14 HOMILÍAS MÁS PARA EL CICLO B


1. En una conversación con un sacerdote ortodoxo, éste me hizo observar el poco interés espiritual que ponemos los católicos en el misterio de la ascensión.

- Es verdad que lo celebráis como un día de fiesta, pero me parece que su aspecto religioso propiamente dicho os pasa un poco desapercibido. Para nosotros, los ortodoxos, es una fiesta muy apreciada, muy hondamente vivida.

- ¿Por qué? - Porque ésa es la razón final de la venida de Jesús a la tierra: Dios se hizo hombre para que el hombre fuera divinizado. En la ascensión, se eleva la plenitud de su naturaleza humana, unida a su divinidad, y nos eleva a nosotros hasta Dios.

- Es natural, pero ¿seguimos unidos con él? 

- ¡Desde luego! Más que nunca. Se trata de un misterio de ausencia-presencia. Cuando intentamos imaginarnos a un hombre que nos deja elevándose por las nubes, matamos el misterio de la ascensión: hacemos de él una ausencia, siendo así que es un misterio de presencia multiplicada. Marcos nos hace percibir muy bien todo esto yuxtaponiendo con toda claridad unas cosas contradictorias: "El Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el mensaje por todas partes y el Señor cooperaba confirmándolo".

Mateo habla solamente de presencia; es la última palabra de Jesús: "Yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo".

Lucas acentúa más bien la ausencia: "Se separó de ellos y lo llevaron al cielo" (Lc 24, 51). Lo subraya más aún en los Hechos: "Lo vieron subir, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos" (Hch 1, 9). Pero en su evangelio hace esta observación sorprendente: "Los discípulos se volvieron a Jerusalén llenos de alegría" (Lc 24, 52). ¿Alegres porque se habían llevado a Jesús? Se trata de un guiño revelador: "¡Cuidado! Esa ausencia se va a convertir en una presencia mayor". Por eso, en los Hechos, dos ángeles (hemos de entender a Dios) les echan un buen rapapolvos a los discípulos: "¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?" (Hch 1, 11) ¿Ausencia, presencia? ¿Buscar a Jesús en el cielo, trabajar con él en la tierra? El esfuerzo de fe que se nos pide consiste en que unifiquemos dos relaciones con Jesús aparentemente muy distintas.

Sí, Jesús "está a la derecha del Padre". Esto quiere decir: "en la gloria de Dios", y podemos soñar, hemos de soñar, con "levantar los ojos al cielo". Jesús resucitado sigue siendo un hombre, uno de nosotros; por consiguiente, ¡un hombre ha entrado en la gloria de Dios! Y nosotros con él, si creemos en la unidad de todos los hombres en Jesucristo. ¿Cómo no va a quedar ya imantada nuestra propia vida por esta vida de Jesús en el cielo, que nos atrae día tras día "fijando nuestro deseo, como dice magníficamente san León Magno, en donde la mirada es incapaz de llegar?".

¡La fe sí que llega! Durante su vida terrena, la gente vio, escuchó y tocó a Jesús. Pero ¿cómo? ¿Y con qué resultados? Fueron muy pocos los que sospecharon su misterio y trabaron relación con él. Cuando parece que "se marcha", en la ascensión, se convierte por el contrario en aquél que será la presencia para cualquier hombre que le abra su vida. Por eso precisamente Lucas podía decir: "Se lo llevaron al cielo y los discípulos volvieron llenos de alegría". Fueron ellos los primeros en realizar la experiencia de la nueva presencia. Lejos de perderlo, ganaban la facultad de vivir en adelante con él en una intimidad de pensamiento y de acción que palpamos tan bien cuando leemos los Hechos: "Yo estoy con vosotros".

La dificultad (¡tan grande!) es que fue necesario pasar del trato familiar, del rostro y de la voz, a la aproximación de la fe. Cito una vez más a san León: "La fe estaba llamada a tocar, no con una mano carnal, sino con una inteligencia sobrenatural, al Hijo único igual al que lo engendra".

Nunca se le pide tanto a nuestra fe como en este misterio de la ascensión, en donde esa fe tiene que aprender a vivir con Jesús en el cielo y en la tierra.

ANDRE SEVE
EL EVANGELIO DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984 Pág. 115


 

2. Los seguidores de Jesús hemos recibido el encargo de anunciar la Buena Noticia a todo hombre. Pero éste no puede ser un anuncio teórico: ha de ir acompañado de un compromiso de lucha por la liberación, la practica del amor y la comunicación de vida.

DELANTE DE NOSOTROS

El libro de los hechos de los Apóstoles comienza con el relato de la subida (ascensión) de Jesús junto al Padre (primera lectura de este domingo). En este relato nos cuenta San Lucas que, cuando Jesús subió al cielo, los apóstoles se quedaron pasmados, mirando hacia arriba, hacia donde Jesús había marchado. Hasta que unos mensajeros del cielo les hicieron volverse de nuevo a la realidad de la tierra: "galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?" Y es que el que se marchaba no lo hacía para desentenderse de los problemas de los hombres. Y a los que se quedaban les acababa de encomendar una misión para realizarla aquí, en este mundo, en esta tierra, sin preocuparse de que el polvo de este suelo manchara una y otra vez sus pies.

La presencia de Jesús de Nazaret junto al Padre es la ratificación de su victoria personal sobre la muerte, sobre el odio, sobre la violencia, sobre la prepotencia de los poderosos; pero, además, su victoria anticipa la victoria de toda la humanidad: ése es el destino último de los hombres; un destino que no está encerrado en los estrechos límites de este pequeño planeta, un destino que no está encadenado a esta tierra. Jesús de Nazaret es el primer hombre que vence las limitaciones de la naturaleza humana, es el primer hombre que entra a formar parte del ámbito de la divinidad, y en él, desde el momento de su ascensión, las posibilidades del hombre han dejado de ser limitadas.

Pero Jesús va delante de nosotros y quiere que lo sigamos no sólo en la hora del triunfo. La victoria de Jesús fue el final de una larga y dura lucha, la consecuencia última de una generosa pero difícil entrega. Por eso los discípulos de Jesús no se pueden quedar plantados mirando a las nubes, porque Jesús subió al cielo, junto a Dios, después de entregar su vida para enseñarnos a arreglar la tierra.

ID POR EL MUNDO ENTERO

La tarea de Jesús, que culmina este día en el que vuelve a la casa del Padre, no estaba acabada. Porque Jesús no vino a terminar nada ni a resolver nada, sino a enseñarnos cómo podíamos nosotros solucionar los muchos problemas que nosotros habíamos ido acumulando: incapacidad para entendernos, opresión, violencia, muerte... Todos esos problemas tenían solución. Esa era la Buena Noticia.BN/BNU

Los que habían tenido la suerte de conocer a Jesús, de recorrer con él los caminos de Palestina, no podían guardarse para ellos su experiencia. Lo que ellos sabían, lo que ellos habían experimentado, no era sólo para su provecho personal. Su amistad con Jesús no era un patrimonio que pudiera disfrutarse de modo exclusivo. Jesús los había elegido "para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar", y éste era el momento de emprender la tarea: "Id por el mundo entero proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad". Es toda la humanidad la destinataria de la Gran Noticia que, en primicia, habían escuchado antes que nadie los discípulos. Pero no podían quedársela para ellos: perdería todo su sentido.

LIBERACIÓN, AMOR Y VIDA

"A los que crean les acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en la mano y, si beben algún veneno, no les hará daño; aplicarán las manos a los enfermos y quedarán sanos".

Lo que tienen que anunciar es una noticia, esto es, tienen que dar testimonio de un hecho, de un acontecimiento. Por eso no serán sólo palabras lo que ofrezcan a quienes se presten a oírlos. Su anuncio irá acompañado por unas señales que le darán credibilidad, que serán por sí mismas Buena Noticia.

En primer lugar, su mensaje será un anuncio de liberación para todos, y quienes lo acepten se verán liberados del dominio de aquellas ideologías que proponen al hombre un modo de vida contrario a lo que Dios quiere; eso significa "echarán demonios en mi nombre". En segundo lugar -"hablarán lenguas nuevas"-, podrán romper las barreras que impiden a los hombres comunicarse y relacionarse como hermanos, y así harán posible la paz, la fraternidad, el amor. Finalmente, porque vivirán con la vida de Dios, nada les causará un daño definitivo y su presencia constituirá siempre una victoria de la vida sobre la muerte: "Cogerán serpientes en la mano, y si beben algún veneno, no les hará daño; aplicarán las manos a los enfermos y quedarán sanos".

