20 HOMILÍAS PARA EL CICLO C
7-14

 

7.

Frase evangélica: «El Espíritu de la Verdad os guiará»

Tema de predicación: EL MISTERIO DE DIOS

1. Para dar a conocer y penetrar en el misterio del Dios vivo, la Escritura muestra cómo Dios se revela con hechos antes que con palabras, se encarna en la historia y toma partido por el hijo menor, el pobre, el enfermo, el marginado. En el AT, a Dios se le reconoce como Padre, del cual son hijos, de hecho, los creyentes y el pueblo entero. Según el NT, el punto de partida está en la persona de Jesús, que llama familiarmente a Dios «padre» o «papá» (Abba) y concibe siempre la paternidad de Dios en relación a la fraternidad humana, de un modo universal y liberador. Las relaciones entre el Padre y el Hijo son totales, y su conocimiento mutuo es idéntico, como idéntica es la concordia de sus voluntades. Por otra parte, Jesús descubre el misterio del Espíritu. Los profetas habían expresado que el Mesías tendría el Espíritu en su plenitud y que, con su venida, éste se derramaría abundantemente. Jesús habla abiertamente del Espíritu, sobre todo en el discurso de la última cena.

2. El Dios de los cristianos no es un dueño supremo, sino un Dios al que la Iglesia invoca como Padre, Hijo y Espíritu. Al nombrar a Dios como Padre, descubrimos la bondad y diversidad de Dios; al descubrir la Iglesia de Cristo, la vemos fundada en la Trinidad de Dios; y al confesar al Dios Trino como Dios del amor, aceptamos el dinamismo del amor. El núcleo central del cristianismo es éste: Dios, como Padre, nos invita por medio de Jesucristo, su Hijo y Señor nuestro, a acoger en nosotros su Espíritu para que seamos, a todos los efectos, hermanos en la Iglesia y solidarios con el mundo. Por consiguiente, tenemos acceso al Padre, en el Espíritu, por Cristo.

3. La catequesis y predicación actuales indican que se comience por reconocer al Dios Padre y se aprenda a darle gracias y a pedirle perdón. Después se presenta a Jesús como Hijo de Dios Padre, con quien podemos decir juntos el Padrenuestro. Por último, se hace patente el Espíritu Santo como aquel que nos ayuda a relacionarnos con Dios Padre y con todos los hermanos, como se relacionó Jesús. La recuperación del Dios trinitario se logra mediante una re-iniciación de fe y unas celebraciones dirigidas claramente al Padre, por el Hijo, en el Espíritu.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Ha evolucionado la imagen o idea que tenemos hoy de Dios?

¿Qué influjo tiene en nuestras vidas el Dios trinitario?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 276 s.


8. LA VIDA A PARTIR DEL DIOS TRINO

El evangelio que pone ante nosotros la iglesia este año en la fiesta de la santísima Trinidad, es, ante todo, un evangelio sobre el Espíritu santo, pero precisamente al tratar de él, descubre el misterio de la trinidad, del Dios trino. Porque el Espíritu no habla de sí mismo, sino que, como enviado del Padre, es su presencia insustituible. El Padre de tal manera se da al Hijo que todo lo que él tiene es del Hijo: cada una de las tres personas tiende hacia la otra, está solamente en las otras y, en este círculo del amor que se desborda, vive la más alta unidad y la más alta consistencia que suministra a todos la estabilidad y la unidad que existe.

Tal vez nos parecerán estas afirmaciones un tanto lejanas o distantes por lo abstruso del misterio, al cual no puede rozar nuestra insignificante y pequeña vida. Pero, a poco que se reflexione, se puede advertir que aquí se obtiene una comprensión de la realidad que, precisamente por su profundidad, penetra en todos los campos y que debería comportar todas las decisiones. Pues, siendo así las cosas, lo propiamente estable, lo propiamente consolidado, y constitutivo de la unión se halla configurado de un modo totalmente distinto de lo que ordinariamente nos imaginamos: no es lo fijo palpable lo fundamental, sino aquel movimiento del corazón y del espíritu que se abandona a sí mismo y se pone en camino hacia el otro. Tales tentativas de trasladar el misterio de Dios a su imagen, el hombre, y de comprender de esa manera lo uno a partir de lo otro no son solamente pías adaptaciones suplementarias o adicionales: el mismo evangelio del día de hoy habla de un modo totalmente trinitario y, precisamente por ello y no al mismo tiempo o junto a ello, habla, de un modo totalmente realista y práctico, de la vida de la iglesia y de la orientación de los cristianos en la iglesia y en el mundo. Su hablar sobre la trinidad no es un vuelo especulativo de altura que no tenga otro objetivo que a sí mismo, sino que resulta de la necesidad de responder a los cristianos que se interrogan, los cuales se hallan inmovilizados y encallados entre dos miembros de un dilema al parecer insoluble.

