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H O M I L Í A

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DOMINGO IV
DE CUARESMA
CICLO B

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-La Alianza rota y sus consecuencias. 

No siempre el hombre ha respondido con fidelidad a Dios.

La historia de Israel, como seguramente también la nuestra, es una historia de idas y vueltas, de pecado y de conversión. Hoy hemos escuchado en la primera lectura un resumen de esta historia, referente al tiempo del destierro a Babilonia. La infidelidad de Israel, desde los jefes y sacerdotes hasta el pueblo, fue en verdad grande. Aquella Alianza que tan solemnemente habían firmado y prometido cumplir con Moisés a la salida de Egipto, y que recordamos el domingo pasado, estaba ya olvidada. Israel abandonó a su Dios y se hizo otros dioses más cómodos. No hizo caso de los avisos que se le enviaron: por ejemplo, del profeta Jeremías, que en este tiempo de desastre intentó convencer al pueblo de su insensatez.

Y vino lo que tenía que venir: el destierro a Babilonia. Los ejércitos invasores destruyeron el Templo, incendiaron la ciudad, saquearon todo lo que pudieron y llevaron al destierro a los habitantes. El autor de esta crónica interpreta todo como consecuencia del pecado: ha sido el mismo pueblo el que al alejarse de la Alianza con Dios se ha precipitado en la ruina en todos los sentidos.

Fue una experiencia muy amarga. No es extraño que en el salmo que hemos cantado encontremos acentos de tristeza: "Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar".

-Pero triunfa el amor y el perdón de Dios

Pero en la misma lectura hemos escuchado la otra cara de la historia. A los sesenta años del destierro, Dios movió el corazón del rey Ciro y éste permitió a los israelitas volver a Jerusalén para reedificar su nación y su Templo. No se consumó la destrucción del pueblo elegido de Dios, ni de su religión. Dios superaba, una vez más, con su amor y su perdón, la realidad del pecado.

Es una historia que no nos resulta extraña. ¿No es algo que nos pasa a la humanidad, a la Iglesia, a cada uno de nosotros: una historia de destierros y regresos, de pecado y de perdón? En la noche de la Vigilia Pascual recordaremos en las lecturas los momentos cruciales de la historia de Israel, porque también para nosotros, la comunidad cristiana, nos resulta como un espejo su experiencia.

El amor de Dios supera siempre nuestro mal. Esto es también lo que hemos escuchado decir a san Pablo: "Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo... Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia y de su bondad para con nosotros".

-Reedificar nuestras ruinas

En Cuaresma somos invitados de modo especial a confiar en esta misericordia de Dios y a reconciliarnos con El. Como Israel, se nos presenta el camino para volver del destierro, del pecado, y a renovar en nuestras vidas la Alianza con Dios.

La vuelta para los judíos fue un reto para la reedificación de sus casas, de su ciudad, de su templo, de los valores que habían perdido por toda una generación de exilio en medio de una sociedad pagana.

También para nosotros Cuaresma/Pascua es un reto de reedificación. Cada uno sabrá qué tiene que reedificar. Es una historia personal de pecado y conversión, una historia comunitaria de renovación de fidelidades, una historia social de valores que hemos dejado perder y que la Pascua nos urge a que recuperemos. La consigna que el Papa ha dado a toda la Iglesia, la "Nueva Evangelización", tiene también resonancia para cada uno de nosotros: se trata de reorientar hacia el evangelio de Cristo, o sea, hacia la Alianza Nueva con Dios, los criterios de nuestra vida.

-Mirar a la Cruz de Cristo

A los israelitas en el camino del desierto, en otra época de su historia, hemos escuchado que se les puso delante la imagen de una serpiente, como medicina de sus males. No sabemos cuál era el sentido de esta serpiente.

Pero lo que sí sabemos es que Cristo en la Cruz es para nosotros cátedra de sabiduría, lección magistral para nuestra vida, medicina y remedio para nuestros males. Ahí, en la Cruz de Cristo, es donde entendemos qué significa el amor de Dios y qué respuesta espera de nosotros. Y también de ahí proviene la Luz, que es Cristo, que quiere iluminar nuestra existencia. En la Vigilia Pascual encenderemos la luz del Cirio Pascual que es imagen de Cristo, y nosotros mismos, con cirios más pequeños, iremos recibiendo participación de esa luz. Es todo un símbolo de lo que la Pascua quiere producir en nosotros: que reedifiquemos nuestra vida, que nos dejemos iluminar por Cristo, que renovemos nuestra Alianza, y que vivamos pascualmente, como hijos de la luz. En medio de un mundo en muchos aspectos desorientado, los cristianos reorientamos nuestra vida según la Alianza de Dios en Cristo Jesús.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/05


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