“No
es el arte tan sólo una verdad realista ni un juego, sino ante todo es
una superestructura, es una mirada hacia delante y arriba, es compañera
de la religión y guía en el camino hacia Dios”,
son palabras del Santo Padre, Juan Pablo II, que sellan la presencia
oculta de Dios –encarnado, mezclado con los hombres humildes- desde
Belén hasta la cruz, y al final convertido en el pan eucarístico: “No
dejaré nunca tus ojos solitarios;/ primero, me ocultaré en la cruz,
luego con el pan, en el trigo maduro”.
En la espiga de trigo es donde el hombre encuentra a Dios sin
falta: “Donde una vez me oculto, allí siempre permanezco”. En
este sentido, las fechas religiosas parecen incardinarse, el 26 de mayo
(Stma. Trinidad), es el día Pro Orantibus o de la Vida
Consagrada Contemplativa, tan necesaria contemplación, o
ensimismamiento, también se necesita para el cultivo de la creación
artística; y al domingo siguiente, el 2 de junio (Corpus Christi),
celebramos el día de la Caridad, un amor sin límites, inspiración de
poetas y artistas.
Es
preciso destacar, la importancia de la literatura eucarística, sobre
todo de los Autos Sacramentales en singulares autores del Siglo de Oro.
Todo ello respondía a una religiosidad de fuerte arraigo popular que en
España alcanzó un inusitado desarrollo hasta el punto de dedicarse un
mes entero al culto eucarístico. También es ahora cuando se instauran
oficialmente las hermandades sacramentales, aunque al parecer ya existían
algunas asociaciones desde el siglo XIV. Desde un primer momento tiene
un carácter netamente parroquial y una de sus principales funciones es
la del acompañamiento del Viático a los enfermos. En la actualidad, a
raíz del Concilio Vaticano II, se trata de fomentar una mayor
participación de los fieles en la celebración eucarística con una
liturgia viva, comprensible, abierta en donde se comparta la vida del
hombre con la vida de Cristo, que se hace Sacramento de Amor. En este
sentido, la pastoral centra toda la liturgia en la eucaristía y sólo a
partir de ella, tiene sentido y se establece el desarrollo del culto al
Santísimo en las exposiciones, jubileos, adoración nocturna,
procesiones de impedidos y las devociones. Uno de los poetas de este
siglo, José García Nieto, escribe a propósito de una procesión
vivida en Toledo: “Allí estaba el Señor. La calle era/ la
residencia que Él glorificaba. / ¿Qué hora puntual de Dios iba en mi
pecho/ creciéndome la fe entre campanadas?. / ¿Qué silencio del mundo
quieto en torno? / ¿Qué acogimiento en lo que contemplaba…? / Pasaba
Dios; pasaba el árbol mágico/ de la casa de Dios. Dentro, Él
estaba...”
No
podemos olvidar el auto sacramental, que tiene su fundamento en la
ULTIMA CENA de Jesucristo, que inspirará a todos los grandes autores de
los autos sacramentales, especialmente a Lope de Vega, Tirso de Molina
y, muy especialmente a Calderón de la Barca. «La
noche de la última cena, recostado a la mesa con los Apóstoles,
cumplidas las reglas sobre la comida legal, se da, con sus propias
manos, a sí mismo, como alimento para los Doce». Con
estas palabras, Santo Tomás de Aquino resume el acontecimiento
extraordinario de la última cena, ante el cual la Iglesia permanece en
contemplación silenciosa y en cierto modo, se sumerge en el silencio
del huerto de los Olivos y del Gólgota. Por eso, el
mundo del Arte y de las Letras, a lo largo de la historia sintió (y
siente) la necesidad de expresar más intensamente la alegría por la
solemnidad del Corpus Christi.
Evocando
lo que San Francisco de Borja, dejó escrito, nos traspasa el verso, pan
vivo: “Considerar quién es el que he de recibir, y cómo en cuanto
a la divinidad es igual al Eterno Padre, y cómo en cuanto hombre es el
más ilustre de todos los hombres. Considerar de dónde viene: del
Cielo. Consideraré que me hace mayor don que a los Apóstoles el Jueves
de la Cena. Y he de confundirme trayendo a la memoria lo que haría si
esperase a un amigo o hermano que me viniese a ver de tierras lejanas, o
si el Papa o el Emperador hubiese de venir a verme, y lo poco que hago
con la venida de Jesucristo, de los Cielos a mi ánima. Ver cómo viene.
Consideraré cómo habiéndome dado todas las criaturas, Él mismo
disfrazado se me da en una de ellas, haciéndose pequeñito, conforme a
mi pequeñez. Ver adónde viene. A este mundo donde tantas ofensas y
pecados se cometen contra su divina Majestad. Considerar quién soy yo
que le he de recibir, y mostrarle mis llagas, pidiéndole con el leproso
del Evangelio que me sane. Así miraré de dónde viene, adónde viene y
a qué viene. Alabado sea Dios”.
¿Qué más podemos añadir?. Esto es poesía, pero también Luz.
El auténtico sol del Corpus Cristhi.
Siguiendo
la línea de Caritas, llamo la atención para que nos fijemos en
la juventud, esos jóvenes enganchados a drogas y vicios. Está bien,
pues, pensar sobe el lema: "Protagonistas, los jóvenes".
Hemos de mirar más los alrededores nuestros, es decir, el prójimo. Y
vivir en el espíritu de la "acción de gracias", que
encuentra su máxima expresión en la Eucaristía. Ese es el verdadero
sentido del Corpus. La Eucaristía es raíz y cumbre de nuestra gratitud
hacia Dios y hacia el prójimo y fermento de gratuidad en nuestro mundo.
Quiero
subrayar el protagonismo de los jóvenes, porque ellos, de una manera
especial, están llamados a desarrollar esas actitudes básicas en la
formación de su personalidad y a ser los constructores de una cultura y
sociedad nuevas, que esté animada por esos valores. Si las relaciones
humanas se van impregnando de gratitud, se creará una cultura de
la gratuidad, tan necesaria hoy en día, en la que prevalezca la
relación personal sobre la relación económica, el don sobre la deuda,
el servicio sobre el comercio.
Víctor Corcoba
CORCOBA@telefonica.net
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