COMENTARIO AL SALMO 96

ALEGRAOS EN EL SEÑOR

«El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables

El gran mandamiento: ¡Alegraos! Esencia y resumen de todos los demás mandamientos. Ama y adora, sé justo y amable, ayuda a los demás y haz el bien. En una palabra, alégrate, y haz que los demás se alegren. Logra en tu vida y muestra en tu rostro la felicidad que viene de servir al Señor. Alégrate con toda tu alma en su servicio. Sé sincero en tu sonrisa y genuino en tu reír. Trae la alegría a tu vida, y que ello sea señal y prueba de que estás a gusto con Dios y con su creación, con los hombres y la sociedad: en eso consisten la ley y los profetas. Alégrate de corazón. El Señor está contigo.

«Lo oye Sión y se alegra. Se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor».

Esa es la ley de Sión y la regla de Judá. Regocijaos y alegraos. Con eso demostraréis que el Señor es vuestro Dios y vosotros sois su pueblo. Alegría en las personas y alegría en el grupo. Ese es el camino de la virtud, el secreto de la fortaleza, la llamada a todos los hombres para que vengan y vean y reflexionen sobre la elección de Israel y el poder de su Dios. El poder de hacer que su pueblo se alegre.

La virtud de la alegría es virtud difícil. Y es difícil, porque ha de ser genuina y profunda para merecer el nombre, y no es fácil obtener alegría auténtica en un mundo de penas. Necesito fe, Señor; necesito una visión larga y una paciencia duradera; necesito sentido del humor y ligereza de ánimo y, sobre todo, necesito me asegures que a través de todas las pruebas de mi vida privada y de la historia de la humanidad, dentro de mí mismo, allí en el fondo de mi alma, estás tú con toda la fuerza de tu poder y la ternura de tu amor. Con esa fe puedo vivir, y con esa fe puedo sonreír. El don de la alegría es la flor de tu gracia en la aridez de mi alma.

Gracias por la alegría que me das, Señor; gracias por el valor de sonreír, el derecho a la esperanza, el privilegio de mirar al mundo y sentirme contento. Gracias por tu amor, por tu poder y por tu providencia, que son el fundamento inamovible de mi alegría diaria. Alegraos conmigo todos los que conocéis y amáis al Señor.

«Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre».