en lo que os vengo diciendo desde hace dos semanas. Hay mucha diversidad de
cristianos dentro de una religión, y todos somos un mundo distinto. El corazón
traspasado de Jesús, es la puerta que en la tierra se abre para ir al cielo.
Jesús llama asalariados a los predicadores que evangelizan a cambio de recibir
bienes materiales. Jesús es el pastor, a quien todos seguimos, hacia las verdes
praderas del Reino.
¿Nos llama Jesús ovejas? Recuerdo el caso de un sacerdote que fue
expulsado de su parroquia tras 32 años de servicio, porque sus feligreses le
acusaron de llamarlos borregos, interpretándoles la parábola del Buen Pastor.
Si Jesús nos explicara dicha parábola hoy, no nos llamaría ovejas, sino
aprendices, universitarios...
¿Habéis tenido la oportunidad de ver a un pastor con su rebaño? Yo he
tenido la feliz oportunidad de nacer y vivir durante algo más de 23 años en un
pueblo en el que vivían dos pastores. Estos hombres trabajaban desde antes del
alba, hasta bien entrada la noche. Hay que ver trabajar a los pastores, para
saber por qué Cristo es nuestro Buen Pastor. Cristo no descansa, siempre está
pendiente a nuestras oraciones, siempre nos contempla desde su cielo, nuestro
Reino de gracia y salvación.
En este día debemos reflexionar sobre nuestra vida parroquial, y sobre
el servicio que nos ofrecen los religiosos consagrados. Los miembros de una
parroquia no han de conformarse únicamente con asistir a la celebración de la
Eucaristía dominical. La parroquia ha de ser un símbolo de unión de la
familia cristiana. Es bueno que los cristianos nos reunamos a orar en nuestras
parroquias, si no todos juntos, con gente de confianza, lo cual no significa que
formemos parte de un grupo cerrado (secta).
Los cristianos estamos llamados a vivir una vida plena, esta es la razón
por la cual es bueno que todos nos adoctrinemos en nuestra comunidad parroquial,
para que aprendamos a dar testimonio de Cristo sin avergonzarnos de nuestra
filiación divina. Es muy triste la escena que se representa en algunas
iglesias, un sacerdote siempre cansino porque siempre dice lo mismo, un ministro
cansado debido a sus muchos años, y a las pocas conversiones que ha visto,
fruto de su dedicación al Evangelio.
Hoy tenemos que comprometernos a vivificar nuestras comunidades
parroquiales. No merece la pena que nos agobiemos pensando que ningún miembro
de nuestra parroquia se dedica a dar testimonio de su fe, pues es esta una
excusa para disimular nuestra falta de voluntad para dar testimonio del
Resucitado.
Los cristianos tenemos que estar presentes en nuestros medios de
comunicación social. Hoy disponemos de muchas comunidades virtuales.
Aprovechemos la Internet para difundir la Palabra de Dios.
Para conseguir todas las metas que nos proponemos a lo largo de nuestra
vida, tenemos que invocar al Espíritu Santo. Nosotros oramos a Dios y a Jesús,
pero hay gente entre nosotros que no se comunica con el Espíritu Santo. A pesar
de que el Paráclito es el lazo que procede del Padre y del Hijo, por lo cual
une a ambos, no debemos olvidar que hablamos de la tercera Persona de la
Trinidad Beatísima. Ya es hora que actuemos, no bajo nuestros miedos o recelos,
sino, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Estamos acercándonos lentamente
al final de la Pascua. No debemos quedarnos sólos cuando nuestro Jesús
ascienda al cielo. Jesús decía:
"No es bueno que me vaya y os deje sólos. Os enviaré a un
Defensor, el Espíritu Santo".
Hagamos esta semana el firme propósito de orar al Espíritu Santo, para
que el amor divino nos induzca a reflexionar sobre nuestros sentimientos y
conducta.
31. "Se nos pasa la vida sin cruzar La Puerta"
"Dijo Jesús: Yo soy
la puerta de las ovejas. Quien entre por mi se salvará y hallará buenos
pastos". San Juan, cap. 10.
En un principio, Dios no había organizado su propia casa de publicidad que
es la Iglesia. Confiaba entonces su imagen corporativa a los profetas, muchos de
los cuales eran pastores. No extraña, pues, que la Biblia nos presente a Yahvé
como un pastor que cuida su rebaño.
En Isaías leemos:
"El Señor guía a sus ovejas a los pastos. Lleva a
los corderos en sus brazos. Conduce su ganado hacia los manantiales y con el
silbo de su boca reúne a las ovejas dispersas".
Jesús también enseña, valiéndose de las costumbres pastoriles de su
tiempo: "Quien no entra en el aprisco por la puerta, sino saltando por
otro lado es un ladrón". Porque al amanecer cada pastor iba a
encontrar sus ovejas, que habían dormido con las de otros dueños. Entraba al
redil por una estrecha puerta, que no era la propia del ganado. Los ladrones, en
cambio, escalaban de noche los vallados del aprisco.
"El que entra por la puerta - añade Jesús - es el pastor. A éste
el guarda le abre y las ovejas escuchan su voz. Y él va delante de las ovejas y
éstas le siguen, porque conocen su voz. A un extraño no le seguirán".
Los expertos aseguran que este ganado menor llega a identificar el grito de
su propio pastor, entre otros muchos.
Anota el evangelista que los discípulos no entendieron la parábola. Por
esto el Señor añadió: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
El que entre por mí se salvará y hallará buenos pastos".
El Maestro había dicho: Yo soy la luz. Yo soy el pan. Yo soy el agua viva.
Emplea nuestro lenguaje humano para señalar quién es El. Ahora afirma:
"Yo soy la puerta de las ovejas". Tales comparaciones, tomadas del
contexto campesino donde vivió Jesús, motivan nuestras relaciones con El.
Hemos de aceptar esa luz, comer ese pan, beber de esa agua que salta hasta la
vida eterna. Y Jesús nos invita además a pasar por su puerta. Lo cual
significa dejarnos guiar por Él, que es el Pastor.
Se cuenta de un personaje de novela que había nacido a la sombra de una
famosa catedral. Sobre aquellos atrios enlosados dio sus primeros pasos. Las
altas torres cobijaron sus juegos infantiles y más tarde, sorprendieron sus
secretos de amor, bajo la noche. Al escribir a sus amigos, lo hacía sobre
hermosas postales de aquella obra de arte. Era además un erudito historiador de
tal joya arquitectónica Y un día murió, contemplando con asombro de artista,
que el sol también agonizaba detrás de las esbeltas cúpulas. Sin embargo,
este hombre jamás atravesó aquellas puertas seculares, donde el bronce narraba
la salvación de Dios. Jamás se adelantó por aquellas naves solemnes, dejándose
invadir por el misterio. Entonces, ¿para qué haber nacido en ese entorno?
A muchos cristianos nos sucede igual cosa: Profesamos una fe, ilustrada por
algunos conceptos, sostenida de pronto por algún sacramento. Pero incapaz de
avanzar más allá. Y mientras tanto, corre la vida y se deslíen los años.
Porque jamás atravesamos esa puerta que es Cristo, para sentirnos cobijados
por su misterio que sana y que redime. Gustavo Vélez 32. INSTITUTO DEL
VERBO ENCARNADO Comentario general
Colombia
HECHOS 2, 14. 36-41:
La Resurrección de Jesús es el momento culminante de la Obra Salvífica. San
Pedro en esta segunda parte de su primer Discurso expone el valor que este hecho
tiene para Jesús y para nosotros:
— Para Jesús es la máxima y eterna exaltación. Exaltación suprema ante el Padre:
«Siéntate a mi diestra» (34). Sólo quien posee la naturaleza divina puede
ponerse a par con Dios. Y también es la suprema exaltación de Jesús ante los
hombres: «Reconozca, por tanto, sin titubeo la Casa de Israel que este Jesús que
vosotros crucificasteis lo constituyó Dios Mesías y Señor» (35). Es decir, la
Resurrección sella a Jesús como Mesías de Israel y testifica a favor de la
divinidad y de la condición trascendente que tiene la Persona y la Obra de Jesús
de Nazaret.
— Para nosotros la Resurrección de Cristo es el momento en que queda cumplida
nuestra Redención y Salvación. Con el perdón de los pecados (38) recibimos el
Espíritu Santo prometido (39).
— San Pedro dice a su auditorio qué deben hacer para gozar tan preciosas
riquezas: «Convertíos y recibid el Bautismo en nombre de Jesucristo» (37). A
todos, pues, se exige conversión y fe en Jesús-Mesías. El camino de la Salvación
queda abierto por igual a todos los hombres, sean judíos o gentiles; sólo se les
pide que con fe viva, cordial y operante se inserten en Cristo Jesús. La palabra
de Pedro es tan eficaz que tres mil de sus oyentes piden el Bautismo y fundan la
primera Comunidad Cristiana. Es la primera célula de esta Iglesia ,Una, Santa,
Católica, Apostólica que, nutrida de Espíritu Santo, se irá vigorizando y
multiplicando sin cesar (Act 2, 47; 4, 45; 5, 14; 6, 1; 9, 31; 11, 21; 16, 5)
hasta formar el Cuerpo Místico perfecto que corresponde a la perfección y
belleza del Resucitado que es Cabeza de este Cuerpo: Quia vetustate destructa,
renovantur, universa dejecta, et vitae nobis in Cristo reparatur integritas (Praef.).
