REFLEXIONES

1.

NO ES LA FIESTA DE NUESTRO BAUTISMO. 

-¿La fiesta de nuestro bautismo? Hoy celebramos el Bautismo del Señor, sobre todo, porque en ese momento la voz del Padre proclamó que Jesús es su Hijo amado y predilecto. Por tanto, aun cuando a lo largo de la celebración puede hacerse alguna alusión a nuestro bautismo, éste no debe constituir ni el centro de nuestra reflexión -aunque pudiera resultar más cómodo- ni el contenido principal de nuestra celebración. Hoy no es la fiesta de nuestro bautismo.

J.M. BERNAL
MISA DOMINICAL 1985, 2


2. BAUTISMO DE JESÚS.MANIFESTACIÓN DE DIOS COMO PADRE, HIJO Y ESP.STO.

-El Bautismo como hecho histórico y como teofanía. Sin duda, en la vida del hombre Jesús de Nazaret el hecho de su bautismo por Juan en el Jordán significó un momento muy importante. Es el momento del paso de lo que podríamos llamar su vida como un judío normal a su manifestarse como el Enviado del Padre para anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios para todos. De la vida de Jesús antes de este momento, apenas sabemos nada (y lo que se ha escrito en algún libro reciente son simples fantasías sin ningún valor histórico, sin ninguna base creíble).

El Jesús que se manifiesta y se da a conocer como Palabra de Dios y que actúa movido por el Espíritu de Dios, el Jesús que es objeto de la predicación de los Apóstoles, es el que comienza a actuar y a hablar desde el momento de su bautismo.

Con todo, si los evangelios dan tanta importancia a este hecho, si las iglesias cristianas de Oriente lo escogieron como centro de la fiesta de la Epifanía -para ellos muy importante, más que la Navidad-, si nosotros lo celebramos también en este domingo inmediato a nuestra fiesta de la Epifanía del Señor no es sólo por su importancia en la vida histórica de Jesús. Es porque desde la predicación de los Apóstoles, desde los evangelios que recogieron por escrito esta predicación, desde la más antigua liturgia de las diversas iglesias cristianas se ha visto este momento de la vida de Jesús como el momento inicialmente clave de la manifestación no sólo de Jesús, sino también de Dios como Padre, Hijo y Esp. Sto. Podríamos decir que -desde la perspectiva de la fe cristiana- no es sólo el momento de la manifestación pública de Jesús como Enviado de Dios, sino también el momento de la manifestación de la Trinidad de Dios. De aquella manifestación de la Trinidad que realizará plenamente la Pascua.

El Bautismo de Jesús y el cambio que significó en su camino humano, es sin duda un hecho histórico (diría que trascendental en la historia de la humanidad). La manifestación de la Trinidad de Dios es algo distinto porque supone una visión de fe. Los evangelios hablan de una voz venida del cielo que se oye, de una paloma que también baja y se posa en Jesús... Lo más probable es que se trate de modos de hablar escogidos por los evangelistas en su esfuerzo para expresar lo que sólo es perceptible desde la fe. Modos de expresar que aquel hombre llamado Jesús era realmente el Hijo amado del Padre, era el Hombre lleno del Espíritu Santo de Dios. Y que, por eso, a través suyo, a través de sus palabras y obras que entonces empezaban a manifestarse, podíamos entrar en relación con la Trinidad de Dios.

Para nosotros -y es lo que celebramos en la Eucaristía de hoy- Jesús es actualmente el Hijo que nos da a conocer al Padre porque en Él radica la plenitud del Espíritu. Y lo celebramos no como un hecho antiguo sino como un hecho de fe que motiva toda nuestra vida actual. Porque nosotros creemos que es verdad aquello que expresó y realizó nuestro bautismo: que por nuestra fe, que es seguimiento de Jesús como Hijo de Dios, también nosotros conocemos y amamos a Dios como Padre nuestro, también nosotros tenemos como máximo don y gracia al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios en nosotros, que guía e impulsa nuestro camino de cada día. Es lo que celebramos cada domingo y hoy de un modo especial en esta fiesta del Bautismo del Señor que recuerda nuestro bautismo.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1989, 1


3. J/MESIAS

"Decir que Jesús es el Mesías significa relacionar a Jesús con la utopía". La utopía cristiana.

Utopía significa "lo que no está en ningún lugar". No está en ningún lugar porque es un bastión, una meta por conquistar, una meta harto difícil, una meta no lograda, pero no irreal. "Real es todo aquello que hace realmente feliz al Hombre" (·Cabodevilla).

La utopía es necesaria como el aire para respirar, y hasta tal punto que "ser hombre significa tener una utopía" (Ernest ·Bloch-E).

La utopía puede definirse como algo inalcanzable. Definición que no sirve cuando se trata del Reino de Dios, que está ya ahí aunque todavía no, que está en el camino pero lejos de la meta, que ha germinado pero aún no es tiempo de recolección y cosecha... Con la certeza, al final, de un "ya" definitivo.

Es, pues, la utopía cristiana meta para tender a ella, norte para buenos aventureros, brújula para arriesgados caminantes. Es como un sueño, pero diferente: soñar con manzanas y encontrarse una, en la mano, al despertar. Sí, una en la mano porque es el plan de Dios y El anda al quite.

He aquí la utopía cristiana: "que nadie desate a nadie las sandalias", es decir, que nadie niegue a nadie sus derechos, que nadie niegue a nadie el amor, que nadie renuncie a llamar a nadie "hermano"... Que nadie niegue a nadie el pan, la vida, la calle, el abrazo, el hogar...

La tarea está cargada de escollos y dificultades y no soplan buenos vientos para la utopía. Los nuevos tiempos inaugurados por Jesús son arriesgados, pero nos va en ello el ser. Cuando somos incapaces de utopía viene la ley para aplacar y meter al personal en varas, y aún está por demostrar que la ley haya hecho avanzar a la humanidad más que la solidaridad y el amor.

Cuando la Iglesia, en la noche de los tiempos, perdió su capacidad de utopía e intemperie, aprendió matemáticas, se interesó por sistemas de seguridad, empezó a frecuentar, con asiduidad, la mesa de los señores, volvió la espalda a la sencillez y frescura de la Primitiva Comunidad y los montes alumbraron dos mil y muchos cánones... Aprendió a contar los millones de hambrientos, a catalogar las verdades en seguras y menos seguras y pactó con los poderosos a través de su propia escuela de diplomacia... pero no empujó, con decisión, el tren de la solidaridad, perdió, casi, el comboy de la juventud, y lloró, en soledad, el mal trato de los poderosos. Se quedó sin utopía.

Pero siempre permaneció, en esta misma iglesia, un resto de creyentes, hilo conductor de la utopía e insignificante "grano de mostaza" en Francisco de Asís, Alberto Magno, Bernardo de Claraval, Teresa de Jesús y tantos otros, que han llegado hasta nosotros, a través del Vaticano II, como reto e invitación para que la mecha humeante no se extinga. ¡Soñemos, alma, soñemos...! No sé quién ha dicho que "el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando calcula"

BENJAMÍN CEBOLLA
DABAR 1989, 8


4. ES/LIBERTAD: ESPÍRITU Y LIBERTAD

ESPÍRITU Y ESPÍRITUS

Cuando los evangelistas describen el bautismo de Jesús, su atención no se centra tanto en el rito purificador del agua como en la acción del Espíritu Santo que desciende sobre él.

Sin duda, quieren dejar bien claro desde el comienzo que Jesús, el protagonista de las páginas que van a seguir, es un hombre lleno del Espíritu de Dios que le hace invocar a Dios como Padre y le urge al servicio de los hermanos necesitados.

No parece nuestra sociedad actual demasiado abierta al Espíritu de Dios. Pero, sorprendentemente, cuando los hombres se cierran al Espíritu, caen esclavos de una multitud de "pequeños espíritus".

Estamos asistiendo entre nosotros a un renovado interés por la parasicología, la astrología, el tarot, el ocultismo y los horóscopos.

Y no siempre es curiosidad científica o puro pasatiempo. Con frecuencia, la fe es sustituida por las más curiosas supersticiones y, a falta de verdadera espiritualidad, se nos infiltra, de mil maneras, toda clase de "espiritismos".

Incluso estamos observando el renacimiento de recetas, métodos, fórmulas y caminos de salvación donde se intenta, de manera mágica, poner al Espíritu Santo al servicio de nuestros deseos.

Cuando la religión es utilizada desde una actitud no religiosa y la invocación al Espíritu Santo se reduce a asegurar la "obtención de favores", la fe queda vacía de su verdadero contenido.

Abrirse al Espíritu es otra cosa. Se trata de acoger humildemente la presencia creadora de Dios en nosotros. Dejarse purificar y modelar por el Espíritu que animó toda la actuación de Jesús.

Vivir desde la fe la experiencia de un Amor que nos envuelve y nos hace invocar a Dios como Padre y acercarnos a los otros como hermanos.

Los verdaderos "favores" del Espíritu Santo son los frutos que suscita en nosotros: "amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí" (1Co/12/06-11).

