48 HOMILÍAS PARA EMPEZAR EL AÑO
(1-10)

 

1. M/MADRE-DE-D.

Todavía estamos en Navidad. Lo que celebramos es que Dios se ha acercado a nosotros y nos ha enviado al Salvador, Cristo Jesús. Si los sacerdotes del templo de Jerusalén bendecían a sus fieles de parte de Dios con la fórmula que hemos leído en la primera lectura, los cristianos sabemos que hemos sido bendecidos por Dios en plenitud cuando nos ha enviado a su Hijo. Esta noticia es motivo de gozo para todo el año que ahora empieza: "nos llena de gozo celebrar el comienzo de nuestra salvación" (oración sobre las ofrendas).

J/NOMBRE:Todavía resuenan los ecos de hace ocho días: "y le pusieron por nombre Jesús". "Jesús", o sea, "Dios-salva". Un nombre lleno de sentido: es Él el que da sentido y luz a toda nuestra historia. Enviado por el Padre, se ha hecho de nuestra familia para hacernos a nosotros miembros de la familia de Dios.

CR/HIJO-DE-D: El efecto fundamental de toda la Navidad se ve también hoy subrayado: "envió Dios a su Hijo... para que recibiéramos el ser hijos por adopción" (segunda lectura). Somos hermanos del Hijo, por tanto, hijos y herederos también nosotros. No esclavos. Hijos. Y por eso, movidos desde dentro por el mismo Espíritu que movía a Jesús, podemos exclamar "Abbá, Padre". Se trata de una visión teológica y espiritual de la Navidad que conviene que todos vayamos asimilando, para dar profundidad a su celebración y colorear con su gozo el comienzo del año.

Empieza bien el año 199... Dios nos presenta el mejor programa: pase lo que pase en sus doce meses, nos ha hecho hijos en el Hijo. La fiesta de hoy además se centra en el recuerdo entrañable de María. Es una fiesta que nos invita a "celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la que merecimos recibir al Autor de la Vida" (Pablo VI, Marialis Cultus 5). Es la fiesta mariana más antigua de la Iglesia romana, y ahora ha quedado muy bien encuadrada en la octava de la Navidad en vez del 11 de octubre, donde estaba antes. Es bueno empezar el año recordando a "aquella de quien hemos recibido a tu Hijo JC" (oración colecta), y escuchando a Pablo que dice que "envió Dios a su Hijo nacido de una mujer" (segunda lectura), y al evangelio que nos la presenta profundizando en el misterio de la Navidad: "y María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón". Nadie mejor que ella, la Madre, nos puede servir de modelo para la acogida y la celebración del nacimiento del Hijo de Dios en nuestra historia y en nuestra vida.

El recuerdo gozoso de la Madre del Salvador es para los miembros de la Iglesia entera algo muy propio y cercano. El comienzo de la salvación en la Navidad es también comienzo de la historia de la que luego iba a ser su comunidad, la Iglesia.

El que ahora es niño recién nacido será pronto el Señor que nos salva atravesando su Pascua. La que ahora es Madre del Mesías, será proclamada como Madre de todos los discípulos, precisamente al pie de la cruz.

No es extraño que haya sido en esta misa del 1 de enero la primera vez que en el Misal Romano reformado apareciera la expresión "Madre de la Iglesia": "proclamamos a María, Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia..." (postcomunión).

Así, el recuerdo navideño de Jesús, el Salvador, y de su Madre María, también Madre nuestra, nos sirven para comenzar el año con una celebración gozosa de la fe.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1989, 1


2. 

LA MIRADA DE DIOS DESPIERTA LA PAZ EN NUESTRO CORAZÓN.

-"El Señor te bendiga y te proteja". En este inicio de año, imploremos la bendición de Dios sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre nuestro país y sobre el mundo entero. La paz se encuentra entre los anhelos más profundos de todos los corazones, pero parece un ideal inalcanzable; y ¿de dónde provendrá? Del rostro que el Señor ilumina sobre ti (1a.lect.).

Una mirada dura y agresiva despierta sentimientos de malestar, de oposición, de guerra. La mirada feliz del padre y de la madre engendran, en cambio, paz y bienestar en el corazón de los hijos. La mirada de Dios está siempre dirigida sobre nosotros: el Padre mira benévolamente a su Hijo y a toda la familia humana, convertida en familia suya. Esta mirada despierta la paz en nuestro corazón (y ¿de dónde nace la paz sino del buen corazón que hay en cada hombre?). En la mirada serena de tantas imágenes de María con su Hijo tenemos como una representación (como un "sacramento") de esta mirada de Dios capaz de restaurar nuestros corazones. Y en la mirada embelesada de tantas madres hacia su hijito en brazos tenemos también un signo de la bondad de los hombres y de la humanidad de nuestro Dios. ¿Y cómo podemos volver nuestros ojos a su mirada y no sentir que nuestro corazón se pacifica y que nuestros brazos se mueven de un modo eficaz para "luchar" (porque se trata de un verdadero "combate") por la paz?.