1 PEDRO 2, 20-25:
San Pedro, a la luz de la profecía del «Siervo de Yahvé» cumplida perfectamente
en Jesús, ilumina a nuestros ojos las exigencias de nuestro Bautismo frente al
dolor y la persecución:
— La Pasión de Jesucristo encierra para nosotros un valor inagotable: Valor
Expiatorio: «El subió a la Cruz cargado con nuestros pecados; con sus heridas
hemos sido curados» (24); Valor Redentor: «Erais ovejas descarriadas. Ahora
habéis retornado al Pastor» (25); Valor Ejemplarizante: «Cristo padeció por
vosotros dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas» (21).
— Otro misterio que nos ilumina la Pasión de Cristo es el de nuestra vocación a
seguirle en su inmolación: «Porque a esto habéis sido llamados» (21). En el
Evangelio son reiteradas estas consignas que presenta Jesús a los suyos: «Si
alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y acompáñeme» (Mc
8, 34). Si nuestro Rey es Jesucristo Crucificado resulta muy lógico que toda
vocación cristiana sea al propio tiempo vocación a la Cruz: Ipse nos tibi
perficiat munus aeternum... In Cristo hostia viva perficiantur (Prex Euc IV).
— Mucho nos consolará en nuestro sufrir recordar, como aquí Pedro nos lo
insinúa, que también nuestro dolor cuando sufrimos con Cristo tiene valor
expiatorio, redentor y ejemplarizante (20). Es lo que Pablo llama: «Completar la
Pasión de Cristo» (Col 1, 24).
Y es lo que en el Concilio se nos recuerda para nuestro consuelo y para estímulo
de nuestra generosidad: «Sepan también que están unidos de una manera especial
con Cristo en sus dolores por la salvación del mundo todos los que se ven
oprimidos por la pobreza, la enfermedad, los achaques y otros muchos
sufrimientos o padecen persecución por la justicia» (L. G. 41). San Pedro, que
tiene muy bien aprendida la lección del Maestro, nos la traduce así: «Si siendo
inocentes sufrís y toleráis persecución, esto os hace gratos a los ojos de Dios»
(20; 5, 10).
JUAN 10, 1-10:
La parábola del Buen Pastor es tan bella como transparente. Y caló tan hondo en
las primeras Comunidades que la más antigua iconografía nos representa a Cristo
«Buen Pastor» que lleva sobre los hombros una de sus ovejas:
— «Buen Pastor» porque su autoridad no es tiranía, sino servicio y sacrificio,
amor y entrega. El Pastor único y legítimo enviado del Padre. El Pastor que
conoce, ama y pastorea, sirve y cuida, defiende y educa tanto a la grey en
general como a cada una de las ovejas individualmente. Quiere establecer una
relación de afecto filial con cada uno de nosotros: «La bondad de Jesús se
evidencia aquí de forma sublime: Buen Pastor. Una imagen sencilla, expresiva,
atractiva. Él consagra a su grey, a cada uno de nosotros, el amor más grande, el
que da la vida» (Paulo VI: 25-IV-1966).
— Esta parábola define también el carácter comunitario de la Iglesia: «La
Iglesia es un redil cuya única y obligada Puerta es Cristo. Es también una grey
cuyas ovejas, aunque parezcan conducidas y guiadas por pastores humanos, son
guiadas y nutridas constantemente por el mismo Cristo, Buen Pastor y Jefe
rabadán de pastores» (L. G. 6).
— Nosotros, ovejas buenas del Buen Pastor, le conocemos, le atendemos, le
amamos, le seguimos, le guardamos fidelidad. Cooperamos con El para que forme un
solo redil: el único redil del «Buen Pastor», del único Pastor. Toda enemistad y
aun el desamor entre cristianos son una ofensa, un pecado contra Cristo, Pastor
Bueno y Único de todas las ovejas. Fusionados por la Eucaristía con el Pastor
pidamos: Ut qui Corpore et Sanguine (ejus) reficimur, Spiritu Sancto repleti,
unum corpus et unus spiritus inveniamur in Cristo (Prex Euc III).
— El Buen Pastor se contrapone: al ladrón (1-2); al pastor asalariado (3-5).
Este pastorea sólo por la paga. Jesús, pues, se contrapone a los falsos Mesías,
y a tantos dirigentes indignos y egoístas.
Jesús se autodefine: «Buen Pastor» y «Puerta del aprisco» (v 9). Sólo a través
de Cristo, es decir, sólo enviados por él e investidos de la autoridad de él,
entran y salen los pastores legítimos. Quien pretende invadir el aprisco sin ser
enviado por Cristo es ladrón y lobo devastador. Asimismo es la Puerta para todas
las ovejas; es a través de Cristo como éstas hallan pastos de vida: libertad y
salvación. Es por Cristo, sólo por él, que tenemos acceso al Padre y entrada en
el cielo:
«Concédenos, Señor, darte gracias siempre por estos misterios pascuales, para
que esta actualización repetida de nuestra redención sea para nosotros fuente de
gozo incesante» (Dom 4.° Pascua-Orac. sobre las ofrendas).
(José Ma. Solé Roma,O. M. F., Ministro de la palabra, ciclo A, Ed. Herder,
Barcelona1979, pags 117-120)
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San Agustín
Dificultoso por demás había de sernos el camino verdadero y derecho, si Cristo
no hubiese dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
O como si dijese ¿ por donde quieres ir? Yo soy el camino, ¿a donde quieres ir?
Yo soy la verdad, ¿donde quieres detenerte? Yo soy la vida.
Vayamos pues tranquilamente por este camino, pero tengamos cuidado con las
acechanzas a la vera del mismo.
El enemigo no se atreve a poner trampas en el mismo camino, porque el camino es
Cristo, pero a la vera de camino no se cansa de ponerlas.
¿De que te asustas si vas por el camino?, teme mas bien si te sales de El.
Porque si al enemigo se le deja poner lazos junto al camino es para que con la
alegría de la seguridad, no se abandone el camino derecho.
Aunque Cristo sea la verdad y la vida, el excelso Dios, el camino es Cristo
humilde. Andando por las huellas de Cristo humilde llegaras a la cima donde
serás inexpugnable, siendo que tu flaqueza fue la causa de las humillaciones de
Cristo.
Ya se humillo Dios y ¿aun es orgulloso el hombre?
Aprendamos de Cristo ¿ que conviene que aprendamos? "Que soy, dice, manso y
humilde de corazón". Nos recomienda e inculca la caridad, una caridad noble, sin
fatuidad, sin altivez, sin doblez.
Como dice el apóstol, ya puede uno tener cuanto quiera y jactarse de cuanto
guste pero si no tengo caridad, nada soy.
Humildad y caridad, este es el camino, la verdad y la vida. Camino por el que
somos conducidos al Padre.
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San Juan Crisóstomo
Los judíos como Pedro con frecuencia habían preguntado a Jesús quien era el
Padre y lo mismo había hecho Tomás, pero ninguno había recibido una respuesta
clara, sino que aún ignoraban quien era el Padre. Felipe, para no parecer
molesto, ni molestar a Jesús, tratándolo a la manera de los judíos, en cuanto
dijo “ muéstranos al Padre”, añadió enseguida "y esto nos basta”, ya no
preguntamos más.
Cristo había dicho “ si me conocéis a mí, también habéis conocido a mi Padre”,
de modo que El por si mismo manifestaba al Padre.
Pero Felipe invirtió el orden diciendo: “muéstranos al Padre”, como si conociera
a Cristo exactamente, Cristo no accedió sino que volvió al camino,
persuadiéndolo a conocer al Padre por El mismo.
“¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido? No le dice "no
me has visto".
Felipe buscaba el conocimiento mediante la vista y como pensaba que ya conocía a
Cristo, quería ver del mismo modo al Padre.
Cristo le declara que ni a El mismo conoce, lo increpa diciendo “tanto tiempo
hace que estoy con vosotros y todavía no me conoces", como si le dijera "tantas
enseñanzas has recibido, tantos milagros has visto realizados por mi autoridad,
cosas todas privativas de la Divinidad y que solo el Padre puede realizar, como
la redención de los pecados, la revelación de lo intimo, las resurrecciones ¿ y
no me has conocido?".
"No busques más, en mí has visto al Padre, ¿no crees que yo estoy en el Padre y
el Padre en mí?"
"Convenía que vosotros oyendo Padre e Hijo, no preguntarais más, para confesar
ser ambos una sola y misma sustancia.
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Romano Guardini
Cuidado pastoral de Dios, Ps 22 (23)
Algunos Salmos proceden de la historia del pueblo elegido; otros, en cambio, de
la vida personal de un individuo. Entre éstos es especialmente impresionante el
vigésimo segundo. Pero antes de acercarnos a él queremos hacernos presente el
ambiente de que procede, el del pastor.
