43 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO SEGUNDO DE NAVIDAD
1-9

(Si quieres más homilías puedes ver también, en la fiesta de Navidad, las 30 homilías de la MISA DEL DÍA, sobre el mismo Evangelio)

 

1. JN/PROLOGO. J/PD.

Se suele decir que un buen prólogo sólo se puede escribir al terminar el libro, lo cual quiere decir que el prólogo sólo se entiende bien desde la perspectiva de todo el libro. Este puede ser el caso del Evangelio de hoy. Con ello existe el peligro de quedar en generalidades aunque también puede darse la ventaja de poder destacar lo más importante.

Así, de golpe, es verdad que este prólogo tiene un lenguaje abstracto, teológico dicen algunos, poético tal vez, de difícil concreción ciertamente. "Al principio ya existía la Palabra, /la Palabra se dirigía a Dios / y la Palabra era de Dios. / ...Ella contenía la vida / y esa vida era la luz del hombre. / ... En el mundo estuvo / y, aunque el mundo se hizo mediante ella, / el mundo no la conoció... Y la palabra se hizo hombre / y acampó entre nosotros".

Más allá de este ropaje lingüistico, complicado y solemne, se descubren de forma nítida las líneas maestras del Evangelio de Juan, que no son otras que el mensaje de Navidad, tal como la Iglesia nos lo presenta este domingo a través del prólogo del cuarto Evangelio. Este mensaje se puede expresar así:

La Palabra de Dios es Jesús.

Jesús se encarna.

El Mensaje de Jesús es el Amor.

Todo esto se dice en el prólogo de Juan. Algunos exégetas ven en este prólogo, y en general en todo el Evangelio de Juan, una especie de proceso en el cual serían contendientes la actitud religiosa de Jesús, por una parte, y la de los judíos por otra. Juan Bautista da testimonio a favor de Jesús, que es el amor, y en contra de la actitud de los jefes judíos, que es la religión de la Ley. De esta forma, la actitud de Jesús resalta y se clarifica por la negación de la actitud de sus contrarios: amor y ley.

Pero volvamos a los puntos centrales del mensaje de este prólogo.

La Palabra de Dios es Jesús.

Jesús, como Palabra, es expresión, signo y revelación de Dios. No hace falta recurrir al logos griego y a sus profundidades metafísicas para descubrir la riqueza de esta expresión aplicada a Jesús. La Palabra es el lugar de Dios, como la palabra humana es para el hombre el lugar del ser y del espíritu. La palabra, esa cosa tan pequeña y tan sutil. La palabra, que es comunicación, diálogo, revelación.

Jesús es, como dice Juan, el Hijo único del Padre, el único que ha visto a Dios y nos lo ha explicado, por eso es la Palabra de Dios.

Para el hombre de hoy sigue siendo, tiene que seguir siendo, la palabra y expresión de Dios Jesús, y seguir sus pasos, los de Jesús, la forma válida de ser religioso hoy. Para lo cual hay que empezar por encarnarse. Y esto dejando teologías aparte, tiene un mensaje bien claro.

ENC/SD: Encarnarse es estar con el hombre como hermano entre los hermanos. Como lo hizo Jesús en todas las páginas del Evangelio.

Como lo ha vuelto a recordar el Vaticano II en las primeras palabras de la constitución "La Iglesia en el mundo". Estar con el hombre hermano, no por encima, ni al margen, ni a distancia.

Así se salva al hombre, siendo solidarios, cercarnos, no por la ley, ni por la autoridad, ni desde los despachos, ni con secretos de informes o "dossiers". Hay que encarnarse, ir al hermano, acercarse. Y esto vale para el Papa, los obispos, los curas, y para todos. Viendo a Jesús Niño, y viéndole predicar por Palestina vamos a tener que reconocer que es éste un nuevo y buen método de pastoral. Un buen día, Jesús se echó la tienda a las espaldas y se vino a acampar entre nosotros. Fue todo un gesto y un estilo. Por ahí surgió la salvación. No lo perdamos de vista, por si acaso.

Y el meollo de todo, el amor y la lealtad. No la ley. (Esto para aclarar las cosas por contrastes.) Según Juan, Dios es amor y, por lo tanto, la única respuesta válida del hombre a Dios es el amor. "Ante todo, un amor que responde a su amor", nos dice. Y expresamente se nos dice, para que no haya lugar a equivocaciones, que el amor a Dios es al amor al hermano. El apóstol Juan explica bien, casi machaconamente, esto del amor en sus cartas; a ellas remitimos. Y lo de lealtad, palabra menos usada en el ámbito religioso, cuadra bien con la correspondencia al amor de Dios. Después de todo, el mensaje del prólogo de Juan es el mismo que quiere sensibilizar y vivir Navidad. No podía ser de otra forma, pero ya es coincidencia que la Iglesia nos lea este Evangelio el día de Navidad y lo repita hoy.

DABAR 1983/08


2.

Todavía está muy reciente el último fin de año. Podemos decir que acabamos de estrenar año nuevo. Y con tal ocasión hemos hablado de cómo todo pasa y envejece: las cosas, el tiempo, las personas y cada uno de nosotros. ¿Qué es lo que nos queda? ... Que Dios nos ha destinado por medio de Jesucristo, según su voluntad y designio, a ser sus hijos, para gloria de su gracia divina...

