ASCENSIÓN - TEXTOS

 

1. ASCENSIÓN: GLORIFICACIÓN DE LA CARNE: /Jn/16/28. CRISTIANISMO: RELIGIÓN MATERIALISTA:SACRAMENTOS.

"Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y me voy al Padre" (Jn 16. 28).- "Bajó Dios, subió el hombre" (San Ambrosio).

CARNE/CIELO:La carne de un hombre, de un verdadero hombre, entra ahora a formar parte de esa nueva vida y se hace eternidad. Ninguna otra religión se había atrevido a tanto. Cuando se acusa al cristianismo de menosprecio de las realidades temporales, de temor puritano a la carne, es que realmente no se ha entendido nada de nada. Esta carne que ahora asciende a los cielos y se incorpora al Padre, es carne sin pecado, pero no por ello menos carne; carne transfigurada, pero carne radical y absolutamente humana.

D/MATERIA:Dios materialista: ama la materia: ha creado el mundo; ama la materia haciéndose hombre; ama la materia llevándose nuestra carne a la gloria.

Dios ama la materia: Cristo, sacramento del encuentro con Dios.- "A Dios nadie lo ha visto jamás". "Quien me ve a mí ha visto al Padre".

Tenemos que ser menos espiritualistas y más materialistas: ¿Por qué ha de ser necesaria el agua del bautismo para ser hijo de Dios? ¿Por qué ha de hacerse presente a Jesús en nuestra vida comiendo pan y bebiendo vino? ¿Por qué hemos de recibir el perdón de Dios a través de las palabras de un hombre pecador? ¿Por qué tenemos que aceptar a la Iglesia, comunidad de hombres pecadores unidos por la fe en Cristo, como instrumento de salvación?


2. ASC/ENCARNACION : LA ASCENSIÓN ES LA PLENITUD DE LA ENCARNACIÓN: /Ga/02/20. GLORIFICACIÓN RESURRECCION-ASCENSION: /Jn/17/4-5.

La Ascensión de Jesús no es un viaje y no podemos comparar a Cristo con un astronauta. Es una verdad de fe que se describe ajustándose al cliché de la representación oriental del mundo antiguo, que no podía expresarse entonces de otro modo. La verdad, lo que debemos creer, es muy distinta del relato que hemos escuchado.

La verdad es ésta: la Ascensión no es más que una consecuencia de la resurrección, hasta tal punto que la resurrección es la verdadera y real entrada de Jesús en la gloria. Mediante la resurrección Cristo entra definitivamente en la gloria del Padre. La resurrección es la glorificación de Jesús: "Yo te he glorificado en la tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo fuese" (Jn 17. 4-5).

-La Ascensión es la plenitud de la Encarnación. Cuando se hizo carne no se pudo encarnar más que en un solo hombre, al que asumió personalmente el Verbo de Dios.

Mediante la Ascensión, por la fuerza del Espíritu que lo resucitó de entre los muertos, se hace más íntimo a nosotros que nosotros mismos, de tal modo que Pablo puede llegar a decir: "vivo yo, pero no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (Ga 2. 20)


3. TIERRA/CIELO: SU VALOR PARA LAS TRES CLASES DE HOMBRES: RELIGIOSO-PAGANO-CRISTIANO.

- Tres clases de hombres:

-el religioso: aquellos para quienes la tierra no vale nada y el cielo lo es todo.

-el pagano: aquellos para quienes la tierra lo es todo y el cielo no es nada.

-el cristiano: ve la tierra en el cielo y el cielo en la tierra.


4. D/CIELO.

La Ascensión quiere decir en primer lugar que Jesús, el Hijo del Hombre, vive a pesar de todo. Pero quiere decir también que Jesús vive ahora en el seno del Padre. ¿Qué otra cosa es el cielo, qué puede ser el cielo si no es el mismo Dios? Decir que Jesús se fue al cielo es decir que fue al Padre de donde había venido. Dios es el Otro, a quien Jesús nos enseñó a llamar diciendo: "Padre nuestro". Si ya entre nosotros cada uno es para otro inaccesible en su intimidad, mucho más inaccesible será para todos nosotros el Otro, que es el Tú de los hombres. Así, pues, el cielo que se eleva sobre la tierra no es más que un símbolo de la intimidad inaccesible de Dios. No es por lo tanto un lugar, sino Dios mismo que ha recibido ya en su seno al "primogénito de los muertos", al adelantado y cabeza de todos los hombres y aun del universo, a Jesucristo Nuestro Señor.