Se nos ha vuelto extraño. Ya no sabemos de ese mundo en que el hombre vive junto
con sus animales, a los que conoce y ama, y de los que obtiene alimento y
vestido; casi siempre en la soledad, con su calma, sus peligros y su misterio.
Entre él y sus animales se establece como una corriente de conocimiento y
cuidado siempre en vela. El los lleva a los pastos y a abrevar; los cuida cuando
están enfermos; los defiende de los ladrones y las fieras...
De esa época habla nuestro Salmo. Según la tradición lo compuso el mismo David,
que, en efecto, llegó al ejército del rey Saúl como joven pastor de los rebaños
de su padre, la honda en el bolsillo y el cayado en la mano.
El pueblo elegido era un pueblo de pastores. El Génesis cuenta cómo llega el
mandato de Dios a Abraham, su progenitor, en Mesopotamia, y como él, obediente a
la llamada, va con sus rebaños a la tierra prometida; cómo allí su familia
aumenta hasta un gran número, y luego, en tiempo de una dura hambre, huye a
Egipto; a partir de allí llega a ser un pueblo; queda en larga y dura
esclavitud, y, por fin es liberado por Moisés; cómo, bajo su guía, se abre paso
luchando a través de los desiertos, y toma posesión de la tierra prometida. El
pastor con su rebaño es una imagen familiar desde antiguo para este pueblo, lo
que acontece entre ellos se convierte inmediatamente en símbolo para las cosas
de la vida.
Pero el Salmo dice así:
El Señor es mi pastor, nada puede faltarme;
me deja pastar en hierba verde.
Me lleva a descansar en el agua viva,
concede a mi alma reanimarse.
Por el camino recto me guía,
por su nombre.
Y si tuviera que ir por un barranco oscuro,
no temería daño: Estás junto a mí.
Tu palo y tu cayado
me dan confianza.
La mesa me preparas
a la vista de los que me amenazan.
Unges con aceite mi cabeza,
y mi copa rebosa.
La paciencia y la gracia me siguen
todos los días de mi vida,
y puedo habitar en la casa del Señor
por largo y largo tiempo.
Un acento entrañable atraviesa el Salmo. El hombre que en él habla se siente
miembro del rebaño de Dios y tiene segura confianza en su pastor. Este es el
Señor: "nada puede faltarle".
Pues ¡qué fácilmente falta algo en una tierra que en gran parte consiste en
estepa pedregosa! Tiene poca vegetación, y a menudo el rebaño tiene que buscar
mucho hasta que encuentra hierba. Si realmente aparece la "hierba verde" ¡qué
preciosa es entonces! Quien tenga a Dios por pastor, siempre obtendrá esa
abundancia verde, símbolo de todos los buenos dones.
"Me lleva a descansar en el agua viva". En la tierra de la Biblia el agua es
rara; por eso se hace símbolo de la vida y de lo precioso. Y precisamente "agua
viva", a diferencia de la cisterna, en que sólo se ha acumulado agua de lluvia,
con gusto salobre; una fuente que siempre mana y extingue gratamente la sed.
Para decir qué maravilloso era el Paraíso, el Génesis cuenta de sus ríos, cuatro
ríos, fluyendo en fresca abundancia, que hacen fértil la tierra.
Quien se confía al cuidado de Dios será llevado a una riqueza, cuya
inagotabilidad no sólo sacia una vez y otra, sino que da seguridad
tranquilizadora, y ofrece rica bebida, rebose de la vida. Allí "su alma" —y esta
palabra significa toda su naturaleza viva de hombre— "se reanima".
"Por el camino recto me guía." Volvamos a pensar en ese país, que en su mayor
parte es desierto, y por el cual cruzan caminos no muy marcados. Muy fácilmente
puede allí extraviarse un pastor; ir a parar a lugares sin agua, donde el ganado
muere de sed, o sitios peligrosos, donde les ataquen los ladrones. Dios "guía
por el camino recto". Pero eso lo hace "por su nombre". El "nombre" es la
Revelación en que Dios ha manifestado quién es: el poderoso, pero también el
bondadoso y el cuidador. Aquel que se ha obligado con este pueblo en Alianza
sagrada. No porque, como los númenes paganos, sea la poetización mítica de la
vida de un pueblo, sino porque El elige, en gracia libre, a este pueblo, lo hace
portador de la historia redentora.
"Y si tuviera que ir por un barranco oscuro" —según otra traducción: "por el
barranco de la muerte"— "no temería daño. Estás junto a mí." En las montañas, en
efecto, puede ocurrir que el sol se ponga casi de repente, como lo hace en los
países tropicales, y el pastor con su rebaño tenga que pasar por la garganta de
un valle. Es algo inquietante. Pueden saltar encima fieras; pueden acechar
salteadores. El rebaño sigue al pastor, apretadamente; pero no tiene miedo, pues
"su palo y su cayado le dan confianza". El cayado es el del pastor, expresión de
la vigilancia, la experiencia y la tranquila seguridad del hombre que se ha
acostumbrado a su rebaño y conoce las señales. A él se confía el rebaño. Quizá
podríamos también pensar que el pastor, al andar, va dando en el suelo, a cada
dos pasos, con el bastón, para que los animales oigan el golpe y sigan estando
seguros de aquella presencia conductora, aun en la oscuridad. Pero por lo que
toca al "palo", quiere decir el arma que lleva el pastor para la defensa, y con
la cual defiende a su rebaño. Así dice a Dios el que reza: "En Ti estoy
cobijado."
A la imagen del pastor se une otra, también tomada de la realidad de ese mundo:
la de la hospitalidad. "La mesa me preparas." El caminante ha hecho un largo
camino; llega ahora a casa de su amigo y se encuentra bien atendido, pues el
huésped es sagrado y el anfitrión le sirve con todo lo que tiene.
Pero le prepara la mesa al caminante "a la vista de los que le amenazan". Este
tiene enemigos; quizá le han perseguido; ahora está cobijado, y el anfitrión,
seguro de su poder, presenta orgulloso reto a todos los malintencionados. Estos
tienen que ver qué bien se encuentra el protegido, y se sienten incapaces, no
pudiendo hacerle nada... "Unges con aceite mi cabeza." Una antigua costumbre que
también encontramos con Jesús, por ejemplo, cuando se cuenta cómo es invitado a
casa del fariseo, y reprocha a éste su des-cortesía: "Cuando yo entré en tu casa
no me diste agua para los pies; y ella" —María la Magdalena—"con sus lágrimas me
ha lavado los pies y me los ha secado con su pelo. No me diste beso; ella, en
cambio, no ha dejado de besarme los pies. Tú no has ungido mi cabeza con
aceites; ella, en cambio, ha ungido mis pies con perfume" (Luc., 7, 44-46). El
aceite lustra el pelo, que se lleva largo. Está mezclado con especias y difunde
aroma de fiesta. También ésta es una costumbre de la hospitalidad.
"Y mi copa está rebosante." No medida tacañamente, dada a la mitad, sino
rebosando. "Todo te lo concedo", dice el anfitrión que hace así.
"La paciencia y la gracia me siguen todos los días de mi vida." Lo acostumbrado
es que el hombre persiga a la dicha y trate de atraparla; pero huye, y se queda
con las manos vacías. Aquí es diverso, de modo feliz: "La paciencia y la gracia"
mismas son las que siguen al amado de Dios, le persiguen, formalmente, revelando
así una bondad inagotable.
"Y puedo habitar en la casa del Señor." Con esto, ciertamente, no se alude al
Templo, sino que "la casa del Señor" es el país entero, que, en efecto,
pertenece a Dios, y en que es su huésped aquel que en El confía. Donde quiera
que esté el creyente está en la casa de Dios, recibido hospitalariamente,
protegido y cubierto de ricos dones.
Hay aquí una proximidad entrañable. Confianza incondicionada, que se pone en las
manos del Santo y Poderoso. Para entenderlo debemos referirnos a la experiencia
religiosa fundamental del pueblo elegido: que Dios lo ha ligado consigo de
manera expresa.
No se alude así a la Providencia que Dios dedica a todo lo que ha creado, sino a
ese acontecimiento de que nos hablan los primeros capítulos del libro del Éxodo:
Dios ha ido a ese pueblo y lo ha relacionado consigo de un modo misterioso. El,
que no necesita el mundo —y tampoco a ese pueblo, enjuiciándolo constantemente—
ha hablado, y lo que ha dicho lo ha hecho en libertad, fundándolo en fidelidad:
"Quiero habitar en medio de los israelitas y ser su Dios" (Ex., 29, 45 s.). Y
también: "Quiero vivir en medio de vosotros y ser vuestro Dios, y vosotros
habéis de ser mi pueblo" (Lev., 26, 12).
De esa unión procede la conciencia que se expresa en la imagen del pastor y de
su rebaño. De ella surge esa confianza que no conoce limitaciones.
Los libros del Antiguo Testamento están llenos de pasajes que muestran cómo la
historia de ese pueblo se realiza por el poder del establecimiento de la
Alianza. No ha existido por el arte político de sus reyes, ni por la valentía de
sus guerreros, ni por la diligencia de sus trabajadores —por importante que
pueda ser todo eso, naturalmente—, sino por la continua actuación de la gracia
de Dios.
