40 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO III DE CUARESMA
1-11

 

1. 

"Antes me muero de sed que pedirle un vaso de agua", se dice en nuestra tierra como juramento de una amistad rota. Expresión válida, porque pedir un vaso de agua habla de la limpieza de un acercamiento cordial.

"Dame de beber" abre Jesús un diálogo de acercamiento con una mujer desconcertada. Era una vieja historia. Cuando un rey desterró a una parte de Israel, lo repobló con hombres traídos de cinco naciones que llegaron con sus dioses respectivos. Pero quiso el rey que un sacerdote les enseñara el culto al Dios de la tierra; y así aprendieron el culto a Yahvé. Le construyeron un templo en el monte Garizím. Destruido el templo, ahora adoraban a Dios en el monte mismo. A pesar de su conocimiento de la Escritura, de su veneración por Moisés y su espera del Mesías, eran considerados cismáticos por los judíos. "No se hablan los judíos con los samaritanos". Establecidos entre Judea y Galilea, boicoteaban el camino de los galileos al templo de Jerusalén. Al mismo Jesús le negaron el sagrado derecho oriental a la posada, sólo porque iba a Jerusalén.

Cuento esto porque se me antoja que, en medio de nuestro mundo cristiano, se establece una nueva Samaria. No delimitada por fronteras, porque andamos mezclados en la calle. No sé si exagero la comparación; pero hay entre nosotros gente que proviene del más puro paganismo. Tienen sus dioses: dinero, placer, partido, raza, violencia... Alguien les ha enseñado también el culto a Dios; y asisten a liturgias de funerales, se bautizan y hacen la Primera Comunión. Pero no comulgan con la Iglesia. Hasta hemos visto el paralelismo de que se opongan al paso de procesiones por sus barrios. Son cosas que crean tensiones, e incluso odios en el corazón de cristianos de siempre y de estos nuevos "samaritanos". No quiero exagerar diferencias. El espíritu samaritano -cinco dioses y culto a Dios- afecta a cualquiera que guarda el templo para Dios pero tiene su vida, familia, negocios o política bajo el patrocinio de los dioses ambientales.

Una mujer samaritana. Dado el estilo simbólico de Juan, es probable que la historia de hoy se esté refiriendo al encuentro de Jesús con el pueblo samaritano, y al deseo de llevarles su Salvación. Un pueblo samaritano. Se acerca periódicamente a la Iglesia de Jesús. Sediento siempre porque sus dioses no sacian la sed de vivir. Es preciso que la Iglesia aproveche encuentros "casuales" con la gente "del otro lado" para anunciarles sin complejos:

-Si conocieras el don de Dios y la Iglesia que lo anuncia, tú le pedirías agua, y ella te daría agua viva.

-¿La Iglesia dices? ¡Si no tiene poder ni prestigio! Nadie confía en ella.

-Te digo que, mientras sigas bebiendo lo que bebes, seguirás con sed; pero si bebes del agua que te anuncio, no tendrás sed jamás. Y aterrizar. Una Iglesia consciente, ha de estar convencida de que la existencia del hombre es lugar privilegiado para descubrir la salvación de Dios.

"Cinco maridos has tenido". Conocida la historia de Samaria y su culto a los cinco baales (baal=amo, señor, marido, dios) la frase se carga de significados:

-Cinco ídolos has tenido, y el Dios de Jesús a quien hoy te acercas, no es tampoco tu Señor que te da vida.

Andan por ahí "samaritanos" que entienden este lenguaje e inician desde ahí un acercamiento a Dios. La problemática existencial está muy en la raíz del sufrimiento del hombre.

¡Tanta gente sin horizonte, sola, angustiada, sin saber por qué vive, sufre, goza o fracasa; sin conocer la raíz del mal; acusando a diestra y siniestra, pero sin luz para orientarse! La salvación viene de la Iglesia, hay que decir sin remilgos.