No. No se trata de milagros. Esas señales, liberación, amor y vida, son las que deben identificar a los seguidores de Jesús, las que garantizan que el mensaje que alguien anuncia es el suyo. La prueba de que alguien habla en nombre de Jesús es, por tanto, ésta: su palabra debe salir de un corazón libre, comprometido con la libertad de los hombres y la liberación de los pueblos; su vida deberá mostrar que sólo el amor es importante y que sólo el amor -no el poder, ni el prestigio, ni el dinero- es la fuerza de la que se vale para anunciar el mensaje de Jesús; y su fe apasionada por la vida debe manifestarse no sólo en la defensa de la vida de los que todavía no han nacido, sino, sobre todo, en la defensa de los que malviven por culpa de una organización social que convierte este mundo en un verdadero valle de lágrimas, compartiendo con ellos la propia vida en el esfuerzo por construir una existencia que, con verdad, pueda llamarse vida.

RAFAEL J. GARCIA AVILES
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990, Pág. 99ss.


 

3.
-DE JESÚS AL SEÑOR 
Hay acontecimientos en la vida de las personas que transforman su condición, su situación. El matrimonio convierte al soltero en casado, el último aprobado hace de uno un profesional, la ordenación le convierte en clérigo, el nacimiento del primer hijo da origen a unos padres...

En la vida de Jesús también hay un momento clave, de transformación, un momento en el que Jesús pasa a ser reconocido y proclamado como EL SEÑOR, Señor de un nuevo mundo, de una nueva humanidad. Y los discípulos van a ser enviados a todos los rincones del mundo para que esa novedad se haga realidad.

Hemos pasado mucho tiempo teniendo un concepto demasiado material de la Ascensión, un concepto que, además, no nos aportaba nada. Ascensión se entendía literalmente como subida material de Jesús al cielo, y con semejante comprensión de esta fiesta lo único que se conseguía era crear una gran confusión. La mentalidad occidental, bastante plana es este aspecto, está poco acostumbrada a las metáforas, tan habituales en la mentalidad oriental, y cuando se encuentra ante ellas le cuesta eludir la tentación de tomarlas al pie de la letra.

-EL NUEVO MUNDO
Pero lo importante es enterarnos de lo que significa la Ascensión en nuestra vida. Y comprender que esta fiesta es el momento en el que Jesús nos pasa el relevo a nosotros, sus discípulos. «El Señor Jesús ascendió al cielo, y los discípulos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes».

¿Qué proclamaron? Proclamaron un mundo nuevo, maravilloso y delirante que no sólo era un sueño sino una posibilidad real. Si el crucificado había resucitado de entre los muertos y había sido constituido Señor del universo, ¿qué puede haber imposible? Nada, absolutamente nada. Si un hombre es Dios, ¿qué puede haber imposible? Nada, absolutamente nada. Todo es posible porque a nada hay miedo; todo es posible porque hasta la muerte ha sido derrotada. La utopía es posible, el amor es posible, la fraternidad es posible, la justicia es posible.

Lo que pasa es que tenemos que superar el miedo y creérnoslo. Lo malo es que, ante este reino, ante esta utopía, decimos "Sí, pero..." y el miedo nos puede, el temor nos vence. «Echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, beberán venenos sin que les haga daño, curarán enfermos imponiendo las manos...» Y pensamos que es demasiado bonito para ser realidad. Nos parecen buenos deseos, y nada más: demasiado bello. Nos asustamos, nos echamos para atrás. Y somos tan brutos que preferimos aferrarnos a nuestra pobre, vulgar y dolorosa realidad que lanzarnos al vacío de ponernos en manos de Dios, que es, sin embargo, mucho más seguro que todas nuestras seguridades. ¿Por qué extrañarnos, después de que las cosas vayan como van? ¿Acaso no tenemos lo que queremos, lo que buscamos, aquello con lo que nos conformamos? Entonces, ¿por qué nos quejamos? Cristo nos invita a creer en él, a confiar. «Creed la buena noticia», nos había dicho al comienzo del evangelio de Marcos. No una orden, sino una invitación, una oferta. Creed en la utopía, creed en el amor, creed en la fraternidad universal, y llevad esta convicción a todos los hombres, para que todos sean felices. Pero no, nosotros creemos en nuestra belleza y en nuestra cuenta corriente, en nuestros músculos y en nuestro coche, en lo que poseemos y en lo que aparentamos. Y luego nos quejamos de que sufrimos, de que lo pasamos mal.

-EL EVANGELIO EN NUESTRO MUNDO
No nos cansaremos de repetirlo: el evangelio no sólo es bueno para nuestro mundo, sino absolutamente imprescindible. El hombre de hoy anda buscando lo que Dios hace tiempo que le ha ofrecido. Pero en algún cruce de caminos nos hemos hecho un lío fenomenal, y nosotros (los discípulos) vamos ofreciendo al hombre no sé qué cosas raras en lugar de lo que realmente necesita. Y nos sentimos ofendidos por el rechazo que tanta gente de nuestra sociedad nos manifiesta. No nos rechaza a nosotros. Mucho menos rechaza a Dios; rechaza el sucedáneo barato y adulterado que nosotros vamos ofreciendo. A los que piden pan o agua, a los que suplican justicia, a los que gimen por un poco de esperanza, a los que solicitan una mano para poder salir del pozo, les estamos ofreciendo moralina trasnochada, recomendaciones piadosas, topicazos decimonónicos... ¿Por qué no nos liberamos de todas esas cargas, redescubrimos el evangelio y lo transmitimos a la gente?

Tenemos la respuesta a los interrogantes del hombre de hoy en el evangelio puro y simple, en la buena noticia de Jesús, pero nos hemos atascado en algún sitio y no sabemos salir del atolladero. Aún hay que oir hoy día a predicadores que invitan a sus fieles a la resignación. ¡Lo que nos faltaba! Además de todo lo que a muchos les toca pasar... ¡Resignación!

La Ascensión es todo un reto, un desafío para nosotros. La Ascensión de Jesús nos está diciendo: «vosotros, que tenéis ahora en vuestras manos la buena noticia, ¿qué habéis hecho con ella?, ¿os la creéis? ¿la trasmitís?, ¿la lleváis a todos los rincones de la tierra?» La Ascensión no es para ver cómo «se va Jesús al cielo», sino para ver cómo nos quedamos nosotros aquí para sembrar esperanza en este mundo para hacer que el Reino crezca en él, para aceptar, llenos de coraje y de ilusión, el desafío que nos hace Dios de que colaboremos con él en la tarea de transformar este mundo nuestro.

Mientras tanto, muchos hombres y mujeres siguen sufriendo y llorando, siguen viendo su vida sin salida. ¡Qué despilfarro el nuestro, que hemos escuchado la buena noticia, y no sabemos qué hacer con ella! ¡Qué vergüenza la nuestra, que podemos llevar la alegría a tantos seres humanos, y les dejamos seguir ahogándose en sus lágrimas! ¿Durante cuánto tiempo más vamos a seguir así?

Hoy, Ascensión de Jesús, es una ocasión estupenda para llenarnos de alegría por todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos... y empezar a compartirlo con todos los hombres. Especialmente con los más pobres, con los que más sufren, con los más necesitados.

LUIS  GRACIETA
DABAR 1994, 31


 

4.
«ID»
La fiesta de hoy es, fundamentalmente, la culminación de la resurrección de Jesús, su vuelta al Padre donde ya es Señor 'por encima de todo principado... por encima de todo nombre'. Pero hay en ella también una vertiente que mira hacia nosotros. Jesús -acabada la tarea que el Padre le encomendó- nos mira y nos dice: ¡Ahora os toca a vosotros! 'Id por todo el mundo'.

«Id", es decir: ¡Poneos en marcha! Se acabó el tiempo de apoyaros visiblemente en Mí, de contar con mi palabra recién hecha y a la medida, de reclamar mi intervención inmediata cuando el viento encrespa las olas, de verlo todo a través de mis ojos. Salid a campo abierto. Que el frío y la lluvia, el sol y el viento vayan curtiendo vuestra piel: al tiempo que la persecución, la sociedad y la duda van robusteciendo vuestro frágil corazón. «Yo estoy con vosotros", ciertamente; pero de otra manera. A veces, muchas quizá, no me sentiréis; y os vendrá la tentación de pensar que me he desentendido de vosotros y os habéis quedado solos, como dejados de la mano de Dios.