Un ejemplo solamente de ello, del Libro de los Jueces. Allí se cuenta cómo
Gedeón ataca a los madianitas, las hordas árabes de ladrones, que continuamente
irrumpen llegando del desierto: "Yerubbal—es decir, Gedeón— se levantó muy de
mañana, con todo el pueblo que estaba con él, y fue a acampar a Harod...
Entonces el Señor dijo a Gedeón: El pueblo que tienes contigo es demasiado
numeroso para que yo entregue a los madianitas en vuestro poder: Israel podría
entonces vanagloriarse a mi costa, afirmando: Nos hemos salvado por nuestra
propia fuerza. Por eso, proclama ante los oídos del pueblo: El que tenga miedo y
tiemble que se vuelva. Entonces se volvieron veintidós mil hombres del pueblo y
quedaron diez mil. Pero el Señor dijo a Gedeón: Este pueblo es todavía demasiado
numeroso. Bájalos al borde del agua, y allí los examinaré; y de quien yo te
diga: Ese ha de ir contigo, ése te acompañará... Gedeón entonces hizo bajar a la
gente al borde del agua, y el Señor le dijo: Los que se tiendan y sorban el agua
con la lengua como los perros ponlos a un lado, y los que se arrodillen para
beber [con la mano] ponlos a otro lado. El número de los que sorbieron el agua
con la lengua fue de trescientos; todos los demás se arrodillaron para beber el
agua en la mano. Entonces dijo el Señor a Gedeón: Con los trescientos hombres
que han lamido el agua os salvaré yo, y pondré a los madianitas en vuestras
manos..." (Ju., 7, 1-7). No es el pueblo natural el que aquí conduce su propia
historia, sino Dios. El actúa, y actuando se revela.
Un maravilloso eco encuentra la imagen del Salmo en el Nuevo Testamento. Aquí
aparece Jesús como el auténtico Pastor. Por ejemplo, cuando se dice: "Y Jesús
recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando la
Buena Noticia del Reino, y curando todas las enfermedades y todas las
desgracias. Al ver a la gente, se compadeció de ellos porque estaban extenuados
y abandonados como ovejas que no tienen pastor" (Mat., 9, 35 s.). 0 en la
comparación de la oveja que se ha perdido (Mat., 12, 11 s.). Y en otras muchas
ocasiones.
De manera especialmente penetrante habla en el capítulo décimo de San Juan: Allí
dice Jesús: "El ladrón" —el mismo ladrón que hubiera podido acechar en el
barranco de la muerte— "no entra sino para robar y matar y destruir: yo vine
para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor." Y luego:
"El buen pastor pone la vida por sus ovejas: el contratado, y que no es el
pastor, y de quien no son las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas y
huye... porque está a contrata y no le importan las ovejas. Yo soy el buen
pastor y conozco las mías, y las mías me conocen, como el Padre me conoce 1 y yo
también conozco al Padre, y pongo mi vida por las ovejas" (10, 10-15).
¡Qué profundidad adquiere aquí la imagen! Cristo ha venido en la libertad del
amor, para llevarlas a la vida; a la plenitud de la vida, rica como el agua
desbordada. Las conoce, las que creen en El, y ellas le conocen. Es un
conocimiento desde lo más íntimo, que se establece entre el Redentor y el
redimido; estrechamente, e incluso quizá por causa del amor que allí se ha amado
"hasta el final" (Juan, 13, 1), más estrechamente que entre el Creador y la
criatura. Le importan porque son suyas, se han hecho suyas unificadas en la
expiación. Y entonces, una expresión inaudita: "conoce" a sus ovejas, "como el
Padre eterno conoce al Hijo, y como el Hijo al Padre". ¿Ven ustedes cómo aquí la
relación entre pastor y rebaño ha quedado asumida en el abismo de Dios?
Escapa al pensamiento qué resplandor brota aquí, saliendo de la interioridad de
la vida de Dios, para alumbrar al hombre que se une con El en la fe.
Más aún, dice El: "Pongo mi vida por mis ovejas". La unión de Jesús con los
suyos pasa por lo último, por la muerte. Es una alianza de muerte; así como
también la entrega que Jesús hace de sí mismo, la Eucaristía, es un Sacramento
que surge de la muerte de Jesús. En la tarde antes de su Pasión quedó fundado el
Sacramento: como su Cuerpo, que por nos-otros es entregado, como su Sangre, que
por nosotros es derramada (Mat., 26, 26 s.). Pero san Pablo dice: "Siempre que
comáis este Pan y bebáis este Cáliz, proclamaréis la muerte del Señor" (1ra Cor.,
11, 26). La unidad que aquí se establece es tan profunda como puede serlo entre
quien muere y aquel por quien ése muere, cuando quien tal hace es el
Omnipotente. Pero la relación —como todas las relaciones— va también en sentido
inverso; y la imagen del paso por el barranco oscuro, ahora es cuando alcanza su
sentido último, pues el barranco de la muerte es nuestro morir. Ahí no hay nadie
con nosotros, ni padre, ni madre, ni hermanos, ni amantes, ni amigos. Ahí no
sirve tampoco la ciencia, ni el arte, ni la cultura. Solos pasamos por el oscuro
barranco. Pero allí está Cristo; sólo El, por-que El ha muerto por nosotros,
después de haber vivido por nosotros, y luego, resucitado de la tumba, ha
vencido a la muerte. Allí se ha cumplido una misteriosa unificación entre El y
nosotros. Ha entrado con tan divino poderío en nuestro destino, que en todo
creyente El vive su vida, como dice san Pablo:
"Vivo yo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gál., 2, 20). Siempre
que un creyente experimenta su destino, El es quien lo experimenta en él.
Del mismo modo, pero esta vez en sagrada correspondencia inversa, el Padre
otorga lo que san Pablo pide a los suyos: "que Cristo viva por la fe en vuestros
corazones, y vosotros estéis arraigados y fundados en amor, para que lleguéis a
tener fuerza para comprender, con todos los santos, lo que es la Anchura, la
Longitud, la Altura y la Profundidad; y conocer el amor de Cristo, que supera a
todo conocimiento, para que entréis por vuestra plenitud a toda la plenitud de
Dios" (Ef., 3, 17-19).
Quizá ustedes, mis queridos amigos, alguna vez han tenido ya el presentimiento
de su propia muerte; han sentido por adelantado esa hora en que habrá absoluta
soledad, cuando todo cae, todo se queda atrás. Y cuanto mayores sean las
palabras que antes se dijeron, más sin sustancia desaparece lo que prometían:
nación, familia, progreso, cultura.
Sólo una única confianza sigue conservándose, la confianza en Cristo. El
permanece. El va con nosotros. El muere la muerte de cada hombre que cree en El.
Y El le "resucitará en el último día" (Juan, 6, 39).
(Tomado de Meditaciones Teológicas, Ed. Los Libros del Monograma, pag. 203-212)
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Leonardo Castellani
“Yo soy el Buen Pastor" (Jn X).
Esta afirmación de Cristo y la Parábola del Pastor y el Mercenario que la
continúa en los oídos de los que la escucharon equivale neta y simplemente a
esta otra afirmación capital: "Yo soy el Mesías, aquel que los Profetas
prenunciaron."
De hecho, Cristo terminó este sermón proclamándose no solamente Mesías sino
también Hijo de Dios, y Dios como el Padre: "Yo y el Padre somos uno"; en donde
algunos de los fariseos lo llamaron "endemoniado" y quisieron darle muerte. Esto
ocurrió en el último año de su vida pública, antes de lo que se llama las
"Últimas excursiones" y del viaje a la Perea.
Pastor es el principal de los nombres que los profetas dieron del Cristo, del
Ungido de Dios. Aun cuando lo llaman Rey, que es el nombre más frecuente —Mesías
en hebreo significa "Ungido", así como Christós en griego—, aluden de hecho a su
condición de Pastor, puesto que los antiguos llamaban a los reyes pastores de
pueblos, como vemos en Homero. Los Apóstoles Pablo y Pedro llaman a Cristo en
sus epístolas el "Gran Pastor" y el "Protopastor" o “Príncipe de los Pastores “,
como traduce la Vulgata latina.
Sabemos que Cristo tiene muchos nombres: Fray Luis de León escribió un libro
sobre ellos, el libro religioso mejor escrito que hay en castellano; por
ejemplo: Pimpollo o Retoño, Rostro de Dios, Camino, Monte, Rey de por Dios,
Pujanza de Dios, Hijo, Verbo, Salvador, Jesús (Jeshoah), Cordero de Dios,
Esposo, Amado, Padre del Siglo Venidero, Príncipe de la Paz, Profeta Sumo... y
Camino, Verdad y Vida, Viña, Hijo del Hombre se llamó El a sí mismo. Pero ese
nombre de Pastor es el que se impuso El solemnemente al final de su predicación
y lo explicó largamente; para lo cual no tuvo más que entretejer los dichos de
Isaías y Ezequiel, y de un profeta menor, Zacarías. Esto es lo que hacían los
buenos recitadores de estilo oral y éste era su procedimiento literario. No
salían con una cosa rara enteramente sacada de su cabeza, como los poetas de
hoy: se apoyaban en la tradición literaria —en este caso no literaria— usando
por lo común las mismas frases hechas (o sea, los hallazgos verbales ya
acuñados, como cuando nosotros hablamos con refranes) de los maestros
precedentes: y dándoles el toque personal; que a veces podía ser genial, como en
Cristo. Y el toque personal en este recitado, además de la composición nueva,
fue la nota que ningún profeta antiguo se atrevió a poner: "El Buen Pastor muere
por sus ovejas", que Cristo añadió inmediatamente.
Por no hacer caso de la tradición literaria —por pura ignorancia o pereza a
veces— son tan raros, efímeros, infructuosos e intrascendentes los poetas de hoy
día. No así los grandes poetas antiguos.
Todos los nombres proféticos que Cristo se aplicó explícitamente son dulces,
mansos y amorosos; parecería que, aunque no los niega, no le gustan los nombres
pujantes y terribles, que también son verdaderos, como los de Pujanza de Dios,
Hombre-Montaña, León de Judá, o el Rey de Reyes y Señor de los Ejércitos del
Apokalypsis y del profeta Daniel armado de espada bífida y montado en un caballo
blanco overo de sangre enemiga hasta el ijar. Hizo parábolas acerca de ese Rey:
una especie de temible sultán, que bruscamente aplica castigos tremendos por una
desobediencia en apariencia fútil, como la de venir a su Convite sin vestido de
bodas; o el castigo de destruir a sangre y fuego ciudades enteras que no aceptan
su dominación. Pero nunca añadió: "Yo soy ese Rey." Parecería que un divino
pudor se lo vedaba.
"Yo soy el Buen Pastor... El Buen Pastor da su vida por sus ovejas."
Mucho pudiéramos extendernos acerca de la dulzura de esta palabra, y las
cualidades del Pastor Hermoso —porque la palabra exacta que usó Cristo fue kalós,
que significa hermoso, y no agathós, que significa solamente bondadoso—; pero
eso ya lo hizo Fray Luis.
Mas lo que hemos de advertir aquí, brevemente, dada la carencia de espacio, es
que Cristo añadió inmediatamente que había "malos pastores" —y un Pastor Malo
por antonomasia— a los cuales llamó "mercenarios". Eso está en el Evangelio. Yo
no tengo autoridad para suprimirlo. Si predicamos el Evangelio, o predicamos
todo o no predicamos nada.
Las notas de los Malos Pastores que dio Cristo son éstas: 1) No son de ellos las
ovejas; 2) no las conocen una a una por su nombre; 3) ellas no los siguen y se
apartan de ellos; 4) no les importa mucho de las ovejas; 5) si ven venir al
lobo, disparan; 6) lo que quieren es medrar o lucrar con las ovejas y aun a
costa de ellas; 7) no hay el menor peligro que vayan a morir por sus ovejas. Y
en otro lugar dijo que en el fondo son ladrones, que no entran en el redil por
la puerta sino saltando la ventana, y que son como lobos disfrazados de ovejas
—o de carneros—; aludiendo a la costumbre de los pastores palestinos de ponerse
una chaqueta de piel de oveja (zamarra) para hacerse seguir por el olor. Él se
puso la zamarra de nuestra carne para que lo siguiéramos; pero en El no era
disfraz, era realidad. El Mundo, que es el Mal Pastor por antonomasia, cuando
usa palabras cristianas, fórmulas religiosas o chácharas altisonantes, es el
gran lobo con piel de oveja.
El primer sermón que hice a los 23 años en Villa Devoto fue sobre este
evangelio. Hice un sermón romanticón, retórico y sentimental, que ahora lo leo y
me da vergüenza; pero la idea fundamental era buena: comparé el Buen Pastor a
los pastores del Viejo Mundo y el Mal Pastor a los pastores de la Patagonia. En
Europa he visto a los pastores de Italia y de Cataluña con su cayado, su silbato
y su perro, que conocen a su rebañito pequeño, cabeza por cabeza; y llevan sobre
sus hombros al cordero recién nacido o a la oveja quebrada. A ellos les cabe la
pintura del pastor que hacen los profetas hebreos:
Sube a un alto monte — anuncia a Sión la Buena Nueva.
Alza tú la voz bien alto — que llevas a Salén la Buena Nueva.
Decid a las ciudades de Judá: Viene Dios.
Su Brazo 65 dominará.
Ved que viene Dios con sus tesoros — y por delante va mandando su Fruto.
Él pacerá su grey como Pastor — Él lo reunirá con su Brazo.
El llevará en su seno a los corderos — y cuidará de las recién paridas» (Is XL,
9-11).
Pero los profetas no sabían un gran misterio: que ese pastor moriría por sus
ovejas; y que siendo Pastor sería también su Pasto.
En cambio los pastores de la Patagonia llevan manadas de cien a mil ovejas a
caballo con un látigo, no las conocen sino como un montón, no van a estar
esperando un parto, y si se manca un corderito les conviene más acabarlo de un
garrotazo que alzarlo en ancas. A ellos se les parece más el retrato del Mal
Pastor que hace Ezequiel en XXXIV, 1:
Recibí la palabra de Jahué diciendo: "Hijo del Hombre, profetiza contra los
pastores de Israel." Así habla el Señor Jahué [Dios]: "¡Ay de los pastores que
se apacientan a sí mismos! ¿Los pastores no son para apacentar ovejas? Pero
vosotros coméis la grosura, esquiláis la lana, matáis a las mejores, no
apacentáis realmente. No confortasteis a las flacas, no curasteis a las
enfermas, no vendasteis a las heridas, no buscasteis a las extraviadas, no
cuidasteis a las paridas; sino que con violencia las dominasteis. Y así andan
desorientadas, mis ovejas por falta de pastor, errantes por montes y por
cañadas, desperdigadas por la haz del mundo...".
Por tanto, oíd, pastores, la palabra de Jahué: "Estoy contra los pastores, para
reclamarles mis ovejas. No les dejaré ovejas a apacentar, a esos que se
apacientan a sí mismos. Les arrancaré hasta de la boca las ovejas, que no sean
más pasto suyo." Porque esto dice el Señor Jahué mismo: "Yo mismo las iré a
buscar, yo reuniré mis ovejas."
¿Y cuándo será esa reunión, y "no habrá más que un solo redil y un solo
pastor?". ¿Se ha verificado ya? Sólo potencialmente o virtualmente hasta ahora.
Nosotros creemos que el cumplimiento perfecto de esta profecía de Cristo será
"después que haya sido predicado el Evangelio en todo el mundo", y "después que
haya sido vencido el Pésimo Pastor, el Hijo de la Perdición"; es decir, el
Anticristo, que como castigo de las negligencias y faltas de los pastores de su
Iglesia permitirá Dios aparezca y domine el mundo entero por un poco de tiempo;
ante el cual estarán los pueblos —como dice el Zend-Avesta, el libro sagrado de
los Persas aterrados y mudos como ante el lobo los rebaños de ovejas.
(Tomado de “El Evangelio de Jesucristo”, Ed. Vórtice, 1997. Págs. (170-173))
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SANTO TOMAS DE VILLANUEVA
El Santo en este sermón, llevado de su intensa afectividad, hace algunas
digresiones, que respetaremos (cf. DIVI THOMAE A VILLANOVA Opera omnia, t.2 [Manilae
1891] dom. II Pasch.).
A) Los pastores y el Pastor
El Señor, ante la excelencia de las almas, rescatadas con su sangre y llevadas
en vaso tan frágil, no las quiso abandonar a nuestra prudencia, sino que
constituyó numerosos custodios de esa ciudad, ángeles, por ejemplo, y
sacerdotes, aunque en realidad, si Dios no la defiende, inútilmente vigilan
todos (Ps. 126,2). El es, realmente, el Pastor supremo.
Eligió los pastores de su Iglesia por medio de la vocación, a la que debemos
corresponder cooperando a la gracia. ¡Ojalá Dios obrase siempre como el día de
Pentecostés, produciendo serafines en la tierra! Pero hoy no lo hace tan
directamente, y hay hombres que se oponen al llamamiento divino y no quieren
salir responsables de pecados ajenos, mientras que otros se atreven a llegar al
sacerdocio con su cuenta y razón, y merecen la respuesta del Señor a Pedro:
Retírate de, mí, Satanás (Mt. 16,23).
En cambio, Cristo nuestro Señor, que rarísimamente se alaba de sus virtudes, se
alabó de ser el buen Pastor. Pero un buen Pastor que se diferencia del
mercenario.
"Póngase un ejemplo del pacto del demonio con ciertos pastores. —Toma la oveja y
dame su lana. —Tú, ¿qué quieres? —Su alma. —Yo quiero su provecho. —Pues dame
las almas, termina el demonio, y quédate tú con la ganancia". Este es el diálogo
entre Satán y el mercenario.
B) Cualidades del Buen Pastor
a) ALIMENTA A SUS OVEJAS
1. Con el pasto corporal, ya que El creó todo cuanto nos sostiene.
2. Con el espiritual de su doctrina e inspiraciones, pues el hombre no vive sólo
de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4,4).