Por una parte, tenemos la innovación gnóstica: una modernización de lo cristiano que «no toma de lo Suyo», sino que sitúa lo propio por encima de lo suyo; y, por otra parte, la angustia de los piadosos que no pueden comprender aquel crecimiento del evangelio que se manifiesta tal vez ya en el evangelio de Juan si se le compara con los sinópticos. Ahora bien, a ellos se les dice que la palabra del «Jesús histórico» sólo podía ser un comienzo. Su plena envergadura o su pleno alcance sólo se hace patente en la medida en que es interpretado, y sale airoso en su lucha con los tiempos que avanzan.

Esto tuvo su vigencia para la generación de los discípulos; esto vale asimismo para toda la iglesia, la cual es el proceso continuado de la encarnación del Verbo o de la Palabra. Por una parte, no puede haber nada nuevo y más grande por encima de Cristo, el Dios hombre: Dios no tiene una respuesta mayor que él mismo; Cristo es definitivo y, a partir de él, la iglesia. Pero esto no significa el encadenamiento a lo que es, sino un crecimiento vivo a través de la inclusión de toda la carne de la humanidad en la encarnación del Logos. Así, en último término, esta ley fundamental se traspasa al individuo: solamente cuando él pone su carne y el tiempo que avanza de su vida a disposición de la palabra, queda abierto el tiempo, como tal, para Cristo. La fidelidad y el crecimiento no se hallan encontrados, sino que se condicionan mutuamente. Donde hay fidelidad, hay vida; donde hay despotismo o autosuficiencia, está la ruina.

La clave, tanto para la iglesia como para el individuo en los laberintos del tiempo, radica, por tanto, en la misma trinidad. La solución de las cuestiones que nos zarandean hoy no se logra mediante teorías, sino a partir de lo «espiritual», introduciéndonos en la forma trinitaria, es decir, no tomando de lo propio, sino de lo suyo. La ausencia de egoísmo de los testigos acredita a la iglesia, así como lo fue y lo es la acreditación de Cristo y del Espíritu. Precisamente así surge la dependencia viviente, y surge también el avanzar v el crecer, la introducción en toda la verdad, que es más rica y más grande que todas nuestras invenciones.

JOSEPH RATZINGER
EL ROSTRO DE DIOS
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 90-92


9.

UN DIOS VIVO

Aunque siempre, a lo largo del año, celebramos al Dios Trino, y le dirigimos nuestra oración, cada año celebramos explícitamente, en este primer domingo después de Pentecostés, la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Al terminar el tiempo fuerte por excelencia -la Cuaresma y la Pascua- esta fiesta nos sirve para recapitular, para concretar nuestra admiración y agradecimiento por ese Dios que nos salva: la actuación poderosa y el plan salvador de Dios Padre, la entrega generosa del Hijo hecho hombre para salvarnos y la presencia siempre vivificante y renovadora de su Espíritu.

De modo especial puede resonar esta fiesta en estos años en que preparamos, y luego celebraremos, el Jubileo del año 2000. El Papa ha dado a este camino jubilar un tono marcadamente "trinitario": después del 97, que miramos de modo especial al Hijo, este año 98 estamos centrando nuestra atención en el Espíritu, y el próximo lo haremos en el Padre, principio y fin de todo, para terminar el 2000 con una confesión trinitaria más plena.

CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA

Este año -ciclo C- los rasgos característicos de la acción de Dios que nos presentan las lecturas son la creación inicial del cosmos, la gracia que nos ha comunicado en Cristo y en el Espíritu, y la admirable comunión que existe entre las tres divinas personas.

La 1ª lectura nos presenta a la Sabiduría de Dios, colaborando de un modo poético y hasta lúdico en la creación inicial del cosmos. En verdad Dios ha hecho este mundo "con sabiduría y amor", como dice la plegaria eucarística IV. El salmo nos ha hecho repetir cantando: "qué admirable es tu nombre en toda la tierra". Dios se nos da a conocer ya en lo creado. "Y vio que todo era bueno". La homilía podría fomentar hoy este aprecio y esta lectura religiosa de nuestra relación con lo cósmico. Los ecologistas tienen razón en admirar la hermosura de este mundo y en querer conservarla.