JOSÉ ANTONIO PAGOLA
DABAR 1989, 8


5. 

La memoria del bautismo de Jesús en el Jordán quiere responder a una serie de interrogantes que se planteó la comunidad primitiva y que se formulan también hoy. ¿Quién es Jesús? ¿En qué se funda la autoridad de su mensaje? Jesús es el siervo de Yahvé (1. lectura) que ha pasado haciendo el bien (2. lectura). La narración de Marcos (evangelio) tiene una intención esencialmente epifánica: la manifestación de la divinidad de Jesús.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 2


6. CR/AUTENTICO: FALSO CRISTIANO.

Es difícil encarnar en la vida las exigencias del bautismo. Nunca resultó sencillo ser cristiano. Y buena prueba de ello es el catálogo de los mártires, de los que sufrieron violentamente la muerte y de los que también sufrieron violencias, aunque murieran de "muerte natural".

Todo eso, ¿por qué...? Porque el bautizado sólo puede ser consecuente con su fe en el mundo, pero en un mundo que se ha agazapado cómodamente en una situación hostil. Sorprendente, pero así es: la misma sociedad que nos empuja alegremente hacia la pila bautismal, resulta ser luego la primera interesada en que no ejerzamos nuestro compromiso bautismal. ¡Cuántos gritos no se darían en todos los periódicos, si un sacerdote osase aconsejar a ciertos padres que no bautizasen a su hijo! Y, sin embargo, ningún grito, ninguna denuncia contra esa sociedad que trata de sofocar todo brote cristiano y que margina inexorablemente a quienes tratan de vivir auténticamente el Evangelio, o la doctrina social de la Iglesia. Cabría preguntarse: ¿qué tiene que ver con el Evangelio el capitalismo, el hedonismo, las grandes fortunas, el paternalismo enervante con que se menosprecia a los trabajadores, el clasismo, la arbitrariedad, y tantas otras cosas que tienen patente de corso en nuestra sociedad? Pero, a pesar de todo, resulta amable situarse de parte del dinero, del poder, del bienestar... sin sentir la más mínima vergüenza de sabernos bautizados, es decir, hijo de Dios. ¿Es posible que nos creamos hijos de Dios? ¿Todos? ¿Así, como vivimos? Lo peor de esta situación es que el hombre trata de dividirse en dos: el ciudadano que coquetea y se casa con todo eso antievangélico, y el seudo-creyente, que pretende recluir su bautismo en el "foro interno". Pero así no es posible ser cristiano. Todo aquel que sistemáticamente -por miedo o comodidad- trata de evadirse del mundo y sus problemas, no sólo no es un cristiano, sino que ni siquiera es un hombre. Quizá sea un extra-terrestre.

EUCARISTÍA 1971, 11


7.

En efecto, en los demás evangelistas viene narrado cómo sobre el bautizado se abrieron los cielos, descendió el Espíritu en forma de paloma y se dejó oír la voz invisible del Padre: "Este es mi Hijo muy amado" (/Mt/03/17:/Mc/01/11:/Lc/03/22). Toda la Santísima Trinidad se manifiesta para dar testimonio de la encarnación del Hijo, es decir, de la manifestación de Dios en carne humana. La fe de la Iglesia fluye de esta manifestación divina y del testimonio que la acompaña; la liturgia bebe también su fuerza y esplendor en ella. Pues su fe es el mismo Dios encarnado y la liturgia no hace otra cosa que celebrar al Dios aparecido en carne humana.

Mas ¿qué sería esta fe si, a una con el Dios hecho hombre, no conmemorase también al crucificado y al resucitado? ¿Qué sería esta liturgia si, junto con el Dios que se nos aparece en carne humana, no viese también a la carne humana de Dios elevada y glorificada? La fe y la liturgia de la Iglesia no son únicamente fe y liturgia de Navidad, sino que son fe y liturgia, sobre todo, de Pascua. La manifestación de Dios hecho hombre no hace más que echar las raíces de su fe, y constituye su objeto en cuanto es inseparable de la cruz y de la resurrección. Lo mismo de siempre: el mensaje completo de la Navidad es éste: Dios viene y nos salva. La salvación, empero, reside en la cruz y la resurrección.

Mirándolo desde este punto de vista, comprendemos con cuánta razón la Iglesia funda su fe, y la liturgia de Epifanía alcanza su culmen, en el bautismo del Jordán. Al ser este bautismo una resplandeciente epifanía de Jesús, es decir, una manifestación de su Divinidad, testimonio infalible de su aparición en carne humana, es también un anticipo simbólico y una imagen de su pasión, muerte y resurrección. El bautismo en el agua es una clara alusión al bautismo de sangre en la cruz, del cual dijo Jesús: "Tengo que recibir un bautismo. ¡Y cuán angustiado me siento hasta tanto que se vea cumplido!" (Lc/12/50). Por ello, el bautismo del Jordán se presenta como símbolo de su determinación de sufrir, lo mismo que de su subsiguiente resurrección salvadora. Símbolo que se ofrece al comienzo, mejor dicho, en el punto crucial de su camino terreno, que de Belén y Nazaret, pasando por el Jordán y el desierto, sube hasta Jerusalén.

Por esta misma razón la conmemoración litúrgica del bautismo del Jordán convierte a la Epifanía en el total misterio de la encarnación, muerte y resurreción del Señor, y le permite correr parejas en importancia y en amplitud redentora con la fiesta de Pascua. Porque, así como ésta culmina en la venida del Espíritu Santo, de la misma manera viene representado este llegar a la perfección pascual en el Bautismo del Jordán. En efecto, del Jordán, igual que de la tumba, sube Cristo; sobre el se mece el Espíritu Santo en figura de paloma y la voz invisible del Padre da testimonio de El: "Este es mi Hijo muy amado". ¿Qué es esto sino la plenitud de redención que nos viene con Pentecostés, anticipada aquí en imagen? Es la cima de la redención que nos viene a los cincuenta días de la fiesta de Pascua: en ella, el Espíritu Santo unge y llena de su fuerza vital divina la naturaleza humana, purificada ya con la sangre de Cristo y resucitada con El de la muerte del pecado, y luego la incorpora con Cristo a la vida de la Santísima Trinidad, tal como nos lo anuncia el Evangelio del día de Pentecostés: "Aquel que me ame, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él para habitar en él" (Jn/14/23).

Teniendo en cuenta que este hombre purificado en el bautismo de sufrimiento de Jesús y glorificado por su resurrección, lleno ya de Dios, no es uno sólo, sino más bien un cuerpo compuesto por muchos miembros, podemos ahora comprender enteramente el porqué de celebrar hoy la liturgia de Epifanía el bautismo de Jesús en el Jordán, visto desde el aspecto de baño nupcial de la Iglesia.

Podemos, asimismo, comprender la razón de por qué, al celebrar la Epifanía, se presenta a la Iglesia la plenitud de la redención bajo la imagen de unas sagradas bodas. En último término, la redención que nos trae el Dios que viene no es nada más que la unión del hombre bautizado con Dios trino, en la muerte de Cristo.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 142 ss.


8. J/PECADO

El bautismo es para Cristo un segundo nacimiento, una segunda caída. Para nosotros el bautismo es un camino de salida. Para él un camino de entrada en la caída. ¿Y qué tomó del agua del Jordán? Tomó los pecados que los demás dejaron dentro.

LANZA DEL VASTO


9. SAN Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 2,6:

"En él quedan también patente la economía del misterio celeste. En efecto, una vez que se hubo bautizado y se abrieron las puertas del cielo, el Espíritu Santo es enviado y conocido visiblemente bajo el aspecto de una paloma, y de este modo queda bañado por la unción del amor paterno. Después una vez que venía del cielo se expresa así: 'Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy' (Lc 3,22; Salmo 2,7). Por medio de la voz y de la visión queda designado como Hijo de Dios y al pueblo infiel y desobediente a los profetas se envía de parte de su Señor el testimonio de la visión y de la palabra, para que por aquello mismo que se estaba realizando en Cristo conociéramos al mismo tiempo que, después del bautismo, el Espíritu vuela hacia nosotros desde los cielos y que quedamos bañados en la unción de la gloria celeste y que nos convertimos en hijos de Dios por la adopción de la voz del Padre, dado que la verdad ha prefigurado, por los mismo efectos de los hechos, la imagen del misterio así preparado para nosotros".


10. BAU/MEDITACION

MEDITACIÓN SOBRE EL BAUTISMO

En el sacramento del Bautismo confluye todo el misterio de la vida: el pasado del pecado, el presente del hombre nuevo y la esperanza del mundo definitivo. El Bautismo es regeneración vida nueva, nacimiento de lo alto, participación de la resurrección, revestimiento de Cristo, signó de la filiación divina unción del Espíritu. Contemplando y definido así desde la teología se comprende su importancia y valor. Sin embargo, desde la realidad pastoral concreta el Bautismo tiene ano ciertos matices de celebración sociológica.