3. Con el alimento de la gloria, donde Dios mismo es manjar.
Comentando el versículo: Dime tú, amado de mi alma, dónde pastoreas, dónde
sesteas al mediodía (Cant. 1,7), se extiende en afectos y presenta al alma que
en medio de los peligros de la noche de este mundo quiere buscar los pastos en
pleno día. Estos pastos son el mismo Señor, monte lleno (Ez. 34,14; Ps. 67,16).
b) CONOCE A SUS OVEJAS
"Hablad alto contra los prelados irresidentes". Dios lo conoce todo, pero con
ciencia de aprobación sólo conoce a los buenos, a quienes se puede aplicar la
frase, de San Pablo (2 Cor. 1,22): Nos ha sellado y ha depositado las arras del
Espíritu en nuestros corazones. "Las trazas por donde Dios nos conoce son las de
sus ojos, y la luz de la faz divina es la fe en Cristo. Esta es la señal por la
que el Padre nos conoce". En cambio, hay quien lleva la señal de la bestia del
Apocalipsis.
En una alegoría un tanto exagerada dice que lo mismo que pertenecían a Jacob
sólo las ovejas de colores variados, lo que conseguía poniendo varas de
distintos colores en los canales del agua, sólo pertenecen a Cristo aquellas
ovejas que se distinguen por los variados colores de la virtud, conseguida
plantando las varas descortezadas de todo afecto mundano en los canales, que no
son otra cosa sino las llagas del Señor. "Los arcaduces son esas fuentes llenas
de sangre divina, las llagas del Redentor. ¿Queréis que nazca en vosotros un
buen pensamiento, y concebir un buen deseo, y llegar a transformarlo en obra
buena? Plantad vuestros ramos en esa acequia". Cuando concebís buenos deseos, el
demonio pone todos sus esfuerzos y obstáculos para evitar que nazcan. He aquí el
remedio: Plantadlos en aquel canal, "poned vuestros santos pensamientos y deseos
en aquella agua sagrada de la pasión del Señor, y veréis como no serán
estériles. Acordaos de lo que Jesucristo sufrió por vosotros, y os será fácil
sufrirlo todo por El (Hebr. 12,3)".
C) DEFIENDE A LAS OVEJAS
Como un nuevo David, el pastor que luchó con los leones y después fué rey,
Cristo luchó primero y después fué coronado.
C) El mercenario y el ladrón
El primero no defiende a las ovejas ni se ocupa de otra cosa que no sea el
propio lucro. El segundo las roba, las mata y entra por la ventana de la
simonía. Examinen los gobernantes a qué clase pertenecen.
D) Cualidades del buen pastor humano
a) LA CARIDAD
A San Pedro no se le dió el gobierno hasta después que contestó que amaba al
Señor. "El pastor dice, como en el Cantar de los Cantares: Negro soy (1,5), esto
es, lleno de mil preocupaciones y distracciones, pero hermoso, por mi intención
y caridad. Negro como las tiendas de Cedar, embarazado de cuidados y asuntos
como los hijos del siglo. Pero la caridad me hermosea como a las tiendas de
Salomón, y me parezco a Cristo en su carne mortal, que por culpa de los hombres
padeció humillaciones, y su amor le oscureció hasta reducirle a la forma de
esclavo, forma de un buen prelado, que no busca su interés".
b) VIGILANCIA
Sobre tus murallas, ¡oh Jerusalén!, he puesto centinelas que no se callarán ni
de día ni de noche (Is. 62,6). No tenga que despertar el Señor a ningún Simón
dormido.
c) LA CIENCIA
1. Los fieles buscan en sus pastores el pasto de la doctrina espiritual
Hace falta ciencia que pueda guiar a las ovejas hacia unos pastos que no son
otra cosa sino la doctrina de su pastor. La doctrina no cede al ejemplo, ni
viceversa. Los presbíteros que presiden bien sean tenidos en doble honor, sobre
todo los que se ocupan en la predicación y en la enseñanza (1 Tim. 5,17).
Las gentes, llevadas de su sed, corren hacia el clero, donde piensan encontrar
fuentes fecundas de doctrina y consolación, ya que éste es el único fin de la
dignidad eclesiástica. "Los cansados, los asqueados por los trabajos de este
mundo, recurren a los hombres espirituales para pedirles la palabra de Dios;
pero, ¡ay, oh santa Iglesia, madre
mía!, tus funcionarios son como la langosta (Nah. 3,17), y los que debían
alimentar a los pueblos son precisamente los que les abruman con impuestos y los
despojan. ¡Oh pastores, trocados en espantapájaros, ni siquiera sabéis silbar
para reunir a las ovejas ! Podían haber sido confiadas lo mismo a una estatua de
mármol... ¡Y qué cuenta tendrán que dar de estas almas, por las que Jesucristo
sufrió suplicios tan grandes!
2. Ni conozco mi conciencia ni conozco la del prójimo
"¡Ah, si hubieses recogido a los pies de la cruz del Salvador las gotas de su
sangre que caían y, después de depositadas en un vaso de cristal, las llevase
conmigo y me viese obligado a transportarlas con frecuencia de una parte a otra,
cuál no sería mi preocupación en tan gran peligro! Pues bien, yo he recibido el
cuidado de un depósito que un sabio comprador, la Sabiduría misma, pagó con esa
sangre divina, y tengo ese tesoro en unos vasos muy frágiles, rodeados de muchos
mayores peligros que los vasos de vidrio. Y lo que hace llegar al colmo mi
preocupación y mi temor es que, teniendo que velar por mi conciencia y la del
prójimo, no conozco ni la una ni la otra. Ambas son para mí un abismo
insondable, noche profunda, y, sin embargo, se me exige que las guarde, y sin
cesar se me está gritando: Centinela, ¿qué hay de la noche? (Is. 21,11), sin que
pueda contestar lo que Caín: ¿Soy acaso el guarda de mi hermano? (Gen. 4,9)".
"Sin embargo, me parece que los prelados son dignos de excusa, si ponen todo su
cuidado en una justa vigilancia, con toda longanimidad y doctrina (2 Tim. 4,2)".
San Gregorio resume todas las virtudes del pastor en la ciencia, el celo, la
paciencia y la inocencia.
d) EL CELO
Moisés era hombre suave y, no obstante, un día vertió la sangre de su pueblo. No
sé qué admirar más, si el vivo dolor que le costó o su celo por vengar a Yavé.
De este celo saldrá un día responsable ante el Señor, porque llegará el momento
en que Cristo deponga ante el Padre su dominio para que sea Dios quien lo rija y
gobierne todo definitivamente. En aquel momento "el pastor de los pastores
pedirá a éstos cuenta de sus ovejas. Cuando haya colocado su reino en las manos
del Padre, despojándose de todo poder y principado, según las palabras del
Apóstol..., entonces todos seremos simples individuos, y el juez divino pedirá a
los pastores cuenta severa de su ministerio, mostrando al Padre las heridas que
fueron precio de adquisición de las ovejas que un día llevó sobre sus hombros. Y
los que un día las pisotearon serán entonces pisoteados".
e) LA INOCENCIA
Dios busca un hombre que sirva de muro entre El y nosotros (Ez. 22,30) ; ese
hombre es el sacerdote, y ¿ cómo lo podrá ser sin gran pureza?
Moisés y Abrahán discutieron con Dios para conseguir misericordia sobre sus
pueblos y gentes (Ex. 32,32; Gen. 18, 25). "Caridad excesiva en su valentía, que
no era otra cosa sino una oración". Así debe ser la oración pura del sacerdote.
Se solía decir a los antiguos, al hablar de prelados y religiosos, que eran más
resplandecientes que la nieve (Thren. 4,7). ¡Qué belleza la de su brillo! Pero
sus rostros se volvieron negros como el carbón, y nadie les conocía en las
plazas públicas (ibid., 8). ¿Nos ocurrirá eso a nosotros, y nuestro fervor
primitivo se verá trocado en tristeza negra?
(Tomado de Verbum Vitae, La Palabra de Cristo IV, BAC. (Págs.424-428))
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Juan Pablo II
“Para no desvirtuar la Cruz de Cristo” (1 Cor. 1, 17)
Nuestras responsabilidades como pastores
114. La responsabilidad de la fe y la vida de fe del pueblo de Dios pesa de
forma peculiar y propia sobre los pastores, como nos recuerda el concilio
Vaticano II: «Entre las principales funciones de los obispos destaca el anuncio
del Evangelio. En efecto, los obispos son los predicadores del Evangelio que
llevan nuevos discípulos a Cristo. Son también los maestros auténticos, por
estar dotados de la autoridad de Cristo. Predican al pueblo que tienen confiado
la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica y la iluminan con la
luz del Espíritu Santo. Sacando del tesoro de la Revelación lo nuevo y lo viejo
(cf. Mt 13, 52), hacen que dé frutos y con su vigilancia alejan los errores que
amenazan a su rebaño (cf. 2 Tm 4, 1-4)» 178.
Nuestro común deber, y antes aún nuestra común gracia, es enseñar a los fieles,
como pastores y obispos de la Iglesia, lo que los conduce por el camino de Dios,
de la misma manera que el Señor Jesús hizo un día con el joven del evangelio.
