SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO

Mt 11,25-30: Dilátense los espacios del amor

Hemos oído en el evangelio que el Señor, lleno de gozo en el Espíritu, dijo a Dios Padre: Te confieso, Padre, Señor de cielo y tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelaste a los pequeños. Así, Padre, pues así te agradó. Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y a quien el Hijo quisiere revelarlo (Mt 11,25-27). Yo me fatigo hablando, vosotros escuchando. Oigámosle, pues, a él, que continúa diciendo: Venid a mí todos los que estáis fatigados (ib., 28). ¿Por qué nos fatigamos, sino porque somos hombres mortales, frágiles, débiles, portadores de vasos de barro, que recíprocamente se roban el espacio? Pero si se estrechan los vasos de carne, dilátense los espacios del amor. ¿Por qué dice: Venid a mí todos los que estáis fatigados, sino para que dejéis de fatigaros? Su promesa está ahí: ya que llama a los que se fatigan, preguntarán qué salario se les ofrece: Y yo, dice, os aliviaré.

Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, no a fabricar el mundo, no a crear todo lo visible e invisible, no a hacer milagros en el mismo mundo y a resucitar a los muertos, sino que soy manso y humilde de corazón. ¿Quieres ser grande? Comienza por lo ínfimo. ¿Quieres construir un edificio de gran altura? Piensa primero en el cimiento de la humildad. Cuanta mayor mole se pretenda dar al edificio, cuanto más elevado sea, tanto más profundos has de cavar los cimientos. Cuando se construye el edificio, se eleva a las alturas; pero quien cava los cimientos se hunde en la zanja. Luego el edificio se humilla antes de elevarse y, una vez humillado, se remonta hasta el remate.

¿Cuál es la cima del edificio que intentamos construir? ¿Adónde ha de llegar su crestería? Pronto lo digo: hasta la presencia de Dios. Ya veis cuán exceiso es, cuán gran cosa es ver a Dios. Quien lo desea, entiende lo que digo y lo que oye. Se nos promete la visión de Dios, del Dios verdadero, del Dios sumo. Esto es un bien: ver a quien ve . ...Escucha al que dice: Venid a mí todos los que estáis fatigados. Tu fatiga no se acabará con la huida. ¿Eliges huir de él y no hacia él? Encuentra adónde y huye. Y si no puedes huir de él, porque está presente por doquier, huye a Dios, pues está presente donde tú estás. Huye. He ahí que huyendo escalaste los cielos; allí está; descendiste a los infiernos, allí está. En cualesquiera soledades terrenas que elijas, está quien dijo: Yo lleno el cielo y la tierra (Jr 23,24). Si él llena el cielo y la tierra y no tienes a donde huir de él, no te fatigues; huye a su presencia, para no experimentar su llegada. Piensa que viviendo bien has de ver a quien te ve cuando obras mal. Viviendo mal puedes ser visto, pero no puedes ver; mas, si vives bien, eres visto y ves. ¿Con cuánto mayor afecto te verá quien corona al digno, quien vio con misericordia para llamar al indigno?

Natanael preguntó al Señor a quien aún no conocía: ¿De qué me conoces? Y el Señor le respondió: Cuando estabas bajo la higuera te vi (Jn 1,48). Cristo te ve en tu tiniebla y ¿no te verá en su luz? ¿Qué significa entonces: Te vi cuando estabas bajo la higuera? ¿Qué quiere decir o qué significa eso? Recuerda el pecado original en quien todos nacimos. Nada más pecar, se hizo una faja de hojas de higuera, significando en tales hojas el prurito de la libido, producido por su pecado. De él nacemos; así nacemos, nacemos en carne de pecado, que sólo encuentra cura en la imagen de carne de pecado. Por eso envió Dios a su Hijo en la semejanza de carne de pecado. Vino de ahí, pero no vino así. La Virgen no lo concibió mediante la libido, sino mediante la fe. Vino a la Virgen quien existía antes de la Virgen. Eligió a la que había creado, creó a la que había de elegir. Ofreció a la virgen la fecundidad, sin quitarle la integridad. Por tanto, quien vino a ti sin el prurito de las hojas de higuera, te vio cuando estabas bajo la higuera. Disponte para ver en sublimidad a quien te vio en misericordia. Mas como se trata de una cúspide muy alta, piensa en el cimiento. Y dirás, ¿en qué cimiento? Aprended de él que es manso y humilde de corazón. Cava en ti ese cimiento de la humildad y llegarás a la cúspide de la caridad.

Sermón 69