Jesucristo, uno de nosotros, se ha llevado consigo un pedazo de nuestro mundo: su cuerpo glorioso. Y por Jesucristo y en Jesucristo nuestro mundo es una realidad entrañable y entrañada en el seno del Padre. La Ascensión significa que Dios ama al mundo, a todo el mundo. Y significa, consiguientemente, que todo el mundo siente el impacto del amor de Dios y que las criaturas suspiran esperando que un día se manifieste la gloria de los hijos de Dios y aparezca la nueva tierra y el nuevo cielo. A partir de la Ascensión del Señor, la esperanza trabaja la historia de los hombres que son hijos del Futuro. El cristiano no puede ser un hombre que pase por el mundo con indiferencia, creyendo que lo importante es escapar de él y salvar su alma. El cristiano ha de sacar adelante la esperanza del mundo.

La Ascensión de Jesús significa que ha llegado el momento de nuestra responsabilidad: "un poco de tiempo". El espacio necesario para responder nosotros. Jesús pronunció la Palabra. Si ahora calla, es porque espera nuestra respuesta.

EUCARISTÍA 1974, 31


5.  ASC/PROGRESO-HUMANO:

La sociedad no es un corro de amigos, sino una pirámide de esclavos. Desde que venimos a este mundo y hasta que salgamos de él, seremos enteramente maleducados en la obsesión de ascender.

Se nos presenta la vida como una escalada brutal hacia los primeros puestos. Y se nos quiere justificar tal interpretación de la vida, alegando la necesidad del estímulo como condición sine qua non del progreso.

Dejando de lado la cuestionabilidad de un tal progreso que engaña a la mayoría (pues la mayoría no puede ascender), el equívoco radica en confundir el estímulo en el amor y en el servicio con la exacerbación del egoísmo y la idolatría por el poder. Se identifica torpemente la promoción del hombre, servidor de todos, con la dignificación de unos cuantos, que se servirán de todos.

PERSONAJE/PERSONA: Pero ocurre que, cuando la sociedad distribuye a los hombres en jerarquías de dignidad, generalmente la dignidad del hombre se queda en la base. Sube el personaje, el uniforme y el símbolo, suben los honorarios; pero el hombre, la persona, queda a ras de suelo. Peor aún, a veces la dignidad humana es sólo lastre del que conviene aligerarse para ascender más de prisa. Porque, como los que dispensan las dignidades son los de arriba, no los de abajo, se opta por halagar a los de arriba, en vez de servir todos al pueblo. Y así se subvierte el verdadero orden social: el pueblo no es servido, es sólo una rampa por la que subirán otros.

Y éstos, en la medida que se van desplazando hacia arriba, ensanchan el círculo de sus servidores. Si además, con un poco de suerte, no se salen del círculo de adulaciones, fácilmente se dejarán convencer de que todo el mundo les aprecia, cuando ese todo el mundo es sólo el pequeño círculo de sus incondicionales. Los que sirven a sus jefes, a costa del pueblo, viven como "señores", pero se arrastran como esclavos. El que sirve al pueblo, aunque sus jefes lo ejecuten en la cruz como a un esclavo, ascenderá como el Señor, que no vino a servirse de los hombres, sino a servir y dar su vida.

EUCARISTÍA 1975, 29


6. ASC/QUE-ES

Ascensión del Señor. ¿Ascensión al cielo? ¿Qué dirección es ésa? ¿Dónde está el cielo? O mejor, ¿qué es el cielo? El cielo de las estrellas y satélites y el cielo al que según nuestra fe ascendió Cristo no son idénticos. Cuando celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor y cuando todos los domingos rezamos el Credo no estamos proclamando que Cristo, anticipándose a la ciencia moderna, emprendiera un viaje sideral. El cielo al que ascendió Jesús no es objeto de dirección espacial, ni de distancia, ni de traslación, ni de tiempo. La subida de Cristo al cielo no es como la de los cohetes. Estos se trasladan constantemente de un espacio a otro y se encuentran siempre dentro del tiempo y del espacio, sin poder nunca abandonar estas coordenadas, por más lejanos que viajen por los espacios infinitos. La ascensión de Cristo, más que una "subida" es un paso, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible o lo invisible, de la inmanencia a la trascendencia, de la opacidad del mundo a la luz divina, de los hombres a Dios. La Ascensión de Cristo es "ascensión" sólo en ese sentido.