Respondiendo a su pregunta: «¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida
eterna?», Jesús remitió a Dios, Señor de la creación y de la Alianza; recordó
los mandamientos morales, ya revelados en el Antiguo Testamento; indicó su
espíritu y su radicalidad, invitando a su seguimiento en la pobreza, la humildad
y el amor: «Ven, y sígueme». La verdad de esta doctrina tuvo su culmen en la
cruz con la sangre de Cristo: se convirtió, por el Espíritu Santo, en la ley
nueva de la Iglesia y de todo cristiano.
Esta respuesta a la pregunta moral Jesucristo la confía de modo particular a
nosotros, pastores de la Iglesia, llamados a hacerla objeto de nuestra
enseñanza, mediante el cumplimiento de nuestro «munus propheticum». Al mismo
tiempo, nuestra responsabilidad de pastores, ante la doctrina moral cristiana,
debe ejercerse también bajo la forma del «munus sacerdotale»: esto ocurre cuando
dispensamos a los fieles los dones de gracia y santificación como medios para
obedecer a la ley santa de Dios, y cuando con nuestra oración constante y
confiada sostenemos a los creyentes para que sean fieles a las exigencias de la
fe y vivan según el Evangelio (cf. Col 1, 9-12). La doctrina moral cristiana
debe constituir, sobre todo hoy, uno de los ámbitos privilegiados de nuestra
vigilancia pastoral, del ejercicio de nuestro «munus regale».
115. En efecto, es la primera vez que el Magisterio de la Iglesia expone con
cierta amplitud los elementos fundamentales de esa doctrina, presentando las
razones del discernimiento pastoral necesario en situaciones prácticas y
culturales complejas y hasta críticas.
A la luz de la Revelación y de la enseñanza constante de la Iglesia y
especialmente del concilio Vaticano II, he recordado brevemente los rasgos
esenciales de la libertad, los valores fundamentales relativos a la dignidad de
la persona y a la verdad de sus actos, hasta el punto de poder reconocer, al
obedecer a la ley moral, una gracia y un signo de nuestra adopción en el Hijo
único (cf. Ef 1, 4-6). Particularmente, con esta encíclica se proponen
valoraciones sobre algunas tendencias actuales en la teología moral. Las doy a
conocer ahora, en obediencia a la palabra del Señor que ha confiado a Pedro el
encargo de confirmar a sus hermanos (cf. Lc 22, 32), para iluminar y ayudar
nuestro común discernimiento.
Cada uno de nosotros conoce la importancia de la doctrina que representa el
núcleo de las enseñanzas de esta encíclica y que hoy volvemos a recordar con la
autoridad del sucesor de Pedro. Cada uno de nosotros puede advertir la gravedad
de cuanto está en juego, no sólo para cada persona sino también para toda la
sociedad, con la reafirmación de la universalidad e inmutabilidad de los
mandamientos morales y, en particular, de aquellos que prohíben siempre y sin
excepción los actos intrínsecamente malos.
Al reconocer tales mandamientos, el corazón cristiano y nuestra caridad pastoral
escuchan la llamada de Aquel que «nos amó primero» (1 Jn 4, 19). Dios nos pide
ser santos como él es santo (cf. Lv 19, 2), ser perfectos —en Cristo— como él es
perfecto (cf. Mt 5, 48): la exigente firmeza del mandamiento se basa en el
inagotable amor misericordioso de Dios (cf. Lc 6, 36), y la finalidad del
mandamiento es conducirnos, con la gracia de Cristo, por el camino de la
plenitud de la vida propia de los hijos de Dios.
116. Como obispos, tenemos el deber de vigilar para que la palabra de Dios sea
enseñada fielmente. Forma parte de nuestro ministerio pastoral, amados hermanos
en el episcopado, vigilar sobre la transmisión fiel de esta enseñanza moral y
recurrir a las medidas oportunas para que los fieles sean preservados de
cualquier doctrina y teoría contraria a ello. A todos nos ayudan en esta tarea
los teólogos; sin embargo, las opiniones teológicas no constituyen la regla ni
la norma de nuestra enseñanza. Su autoridad deriva, con la asistencia del
Espíritu Santo y en comunión «cum Petro et sub Petro», de nuestra fidelidad a la
fe católica recibida de los Apóstoles. Como obispos tenemos la obligación grave
de vigilar personalmente para que la «sana doctrina» (1 Tm 1, 10) de la fe y la
moral sea enseñada en nuestras diócesis.
Una responsabilidad particular tienen los obispos en lo que se refiere a las
instituciones católicas. Ya se trate de organismos para la pastoral familiar o
social, o bien de instituciones dedicadas a la enseñanza o a los servicios
sanitarios, los obispos pueden erigir y reconocer estas estructuras y delegar en
ellas algunas responsabilidades; sin embargo, nunca están exonerados de sus
propias obligaciones. A ellos compete, en comunión con la Santa Sede, la función
de reconocer, o retirar en casos de grave incoherencia, el apelativo de
«católico» a escuelas 179, universidades 180 o clínicas, relacionadas con la
Iglesia.
117. En el corazón del cristiano, en el núcleo más secreto del hombre, resuena
siempre la pregunta que el joven del Evangelio dirigió un día a Jesús: «Maestro,
¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» (Mt 19, 16). Pero es
necesario que cada uno la dirija al Maestro «bueno», porque es el único que
puede responder en la plenitud de la verdad, en cualquier situación, en las
circunstancias más diversas. Y cuando los cristianos le dirigen la pregunta que
brota de sus conciencias, el Señor responde con las palabras de la nueva alianza
confiada a su Iglesia. Ahora bien, como dice el Apóstol de sí mismo, nosotros
somos enviados «a predicar el Evangelio. Y no con palabras sabias, para no
desvirtuar la cruz de Cristo» (1 Co 1, 17). Por esto, la respuesta de la Iglesia
a la pregunta del hombre tiene la sabiduría y la fuerza de Cristo crucificado,
la Verdad que se dona.
Cuando los hombres presentan a la Iglesia los interrogantes de su conciencia,
cuando los fieles se dirigen a los obispos y a los pastores, en su respuesta
está la voz de Jesucristo, la voz de la verdad sobre el bien y el mal. En la
palabra pronunciada por la Iglesia resuena, en lo íntimo de las personas, la voz
de Dios, el «único que es Bueno» (Mt 19, 17), único que «es Amor» (1 Jn 4, 8.
16).
En la unción del Espíritu, sus palabras suaves y exigentes se hacen luz y vida
para el hombre. El apóstol Pablo nos invita de nuevo a la confianza, porque
«nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una
nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu... El Señor es el Espíritu, y
donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros, que
con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos
vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como
actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3, 59. 17-18).
..................
179. Cf. C. I. C., can. 803 §3.
180. Cf. C. I. C., can. 808.
(Tomado de la encíclica Veritatis Splendor capitulo III)
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Catecismo de la Iglesia Católica
La misión de gobernar
894 "Los obispos, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan las Iglesias
particulares que se les han confiado, no sólo con sus proyectos, con sus
consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada "(LG
27), que deben, no obstante, ejercer para edificar con espíritu de servicio que
es el de su Maestro (cf. Lc 22, 26-27).
895 "Esta potestad, que desempeñan personalmente en nombre de Cristo, es propia,
ordinaria e inmediata. Su ejercicio, sin embargo, está regulado en último
término por la suprema autoridad de la Iglesia "(LG 27). Pero no se debe
considerar a los obispos como vicarios del Papa, cuya autoridad ordinaria e
inmediata sobre toda la Iglesia no anula la de ellos, sino que, al contrario, la
confirma y tutela. Esta autoridad debe ejercerse en comunión con toda la Iglesia
bajo la guía del Papa.
896 El Buen Pastor será el modelo y la "forma" de la misión pastoral del obispo.
Consciente de sus propias debilidades, el obispo "puede disculpar a los
ignorantes y extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los
que cuida como verdaderos hijos ... Los fieles, por su parte, deben estar unidos
a su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre" (LG 27):
Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio como
a los apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de Dios.
Que nadie haga al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia (San
Ignacio de Antioquía, Smyrn. 8,1)
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EJEMPLOS PREDICABLES
Hace muchos años vivía en Inglaterra un famoso general, el duque de Monmouth.
Habiendo sido derrotado su ejército, se vio obligado a huir para salvar la vida.
Durante el día se escondía en el campo, y por la noche caminaba. Al fin fue
alcanzado por los enemigos, que le persiguieron hasta la cabaña de un pastor.
Este, en vez de cerrarle las puertas, cambió los vestidos con él y salió al
encuentro del enemigo con el fin de dar tiempo a que Monmouth pudiera huir.
Durante tres horas luchó el pastor con toda bravura, dando mandobles con su
espada a diestro y siniestro, hasta que al fin cayó exhausto y fue muerto. Entre
tanto el duque había huido lejos, salvándose gracias al buen pastor.
Nosotros nos vemos perseguidos de muerte por terribles enemigos, que son el
demonio, el mundo y la carne. Jesús sale al encuentro de nuestros enemigos y
sostiene una terrible lucha con ellos, que termina con tres horas de agonía en
el madero de la cruz. Gracias a su muerte nosotros somos salvados.