-"Cuando se cumplió el tiempo".-El día sigue a la noche, una semana a otra, y un año a otro año en una sucesión indefinida, monótona e igual. ¿Igual? A partir del momento en que "envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley" no podemos hablar ya de esta manera: Dios se hace presente en el tiempo, se hace tiempo (porque el hombre es tiempo), y el tiempo llega así a su plenitud. Para el cristiano, el tiempo señala, pues, un progreso. Pero la plenitud no es el hombre, ni ningún superhombre, sino el hombre JC, que también progresa en el tiempo, de Navidad a Pascua, y que nos lleva a todos en su mismo movimiento. Sí, también nosotros crecemos, progresamos en el tiempo, de Navidad a Pascua: de nuestro nacimiento a nuestra muerte, que es el día del encuentro con el Señor: cuando contemplaremos, ya sin ningún velo, su mirada luminosa que nos dará la paz y la alegría plenas. En este inicio del año, en el que muchas veces oímos comentarios más bien grises (el tiempo todo lo destruye, todo lo aja) vale la pena recordar las palabras de San Pablo: "no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día" (2Co/04/16; 2Co/05/01). ¿Tan sólo bellas palabras? No: "Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: "Abba! Padre" "Le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción".-Jesús, es decir, Yahvé salva. He aquí al salvador, desde el interior, de este tiempo que transcurre y que todo lo arrastra; el salvador del odio que anida en el corazón de los hombres y de los pueblos y que conduce a la guerra; el salvador de esta dinámica que parece fatalista, que lleva a oposiciones y arrastra a la guerra. "Yahvé salva" ¿Música celestial? ¿O bien haremos como María ("conservaba todas estas cosas meditándolas en nuestro corazón")? El recuerdo arraigado, la meditación del misterio de Navidad en profundidad, nos hará colaboradores de esta obra salvadora de Dios: no sólo contempladores del don de Dios y disfrutadores de una paz interior, sino agentes activos en nuestra convivencia diaria y en el campo social y político. Jesús no gozó beatamente de la complacencia del Padre, sino que se comprometió activamente en la sociedad de su tiempo... hasta dejar la piel.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1991, 1


3.

En el gozo de esta celebración, que da origen al calendario y a la esperanza, está presente esta mujer singular que saludamos y veneramos como Santa María, Madre de Dios. El Señor que decidió hacerse hombre entre los hombres, quiso hacerlo a nuestro estilo, naciendo de mujer, como subraya S. Pablo, para elevar a una criatura al rango de Madre de Dios. Por eso, por habernos dado como fruto de su vientre a Jesús, Hijo de Dios, todos los hombres hemos sido encumbrados con la categoría de hijos de Dios por María. De suerte que ella es también Madre nuestra. Y es reina de la paz, porque la paz es el hijo de sus entrañas y paz es su maternidad sobre el género humano. Reina de la paz es la última de las advocaciones con que la festejamos, tras el rosario, en una inacabable letanía de invocaciones.

La paz, como la creación entera, es gracia de Dios que se nos ha confiado para que la gestionemos, la realicemos y la disfrutemos.

De ahí nuestra responsabilidad. Durante miles de años, el hombre ha ido cobrando conciencia de su poder, recibido del creador. La ciencia y la técnica, obra de nuestras manos por la gracia de Dios, nos ha posibilitado enormemente esta tarea. Cada día mejora nuestro conocimiento del mundo y de las posibilidades que encierra para nosotros.

Podríamos haber diseñado un mundo y una sociedad feliz, en paz, pero nos ha faltado buena voluntad. Y el resultado es nuestra frustración. No hay paz, porque estamos en deuda con una naturaleza que hemos explotado y maltratado absurdamente. No hay paz, porque nos hemos repartido desigualmente y por la fuerza de las guerras una tierra recibida en herencia para todos. No hay paz, porque intentamos construir nuestro bienestar particular a costa de los otros y explotando a nuestros semejantes. No hay paz, porque en vez de compartir nuestra abundancia, especulamos con la escasez para justificarnos frente al hambre y la miseria de los demás. No hay paz, ni la vemos cercana, a pesar de estar delante de nuestras narices, porque hemos perdido la inocencia y hemos renunciado a la buena voluntad. Hemos pervertido el sentido de la vida, el mayor don de Dios, convirtiéndola en muerte, en lucha a muerte por la vida.

-Paz a los hombres de buena voluntad.
-No somos inocentes, porque hemos manchado nuestras manos y nuestra mente con toda suerte de injusticias. Pero Jesús nos ha franqueado el camino que conduce a la justicia y a la paz. En Jesús hemos sido reconciliados con Dios, alcanzando el perdón por nuestra injusticia. Por Jesús es posible la reconciliación entre todos los hombres de todos los pueblos. Pero hay que cambiar la mala voluntad, que padecemos y fomentamos, en buena voluntad, en voluntad de hacer el bien y practicar la justicia.

La eucaristía es la fiesta del amor de Dios y del amor de la familia humana, es una fiesta de reconciliación y de perdón, es una fiesta de buena voluntad y de esperanza. Cada vez que celebramos este misterio, nos acercamos a la paz, si, depuesta nuestra mala voluntad, hacemos acopio de buena voluntad para volver a la justicia primera, el único camino que conduce a la paz con Dios, con la naturaleza, con los hombres y con nosotros mismos. Que el Señor nos bendiga con la paz.

EUCARISTÍA 1989, 1


4.

-1a.lectura.-Espléndido texto vétero-testamentario, que puede ser leído como una invocación sobre el pueblo cristiano al iniciar un nuevo año. ¡Que el Señor siga bendiciéndonos y protegiéndonos, iluminando su rostro sobre nosotros y concediéndonos la paz! No son solamente palabras hermosas y deseos románticos. Navidad nos trae el mensaje de que Dios nos ama, de que comparte nuestra condición. ¿Cómo no hará que su rostro se ilumine sobre una humanidad cuyos destinos ha hecho suyos? En una situación difícil e inestable como la nuestra, en plena crisis económica y con dificultades para los creyentes, ¡resulta tan confortante la lectura de este texto al iniciar un nuevo año!

-2a.lectura: Contiene una alusión muy antigua a María: envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley". Jesús nace bajo la Ley, como todo israelita, y de una mujer, como todo hijo de nuestra raza. Y, por obra de este extraordinario intercambio (recordemos "oh admirabile commercium"), nosotros somos rescatados del dominio de la Ley y obtenemos la condición de hijos de Dios. Por eso podemos dirigirnos a Dios con la invocación confiada de Jesús -"abba"-. Es decir, podemos hacer nuestra su experiencia de Hijo, su familiaridad y su herencia.

Por algo hemos recibido su mismo Espíritu. Estamos en la plenitud de los tiempos. Porque el tiempo no es un simple fluir incesante de instantes exactamente iguales el uno al otro (nueva alusión al paso del tiempo, tema de Año nuevo, sino que tiene un movimiento interior: tiene un momento de plenitud, desde que "envió Dios a su Hijo", que supone un giro en las relaciones de los hombres con él.

3.evangelio.-La imagen de Navidad se nos presenta de nuevo en aquel evangelio de la octava, continuación del de la noche de Navidad: los pastores encuentran "a María y a José y al niño acostado en el pesebre". Y se convierten en modelo para nosotros: "se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto". Es la experiencia que arde en su interior y que tienen que proclamar. A los cristianos de hoy, que celebramos la fiesta de Navidad, quizás nos falte esta intensidad de quien ha contemplado con los propios ojos. Tal debería ser el fruto de estas fiestas: dejarnos empapar por este dato básico, original, maravilloso, capaz de transfigurarnos y de convertirnos en mensajeros de la Buena Nueva y de maravillar a los que nos escuchan. Quizás nos falte la sencillez de los pastores y la inmediatez del descubrimiento. O la memoria contemplativa de María, que "conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón".

El rito de la circuncisión enlaza el evangelio con la segunda lectura: Jesús nace bajo la Ley. Con esta ocasión tiene lugar la imposición oficial a aquel niño del nombre de "Jesús", que significa Salvador, "como lo había llamado el ángel antes de su concepción"; es decir, nombre que viene de lo alto, de Dios. En este caso no expresa un deseo -que Dios nos salve- ni una simple afirmación general de fe -Yahvé salva-, sino la misión de este niño: él es "Dios Salvador".

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1983, 1


5.

El nuevo año acapara hoy nuestra atención y la de todos nuestros conciudadanos. También como comunidad cristiana, hoy celebramos la solemnidad de la Madre de Dios y, por voluntad de Pablo VI, el Día de la Paz.

-LAS ACTITUDES DE MARÍA. En el fragmento evangélico que acabamos de escuchar, se nos presenta la actitud de María ante el acontecimiento del nacimiento de su hijo con estas palabras: "María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón". San Lucas, con este expresión, que se repetirá más adelante (v. 51), nos quiere indicar que María considera los acontecimientos de Belén como señales que anuncian el sentido de la vida de Jesús y, sobre todo, el misterio pascual. Eso quiere decir que la Madre de Jesús los vivía, no de una manera superficial o puramente sentimental, sino que los conservaba en su corazón, en los más íntimo de su persona y se esforzaba por entenderlos cada vez más y mejor.

