COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Hch 05, 12-16

 

1.

Este fragmento de Hechos es un resumen del tipo que encontramos en los Sinópticos sobre momentos de la vida pública de Jesús, y que, evidentemente, no son síntesis históricas, sino teológicas, por lo que no es oportuno tomarlos literalmente. Se repite de los discípulos de Jesús y de la comunidad primitiva algo que ya se había dicho de Jesús.

Lo principal es que ponen de relieve la comunidad entre los cristianos y Dios. Son una prolongación, en otras circunstancias y con apoyo en el mismo Señor, de lo que Jesús había representado. Hacen presente al Señor en otros tiempos y lugares.

Se dan los signos del Reino que se habían dado con Jesús, en concreto las curaciones. Se muestra con ello que la comunidad realiza el Reino siguiendo el ejemplo de Jesús. Esto, desde el punto de vista teológico. Para conocer la realidad histórica es preciso juntar esto resúmenes, de tonos tan optimistas, con otros datos del mismo libro de Hechos en otros lugares que hacen ver la historia de la primera comunidad.

Pero la Iglesia debería en todo caso hacer presente el Reino como lo hizo Jesús, mejorando la condición de los seres humanos ya desde ahora.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1992, 26


2.

El autor interrumpe de nuevo el hilo de la narración de los hechos para darnos una impresión general de la marcha de la comunidad de Jesús. Este tercer resumen (cf. 2, 42-27; 4, 32-35) destaca la actividad milagrosa de los apóstoles y su repercusión en el pueblo.

Este lugar (pórtico de Salomón), del que se ha hecho mención más arriba (3, 11), es el lugar habitual donde se reúne la naciente iglesia. Del tipo de estas reuniones nos ha informado también el autor anteriormente (2, 44-47).

En respuesta a la actividad apostólica, se va congregando una comunidad cada vez más numerosa, hombres y mujeres que se adhieren al Señor. Los rasgos más característicos son: el poder de la palabra y los signos que acompañan la predicación apostólica, el favor que el pueblo les dispensa y la fraternidad entre todos los creyentes. La iglesia nace y crece como respuesta al evangelio, es fundación de Dios en Cristo y en sus enviados. Por eso confesamos su origen apostólico.

EUCARIATÍA 1992, 21


3.

Nos encontramos aquí ante el tercero de los llamados "sumarios" que aparecen en el libro de los Hechos. Estos sumarios presentan elementos comunes y afinidades de estructura que los hacen muy semejantes; sin embargo, hay un punto que los distingue. En este caso es, sobre todo, la actividad milagrosa de los apóstoles.

Este tema (cf. 2, 32; 4, 33) responde a la oración de 4,30. Los vv. 12b y 14 nos recuerdan el tema del primer sumario (2, 42: la vida de la comunidad) y rompen el encadenamiento lógico entre 12a y 15-16. Este estar al servicio del más humilde, del más necesitado, se convierte para los primeros creyentes, y para nosotros también en un signo de la permanencia de la resurrección. Jesús resucita cada día en el hombre liberado. La fe en el Señor es lo que constituye a la comunidad. Lo que da cohesión a la actividad de los creyentes es que todos se sienten envueltos por la fuerza del resucitado (cf. 11, 24). Y por lo mismo, juntándose a la comunidad es al Señor al que se unen. Lo que sugiere una especie de identificación entre Jesús y los suyos en los momentos gloriosos (como es el caso aquí) y en los de más dificultad (cf. Hech 9, 5).

Se toma a Pedro por un taumaturgo, sin que éste se oponga como Pablo y Bernabé en un caso semejante (Hech 14, 14s). El autor transmite simplemente el dato histórico. En la antigüedad la sombra es como una proyección de la persona misma. La depuración de la fe cristiana se llevó a cabo poco a poco; por eso no es de extrañar que aún se relaten ciertos detalles que rayan con la superstición. Lo que sí es cierto es que en este sumario se explícita un principio que surca las páginas del N. T.: la fuerza de Jesús es la fuerza de los discípulos; lo mismo que hace Jesús harán sus discípulos; si él hizo curaciones, los discípulos también las harán en su nombre (cf. 3,6). O, dicho en otras palabras, la fuerza de Jesús resucitado sigue viva en los que creemos en él.

Con esta afluencia de las gentes a la ciudad de Jerusalén, comienza a cumplirse la segunda parte del programa de los apóstoles que predicaron el evangelio hasta los confines de la tierra (Hech 1, 8). Va a llegar un momento en la primitiva Iglesia en que se lancen a predicar fuera de Jerusalén. Las curaciones de enfermos provocarán la persecución de los misioneros por parte de los judíos (8, 1.4).Y la comunidad cristiana crecerá fuera de Jerusalén (9, 31). En definitiva, la fuerza del resucitado llega a todo hombre que cree.

EUCARISTÍA 1977, 20


4. /Hch/05/12-32

El texto de hoy no deja de ser gracioso y, al mismo tiempo, emotivo. Por un lado, los apóstoles (los «buenos») con todo el pueblo a su favor, convertidos en el centro de una fiesta generosa en prodigios de curaciones de enfermedades y de liberación de espíritus impuros. Por otro, en cambio, el gran sacerdote y todos los que estaban con él (los "malos""), las autoridades religiosas, cegados por los celos e inconmovibles en sus torcidos propósitos. Al final ¿quién de los dos ganará? Ya se sabe: los buenos, los apóstoles. No podría ser de otra manera. Tal vez hemos perdido la ingenuidad y con ella la posibilidad de disfrutar de un texto como éste.

Choca la cerrazón y la terquedad de las autoridades religiosas. Pero ¿es cierto todo esto que leemos? ¿No será que el texto es el resultado de una «reelaboración» intencionada, aunque hecha con los mejores deseos? ¿Qué pasó realmente? Con preguntas semejantes ante la vista, que actúan como una especie de velo, uno no se da cuenta de lo que ocurre en uno mismo al leer la sorprendente narración. ¡Qué bocanada de aire fresco, no polucionado, y de libertad venida de cimas altas y soñadas ofrece ese «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»! (v 24). ¡Quién pudiera subirlas! Y ¿qué hay que decir de ese Señor que, por medio de su ángel, puede abrir y cerrar sin llaves las puertas de la prisión, liberando a sus apóstoles?

El lector, el oyente, no puede disimular en su interior una ligera sonrisa frente a la ironía, al mismo tiempo fina y tierna del Señor que «se ríe» de aquellos que se juzgan con el poder y la autoridad. Porque así son de fáciles las cosas para Dios como si nada. ¡Qué Dios éste, que parece que juega con los hombres, frágiles juguetes en sus manos! ¿Es natural y no excesiva toda esa seriedad con la que nos acercamos a leer o a escuchar textos como el de hoy, o como «acogemos» el lenguaje que habla de Dios? Tal vez la resistencia que hay en nosotros para creer de verdad se deba al hecho de que nadie pueda concebir del todo que esta vida y este mundo pueden ser tomados en serio, ya que, por un lado, son "cárcel", como la de los apóstoles, y, por otro, en cambio, significan la verdad, la liberación, abrir las puertas del cielo nuevo y de la nueva tierra, es para Dios la cosa más sencilla del mundo. Pero eso ¿quién se lo acaba de creer?

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 855 s.