19 HOMILÍAS MÁS PARA LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
CICLO A

1. J/CENTRO 

-UNA ACCIÓN SINGULAR. Bautismo es una palabra polisémica, de varios significados. Entre nosotros, y en una primera acepción, suena a presentación en sociedad y a consagración, así cuando se habla del bautismo de un artista o un torero. A veces lleva una connotación como bautismo de sangre, cuando corre ésta, o sencillamente ha aparecido alguna dificultad seria como prueba. Jesús en el Evangelio alude a esta última acepción cuando nos dice que tiene que pasar por un bautismo de fuego y desea pasarlo cuanto antes (Lc. 12,50).

Aquí el bautismo de Jesús se refiere a un acontecimiento concreto y singular tal como se narra en el Evangelio de Mateo. Admite algunas de las acepciones dadas a la palabra, pero las desborda ampliamente. Desborda al bautismo de Juan, aunque inicialmente sea el mismo, y desborda al bautismo de los cristianos. Es otra cosa, un acontecimiento totalmente singular.

Con el bautismo empieza la vida pública de Jesús, pero es mucho más que una presentación en público, aunque esto también lo sea. Juan entiende perfectamente que su bautismo no vale en el caso de Jesús y así lo manifiesta, aunque se somete a realizar el rito.

El bautismo cristiano sólo tiene sentido como referencia a Jesús, al misterio pascual, pero nunca es una proclamación como en el caso de Jesús, y sí una liberación del pecado que no está en el bautismo de Jesús.

La apertura de los cielos, la presencia del Espíritu de Dios sobre Jesús, y concretamente la proclamación especial de la filiación divina y amorosa de Dios, convierte el bautismo de Jesús en una acción totalmente singular.

Jesús es el Hijo predilecto de Dios, el Hijo único, no en un sentido amplio y vago como a veces se ha usado esta expresión, y Dios así nos lo manifiesta. El bautismo de Jesús es una epifanía como bien lo ha entendido la liturgia. Es el punto clave de la revelación de Dios al hombre.

-SE BAUTIZA COMO UNO DE TANTOS. Aunque el bautismo de Jesús sea una acción totalmente singular, como lo es también su persona y su filiación divina se somete al bautismo de Juan como los demás.

A la repulsa de Juan contesta Jesús: "Deja ahora; porque conviene que de este modo cumplamos lo que Dios ha dispuesto" (v. 15).

Jesús asume así la condición humana con todas sus consecuencias y la asume porque Dios así lo ha dispuesto. Este va a ser el sentido de su vida, su trayectoria y el modo de llevar a cabo su misión. Esto va a ser causa de tentación para el pueblo de Israel y para el mismo Jesús. A continuación de esta escena en el Evangelio de Mateo se narran las tentaciones.

En esta escena del bautismo de Jesús queda marcado el estilo de la vida de Jesús. La ayuda de Dios no va a ser milagrosa y excepcional y Jesús empezará muy pronto a sentir en carne propia el zarpazo de la maldad y violencia humana hasta llevarle a la cruz. Es el camino querido por Dios y aceptado por Jesús. En los comienzos se adivina el final. Encarnación, solidaridad, kenosis, cruz son los jalones que marcan la ruta de este bautismo inicial.

Dios tal vez pudo escoger otros caminos, lo que está claro es que escogió éste para ayudar y salvar al hombre. Los discípulos, por su parte, deben seguir e imitar al maestro.

-"ESTE ES MI HIJO AMADO". Jesús es el centro del plan de Dios. Modestamente Jesús predicaba el Reino de Dios. Los apóstoles y primeros cristianos empiezan a evangelizar el mundo sabiendo que extender la fe en Jesús es lo mismo que extender el Reino de Dios. Es la piedra angular, el único camino, aunque esto pueda sonar a excesivo a muchos oyentes de entonces y de ahora.

Escuchad a éste, seguid a éste, son las palabra del Padre, de Dios. Para un cristiano, de hoy y de todos los tiempos, esta es una indicación bien precisa para evitar andar por las ramas y no poner la fe en cosas accidentales o equivocadas. La esencia del cristianismo es la persona de Jesús y preceptos y prácticas pueden ser una justa consecuencia pero nunca el centro y esencia.

Por esto muchos distinguen entre fe y religión y sostienen que el cristianismo es, ante todo, una fe en Jesús y no tanto una religión. Personalmente considero que no hay por qué excluir del cristianismo ciertos aspectos válidos de lo religioso.

En una verdadera evangelización, como pretenden dar hoy los catecumenados recuperados por el Vaticano II, el encuentro con la persona de Jesús es lo definitivo. Lo mismo tenemos que decir de la homilía y de toda catequesis.

El cristiano piensa, además, que Jesús es el centro del cosmos y de la historia y el camino del hombre hacia Dios y que todo hombre de buena voluntad debe tomar en cuenta esta consideración.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1990/09


2.

1. Solidaridad de Jesús con el pueblo

Una de las cosas que más hacen sufrir a los jóvenes de hoy es la falta de perspectivas de futuro. Les cuesta imaginar qué van a ser, qué van a hacer, con qué ideales e ilusiones se van a identificar... Y esto se agrava al no encontrar trabajo o salidas profesionales válidas; lo que les conduce a la desilusión y a la desesperanza, y a buscar subterfugios para olvidar esta angustia.

También los adultos deberíamos tener más claro nuestro proyecto de vida, ya que con frecuencia damos la impresión de haber perdido el sentido de la orientación.

Todos, jóvenes y adultos, nos deberíamos preguntar: ¿qué misión hemos de realizar en la vida? Y darnos cuenta de que esa misión quedará sin hacer si nosotros nos evadimos. Juan el Bautista, el profeta de la conversión, predicaba e invitaba a la gente a bautizarse como signo del deseo de cambiar de estilo de vida, de seguir un camino de fidelidad a Dios en los hombres. Pero no se hace ilusiones sobre el alcance de su bautismo: sabe que no forma parte de la etapa decisiva. Y una muchedumbre de israelitas deseosos de vida nueva va a escucharle y a recibir el bautismo de sus manos.

Este bautismo es un reconocimiento colectivo, masivo, de la situación de mal y de pecado en que vivimos los hombres. Es una afirmación colectiva del deseo y de la posibilidad de superar ese mal y ese pecado.