Esta es la actitud que deberíamos tener también nosotros. Es verdad que nos cuesta, que hay muchas cosas que nos distraen, que absorben nuestra atención... pero hoy la Virgen María se nos presenta, una vez más, como lo que realmente es ella: la primera y más excelsa cristiana y por ello nuestro modelo indiscutible.

No "pasemos" de esta llamada de hoy. Procuremos, como ella, profundizar en el misterio de Navidad. No nos quedemos simplemente en la poesía, en el sentimiento, en los externo...

Pensemos qué nos dice ahora, hoy y aquí el hecho de que el Hijo de Dios naciera en un pesebre. Precisamente esta es la señal dada por los ángeles a los pastores. La señal no es ningún palacio, ninguna persona poderosa: es, simplemente, un recién nacido colocado en un pesebre. Pensemos también cómo se realizó la primera evangelización (anuncio de la Buena Nueva). No fue dirigida a personas influyentes, sino a unos pastores que se encontraban acampados fuera de la ciudad. Si creyésemos que la evangelización ha de hacerse empezando por los "dirigentes" de la sociedad, ya habríamos empezado con mal pie.

Son dos ejemplos, pero hay otros que hemos de tener en cuenta, para guardarlos en nuestro corazón. Profundicemos de una manera seria en el mensaje de Navidad, no nos quedemos simplemente en la corteza, en la periferia, en puros sentimentalismos estériles... María, la Madre de Jesús, nos lo enseña.

-EL DÍA DE LA PAZ. También va bien recordar, en el Día de la Paz, que María al dar a luz, da al mundo a Jesús, al "Príncipe de la Paz", al que es la misma Paz. La Virgen María, modelo y signo de la Iglesia, nos indica que también nosotros hemos de ser portadores de paz a nuestro mundo. Pensemos en los conflictos actuales, oremos para que se solucionen pacíficamente. Pero seamos a la vez lúcidos para descubrir las causas de tales enfrentamientos. No es este el lugar ni el momento de hacer un análisis, pero no es difícil descubrir que en el origen de casi todos, existen situaciones de injusticia, intereses políticos, económicos... Sí, oremos, pero procuremos también mantener bien abiertos los ojos, a fin de denunciar las causas que provocan las guerras. Presionemos a nuestros gobernantes para que sean, aquí y en las organizaciones internacionales, defensores firmes de la no violencia, para solucionar las situaciones conflictivas que se dan en nuestro mundo.

De la misma manera hemos de tener presente, que en nuestro ambiente (familiar, vecinal, profesional...) pueden existir situaciones conflictivas. Haríamos mal en preocuparnos por la paz de los que están lejos de nosotros si nos despreocupáramos de sembrarla a nuestro alrededor. Reflexionemos y pensemos que si queremos de verdad la paz, no basta con un apretón de manos o una palmada en la espalda... hay que descubrir las causas de las tiranteces y poner remedio.

"No habrá paz si no se respeta la conciencia de la persona". Es el lema del Día de la Paz de este año. La conciencia es el núcleo secretísimo y el sagrario del hombre, donde se encuentra él solo con Dios, la voz del cual resuena en su intimidad. Incluso si el hombre se equivoca en su camino, no por eso pierde su dignidad. 

La sociedad debe, no sólo no poner obstáculos, sino ayudar al hombre para que pueda, con absoluta libertad, acceder a la verdad y al Bien, y actuar de acuerdo con ellos. Si no se hace de esta manera, no se trabaja realmente por la Paz.

-LA BENDICIÓN DE DIOS EN EL NUEVO AÑO. Y finalmente, en este día de año nuevo, viene como anillo al dedo la bendición del libro de los Números, que hemos leído como primera lectura.

El hombre bíblico era consciente de que, por sí mismo, no podía alcanzar la felicidad que tanto anhelaba. La bendición era una forma de reconocer que este anhelo no se podía obtener sin la intervención de Dios, autor de la felicidad plena. Por eso, para obtenerla, era necesario llevar una vida en unión con El (es éste el sentido de las expresiones: "ilumine su rostro sobre ti", "se fije en ti"...).

Los bienes otorgados por esta comunión son principalmente la paz pero, poco a poco, el hombre bíblico se da cuenta de que la felicidad completa será la misma presencia de Dios en todas las circunstancias de la vida. Cristo es la verdadera bendición de Dios, El nos da la auténtica felicidad. Pidamos, pues, que sepamos reconocer al Señor, siempre presente en todos los momentos de este año que empezamos. El es el mejor don para este 199..

BOIX
MISA DOMINICAL 1991, 1


6. M/IMAGEN-DE-LA-I

Ocho días después de Navidad nos volvemos a reunir en la Eucaristía para venerar "en primer lugar" a LA MADRE DE DIOS, por su íntima participación en el nacimiento de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

También hoy empezamos un AÑO NUEVO. Ello nos recuerda que seguimos peregrinando en el tiempo, como ciudadanos de una sociedad. Empezamos el nuevo año 19.. con augurios de paz.