Ninguno de nosotros se ha ganado ese destino, sino que Dios nos lo ha regalado en su Hijo por amor. O sea, el Dios que ha hecho todo no sólo ha pensado en hacer sus criaturas, sino que además nos había previsto como hijos suyos; y esto por medio de Jesucristo. Así, pues, nuestro destino comienza y acaba en Dios, porque nos lo proporciona Cristo Jesús. Este destino tiene un fin inmediato y un fin último: Dios quiere otorgar a sus hijos "la gloria de su herencia". Por eso sus hijos tienen que llevar ya ahora una vida "santa e intachable" ante él. ¿Pero puede de verdad un hombre -aun con la mejor voluntad y los mayores esfuerzos llevar para Dios una vida "santa e intachable"? Desde un punto de vista meramente humano, nadie podrá conseguir esto. Sí, desde un punto de vista cristiano, es decir, con Jesucristo. Pues nadie puede autojustificarse ante Dios y nadie puede por sí mismo gloriarse ante él de su santidad y su pureza.

Lo único que nosotros podemos presentar viene de Jesucristo, el cual se hizo para nosotros santidad, justicia y salvación (1 Cor 1, 29s). Y por eso Dios puede amarnos a pesar de nuestra insuficiencia, porque nos ama en Jesús, su querido Dios. Pero hay algo más: nuestro destino no se nos otorga de una manera forzada como mera participación en una herencia, sino que somos hijos de verdad y, por eso, hemos de buscar esforzadamente todas las fuerzas para vivir de manera agradable a los ojos de Dios.

Únicamente nuestra insuficiencia es lo que no garantiza de antemano nuestro éxito definitivo, sino que el ser sus hijos por Jesucristo es lo que en definitiva nos hace dignos de su amor y agradables a sus ojos: esa filiación regalada en su querido Hijo. De aquí que Dios nos acepte de manera que parezca que él nos necesita, como si nosotros pudiéramos aumentar su inmensa riqueza y su ilimitada felicidad. Dios no sólo pretende que seamos sus hijos, sino que nos hace tales con todos los derechos y obligaciones. Nos ha destinado a ello de antemano, siendo el garante y mediador de nuestro destino el mismo Jesucristo.

Por esta causa, entona Pablo un cántico de acción de gracias: "Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición de su Espíritu en comunión con Cristo en el cielo". A menudo son nombradas en la Escritura personas que alaban a Dios y le dan gracias porque se les ha comunicado cuál es su destino. Así lo hace Zacarías, el padre del Bautista, alabando al Señor, Dios de Israel, "porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándole una fuerza de salvación" (Lc 1, 67 s). María la madre de Dios, "alaba la grandeza del Señor", porque "se acuerda de la misericordia que prometió a nuestros padres" (Lc 1, 46.54 s).

Sin embargo, las circunstancias externas tuvieron que hacer muy difícil a Pablo entonar ese cántico de alabanza y acción de gracias. Porque él escribía esta carta en la prisión. No obstante la fe firme en el destino que se nos ha preparado le empuja precisamente a decir todo esto lleno de alegría interna y agradecimiento. Gracias a esa fe, no hay pena ni inseguridad que le hundan definitivamente.

De Roger Schutz, el Prior de Taizé, provienen las frases siguientes: "A la vista de las conmociones que sufre nuestra sociedad y nuestra iglesia, a cada cual se nos presentan dos caminos: o bien se transforman sufrimiento y miedo en amargura y tristeza, con lo cual no nos podremos mover y lo perderemos todo, o bien sufrimiento y tristeza se trascienden en alabanza al amor de aquél que nos ha amado primero. La alabanza a Cristo trae consigo lo inesperado: se abren nuevos caminos, desaparece la pasividad y podemos confrontarnos, cara a cara, con todos los acontecimientos que se presentan".

Pablo estuvo varias veces prisionero a lo largo de su vida por anunciar el Evangelio. Pero ni las dificultades le desanimaron ni las cadenas le hicieron callar. Por el contrario, los sufrimientos le ayudaron a entender mejor la pasión de Jesucristo y fortalecieron su fe, su amor y su esperanza. Al verse privado injustamente de libertad, comprendió mejor la verdadera libertad de los hijos de Dios, la libertad del que cree contra toda esperanza, del que supera con amor toda persecución. Así, Pablo experimentó, en los momentos más difíciles, la fuerza de la resurrección de Jesucristo.

La fe firme en aquello a lo que Dios nos ha destinado puede transformar la más tediosa cotidianidad, y aún el mayor sufrimiento, en alabanza y agradecimiento, si tal destino lo vivimos como un tesoro que él nos ha regalado, no como un sueño o un deseo, sino como una realidad que como tal la dejamos actuar en nuestra vida. Y es para tener esta vivencia para lo que necesitamos una fe fuerte y una firme esperanza, "el Espíritu de la verdad y de la revelación". Esta es la oración de Pablo que podemos hacer nuestra al comienzo del nuevo año: "Dios ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis a qué esperanza habéis sido convocados por él, y la riqueza de su herencia que concede a los santos".

EUCARISTÍA 1988/02


3.

-PROFUNDIZANDO EN LA NAVIDAD

Todavía estamos en la Navidad. Hemos celebrado el Nacimiento del Hijo de Dios y la fiesta de su Madre, y mañana celebraremos la fiesta de la Epifanía, o sea, de la Aparición del Salvador a todas las naciones.

Las lecturas de hoy nos ayudan a entender mejor lo que representa para nosotros el que el Hijo de Dios haya tomado nuestra naturaleza humana. Le podemos mirar como al Salvador y Mesías enviado por Dios, o como al Médico que nos cura los males del alma y del cuerpo, o como el Maestro y Profeta que nos enseña la Verdad de Dios.

Pero hoy las lecturas nos lo han presentado como LA PALABRA misma de Dios, como LA SABIDURÍA verdadera, encarnada y esto nos ayuda a profundizar en nuestra celebración de la Navidad.