El rito del bautismo estaba muy extendido entre las religiones de aquel tiempo. Pero mientras esos bautismos eran baños que uno se daba a sí mismo y que podían repetirse a lo largo de una existencia, el bautismo de Juan es un baño que se recibe de manos de un "bautista", que no puede recibirse más que una vez y que implica, por encima de una pureza ritual y legal, la conversión personal.

La figura del Bautista nos es presentada con rasgos proféticos: era un hombre independiente. Su austeridad no era debida a un cierto complejo de inferioridad con respecto al mundo, como el que hoy muchos creen que tienen los pocos que rechazan la sociedad de consumo y siguen otros caminos. Tampoco era la suya una espiritualidad evasiva, sino una búsqueda de pobreza y austeridad, porque únicamente desde ahí se puede hacer la fuerte denuncia de los poderosos que él realizaba.

Nadie esperaba un Mesías procedente de una oscura aldea de Galilea. Nadie aguardaba a un Mesías que se sometiera a un bautismo de penitencia, participando en el movimiento de conversión de su pueblo. Sin embargo, en este pobre galileo es donde se hace presente la acción salvadora-liberadora de Dios, la acción definitiva y para todos. Y es en una profunda actitud de solidaridad con el pueblo pecador, y en búsqueda de un futuro mejor, como se revela esta acción.

Jesús es un joven trabajador manual de Nazaret, hijo de José y de María. Un joven que percibe la gran esperanza del pueblo sencillo, fruto de la gran esperanza que hallaba en las Escrituras; y que ve malparada por la traición de los poderosos y por la instalación de los clérigos, que usaban la religión para su lucro personal, mientras el pueblo estaba abandonado a su suerte. Y siente la llamada del Padre al ver un pueblo sin pastor (Mc 6,34). Y va a dedicar toda su vida a liberar a ese pueblo.

Jesús de Nazaret aparece aquí como el Mesías rey, sacerdote y profeta, las tres funciones más nobles de la sociedad antigua: rey, llamado a vivir en la libertad; sacerdote, llamado a vivir en comunión con Dios; profeta, llamado a conocer el sentido profundo de la historia, interpretándola según Dios.

2. Sentido del bautismo de Jesús J/BAU/SENTIDO:

En medio de la muchedumbre aparece Jesús. Se acerca al Bautista y le reconoce abiertamente sus credenciales proféticas.

Se pone en la fila de los pecadores y recibe aquel bautismo de reconocimiento del pecado y de deseo de cambio.

Juan había anunciado que el que venía detrás de él bautizaría con "Espíritu Santo y fuego". ¿Cómo se explica que Jesús venga a pedirle su bautismo, que solamente era de agua?

Recibiendo el bautismo de agua, Jesús se hace solidario de los pecados del pueblo y de todos los hombres; y se hace solidario de todos los que luchan por un mundo mejor. Toma sobre sí el pecado del mundo y abre, a todos los que quieran seguir el ejemplo de su vida, el camino a la salvación-liberación de todo tipo de esclavitudes. Jesús no viene desde fuera para decirnos lo que hay que hacer, sino que asume desde dentro, hace suyo, todo lo que es la vida de los hombres: el mal, el pecado, el dolor, la limitación... Y asumiéndolo, nos posibilita para vivir una vida distinta, purificada y liberada. Nos hace descubrir que los hombres llegamos a construirnos viviendo para los demás.

Jesús vivió, sufrió y murió para que nuestra vida y nuestra muerte se hicieran semejantes a las suyas. Jesús no hizo como si fuera pecador -no tenía pecado (Heb 4,15)-. Vino a vivir sin más una vida humana, para enseñarnos a amar en el sufrimiento, en la lucha contra la injusticia, en la humillación. Para enseñarnos a amar incluso cuando nos creemos que ya sabemos hacerlo (por ejemplo: los padres a los hijos). Para enseñarnos que ésa es la verdadera vida de los hombres.

Jesús no se juntó con los "buenos" de su época ni esperó a que fueran a El los "malos"; se fue a buscarlos, a estar con ellos; y fue tratado como uno de ellos.

El bautismo de Jesús es la toma de conciencia del hombre Jesús de la misión que el Padre le encomienda. Toma de conciencia en la que influye la predicación de Juan y la espera mesiánica de "los pobres de Israel". Toma de conciencia que se manifestará progresivamente. La revelación de Dios en Jesús es discreta: no se realiza a base de gritos ni golpes de mando o de fuerza.

El bautismo de Jesús es considerado, desde los comienzos de la predicación cristiana, como el principio de la Buena Noticia.

Junto con las tentaciones, supone para El el momento de asumir sus responsabilidades mesiánicas.

Jesús nace, en el bautismo, como enviado de Dios. Desde él se siente llamado a dedicar su vida entera a dar a conocer el amor del Padre a todos los hombres. Hasta este momento, Jesús, con su vida sencilla, trabajando y rezando en medio de la gente de su pueblo, se había preparado para escuchar la llamada del Padre.

Desde su bautismo, el Espíritu le conduce a anunciar a los hombres, a todos, con la Palabra y el ejemplo de su vida, la llegada del reino de Dios.

Y Jesús consume toda su vida "haciendo el bien y curando a los oprimidos" (He 10,38), único camino para ser hombre. Y lo hará desde dentro, desde la pobreza de la condición humana, sin valerse de ningún poder más allá del amor y del esfuerzo constantes: "No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente la justicia, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra" (Is 42,2-4).

Y asumiendo totalmente nuestra condición humana, nos manifestará el camino de Dios, nos mostrará quién es Dios y hacia dónde quiere conducirnos. El Espíritu entró en El hasta convertirlo en el Hombre nuevo, en el Hombre para los demás.

Jesús de Nazaret, entrando en el agua del Jordán, ha comenzado la liberación del mal y del pecado para todos los que quieran seguirle. Abre un camino de fidelidad a todos los hombres, que por eso mismo es fidelidad a Dios. Un camino que lo llevará hasta la cruz. Y por la resurrección nos manifestará definitivamente que Dios se nos revela viviendo hasta el fondo la vida de los hombres, con toda su carga de pecado y de mal. Y así nos salva, así nos llena de su Espíritu y nos hace sus hijos.