Y sin permitir que los interlocutores se desvíen a las tópicas y alienantes discusiones religiosas; este monte o Jerusalén; este obispo o el otro; papa pogre o conservador... "Echar balones fuera" se llama esa figura, mientras está en juego el hombre.

¿No dicen nuestros labradores que, tras las nieves de este invierno, se vislumbra una gran cosecha a cuatro meses fecha? Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved muy cerca tanta gente sufridora y decepcionada, samaritanos sedientos que pueden ser la gran cosecha del Reino si la Iglesia acierta a presentarles el agua que da la vida.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO A
DESCLÉE DE BROUWER/BILBAO 1989 .Pág. 64


2. 

-Situación.-La primera línea del mensaje bíblico -la historia de la salvación en sus etapas fundamentales- tiene este tercer domingo, en todos los ciclos, a Moisés como protagonista. Este año con el episodio del agua de la roca del Horeb, tras la revuelta del pueblo cansado y sediento.

Pero lo que más caracteriza este domingo tercero, sobre todo en este ciclo A, es el comienzo de los tres evangelios de Juan con temática bautismal: agua, luz y vida (samaritana, ciego y Lázaro), que tradicionalmente han servido para motivar y valorar el camino bautismal de los catecúmenos o también de la comunidad cristiana en su recorrido cuaresmal hacia la Pascua.

Son evangelios de claro contenido cristológico, con su revelación progresiva hacia el "yo soy". Vale la pena que los tres domingos, empezando por el de hoy, se lean enteros los pasajes de Juan, lenta y expresivamente: no está mal que se nos recuerde a los predicadores, que el texto del evangelio, proclamado en la celebración, es más importante que nuestra explicación homilética del mismo.

-Un pueblo cansado que tiene sed. Es todo un símbolo de la historia humana y de la de cada uno de nosotros, el cansancio de este pueblo y su sed. Entre Egipto y la Tierra Prometida está el desierto. Ya quedan un poco lejos el entusiasmo primero y los proyectos optimistas. Hay dificultades en el camino y peligros y fatiga. Falta agua para las personas y los animales. El pueblo murmura y llega a dudar de todo: "¿está o no está el Señor en medio de nosotros?" Sí, está con ellos: y les da agua de la roca de Horeb. Toda una historia condensada: sed y desesperanza. Y la respuesta de Dios: su presencia y su cercanía. Y agua para el camino.

-La respuesta a la sed de una mujer. Jesús se hace el encontradizo con aquella mujer de Samaría: no en el Templo o en la Escuela, sino en el camino diario, junto al pozo, allí donde la mujer va a sacar agua para su casa. También aquí el encuentro es todo un símbolo: la humanidad que tiene sed, aunque no sabe tal vez qué aguas le convienen y le darían la verdadera felicidad. Y el Señor, el Enviado de Dios, que es el que tiene la respuesta verdadera y el agua que quita efectivamente la sed.

La sed de la samaritana es búsqueda (ha tenido cinco maridos) e insatisfacción. En esta sed se puede ver reflejado el itinerario de sed de la humanidad. Exquisita la pedagogía de Jesús, conduciendo la conversación desde el agua material hasta la espiritual: "el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna". La revelación progresiva del mismo Cristo: "yo soy", el Mesías, el que habla contigo. El que beba del agua que yo le daré... Es una respuesta -"yo soy"- que los domingos próximos escucharemos en otras claves: la luz, la vida...

-Agua para nuestro camino hacia la Pascua. Si se nos proclama la historia de Israel, o la de la samaritana, es para que nosotros nos dejemos interpelar por Dios desde nuestra historia concreta y personal.

También nosotros tenemos sed. Es una experiencia que todos conocemos y que entendemos fácilmente también en su sentido espiritual. Sed de verdad, de felicidad, de amor, de plenitud, de vida. Es bueno que sintamos sed. Y que la homilía tome pie de esta sed.