-Nacido de una mujer.

Navidad nos conduce a los creyentes a CONTEMPLAR, A IMITAR, a dar culto a María, la Madre de Dios: ella fue elegida por un don gratuito del Padre para acoger al Hijo de Dios, hijo suyo también, no sólo físicamente, en sus virginales entrañas, sino también en su espíritu, por la fe y el amor.

Como los pastores, NOSOTROS TAMBIÉN ENCONTRAMOS AL NIÑO CON MARÍA Y CON JOSÉ. Nuestra fe nos enseña -hoy, nos lo recuerda San Pablo- que el Hijo de Dios nació de una mujer; en esta mujer, María de Nazaret, empiezan a cumplirse las promesas de la Antigua Alianza, empieza a realizarse la salvación que nos libera de toda esclavitud, que nos hace hijos de Dios por el Espíritu. Toda esta gracia, de una forma perfecta y ejemplar para todos los creyentes, en plenitud, se vuelca en la pequeñez de Santa María, que conserva todas estas cosas meditándolas en su corazón.

Por eso María ES FIGURA Y MADRE DE LA IGLESIA de Cristo. Es figura y modelo porque en María se realiza ya todo lo que la Iglesia desea y espera ser; es una figura limpia, inmaculada, plenamente fiel a la palabra de Dios, en comunión perfecta con la voluntad del Padre. María es Madre de la Iglesia porque nos ayuda con su ejemplo e intercesión a ser imágenes vivas de su Hijo.

-Nacido en el tiempo.

El Hijo de Dios nace de una mujer y nace en un pueblo, el de Israel, nace bajo la ley mosaica y se somete a la circuncisión; NACE EN NUESTRA HISTORIA, nace "cuando se cumple el tiempo", nos decía hoy San Pablo. La encarnación del Hijo de Dios consagra nuestro tiempo. Por el nacimiento de Cristo todos los años son "años de gracia". Recordamos todo esto al estrenar año nuevo. Por eso en la primera lectura HEMOS INVOCADO LA BENDICIÓN DE DIOS, Y HEMOS PEDIDO, SOBRE TODO, EL DON DE LA PAZ, que es el don por excelencia que el Mesías nos ha traído.

En esta JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ, desde nuestra fe y nuestro compromiso cristiano, desde esta Eucaristía, GRITEMOS NUEVAMENTE NO A LA VIOLENCIA, SI A LA PAZ. Como creyentes en Cristo, con todos los hombres de buena voluntad, digamos no a la explotación del hombre por el hombre, a cualquier opresión y abuso de poder; no al uso fratricida y suicida de las armas... Digamos sí al diálogo y a la reconciliación, a la justicia auténtica y a la fraternidad, al amor verdadero y al desarrollo armónico de los pueblos... Digamos sí a la paz mesiánica que año tras año alborea en las fiestas navideñas.

Unámonos ahora en la Acción de Gracias: porque la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios anuncia y da la paz a los hombres, amados del Señor; porque podemos acoger con fe y amor, como María, la gracia de nuestra salvación; porque podemos EMPEZAR UN AÑO NUEVO DESEÁNDONOS LA PAZ, sabedores que ésta es un don de Dios, que en Cristo va llevando a plenitud la Historia de la Salvación.

P. LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1978, 1


7.  J/NOMBRE:

-Le pusieron por nombre Jesús.

Todos tenemos un nombre. El nombre nos singulariza como individuos y nos distingue de los demás. Por eso se nos llama por nuestro nombre o por el apellido, puesto que el nombre completo nos identifica personal, familiar y socialmente. La costumbre de poner nombre a las personas viene de lejos, desde el principio. En la Biblia se da nombre a la primera pareja, y Dios encarga a Adán y Eva que pongan nombre a todas las cosas. Lucas nos refiere en el evangelio de hoy que, en la ceremonia de la circuncisión, al hijo de María, conocido como hijo del carpintero, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel. De modo que el nombre de Jesús no fue un capricho de los padres o de los abuelos o padrinos, sino providencial, elegido por Dios para significar su misión. Jesús significa Dios salva o salvación de Dios.

-El nombre es la misión. NOMBRE/MISION:

En la Biblia los nombres de las personas no son convencionales o casuales, se llamó Abraham, padre de los creyentes, y Simón se llamará Pedro, porque será la piedra angular de la Iglesia. En nuestra cultura los nombres con que designamos personas y objetos suelen ser convencionales, como silla o mesa; pero cada vez más tratamos de buscar nombres que digan lo que son las cosas, como el ferrocarril o el automóvil, o el televisor. Así también en el caso del hijo de María, Jesús quiere decir "Dios salva" o "salvación de Dios". Porque ése es el destino de Jesús, para eso se hizo hombre y nació de mujer y sometió a las leyes de su pueblo, para salvarnos y salvar al mundo entero con la paz.