-LA PALABRA DE DIOS HA ACAMPADO ENTRE NOSOTROS. En el Salmo responsorial hemos cantado: "La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros".

Nos lo ha dicho el autor de LA PRIMERA LECTURA, el Sirácida: la Sabiduría de Dios, personificada, habita en Jacob, se ha establecido en Sión, en Jerusalén, ha echado raíces en medio del pueblo elegido de Dios, Israel.

La alegría que este pueblo sentía porque nada menos que la Sabiduría de Dios, hecha persona, habitaba en medio de ellos, la sentimos nosotros con mayor razón, porque sabemos que Cristo Jesús, el Hijo de Dios, no sólo nos ha traído la Palabra de Dios, sino que El mismo ES LA PALABRA viviente de Dios.

Nos los ha dicho san Juan, en ese himno poético con que empieza su EVANGELIO: "en el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios". Y esa Palabra, que hizo con su poder todo el universo creado, ha venido al mundo, se ha hecho hombre, ha puesto su tienda en medio de la humanidad y hemos contemplado su gloria.

¿No es esto lo que celebramos en la Navidad? ¿no es esto lo que nos llena de alegría a los cristianos y lo que da sentido a nuestra existencia? Nuestro Dios no es un Dios lejano: NOS HA DIRIGIDO SU PALABRA, y esta Palabra es Cristo Jesús.

-ACOGER A LA PALABRA EN NUESTRAS VIDAS. Pero el evangelio nos ha puesto ante un dilema: ¿le recibimos o no le recibimos? Juan ha dicho: "la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió", "vino a su casa y los suyos no la recibieron". Otros sí acogieron en sus vidas a esta Palabra y Sabiduría de Dios: y a éstos Dios les ha llenado de su gracia: "a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre"; estos "han nacido de Dios".

¿Podemos decir que el mundo de hoy se ha enterado de esta Luz y de esta Sabiduría que Dios le ha regalado? ¿podemos decir que cada uno de nosotros, aunque seamos cristianos, nos hemos dejado interpelar profundamente por esta Palabra que Dios nos ha dirigido? SAN PABLO nos ha exhortado a que nos dejemos iluminar por esa Luz. Dios nos ha bendecido "con toda clase de bendiciones espirituales", nos ha predestinado "a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo". Pero eso exige de nosotros que tengamos "espíritu de sabiduría y revelación", que reflexionemos sobre lo que significa que Dios nos haya enviado su Palabra, Cristo Jesús, porque ahí está "la esperanza a la que nos llama y la riqueza de gloria que nos tiene preparada como herencia".

Celebrar la Navidad es convencernos de que en la familia de Dios todos somos hijos, porque el Hijo de Dios se ha hecho nuestro Hermano.

-VIVIR EN LA VERDAD DE ESA PALABRA. Celebrar la Navidad quiere decir que no estamos viviendo en la tiniebla, porque Dios nos ha iluminado con su Palabra, con su Sabiduría, con su Verdad.

Todos necesitamos la Verdad. Y más en este mundo que vive en confusión y en búsqueda.

A lo largo de todo el año, cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, es Cristo Jesús el que nos dirige su Palabra salvadora, el que se nos da como alimento espiritual en las lecturas de nuestra celebración, aun antes de dársenos como Pan y Vino en la Eucaristía.

Iremos asimilando su Sabiduría si vamos comparando su Palabra con las muchas palabras que escuchamos en este mundo, y vamos aceptando sus criterios, su mentalidad.

La Virgen María respondió al anuncio del ángel con unas palabras que son todo un programa para nosotros: "hágase en mí según tu Palabra". Y la Palabra de Dios, Cristo Jesús, la llenó con su gracia.

También nosotros somos invitados, en esta Navidad, a dejarnos llenar de esa misma Palabra que Dios ha enviado a nuestras vidas.

Si le aceptamos en verdad también sucederá para nosotros lo que el evangelio de hoy nos anunciaba: viviremos en la luz, seremos hijos en la casa de Dios, creceremos en esperanza.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1986


4. ENC/ACAMPAR

-LA IMAGEN DE UNA TIENDA DE CAMPAÑA. A todos nos es familiar la imagen de una tienda de campaña, sobre todo para los jóvenes y también para los adultos que han realizado más de una acampada.

Acampar nos evoca las vacaciones, la posibilidad de relacionarnos con la naturaleza, con otra gente. Acampar es vivir unos días en armonía con la Creación. Si somos un grupo numeroso quienes acampamos en un valle, cerca de un riachuelo, en plena naturaleza, entonces se produce un fenómeno humano que denominamos convivencia, relación, compartiendo la provisionalidad del momento, el contacto armonioso con la naturaleza. Fenómeno humano que se fundamenta en nuestra capacidad de comunicación. Lo hermoso de una acampada es vivir esta experiencia de comunicación.

-LA COMUNICABILIDAD Y ACCESIBILIDAD DE DIOS. Hoy, pues, tanto la primera lectura como el evangelio nos hablan de esta experiencia de comunicabilidad, experiencia única e irrepetible en la historia humana: Dios ha acampado entre nosotros, establece su morada en medio de los hombres viviendo la provisionalidad de un espacio y un tiempo. Podríamos decir, continuando con la imagen de la tienda de campaña, que Dios en Jesús de Nazaret se ha hecho excursionista como nosotros, sometido a la lluvia y al viento de montaña, a la dificultad de las cuestas, al cansancio, a la ilusión de llegar a la cumbre, al gozo de compartir una velada alrededor del fuego de campamento, de vivir unos días acompañado bajo un cielo estrellado...

Dios se ha hecho accesible, hoy lo celebramos. Se ha hecho accesible en la fragilidad de una tienda de campaña, su morada entre nosotros ya no está escondida, nos ha sido revelada.

Revelada en la provisionalidad de una ruta, de un caminar juntos. Dios de este modo quiere que participemos con El de esta experiencia única, de comunicarse con nosotros, de relacionarse como un compañero más de ruta. El evangelio nos ha dicho que Dios ha venido a casa: nosotros somos su hogar y El es nuestro hogar. En estos días de Navidad, el hogar encendido es centro de comunicación entre los moradores de la casa rodeada de nieve. Sin embargo, la Palabra de Dios ha venido a su casa y los suyos no la recibieron. ¿Quienes son los suyos? ¿Qué ha sucedido? Que aquellos que habían vivido la experiencia del éxodo, de ir con la tienda de un lado para otro, no han aceptado esta accesibilidad, libertad, disponibilidad, comunicabilidad de Dios hecho carne. No obstante, a quienes la han recibido, la han acogido como un compañero excursionista, a quienes se adhieren personalmente a Jesús, que es uno de los nuestros, les da poder para ser hijos de Dios. Es lo que hemos escuchado en la segunda lectura: "nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo".

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros; la Palabra creadora, la Palabra vivificadora, la Palabra reveladora del Padre se ha hecho total comunicación para todo el mundo, está al alcance de cualquier hombre y mujer, está al lado de cada uno. Y hoy nos invita a tomar la tienda de campaña, sintiéndonos pueblo, para seguir la ruta, la ruta que nos lleva al Padre; ruta que estamos invitados a seguir desde el principio de la creación.

-DIOS POR JESUCRISTO NOS INVITA A SEGUIR SU RUTA. Aunque algunas veces nos cueste coger con otros la tienda de campaña y salir fuera, ir de acampada, a la intemperie, haga frío o calor, bonanza o mal tiempo, Dios lo ha hecho por nosotros en Jesucristo. Por medio de Jesucristo ha acampado, nos ha invitado a entrar en su tienda, a salir al amanecer cuestas arriba, sabiendo que no es pan comido y que donde acampemos no siempre seremos bien recibidos o acogidos. Esta es nuestra misión, esta es la misión de la Iglesia, pueblo que ha acampado entre los pueblos.

Para terminar digamos que no debemos quedarnos con la imagen de la tienda, sino con todo lo que esto supone de accesibilidad, disponibilidad, libertad y comunicabilidad por nuestra parte y por parte de Jesús. Por tanto, hay que saber ver hoy con quién acampa Jesús y dónde Dios ha acampado; ya no debemos buscarle sólo en los lugares sagrados, sino entre el pueblo, entre los pobres, muy cerca de nosotros.

Y no es necesario que diga que hay que estar atento para salir de acampada, para ir de excursión con Jesús, y acampar con quien acampa Jesús y donde Dios acampa. Demos gracias a Dios, hoy, en esta Eucaristía porque se nos ha hecho accesible y nos invita a ir con El y hacia El, pues nos ha elegido para que fuésemos santos. Y pidámosle por medio de Jesucristo que ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama.

JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1987/01


5.

Dios, por medio de Jesús, se reveló a sí mismo como vida que se comunica y se entrega en forma de amor leal, y así, mostró cuál es su proyecto de hombre: que nos vayamos haciendo hijos suyos mediante la práctica de "un amor que responda a su amor".

A SU IMAGEN Y SEMEJANZA

"Al principio ya existía la Palabra... Mediante ella existió todo... Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre: esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha extinguido". En el libro del Génesis (1, 26) se dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Esto nos indica que, ya desde antiguo, los hombres poseían datos para saber qué era lo que Dios esperaba de ellos: que pusieran el mundo al servicio del hombre y que transmitieran la vida como expresión máxima del amor: "Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla" (Gn 1, 28). Sólo que muy pronto hubo hombres que en lugar de parecerse a Dios dominando sólo la tierra, decidieron suplantarlo esclavizando y dominando a otros hombres e impidiéndoles realizarse como señores de la creación, como imágenes de Dios. De esta manera se inició el conflicto, que aún hoy perdura, entre la esclavitud y la libertad, entre la opresión y la dignidad de la persona, entre el egoísmo y la solidaridad, entre la muerte y la vida, entre la tiniebla y la luz. Esta es la explicación teológica de esta escisión.

La luz, en el evangelio de Juan, es el resplandor de la vida de Dios, vida que, por amor, Dios ofrece dispuesto a comunicarla y que, en el hombre que aún no la posee, se manifiesta como el anhelo de llenar de sentido y de felicidad su vida.

La tiniebla es la ideología que oculta al hombre esa oferta de Dios y le hace creer y aceptar que lo que da sentido a su vida es ponerse a sí mismo en el centro del mundo y hacerlo girar a su alrededor: la tiniebla se manifiesta en el ansia de poder, el culto a la riqueza, el endiosamiento del ser humano que se constituye en dueño de sus semejantes poniendo sus vidas a su servicio.

Y LA PALABRA ERA DIOS

Luz y tiniebla, como bien se puede comprender, son incompatibles, y desde el principio la tiniebla intentó sofocar la luz: "esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha extinguido". Esa es la lucha de Dios en favor del hombre que, paradójicamente, se hace a veces en contra de los intereses de algunos hombres. Una lucha en la que Dios no impone nada, sino que, respetando la libre decisión del ser humano, se limita a ofrecer, por amor, su vida, su propia vida. Porque el proyecto de Dios consiste precisamente en que el hombre llegue a participar de su propia naturaleza divina: el amor (Dios es amor, 1 Jn 4, 8).