-El que no tiene sed, no busca fuentes de agua. El que lo sabe todo no pregunta. El que se cree un santo, no pide perdón. El que se siente rico, no pide nada. El que tiene todo eso, ¿para qué necesita la Pascua y la conversión cuaresmal?). Suscitar la idea de la sed, ayudar a que todos se sientan reflejados en la historia de ese pueblo fatigado por el desierto y de esa mujer insatisfecha de la vida, es buena pedagogía para hacer ver también cómo Cristo, en nuestro camino de Pascua, es la Respuesta de Dios. El "yo soy" aplicado a nosotros. Nuestra sed nos la quiere saciar Dios por medio de Jesús: es el Agua para nuestro camino cuaresmal a la Pascua; el Agua verdadera, no la superficial o más inmediata (los valores fáciles de este mundo), sino el Agua profunda (la verdad de Dios, amor verdadero, la felicidad plena). En Juan se identifica también esta Agua que nos da Cristo con su Espíritu.

Pablo nos ha recordado los dones que nos ha hecho Dios: sobre todo su amor: "la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". Esa sí que es el agua verdadera: el amor, el Espíritu de Dios, y el que Cristo haya dado su vida por nosotros, en su Pascua. Caben otras aplicaciones: a)invitación a dar también nosotros de beber al sediento (cf. el "examen" final según Mt 25.): ¿qué hacemos con el que vemos que tiene sed? No hace falta mirar al Tercer Mundo, porque a nuestro lado hay muchos que la sienten y angustiosamente. Como Cristo pide de beber, junto al pozo, y muere en la cruz gritando también "tengo sed", hay muchos que encontramos en el camino en la misma actitud. b)Es bueno aludir también a la Vigilia Pascual, hacia la que caminamos en Cuaresma: también entonces el agua va a jugar un papel simbólico importante, con la experiencia o renovación del Bautismo. c)La Eucaristía es, cada vez, nuestro encuentro con Cristo. En ella es donde Cristo, sentado a la vera de nuestro camino, nos da el agua de su Palabra iluminadora y nos hace el don de su Cuerpo y Sangre, el alimento y la bebida para nuestra vida.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1987/06


3.

Resulta paradójico el hecho de que él, portador del don del "agua viva", esa que apaga la sed para siempre, comience la conversación mendigando un sorbo de agua a la mujer, que se finge sorprendida. Siempre así el Cristo inoportuno. Cada don suyo va precedido de una demanda. Cuando quiere darnos algo, comienza extendiendo la mano e imponiéndonos un desprendimiento, una privación, pidiéndonos un sacrificio, una renuncia. Parece como si se divirtiera invirtiendo las partes.

El rico juega a hacer el mendigo. Y si nosotros nos mostramos avaros, si tenemos bien agarradas nuestras miserables cosas, si estamos dudosos frente a los desapegos, si somos calculadores en la oferta, nos privamos de sus dones más grandes... La mujer se las ingenia para inventar pretextos, para buscar escapatorias. Y cuando Jesús la clava en su propio problema ("tienes razón de que no tienes marido..."), pretende una salvación in extremis intentando enzarzar al Maestro en una disputa religiosa que, aunque importante (se trata del lugar donde adorar a Dios) representa para ella un modo pícaro para eludir el problema personal más peliagudo (cuántas veces también nosotros nos embarcamos en disputas interminables, nos acaloramos en discusiones sobre "temas muy actuales" sólo para no afrontar la cuestión verdaderamente comprometida...).

Un cántaro abandonado. La mujer había ido al manantial para sacar agua; esto era lo más urgente para ella. Ahora ha descubierto un quehacer más importante a que dedicarse. He ahí las señales inconfundibles del encuentro. He ahí sus consecuencias. Nunca es inocuo. Nunca deja las cosas como están.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO A
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1986.Pág. 61


4. MUJER/JUDAISMO  J/FUENTE-V.

-La pregunta del hombre

"¿Está o no esta el Señor en medio de nosotros?" El pueblo judío había sentido la presencia y la fuerza de Dios que le había liberado de la esclavitud de Egipto. Y, guiado por Moisés, había emprendido el largo camino por el desierto hacia la gran promesa de una tierra que sería suya, donde viviría libre. Pero el camino se hace largo y difícil, el pueblo experimenta la terrible tortura de la sed. Por eso primero duda y después se rebela contra Moisés y contra su Dios. Y por ello se pregunta: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?".