DIOS SE NOS REVELA EN CRISTO JESÚS

Pero si la creación es admirable, más lo es la obra de la salvación que se ha cumplido en Cristo Jesús. En él se nos ha revelado todo el amor del Padre y la fuerza de su Espíritu. Y eso es lo que da sentido a nuestra vida e ilumina de su esperanza nuestra historia. Pablo nos habla de "la esperanza de la gloria de los hijos de Dios". A pesar de las tribulaciones que pueda sufrir, no decaerá la confianza de un cristiano si piensa en ese Dios Trino tan cercano y tan activo a favor nuestro, porque "estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesús" y "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". ¿Podemos pensar en motivos más convincentes de esperanza y paz interior?

Y todavía el evangelio nos hace subir a una comprensión más profunda. Nos habla de la admirable intercomunión que existe entre las tres Personas. El Padre nos ha enviado a Cristo, plenamente unido a él ("todo lo que tiene el Padre es mío"), como lo estará el Espíritu con Cristo: "cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena y recibirá de mí lo que os irá comunicando".

MARCADOS DE POR VIDA POR DIOS TRINO

No se trata de querer explicar hoy el "misterio de la Trinidad". Lo mejor sería ofrecer una catequesis amable sobre cómo nuestra vida cristiana, desde su principio hasta el fin, está marcada por la cercanía de ese Dios Trino.

- en el Bautismo fuimos signados y bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", envueltos, por tanto, desde el principio en su amor;

- cuando hacemos la señal de la cruz sobre nosotros mismos, santiguándonos en el nombre del Dios Trino, estamos recordando esta pertenencia y deseando que impregne nuestra existencia; ojalá continuemos con la costumbre de signarnos cuando salimos de casa, cuando iniciamos un viaje o el trabajo o la comida; y ojalá también, que cuando llegue nuestro último momento, nosotros mismos y los que nos rodeen tracemos con fe la misma señal de la cruz;

- la Eucaristía la empezamos con esta señal de la cruz trinitaria, y con un saludo que nos dirige el sacerdote que también nombra a las tres Personas, y termina con una bendición dada en su nombre; en medio, tienen estructura plenamente trinitaria el himno del Gloria, la profesión del Credo y todas las oraciones, que dirigimos normalmente al Padre por el Hijo en el Espíritu; como en nuestra oración personal, cuando decimos la breve y densa oración: "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...".

Esto significa que nuestra fe, y por tanto nuestra espiritualidad, están centradas en ese Dios Trino que hoy recordamos. Lo celebramos hoy de modo especial, pero cada día del año nos deberíamos sentir gozosamente unidos al Padre, al Hijo y al Espíritu.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1998, 8, 13-14


10.

Desde que fuimos bautizados "en el nombre el Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", vivimos en comunión personal, de relación e intercambio, con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo. ¿Qué significa esto para nuestra vida de cada día? Dos aspectos de esta comunión podríamos subrayar hoy, basándonos en palabras leídas en la segunda y en la tercera lectura: la comunión en la verdad y la comunión en el amor.

- "El Espíritu de la Verdad os guiará"

En la verdad. Confió Jesús a sus discípulos en su despedida la víspera de su muerte: "Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena". Son palabras dichas también a cada uno de nosotros. El Espíritu que nos ha sido comunicado, en el Bautismo, en la Confirmación, está en nosotros para guiarnos por un camino de progreso. De progreso en el conocimiento y en la profundización y en la aplicación a nuestra vida de la verdad cristiana que nos viene de Jesús. No es una verdad que conozcamos de una vez para siempre, que podamos decir "ya nos la sabemos". Sino que es verdad viva. Porque no es una teoría sino una relación personal entre Dios y cada uno de nosotros. Por eso debe crecer, penetrar más en el corazón de nuestra existencia, aplicarse a todas sus circunstancias.

Así lo entendieron aquellos a quienes primero fueron dichas estas palabras. Ya en los escritos del Evangelio, de todo el Nuevo Testamento, vemos como aquellos primeros receptores del Espíritu de la Verdad, no se limitaron a repetir mecánicamente las palabras de Jesús. Sino que las adaptaron a las nuevas circunstancias, las concretaron, vieron en ellas fuente y fuerza para -guiados por el Espíritu- responder a distintas situaciones, nuevas exigencias.

El Espíritu de la Verdad es también en cada uno de nosotros Espíritu de fecundidad y de libertad. Nuestra fe, ya que es comunión de verdad con Dios, no es una lección aprendida de memoria, una lista de verdades que vienen de siglos atrás. Sino que es más: es capacidad de dar respuesta a los retos que a cada uno la vida le plantea. Esta es nuestra gran confianza: que el Espíritu de Dios está en nosotros para guiarnos.