Ese proyecto se hizo realidad, "se hizo carne", en Jesús de Nazaret. Y también en él se hizo carne el conflicto que enfrentaba a la luz y a la tiniebla: "el mundo no la reconoció... Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron". Pero por primera vez en la historia de la humanidad hubo un hombre que no dejó se asustar por la oscuridad de la muerte, y llevando hasta el final su compromiso, se entregó a la muerte, haciendo así que brillara toda la luz de la vida: "y hemos contemplado su gloria -la gloria que un hijo único recibe de su padre-: plenitud de amor y lealtad".

CAPACES DE HACERSE HIJOS DE DIOS

"Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron. En cambio, a cuantos la aceptaron, los hizo capaces de hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona". Jesús de Nazaret mostró que era el Hijo de Dios cuando demostró, de hecho, que es posible que un hombre entregue su carne y derrame su sangre por amor a sus semejantes. Entonces reveló la gloria -el amor leal- de Dios y señaló hasta dónde puede llegar el hombre: hasta entregar la vida por amor. Y para que nadie se sintiera sin fuerzas para tal empresa ofreció el Espíritu, la vida de Dios que él poseía en plenitud. Y a todos los que aceptaron el ofrecimiento les entregó su Espíritu y "los hizo capaces de hacerse hijos de Dios".

La comunidad a la que Juan dirige su evangelio es consciente de que en ellos se ha realizado algo verdaderamente trascendental: ellos, que han aceptado al hombre Jesús como el Hijo de Dios y como modelo de hombre, participan de la plenitud de la vida y de la gloria que el Hijo recibió Dios; saben que han nacido de Dios, que han recibido el Espíritu y, con él, la capacidad de hacerse hijos de Dios. Son conscientes de que ser hijos de Dios es un proceso que se habrá de realizar progresivamente, un proceso ya en marcha; lo saben porque ellos están viviendo una experiencia apasionante: además de lo que le ha ocurrido a cada uno de ellos, constituyen, como grupo, la prueba más clara de que la entrega de Jesús no fue en vano, pues en ellos, hombres nuevos, está ya creciendo la nueva humanidad, la familia de los hijos de Dios. La abundancia de vida que ellos sienten bullir en lo más profundo de sus personas les descubre la verdad del Hijo de Dios; la felicidad que les proporciona compartir tal amor ilumina su existencia. La vida tiene un sentido: "La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor". Y mediante la práctica del amor leal, que se va haciendo fiel hasta la muerte, se van haciendo hijos de Dios.

¿Vamos nosotros por ese mismo camino? ¿O quizá creemos que para ser hijos de Dios basta con poder presentar el certificado de bautismo?

RAFAEL J. GARCIA AVILES
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 43


6.

Nuestra reunión de hoy tiene dos características: es una REUNIÓN DE DOMINGO, como cualquier domingo (el primer domingo del año, el primero de la cincuentena anual de domingos); y es también un domingo en el interior del tiempo de NAVIDAD. Unir estas dos circunstancias quizá pueda ser útil para ayudarnos a captar mejor una y otra: lo que es cada encuentro eucarístico dominical y lo que es la celebración de la manifestación de JC, esto que llamamos Navidad y Epifanía.

-QUÉ BUSCAMOS CADA DOMINGO. Cuando cada domingo nos reunimos los cristianos -y nuestra reunión es más un derecho que tenemos como cristianos, que no un deber; es más una gracia que no una obligación- lo que buscamos es comprender mejor y realizar sacramentalmente LO QUE CREEMOS QUE VIVIMOS SIEMPRE.

Creemos que vivimos siempre lo que hemos escuchado en el evangelio de Juan: vivimos EN COMUNIÓN CON DIOS. Esta creencia es la que debe penetrar nuestra vida de cada día, la que nos permite llamarnos cristianos. Porque éste fue el EVANGELIO -la Buena Noticia- de JC: que tanto nos ama Dios que se nos da, nos salva, convive, respira con nosotros.

RECUERDO/MEMORIAL: Pero esta creencia de siempre, esto que hemos de vivir cada día, VENIMOS A EXPRESARLO REUNIDOS EN COMUNIDAD cristiana, en las misas del domingo. Es lo que nos encomendó JC: cada vez que os reunáis para partir y compartir el pan y el vino, renovaréis mi memoria. RENOVAR SU MEMORIA es mucho más que un simple recordarle: es afirmar que creemos que continúa con vigencia y actualidad -que continúa siendo verdad- lo que nos anunció JC.

Por eso en la Eucaristía del domingo celebramos siempre la MUERTE Y RESURRECCIÓN de JC. Aunque estemos en tiempo de Navidad, el centro de la celebración eucarística es la memoria de la muerte y resurrección. ¿Por qué? No porque no recordemos al mismo tiempo el nacimiento o cualquier otro hecho de la vida de JC. sino porque en su muerte y resurrección vemos MÁXIMAMENTE REALIZADO SU EVANGELIO, es decir, su anuncio de salvación, de comunión de Dios con nosotros. EN SU MUERTE JC asume todo lo que hay de más humano, en la inevitable mezcla humana de amor y de dolor, de lucha por una vida mejor y de fracaso, de fuerza de bien y de peso de mal... Todo, incluida la misma muerte, es plenamente asumido por JC. Y POR ELLO DIOS LE GLORIFICA, le resucita, asumiendo así el Padre lo que había asumido el Hijo, vivificando plenamente el Padre lo que el hombres Jesús había vivido. Y así, la historia de JC no es ya la historia de cualquier camino humano -quizá admirable pero que termina con la muerte-, sino LA HISTORIA DE UN CAMINO DE VIDA, de salvación. Porque todo lo que es del hombre fue asumido en el Mesías resucitado que vive ahora a la derecha del Padre, como PRIMICIA DE UNA HUMANIDAD NUEVA.

