COMENTARIOS A LA 1ª LECTURA OPTATIVA
1 Samuel 1, 20-22. 24-28

El capítulo 1 de Samuel que inaugura la historia seguida de los libros de Samuel y de Reyes, está literariamente estructurado sobre la repetición del término "Señor" (Yahvé) 21 veces (¡7x3!) y el verbo-clave "pedir", repetido 7 veces; con ello el autor quiere subrayar el significado religioso del hecho: obedece a la voluntad salvífica de Dios que da generosamente al que se abre a él y le pide.

En la primera parte del fragmento se nos narra el nacimiento del muchacho, el significado de su nombre y el voto de Ana. Pero el acento sobre la segunda parte, centrada en la actitud de la madre. Ana, después de haber amamantado al niño durante dos años, según la costumbre de la época es capaz de desprenderse del chiquillo, después de haberlo deseado tanto y por tanto tiempo.

La entrega de Samuel al servicio del Señor adquiere connotaciones sacrificiales, al mencionar el novillo, la harina y el vino del sacrificio que acompaña el voto de Ana. Esta entrega sacrificialmente su hijo al Señor, no lo sacrifica pero lo consagra al Señor. Consagra lo más preciado en su vida. La actitud de Ana enlaza así con la de Abrahán (cf. Gn 22) capaz de sacrificar Isaac al Señor.

La fe y el desprendimiento de Abrahán y de Ana son el prototipo de los de María que entrega a su hijo al servicio del Padre, aun sin comprender demasiado el significado de su gesto.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 1991, 17



2. /1S/01/20-28   /1S/02/11-21

La bendición del sacerdote Elí ha sido eficaz: es prenda de la benevolencia divina, la que no excluye, sin embargo, el curso normal de los acontecimientos: «Elcaná conoció a Ana, su mujer, y Yahvé se acordó de ella». En su plegaria, Ana había pedido a Yahvé que se acordase de ella, que no la olvidase, que le concediera un hijo (1,11). Al realizarse finalmente su deseo de maternidad, el autor sagrado considera que Dios «se ha acordado» de Ana. Entonces viene el momento de cumplir lo que Ana había prometido: consagrarlo a Yahvé. Puede parecer ilógico que, tras desear tanto un hijo, cuando lo ha obtenido se desprenda de él. Una primera explicación es que ya se le ha liberado del oprobio de la esterilidad: la rival, Feniná, no podrá ya echárselo en cara como una afrenta. Pero, además, Ana retiene a su hijo mientras necesita la leche materna y después renuncia a él. Sabe que es Dios quien le ha dado el hijo y que no se lo puede quedar celosamente, sino que ha de dejar que haga su camino y que se realice en el libre cumplimiento de su destino. Ana se desprende de Samuel al destetarlo (cosa que ocurría mucho más tarde que en nuestros días; 2 Mac 7,27 habla de tres años), otras lo hacen cuando el hijo se casa o comienza una vida independiente. Habiendo entrado tan pequeño, parecería que tenía que ser un engorro para Elí, sin serle de ninguna utilidad pero debían hacerse cargo las mujeres que había al servicio del santuario. En todo caso, Samuel no debió de conocer ningún otro hogar que la casa de Yahvé en Siló. Nos hallamos en un tiempo en que el ministerio sacerdotal aún no ha sido reservado a la tribu de Leví. Samuel es efraimita (1,1), aunque más tarde pretenderá alguien incluirlo en un linaje levítico (1 Cr 6,18-23).

Samuel viste ya de pequeño el efod de lino, vestidura sacerdotal; más tarde ofrecerá sacrificios (7,9; 9,13; 10,8). En un impresionante contraste, salta repetidamente el autor sagrado de la narración edificante de la infancia del pequeño Samuel a la constatación del mal comportamiento de los hijos de Elí, y de éstos a aquél, haciendo constar que mientras Dios se complace en las buenas disposiciones del niño, reprueba los pecados y los abusos de los malos sacerdotes, y no los dejará sin castigo.

Elcaná y Ana siguen subiendo cada año a Siló, visitando al hijo que han ofrecido a Dios. Su generosidad será recompensada con los tres hijos y dos hijas que Ana tendrá, y que una visión de fe presenta como fruto de la bendición de Elí (20) y la «visita» de Yahvé (21). Jesús llorará un día por Jerusalén, que será arrasada por no haber conocido el día de la «visita» del Señor (Lc 19,44).

H. RAGUER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 655 s.