«Id», es como decir: ¡No os detengáis! Mirad siempre más hacia delante que hacia atrás. Que cada paso que deis no sea el comienzo de un descanso, sino el arranque para un nuevo impulso. Quiero una Iglesia caminante, desinstalada, misionera. Destinad a la evangelización vuestras mejores energías, vuestros mejores recursos; de sobra sabéis que me duele más la oveja que se fue que las noventa y nueve que sestean. Os voy a seguir hablando: desde la multitud de los que todavía no me conocen, desde el sufrimiento de los olvidados, desde los gozos y las alegrías de la gente. No desoigáis mi voz.

«Id», es como decir: ¡El mundo os necesita! Mi buena noticia no es sólo para vosotros. No la guardéis como oro en paño, como si se tratara de un trofeo, o de una herencia. Yo os he elegido para que vayáis, y la llevéis por los caminos del mundo. Que vuestro equipaje sea escaso y vuestra disponibilidad total. Quiero que mi palabra se difunda, traducida a los mil idiomas de la tierra, encarnada en todas las culturas, adaptada a todas las edades. Lo más sencilla posible, porque su destino preferente son los humildes.

«Id», es como decir: No tengáis miedo! Vuestra fuerza es poca, ya lo sé. La misión a la que os envío es inmensa: Llevad la noticia de Mí hasta el rincón más olvidado de la tierra.

Sé que la desproporción es evidente; no importa. Así quedará claro que la fuerza no es del que planta, ni del que riega, sino del Padre. Así comprenderéis, desde el principio, que estorba más al crecimiento del Reino la soberbia de quien se cree alguien, que la debilidad del que se sabe flaco, y por eso se echa confiadamente en mis manos. Yo iré delante de vosotros: es más, estoy ya esperándoos en el corazón de cada persona, trabajándolo en silencio y con cariño; los conozco a todos, uno a uno, y los quiero más de lo que ellos se pueden imaginar. Yo iré también dentro de vosotros: vuestra voz será el vehículo de mi palabra, caminaré con vuestros pies, amaré a la gente desde vuestro pobre corazón. No temáis, yo seré vuestra fortaleza.

Poneos, pues, en marcha, sin deteneros. El mundo os necesita. Y no temáis. Alentadora despedida de Jesús. Para nosotros, para su Iglesia, ha llegado la hora de la verdad.

JORGE GUILLEN GARCIA
AL HILO DE LA PALABRA
Comentario a las lecturas de domingos y fiestas, ciclo B
GRANADA 1993, Pág. 75 s.


 

5.

Los signos que acompañan

La fiesta de la Ascensión es además el principio de la misión. Jesús. antes de dejar su presencia carnal entre nosotros, envía a los discípulos al mundo entero para que continúen su obra y proclamen su evangelio «a toda la creación». Al marchar Cristo, empieza el compromiso cristiano.

La verdad es que los discípulos no estaban todavía muy preparados. Alguno preguntaba: «¿Es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?». ¿Es ahora cuando vas a solucionar nuestros problemas? ¿Es ahora, diríamos nosotros, cuando vas a solucionar los problemas de nuestra sociedad? ¿Vas a mandar desde el cielo nuevos diluvios de purificación, o una lluvia de panes para los hambrientos? ¿Es ahora cuando vas a solucionar mi problema? ¿Me conseguirás la gracia que necesito?

Jesús sabía la inmadurez y la debilidad de sus discípulos. Por eso, les promete que no les dejará solos, que recibirán la fuerza de lo alto, que «serán bautizados con Espíritu Santo» y que, llenos de este Espíritu, podrán realizar signos admirables. Los signos de que habla el evangelio no parecen muy adaptados a nuestra mentalidad. Habrá que hacer un esfuerzo para interpelar o actualizar. Porque lo que importa es el poder del Espíritu que acompaña, las manifestaciones pueden variar. Y así:

«Echarán demonios». Hoy no se cree mucho en ellos, aunque no deja de haber exorcistas. Se habla incluso del Papa -superexorcista- y algún que otro obispo. No sé la experiencia de cada uno. Yo no tengo sensación de haberme enfrentado con ningún demonio ni dentro ni fuera de mí. Pero sí puedo en todo momento enfrentarme con el mal que hay dentro y fuera de mí con las fuerzas diabólicas que dominan muchas de nuestras leyes, costumbres, poderes y estructuras.

«Hablarán lenguas nuevas». Hay movimientos que las cultivan. Yo no he tenido esta experiencia, por falta de fe, sin duda. Pero hay una lengua nueva que sí tenemos todos que hablar, la que hablaron los discípulos en Pentecostés, la lengua siempre nueva del amor. ¡El mejor signo!

«Cogerán serpientes en sus manos». No sé para qué serviría hoy. Desde luego, cuando vemos a las serpientes, sentimos un miedo y una repugnancia ancestrales. La serpiente es también el símbolo de la seducción, la astucia y el pecado. Pues a domesticar serpientes; que ninguna seducción nos engañe, que ninguna tentación nos muerda, que ningún miedo nos paralice.

«El veneno mortal no les hará daño». Ya en los primeros siglos algún filósofo descreído invitaba a los cristianos a beber veneno públicamente, para probar la verdad de este evangelio, a ver qué pasaba. No son éstos, sin duda, los espectáculos que Dios quiere, ni los que Cristo daba. Esto sería tentar a Dios. No sé. Pero el veneno que nos podría hacer daño es el que nos ofrezcan los demás: las injurias recibidas, las persecuciones sufridas, los odios que nos regalan, las humillaciones que nos hacen tragar. Si respondemos a todo con amor, ni esto ni nada nos hará daño.

«Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos». Nadie duda de que muchos siguen curando enfermos desde la fe. Sobre todo, se dan todo tipo de sanaciones espirituales y psicológicas. Grandes milagros, por nuestra falta de fe, no son frecuentes, ni es normativo. Pero sí podemos poner las manos sobre los enfermos y hacerles mucho bien y sanarles muchas de sus dolencias. Si somos capaces de transmitirles algo de ternura, de cercanía, de amor, de fe, seguro que recibirán mucha salud. Y de eso se trata. No son los grandes milagros lo que más importa, sino los pequeños signos salvadores, que, multiplicados, son, sin duda, el mayor milagro. Esos son los signos que acompañarán siempre a los discípulos de Jesús.

«El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo». Y se vino también al cielo de nuestro corazón. El está con nosotros. El es el tesoro más grande que tenemos, el valor más grande del mundo.

CARITAS 1994, 1.Pág. 266 s.


 

6.

ESTARE CON VOSOTROS SIEMPRE

1. "El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios" Marcos 16, 15. El hecho de la Ascensión, aunque fue contemplado por testigos, es un gran misterio.

El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el momento de su Resurrección, pero durante los cuarenta días en los que él comía y bebía familiarmente con sus discípulos, su gloria quedaba eclipsada bajo los rasgos de una humanidad como la nuestra. Pero hoy, que come con ellos, desaparece el eclipse que velaba su divinidad, y sus discípulos vieron sobrecogidos, cómo se elevaba, y contemplaron cómo iba subiendo como en un vuelo solemne, hasta la gloria, simbolizada por la nube donde entra glorioso, hasta que se lo quitó de la vista Hechos 1, 1.

2. "Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas; tocad para nuestro Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad" Salmo 46. Es el corazón el que manifiesta la alegría de la victoria de nuestro Dios en su ascensión, que es la esperanza de los hombres, pues, como escribió Rahner, la Ascensión es la fiesta del futuro de la humanidad.

2. Al venir a este mundo nuestro, Jesús no se había separado del Padre. Con El estaba y con El vivía: "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?". Al mismo tiempo vivía con los hombres ocultando la presencia de su divinidad. No habría podido ser de otra manera. Ahora que vuelve al Padre, tampoco deja de estar con los hombres, estando con el Padre.

Como antes ocultó su presencia divina, oculta ahora su presencia divina y humana. Pero, aunque deja la tierra visiblemente, se ha quedado con nosotros hasta el fin del mundo. La humanidad que asumió y con la que padeció, ha sido glorificada. Un hombre como nosotros ha entrado ya en el cielo. El hombre no puede aspirar a mayor dignidad y grandeza. Por eso ha dicho: "os conviene que me vaya".

3. Antes de subir al cielo ha confiado a la Iglesia la misión de extender su evangelio por toda la tierra, de la misma manera que entregó su desarrollo a los hombres, cuando terminó la creación. El ha comenzado la obra de la Redención y salvación, ahora son los hombres los que tienen que continuar y perfeccionar la obra: "Los Apóstoles se fueron y proclamaron el evangelio por todas partes, y él confirmaba y rubricaba su actuación con señales y milagros". Ahora en la tierra está presente en los Apóstoles y en los discípulos, es decir, en la Iglesia, hasta que vuelva otra vez, como ahora ha subido.

4. A la Iglesia, los hombres nuevos, corresponde ahora, convertir el mundo en una tierra nueva, que hable lenguas nuevas, las lenguas del amor, venciendo serpientes y superando el mal del mundo, figurado metafóricamente en el veneno mortal y en la curación de las enfermedades.

Misión fatigosa y gloriosa, pero realizada con su presencia y con su apoyo y ayuda, porque él no ha dejado la tierra, ni a su Iglesia, sola y desamparada. "Estoy siempre con vosotros hasta la consumación del mundo". En su Corazón palpitan todos nuestros afanes. El ha llevado consigo todas nuestras angustias y zozobras, personales y colectivas, las de todo el mundo. Y nuestros éxitos y conquistas, son suyos.

Nos sigue y nos vivifica con su Espíritu, que Jesús les ha prometido: "Y ahora os voy a enviar lo que mi Padre tiene prometido; vosotros quedaos en la ciudad hasta que de lo alto os revistan de fuerza". El Padre derramará sobre ellos el don prometido, que El, con su Pasión y muerte, nos ha merecido.

5. Jesús se ha ido al cielo, pero el cielo, como dice san Agustín, está en Dios. No hemos de pensar la Ascensión como el paso de un lugar a otro, sino como un cambio de estado. "Si alguien guarda mis mandamientos, vendremos a él y haremos nuestra morada en él". Penetremos con nuestra mirada en nuestro propio interior y ahí encontraremos a Cristo, viviendo en nosotros y siendo testigo de nuestros actos buenos y también, del mal que hacemos o del bien que dejamos de hacer. Este es un misterio de fe, cuyo conocimiento y vivencia nos hará más felices que todos los tesoros y placeres del mundo. Tenemos fe, pero el problema no es la que tenemos, sino la que nos falta.

6. Al celebrar el sacramento de la fe, nos envuelve la presencia de Cristo glorificado que nos alienta y obra en nosotros su acción redentora y liberadora.

J. MARTI BALLESTER


7.

Nexo entre las lecturas

La ascensión del Señor marca una etapa nueva y definitiva para los apóstoles. El Señor resucitado ya no aparecerá más, sino que sube al cielo para interceder por los hombres ante el Padre. Este hecho es narrado por los hechos de los apóstoles en la primera lectura subrayando el estupor y asombro de aquellos hombres (1L). El evangelio insiste, de modo particular, en la misión que Jesús confía a sus apóstoles. Se trata de un verdadero mandato apostólico: Id y predicad (Ev). En la segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, Pablo subraya la necesidad de comportarse adecuadamente conforme a la vocación, pues a cada uno se le ha dado la gracia en la medida del don de Cristo (2L). Así pues, los apóstoles se encuentran ante una nueva situación. Por una parte, según las palabras de Cristo, deben esperar para ser revestidos del Espíritu Santo, pero por otra parte, deben meditar que ya ha empezado la hora de dar continuidad a la obra de Cristo en su cuerpo que es la Iglesia.


Mensaje doctrinal

1. Subió a los cielos. El evangelio de Marcos, que leemos en nuestro ciclo B, nos dice claramente: "Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" (Mc 16,19). Desde el instante de la resurrección el cuerpo de Jesús fue inmediatamente glorificado. Sin embargo, durante los cuarenta días en los que se aparece a sus discípulos, su gloria aún permanece velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, no obstante los milagros que realiza. La última aparición de Jesús termina con el ingreso irreversible de su humanidad en la gloria divina. Esto es lo que propiamente celebramos en la Ascensión del Señor.

Jesús resucitado se había aparecido en diversas ocasiones a sus discípulos y esto tenía un gran significado, porque confirmaba en ellos la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Se dan cuenta de que no han corrido en vano al creer en el evangelio y de que ahora reciben una misión que compromete toda su vida futura. En esta última aparición, advierten que Jesús se despide definitivamente de ellos, pero al mismo tiempo comprenden que se queda a su lado con su asistencia hasta el fin de los tiempos. Comprenden que Cristo ha alcanzado su fin y vive y reina con Dios Padre. “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7,14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Catecismo de la Iglesia Católica 664). Y se dan cuenta de que el Señor se ha ido para prepararles un lugar (cf. Jn 14,2) El fin de Cristo, es también el fin de ellos y de todos los que crean en él. Si es verdad que su vida, como la de cualquier otro hombre, se acerca a la muerte, ellos se dan cuenta que no todo termina en la muerte, sino en la comunión eterna con Dios. Por una parte, podrían estar tristes, por la separación de Jesús; pero por otro lado se sienten felices por el triunfo del Señor.

2. La misión de los discípulos. Jesucristo comunica a sus discípulos el deber de anunciar a todos los hombres el evangelio. De ahora en adelante él obrará a través de ellos y de sus sucesores. Ellos tienen la increíble misión de dar continuidad a la obra de Cristo. Esta misión sigue hoy vigente y la Iglesia tiene el deber siempre de evangelizar y anunciar la salvación por Jesucristo. La esencia de este evangelio es que “Jesús de Nazaret es Cristo el Hijo de Dios” (Cf Rm 10,9) y que en él tenemos la salvación y la plena revelación de Dios. “El que ve a Cristo, ve al Padre”. Dios se ha manifestado, se ha revelado al hombre y todo por amor.

Los hombres estaban necesitados de salvación y Dios envió a su Hijo para salvarlos. En Cristo tenemos el acceso al Padre. A partir de la Ascensión del Señor, los discípulos tuvieron que meditar profundamente sobre este encargo apostólico. Ciertamente sólo con la venida del Espíritu Santo, ellos recibirán la fortaleza para ser verdaderos testigos, pero ya desde el primer día de su llamado sabían que Jesús los convocaba para “que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar”. La fiesta de la Ascensión subraya el mandato misionero.


Sugerencias pastorales

1. El cultivo de la virtud de la esperanza. La fiesta de la Ascensión del Señor es una cordial invitación a levantar nuestra mirada a las cosas del cielo, sabiendo que allá donde ha entrado Cristo cabeza, entrará también el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. La exhortación del apóstol Pablo resulta siempre actual: Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. (Col 3, 1-3). La vida del cristiano está siempre escondida con Cristo en Dios. En un mundo como el nuestro en el que el avance tecnológico es formidable y en el que las posibilidades de manipulación se han extendido casi sin límites a todos los sectores de la existencia humana, se hace presente un cierto temor. El temor de que todo este avance se vuelva de algún modo contra el mismo hombre. “El hombre por tanto vive cada vez más en el miedo. Teme que sus productos, naturalmente no todos y no la mayor parte sino algunos y precisamente los que contienen una parte especial de su genialidad y de su iniciativa, puedan ser dirigidos de manera radical contra él mismo”. Estas palabras de la encíclica de Juan Pablo II (Redemptor Hominis n.15) nos invitan a estudiar el problema en toda su profundidad.

Para superar este miedo y, más aún, para evitar que las creaciones del hombre se vuelvan contra él mismo, es menester que, a la par con el avance tecnológico, exista un verdadero desarrollo de la ética y de la moral. Sólo respetando las leyes de su creador, el hombre podrá llevar a cabo realizaciones dignas de su vocación y misión. Cuando el hombre se separa de la ley divina y de los dictámenes de la recta razón se precipita en la falta de sentido.

Podemos decir que la fiesta de la Anunciación nos invita a tener nuestra mirada fija en el cielo, donde reside Cristo a la derecha del Padre, pero las manos y el esfuerzo en esta tierra que sigue teniendo necesidad de la manifestación de los hijos de Dios. Es una invitación a seguir trabajando por construir la “civilización del amor” y “dar razón de nuestra esperanza a todo aquel que nos la pidiere”(1 Pt 3,15). El cristiano debe ser un hombre de esperanza y de luz en medio de un mundo de tanta tiniebla. “La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios, la predicación del amor fraterno para con todos los hombres —capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano— que por descender del amor de Dios, es el núcleo del Evangelio; la predicación del misterio del mal y de la búsqueda activa del bien” (Evangelium nuntiandi n.28).

2. El incansable esfuerzo de la evangelización. Deseamos hacer sólo dos anotaciones tomadas de la Evangelium nuntiandi de Pablo VI. La primera se refiere a la importancia del propio testimonio en la acción evangelizadora. Son conmovedoras las imágenes de los evangelizadores del nuevo mundo, hombres de la altura de Fray Toribio de Benavente (o Motolinia), evangelizador de la nueva España, o Toribio de Mogrovejo, o Fray Sebastián de Aparicio y otros muchos que no podemos aquí mencionar... Su primer y más grande obra evangelizadora era su propio testimonio. Su ejemplo de vida santa arrastraba a sus fieles a un mejor conocimiento

En segundo lugar conviene insistir en la necesidad de un anuncio explícito del mensaje de la evangelización. Esto hoy se puede hacer de muchas maneras, pero lo importante es que todos sientan la responsabilidad de ser misioneros, es decir, enviados por Cristo a anunciar el evangelio. No es fácil superar la fuerte tendencia al individualismo en la vivencia de la fe de muchos cristianos. Debemos, por ello, predicar con oportunidad o sin ella, sobre la necesidad de ser apóstoles allí donde la providencia nos ha colocado.

P. Octavio Ortiz


8.

1. «Hasta los confines del mundo». 

Las tres lecturas de la solemnidad de hoy giran en torno a un único misterio: que la vuelta  de Jesús al Padre es al mismo tiempo el envío de la Iglesia al mundo entero. La primera lectura destruye ante todo la espera ingenua de los discípulos según la cual el  Señor resucitado iba a restaurar sobre la tierra el reino de Dios con su autoridad (ellos lo  llaman la «soberanía de Israel»), en el que ellos ocuparían automáticamente los puestos de  honor (como pensaron en su día los hijos de Zebedeo: Mt 20,21). Pero para ellos está  reservado algo más grande: deben -renunciando al conocimiento de los tiempos y las  fechas- consagrarse por entero a la construcción de ese reino: el Espíritu Santo les dará la  fuerza para ello y serán los testigos de Jesús «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y  hasta los confines del mundo». Para abrirles y por así decirlo liberarles este espacio tan  amplio como el mundo, desaparece la figura visible de Jesús: el punto central del mundo ya  no estará en lo sucesivo allí donde él era visible, sino en cualquier lugar donde su Iglesia dé  testimonio de él y se entregue por él.

2. Dos promesas. 

El evangelio completa el relato de la ascensión del Señor con dos aspectos: mientras que  la orden tiene la misma amplitud («id al mundo entero»), no se promete a los discípulos que  encontrarán fe por todas partes: no son ellos los que confieren la fe mediante su  predicación, sino Dios -siempre que el hombre acepte su gracia-. Pero el hombre puede  también resistirse a creer y rechazar esta gracia -por su culpa, no por culpa de los  predicadores-, excluyéndose a sí mismo de la salvación.

Después se promete a los  discípulos, como signo de que cuando predican obedecen al Espíritu Santo, una protección  y un poder especiales, aunque ellos han de atribuir sus éxitos no a sí mismos sino al Señor  que los envía, y lo mismo vale para los que crean por medio de ellos. Y una vez más, con  esta orden y esta promesa, el Señor ha dicho lo último, lo que la Iglesia tendrá que saber,  cumplir y esperar hasta el fin de los tiempos: por eso también inmediatamente después de  estas palabras se produce su ascensión al cielo.

3. «Para construir el cuerpo de Cristo». 

La segunda lectura aporta un importante complemento. Muestra la ascensión bajo dos  nuevos aspectos. En primer lugar se aclara que la ascensión de Cristo «al cielo» en modo  alguno significa que en lo sucesivo deje a la Iglesia actuar sola; más bien es él quien desde  su altura suprema determina y confiere siempre las misiones personales diferenciadas  dentro de su Iglesia. No es el cristiano el que busca las misiones, sino que éstas le son  comunicadas desde lo alto, y aunque se designan como carismas del Espíritu Santo, son  también fundamentalmente formas de la imitación de Cristo que él mismo distribuye entre los  hombres. En segundo lugar se explica que esta diferenciación dentro de la Iglesia tiene un  único fin: que «todos alcancemos la unidad que es fruto de la fe y del conocimiento» de  Cristo, hasta conferir incluso al propio Señor su forma plena. A esta unidad se tiende  siempre y es propiciada por la gracia de Dios: si en el cielo un Padre de todos, un Hijo y un  Espíritu exigen la unidad eclesial, esta unidad debe corresponder, mediante la unidad de los  sacramentos («un bautismo») y de la actitud espiritual («una fe, una sola esperanza»), a la  unidad trinitaria divina, para que Dios pueda también en su creación estar «sobre todos,  entre todos y en todos». 

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994, Pág. 160 s.


9.

Lucas cerró su Evangelio con la ascensión, y abre esta segunda parte de su obra (Hechos de los Apóstoles) también con la ascensión. Si al final del Evangelio la ascensión fue el último episodio de la misión cumplida por Jesús, en Hechos es el episodio que anuncia la misión de la Iglesia. El texto que leemos hoy narra la ascensión a modo de crónica, pero, da más relieve a las instrucciones de Jesús a los apóstoles que a la ascensión misma. Esas instrucciones, que se prolongan simbólicamente “cuarenta días” (Hch 1,3) son dos: “les hablaba del Reino de Dios” (1,3) y “un día, mientras comían juntos”, les anuncia la comunicación del Espíritu que les habilitará como testigos de Jesús y de su práctica del Reino (1,4-8). Sugiere Lucas que los apóstoles mantienen sus viejos y estrechos esquemas sobre “el reino de Israel”, y que el Espíritu Santo les abrirá la visión universal del Reino de Dios como horizonte de su misión de testimonio “hasta los confines de la Tierra” (1,6-8); confines que Hechos ubica en Roma. Jesús pide a los discípulos que no se muevan antes de recibir el Espíritu, ya que sin él andarían esclavos de sus viejos esquemas (1,4).

Con las palabras finales del Señor (1,8) define Lucas el programa misionero de la Iglesia. Si los discípulos se dejan guiar por el Espíritu, serán verdaderos testigos de Jesús y de su Causa. Es lo que Lucas recomienda a su comunidad, por medio del reproche a los que se inmovilizan contemplando la ascensión del Señor: los discípulos de Jesús no deben permanecer inactivos “mirando al cielo”, han de moverse frente a las sombras de muerte, urgidos por el testimonio de la resurrección del crucificado (1,10-11).

Efesios 1,17-23: para que experimentemos el poder del Resucitado

En el marco de una plegaria por la comunidad de Efeso, formula Pablo su teología de la soberanía de Cristo y de su poder transformante, como Señor del universo y Cabeza de la Iglesia La referencia a la ascensión o “exaltación de Cristo”, no es histórica ni explícita, es teológica y alusiva. Pablo no crea narración en este texto, transmite experiencia y convicción de fe.

En esta etapa de sus cartas desde la cautividad, Pablo busca, entre otras cosas, que los evangelizadores maduren en la fe.Para ello acentúa la convicción de que hay que crecer en el conocimiento o experiencia “espiritual” (por el Espíritu) del poder transformante de Cristo resucitado, exaltado con soberanía sobre todos los poderes. El texto cita jerarquías de la angelología judía que, según las creencias de la época, ejercían poder sobre el universo físico y religioso (1,19-21). Cristo es exaltado también con soberanía y poder vitalizante sobre la Iglesia (como Cabeza) para hacerla participar de su plenitud de gracia (1,22-23). Esta experiencia del poder transformante del Señor-Jesús, que Pablo la alimenta en sí desde el impacto de su conversión en Damasco, se la quiere inculcar a sus evangelizadores.

Marcos 16,15-20: “Anunciad la buena noticia a toda criatura”

Este texto forma parte del apéndice canónico añadido al evangelio de Marcos. Redactado ese apéndice a mitad del siglo segundo, está reconocido y autorizado, y aporta un final coherente con todo el evangelio: después de la pasión del mesías crucificado, los discípulos quedaron traumatizados; “estaban tristes y seguían llorando”, y no creían en el testimonio de María Magdalena (MC 16,9-13). Hasta que Jesús “se mostró a los once en la mesa, les echó en cara su incredulidad y terquedad” (16,14) y los envió “a proclamar la buena noticia a toda criatura” (16,15). Esa buena noticia anunciada por Jesús, culmina en su propia resurrección: Porque Dios es el Abba de amor que da vida, llegó su Reino y ha resucitado el crucificado Jesús. Y en su persona se anuncia y se da perdón, vida nueva filial y fraterna, salvación. Se señalan también los signos de “poder mesiánico” que Jesús promete a quienes crean y se bauticen; signos simbólicamente expresados en el poder sobre lo que amenaza y mata la vida: “serpientes, venenos, enfermedades”(16,17-18).

Resucitado y exaltado el Señor Jesús (“elevado a la diestra de Dios”, 16,19) los discípulos “salieron a predicar por todas partes” y tuvieron la gratificante experiencia de que el Señor confirmaba la palabra de su testimonio con las señales prometidas (16,15-18.20). La activa presencia del Espíritu, manifestada en esos poderes liberadores de la vida de quienes “creían” en su testimonio, era la nueva presencia del Señor que les acompañaba.

