I. VISIÓN GLOBAL 1. Hoy se rompe el orden
normal de los domingos para celebrar "el misterio de la cruz" (colecta).
Para nosotros se trata de una imagen familiar desde la infancia. No era
así, en cambio, para aquellos que se encontraron frente a ella: los
evangelios testimonian que los discípulos "no comprendieron nada de
esto; estas palabras les resultaban incomprensibles y no entendieron lo
que decía" (Lc/18/33). Y después de la muerte del maestro, y resucitado,
se levantaba allá como verdadero escándalo, que les costó muchísimo
superar (cf. Lc 24, 25-27. 45-46) Y la predicación del crucificado
resultaba escándalo para los judíos y absurdo para los griegos (cf.
1Co/01/23).
2. Pero no nos engañemos. Las cosas no han
cambiado demasiado, desde entonces: nos hemos habituado a hacer la señal
de la cruz y las imágenes del crucificado forman parte de nuestro
entorno sin despertar recelos ni malestar. Pero eso no significa que
hayamos asimilado el contenido del lenguaje de la cruz: seguimos
pensando en Dios según la imaginería de un gran señor sabio y poderoso,
como los judíos que pedían milagros o los griegos que querían sabiduría
(cf. 1 Cor 1, 22), mientras él se nos ha querido manifestar en el rostro
de un crucificado. Ahí se encuentra la verdadera sabiduría y el
verdadero poder de Dios; lo demás son pensamientos y sentimientos
humanos (cf Mc 8,33).
3. CZ/MISTICA: O quizá creemos haber
penetrado muy adentro de los designios de Dios porque nos reclamamos de
una ascética dolorista, como si El se complaciera en el sufrimiento por
el sufrimiento y en la muerte por la muerte. Pero el hecho es que ni
Jesús se nos presenta como un asceta de este tipo, sino como un hombre
profundamente abierto a la alegría de la vida (cf. Lc 7, 34) y como un
luchador contra el mal de todo orden, ni la cruz es fruto de ningún
ascetismo (enfermizamente) buscado, ni de ninguna casualidad extraña e
inesperada, sino que arraiga hondamente en la vida y el camino de Jesús
y en los desgarramientos y las reacciones que provoca, de modo que
constituye la culminación de esas reacciones. Por eso, precisamente, la
resurrección no es un "final feliz" o un "punto y aparte", sino que nos
devuelve a lo que había sido las vidas de Jesús: "irá delante de
vosotros a Galilea; allá le veréis (Mc 16,7).
4. Las lecturas de hoy subrayan de modo
particular el carácter salvífico de la cruz (1. lectura y evangelio), y
muestran que la condición divina de Jesús, lejos de mantenerle a
distancia de nosotros (manifestando en esa lejanía gloriosa su
condición) lo hace "pasar por uno de tantos", "como un hombre
cualquiera" hasta someterse incluso a la muerte, y "una muerte de cruz".
"Por eso Dios lo levantó".
5. En íntima conexión con la cruz de
Jesús, mañana celebramos la fiesta de los dolores gloriosos de la Virgen
María. Y , como ya indicaba la semana pasada, en esta semana los niños y
jóvenes volverán a los pupitres y patios de escuelas e institutos:
comienza un nuevo curso.
II. ALGUNAS INDICACIONES CONCRETAS 1. ¿Por
qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? (1. lectura: Nm/21/04-09).
Siempre la misma queja, siempre la misma dificultad de asumir la vida
que nos toca, con sus tonos grises y sus contradicciones. Siempre el
sueño de la instalación en una plenitud (que no es parte de este mundo),
o el espejismo de un ayer magnificado, al que hemos renunciado,
decimos... total para nada. Sólo asumiendo nuestras contradicciones,
mirando de frente a la serpiente que nos muerde, nos curaremos.
2. No hizo alarde de su categoría de Dios
(2. lectura). ¡Con lo que a nosotros nos gusta distinguirnos,
separarnos, encumbrarnos! Aquel que "era de condición divina", en
cambio, tomó la condición de esclavo y se comportó como un hombre
cualquiera. Nada le fue ahorrado de la común condición humana, que
asumió hasta la muerte. Esta profunda comunión con nosotros es lo que
hace a Jesús tan entrañable y tan próximo a cada uno de nosotros. En
este "rebajamiento", que culmina en la cruz, está el camino de su
"levantamiento" como Señor. Por ello la cruz es la señal del cristiano
("por la señal de la santa cruz"); por ello Pablo no conoce sino a
Jesucristo, y éste crucificado (cf.1Co/02/02); por ello insiste la
primera carta de Juan: "Jesús ha venido por el agua y por la sangre: No
solamente en el agua, sino en el agua y en la sangre" (5,6). Así se nos
ha manifestado el Hijo de Dios. Y él -y sólo él- es el único Señor.
3. Tanto amó Dios al mundo... (evangelio).
El amor es comunicación y donación. El amor de Dios, también (el amor de
Dios, primero). Jesús, el hijo único, es el gran don de Dios al mundo:
tan grande, que establece una comunicación con nosotros; tan grande, que
asume incluso esa realidad dura, escandalosa, inexplicable, que es el
sufrimiento y la muerte. Dios no los "explica", no los "resuelve", esos
misterios escandalosos: Dios los hace suyos, los asume, los hace -en
Jesús- carne de su carne y sangre de su sangre. Desde entonces hacemos
nuestra vida acompañados. Dios no condena; Dios salva: la cruz es
expresión del amor salvador de Dios. No temamos mirar de frente a Jesús
clavado en cruz y exclamar como san Pablo: Estoy seguro de que nada ni
nadie "podrá separarnos del amor de Dios que se nos ha manifestado en
Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm 8, 39).
J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1986/17

|