Una pregunta que es posible que también nos hagamos nosotros, sobre todo cuando nuestro camino se nos hace largo y difícil. O cuando somos nosotros quienes, por lo que sea, a veces casi sin ser conscientes de ello, nos hemos ido interiormente alejando de la presencia de Dios en nosotros. En este tercer domingo de Cuaresma, cuando empieza la etapa más importante de nuestro avanzar hacia la gran celebración de la Pascua, atrevámonos a preguntarnos si realmente creemos de verdad en la presencia de Dios en nosotros, en aquella presencia de su Espíritu que puede fecundar nuestra vida.

-La respuesta de Jesús Junto al pozo de Jacob, Jesús, cansado del camino, conversa con una mujer (y en aquellos tiempos no era normal que un hombre religioso hablara públicamente con una mujer desconocida. Un rabino decía: "Arroja la Ley al fuego antes de entregarla a una mujer"). Y con una mujer que por ser una samaritana era tenida por los judíos como un hereje. Más aún: con una mujer hereje cuya conducta moral no era precisamente ejemplar (había vivido ya con cinco hombres y el actual tampoco era su marido). Pero Jesús no sólo le pide agua a ella y conversa exactamente con ella, sino que a ella -mujer, hereje y con una historia de seis hombres- se le da a conocer como el Mesías, el Cristo, como el que es capaz de dar un agua que puede convertirse dentro de nosotros "en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna".

A nuestra pregunta de si "está o no está el Señor en medio de nosotros", Jesús responde que Él puede estar "dentro de nosotros" como un manantial de vida. Como una fuente de agua viva que ya no haga necesario nuestro constante y ansioso ir y venir buscando fuentes de amor, de verdad, de libertad, de vida... Jesús tiene la radical pretensión de ser Él la fuente inagotable y fecunda de amor, de verdad, de libertad, de vida... Y no sólo una fuente a la que nosotros vayamos a beber, sino una fuente que puede manar en nuestro interior, en nuestro corazón. Como hemos leído en la segunda lectura: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado".

-Preguntas y respuestas de la fe Este evangelio que hemos proclamado hoy, junto con los que escucharemos en los dos próximos domingos, son los que utilizaba la Iglesia antigua como mejor catequesis para aquellos hombres y mujeres que se preparaban para recibir el bautismo en la noche de la Vigilia pascual. ¿Por qué estos tres evangelios? Porque nos dan respuesta a la pregunta decisiva de la fe, la pregunta es ésta: ¿Quién es JC para nosotros? Una pregunta que nosotros también hemos de replantearnos en estas semanas de preparación para la Pascua.

La respuesta de hoy es: Jesús es para nosotros la fuente interior de vida. Como el árbol fecunda la tierra, el agua que brota de esta fuente interior que es Jesús -que es su palabra, su ejemplo, su persona- puede fecundar toda nuestra existencia. Esto es lo que significó aquella agua de nuestro bautismo: un agua que se derramaba sobre nosotros para fecundarnos, para darnos vida, para que demos fruto según la voluntad de Dios que ha de ser nuestro alimento.

En otro lugar de su evangelio, Juan nos transmite estas palabras de Jesús: "El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva". Y comenta inmediatamente el evangelista: "Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él" (/Jn/07/38-39). Nosotros, gracias al amor de Dios, gracias a la fe, gracias al bautismo, tenemos en nuestras entrañas -en el corazón de nuestra vida- el Espíritu de Jesús. Más allá de nuestras dudas y dificultades, incluso cuando parece que nos hemos alejado de Él, el Espíritu de Jesús está en nosotros para ayudarnos, para guiarnos, para impulsarnos a vivir según su ejemplo de amor bondadoso y abierto.