Bien pudo decir Jesús: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor sacrifica su vida
por sus ovejas.»
33.
El domingo pasado habíamos llegado al convencimiento de que para vivir esa NUEVA VIDA, que Jesucristo nos ha ganado con su pasión y muerte y nos la ha ofrecido con su resurrección, se necesitaban tres elementos.
· En primer lugar, penetrar y reflexionar en las Escrituras. Y así hemos aprendido como Pedro y Juan empiezan a comprender el significado del sepulcro, que encontraron vacío, “al cotejar ese hecho con las Escrituras, que decían: que él había de resucitar de entre los muertos”. Los dos discípulos de Emaús, de los que nos hablaron el domingo pasado, se decían. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” Gracias a ese ardor que provocó en ellos la Escritura, pudieron reconocer al Cristo resucitado y glorificado
De esta consecuencia, misionera, se nos habla hoy al proponernos esta parábola del Buen Pastor. El Buen Pastor con su autoridad da esa vitalidad y alegría de la nueva vida a sus ovejas. Cristiano, pues, que no sienta en su interior la necesidad de la misión, de anunciar a sus hermanos este hallazgo de la nueva vida en Cristo resucitado, de hacer este pastoreo, como buen pastor, es señal y síntoma de que no ha hallado nada y de que en realidad de verdad, no se ha encontrado con Jesucristo resucitado. Solo se ha encontrado con sus fantasías y ensueños.
Podrá ser hombre o mujer religioso, pero no será cristiano, aunque lea la Palabra de Dios y participe plenamente en la celebración de la Eucaristía, si se cierra en su casa, en su yo, y no le importan los hermanos.
Y hoy, repito, se nos habla de esta consecuencia, de que debemos ser pastores, si de verdad a Cristo lo estamos ya experimentando resucitado en nuestro corazón. Y se nos dan los criterios de la verdadera autoridad para el pastoreo, para ser pastores y buenos.
La palabra autoridad viene del verbo latino: augeo, auges augere, que significa hacer crecer, desarrollar, hacer prosperar. Sin estas actitudes no se puede ser un buen pastor, porque no se tiene autoridad, sino uno es autoritario, pero sin autoridad.
Yo tengo autoridad y por ello soy un buen pastor, cuando donde yo estoy hago crecer la bondad, la justicia, la verdad; cuando a mi alrededor hago que se desarrolle la comprensión, la fraternidad, el entendimiento entre las personas, la pacífica convivencia; cuando yo hago prosperar el bienestar material y espiritual, el amor, la concordia, la paz: entonces, yo tengo autoridad y yo soy un buen pastor.
Yo soy un buen pastor, cuando sirvo a los demás y no me sirvo de los demás. Jesús, el que hablaba con autoridad, decía que no había venido para ser servido, sino para servir y dar la vida por todos. Por eso tiene autoridad, porque hace crecer a su alrededor el bienestar y desarrolla y consolida a las personas. Por eso es el Buen Pastor
Ser Buen Pastor es ir delante de los demás abriendo caminos y no poniendo obstáculos. Ser buen pastor es conocer a los demás por su nombre, sacándolos del anonimato. Es conocer su intimidad, sus necesidades, hasta poder decir y sentir: “todo hombre es mi hermano”.
Y conociendo a los demás hasta en la intimidad de su nombre, que es algo así como conocerlos en la intimidad de su ser, de lo que son, dar, entonces, hasta la propia vida por ellos. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud, en abundancia”. El Buen Pastor da, en definitiva, su vida por las ovejas.
La Pascua de Resurrección, que nos trae esta gran revelación de la nueva vida, nos compromete a que nosotros la llevemos y la demos a los demás y como el Buen Pastor hacer salir las ovejas del redil a las verdes praderas, hacia la felicidad, hacia el pleno desarrollo, hacia el verdadero alimento, que da vida eterna: la Eucaristía.
No hay que ser ladrón y bandido, explotadores de nuestros hermanos. Tendremos fuerza, pero no autoridad. Hay que entrar por la puerta a las claras, con sinceridad y verdad. No saltar por la valla para matar, robar y hacer estragos.
Aun más, hay que ser uno mismo puerta. Que quien entre por tu puerta, encuentre en ti la nueva vida, su salvación. Si tu mismo no eres puerta del redil, las ovejas no reconocerán tu voz, porque tu palabra no es la de Dios, sino que tú palabra está llena de errores, cuando no de engaños e intereses. Pero que también pueda salir, que no la encierres, que no la ahogues, que sienta y viva en sí la libertad de los hijos de Dios.
Que en esta Eucaristía, que vamos a celebrar, le demos gracias a Jesucristo por ser ese Buen Pastor. Que en esta Eucaristía le pidamos nos ayude en el compromiso y urgencia de ser nosotros unos buenos pastores para con nuestros hermanos. Y que los que los son ya: Romano Pontífice, obispos, sacerdotes y cristianos consagrados o comprometidos, les ayude para que sean dignos pastores y no escandalicen a nadie, para que sean santos.
A M E N
Edu MARTABAD, escolapio
34. Fray Nelson Domingo 17 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: Dios lo ha constituido
Señor y Mesías * Ha vuelto a ustedes el pastor y guardián de sus vidas * Yo soy
la puerta de las ovejas.
1. Ovejas y Pastores
1.1 Recuerdo haber visitado una página web de un hombre que se manifestaba ateo.
Un tipo muy inteligente y muy versado en asuntos de ciencia, filosofía e
historia. Parecía tener un arsenal inagotable de recursos de todo tipo para
demostrar cuán absurda y perniciosa es la idea de creer en un Dios. Como
conclusión de todas sus invectivas terminaba diciendo: "sólo necesita un pastor
el que se cree oveja." Según su opinión, ahí estaba el resumen de la religión:
las limitaciones de nuestro ser humano nos hacen proclives a buscar un consuelo
y una explicación afuera de nosotros, o, como decía Feuerbach: "no es Dios el
que ha creado al hombre, sino el hombre el que ha creado a Dios."
1.2 Las historias y posturas de estos ateos sirven de punto de reflexión sobre
lo que significa tener un pastor. Aquel hombre de la página web publica lo suyo
y quiere que algunos estén de acuerdo con él, pues de otro modo no gastaría
tiempo en decir nada. Quiere guiar a otros; quiere ser pastor de otros.
1.3 Por otra parte, ese mismo hombre sigue lo que él considera que es una luz,
una luz grande, una luz definitiva. Para él, la ciencia moderna es su gran luz.
Está convencido de que las respuestas están ahí, incluso las respuestas para las
preguntas que no nos hemos hecho todavía. Él piensa que todas las preguntas ya
fueron hechas o que lo las que no se han hecho se podrán responder de la mejor
manera siguiendo esa luz de la razón científica. Es un acto de confianza que se
parece mucho a la oveja que sigue a su pastor, porque en efecto se refiere no a
las certezas que uno tiene sino a las que uno supone que tendrá.
1.4 Leyendo cosas como la de este ateo cibernético o las de Feuerbach veo cuánto
acierto hay en la perspectiva que nos presenta Pedro en la segunda lectura de
este domingo: ovejas somos, así nos descarriemos. Al fin y al cabo, una oveja
descarriada sigue siendo oveja, sólo que una oveja atraída por algún pasto
sabroso, o un paisaje ameno, o un arroyo fresco, o tal vez por otra oveja.
1.5 El mensaje cristiano, entonces, puede escribirse así: "Como ser humano, irás
detrás de alguna luz, algún apetito, algún pastor. Todo radica en que escojas al
pastor correcto, que no sea uno que te destruya y se aproveche de ti, sino uno
que te ame y defienda. Esas son las credenciales con las que se ha presentado
Cristo: recíbelo, pues, como tu pastor y señor de tu vida."
2. ¡Pónganse a Salvo!
2.1 El apóstol Pedro exhorta de diversos modos a sus oyentes a que se
arrepientan y añade un llamado final: "¡Póngase a salvo de esta generación!"
Esto se parece lo que acabamos de decir sobre escoger el pastor correcto.
2.2 La expresión "esta generación" es un poco difícil de entender porque el
griego original, "genea" alude tanto al tiempo como incluso la nación. Parece
que alude ante todo al entorno, la atmósfera que nos envuelve e induce de muchos
modos a actuar de determinadas maneras. El sentido de las palabras de Pedro no
es entonces: "apártense de estas personas" sino "sepan ser libres del ambiente
que les rodea." Exhortación que todos vemos como muy saludable no sólo para el
siglo I sino para el XXI, y los que vengan.
2.3 Hay que saber ser libres del ambiente porque hay muchas voces y hay
muchísimos pastores. Demasiadas personas quieren llevarnos detrás de sus
propuestas y muchas de esas propuestas conducen a la muerte. Son voces de los
falsos pastores, los "ladrones y bandidos" de que nos habla el evangelio en este
día. Pedro, pues, nos llama a tener los oídos atentos a la voz del verdadero y
buen pastor, y no dejarnos confundir por nada ni por nadie. Así se cumplirán en
nosotros las palabras de Cristo: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan
en abundancia."