1. Se cumple hoy la Palabra proclamada

Siempre hay en las lecturas bíblicas del día más de un mensaje. Elegir lo más oportuno para el estado real de la vida y de la fe en cada asamblea, es comenzar a lograr que la homilía haga lo que Jesús dijo en la sinagoga de Nazaret después de leer al profeta Isaías: “Se cumple hoy para vosotros esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,14ss).

Los textos de hoy ofrecen varios mensajes en torno a la misión que el Señor nos encomienda a todos y cada uno de los bautizados/as, como testigos suyos y de su Causa del Reino: misión universal (para el mundo global) de anunciar su buena noticia en forma “testimoniante”, para que la vida cotidiana en cada mundo local, se transforme en vida más digna y humana, más justa, filial, fraterna y solidaria. Por eso hoy la homilía ha de despertar mayor conciencia de que nos alcanza a nosotros el poder transformante de la ascensión del Señor, y somos responsables de que su Causa tenga eficacia histórica en nuestros días.

Los mensajes de los textos bíblicos nos sugieren al menos tres pasos:

-1 Salir de las parálisis: Si los cristianos y cristianas de hoy permanecemos inactivos “mirando al cielo”, sin responder fielmente a nuestra misión de testigos de Jesús y de su Causa (por falta de fe, inconsciencia, pereza o miedo; o por encantamiento en espiritualismos que no pisan la tierra de los problemas y necesidades de la humanidad y del Reino de Dios en nuestra historia; o por impotencia o incompetencia ante crisis y dificultades que nos desbordan y nos frustran) entonces el Señor nos echa en cara (como a aquellos primeros discípulos) nuestra falta de fe, nuestro miedo, nuestra terquedad o nuestros despistes. Y nos manda “anunciar su buena noticia a toda criatura”. Ser sus testigos. Practicar lo que él practicó, con la luz y la fuerza de su mismo Espíritu de amor sin egoísmos: consolar, liberar, acompañar solidariamente... Él nos acompañará y nos dará gratificantes señales de su “poder mesiánico”.

¿Qué nos paraliza o nos frena? ¿Qué nos falta y qué nos sobra? ¿Qué nos pide el Señor?

-2 Activar el poder de Jesús y de su Reino en nosotros: Si estamos embarcados de alguna manera en la misión “testificante” de Jesús y de su Causa del Reino, como todo bautizado y bautizada han de estar (ante todo en la vida cotidiana de la casa, el trabajo, la vecindad...), hoy el Señor nos confirma y nos conforta en el camino que él recorrió movido por el mismo Espíritu Santo que él nos envía desde su hora de exaltación y gloria. Culmina en esa “hora” su camino de “Mesías servidor” en que sufrió el rechazo, la humillación y la muerte en cruz; pasos “cruciales” de su fidelidad a la misión liberadora del Reino. No hay que olvidar en esta fiesta de la asunción, que “el resucitado y exaltado es el crucificado”. Aun siendo el Hijo amado, Jesús aprendió sufriendo a obedecer las exigencias históricas del Reino de su Dios y Padre (cf Hb 5,7-8). ¿Y sus “poderes mesiánicos”? Nunca los utilizó en provecho propio, sino al servicio liberador del amor sin egoísmos...

¿Cómo aplicamos hoy nosotros a nuestras vidas el poder transformante del Señor resucitado, y cómo concretamos en servicios liberadores esos “poderes mesiánicos” que él nos da por su Espíritu para el servicio a la Causa del Reino? ¿Cuáles han de ser ahora las “señales” por las que se vea que la vida de todos -ante todo de los excluidos y excluidas de la vida- se libera y se hace vida del Reino del amor filial y fraterno?

-3 Ser “testigos” con la fuerza del Espíritu del Reino: Lo resalta Jesús, el Señor, en las instrucciones que da a sus discípulos antes de ascender al Padre (primera lectura). Ninguna otra fuerza nos hace “testigos” de Jesús y de su anuncio y su práctica del Reino. Los tres referentes mayores de toda acción misionera y pastoral que quiera ser hoy en nuestro mundo humano (global y local) “testimonio” creíble de Jesús y de su Causa son: Jesús y su Espíritu; el Reino de Dios según Jesús; y los signos del Espíritu en nuestro tiempo. Sólo el Espíritu Santo nos ilumina y mueve a través de los signos de nuestro tiempo, y activa en nosotros la “memoria viviente” de Jesús llevándonos al conocimiento y empatía personal con él y con su Causa del Reino; y nos hace ser sus “testigos” prosiguiendo hoy su anuncio del Reino con su misma fe y su mismo amor. Hay que renunciar a “otras” fuerzas y poderes...

Deben, pues, desaparecer de nuestro estilo de vida y de misión todo triunfalismo espiritualista o fundamentalista, todo espíritu de dominación y de violencia sobre la conciencia humana, todo proselitismo fanático. Nuestro estilo ha de ser el estilo del testimonio evangélico de Jesús y de su Causa. Un testimonio que, por su esencia evangélica (de buena noticia del Dios Abba, Padre-Madre de amor de misericordia) hemos de vivir y ofrecer a los “otros” con tanta convicción como amor desinteresado y respetuoso.

2. La Palabra proclamada se nos cumple en la Eucaristía para la vida

La eucaristía anuncia y celebra hoy, en sus textos y ritos, el cumplimiento sacramental de la buena noticia de la ascensión del Señor, “misterio de gracia” cuyos efectos histórico-salvíficos proclaman las lecturas bíblicas. El misal ofrece pistas y palabras a la homilía. Preparar una homilía, implica asumir las conexiones que se dan entre la “mesa de la Palabra” y la “mesa del Pan y el vino” (cf SC 35, 51, 56). Hay referencias bíblicas y teológicas de la asunción en los textos del misal, que crean conexiones verbales con la homilía a lo largo de toda la celebración. Veamos:

- La antífona de entrada anticipa el verso clave de un mensaje bíblico de la primera lectura: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,11). Advertencia oportuna que abre la celebración interpelando (en la monición inicial, o ligando esa antífona a un buen canto de entrada, o en el saludo de quien preside).

- La oración colecta propone y pide “exultar de gozo (...) porque la ascensión de Jesucristo es ya nuestra victoria...”

- En la oración sobre las ofrendas celebramos la gloriosa ascensión de Jesús para “elevar nuestro espíritu”.

- Los dos prefacios que ofrece el misal, motivan hoy la alabanza y la acción de gracias en alguna afirmación central de las lecturas bíblicas. El prefacio I proclama que Jesús “asciende vencedor del pecado y de la muerte”, y que “no se ha ido para desentenderse de este mundo”, sino “que ha querido precedernos como cabeza para que nosotros le sigamos”. El prefacio II, que “se apareció visiblemente a sus discípulos y fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad”, es decir, la fuerza del amor de su Espíritu, de su vida y su misión, su cruz y su gloria.

- La plegaria eucarística III es adecuada hoy por sus explicitaciones de la ascensión: introduce la epíclesis primera (invocación y súplica para que el Espíritu Santo consagre el pan y el vino) resaltando “la fuerza del Espíritu” con que “Dios da vida y santifica todo”. Luego explicita “la ascensión”, junto a la muerte y la resurrección, “en este memorial” de la pascua de Jesús.

- La antífona de comunión retomará la promesa final de Jesús a los discípulos en Mt 28,20: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días...”

- La oración final agradece que “nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida” participando de la gloria de Jesús. ..

- La monición y el canto final, y el mismo presidente en la despedida, pueden cerrar hoy la celebración eucarística en plan de “envío” a cumplir la misión de “anunciar la buena noticia a toda criatura” en la vida de cada día, como “testigos” de Jesús y de su Causa del Reino de vida filial y fraterna, justa y solidaria, para todos y todas.

3. Tendencias y contextos históricos en que proclamamos la Palabra hoy

Se escucha la Palabra desde situaciones, costumbres, tendencias y contextos humanos o inhumanos que condicionan la fe, la escucha y la respuesta, a favor o en contra del mensaje de la Palabra de Dios. Hemos de tenerlo presente en la homilía, como un punto de partida realista y como terreno de aplicación.

- ¿Qué significa hoy “ascender”?: Dentro del sistema de vida vigente (en lo laboral y en lo económico, como en el deporte y en el tren de vida) se busca “ascender” a costa de los demás, en dura competencia de individualismos personales y corporativos. Lo impone y lo exalta el sistema neoliberal, que margina o excluye a quienes no entran en su juego, fascinante para algunos y cruel para muchos. Hoy buscamos, ante todo, el beneficio propio y la victoria sobre los demás. En fuerte contraste con el alcance solidario universal de la “ascensión” del Señor. Se hace difícil entender que el “ascenso” de uno nos beneficie y eleve a todos los humanos, no en tener, no en poseer, presumir y dominar, sino en dignidad en el ser y en el servir. Que “la ascensión de Jesús es ya nuestra victoria”, y que sea ante todo la victoria de los vencidos, parecen cuentos infantiles de otros tiempos...

¿O es atractivo y estimulante ir contra-corriente, en favor de las mayorías excluidas de la humanidad? Algo serio se mueve y se mundializa ya, contra el sistema de ascensos y ganancias excesivas de los privilegiados a costa del descenso al abismo de la miseria, la desesperación y la muerte de las mayorías excluidas del mundo, y de la destrucción de la naturaleza sobreexplotada. Desde enero del 2001, cuando los movimientos de los pueblos pobres y sus aliados se congregaron en el Foro Social Mundial de la brasileña ciudad de Porto Alegre, para buscar alternativas al capitalismo hegemónico del mundo neoliberal, se ve claro en qué dirección no se puede ya seguir acrecentando las crisis de una humanidad cada vez más inhumana, dividida entre privilegiados y miserables. Frente al Foro Mundial del Capitalismo en Davos...

Y hoy la Palabra bíblica nos hace ver que la ascensión del Señor es la victoria de un vencido llamado Jesús. De un crucificado que trae consigo la victoria de los vencidos, sin revanchas, para salvar a todos...

- La “buena noticia” en nuestro mundo: Hoy se venden bien las “buenas noticias” light, superficiales y complacientes. Pero, es mayor el tráfico y el negocio de las “malas noticias”. Unas y otras, se venden mejor que la buena noticia de Jesús. Porque la evasión, la curiosidad superficial, el morbo, la agresividad y el masoquismo están a tope, y es alta la demanda...

Se puede pensar que la buena noticia de Jesús y de su Reino es más necesaria que nunca. Porque escasean, como nunca, las buenas noticias que revitalizan la vida. Pero, hoy la oferta y la demanda, la producción y el consumo, van en dirección contraria. Incluso la mayoría de la gente que busca ahora una salida de tipo religioso, anda buscando sentimientos y prácticas “religiosas” complacientes, calmantes, tranquilizantes, light, de mucha relajación y calma, armonía y autoestima; o sentimientos y reuniones “religiosas” de huida emotiva, de evasión gozosa, de show y mucho aplauso. En cualquier caso, lo descomprometido, lo fácil. Y amplios sectores de iglesia, movimientos, dirigentes y aspirantes a ser dirigentes, están cediendo a ir por esos caminos de huida de lo real, con un Jesús imaginado sin la cruz del Reino, en ascensión triunfal, con más espectáculo, show, luces y ritmo, que Espíritu transformante de vidas, relaciones y estructuras. Plantados ahí, “mirando al cielo” de fuegos artificiales y luces de rayos lasser..Y en la nueva era neoliberal, la propaganda del consumismo utiliza esas complacientes imágenes de lo religioso y de los “misterios” de Jesús, como “buena noticia” para el negocio...

- Es hora de “testimonio” al estilo de Jesús: La crisis actual de los grandes relatos y discursos ideológicos, doctrinales, religiosos y políticos, abre espacios al “testimonio” como comunicación “creíble” de la verdadera buena noticia. La buena noticia de Jesús y del Reino sólo se hace digna de fe, mediante el “testimonio” que brota de la experiencia y que se ofrece con desinterés y respeto a la libertad de quienes ven y oyen. Y los pluralismos y diálogos, irreversibles ya en nuestras sociedades, también hacen indispensable el “testimonio” gratuito, desinteresado, libre y liberador, como estilo propio de la misión del Reinado del Dios de Jesús.

No falta, sin embargo, en nuestros contextos históricos, el contraste de las nuevas cruzadas, los fundamentalismos, fanatismos, proselitismos y terrorismos. Comenzando por lo que de nueva cruzada fundamentalista tiene el actual neoliberalismo globalizado con su “mercado libre”, la última esclavitud mundial... Algo de todo eso, y también el sentimentalismo o el afán de éxitos competitivos, puede siempre suplantar o pervertir el testimonio de la buena noticia del Evangelio del Reino, malogrando la misión que el Señor nos encomienda: “con la fuerza del amor de mi Espíritu, seréis mis testigos”.

Para la revisión de vida

- ¿Estoy asumiendo la misión propia de mi identidad como bautizado/a en Cristo Jesús? ¿En qué doy verdadero “testimonio” de Jesús y de su Causa, y en qué no lo doy aún?

- ¿Qué me falta para madurar más en la fe? ¿Conozco suficientemente a Jesús?, ¿busco vivir por su Causa con la fuerza de su Espíritu y su experiencia de Dios Padre-Madre?

- ¿Qué señales doy de interés por los demás y por su liberación de esclavitudes o angustias, de sufrimientos, marginación, opresión o depresión?

Para la reunión de grupo

- Dice Lucas en Hch 1,3, que Jesús, después de resucitar, se dedicó con insistencia a hablar a sus discípulos acerca “del Reino de Dios”: ¿qué creemos que significaba eso para Jesús entonces, y para aquellos primeros discípulos; y qué significa para nosotros hoy? Compartamos nuestra opinión personal sobre ello.

- Podemos compartir también nuestras opiniones acerca de si, como Iglesia de Jesucristo, tenemos suficiente conciencia de que Jesús crucificado y resucitado (por la Causa del Reino de Dios) es “Cabeza de la Iglesia” para orientarnos y vivificarnos con la luz y la fuerza vital de su Espíritu (como nos recuerda Pablo en la segunda lectura de hoy).

- En Mc 16,15-18 aparece esta promesa de Jesús: quienes crean el anuncio del Evangelio y se bauticen, ejercerán mis “poderes mesiánicos” liberadores de lo que amenaza y mata la vida; el texto simboliza esos poderes en estas “señales”: “expulsarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes con sus manos y, aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y los curarán”. ¿Qué pueden significar hoy los “demonios”, las “lenguas nuevas”, las “serpientes”, los “venenos” y también la “imposición de manos”? ¿Cuáles deben o pueden ser las “señales” que hemos de dar hoy, ejerciendo esos “poderes mesiánicos” del Señor, liberadores de la vida?

Para la oración de los fieles

- Por las Iglesias, por el Papa, obispos, presbíteros, religiosas y religiosos y laicos y laicas, para que todos los bautizados en Jesucristo seamos fieles testigos suyos y de su Causa del Reino con la fuerza de su Espíritu: Oremos

- Por todos los miembros de las comunidades cristianas, para que busquemos la madurez en la fe y en la gracia, a la medida de Jesús crucificado y resucitado, constituido Cabeza de la Iglesia: Oremos

- Por los que viven y anuncian el Evangelio del Reino en las fronteras del dolor de los pueblos y de los sectores humanos más sufridos y excluidos de la vida, para que les apliquen el poder de Cristo, Mesías sufriente y resucitado, en signos de liberación e inclusión en la vida digna, justa y solidaria propia del Reino de Dios: Oremos

- Por los más sufridos, olvidados y excluidos en nuestro país y en todo el mundo, para que la fuerza del amor del Espíritu de Jesús nos lleve a vivir una solidaridad que les abra caminos de esperanza real: Oremos

- Por nuestro pueblo, para que todo él supere las injustas desigualdades y los odios, y crezcamos en paz verdadera, en puestos de trabajo y en vida justa y solidaria según el Proyecto del Dios de Jesús: Oremos

- Por todas las personas que participamos en esta celebración, para que la ascensión del Señor sea nuestra victoria y todos vivamos la experiencia del poder transformante de Cristo resucitado: Oremos

Oración comunitaria

Dios y Padre nuestro, al celebrar con gozosa esperanza la exaltación de tu amado Hijo Jesús, que fue crucificado por ser fiel a tu voluntad de vida digna para todos y todas, te pedimos que, con la fuerza del amor del Espíritu, le sigamos al servicio de tu Reino de justicia, de amor y de paz. Por J. N.S.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


10. DOMINICOS

Este Domingo

El resucitado es glorificado: gozo y compromiso


Celebra hoy la Iglesia la Ascensión del Señor, una celebración profundamente conectada con el acontecimiento pascual que hizo experimentar a Jesús de Nazaret, ajusticiado y muerto en cruz, como vencedor del mal y de la muerte por aquellos que habían compartido su ministerio y por otros muchos, a decir de San Pablo, él mismo entre ellos (Cf I Cor 15,3-8).