Renovar nuestra fe en esta presencia activa del Espíritu de Jesús es -en este camino cuaresmal hacia la Pascua- la primera respuesta a la pregunta: ¿quién es Jesús para nosotros?

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1990/06


5. 

-La esperanza que no defrauda: La promesa de una tierra que mana leche y miel sacó a los israelitas de la esclavitud de Egipto. Pero ya de camino hacia la tierra prometida, en la libertad del desierto, apenas liberado de una servidumbre, aquel pueblo cayó en otra elemental: les faltó el agua y, con ella, la esperanza. Comenzaron así a sospechar de la promesa y de quien la había hecho, comenzaron a murmurar de Moisés y de quien lo había enviado: "¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?" "¿Está o no está al Señor en medio de nosotros?" Y el Señor, que es poderoso para cumplir lo que promete y que no habla en vano, hizo saltar el agua de la roca para que bebiera su pueblo y no le faltara ni el agua ni la esperanza. Limpia, como el agua limpia, sólo es la esperanza que salta del corazón de los creyentes hasta la vida eterna. Limpia y fresca, como el agua viva, sólo es la esperanza que no defrauda y colma la sed. Limpia, fresca, inagotable es siempre la esperanza que responde a la palabra de Dios, a la Promesa.

Porque esta esperanza es la única capaz de afirmarse en el desierto y aun en la soledad y en el abandono de la misma muerte, la que no cesa nunca en medio de las mayores dificultades, la que resiste y la que se viste de paciencia, la que nos va liberando paso a paso de toda servidumbre: la esperanza contra toda esperanza.

-La esperanza contaminada: La esperanza, como el agua y más que el agua, es un bien escaso y necesario en nuestra sociedad. Sin ella no podemos vivir, porque la vida quizá no sea otra cosa en el fondo que auténtica esperanza. Sin embargo, lo que abunda en la actualidad no es eso, sino los sucedáneos, las expectativas, las falsas satisfacciones que no calman la sed. Se promete la felicidad y se pone la felicidad en el agua que se vende, en el consumo, pero no en el agua que se da, porque ésta ya no existe. Por eso andamos con la lengua fuera, sedientos e insatisfechos, porque nadie da con amor ni recibe con agradecimiento un vaso de agua, el vaso de agua sobre el que recae la promesa del evangelio: "El que da un vaso de agua en mi nombre no quedará sin recompensa". Diríase que el egoísmo se ha ensuciado en la fuente de la esperanza, que la ha contaminado, que la ha degradado.

Otra forma de contaminar la esperanza es precipitarla en la impaciencia milenarista o quemarla en el fuego de la revolución a toda costa, caiga quien caiga, porque lo queremos todo y lo queremos hoy.

-El don de Dios: Jesús nos ofrece a cambio de un vaso de agua, a cambio de un poco de amor al prójimo, el agua que salta hasta la vida eterna, el don de Dios. El que beba de ese agua no volverá a tener sed. No es que esté ya en sus glorias o en el paraíso, o en la tierra prometida que mana leche y miel, porque seguiría en el desierto y en el camino. Pero el agua que recibirá se convertirá dentro de él en un surtidor, y nadie podrá arrebatarle el gozo y la esperanza del camino. No caerá, por lo tanto, en la amargura de los eternamente frustrados y en la violencia estéril y asesina de los desesperados.

El mundo tiene sed. A los discípulos de Jesús, a los que dicen haber hallado en Jesús la esperanza sin contaminar, les corresponde hoy devolver al mundo la verdadera esperanza. Pero esto no se consigue haciendo promesas sino creyendo en la Promesa. No se consigue desatando los vientos del fanatismo sino dejándose conducir por el espíritu de Cristo. No se consigue manipulando y explotando las necesidades humanas, sino compartiendo estas necesidades solidaria y esperanzadamente. No con la esperanza que está a la espera o a verlas venir, sino con la esperanza que camina y prepara los caminos del Señor, que allana montañas y rellena los valles de este mundo. Porque el agua que colma la sed no es otra cosa que la sed de justicia, de la verdadera justicia, de la que viene de Dios para los hombres cuando los hombres preparan sus caminos.