¿Es mentira, pues lo que nos cuenta Lucas en los Hechos de los Apóstoles? Hay que decir, para contestar la pregunta, que ni San Mateo, ni San Marcos, ni San Juan ni Pablo en sus cartas conocen la Ascensión de Cristo tal como Lucas la narra. Para ellos, la ascensión no es un acontecimiento visible, sino invisible y en conexión inmediata con la resurrección. Esta perspectiva que contemplaba conjuntamente resurrección y ascensión se mantuvo, a pesar del relato de Lucas, hasta el siglo IV atestiguan los escritos de Padres como Tertuliano, Hipólito, Eusebio, Atanasio, Ambrosio, Jerónimo y otros. Hasta el siglo V la liturgia celebraba conjuntamente la resurrección y la ascensión. Es decir, la desmembración entre resurrección y ascensión y el calendario aplicado (cuarenta días intermedios, y diez siguientes para pentecostés, durante bastantes siglos no ha sido tenido en la Iglesia como una verdad inapelable y como tal celebrada. Fue más bien considerada -quizá con una comprensión más cercana a la intención del mismo Lucas que la nuestra- como una manera de hablar y plastificar algo que por sí mismo rebasa toda plastificación.

Evidentemente, los problemas aquí encerrados y las implicaciones de una comprensión correcta desbordan las posibilidades de reflexión de estas líneas. Lo que en cualquier caso es preciso subrayar -creo- es la necesidad y la obligación que tenemos de estudiar el problema para no predicar ingenuamente sobre la ascensión. Si hoy ya sabemos todo esto y hemos desmitificado (en el sentido bultmanniano) tantas expresiones de fe, es hora de presentar la fe de una manera crítica y adulta, porque en la eucaristía les haríamos un flaco servicio si les presentáramos la ascensión como una hazaña espectacular o un milagro más a sumar a una apologética innecesaria. Es cuestión de pensarlo seriamente.

DABAR 1978, 29


7.

Las posibilidades de actualización eucarística de esta fiesta son múltiples. Habría que destacar, en primer lugar, el comentario de san León, precisamente en una homilía sobre la Ascensión: "Aquello que fue visible en nuestro Redentor, ha pasado ahora a los sacramentos". Y, centralmente, en la Eucaristía. Una vez más habrá que subrayar este elemento decisivo: la celebración eucarística no es la simple memoria histórica de unos acontecimientos, sino la actualización de comunión y presencia con el protagonista de los mismos, "que ha entrado en el cielo mismo para presentarse ahora en el acatamiento de Dios a favor nuestro" (/Hb/09/24). Por eso podemos decir "hoy", hablando de la ascensión, porque Jesucristo está "ante Dios" en el perenne "hoy" de su misterio.

EU/PRESENCIA-J:De aquí también se puede derivar una catequesis sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, que tenga en cuenta al mismo tiempo el hecho de la ausencia del Señor según la forma natural de ser, en la que está presente a la derecha del Padre, y la presencia sacramental, igualmente real -aunque no natural- en la que está entre nosotros, bajo la apariencia del pan y del vino de la Eucaristía (véase el Concilio de Trento, sesión XIII, capítulo 1, DS 1636).

Este pan y este cáliz, en efecto, por la Palabra de Cristo y la fuerza del Espíritu creador, han pasado a ser el Señor glorificado, dado a su Iglesia, quedando los mismos en su visibilidad terrena. También en ellos se ha producido un misterio de ausencia y presencia: la ausencia de su realidad profunda -la substancia- que se ha convertido en el Cuerpo y la Sangre del Señor, y la presencia de su manifestación visible, en el mundo de la experiencia humana. He aquí el sentido más fuerte del "sacramento", como elemento de presencia y mediación de comunión entre el misterio de Cristo y la Iglesia del tiempo presente. En la Eucaristía ¡se nos da y ofrecemos al Señor de la gloria! Hoy se podría destacar precisamente el gesto final de la plegaria eucarística, presentándolo como una especie de ascensión ritual y explicando las palabras que lo acompañan: "Por El", el Cristo que es el gran sacerdote que tenemos en el cielo; "con El", que es el gran Presente entre nosotros; "en El", en la comunión de vida que nos ha hecho participar; nosotros proclamamos la gloria del Padre, que es el misterio de la Palabra de Jesús, llevados por el Espíritu Santo.

PERE TENA
MISA DOMINICAL 1986, 10


8. ASC/VICTORIA:

La ascensión de Jesús es ya nuestra victoria.- Así se declara en la Colecta. Esta afirmación, de profundas raíces teológicas, debe ser formulada claramente a los fieles. Por ser él el Mediador, todos nosotros, a través de él, hemos subido a los cielos y hemos pasado a la gloria del Padre. Aunque nuestra condición terrena e histórica nos obliga a poner los pies en tierra y tomar conciencia de que esa victoria es aún provisional, anticipada y vivida a nivel de misterio, y no compartida aún definitivamente.

Esto nos obliga a vivir en una esperanza activa y gozosa, encaminando nuestros pasos hacia la patria futura. Así se expresa el prefacio: "... para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino".

JOSÉ MANUEL BERNAL
MISA DOMINICAL 1985, 11


9.