-Los cristianos llevamos su nombre.

Los cristianos llevamos el mismo nombre de Jesucristo. Desde los primeros años, tras la predicación en Antioquía, allí empezó a llamarse cristianos a los que seguían las enseñanzas de Jesús, el Evangelio. Y tampoco en nuestro caso es una denominación casual, sino providencial, pues nos identifica como creyentes en Cristo y nos distingue de los creyentes de otras religiones. Ese nombre, recibido en el bautismo, elegido en la confirmación, lo reafirmamos cada día en los sacramentos y deberíamos acreditarlo en todos los actos de la vida.

-Y su espíritu.

No sólo nos llamamos cristianos, sino que lo somos; ni sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos: pues tenemos algo de Dios. Los hijos suelen recibir de sus progenitores la herencia genética, que los relaciona y asemeja a sus padres. Los cristianos recibimos el espíritu de Dios, que nos hace dioses, hijos y herederos de Dios, hermanos y coherederos con Jesús, el primogénito. Ese espíritu es el que dice Pablo que grita en nuestros corazones y nos hace sentirnos como lo que somos, y es el que nos da derecho para llamar a Dios padre nuestro, pues lo es. El padre nuestro es la oración privilegiada del cristiano, la única que nos enseñó Jesús, la única que recitamos en la solemnidad de la eucaristía. No es sólo un rezo, una fórmula; debería ser como un grito, como una reivindicación de nuestra dignidad.

-Por eso tenemos la misma misión.

Naturalmente, también en nuestro caso, el nombre significa lo que tenemos que ser y hacer. No es un título, ni un privilegio, es un mandato: "Id al mundo entero y predicad la Buena Nueva, el que creyere y se bautizare, se salvará". De modo que somos, como Jesús, salvación de Dios para el mundo. Somos, es decir, tenemos que ser. Esa es nuestra tarea, para esa tarea hemos sido elegidos en el bautismo, y ésa debe ser la gran tarea de nuestra vida: salvación, que no condenación, ni indiferencia. Por el nombre, por el buen nombre de Cristo, estamos comprometidos en la misión salvadora de Cristo, en el plan salvífico de Dios.

-Nuestra misión es de paz. 

La salvación del mundo hoy recibe, de tejas abajo, el nombre de paz; y pacífica es nuestra misión. Lo recordaba en octubre pasado el Papa, en su visita a Brasil, cuando hablando de la teología de la liberación, que comparte como vía hacia la paz, desautorizaba los métodos violentos, que retrasan y hacen imposible la paz. Pero hacer la paz no es conformarse con la tranquilidad que aureola las sociedades del bienestar, ni siquiera es contentarse con los gestos de desarme, necesarios aunque insuficientes, sino trabajar por la justicia, por el reparto de los bienes, por el fin de toda explotación, por la libertad de los pueblos, por la educación de todos los seres humanos, por el progreso de todos los pueblos, por el bienestar de todos sin excepción ni discriminación por motivos de raza, sexo, credo o nacionalidad. Que esa es la paz que Dios quiere, la que Jesús anuncia, la que tenemos que hacer posible los que llevamos su nombre y su espíritu.

EUCARISTÍA 1992, 1


8. FE/GUERRAS  PAZ/RELIGION:.

Hay muchas personas que piensan lo contrario, que la religión ha producido guerras, tensiones, fanatismo, violencia o ha impedido el desarrollo humano de la sociedad plural. La historia parece suministrar argumentos en algunas ocasiones, pero no Jesús y su evangelio. Se impone pues que nos preguntemos ¿qué hemos hecho de la fe religiosa nosotros -no Jesús- para que a veces sea motivo de violencia? ¿Qué rasgos de la religiosidad no evangélica hacen que se convierta en peligro para la paz? Porque, como dice el adagio latino, "corruptio optimi pessima" (la corrupción peor es la de lo más valioso).

-Una religiosidad maniquea, que crea poder localizar a los buenos y a los malos, que pretenda ser el bien absoluto frente al mal absoluto. Muchas guerras y violencias han tenido su origen en una auténtica "cruzada" contra el "mal" identificado con los "malos". La verdad del evangelio es que todos somos "pecadores" y a la vez todos "hijos de Dios", y que por lo tanto ni el bien ni el mal en este mundo se encuentran en estado puro.

-Una fe que no se ofrece, sino que se impone. Si antes hablábamos de los contenidos, ahora se trata de la forma. La fe es gratuita y la Buena Nueva no puede adoptar otros cauces que la apelación a la libertad. Por lo tanto le es inherente la tolerancia frente al fanatismo, la disponibilidad universal frente al exclusivismo totalitario.