EUCARISTÍA 1981/15


6.

-El texto evangélico de hoy y su mensaje. El Evangelio de Juan, el Evangelio de los Presbíteros, supone una relectura teológica de la experiencia que de Jesús tienen las primeras comunidades cristianas de Asia. Es un Evangelio lleno de símbolos y de personajes-tipo. A través de ellos se expresan certezas que van a quedar permanentemente en la Iglesia.

Así, en el encuentro de Jesús con la Samaritana va a tratar de la novedad del Evangelio con respecto a las dos religiones que ellos conocen de cerca: el judaísmo israelita, afincado en Jerusalén, y el judaísmo samaritano, con su lugar de culto en Garitzin. Sobre ellos habla Jesús y a ambos los declara periclitados. No llevan a un encuentro del Dios vivo y verdadero. Están "sin agua", no tienen "espíritu", no pueden dar "la vida" a los hombres. Sólo Jesús es portador de esa "Vida", sólo El es el anunciado y esperado por ambas. Sólo Jesús es capaz de transformar al hombre, buscador perpetuo de la vida, en un manantial capaz de satisfacer su propia sed. Y lo que es más: lo hace capaz de ayudar a que otros busquen, experimenten y puedan a se vez ser transformados y cambiados.

"Ya no creemos por lo que tú dices -religión judía, religión samaritana, cualquier religión-. Nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que El es de verdad el Salvador del mundo" dice la nueva multitud de creyentes, la Iglesia joannea que refleja el Evangelio de este domingo.

-¿Tenemos nosotros palabras de fe semejantes? A decir palabras similares nos invita la liturgia de hoy.

"Fuera de Jesús, fuera de la nueva Comunidad que es la Iglesia, no existe el Espíritu, no hay encuentro con Dios. No hay salvación".

¿Creemos esto? ¿Estamos en situación de afirmarlo también hoy nosotros, los creyentes católicos de esta última década del siglo XX? Porque a la verdad, hablar hoy de la superioridad de Jesús ante el judaísmo o ante la desconocida herejía samaritana es mentar viejas querellas religiosas que nos tienen sin cuidado. Hablar de la superioridad única de Jesús a los agnósticos que nos rodean, o a quienes viven sin Dios, y afirmarlo ante los ateísmos que claman en estos tiempos de duda que Dios ha muerto, y por él doblan las campanas, ya tiene otro talante.

¿Creemos en Cristo de tal modo que, como los primeros cristianos, podemos decir que El es nuestro Salvador personal y el Salvador del mundo? ¿Qué experiencias avalan estas afirmaciones? ¿Qué aducimos nosotros como "pruebas personales" que inviten a otros a buscar por ver si encuentran a ese Cristo del que afirmamos que es nuestra vida?

-Dar razón de nuestra fe. Testimonios actuales. FE/DAR-RAZON Se supone que todo cristiano adulto sabe dar una respuesta adecuada a quien le pregunta por qué dice que cree en Jesús. Y las respuestas serán muy diferentes, dependiendo de las personas y del itinerario de su fe. Voy a transcribir unos cuantos testimonios que he podido escuchar de boca de jóvenes universitarios ecuatorianos, en momentos de compartir la fe. Todos tienen más de veinticinco años y los hay casados y solteros, hombres y mujeres. "Yo creo porque se me impuso como evidente en un momento muy preciso de mi vida, cuando acudí a El. Desde entonces sé que Jesús existe y me ama", dice un buen amigo mío que no aportará más datos puesto que son evidencias que nadie le puede discutir. Así ha sido. Así es. Su fe resiste cualquier objeción, como el diamante cualquier ácido.