Se pide el Bautismo desde diversas instancias: la costumbre, la religiosidad, la tradición familiar. Aunque es verdad que actualmente el nacimiento de un niño y su Bautismo ya no están indisoluble y automáticamente unidos, como ocurría antes. Es creciente la toma de conciencia, por parte de todos, de la seriedad y exigencias que comporta este sacramento fundamental, para que no sea un gesto estéril.

A quienes abogan radicalmente por el retraso del Bautismo hasta la edad adulta para que haya un compromiso personal, conviene recordarles algunas de las razones presentadas en el nuevo ritual promulgado como fruto de la reforma litúrgica del Vaticano II: los niños son bautizados no por su fe personal, sino en la fe de la Iglesia, proclamada por los padres, padrinos y la comunidad; la respuesta y conversión personal de los niños es exigencia posterior al Bautismo que necesita una educación progresiva en la fc eclesial.

En este domingo celebramos la fiesta del bautismo del Señor. Es oportuno recordar las exigencias de nuestro propio bautismo a la luz del Bautismo de Cristo, que fue manifestación de su filiación divina, comienzo de su misión pública, proclamación de una nueva fidelidad, un nuevo amor, y una nueva ley. Los bautizados debemos manifestar en toda circunstancia que somos hijos de Dios, ungidos con un espíritu nuevo, que vence toda cobardía y egoísmo.

Porque estamos bautizados tenemos que vencer el miedo a profesar una auténtica conciencia bautismal en todas las circunstancias básicas y a recobrar actitudes fundamentales que han podido abandonarse a lo largo del camino de la vida. Tareas específicas del bautizado son: vivir las obras de la luz en medio de las tinieblas, luchar contra las estructuras de la injusticia, enfrentarse al pecado del mundo, buscar afanosamente la fraternidad universal, construir el futuro de una historia nueva.

Andrés Pardo


11.

Para orar con la liturgia

En el bautismo de Cristo en el Jordán 
has realizado signos prodigiosos 
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, 
para manifestar el misterio del nuevo bautismo 
hiciste descender tu voz desde el cielo, 
para que el mundo creyese 
que tu Palabra habitaba entre nosotros 
y por medio del Espíritu, 
manifestado en forma de paloma, 
ungiste a tu siervo Jesús 
para que los hombres reconociesen en él al Mesías 
enviado a anunciar la salvación a los pobres.

Prefacio del Bautismo del Señor


12. La iniciación a la vida litúrgica según el Catecismo de la Iglesia Católica

El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores (cf Is 53,12); es ya "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29); anticipa ya el "bautismo" de su muerte sangrienta (cf Mc 10,38; Lc 12,50). Viene ya a "cumplir toda justicia" (Mt 3, 15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados (cf Mt 26, 39). A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf Lc 3,22; Is 42,1). El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse" sobre él (Jn 1, 32-33; cf Is 11,2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, "se abrieron los cielos" (Mt 3, 16) que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación. (n. 536).


13.

Un Dios humilde

La fiesta del Bautismo de Cristo cierra el tiempo litúrgico de Navidad y Epifanía en el que celebramos el hecho de que Dios se haya encarnado y manifestado en Cristo.

Como broche final del mismo, la fiesta de hoy nos ofrece la contemplación de la escena del bautismo de Jesús, que históricamente representó la ruptura del gran silencio de su vida oculta y el comienzo de su predicación. Se trata del momento en que se manifiesta el Ungido del Señor. Y en Él se hace presente para toda la historia humana el rostro humano de Dios, es decir, Dios se acomoda al lenguaje humano para presentarse tal y como es. Es comprensible que se trate de una página evangélica a la que hay que volver con frecuencia, si no queremos caer en nuestras imaginaciones piadosas acerca del misterio de Dios. Se trata de una página programática que encontrará confirmación a lo largo de toda la vida pública de Jesús. Y su mensaje esencial es: en Jesús no se ha revelado el Dios omnipotente de los filósofos, sino un Dios humilde.

Con facilidad aceptamos que Jesús de Nazaret fue manso y humilde de corazón... pero no caemos en la cuenta de que su principal misión fue manifestarnos a través de su humanidad el rostro de Dios y que, si se presentó como un hombre humilde, es porque el Dios que vino a revelar es un Dios humilde.

Ante ese Dios solamente vale descalzarse de toda postura de miedo o de soberbia y dejarse invadir de su ternura, pues sabemos que sus únicas armas son la misericordia y el poder decirnos, en cualquier momento de nuestra vida o en el momento de nuestra muerte: yo te he amado a pesar de ser como eres y sólo esperaba que me amaras.

Antonio Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"