PRIMERA LECTURA

El rey es advenedizo en el pueblo de Dios. Llegó a legitimarse cuando se hizo signo del Dios liberador y portador de esperanza: un mesías que anuncia al Mesías. Cuando lo ha señalado el carisma o la unción, el rey es reconocido por el pueblo. Reconoce así, no restrictivamente a una persona, sino al espíritu de Dios que en ella se manifiesta. David es señalado por un carismático y ungido; así después su dinastía (II Sam 7). El mesianismo real se apoya ahí.


Lectura del primer libro de Samuel 16,1b. 6-7. 10-13a.

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel:

-Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.

Cuando se presentó vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante el Señor su ungido.

Pero el Señor dijo a Samuel:

-No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo lo he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón.

Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo:

-A ninguno de éstos ha elegido el Señor.

Preguntó, pues, Samuel a Jesé:

-¿No quedan ya más muchachos?

El respondió:

-Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.

Dijo entonces Samuel a Jesé:

-Manda, que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.

Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia.

Dijo el Señor:

-Levántate y úngelo, porque éste es.

Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos.