SAN AGUSTÍN COMENTA LA 2ª LECTURA


Flp 3,8-14:
Sal para sazonar a los prudentes

Hemos de examinar la esperanza que a mi modo de ver puede compararse con el huevo. La esperanza aún no ha llegado a su objeto, como el huevo que, aunque ya es algo, aún no es el pollo. Los cuadrúpedos paren hijos; las aves, esperanza de hijos. La esperanza nos induce a menospreciar las cosas presentes y a esperar las futuras, a olvidarnos de lo de atrás y a tender, con el Apóstol, a lo de adelante. Dice así. Una cosa hago: olvidándome de lo de atrás y tendiendo a lo de adelante, sigo corriendo, poniendo los ojos en la meta, hacia la palma de la suprema vocación en Cristo Jesús (Flp 3,13-14). Nada hay tan opuesto a la esperanza como el mirar atrás, es decir, el poner la confianza en las cosas que se deslizan y pasan. Por tanto, la esperanza ha de ponerse en lo que todavía no se nos ha dado, pero se nos dará en algún momento y jamás pasará.

Sin embargo, cuando se precipitan sobre el mundo las tentaciones, como la lluvia de azufre sobre Sodoma, ha de temerse la experiencia de la mujer de Lot. Miró atrás y en aquel mismo lugar quedó convertida en sal para sazonar a los prudentes con ejemplo. Así habla el apóstol Pablo de esta esperanza: En esperanza hemos sido salvados. La esperanza que se ve no es esperanza, pues, lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos (Rom 8,24-25).

Lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Aquí tenemos el huevo. Es, sí, un huevo, pero todavía no es pollo. Está envuelto en la cáscara; no se le ve por estar cubierto. Espéresele, por tanto, con paciencia. Désele calor para que brote la vida. Pon atención: tiende hacia lo de adelante, olvídate de lo de atrás; lo que se ve es temporal. No pongamos la mirada, dice, en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Las cosas que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas (2 Cor 4,18). Alarga, pues, la esperanza hacia lo que no se ve, espera, aguanta. No mires atrás. Protege tu huevo contra el escorpión. Advierte que hiere con la cola que tiene detrás. No destruya el escorpión tu huevo, es decir, no mate este mundo tu esperanza con su veneno, tanto más dañino cuanto más atrás está.

¡Cuántas cosas no te dice el mundo! ¡Cuánto no alborota a tu espalda para que mires atrás, es decir, para que pongas tu esperanza en lo presente -aunque no debí emplear esta palabra, porque no es presente lo que nunca permanece-, apartes tu ánimo de lo que Cristo te prometió y aún no dio, pero dará, porque es fiel, y pretendas hallar el descanso en un mundo que ha de perecer!

Sermón 105,7.