Toda la vida de Jesús es un bautismo en el Espíritu. Pero su verdadero bautismo es su muerte, momento del encuentro definitivo con el Padre y de la superación de todo mal. Los evangelistas nos hablan de su muerte como de su bautismo en dos ocasiones: beber su cáliz (Mc 10,38-39; Lc 12,50). Lo mismo en nosotros: sólo después de la muerte quedará vencido el pecado y todas sus secuelas.

3. Jesús posee la plenitud del Espíritu

Ante una masa de pecadores "se abrió el cielo". El centro de este relato no es el bautismo de Jesús, sino la manifestación del Padre en El, declarándole "el amado", "el predilecto", y la comunicación del Espíritu para que lleve a cabo su misión: liberar a los hombres de toda esclavitud.

El protagonista de la palabra de Dios es siempre el Espíritu. Nosotros olvidamos constantemente este Espíritu, apenas contamos con El. Por eso es explicable nuestro desinterés en seguir el camino de Jesús.

¿Entendemos el papel del Espíritu en nuestra vida? ¿No imaginamos la vida cristiana como una tarea nuestra, que depende sólo de nuestras fuerzas? Con Jesús "se rasga el cielo": la esperanza más profunda y más vehemente de Israel y la esperanza de los hombres de todos los tiempos y lugares empieza a hacerse realidad. La relación entre Dios y la humanidad, intensamente anhelada por los hombres creyentes, es desde ahora real y visible. Lo que la ocultaba -el "cielo cerrado"- se abre definitivamente. Ya es posible, ¡por fin!, llegar a ser hombre de verdad; solamente hace falta imitar al Hijo, seguir al Nazareno. Jesús es el signo de esta relación nueva entre Dios y los hombres. Relación de amor, como debe ser toda relación entre padres e hijos. Por ser "el Hijo", Dios pone en El sus preferencias. Jesús, lleno del Espíritu, habla y se comporta siempre como Hijo, con plena docilidad a ese Espíritu. Y así, su Palabra y su comportamiento son para nosotros criterio y norma.

El que es proclamado "mi Hijo, el amado" es un hombre adulto que emprende su camino. Y en la vida, la palabra y la acción públicas de este hombre adulto, Dios se nos manifiesta. Nos vamos salvando-liberando en la medida en que hacemos nuestro este camino y lo seguimos.

Según Lucas, el cielo se abrió y bajó el Espíritu sobre Jesús mientras éste rezaba. Detalle que este evangelista siempre señala en los momentos más importantes de la vida del Maestro.

La promesa de Dios de estar con su pueblo se cumple en Jesús. Dios ha bajado porque en Jesús se da la plenitud de su Espíritu, porque en El la Imagen se identificó con la Realidad.

El ser Hijo no libra a Jesús del sufrimiento; al contrario, lo compromete en una acción por los demás, que lleva a cabo en la solidaridad y la persecución y que culminará en la cruz.

4. Sentido de nuestro bautismo

El bautismo de Jesús y la misión que inició después deben hacernos pensar en los sacramentos de la iniciación cristiana: nuestros bautismo y confirmación. El bautismo no es para quitar el pecado "original" mal entendido -seguimos siendo pecadores- ni para hacernos hijos de Dios -lo somos todos los hombres-. Nuestro bautismo es signo de nuestro compromiso de querer vivir según el camino que nos marcó Jesús, camino de justicia y libertad, de amor y paz.

El bautismo traza una linea divisoria entre quienes quieren vivir una vida de servicio, sin preocupaciones personales, pero sí preocupados por los hombres que le rodean; y entre quienes prefieren vivir una vida centrada en sí mismos, preocupados únicamente de lo que les afecta a ellos, con olvido de los demás. Línea divisoria que pasa por todos y cada uno de nosotros: una parte de nuestro ser quiere servir; otra, que le sirvan.

El bautismo de agua es la opción por la actitud de servicio bajo el proyecto de Jesús: amamos como El nos ama (Jn 13,34- 35); opción que se irá realizando a lo largo de la vida. El bautismo de deseo lo tienen aquellos que sirven a los demás y no están bautizados porque no conocen los planteamientos verdaderos de Jesús, por las razones que sean; sin olvidar a muchos que están bautizados y han renunciado a ser cristianos por identificar el cristianismo con los errores de la Iglesia institución, con sus infidelidades al evangelio.

El bautismo es signo de una continua conversión a una vida de servicio y amor, de justicia y libertad; en lucha con las seducciones del poder, del tener, del dominar, de la inmoralidad, de la pereza y de los vicios. En los que hemos sido bautizados de niños, el bautismo no conseguirá su plena realidad hasta que, ya adultos, lo asumamos por la fe. ¿Se puede llamar cristiano al bautizado que no trata de seguir en su vida el camino de Jesús? El bautismo es un comienzo; no cambia uno en seguida. Se inserta en un todo, en una vida entera. Es el signo sensible que está expresando la realización de una vida según Dios. Nos tiene que hacer conscientes de que un cristiano tiene que montar la vida exclusivamente desde el evangelio.

No podemos realizarnos cada uno en solitario. Nos pudriríamos como el agua detenida en el estanque. Tenemos que transformarnos, transformando a la sociedad en que vivimos.

A Jesús su vocación le llevó a solidarizarse con su pueblo, a tomar sobre sí los pecados de todos y destruirlos, aunque esto lo llevó a morir como mueren los hombres a los que la sociedad finge no poder tolerar por demasiado pecadores.

El camino de Jesús no acaba con El. Tenemos que continuarlo nosotros. Cada uno de nosotros, desde la aceptación personal de nuestro bautismo -opción de adultos a favor de El, por haber sido bautizados de niños-, tenemos que hacer como Jesús hizo: unirnos a todo movimiento de liberación que brote en la humanidad, a todo lo que signifique defender los derechos humanos y comenzar los que sean necesarios.

Todo lo que Jesús ha vivido nos revela todo lo que nosotros podemos llegar a ser, aunque sea en menor grado.