NOTA CATEQUETICA:

Como dice J. Lligades en el libro "Lluita-festa", "La solemnidad de la Ascensión pone de relieve uno de los aspectos de la Pascua: Jesús resucitado es el Señor, exaltado a la derecha de Dios, y comparte todo el poder de Dios.

Se trata de la conmemoración especial del hecho de que, por el misterio pascual, Jesús ha llegado al término de su camino, de modo que ha alcanzado la plenitud. Es, pues, la realización de lo que las profecías del Siervo de Dios y san Pablo (Fil 2,6-11) nos anunciaban al comenzar la Semana Santa: que Jesús, después de su humillación, recibiría el poder total de Dios, exaltado como Señor del universo".

"No hemos de considerar, sin embargo, la fiesta de hoy sólo como conmemoración de una realidad que sólo afectara a Jesús. La exaltación de Jesús a la derecha de Dios es para nosotros la garantía de la salvación que esperamos. Jesús va delante para abrirnos camino. Con El, también nosotros conseguiremos la plenitud de la realización humana como don de Dios. Jesús es el primero, y comparte todo el poder de Dios; nosotros, en cambio, participamos de la vida de Jesús sin llegar a su totalidad. Pero en nosotros sentimos la tendencia incontenible hacia esta totalidad, y de ahí que la figura de Jesús que llegó ya al final de su camino es al mismo tiempo un impulso y una promesa de la certeza de lo que anhelamos".

Podríamos añadir que la Ascensión incluye también un aspecto -como Pentecostés- más directamente eclesial: los cristianos hemos de continuar el camino de JC. Tenemos una tarea a realizar y una fuerza para hacerlo ("recibiréis fuerza para ser mis testigos"). Nuestra fe y nuestra esperanza se han de realizar en este continuar la tarea de JC, gracias a la fuerza de su Espíritu.

LA IMAGEN DE LA ASCENSIÓN: Es muy posible que la imagen de la Ascensión que muchos espontáneamente asocien, sea la clásica pintura de un hombre, con vaporosas vestiduras, que sube al cielo, con ángeles que le acompañan, mientras los apóstoles contemplan su ascensión. La imagen representa gráficamente lo que dice Lucas, pero en realidad -dicen los exégetas- Lucas no pretendía narrar como si se tratara de un reportaje un acontecimiento, sino describir simbólicamente una realidad de fe.

Lo que celebramos no es, por tanto, un hecho que sucediera en un momento y un lugar determinado, sino una afirmación de fe, afirmación que responde a unos hechos, pero no se reduce a la escenificación imaginada por Lucas (y no por los otros evangelios). Será especialmente útil evitar en la predicación insistir en la presentación gráfica de los hechos (aunque sí en las palabras de JC). Porque si en aquel tiempo estaba muy difundida la imagen de la divinidad que "desciende" y "asciende" (dinámica a la que responden tanto las narraciones del nacimiento como las de la ascensión), hoy fácilmente esta presentación imaginativa -simbólica- del Dios arriba, que baja y sube, puede ser poco significativa, entendida infantilmente, casi identificada a narraciones fantásticas de extra-terrestres.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1978, 9


10. ENC/PROJIMO: CREER EN DIOS NO  ES MUY DIFÍCIL UBICÁNDOLO EN EL CIELO.LO DIFÍCIL ES  ACEPTAR QUE SE HA HECHO HOMBRE/QUE ESTA EN EL  PRÓJIMO: /Mt/25/31-46.

Nos ha resultado más cómodo ubicar a Xto, el Hijo de Dios, a la  derecha del Padre en el cielo, que hacer sitio al Hijo del hombre en  nuestro mundo y por encima de nuestros intereses. Creer en Dios  no es muy difícil, sobre todo si lo situamos en el cielo. Lo difícil -y  eso es el cristianismo- es aceptar que Dios se ha hecho hombre,  que es hombre, que vive y está con nosotros, precisamente en el  prójimo. Eso es difícil de creer, porque eso nos compromete y nos  complica la vida, cuestionando nuestra seguridad, nuestro  bienestar, nuestro progreso frente al riesgo, malestar y  subdesarrollo de tantos millones de Xtos vivientes... en los que no  creemos y a los que olvidamos y rechazamos. 

EUCARISTÍA 1990, 40


11.

Te damos gracias, Señor y Dios nuestro,
porque has resucitado a tu Hijo
y lo has encumbrado hasta tu diestra en el cielo.
De este modo has suscitado en nosotros una gran esperanza
y has abierto camino a las aspiraciones de nuestro corazón.

Te pedimos, Señor y Padre nuestro,
que sepamos ver tu claridad en los acontecimientos,
que podamos ver tu huella en todas las cosas,
para que no se apegue a ellas nuestro corazón
y se vea libre para remontarse hasta Ti.

