SEGUNDA LECTURA
Jesucristo no es solamente el redentor que vino en una época determinada de la historia, sino el salvador que vendrá al final. Esta esperanza en él hace de los cristianos, no unos hombres fatalmente resignados al sufrimiento de la vida, sino unos optimistas incorregibles, que lucharán siempre con ilusión y entusiasmo.
Lectura
de la primera carta del Apóstol San Pedro 1,3-9.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo.
La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo, nuestro Señor.
No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.