Nosotros, por el bautismo, también somos llamados. Hacemos realidad el bautismo según vamos respondiendo a las llamadas que nos dirige Dios cada día, en cada situación concreta. Una llamada que no es para nosotros mismos, sino para los demás: vivir para los demás, ser para los demás. Una llamada que es lo que, en último término, puede hacernos salir de la apatía y de la desesperanza y nos puede situar en nuestro puesto. ¿En qué medida colaboramos con Cristo en ayudar a los demás, en iluminar, en liberar, en construir...?

Iglesia de Cristo, ¿dónde se nos ha encallado esta barca de Pedro? ¿Por qué se empeñan tantos en retenerla lejos de la vida real de los hombres oprimidos y explotados, a los que debe ayudar a liberar, a promover, a salvar de tantas situaciones inadmisibles? ¿Cómo podremos devolverle la fuerza del Espíritu de Jesús y soltarla de tantos frenos y alianzas con los poderes políticos y económicos, que la retienen y la reducen a la impotencia en los ambientes de los hombres sencillos? No lo conseguiremos mientras la mantengamos de espaldas a la vida real de los hombres del pueblo o mirándolos de lejos y con muchas precauciones.

La misión que Jesús emprende es la de liberar al pueblo de todas sus esclavitudes: dar la "vista" a los ciegos, el "oído" a los sordos, la "libertad" a los cautivos, la "buena noticia" a los pobres... (Lc 4,18). Una misión que no se reduce al plano espiritual. Entonces: Iglesia de Cristo, ¿qué dices de ti misma?

FRANCISCO BARTOLOMÉ GONZÁLEZ
ACERCAMIENTO A JESÚS DE NAZARET - 1
 PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 313-320


3.

El Evangelio de hoy es de lo más expresivo en su redacción. Juan Bautista, dice Juan Evangelista, "vio a Jesús que venía hacia él". Parece ser que el Bautista fue completamente consciente de lo que se "le venía encima". Y no se arredró.

Juan había nacido para desbrozar terrenos, para terraplenar, para señalar con el dedo quién iba a ser el que conduciría al hombre hacia la luz. No iba a ser fácil su misión. Posiblemente en ningún momento de su vida tuvo tan clara su vocación como en el que se presentó ante él ese perfecto desconocido que le pedía, como muchos de los que con él estaban, que lo bautizase. Juan descubrió rápidamente, que estaba preparado para ello, que era el gran momento de su vida, el que había estado esperando con auténtica inquietud, aquel momento por el que se esforzaba y por el que, lo veía clarísimo, merecía la pena vivir y hasta morir. Y no dudó: bautizó a Jesús; lo calificó. Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, lo mostró y lo sigue mostrando a los hombres y personalmente quedó ligado para siempre a aquel Hombre en cuya mirada se había encontrado con Dios. No sé si en ese momento Juan vislumbró que ese encuentro le iba a costar la vida, pero si lo presumió no retrocedió un ápice su compromiso.

Juan es la perfecta figura del cristiano porque un cristiano no es otra cosa que un hombre (donde digo hombre léase mujer) que, en un momento determinado de su vida, ha visto a Jesús "que venía hacia él". Y aquí querría hacer un momento de reflexión y preguntar, o mejor, preguntarnos ¿de verdad somos conscientes como lo fue Juan, de que Jesús ha venido hacia nosotros y por eso somos cristianos? o ¿somos cristianos porque alguien se tomó la molestia de bautizarnos y seguimos en la Iglesia por una inercia acomodaticia y adormecedora? Es evidente que, en nuestra historia personal, todos podríamos señalar, sin lugar a dudas, encuentros que han incidido fuertemente en nosotros. Quizá fue el momento de elegir una profesión, o el del encuentro con la persona que, a partir de entonces, ha sido nuestro otro "yo" o el de la decisión valiente o cobarde que nos hizo distinguirnos o, por el contrario, perdernos con la corriente mayoritaria del momento. Sin equivocarnos todos podríamos dar fechas exactas o lugares inolvidables en los que esos acontecimientos se han producido. Dudo que los cristianos pudiéramos recordar ese momento en el que Jesús "vino hacia nosotros" y afianzó o cambió el rumbo de nuestra vida; dudo que podamos señalar nítidamente, como hacemos con los momentos realmente trascendentes de nuestra peripecia personal, el momento en el que decidimos SER cristianos y pongo SER con mayúscula porque el cristianismo hace referencia a la existencia sin que nada de lo que con ella tiene relación puede quedar al margen de la elección que, se supone, hemos hecho.

Estoy segura de que Juan no olvidó nunca, en el corto periodo de tiempo que le quedó para recordarlo, ese momento en el que a pleno día Jesús "vino hacia él" y le dio la seguridad absoluta de que no se había equivocado al elegir su camino. Y lo recordaría nítidamente en la cárcel cuando seguía diciéndoles a los suyos que siguieran preguntando a Jesús si debían seguir esperando o ya se había cumplido la promesa que a él lo había mantenido en pie. Y seguiría recordando este momento cuando a la cárcel entró el verdugo y de un golpe certero le seccionó la cabeza para ofrecerla, como casi siempre, a la exigencia de la estupidez humana.

Cierto que no a todos los cristianos se les pondrá en situación tan apurada y trágica como a Juan, aun cuando algunos de los que hemos conocido y seguido sí que han vivido situaciones similares en los que evidentemente, habrán recordado el momento de su encuentro con Cristo y el compromiso total que ese encuentro les ha supuesto; pero no es menos cierto que a lo largo de la vida, a todo cristiano se les presentan montones de ocasiones en las que es necesario recordar cuando decidimos que merecía la pena reconocer a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; porque es muy posible que esas ocasiones ante las que nos debatimos tengan mucho que ver con el pecado fundamental del mundo actual: el pecado de oscurecer la luz, de hacer que el hombre se centre fundamentalmente en sí mismo y considere "vivir y comer" (tomada la frase en toda su amplitud) como la finalidad primordial de su vida. Es muy posible que necesitemos precisar con toda exactitud el momento de nuestro encuentro con Cristo cuando decidimos ser honestos en la profesión, cuando aceptamos con espíritu de servicio una responsabilidad pública y sabemos dejarla sin incidir en la corrupción, el aprovechamiento propio o el abuso de poder; cuando demostramos que el amor está más allá del placer y puede durar en la alegría y el dolor, en la salud y en la enfermedad, en los gozos y en las sombras; cuando creemos de verdad que el prójimo es nuestro próximo y nada de lo que le afecte puede dejarnos indiferentes aunque ese prójimo nos parezca pequeño e insignificante. Y entonces, menos.