"He vuelto a Jesús después de un tiempo de incredulidad y de vivir subversivamente, buscando un mundo más justo. Hoy sé que la revolución no es el campo para traer la paz ni hacer al hombre nuevo. No éramos nuevos los que la pretendíamos. Ni lo serán por ese camino. Reflexionando sobre Jesús y sus postulados, atraído por el testimonio de un amigo, he llegado a la convicción que Jesucristo trae la verdad. El secreto del hombre. Sólo después de mucho tiempo de familiarizarme con El y su Palabra, me he atrevido a decir que creo en El. Su persona me ha ganado y su Verdad incluye la Resurrección. La Iglesia es otro cantar. Hoy por hoy no la frecuento".

"He creído siempre en El pero de forma muy diferente. Creo en Jesús por lo que ha hecho en mi vida. El me ha enseñado a dejar los intereses egoístas de mi vida y a buscar el bien de los demás más allá de metas muy concretas en las que los otros eran piezas de recambio, instrumentos en mi mano. Escalones para alzarme. Jesús me ha devuelto la dignidad. Me ha perdonado haciéndome un hombre recto. Yo sé qué quiere de mí en este mundo. La sociedad me espera y quisiera poner mi mano en la tarea. Ya lo estoy haciendo, pero es mucho más lo que me aguarda".

-Lo misionero y lo eclesial, aspectos que necesitamos. Afirmar la fe hoy -como en los tres testimonios aducidos -puede tener aspectos íntimos y vivencias individuales de encuentros con el Señor como tuvo la samaritana. Son los aspectos misioneros y las vivencias eclesiales las que tal vez nos falten -y es lo que buscan mis amigos al crear una comunidad dentro de la cual dieron los anteriores testimonios-. Y que esto es necesario lo subraya el mismo Evangelio de Juan cuando nos habla de los samaritanos que logran una convivencia con Jesús que los transforma de curiosos en creyentes que han visto y verificado: "Cuando llegaron a verlo los samaritanos le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación".

-Preguntas que resumen y cuestionan. ¿A quién contaste tu encuentro con Jesús? ¿Quiénes te han creído cuando les dices que la clave de tu vida es Jesús? ¿Quiénes te han dicho que quisieran sentir, pensar y vivir lo que vives tú y como lo vives tú? ¿Tu vivencia de fe se encuentra referida a la Iglesia?

FEDERICO M. SANFELIU
Quito. DABAR 1990/19


7.

Es bien difícil separar el contenido de la forma en la escena que tiene lugar junto al manantial de Sicar, en Samaría. Hay una serie de afirmaciones "in crescendo" que denotan que allí tiene lugar un encuentro profundo con Jesús. Primero hay una seguridad: "¿Cómo tú, siendo judíos..?"; después nace la sospecha: "¿No será éste el Cristo?"; para terminar en una confesión: "Sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo". De simple antagonista de los samaritanos -un judío-, Jesús pasa a ser confesado como Salvador, a través de un proceso catequético bellísimo. Es importante para los hombres de nuestro tiempo el encuentro con Cristo, pero para ello es decisivo encontrar el camino que puede conducir hasta él.

EVAR/QUÉ-ES:Evangelizar es menos transmitir contenidos que suscitar la dinámica por la que, desde el lugar en que cada hombres se encuentra, pueda llegar a tener la experiencia del encuentro con Jesús.

-Agua viva. Jesús está cansado. Era alrededor de mediodía, cuando el sol cae a plomo sobre los campos. Juega en terreno contrario aparentemente: en Samaría, tierra heterodoxa y maldita para un judío, tal "que los judíos no se trataban con los samaritanos", ya que ambos tenían su propio santuario, su peculiar interpretación de la Ley y ello influía en todos los ámbitos de la vida. Parece que es imposible encontrar un punto de partida para el diálogo. Pero siempre existe: la experiencia común, la sed y el agua que calma la sed. Sólo a través de la experiencia compartida, Jesús va llegando al hondón de la persona, se produce el encuentro, se evangeliza.