Esta es la gran esperanza de la que nos hablaba hoy san Pablo, la RIQUEZA DE GLORIA que nos ha recordado. Por ello, proclamarlo, cantarlo, pedirlo cada domingo en nuestra misa es mucho más que un deber: es expresar aquello que es más importante para el cristiano. -QUÉ CELEBRAMOS EN NAVIDAD. Ciertamente la MAYORÍA DE IMÁGENES NAVIDEÑAS que hemos visto y escuchado durante estos días no conseguían manifestar lo que es más cristiano de la Navidad. Está bien mencionar con el recuerdo de un niño que nació pobre -aunque este recuerdo lo hagamos en una casa con suficiente calefacción-, y está bien proclamar mensajes de fraternidad y de paz. Pero la Navidad cristiana es ALGO MAS ESCANDALOSO. Y posiblemente por ello, porque es más escandaloso, cuesta entenderlo.

DUALISMO/FE FE/DICOTOMIA: Digo que es más escandaloso porque es preciso reconocer que no es en absoluto fácil admitir que DOS CAMINOS que parecen tan alejados, como es el camino de Dios y el camino del hombre, SE HALLEN HASTA FORMAR UN SOLO CAMINO. Es interesante constatar como a través de los siglos de historia cristiana -y ahora en nuestro tiempo- hubo y hay posiciones diversísimas ante JC, pero siempre con esta enorme dificultad para creer que los dos caminos -el de Dios y el del hombre- se hayan unido. Hay quien en nombre de la dignidad del hombre, niega el camino de Dios (y entonces J es un hombre admirable, pero nada más). Y hay quien en nombre de la majestad de Dios, niega el camino del hombre (y entonces J es un Dios que nos ha engañado, fingiendo que era hombre, pero sin ser realmente como nosotros).

Y todo esto no es una simple discusión sobre JC. SEGÚN LO QUE SE CREA DE JC, se juzgará nuestra vida de ahora. Y el escándalo cristiano -el escándalo que celebramos ahora en las fiestas de Navidad y Epifanía- es creer que aquellos dos caminos unidos en JC, CONTINÚAN UNIDOS EN NOSOTROS.

"De su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia", hemos leído en el evangelio. UNA GRACIA QUE ES VIVIR EN COMUNIÓN CON DIOS, por JC, gracias a la acción de su Espíritu. Nosotros vivimos en comunión con Dios y Dios está presenta en nuestra vida. Los dos caminos se han unido. Y esto es lo que -como decía antes- proclamamos y cantamos cada domingo en la misa. Dios está con nosotros y nosotros queremos estar con EL. LA BUENA NOTICIA DE JC CONTINUA VIGENTE, continúa siendo verdad.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1976/01


7. A-D/NV 

Este domingo está totalmente penetrado del espíritu de la fiesta de Navidad. Uno de los aspectos más importantes -y a veces mal comprendidos- de la Navidad es la meditación contemplativa del amor de Dios manifestado en Jesús. Por eso presentamos tres enfoques de la homilía, según tres modos distintos de considerar esta "filantropía" divina.

1. EL AMOR DE DIOS COMUNICADO A LOS HOMBRES (1.LECTURA). La sabiduría de Dios es presentada, en el libro del Eclesiástico, habitando en medio del pueblo del Señor. Esto, que el Antiguo Testamento no podía comprender en todo su alcance, se realiza plenamente gracias a la encarnación del Verbo. Verdaderamente la Sabiduría (la Palabra) de Dios establece su morada -acampa- en medio de nosotros, y se manifiesta al propio tiempo la Bondad de Dios y su Amor a los hombres (cf. Tt/02/11).

La Navidad nos trae la convicción de que Dios se nos ha dado totalmente, nos ha amado sin reservas ni reticencias. El niño de Belén es la prueba inconmovible de la solidez y autenticidad del amor de Dios. Porque nos ama -a todos- se nos entrega totalmente y, dándonos a su Hijo, nos da la paz, el amor y la felicidad verdaderas. Si el amor de Dios es comunicativo, cuando nosotros lo aceptamos, es necesario que al mismo tiempo lo compartamos con todos los hombres, nuestros hermanos.

2. CREEMOS EN EL AMOR (2. LECTURA). La "bendición" inicial de la carta a los Efesios se complace en subrayar la gratuidad de la iniciativa divina al amarnos y elegirnos en Jesucristo. El misterio de la Navidad es la afirmación de que el Amor ha llegado a ser personal en un grado insuperable.

Para poder subsistir, todo amor debe apoyarse en una fe. Solo ama de verdad el que cree en otra persona, es decir, el que confía más en el otro que en sí mismo. Todo el mundo desea amar, pero no todo el mundo es capaz, porque el egoísmo arranca de raíz la facultad de fiarse de los demás. Los cristianos hemos creído en el Amor, porque hemos puesto la confianza en Alguien que nos ama incondicionalmente. La fe cristiana consiste básicamente en creer en la realidad, tangible y palpable, del Amor. Y creer también en la autenticidad de todos los destellos de amor personal que encontramos en todas partes. Creemos que a través de todas las muestras de amor que recibimos está el Amor que nos ama y que confía en nosotros.