Ayúdanos, Dios y Padre nuestro
a buscarte en el dolor y en la adversidad
a descubrirte en el gozo y en los placeres,
a sentirte cercano en los que sufren y tienen hambre,
a mirarte con amor en el pobre y el marginado.

Danos tu Espíritu, ¡oh Dios!,
para construir una vida y un mundo más hermoso,
donde todos puedan vivir en armonía como hermanos,
donde todos puedan llegar a conocerte
y en todos viva la esperanza de tu gloria.

EUCARISTÍA 1993, 26


12. La misión 

Es una constante en la historia de la salvación; cuando Dios  escoge, después envía: Te he llamado, para que vayas. Es la  dialéctica entre el ven y el ve, entre el venid e id. Fue llamando, por  ejemplo, a los discípulos: «Venid conmigo», «Sígueme». Ellos, como  el que encuentra un tesoro escondido, lo dejaron todo y le siguieron  con alegría. ¡Qué maravilla de encuentro! Pero ahora les dice: «Id  por todo el mundo». Os llamé para enviaros a los hombres; os  saqué de la barca, donde pescabais, pero para enviaros a otro tipo  de pesca; os saqué de vuestras casas, para que construyáis una  casa común. Yo marcho al Padre; vosotros no os quedéis mirando  al cielo, sino id a hacer de la tierra un cielo.

Una consecuencia de la fiesta de la ascensión es que ahora  empieza el tiempo de la Iglesia. Cristo marchó; ahora, sus  discípulos, nosotros, tenemos que hacerlo presente. El Señor quiere  valerse de nosotros para repetir sus palabras y prolongar sus  obras. Hemos de prestar nuestros labios, nuestros pies, nuestras  manos y nuestro corazón a Jesús, para que él, en nosotros, siga  bendiciendo, consolando, perdonando, compartiendo, sirviendo...

Jesús inició una tarea; nosotros tenemos que completarla. Se  trata de construir el reino de Dios, el gran tema de Jesús; se trata  de hacer posible el reino de la paz y del amor, o sea, la fraternidad  universal. Por eso, no es cuestión de quedarse mirando al cielo,  sino de inclinarse sobre las heridas y necesidades de la tierra. Lo  nuestro es «anunciar a los pobres la buena nueva, proclamar la  liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar la libertad a los  oprimidos y proclamar» la misericordia y la gracia del Señor. El  Señor nos manda para que vayamos donde nos necesiten, donde  haya un clamor, una injusticia, una tarea, una soledad. Nos manda  para que seamos instrumentos de su paz. Resumiendo, nuestra  misión es ir, como Jesús, por el mundo «haciendo el bien», amando,  amando, como Jesús.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Pág. 240


13. /Hch/01/11:

¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?

Haced la tarea

¡Tenemos cosas que hacer
maravillosas!

Nos han encomendado la casa de este mundo.
Todo lo que el Creador hacía en él
es ahora tarea nuestra.

No os crucéis de brazos,
ni os deis a la buena vida.
¡De todo lo que podemos hacer
y no hagamos,
se nos pedirá cuenta!

¡Qué tarea tenemos encomendada!
Encender el sol cada mañana
para todos
y sacar brillo a la luna
para que relumbre por los caminos de la sombra.
Contar de una en una las estrellas,
investigar los planetas,
ponerles nombres:
a uno "amor",
a otro «solidaridad»,
al más lejano, "lugar de encuentro".

Tenemos que limpiar cada mañana la atmósfera,
para que respiren los niños
y se pierdan en su azul
el vuelo de los pájaros
y nuestras miradas.
Apresurémonos a limpiar el cielo
de aviones de guerra,
de helicópteros de vigilancia,
de cohetes nucleares,
de «cacharros» que llevan amenaza.

Hay que poner manos a la obra.
De lo contrario... llegará un día...
en que la tierra parecerá una caldera abrasada
y los árboles serán huesos calcinados
y los ríos llorarán como una madre sin agua.

Nos han dejado en la casa 
para organizar entre los trabajadores
una convivencia digna.
¡Hay que poner sumo cuidado en la tarea!
Haced la Constitución
fundada en el valor de la persona.
Que reine el amor,
el respeto,
el servicio mutuo,
el desvelo por atender al que más lo necesita.

Mientras nosotros dormimos,
otros trabajan:
trabajan para sus propios intereses,
para someter a las personas,
aplastar a los pueblos,
llenar a tope sus arcas.
¿No véis cómo trabajan
cerrando la boca a los que gritan,
segando la vida a los que piden libertad,
apaleando a los que trabajan por la paz,
encarcelando a los que claman por la dignidad
de los hombres y de las villas?

Si hoy viniera el Dueño de la casa
y nos pidiera cuentas,
¿cuál sería el resultado
de la auditoría?