Con una condición que es a la vez garantía: que todo lo que confiamos que es acción del Espíritu en nosotros, se corresponda con la palabra de Jesús que hallamos en su Evangelio. Para que sea verdad lo que Jesús nos dejó dicho: "Recibirá de mi lo que os irá comunicando". Al fin y al cabo, el Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús. No puede haber contradicción.

- "El amor de Dios... en nuestros corazones con el Espíritu... "

Comunión en la verdad. Y, también, comunión en el amor. Lo hemos leído en la carta de san Pablo: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado".

Hermanas y hermanos: quizá nuestra mayor tentación sea la de empequeñecer el don de Dios. Por una parte, muchas veces parece como si lo más importante sea lo que nosotros hacemos (nuestras prácticas religiosas, nuestras buenas obras, nuestra oración, etc.). Y por otra, que lo que más valoramos de Dios sea que nos ayude en esto o aquello, que nos perdone nuestro pecado, nos conceda tal o cual gracia. Siempre cosas -nuestras o suyas-, pero cosas.

Y no nos damos cuenta de que a Dios no le importan tanto las cosas como las personas. Que es él, comunión de personas, Padre/Hijo/Espíritu Santo, quien se nos comunica a cada uno de nosotros, como personas amadas por él que somos. Es una relación de amor y -evidentemente- una relación de amor es siempre entre personas. Y lo más importante no son las cosas que las personas que se aman se intercambian -los regalos, por ejemplo- sino el mismo darse y comunicarse una a la otra.

Repitamos las palabras tan claras del apóstol Pablo: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". La presencia y la acción en nosotros del Espíritu, es el sello, la garantía, la fuente, de esta comunión amorosa de vida entre esa poca cosa que cada uno es, y la grandeza de un Dios extraño que nos ama sin limites, él primero, gratuitamente.

* * *

Comunión en la verdad y comunión en el amor. Comunión de vida personal. Esta es nuestra fe y nuestra esperanza. Y esto es también lo que cada domingo expresamos y alimentamos al participar en la Eucaristía de Jesús.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1998, 8, 17-18


11.

Dios en su plan providencial realizó todas sus obras en perfección, y desde antiguo su sabiduría fue su compañera permanente y perfecta colaboradora para adelantar la obra creadora. Dios en sus planes eternos, todo lo concibió y lo estableció para que todos los seres viviéramos en plenitud y los humanos fuéramos capaces de asumir el compromiso por la Vida y por nuestra la humanización total y definitiva.

Los israelitas, desde antiguo, fueron asumiendo a Dios como un ser sabio que gracias a su Palabra eficaz creó todo lo del cielo y lo de la tierra. Para el Pueblo de Israel pensar en la creación era pensar en su Creador.

La literatura sapiencial de la Biblia también asumió a Dios dentro del marco del pensamiento israelita y cuando esta literatura expresa alguna idea de Dios, entonces asimilan a Dios, como al creador que con la veracidad de la Palabra y de su sabiduría creó el mundo sin ninguna confusión y sin ningún problema, a diferencia de las otras obras de creación de culturas vecinas, en las que la divinidad tenía que combatir con otros dioses menores para poder así crear el universo.

El Dios invisible del Antiguo Testamento, se hace visible en la persona y en la obra de Jesús de Nazaret, quien fue transparente al amor de Dios y asumió la causa de la humanidad como bandera primordial de su ministerio en la tierra. La antigua sabiduría de Dios, compañera de todas sus obras y de todos sus planes, ahora ha venido a acampar en medio de los seres humanos, y así hemos comprendido que Dios no se reserva nada para sí y solo desea la vida de sus hijos y de sus creaturas, la vida de los que ama, de todo lo que ama.

La Palabra creadora de Dios, no sólo actúa como hacedora de nuevas cosas, en el pasado, en el presente y en el futuro, sino que también se encarna en la historia y en los acontecimientos y asume nuestra realidad, para transformarla según la idea original de Dios, según su arcano designio, comprometido por el ser humano con su egoísmo.

Será el Espíritu quien siga mostrando el verdadero rostro de Dios en el hermano que sufre, en el oprimido, en el que no tiene tierra y en el marginado por la sociedad. Es el Espíritu que Jesús prometió, que nos mantendrá fieles a la causa primera de Dios, y que no quiere otra cosa sino que los seres humanos vivamos en dignidad.

Jesús recuerda a sus discípulos que él no les ha dicho todo. El Padre por medio del Espíritu de su Hijo resucitado seguirá animando a la comunidad (eclesial y humana) y le seguirá mostrando el camino para que no pierda el rumbo que el creador le marcó.

El Espíritu hará que a lo largo de los siglos el proyecto del Padre manifestado en su Hijo Jesucristo llegue a su consumación. Nos animará con sus dones y carismas.