Nuestro mundo está empeñado y el empeño no es nuevo, en hacernos caminar en la tiniebla. El cristiano tiene un empeño completamente distinto; no es fácil conseguirlo. Por eso necesitamos tener "memoria histórica" de ese momento en el que nos encontramos frente a frente con Cristo y decidimos no solo seguirle, sino mostrarlo al mundo. Pero el problema, repito, es saber si se ha producido este momento. Juan lo tuvo y pagó por ello. No le importó. Me imagino que volvería a hacerlo cuantas veces tuviera ocasión.

ANA Mª CORTÉS
DABAR 1993/10


4.

1. Jesús, el elegido, nos unge con su mismo Espíritu

La liturgia de este domingo la debemos considerar como complemento y continuación de la de Epifanía, ya que, además de la idea de universalidad de la fe, se acentúa el papel del Espíritu Santo tanto en el anuncio como en la obra de la evangelización; tanto en el bautismo y unción de Jesús como en el bautismo de los convertidos a la fe.

El evangelio que hemos leído no es una anécdota más o menos interesante de la vida de Jesús. Es, sí, una narración que en sus símbolos y palabras nos urge a profundizar lo que anunciara el Bautista: «Yo os bautizo con agua, pero El os bautizará con el Espíritu Santo. Hoy, pues, continuaremos con nuestras reflexiones sobre el sentido de este bautismo «con» o «en» el Espíritu Santo, ya iniciadas en el segundo domingo de Adviento.

Tendremos como guía lo que nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles en su capítulo 10, analizando el texto del discurso de Pedro en todo su contexto para comprenderlo mejor.

a) La Iglesia se hallaba encerrada en Jerusalén sin comprender aún el alcance universalista del mensaje de Cristo. El mismo Pedro no encontraba el camino.

b) Fue entonces cuando entró en acción el Espíritu. Mientras Cornelio era avisado por el Señor acerca de la presencia de Pedro y de que sus oraciones habían sido escuchadas, Pedro tiene una visión en la terraza de la casa donde se hospedaba. En la visión una voz le sugería que comiera de toda clase de animales impuros para los judíos, símbolo de los paganos con quienes los judeo-cristianos no querían tener relación por temor a contaminarse cultualmente.

Pedro, sin embargo, no se atreve y sigue en sus cavilaciones cuando llegan los hombres enviados por Cornelio. Lucas nos da ahora este significativo dato: «Mientras Pedro seguía pensando en la visión, le dijo el Espíritu: "Allí hay unos hombres que te buscan. Baja, pues, en seguida y vete con ellos sin vacilar, pues Yo los he enviado..."» Importante detalle del autor de los Hechos: es el Espíritu quien envió a los delegados de Cornelio, y es el Espíritu el que envía a Pedro a la casa de Cornelio.

c) Guiado por el Espíritu, Pedro penetra en la casa del centurión romano, escucha el relato de su visión y contesta con el discurso que hoy hemos leído. En su discurso, uno de los más importantes de los Hechos, luego de testimoniar que «Dios no hace acepción de personas» y que en cualquier nación "todo el que le teme y practica la justicia le es agradable", anuncia el Evangelio de Jesucristo, recordando como primera cosa que Jesús "fue ungido por el Espíritu Santo que lo llenó de poder".

El evangelio que hoy hemos leído alude a tan importante aspecto de la vida de Cristo, en total acuerdo y consonancia con el texto de Isaías (primera lectura): "Este es mi servidor, mi elegido. Yo he puesto mi Espíritu sobre él para que lleve la justicia a las naciones".

d) Estaba Pedro aún hablando, cuando, por primera vez en la historia del cristianismo, el Espíritu Santo irrumpe sobre los paganos ante la admiración de los judeo-cristianos. Pedro reacciona ante este nuevo Pentecostés y dice: "¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?" Y Cornelio con toda su familia fueron bautizados. De esta forma Lucas, fiel al mensaje de Pentecostés, nos orienta hacia varias conclusiones de suma importancia en la vida del cristianismo:

--Al ser Jesús bautizado, el Espíritu lo consagró para una misión específica. El bautismo es la elección que Dios hace del candidato para que se comprometa de determinada manera con el proceso histórico de su pueblo.

--El mismo Espíritu obra permanentemente sobre la Iglesia para que sea fiel a la misión universalista de Jesús, bautizando a los nuevos pueblos en ese mismo Espíritu que hace de todos el único pueblo de Dios.

--El Espíritu de Dios obra en todos los hombres que buscan sinceramente la justicia, por lo que el bautismo con agua es sólo un signo de una pertenencia interior al Reino. Una nueva lectura del texto de Mateo nos hace descubrir, al mismo tiempo, otros interesantes puntos de reflexión.

2. Amplio significado del bautismo en el Espíritu

Ya sabemos cómo los evangelistas insisten en que el bautismo de Jesucristo, bautismo en el Espíritu, es mucho más que el bautismo con agua que administraba Juan. ¿Qué puede significar este nuevo bautismo? a) Por un lado, como ya lo hemos visto varias veces, el Espíritu (soplo, viento) se manifiesta como la «fuerza o poder de Dios», que empuja como viento impetuoso tanto a Jesús como a los apóstoles a cumplir la obra salvadora.

En este sentido, bautizarse en el Espíritu es recibir el poder de Dios, que despliega en el mundo una acción liberadora: "Yo, el Señor, te he llamado con justicia como luz de las naciones, para que abras los ojos a los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas." El elegido por el Espíritu «promoverá fielmente el derecho y no vacilará... hasta implantar la justicia en la tierra y las leyes que esperan las islas» (primera lectura).

El bautismo cristiano es concebido como una tarea del Espíritu por medio de la cual unge o consagra al bautizado para una misión específica; separa al hombre y lo elige para un determinado plan; de aquí que en el momento de ser bautizados se nos da un «nombre», una cédula de identidad que nos identifica como pertenecientes al pueblo de Dios, como miembros adultos y responsables.

Es un bautismo dinámico como lo fue el de Jesús, quien en seguida después de ser bautizado, más que por Juan por el Espíritu, inicia la predicación y realiza sus milagros, verdaderos signos de que lo anunciado por Isaías es ya una realidad.

Podemos decir, entonces, que bautizarse en eI Espíritu es sentirse «elegido-sostenido- llamado-llevado de la mano-formado-constituido» como "servidor de Dios", como hombres destinados a ejercer la profesión de libertadores y evangelizadores.

Sintetizando este primer aspecto, releemos la frase de Pedro: «Dios ungió a Jesús de Nazaret -con el Espíritu Santo- llenándolo de poder.» b) Pero también nos dice Mateo que, al ser bautizado Jesús, el Espíritu descendió sobre él "en forma de paloma". Este símbolo no está puesto en vano en el texto.

ES/PAJARO ES/SIMBOLOS: En efecto, el pájaro, debido a sus particulares cualidades «espirituales» (vuela, se mueve con rapidez y agilidad, asciende y desciende apareciendo en cualquier parte, se remonta hacia el cielo y baja desde las nubes, es empujado por el viento, actúa con soberana libertad, etc.), es un símbolo de esta presencia tan especial del Espíritu Santo en sus elegidos.

Siguiendo este simbolismo, podríamos decir que el Espíritu nos vuelve pájaros, quitándonos la pesadez y las ataduras de un hombre oprimido y alienado, para orientarnos hacia alturas insospechadas. (Observemos de paso que en las antiguas mitologías el pájaro era símbolo de apetito de trascendencia del hombre y de su carácter casi divino. Basta recordar el mito de Icaro que pretende llegar hasta el sol como un pájaro que supera la aplastante situación del hombre.) Como primera conclusión de estas reflexiones del texto de Mateo, podemos entrever por qué los evangelistas asignan tanta importancia al bautismo, y qué lejos está este bautismo de ese rito tradicional en el que, si no hay signos del Espíritu, hasta la misma agua parece escasear.

Entendemos, por lo tanto, que la renovación de la pastoral del bautismo no puede hacerse de espaldas a todo el contexto que supone el bautismo. Siempre el candidato al bautismo ha de ser un hombre adulto capaz de asumir su misión específica de liberador y evangelizador; y aun cuando el rito bautismal se ejerza sobre recién nacidos, queda en pie la necesidad de que ese bautismo, sólo en semilla, madure hasta alcanzar las dimensiones que le asigna el Espíritu.

La discusión sobre el bautismo no es un problema de edad del candidato, sino de madurez a la que el candidato es llamado. No basta bautizar a los niños; hace falta que los bautizados por el rito se sientan elegidos y acepten libremente esa elección, dejándose invadir por el Espíritu que los invita a una tarea no ciertamente fácil.

También nosotros estamos bautizados ritualmente, pero ¿es eso todo lo que nos dice el Evangelio? ¿Tendrá nuestra comunidad cristiana el coraje de afrontar este problema sin ponerle trabas al Espíritu...?

3. Nuevas implicaciones del bautismo del Espíritu

Sin desprendernos de los textos que hoy ocupan el centro de nuestras reflexiones, podemos descubrir, aunque sólo sea brevemente, otros aspectos de este ser bautizados con el Espíritu Santo. ¿Qué más implica este bautismo? a) Implica una actitud de apertura y obediencia a Dios, que nos trae sus criterios amplios y trascendentes frente a tanta miopía y chatedad. ¿Ejemplos?

Cornelio, que se abre a la voz divina y envía a sus hombres por un desconocido, judío por añadidura. Pedro, tan encerrado en su miedo y en su tabú de no mancharse con el contacto de los paganos, que se deja llevar por la voz del Espíritu, como lo hiciera el día de Pentecostés. Otro ejemplo es María, sobre cuya apertura al Espíritu hemos reflexionado semanas atrás. También Pablo tuvo que abandonar su actitud de odio a la Iglesia para hacer el camino totalmente a la inversa...

Conclusión: condición esencial para recibir el bautismo del Espíritu es desprendernos de nuestro ego, de nuestros esquemas cerrados, de nuestra dulce comodidad. Necesitamos dejarnos invadir por este viento renovador que nos lleva mucho más allá de nuestros cálculos y especulaciones, de nuestras tradiciones, teologías y códigos religiosos.

b) Implica un compromiso con la justicia y la salvación de Dios. Jesús, después de su bautismo, «pasó haciendo el bien, curando a los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él» (segunda lectura).

c ) Exige que trabajemos por la unidad y la reconciliación de todos los hombres: "Yo te constituí lazo de unión entre los pueblos" (Isaías); «Dios no hace acepción de personas» (Pedro).

d) Exige la vivencia de la igualdad y de la real fraternidad: el Espíritu, al hacernos miembros del único cuerpo de Cristo, nos transforma en hijos muy queridos de Dios, unidos por una fraternidad de lazos más estables que los de la raza o la cultura.

Como vemos, no hace falta buscar más textos bíblicos para comenzar a comprender lo que significa este bautismo del Espíritu. Lo que sí debe preocuparnos es hasta qué punto tan hermosas reflexiones pueden transformarse en actitudes y en hechos concretos. En efecto, todos estamos bautizados con agua según consta por nuestro certificado de bautismo. Ahora nos queda lo más importante: dejarnos invadir por la fuerza del Espíritu.

Para esto, será conveniente que no pasemos por alto un significativo detalle: el Espíritu obra en quienes saben recogerse en la oración y la reflexión de la Palabra de Dios. En efecto: el Espíritu desciende sobre Jesús después de sus cuarenta días en el desierto; habla a Cornelio, hombre "piadoso y temeroso de Dios que continuamente oraba a Dios" (He 10,2), y le habla a Pedro cuando éste estaba en la terraza «hacia el mediodía para hacer oración» (10,9).

Quizá hoy toda la Iglesia necesite apartarse un tiempo en el desierto para purificarse de tanto polvo acumulado en los siglos, dejándose invadir por el Espíritu, que sopla fuertemente sobre muchos hombres que aman la justicia. No es la polémica ni la defensa ciega de privilegios y tradiciones el mejor marco para escuchar al Espíritu.

No es el apego a nuestra comodidad la mejor oportunidad para comprometernos con esta misión, clara y precisa, a la que el Bautismo del Espíritu nos convoca. Un poco de meditación y de oración puede abrir en nuestra vida esa ventana por la que el pájaro de la libertad puede penetrar para posarse sobre nosotros, elegidos como luz de los pueblos...

