SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA


Ef 5,8-14:
El Espíritu Santo es buen huésped


Te doy gracias, Señor, porque tú sabes lo que estoy diciendo o quise decir; no obstante, alimenta a mis consiervos de las migajas de tu mesa; alimenta y nutre también a los que regeneraste. ¿Qué era antes esta muchedumbre? Tinieblas, ahora, en cambio, es luz en el Señor. Es el Apóstol quien lo dice: Fuisteis en otro tiempo tinieblas; ahora, en cambio, sois luz en el Señor (Ef 5,8). ¡Oh vosotros los bautizados, que fuisteis en otro tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor! Si sois luz, sois ciertamente día, pues Dios llamó día a la luz (Gn 1,5). Erais tinieblas y os hizo luz, os hizo día. A vosotros se refería lo que hemos cantado: Este es el día que hizo el Señor; alegrémonos y gocémonos en él (Sal 117,24). Huid de las tinieblas. La embriaguez forma parte de ellas. No marchéis de aquí sobrios y regreséis ebrios; después de mediodía volveremos a veros. El Espíritu Santo ha comenzado a habitar en vosotros. ¡Que no se tenga que marchar! No lo excluyáis de vuestros corazones. Es buen huésped: si os encuentra vacíos, os llena; si hambrientos, os alimenta; finalmente, si os halla sedientos, os embriaga. Sea él quien os embriague, pues dice el Apóstol: No os
embriaguéis de vino, en el cual está todo desenfreno.

Y como queriendo enseñarnos de qué debemos embriagarnos, añadió: Antes bien, llenaos del Espíritu Santo, cantando entre vosotros con himnos, salmos y cánticos espirituales; cantando al Señor en vuestros corazones (Ef 5,18-19). ¿No se parece a un borracho quien se alegra en el Señor y canta sus alabanzas con gran entusiasmo? Demuestro esta embriaguez: Pues en ti, ¡oh Dios!, está la fuente de la vida, y les darás a beber del torrente de tus delicias. ¿De dónde? Pues en ti, ¡oh Dios!, está la fuente de la vida, y en tu luz veremos la luz (Sal 35,9-10). El Espíritu de Dios es luz y bebida. Si averiguas que hay una fuente en la oscuridad, enciendes una lámpara para llegar a ella. No enciendas una lámpara junto a la fuente de la luz; sea ella tu luz, la que te guíe hasta sí. Cuando llegue el momento de beber, acércate y recibe la iluminación. Acercaos a él y seréis iluminados (Sal 33,6); no os alejéis de ella para no caer en las tinieblas. Señor Dios, llama para que nos acerquemos a ti, afiánzanos para que no nos alejemos. Renueva a tus hijos, convirtiéndolos de niños en ancianos; pero no de ancianos en muertos. Es licito, en efecto, envejecer en esta sabiduría, pero no morir.

Sermón 225,4