Celebrar la solemnidad de la Santísima Trinidad es celebrar a Dios que es comunidad, pero sobre todo "celebrarlo en Iglesia-comunidad", con una celebración que incluye el compromiso de "hacer comunidad en el mundo", y "hacer del mundo una comunidad". A Dios no se le puede entender como un ser solitario y egoísta sino como una comunidad original que vivifica a la comunidad universal. Como dicen en Brasil: La santísima Trinidad es la mejor comunidad». La soledad, el aislamiento, el desamor, la desunión o el odio, no sólo están fuera del proyecto de Dios, sino que van contracorriente de su proyecto y de la marcha global de la vida y de la historia: son un retroceso.

Dios es comunidad. Es la comunidad originaria. Es la originalidad comunitariedad de todo lo que existe, por lo que todo lo que existe tiende a la unión, a la comunidad, a la comunión. Conforme más avanzamos, conforme más evolucionamos y maduramos, más nos co-unimos. Como decía Teilhard de Chardin: "todo lo que asciende, converge".

La Trinidad es "la vida de Dios hacia adentro". Y esa Vida-comunión de Dios, se desborda, derrama de su plenitud, y se muestra como el Proyecto del Reino. El Reino es "la vida de Dios hacia afuera": la Trinidad misma invadiendo con su Vida la vida, la historia, el mundo, el cosmos... La gloria de Dios que el ser humano, que la Creación toda, viva, que la comunión se amplíe, que lleguemos a la comunión total.

La fiesta de la Trinidad nos invita a contemplar la totalidad desde este prisma de la originalidad misma de Dios: la comunión fontal, original, total, totalizante, final, finalizadora, de todo lo que existe. Si estamos en esa onda, si nos insertamos en esa corriente, estamos en la onda y en la corriente de Dios mismo y vivimos ya la vida futura, que es, precisamente, la vida primera, o lo primero que fue la Vida antes de la creación del mundo.

Para la conversión personal

-¿Me dejo inundar por la vida de Dios?

-¿Estoy atento a la "vida comunitaria" de las tres divinas personas en la "soledad" de mi vida íntima?

Para la oración de los fieles

-Por todos los que se esfuerzan por crear comunidad en el mundo, por encima de las fronteras políticas, ideológicas, étnicas, culturales y religiosas... roguemos al Señor...

-Por todos los que están solos, aislados, o se sienten "sin nadie en el mundo", sin comunidad, o lejos o incomunicados de los que les aman; para que sientan la "comunidad con Dios" más poderosa que toda lejanía o incomunicación...

-Para que la Iglesia sea un modelo de comunidad, en la que reina la fraternidad, la participación, la comunión... más que el poder, la jerarquización, la exclusión, los privilegios, la falta de participación y de democracia...

-Por nuestras comunidades cristianas: para que cada una de ellas sea reflejo de la Trinidad, que es "la mejor comunidad"...

Oración comunitaria

Oh Dios-Trinidad, "la mejor comunidad", misterio eterno, insondable, del que apenas podemos balbucir una lejana aproximación. Aviva en nosotros tu misma Vida, la que creaste y depositaste en cada una de tus criaturas, para que nos sintamos convocados a acrecentar la Vida, arrollados por esa corriente original y eterna de vida en comunión que tú mismo eres: Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


12.

FAMILIA DE AMOR

EL QUE BUSCA FECUNDIDAD SIN AMOR, INÚTILMENTE ESPERA.

1. Cuando Santo Tomás reorganiza el estudio de la teología comienza por el tratado de Dios Uno, porque este conocimiento es más asequible a nuestra razón, y metodológicamente debe procederse de lo más conocido a lo menos conocido, y del estudio de un ser absoluto a lo relativo de ese ser, que son las relaciones de Dios, que dan origen a las Personas. La relación de las Divinas Personas entre sí, nace de sus diferencias, que, por el Amor, originan fecundidad infinita. Mientras el Padre es Padre, es distinto de Hijo, y su relación también distinta, y esa diferencia y distinta relación es la fuente de sus dos Personas que, a la vez, dándose al Espíritu Santo y recibiéndolas El, le espiran. Así comenzaron a estudiar los autores anteriores a santo Tomás por el tratado de la Santísima Trinidad, omitiendo el tratado de Dios Uno, o estudiando sólo algunas cuestiones del mismo para pasar de la unidad de esencia en Dios, al establecimiento de la distinción de personas por medio de las procesiones divinas, originadas por las operaciones de conocimiento y de amor.