El Dueño de la casa avisa:
"Os lo digo a todos:
Trabajad con ahínco
en la tarea que os tengo encomendada".

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Págs. 241 s.


14. 

Aunque las encuestas dan casi un cincuenta por ciento que dicen  no creer en la vida eterna, y a pesar de que tampoco los creyentes  sabemos muy bien lo que nos espera, unos y otros tenemos indicios  suficientes para creer en el cielo. La cuestión, como siempre, radica  en la diversidad de opiniones a partir de la diversidad de  experiencias que brotan de vidas tan diversas. No todos pensamos  lo mismo de lo mismo. Pero confesión de fe en el cielo son, al menos  desde un punto de vista sociológico (¡también teológico!), todas  esas expresiones al uso en las que reconocemos el cielo en las  experiencias felices de la vida. Desde la enamorada confesión "mi  cielo", cantada como "cielito lindo", hasta la rotunda aseveración  "esto es el cielo", o "esto es la gloria", pasando por las innumerables  y cariñosas confidencias "eres un cielo", o "un sol", que viene a ser  lo mismo.

De manera que en la vida de cada cual, pienso que en la de  todos, hay alguna experiencia, alguna señal, suficiente para  hacerse una idea del cielo. No se trata, pues, de una palabra vacía  ni de un recurso clerical ni de una afirmación sin fundamento. El  lenguaje, en la medida que nace de la vida y codifica lo vivido,  resulta demasiado explícito, como para menospreciarlo o no tenerlo  en cuenta.

Otra cosa es cuando pretendemos -¡siempre la misma  pretensión!- meter el cielo en razón. No cabe. La razón es solo una  capacidad humana (no la única), instrumentalizada en nuestra  cultura para fabricar artefactos, aunque sean de alta tecnología. Y  eso muy poco tiene que ver con la vida humana que, aunque los  necesita, sólo los utiliza para proyectarse en aras del espíritu. El  horizonte de la vida humana es el cielo, no un supermercado. 

Aunque tristemente, subliminarmente, nos están comiendo el coco  para presentarnos el cielo como una cacharrería. Así se procede  para valorar el nivel de vida, la calidad de vida o el bienestar: más  cacharros y más perfectos. Algo a lo que la inmensa mayoría no  puede llegar. Algo de lo que algunos ya están de vuelta. Porque eso  sí que es un cielo increíble. Eso sí que es el opio de los pobres  uncidos a la carrera del consumismo.

EUCARISTÍA 1993, 26


15. ASC/RS 

La ascensión es el reconocimiento de que Jesús ha pasado de  este mundo al Padre, lo cual implica no verlo con nuestros ojos.  Esto es el resultado de la resurrección. Vemos, sin embargo, sus  signos, su poder, su actuar. Pero lo vemos con los ojos de la fe,  algo mucho más importante que el verlo físicamente. 

DABAR 1996, 31


16. MP/3-ASPECTOS RS/ASC/PENT

La resurrección, la ascensión y pentecostés son aspectos  diversos del misterio pascual. Si se presentan como momentos  distintos y se celebran como tales en la liturgia es para poner de  relieve el rico contenido que hay en el hecho de pasar Cristo de  este mundo al Padre.

La resurrección subraya la victoria de Cristo sobre la muerte, la  ascensión su retorno al Padre y la toma de posesión del reino y  pentecostés, su nueva forma de presencia en la historia. La Ascensión no es más que una consecuencia de la  resurrección, hasta tal punto que la resurrección es la verdadera y  real entrada de Jesús en la gloria. Mediante la resurrección Cristo  entra definitivamente en la gloria del Padre.


17. ASC/PREFACIOS

Los prefacios de la Ascensión 

Para estos últimos días de la Pascua, el Misal nos ofrece tres  prefacios. Los dos primeros, más oficiales, valen tanto para el  domingo como para las ferias de la séptima semana. El tercero,  añadido en la última edición del Misal castellano, está pensado para  las ferias siguientes a la Ascensión, y acentúa la espera del Espíritu. 

Los tres nos ayudan a seguir celebrando y viviendo el misterio  pascual sobre todo dando gracias a Dios 

- por la glorificación de Jesús en su Ascensión, «ante el asombro  de los ángeles», 

- por su papel de mediador y sacerdote celeste, porque sigue  intercediendo por nosotros, 

- por su cercanía a nosotros, porque «no se ha ido para  desentenderse de este mundo»,

- sino que, como Cabeza de la Iglesia, quiere comunicarnos su  divinidad y nos ha precedido en el destino definitivo, 

- y nos asegura el envío del Espíritu sobre una comunidad que,  con laVirgen María y los Apóstoles, le espera en oración.