SANTOS BENETTI
CRUZAR LA FRONTERA. Ciclo A. 1º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1977.Págs. 178 ss.


5.

"MIRAD A MI SIERVO".

Jesús comienza su vida pública con un gesto sorprendente: "se presentó a Juan para que lo bautizara... (Mt 3, 13) y -él los bautizaba en el río Jordán, a medida que confesaban sus pecados" (Mt 3, 6).

¿Dónde están los pecados de Jesús para que vaya a bautizarse? ¿Qué conciencia tenía Jesús de sí mismo? O bien ¿qué opinaba de la doctrina de Juan? Al menos estaba de acuerdo con su predicación: "enmendaos, que está cerca el reinado de Dios". Con las mismas palabras comenzará Jesús la suya (Mt 4, 17). Después de la Resurrección, la iglesia apostólica tendrá que hacer algunos arreglos para atreverse a presentar a Jesús en la fila de pecadores que solicitan el bautismo de Juan en la orilla del río Jordán.

"Mirad a mi siervo" en la fila de los pecadores. Es solidario. Se acerca a la realidad del hombre y de la sociedad. Redimirá desde la encarnación. Establece contacto directo; no hablará desde las alturas del poder, ni desde teorías evadidas. Está inmerso en la realidad.

Sigue a Juan Bautista. Se separa ya desde el comienzo, de las teorías y prácticas de los fariseos y saduceos. Cree que no es la vuelta a la Ley, como principio de orden y disciplina exigente, lo que salvará la situación. Ni tampoco la oración evadida de los monjes de Qumrán. Ni la violencia de los zelotes para expulsar a los romanos del país. Como Juan, cree en un cambio de relaciones de los hombres entre sí: "enmendaos". Todavía no se trata de una conversión a Dios. Antes, como Juan, cree que los hombres hemos de cambiar de conducta dejando la injusticia, el egoísmo, la idolatría del dinero y conducirnos según la solidaridad, el amor y la misericordia con nuestros hermanos. Después podremos creer en Dios, convertirnos a El, Padre de todos y haremos posible su reinado. La justicia es el primer paso hacia la fe. "Enmendaos". Por eso Jesús acude a Juan para bautizarse. Está de acuerdo con la ruptura de la que este bautismo es signo; ruptura con el pasado, para hacer posible la llegada del Reino de Dios. "Mirad a mi siervo... para que traiga el derecho...promoverá fielmente el derecho...implantar el derecho en la tierra". La justicia que salvará a los pobres es la misión del siervo de Yavhé: "enviado a anunciar la salvación a los pobres" (prefacio del día).

ALGUNAS CONSECUENCIAS

Hoy más que nunca es necesario acercarnos a los demás, sobre todo a los pobres y a todos los que sufren. Para detener la ola de egoísmo que reduce al hombre a su casa en busca de bienestar egoísta, evadido y culpable. El acompañamiento de los pobres requiere mucho más que limosnas de dinero; exige amor, presencia cercana, acogida, reestructuración de valores en función de la solidaridad, la organización no puede separarnos del contacto directo y la proximidad afectiva y personal, porque sólo el amor salva.

Jesús no se avergonzó de pasar por un pecador más. ¿Nos avergonzaremos de mancharnos con las miserias de nuestros hermanos? ¿Les rechazaremos por escándalo farisaico?

"HACIENDO EL BIEN Y CURANDO"

"Curando a los oprimidos por el diablo". No puede darse un resumen mejor de la vida de Jesús: misericordia y liberación. De ambas hizo el sentido de su vida como enviado del Padre. Las practicó inteligentemente, llegando a unos extremos sorprendentes por los que se revela la novedad de Dios.

Amó hasta el extremo. Quiso acercarse a los más alejados y desfavorecidos, para mostrarles las preferencias de su Padre a favor de ellos. Con ello provocó el escándalo de los buenos y se firmó su propia sentencia de muerte. No exigió nada a cambio al acercarse a los pobres y pecadores; ni siquiera su conversión como condición previa. Les amó sin límites. Con ello revelaba un nuevo rostro de Dios misericordioso. ¿Cuándo nos convertiremos nosotros al amor sin límites?

La misericordia entrañable que mostró Jesús con los más oprimidos puede sensibilizar nuestras entrañas, deshumanizadas por el consumismo y la inconsciencia. Cuando una tercera parte de la humanidad posee el ochenta por ciento de los recursos del mundo, quien cree todavía en Dios, solo puede levantar a El la mirada, limpiándose antes del pecado del mundo. Este pecado se perdona sólo con la solidaridad efectiva, El otro aspecto de la vida de Jesús fue liberar a los oprimidos. Supone ser críticos ante las opresiones, ver sus causas a la luz del evangelio, denunciarlas, implicarse en la lucha en contra, caminar al lado de los oprimidos. La xenofobia, el rechazo a los marginados, la visión superficial de la delincuencia, la rentabilidad económica por encima del valor de las personas, etc. son todo lo contrario de la actitud liberadora de Jesús.

Sólo puede liberar a otros el que es profundamente libre. Liberar es ayudar a que cada uno asuma su vida, saque sus recursos, sea cada vez más responsable y crezca. No es sólo una batalla o empresa personal; también implica la destrucción de las estructuras opresoras y la creación de espacios de libertad y de amor.

LA TEOFANÍA

La comunidad apostólica, iluminada por su experiencia pascual, transforma en una teofanía trinitaria el bautismo de Jesús a manos de Juan en el río Jordán. El Padre le presenta; el Espíritu Santo se posó sobre el Hijo; la voz venida de lo alto, los cielos abiertos, todo enmarca la presentación primera de Jesús, contemplado desde Pascua. Sólo falta que el río Jordán también detenga su curso y se abra al paso de Jesús, como se abrió el Mar Rojo al paso de Moisés y su pueblo. Lo ocurrido en el Jordán es presentado como signo de la realidad que hay en Jesús. Juan no lo sabía bien; la comunidad apostólica ya lo sabe y lo cree, por eso lo proclama.