2. El tratado de la Trinidad es el más teológico de todos, pues intenta conocer en lo posible la vida íntima de Dios. También es el más fundamental, y como el corazón de la fe pues, siendo el más trascedente, es también el más inmanente a nuestra vida cristiana, que no es otra cosa que la participación por la gracia de la vida de Dios, que presencializa real y substancialmente en nuestras almas, como en un templo, a la Santa Trinidad. La vida y la acción de los santos, como por ejemplo la de Santa Teresa de Jesús, no se comprenderían sin la experiencia y actuación de la Trinidad en su alma.

3. El dogma de la Santa Trinidad consiste en la afirmación de la unidad de Dios en la Trinidad de Personas. Dice el IV Concilio de Letrán: "Firmemente creemos y absolutamente confesamos que existe un solo Dios verdadero, eterno, inmenso e inmutable, incomprensible, omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas distintas en una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente simple. El Padre no procede de ninguna persona, el Hijo procede sólo del Padre, y el Espíritu Santo igual de los dos: sin principio, siempre y sin fin: el Padre engendrando, el Hijo naciendo y el Espíritu Santo procediendo; consubstanciales, y coiguales, y coomnipotentes, y coeternos; un solo principio de todas las cosas".

4. La simple razón natural no puede por sí misma conocer la existencia de la Trinidad de personas en Dios: "Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11, 17).

Pero una vez revelado el misterio puede la razón, iluminada por la fe, explicar aunque imperfectamente, la trinidad de personas en Dios. Y éste, la explicación de la fe, es el objeto de la teología.

5. En el Antiguo Testamento ya se daban algunos indicios que hacían presentir el misterio trinitario: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1, 26). También aparece la sabiduría junto al Señor y engendrada por El. Y habla del espíritu de Dios incubando sobre las aguas (Gn 1,2).

6. Pero sólo en el Nuevo Testamento se revela claramente el misterio de la Trinidad: "Bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se escuchó una voz: "Tú eres mi hijo amado, en tí me complazco" (Lc 3,21). Y explícitamente Jesús en el envío de los Apóstoles: "Id y bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 29,19).

Santa Teresa nos dice: "se me reveló con tanta claridad la naturaleza de Dios en Tres Personas, que quedé espantada y muy consolada".

7. "Cuando venga el Espíritu de la verdad os guiará hasta la Verdad plena" Juan 16,12. No es que el Espíritu Santo nos va a enseñar verdades nuevas diferentes de las reveladas por Cristo, sino que nos hará profundizar en la misma verdad y nos la hará gozar fruitivamente. Cuando nace un niño se siente rodeado de ternura y de cariño. A ese cariño corresponde el bebé lentamente con sus gestos, sonrisas, alegría, y un poco más adelante con sus balbuceos, motivadas por las caricias de los papás y de los hermanitos que le aman. El niño que se siente amado, va poniendo nombre a esa ternura: papá, mamá, los nombres de sus hermanos. Eso es lo que los creyentes han ido haciendo: seguir un camino semejante al del niño. Primero han sentido la ternura difusa. Después, han pasado a poner los nombres de las Personas divinas: "Abbá", Padre, "Hijo, y Espíritu Santo. Pero cuando queremos expresar la ternura y la vida de Dios, las palabras se quedan pequeñas. Con razón dice San Agustín: "Se habla de Tres Personas, por decir algo y no quedarse callados".

8. Profundicemos en silencio en la contemplación del Misterio con la luz de la fe, y adoremos filialmente y con ternura al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tratemos de gozarnos en la contemplación de su belleza, gócemonos en que la tiene y en su felicidad. Reclinémonos en su regazo y dejemos que nos invada la delicia de su paternidad, la confianza de su fraternidad: "Voy a mi Padre y vuestro Padre", la dulzura de la hospitalidad del "Dulce Huésped del alma", y recitemos con San Juan de la Cruz: "Quedéme y olvidéme, / El rostro recliné sobre el Amado, / Cesó todo y dejéme, / Dejando mi cuidado / Entre las azucenas olvidado". Encontró a Teresa de Lisieux una hermana en su celda cosiendo, con el rostro cuajado de lágrimas, y le preguntó cuál era la causa de aquellas lágrimas. -"Es tan dulce llamar a Dios "Padre", contestó la Santa, que estaba experimentando inefablemente la emoción de la paternidad de Dios Padre.

¡Es tan misterioso que el Padre tenga un Hijo y que los dos formen una familia con el Espíritu Santo, que sean una comunidad de amor! En verdad que hay motivo para dejarse inundar de gozo, aún en medio de las injusticias, incomprensiones, postergaciones, abandonos y contrariedades humanas. Si Dios nos acoge en su Familia Trinitaria, ¿quién podrá contra nosotros?