En Cristo Jesús, resucitado y glorificado a la derecha del Padre, nuestra naturaleza humana, tan fascinante y tan frágil a la vez, ha alcanzado su meta, su punto de llegada. El Resucitado y sentado junto a Dios es nuestro punto omega, la meta de toda la humanidad y de todo cuanto existe.

Es por tanto ésta una fiesta para la confianza y la esperanza, para el gozo y el júbilo; en la celebración de los acontecimientos pascuales estamos también celebrando, en comunión con Cristo, nuestra pertenencia al pueblo de los ciudadanos de la Vida-sin-fin. No hay, pues, lugar para la tristeza o para el fatalismo, siempre paralizadores. Caminamos por la vida, tantas veces compleja y causa de dolor, con los ojos fijos en Aquél que mantiene viva nuestra esperanza.

Y es también una fiesta para el compromiso: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Lo que el Señor Jesús vivió y enseñó habrá de ser la clave de nuestro vivir y de nuestro obrar en este momento presente tan necesitado de otros estilos y alternativas de vida que nos traigan libertad y paz verdaderas y duraderas, y donde el respeto y dignificación de cada ser humano vayan siendo tangible realidad.

 

Comentario bíblico:

 

Iª Lectura: Hechos de los Apóstoles (1,1-11): La Ascensión

I.1. Es la primera lectura de esta fiesta del Señor  la que nos describe ese acontecimiento, casi inexplicable, conocido como la «Ascensión», un término que ha sido entendido como complemento de algo que ocurre en la Resurrección de Jesús; como si durante cuarenta días Jesús resucitado se hubiera entretenido en este mundo. ¿Para qué? En la visión particular de Lucas,  autor de los Hechos, para consolidar la fe de sus discípulos con objeto de dejarlos «entonados» en la misión apostólica que les debería llevar hasta los confines de la tierra  predicando y haciendo discípulos.

I.2. En realidad, la Ascensión no es algo distinto de la Resurrección, porque es en la Resurrección donde Jesús recibe el poder y la gloria de Señor del universo. Por lo mismo, la Ascensión, en el libro de los Hechos, viene a significar el final de una etapa de experiencias muy especiales del Señor resucitado: Ahora es el momento de que la Iglesia pueda emprender una nueva tarea  en la que estará guiada por el Espíritu. Por lo mismo, el tiempo litúrgico de la resurrección llega a su fin, como se pone de manifiesto en la fiesta de hoy, aunque eso no significa que el Señor se desentiende de nosotros y de este mundo. La escena de los discípulos que miran hacia el cielo viendo cómo desaparece su Señor  evoca, para Lucas, la necesidad de mirar hacia el mundo, hacia la historia, para cambiarla; porque ese Señor estará ayudando a los suyos mediante su Espíritu  para cuya fiesta nos preparamos ya desde hoy.

III.1. Es un texto que también, en una pedagogía muy particular, quiere resaltar una “ruptura” con los suyos, con los que han tenido que rehacer su vida después de los acontecimientos de Pascua, para hacerles comprender el papel que han de desempeñar en este mundo y en esta historia. Si bien es verdad que hablamos de “Ascensión” en términos cristológicos, no podemos olvidar que la Ascensión apunta a la eclesiología de la tarea de predicar y anunciar la salvación a todos los hombres. Bien es verdad que hay una promesa, la ayuda de la fuerza de lo alto  a donde Él se introduce  para llevar adelante este compromiso. Quizás esa sea la razón por la que Lucas se ha visto en la obligación de desdoblar el misterio de la Resurrección y el de la Ascensión con esos “cuarenta” días  que son más un tempo teológico que cronológico. Es un tiempo para llenarse de la fuerza de la Pascua y después, con la ayuda del Espíritu, lanzarse a la misión.

 

IIª Lectura: Efesios (4,1-13): Nuestra vocación cristiana

II.1. La segunda lectura nos muestra una de las claves de la comunidad cristiana: la unidad en el Espíritu de una misma fe y de una misma esperanza, y consiguientemente del amor. Éste es una pasaje que tiene un cuño bautismal, litúrgico, en el que los nuevos cristianos son instruidos sobre su decisión de recibir el bautismo para formar parte del «cuerpo de Cristo», de la Iglesia, que tiene su fuerza en el Espíritu. La carta nos habla de la vocación a la que hemos sido llamados en la Iglesia, que es uno de los temas dominantes de este escrito del Nuevo Testamento.

II.2. La aclamación y doxología de «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» resuena todavía en nuestros cantos como uno de los textos mejor formulados del cristianismo primitivo. La Iglesia de la que se habla está fundada en Cristo por medio de los apóstoles y profetas  que son ministerios de evangelización. En la Iglesia, pues, hemos recibido el evangelio, en ella hemos conocido al Señor de nuestra vida y en ella debemos vivir la experiencia de la salvación en este mundo.

 

Evangelio: Marcos (16,15-20): Ascensión y misión

El evangelio de hoy es una especie de síntesis de lo que sucedió a Jesús a partir de la resurrección; síntesis que alguien ha añadido al evangelio de Marcos cuando ya estaba terminado. Esto se reconoce hoy claramente por su estilo, e incluso, por su teología. Habla de la Ascensión según lo que hemos podido escuchar en el texto de los Hechos de los Apóstoles. Pero lo que verdaderamente llama la atención de este evangelio es el encargo de la misión del Resucitado a sus apóstoles para que hagan discípulos en todas las partes del mundo. Se describe esta misión de la misma manera que Jesús la puso en práctica en el mismo evangelio de Marcos. Por tanto, Él es el modelo de nuestra predicación y de nuestros compromisos cristianos. El Reino, ahora, se hace presente cuando sus discípulos se empeñan, como Jesús, en vencer el mal del mundo y en hacer realidad la liberación de todas las situaciones angustiosas de la vida por medio del evangelio.

Miguel de Burgos, OP
mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

 

El poder de Dios se ha manifestado en la resurrección de su Hijo Jesucristo de entre los muertos, éste es el núcleo del pensamiento teológico paulino. Así, el poder de Dios no es un poder coactivo o aterrador, generador de pánico. Es fundamentalmente un poder que se expresa en Vida, en Vida no amenazada ya por ninguna de las realidades que tanto nos hacen ahora temer. Esa Vida no está ya empañada por la muerte, ni el luto, ni el llanto, ni el dolor. Es sólo eso: vida, plenitud, descanso duradero para éste nuestro corazón inquieto. Éste es el significado profundo para el creyente cristiano de la acción de Dios en su Hijo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha.

En este poder de Dios, que se ha hecho victoria sobre el mal y la muerte en su Hijo Resucitado y Glorificado, el cristiano encuentra el motivo de su esperanza y la fuerza para su compromiso en el mundo, para vivir y actuar y afrontar las grandes cuestiones de la existencia como ya resucitado.

 

Bien está que miremos al cielo, que sea la nuestra una mirada transcendente, que no nos dejemos asfixiar por la pura y espesa horizontalidad de la vida. Pero no sería evangélica una vida de absorta paralización en el prodigio del poder de Dios que se nos manifiesta en esta fiesta de la Ascensión.

No quedarnos plantados mirando al cielo, sino hacer nuestro el encargo del Señor Jesús: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Este mandato lo haremos realidad cuando la confianza que Jesús vivió en el Padre y el amor que siempre comunicó en su vida marquen también cada acontecimiento de nuestra propia existencia. Cada gesto de amor es un esbozo del Invisible, cada gesto de amor es una victoria sobre el mal, cada gesto de amor es salud y salvación para todos los oprimidos por el mal en sus múltiples manifestaciones.

 

El evangelio de San Marcos concluye con una alentadora afirmación: “El Señor actuaba con ellos”. Es verdad que la presencia física del Señor Jesucristo ya no está entre nosotros. Su presencia y su poder están en su Palabra que cada día nos es proclamada, están en la Eucaristía que actualiza y nos regala la inmensidad de su amor, están en su Espíritu que alienta cada impulso de autenticidad evangélica en los miembros de su Iglesia.

¡No estamos solos en la misión encomendada! El Señor, misteriosa, y muchas veces incomprensiblemente, camina y actúa con nosotros. Vivir esta certeza será nuestro coraje para llevar a cabo su mandato. Él se lo prometió a los suyos y lo cumplió: “Dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Ellos fueron bautizados con el Espíritu Santo. Nosotros lo hemos sido también. Ser fieles a Él, a su presencia en y entre nosotros, será nuestra gran y primordial tarea.

Fray Juan José de León Lastra, O.P.
juanjose-lastra@dominicos.org