3. EL AMOR HECHO CARNE (EVANGELIO). Lo que nos dice San Juan en el prólogo de su evangelio puede expresarse muy bien con estas palabras del obispo Robinson: "En el hombre Jesucristo se revela, se presenta en el nivel de la superficie de la "carne" la profundidad y el fondo de todo nuestro ser como Amor, puesto que la vida de Dios, la última palabra de Amor en la que subsisten todas las cosas, se proyecta completamente, incondicionalmente y sin reservas, en la vida de un hombre: el hombre para los demás y el hombre para Dios" (Sinceros para con Dios, Barcelona 1967).

A-H/ENCARNACION: El realismo de la encarnación del Verbo nos obliga a considerar todas las realidades humanas como radicalmente consagradas y encaminadas hacia la resurrección. En el plano natural, todas las cosas y el hombre como su soberano, son manifestaciones de Dios y, por tanto, son sagradas. Desde que el Verbo de Dios se ha acercado tanto a la humanidad que ha llegado a ser verdaderamente hombre, el carácter sagrado de las realidades humanas ha alcanzado el grado más elevado que jamás se pudiera imaginar. No sólo son signos que nos llevan al conocimiento de Dios, sino vehículos eficaces de la riqueza divina. Una consecuencia inmediata es que el amor humano, realidad tan entrañablemente ligada a la vida de los hombres, gracias a la encarnación del Verbo se ha convertido en el medio más poderoso para realizar el amor divino. El Amor se ha hecho carne; la carne es receptáculo del Amor. Ello significa que, para un cristiano, todas las manifestaciones auténticas del Amor, desde las más espirituales hasta las mas sensibles, pueden ser expresión de la Caridad, y deben serlo.

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1981/01


8.

Diez días después de la fiesta de Navidad, resuenan aún muy cerca de nosotros aquellos palabras: "¡A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle!" Es una exclamación de gozo esperada por la humanidad durante siglos. Todos los hombres y todas las culturas, a lo largo del tiempo, han buscado la respuesta definitiva a sus anhelos e inquietudes. En cada hombre y en cada mujer, en cada uno de nosotros existe una sed interior por encontrar el sentido de las cosas y de la vida, por encontrar una respuesta que serene nuestros interrogantes, nuestros sufrimientos y esperanzas. Sentimos la necesidad de llegar al conocimiento de la SABIDURÍA de que nos habla la primera lectura de hoy.

He aquí que el mundo en que estamos inmersos vive acuciado por múltiples ocupaciones y problemas, con un ritmo de vida que no deja espacio a la reflexión y al silencio. Nosotros mismos vamos continuamente de una cosa a otra, con impaciencia, angustiados por los mil y un problemas de vida cotidiana: la casa, los hijos, la escuela, el trabajo, lo que queremos comprar, la TV, la pelea con aquellos parientes o amigos, el hecho de que no cuenten lo suficiente con nosotros, la situación política, los vecinos...

Todo esto y otras muchas cosas que podríamos añadir en la lista de cada uno son la tela de araña que con frecuencia nos impide ver por qué vivimos, por qué sufrimos, por qué luchamos.

-La Sabiduría hecha carne

EL MISTERIO DE NAVIDAD viene a removernos de nuestra modorra. Viene a sacarnos de la ignorancia en que nos hallamos en tantas cosas. El pueblo de Israel vivía también en la ignorancia, pero la Sabiduría de Dios habitó en Jacob, hizo de Israel su heredad.

Es decir, los israelitas fueron descubriendo cuál era la voluntad de Dios sobre ellos y qué actitudes debían tener para ser fieles a su Alianza. Dios los convirtió en sabios porque les descubrió el sentido que tenía la historia personal y colectiva, la lucha y la esperanza por la Tierra Prometida.

Nosotros nos hallamos en una situación de privilegio con respecto al pueblo de Israel porque tenemos a Cristo, la Sabiduría de Dios hecha carne. El está entre nosotros. Ya no tenemos que esperar la respuesta definitiva. Cristo ha nacido por nosotros. "A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer". Por eso con san Pablo también nosotros podemos exclamar con toda razón que "la gracia y la plenitud nos vinieron por Jesucristo". De ahí también nuestra responsabilidad de ser conscientes de este misterio de amor de Dios y de adecuar a él nuestra vida. Es decir, darnos cuenta de que a través de todas las cosas se nos dirige una llamada a sentirnos instrumentos de su amor, darnos cuenta de que somos creadores con Dios, de que comunicamos afecto y esperanza con El, que compartimos con Cristo el sufrimiento de la cruz y vivimos también el gozo de su resurrección en cada acto de liberación y en cada adelanto en la construcción de la sociedad y del Reino.

-Testigos en el mundo

"Y LA PALABRA SE HIZO CARNE, Y ACAMPO ENTRE NOSOTROS". Y ya no podemos vivir como si no estuviera entre nosotros. Ya no podemos hacernos el sordo. El designio de Dios se ha manifestado en su Hijo. Y se ha insertado en la historia para orientarla y hacerla luminosa. Ahora no estamos ya a oscuras. Existe un sentido, un futuro, una esperanza. La pequeña historia de nuestra familia, de nuestro pueblo, de nuestro barrio... de cada uno de nosotros, está también empapada de este amor de Dios que todo lo llena.

Pidámosle que "ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama" y para que sepamos darla a conocer a los demás con sencillez.

En esta eucaristía demos gracias a Dios porque "nos bendijo en Cristo", porque nos eligió como testigos suyos en medio del mundo, porque sigue estando presente en nuestra vida a pesar de nuestras dudas, porque nos hace el don de la fe en Jesús, de quien nos vino la gracia y la verdad definitivas.