9. También en la familia humana, creada a imagen de la familia Trinitaria nos encontramos en ese ámbito de cariño y de entrega generosa entre los esposos y entre ellos y los hijos, hasta el límite, y su recuerdo nos inunda de felicidad.

10. Unidad y Trinidad. Dos conceptos que parecen contradictorios, y, sin embargo, son la fuente del don total. "Que con tu Unico Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino Tres Personas en una sola naturaleza", decimos en el Prefacio de esta Solemnidad. Incluso en los seres creados vivos, la diferencia entre ellos es la causa sustancial de su fecundidad, no sólo en la vida sexual sino en cualquier encuentro de amor en diferentes áreas, intelectuales, ministeriales, eclesiales. Cada uno aporta lo suyo, su diferencia, y eso enriquece y aporta el complemento que el amor fusiona. El misterio de la Iglesia se realiza en el Amor y, sin intercambio de Amor, no puede esperarse fecundidad. O lo que es lo mismo: quien busca fecundidad sin amor, inútilmente espera. Que el Padre se de absoluta y totalmente al Hijo y los dos cada uno lo suyo al Espíritu SAnto, es el origen de la Trinidad y de la participación de su divinidad, por la gracia a los seres creados, celestes y terrestres. Dios Amor necesita darse. Dios no es una fortaleza aislada e inexpugnable, sino una Morada cuajada de puertas abiertas, que invitan a entrar. "Vendremos a él y haremos morada en él". Dios Padre, eternamente se da al Hijo, y ese es el presupuesto para que nos pueda a su vez dar al Hijo a nosotros para que podamos vivir en El, por El, con El y en El. Nuestro Dios no es Dios abstracto de los filósofos, ni el Absoluto del Islam, ni siquiera del Judaísmo. Sino el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que por su Sangre derrama en nosotros la caridad de Dios, que, infundida en nuestros corazones, nos empuja a darnos. A más caridad, mayor entrega. Y a mayor entrega y olvido de sí, mayor fecundidad. Aunque a largo plazo.

11. Por el contrario, cuando en vez de amor hay egoismo, ocurre la esterilidad. En la familia no se deja paso al hijo del amor. En el apostolado y evangelización se busca el medro personal y el favorecer a los amigos, "corrupción" a lo divino, "van componiendo los sermones para no descontentar", dice Santa Teresa, o se encamina a las almas hacia uno mismo. Se llama amor a otra cosa, porque el amor es siempre crucificante. Comienza en el Padre, que entrega al Hijo a la Cruz, y sigue en el Hijo, que acepta el cáliz que le ha preparado su Padre. Y, cuando el Hijo nos ha enseñado su camino, nos ha dicho que la senda es estrecha (Mt 7,14). Cuando hay amor alguien tiene que morir, el que más ama. El que no ama no quiere morir. Y esto cada día, cada instante. Si amo, lo mejor para tí; si amo, he de estar en la cruz. En un mundo en que sólo se busca el placer y el poder, (el poder porque facilita el placer, ¿no se habla de la erótica del poder?); (¿no es el poder una corona de espinas, que cuando más duele es "cuando se la quitan"?); pues en este mundo, los cristianos, familia de Dios Amor, tenemos mucho que decir y, sobre todo, muchísimo que hacer.

12. Sintonicemos con el autor del Salmo 8, y con el pueblo de Israel, que cantó este salmo de admiración y de adoración: "¡Señor, Dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra". Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Por los siglos de los siglos. Amén.

J. MARTI BALLESTER


13.COMENTARIO 1

vv. 12-15. El mensaje tiene consecuencias que los discípulos aún no sacan y horizontes que no pueden vislumbrar (12). Hay mucho terreno inexplo­rado en la verdad de Jesús, que sólo irá siendo conocido a medida que la experiencia coloque a la comunidad ante nuevos hechos o circunstan­cias. El Espíritu será el guía (13). No transmitirá una doctrina nueva, explicará y aplicará el mensaje, y descubrirá en él virtualidades antes ocultas. Al mismo tiempo, irá interpretando la historia (lo que vaya vi­niendo) como dialéctica entre “el mundo” y el proyecto de Dios; así irá guiando a los discípulos en su actividad en favor del hombre. Para acer­tar en lo que conviene han de estar atentos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que la interpreta. Lo hará manifestando la gloria de Jesús (14), que equivale a tomar de lo suyo. Toma de Jesús su mensaje, el amor manifestado en su muerte. Lo oye en cuanto mensaje (13: cada cosa que le digan), lo toma y lo comunica en cuanto amor. La penetración del mensaje, es decir, la sintonía del amor, hace posible la interpretación de la historia. Quiere decir Jesús que sólo a través del amor se puede conocer el ser del hombre, inter­pretar su destino y realizar la sociedad humana.