NUESTRO BAUTISMO

Como Jesús de Nazaret quiso afiliarse al grupo de Juan porque le convencía su postura ante Dios y ante la sociedad, también nosotros nos hemos bautizado en el nombre del Señor porque creemos en El como el enviado del Padre para la salvación de nuestro mundo. Cuando nos hemos hecho adultos en la fe, hemos asumido nuestro bautismo, recibido por la mayor parte de nosotros de recién nacidos. Ahora sabemos a qué nos compromete y lo aceptamos con gusto: a hacer el bien y a liberar a los oprimidos. Misericordia y liberación. Acoger al que sufre; escuchar con empatía; no huir de los marginados ni defenderse de los que tienen problemas; luchar contra las causas del paro laboral, del alcoholismo y otras drogas; defender los derechos de los oprimidos; gritar por los que no tienen voz; amar con obras y de verdad. Este es el mensaje de Jesús y nuestro compromiso bautismal.

LORENZO TOUS
DABAR 1993/10


6.

1. Todo lo que Dios quiere.

En el evangelio, Juan, el precursor, no se atreve a bautizar al que viene detrás de él y ha sido anunciado por él; pero Jesús insiste porque debe cumplirse todo lo que Dios quiere (la justicia). La justicia es la que Dios ha ofrecido al pueblo en su alianza y que se cumple cuando el pueblo elegido le corresponde perfectamente. Esto es lo que sucede precisamente aquí, donde Jesús será la alianza consumada entre Dios y la humanidad, pero no sin la cooperación de Israel, que ha caminado en la fe hacia su Mesías y que debe incluir esta su fe en el acto divino de la gracia. Teniendo en cuenta la humildad del Bautista, parecía más conveniente dejar a Dios solo la gracia del cumplimiento, pero ahora es más adecuado que resplandezca su obediencia. Muchos años después de la primera epifanía con la adoración de los Magos, tiene lugar ahora la segunda epifanía con la apertura del mismo cielo: el Dios unitrino confirma el cumplimiento de la alianza; la voz del Padre muestra a Jesús como su hijo predilecto y el Espíritu Santo desciende sobre él para ungirlo como Mesías desde el cielo.

2. La luz sobre Israel.

Isaías, en el texto elegido como primera lectura, habla del elegido de Dios, que no es Israel como pueblo, sino una figura determinada. Esto queda definitivamente claro cuando Dios dice: «Te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones». La alianza con Israel está ya pactada desde hace mucho tiempo, pero Israel la rompió, y ahora este elegido viene a concluir la alianza con Israel de un modo nuevo y definitivo. Jesús es la epifanía de la alianza cumplida: es hijo de Dios y de una mujer judía, Dios y hombre a la vez, la alianza concluida indestructiblemente. Y como tal es la luz de los pueblos paganos a la vez que encarna en sí mismo el destino de Israel: llevar la salvación de Dios hasta los confines de la tierra. Jesús llevará a cabo esta potente iluminación del mundo en la humildad y el silencio de un hombre concreto, «no gritará», no actuará con violencia porque «no apagará el pábilo vacilante»; pero precisamente en este silencio «no vacilará» hasta que la justicia de la alianza de Dios se implante en toda la tierra. El es la luz que se eleva sobre la trágica historia de Israel, pero también sobre la trágica historia del mundo en su totalidad: él «abre los ojos de los ciegos», saca a la luz a los que están encerrados en sí mismos, a los que habitan en las tinieblas.

3. En la segunda lectura Pedro nos dice que la unción de Jesús por el Espíritu Santo, cuando fue bautizado por Juan, era el preludio no sólo de su actividad en Israel, sino también de su actividad por toda la humanidad. Pedro pronuncia estas palabras después de haber bautizado al centurión pagano Cornelio y haber comprendido «verdaderamente que Dios acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea». También la actividad mesiánica de Jesús en Israel -donde «pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él»- estaba ya concebida para todo el mundo, como lo muestran los evangelios, que informan sobre todo esto y están escritos para todos los pueblos y para todos los tiempos. En la acción bautismal del Bautista, Israel crece más allá de sí mismo: por una parte se convierte en el «amigo del Esposo», en la medida en que se alegra de haber colaborado para que Cristo encontrara a la Iglesia universal como su esposa; pero por otra parte está dispuesto a «disminuir» para que el Amigo "crezca", y, en esta humilde «disminución» dentro de la Nueva Alianza, se equipara a la «disminución» de Jesús hasta la cruz, concretamente visible en la degollación del Bautista.

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 32 s.


7.

Frase evangélica: «Éste es mi hijo, el amado, el elegido»

Tema de predicación: LA INVESTIDURA DEL MESÍAS

1. El evangelio comienza con la aparición de Juan, cuyo bautismo no es mero rito de ablución o simple agregación al pueblo judío, sino conversión, vuelta a la alianza, nuevo nacimiento. Sin embargo, Juan entiende al juez escatológico como un ser terrible y entregado al exterminio de sus enemigos. La muerte de Jesús no encaja con sus esquemas; por eso duda en bautizarlo. Jesús, con la plenitud del Espíritu, está inmerso en la masa de pecadores que, mediante un bautismo de perdón, inician un camino de libertad y de liberación.

2. El bautismo de Jesús -primera manifestación de su ministerio público- es signo de su compromiso con la justicia del reino de Dios. La voz del cielo (voz de Dios) ratifica el compromiso de Jesús, el cual está en total «apertura» a Dios para realizar la nueva creación, figurada por el descenso de la «paloma». Afirmar que Jesús es el Hijo predilecto significa su entronización como rey escatológico.

3. La misión de la Iglesia y de los cristianos consiste en que se cumpla la justicia de Dios, lo cual incluye dos cosas: total sumisión a la voluntad del Dios del reino y completa solidaridad con el pueblo de Dios. Por haber practicado durante siglos el bautismo de niños como rito religioso, sin compromiso efectivo con la justicia, hemos desnaturalizado el mundo sacramental. Necesitamos revalorizar el significado del agua bautismal y la donación del Espíritu para aceptar el nuevo nacimiento, la conversión cristiana; el compromiso de una vida renovada.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Qué semejanzas y diferencias vemos entre el bautismo de niños y el de adultos?

¿Es nuestro bautismo un sacramento de fe y de compromiso?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 104 s.

HOMILÍAS 8-14