-Una fe demasiado identificada con determinada cultura. Es ley de encarnación que el evangelio necesita de las culturas como mediación. Pero no tiene porqué identificarse con una de ellas. Si no, imponemos esta cultura juntamente con el acceso a la fe. ¡Qué miedo y agresividad se generan cuando la modernidad da a la luz una cultura diferente a aquella que creíamos indisolublemente unida a nuestra fe! ¡Qué enorme carga religiosa añadimos en los momentos históricos de cambio cultural! Y también ¡qué violencia hemos ejercido a veces con la cultura de pueblos no occidentales que querían abrazar el evangelio o con las subculturas de los jóvenes, la mujer, etc.!

-Una religión identificada y practicada por personas, grupos, pueblos, socialmente privilegiados y que mantienen un "orden" mundial injusto. Mucha de la agresividad que suscita la religión -y de ello tiene experiencia histórica España- no lo es por Jesús y su evangelio, sino por la manipulación social y política de los que se dicen creyentes e incluso por la misma institución de la Iglesia.

Y sin embargo, con modestia personal y sentido histórico autocrítico, podemos decir que "la paz está en la base de la religión cristiana, puesto que para el cristiano proclamar la paz es anunciar a Jesucristo: "El es nuestra paz" (/Ef/02/14) y el suyo es "Evangelio de la paz" (Ef/06/15 del primer mensaje de Pablo VI en año nuevo de 1969).

En la fe, el creyente recibe el don de la paz consigo mismo (perdón), con Dios (filiación), con los hombres (fraternidad y justicia), con la naturaleza (creación). El creyente se define por excelencia como el hombre o la mujer en comunión. Y por eso está radicalmente y por gracia pacificado, aunque siga viviendo el drama humano en su inevitable conflictividad. La paz se recibe: es la primera constatación creyente.

Pero la paz también se pide en una oración solidaria y se celebra en la liturgia. Orar por la paz es salir del propio egoísmo espiritual y entrar en la dinámica de la preocupación por el mundo. Es negarse a separar la "vida espiritual" y la vida "profana y colectiva".

La paz además se construye. El don y la oración no impiden recordar que hemos sido hechos no sólo hijos sino herederos. Hoy hay dos actitudes culturales que también afectan a los cristianos y que pueden apartarles de la construcción de la paz. La llamada neoconservadora, que defiende que nuestro sistema económico, político, social, internacional, es el mejor posible una vez caído el comunismo y por lo tanto no se necesita un trabajo transformador de la sociedad. Y la conocida como postmoderna que piensa que ocuparse del "gran mundo" es imposible y por lo tanto debo reducirme a mi pequeño mundo individual y mi propia felicidad. Los cristianos creemos como Jesús que, en la construcción de la paz del Reino, hay que pensar globalmente y actuar localmente.

CONSUMO/IDOLATRIA: Pero la paz se construye unidos. No es un voluntarismo individual. El camino auténtico comenzado en Basilea y Seul es sin duda un buen camino que habría que continuar. Hoy, además, se quiere enfrentar a las grandes religiones monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islam, cuando es el momento de unirse para plantear la aternativa de paz al auténtico y único monoteísmo con pretensión de exclusivismo que ahora existe: "el monoteísmo del mercado" (·Garaudy-R), ante el que se sacrifican las vidas de personas y pueblos.

Es más, la paz la construyen los creyentes unidos entre sí, pero también con todos los hombres de buena voluntad. Es importante que no se cree la división civil entre creyentes y no creyentes, sino que sepamos unir nuestras fuerzas de paz en las mediaciones culturales, económicas, sindicales, políticas, que no nos son exclusivas sino que compartimos con quienes buscan la paz y la justicia.

JESÚS MARÍA ALEMANY
DABAR 1992, 7


9.

-Cuando llegaron a Belén, los pastores...

Son ellos los primeros en llegar, los primeros en descubrir. Son pastores, gentes sencillas y de vida sencilla. Están dispuestos. A la primera invitación de los ángeles se han puesto en camino. ¿Qué es lo que me detiene a responder más y mejor a las llamadas de Dios?

-Descubrieron a María y a José con el recién nacido...

Esto es lo que descubren: una familia. Me imagino la escena. Una mujer muy joven, su marido y un niño. ¡Dios está allí! 'Dios quiere revelarse en esta imagen de una madre que ama a su hijo. Es así como Dios ama.

Evoco el amor maternal.

... del cual soy objeto por parte de mi madre.

... que siento en mí para con mis hijos.

... que puedo contemplar a mi alrededor en las jóvenes, o en las viejas madres.

El amor maternal: una de las mejores imágenes de Dios.

-El recién nacido...

Una vida que empieza, es apasionante. Ver nacer la vida. Cada vez que nace algo o alguien, es maravilloso: hay en ello un misterio, una posibilidad nueva, jamás vista aún y que aparece. ¿Qué será este niño? En este pequeñín que María ha traído al mundo, un "mundo nuevo" empieza, una renovación total del universo entero, un cambio radical de la humanidad. Pienso en todo lo que ha comenzado, en todo lo que se ha desarrollado después, a partir de este recién nacido.