JOSEP M. FISA
MISA DOMINICAL 1982/01


9.

-LA PALABRA SE HIZO CARNE. Estos días son días de gozo, y todos vivimos la alegría como mejor sabemos. Y tenemos motivos para hacerlo, tenemos motivos para estar alegres. Porque HA APARECIDO ENTRE NOSOTROS EL AMOR DE DIOS, y hemos conocido hasta qué punto nos ama. Celebramos durante estas fiestas que Jesús, el Hijo de Dios, ha querido recorrer nuestras calles y nuestras plazas, ha caminado por nuestros mismos caminos.

Esta venida de Dios a nuestra casa nos ha llenado de vida y de luz. Y por eso, en este domingo hemos escuchado lecturas que nos hablan del gran regalo del amor que se ha derramado sobre nosotros. Un regalo de amor grande, lleno, infinito; pero también sencillo, palpable, claro. Porque ese es el misterio de la Navidad: aquél que es LA PALABRA DE DIOS, todo lo que Dios tiene que decir a los hombres, aquél que ya existía junto a Dios en el principio, que tiene en sus manos todo el poder, toda la gracia y la verdad de Dios, aquél, SE HA HECHO CARNE -HOMBRE-, ha acampado entre nosotros y nosotros podemos contemplarlo. Y de ese modo, contemplando su camino, podemos recibir todo lo grande que tiene Dios: la plenitud, la vida, la gracia, la luz. Es la afirmación definitiva que escuchábamos en mitad del evangelio de hoy: a cuantos lo reciben, a cuantos reciben a Jesucristo que viene, a los que creen en su nombre, les da PODER PARA SER HIJOS DE DIOS como lo es él.

-EL CAMINO DE JESUCRISTO: SU MISTERIO PASCUAL. Los hombres tenemos ya UN CAMINO para acercarnos a Dios: JESUCRISTO, un hombre como nosotros. Lo que él nos ha dicho, lo que él ha vivido, el modo como ha llevado a término su vocación de hombre, es la imagen que los creyentes debemos tener constantemente ante nuestros ojos. Y ésta ha sido su vida: la FIDELIDAD CONSTANTE AL AMOR y a la verdad, la firmeza en el cumplimiento de la voluntad de Dios, la decisión de llevar hasta el fin -hasta la muerte- el anuncio de la gran noticia de la salvación.

Pero es más que esto: creemos que JESÚS NO QUEDO ENCERRADO EN EL SEPULCRO, que la barrera de la muerte no pudo ahogar todo lo que él llevaba dentro, que el mal -el diablo, el pecado, la mentira- no pudo disfrutar de las momentánea victoria de la cruz. Sabemos que el camino de Jesús llegó a ser un estallido de vida, y que este estallido de vida está presente ahora, cada día, en cada instante, como una fuerza que conduce a los hombres. Es lo que leíamos también en el evangelio: "de su plenitud -de la vida nueva de su resurrección- TODOS HEMOS RECIBIDO gracia tras gracia".

-EL DOMINGO: CELEBRAMOS EL MISTERIO DE JESUCRISTO. Eso es lo que nosotros creemos. Y es lo que hoy, como cada domingo, celebramos muy especialmente: que LO QUE DIOS TIENE PARA DECIRNOS NOS LO HA DICHO YA POR MEDIO DE JESUCRISTO, y que Jesucristo es una PROMESA DE RESURRECCIÓN y de plenitud para todos. Que como Jesús, el Mesías, el niño que durante estos días recordamos en la debilidad de Belén, también nosotros estamos llamados en el camino hacia su Reino. Ahora, en la Eucaristía, volveremos a hacer presente, en los signos del pan y del vino, la memoria de este misterio de amor.

La Eucaristía que cada domingo celebramos es LA SEÑAL, la garantía, DE LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO que vivimos y que viviremos. Por eso, cada vez que participamos de ella, debemos hacerlo con la actitud de querer acoger en nosotros a Jesús, de caminar como él caminó, de creer en él: de ese modo seremos hijos de Dios como él lo es, de ese modo avanzaremos hacia su Reino. De ese modo responderemos a la plenitud y a la gracia con que él nos llena.

-PROFUNDIZAR EN EL CONOCIMIENTO DE JESUCRISTO. Quizás podríamos proponernos hoy dar un nuevo paso en el camino de nuestra fe: el paso de conocer mejor a ese Jesucristo en quien creemos y que constituye el eje de nuestra vida. Quizás este paso podría consistir en esforzarnos para ESCUCHAR MAS ATENTAMENTE EL EVANGELIO en nuestras celebraciones, esforzarnos en LLEGAR A TIEMPO para oir bien las lecturas, esforzarnos por comprenderlas mejor (si hay algún tipo de catequesis para ofrecer, se podría hacer ahora). Porque por medio de esta Palabra podremos profundizar, cada vez más, en el conocimiento de este Jesús en quien creemos. Y, si realmente tenemos el propósito de avanzar, podremos también, en particular, dedicar algún momento de vez en cuando a LEER EL EVANGELIO, a ponernos en actitud de ORACIÓN ante el Padre, a desear, por encima de todo, una UNIÓN MAS PROFUNDA con aquél que es el Camino y la Verdad.

Viviendo con fidelidad lo que Jesús vivió, y profundizando en el conocimiento y la unión con él, descubriremos cada vez más lo que san Pablo nos decía al término de la segunda lectura: cuál es la esperanza a la que nos llama y cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos. Así nuestra vida estará gozosamente penetrada de la misma fuerza que movía a Jesucristo.

Con este deseo, hermanos, unámonos en la acción de gracias.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1977/01