Jesús posee en común con el Padre, en primer lugar, la gloria/amor que le ha comunicado (1,14), la plenitud del Espíritu (1,32; cf. 17,10). No ha de concebirse como posesión estática sino como relación diná­mica con el Padre, incesante y mutua, que hace de los dos uno (10,30) e identifica su actividad. Jesús realiza así las obras del Padre (5,17.36; 10,25), su designio creador (4,34; 5,30; 6,38-40). Por tanto, el criterio para interpretar la historia, basado en la sintonía con Jesús, se concreta en la realización del hombre, designio del Padre y expresión de su amor.



14. COMENTARIO 2

Estamos celebrando en toda la Iglesia universal la solemnidad de la Santísima Trinidad, dogma fundamental del cristianismo. El AT no reveló explícitamente la Trinidad de personas en Dios; preparó sí, esta revelación de múltiples maneras (cuando el AT nos habla del Espíritu, de la Sabiduría, de la Paternidad de Dios para con el pueblo elegido, etc.), pero sólo la revelación verdadera dada en Jesucristo (Hb 1,1) permitió comprender el alcance último de estas preparaciones.

El NT no contiene afirmaciones formuladas en términos de Trinidad, y los textos cuyo alcance trinitario es innegable también presentan grandes oscuridades para llegar a entender este profundo misterio del Dios que es uno y trino.

El pueblo de Israel a través de su historia, llena de dificultades y llena de ambigüedades, fue descubriendo a un Dios que se les revelaba como Padre misericordioso y como Dios de la liberación. Se les reveló como el que tomaba la causa de los empobrecidos de la historia y los llevaba a la humanización verdadera. Ese Dios que había apostado por una clase de ser humano humillado, esclavizado, oprimido y vulnerable, decide acompañar a Israel y defenderlo frente a todo poder imperial que buscaba imponerse sobre ellos; es el Dios liberador de toda opresión y de toda marginación impuesta por los imperios de turno. Frente a él, Israel tiene un compromiso radical de configurar su vida y su sociedad desde la sabiduría de ese Dios que por puro amor, que por gratuidad, ha querido declararlo su pueblo.

Jesús el Hijo de Dios hecho hombre, es la mejor forma de entender el misterio profundo de Dios. Él que es quien nos reveló al Padre, es quien en definitiva nos manifestó la esencia trinitaria de Dios. Durante toda la vida en carne de Jesús fue mostrándonos las facetas maravillosas que él había experimentado de Dios, su Padre. La vida transparente y coherente de Jesús revela lo que Dios es en sí mismo: la eterna verdad, el eterno amor, la eterna misericordia, la verdadera justicia. Jesús es Dios hecho historia, es Dios asumiendo la realidad humana, redimiendo su creación; por eso entender el mensaje de no poder y de justicia enseñado por Jesús, y vivir bajo sus principios, es entrar en una estrecha relación de sentimiento y de vida con el Dios Trinidad.

El Espíritu, prometido por Jesús a la comunidad recién fundada, será la fuerza de Dios hecha amor y resistencia que acompañará a la Iglesia en su caminar por la historia. El Espíritu terminará de enseñarle a la Iglesia lo que tiene que hacer para lograr configurarse plenamente con Dios en el proyecto de vida, de justicia y verdad enseñado por Jesús y ratificado con su muerte en cruz. Los seguidores de Jesús muerto y resucitado tenemos que llegar a transparentarlo en nuestra vida para que el mundo crea en el Dios verdadero que ha creado este mundo y que desea que ésta su creación llegue a la plenitud. Sólo podremos transparentar a Jesús muerto y resucitado, si permitimos que el Espíritu de Dios actúe en nuestras vidas, y si nos dejamos moldear por ese Espíritu, para poder vivir y testificar el amor de Dios trino y uno en medio de esta historia y en medio de nuestras propias comunidades.

Nunca olvidemos que la experiencia trinitaria la podemos experimentar cuando comprendamos que Dios está dentro de cada uno de nosotros y desde aquí nos da fuerza para hacer lo que Jesús hizo: entregarse a los demás. Cuando hacemos unión con otros, la fuerza de Dios se nos activa y la entrega a los demás se hace más posible porque la comunidad -manifestación trinitaria en esta historia- nos ilumina, nos apoya y nos corrige. Por eso la Iglesia es la expresión de la Trinidad, porque es un grupo de personas que al sentirse hermanos y al apoyarse mutuamente facilitan la acción de Dios que está en ellos como Padre que ama, como Hijo que se entrega y como Espíritu que da fuerza.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)