-Recostado en un pesebre...

Ningún palacio, ninguna riqueza. El colmo de la pobreza, de la desnudez. Ninguna apariencia gloriosa. Dios está escondido. Yo te adoro, Señor, recostado en la paja. ¡Cuán desconcertante eres, Señor!

-Y viéndole, contaron lo que se les había dicho acerca del Niño... y cuantos les oían se maravillaban de lo que les decían los pastores...

¿Qué es lo que se les había anunciado? "No temáis... os anuncio una gran alegría, que es para todo el pueblo: os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor... Gloria a Dios y paz a los hombres que ama el Señor". ¡He aquí "lo anunciado"! ¿Qué es lo que contaban los pastores? "¡Hemos visto a un niño recostado en un pesebre!" Y todo el mundo se maravillaba: ciertamente, ¡había de qué maravillarse! Dios es desconcertante. ¿Acepto yo dejarme conducir a donde Dios quiere? o bien, ¿tengo ya mis ideas sobre Dios?

¿Consiento en dejarme desconcertar, asombrar por Dios? ¿A dónde quieres conducirme, Señor, con todo esto? A la cruz. Por la cruz, este Salvador nos salvará. En Pascua. La gran "alegría", la "gloria a Dios", será la de la Pascua.

-María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón.

María lo recuerda. Guarda sus recuerdos para el día que serán esclarecidos: todo esto quedará desvelado el Viernes Santo y el domingo de Pascua.

-Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús.

"Jesús" significa "Dios salva". El nombre de este Niño es: "¡Dios salva!"

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 72 s.


10.

-¡Que el Señor te bendiga y te guarde! ¡Que "ilumine su rostro sobre ti"! ¡Que te sea propicio! ¡Que el Señor «te muestre su rostro»!

Esas palabras, con imágenes muy humanas, nos hablan del amor de Dios por María. En esos días después de Navidad, pueden aplicarse a María muy concretamente: el rostro de Jesús y el rostro de María, vueltos el uno hacia el otro, como todas las madres con su pequeñín.

Además, esas palabras tienen un sentido místico: Dios, ciertamente, se regocija con ese nacimiento. María es la "preferida" de Dios. No nos resulta fácil imaginarnos el diálogo de esos dos «corazones», de Dios y de María inclinados sobre «su» hijo. Entre Dios y María hay un incesante diálogo de amor a través de Jesús. Me detengo a contemplar ese diálogo, interiormente.

-Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer. Esta frase nos indica que Dios se ha valido del tiempo, que ha hecho una preparación. La encarnación no se produjo más que cuando la humanidad hubo llegado a un cierto grado de madurez. La historia del pueblo de Israel es la historia de una ascensión, de un descubrimiento progresivo: el hombre iba afinándose, lentamente descubría unos valores esenciales y poco a poco tenía la experiencia de su relación con Dios.

Toda esa preparación, en un momento dado se concentró en una persona, ¡la Virgen! María es la delicada y fina flor de la humanidad, la cumbre de toda la ascensión humana, la obra maestra de Dios. El corazón de María es la joya preciosa de la humanidad. Después de larga espera, al llegar la plenitud de los tiempos... todo está preparado en el corazón de esa "mujer".

Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

-Mirad la prueba de que sois hijos: «Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba, Padre! La paternidad de Dios es tan vasta como la humanidad entera. La paternidad de Dios engendra primero, desde la eternidad a un hijo único. Pero ¡el espíritu de ese Hijo ha sido enviado a nuestros corazones! Desde entonces, de nuestros corazones parte un «grito» de hijo: "abba"... "papá"... Es el término hebreo más familiar. ¡La palabra que Jesús lanzó a la humanidad para nombrar a Dios!

El misterio de Navidad es no solamente el misterio de un hijo, es el misterio de una multitud de "hijos": todos los hombres pueden llegar a ser «hijos», en ese «Hijo».

-De modo que ya no eres esclavo, sino Hijo... y si hijo también heredero... por la gracia de Dios. Por la gracia de Navidad, la humanidad entra en una nueva relación con Dios. En lugar de la relación de «amo» a «esclavo», desde ahora serán relaciones de «padre» a «hijo». Podría decirse de «una madre» a «su hijo», para tratar de captar mejor lo que pasa entre Dios y nosotros.

¡Entre Dios y la humanidad hay un lazo de amor inverosímil! A Dios no podemos comprenderlo, ni podemos tampoco entender nada de lo que hace, si olvidamos eso. Me quedo contemplando el corazón de Dios. El sentimiento paternal de Dios hacia mi y hacia todos los hombres.

Pero, de mi parte, ¿qué pongo? ¿Correspondo a ese amor? ¿Quizá me quedo más en el temor? Danos, Señor, un corazón de niño, un corazón filial.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 72 s.