Prefacio I

«Porque Jesús, el Señor, 
el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, 
ha ascendido ante el asombro de los ángeles 
a lo más alto del cielo, 
como mediador entre Dios y los hombres, 
como juez de vivos y muertos.
No se ha ido para desentenderse de este mundo, 
sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra 
para que nosotros, miembros de su Cuerpo, 
vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino».

Prefacio II

«... Que después de su resurrección 
se apareció visiblemente a todos sus discípulos 
y, ante sus ojos, fue elevado al cielo 
para hacernos compartir su divinidad». 

Prefacio lll

«... por Jesucristo, tu Hijo, Señor del universo. 
El cual, habiendo entrado una vez para siempre 
en el santuario del cielo, 
ahora intercede por nosotros, 
como mediador que asegura 
la perenne efusión del Espíriitu. 
Pastor y obispo de nuestras almas, 
nos invita a la plegaria unánime, 
a ejemplo de María y los Apóstoles, 
en la espera de un nuevo Pentecostés...». 


18. LA ASCENSIÓN COMO ENVÍO

La Ascensión es un misterio de planificación, pues culmina el  misterio pascual. Hoy actualizamos y celebramos en la fe el estado  glorioso de Jesús de Nazaret, sentado a la derecha del Padre en el  cielo. 

Celebrar la Ascensión del Señor no es quedarse estáticos  contemplando el azul celeste o mirando las estrellas. No es vivir con  los brazos cruzados pensando en la estratosfera y soñando  evasiones fuera de la realidad. No es suspirar por un cielo nuevo y  una tierra nueva, creyendo que en este mundo vivimos en una  ausencia que engendra tristeza. 

Todos necesitamos ascender, subir y superar nuestros niveles  bajos de atonía humana y espiritual. Necesitamos perspectivas de  altura para ver todo con más verdad y justa proporción. Es urgente  ascender en la fe, en la esperanza y en el amor. Paradójicamente  ascendemos mejor cuando descendemos más, somos ciudadanos  del cielo cuando en la tierra caminamos comprometidos en las  exigencias del Evangelio. Cristo ha ascendido a los cielos porque  antes descendió obediente a la voluntad del Padre hasta la verdad  del desprecio, de la condena y de la muerte. 

La Ascensión es sobre todo un envío y un compromiso en la  Iglesia. Con realismo cristiano hay que vivir en el mundo  trascendiendo todo, bautizando siempre, predicando el Evangelio en  cualquier circunstancia, bendiciendo a todos, dando testimonio de  cuanto hemos visto en la fe. Si levantamos los ojos para ver a Cristo  que asciende, es para saber mirar a los hombres y reconocerlos  como hermanos. Y a la vez acrecentar nuestro deseo del cielo.

Andrés Pardo


19.

Llegamos al final del tiempo pascual y nos encontramos con dos  fiestas de profundo contenido cristiano: La Ascensión y Pentecostés  que son la plenitud de la Pascua de Jesús el cual habiendo sido  glorificado envía sobre nosotros el don del Espíritu Santo.

La Ascensión es el final de una misión que Jesús ha cumplido con  generosidad, ha dado testimonio del amor de Dios entregando su  vida y ahora vuelve al Padre.

Esto no significa que se ha alejado de nosotros, está más  presente que antes, nos dice: "yo estaré con ustedes todos los  días", " este pan es mi cuerpo", lo que ustedes hacen a estos  pequeños a mí me lo hacen".

Debe alegrarnos el no celebrar un acontecimiento del pasado,  estamos celebrando a Jesús resucitado, presencia siempre nueva,  siempre real, sin dejar por ello de ser misteriosa; "donde dos o más  estén reunidos en mi nombre allí estoy yo".

El tiempo de Jesús es el nuestro, si hemos muerto con él,  sabemos que con él resucitaremos, compartiendo su misma gloria;  él se ha ido para prepararnos un lugar en la casa del Padre, pues  quiere que compartamos su destino, el cuerpo debe estar donde  está la cabeza; esto implica asumir muchos retos, es decir, un  compromiso claro aquí en la tierra, pues él actúa a través de la  comunidad de los creyentes, hay mucho que hacer para salvar al  hombre.

A las puertas del tercer milenio debemos sentirnos urgidos por  evangelizar a los hermanos, hacer que Cristo sea conocido por  todos, que descubran que el amor de Dios ha sido manifestado a  los hombres por medio de Cristo Jesús.

C. E. de Liturgia
PERÚ


20. Hacia el Padre

En evangelios de tan distintos planteamientos como el de Lucas y  Juan, encontramos una coincidencia que nos ayuda a entender la  fiesta de hoy. San Lucas nos presenta a Jesús adolescente, que se  despreocupa incluso de su Madre y da como razón: "ÀPor qué me  buscabais? ÀNo sabíais que yo debía estar en casa de mi Padre?".  San Juan recoge otra frase de Jesús que expresa el mismo  pensamiento pero englobando toda su existencia humana: "Vengo  del Padre y vuelvo al Padre".

