San Bernardo
(1091-1153) monje cisterciense, doctor de la Iglesia
Homilía 4, 8-9: Opera omnia, edición cisterciense, 4 (1966)
“No temas María”
Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por
obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu
respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También
nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia,
esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el
precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la
Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por
tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la
vida...
¿Porqué tardas? Virgen María, da tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por
mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que
es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz
y acoge en tu seno a la Palabra eterna. Cree, di que sí y recibe. Que tu
humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo
conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este
asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la
modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.
Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las
castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está
llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después
volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre.
Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.
“Aquí está –dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.” (Lc 1,38)