En esta clave es fácil conectar los misterio de la Encarnación y la  Pascua de Cristo. Si por el primero abandonó, de un modo  misterioso, su estar con el Padre; su Pascua fue dejar esta vida  humana, por la muerte, para volver al Padre por la Resurrección,  que en este sentido, es una Ascensión.

Los textos litúrgicos orientan nuestra atención hacia esta  dimensión del misterio que celebramos y nos descubren lo que  significa para nosotros. Realmente la Ascensión de Cristo pone a  nuestra vida la misma meta que tuvo la suya. Así la oración colecta  del día da gracias al Padre "porque la ascensión de Jesucristo, tu  Hijo, es ya nuestra victoria y donde nos ha precedido El, que es  nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros  de su cuerpo".

La esperanza que nace del misterio de la Ascensión no nos  ahorra los trabajos de esta vida: tanto los del crecer  constantemente en la vida cristiana y sus compromisos como los  que supone el peso de la existencia con todos sus avatares; pero  les da a todos ellos la categoría existencial de estar orientados  hacia el Padre, de tal forma que vivir en cristiano es una constante  ascensión.

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz


21. Algo nuestro 

En el tiempo pascual la liturgia de la Iglesia sigue los pasos de su  Señor Resucitado y nos ha ido presentando los diversos encuentros  que tuvo con sus discípulos. En este día, celebra el último de los  mismos.

La tradición popular ha dado mucho relieve a esta fiesta de la  Ascensión -uno de los jueves del año que reluce más que el sol- y  acertaba su sentido de fe ya que es uno de los misterios que  desvela mejor el contenido de la Resurrección de Cristo.

Cierto, pues manifiesta que no se trataba para Cristo de un mero  volver a la vida, sino de un volver al Padre que, como dice la  segunda lectura, reveló su poder salvador en "la eficacia de su  fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los  muertos y sentándolo a su derecha en el cielo".

En el relato que nos presenta en la primera lectura, san Lucas  para decir lo mismo recoge la simbología bíblica que ha visto en la  nube un trasunto de la gloria de Dios (p.ej. las teofanías del Sinaí) y  describe la entrada de Cristo en la gloria de Dios con estas  palabras: "Lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de  la vista".

En la segunda lectura, la liturgia intenta que este misterio no  quede como algo solamente de Cristo y nos presenta la doctrina de  san Pablo que haciendo referencia -como ya hemos visto antes- al  poder del Padre que resucita y sienta a su derecha a Cristo invita a  efesios a que se den cuenta de que esa realidad divina realizada en  Cristo les atañe también a ellos pues "es la esperanza a la que os  llama.. La riqueza de gloria que da en herencia a los santos": lo  realizado en la Cabeza se ofrece también al Cuerpo, que somos  nosotros.

Antonio Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz


22. NO "ENCIELAR" A CRISTO

La Iglesia celebra hoy el misterio, no el simple hecho, de la  Ascensión del Señor. Porque Cristo bajó a la realidad de nuestro  mundo, a la verdad de la carne humana , al dolor de la muerte, por  eso Cristo subió por la resurrección a la gloria del Padre, llevando  cautivos y comunicando sus dones a los hombres.

El misterio de la Ascensión no es simple afirmación de un  desplazamiento local, sino creer que Cristo ha alcanzado la plenitud  en poder y gloria, junto al Padre. La Ascensión es la total  exaltación.

Esta solemnidad es día propicio para meditar en el cielo, como  morada, como presencia de Dios. Frente a definiciones complicadas  hoy brota casi espontánea la afirmación de que el cielo es presencia  y el Infierno ausencia de Dios.

¿Cómo el hombre puede vivir en presencia de Dios y tener  experiencia celeste durante su paso por la tierra? En el evangelio  encontramos la respuesta contundente: "guardando las palabras del  Señor, amando".

Por eso hay que evitar el peligro de "encielar" a Cristo, de llevarlo  arriba desconectando de lo que pasa aquí abajo, de desterrarlo y  perderlo. Quizás para algunos es más tranquilizante dejar a Cristo  en el cielo para así poder vivir menos exigentemente en la tierra.  Piénsese que de la misma manera que la encarnación no supuso  abandono del Padre, la ascensión no es separación y abandono de  los hombres. A Cristo se le encuentra presente en la plegaria y en la  acción, en los sacramentos y en los hermanos, en todos los lugares  en que su gracia trabaja, libera y une.

ANDRÉS Pardo