Ella iba a buscar agua, como cada día, pues la sed no admite vacaciones. El está cansado del camino y pide agua. Muchas veces en la vida tenemos las mismas necesidades y, en vez de hacerlas lugar de búsqueda común, sirven como enfrentamiento y competencia. La mujer tiene el pozo del padre Jacob a disposición, donde bebieron él y sus hijos y sus ganados.

Jesús le ofrece otra agua. Otro manantial. La mujer lo interpreta en clave de "competencia": "¿De dónde sacas tú el agua?" Jesús está más allá. No plantea un pozo judío frente a otro samaritano. Habla del agua viva, tal que quien beba de ella no volverá a tener sed. Se convertirá en un surtidor que salta hasta la vida eterna. Jesús habla de agua viva, no estancada. Que da vida, porque es don. La experiencia cotidiana de las idas y venidas al pozo, del sudor bendito que se acepta para apagar la sed, se convierten en el peldaño que lleva finalmente hasta la petición: "Señor, dame de esa agua".

-Vivir en espíritu y en verdad. El hielo ya está roto. Si antes había sido motivo de confrontación una necesidad aparentemente material, ahora es la necesidad espiritual: la religión, el templo. De nuevo, la pregunta de la samaritana está planteada en términos de competencia. ¿Dónde dar culto a Dios, en el monte Garizín o en Jerusalén? Pero, en todo caso, debajo de la pregunta late una inquietud verdadera: la adoración, el culto a Dios, la vida religiosa. De nuevo otra experiencia cotidiana. Una inquietud verdadera, unida a la polémica sobre su realización: qué templo, qué estructuras religiosas, qué ritos, qué tiempos, qué normas sirven para expresar nuestra adoración a Dios.

Jesús tiene ya la base para profundizar en la respuesta. Quien ha recibido esa agua viva, se ha convertido él mismo en manantial de vida, ha encontrado la posibilidad de dar culto a Dios más allá de cualquier espacio. Su vida en espíritu y en verdad es el lugar de encuentro con Dios. El agua recibida como don de Jesús no sólo sacia la sed, sino que da vida. Por eso Jesús hace posible una nueva vida religiosa que, vinculada a El, libera de esclavizarse a templos materiales o a estructuras sacrales. Toda la vida recibida de Jesús es encuentro con Dios. Aquí no hay competencia posible. El don no está ligado a un santuario, a una estructura, a un rito, a un pueblo. Se identifica con la misma vida, en verdad.

-La voluntad del Padre como alimento. Pero la vida tiene que ser mantenida y alimentada. Los discípulos, que toman el relevo de la samaritana cuando ésta desaparece de escena, temen que Jesús desfallezca. "Rabbi, come". La necesidad de comer forma parte elemental de la experiencia más primaria de la vida.

De nuevo Jesús encuentra el punto de partida para profundizar. La vida no se "mantiene" sin un proyecto. Su vida está alimentada por el proyecto del Padre, por hacer su voluntad. Y aquí se empalma con el cansancio de Jesús del principio. Jesús ha trabajado, como el Padre trabaja. Jesús tiene un proyecto porque el Padre tiene un proyecto. Pero este trabajo, este cansancio, en lugar de poner en peligro la existencia, la mantiene, la alimenta, la robustece. Es malo y trágico carecer de pan, pero mucho peor es no encontrar el proyecto que puede alimentar y dar sentido a una vida.

Así todo se une. Agua viva, vida en espíritu, proyecto del Padre. El agua viva que se recibe como don de la fe en Jesús crea un manantial de vida en la que se hace presente el Padre, y esa vida cobra sentido y se nutre cuando se alimenta trabajando en su proyecto, en el Reino.

La escena de hoy no sólo constituye una página magistral, sino que nos enseña tanto los contenidos de la evangelización como el proceso pedagógico para llevarla a cabo.

JESÚS MARÍA ALEMANY
DABAR 1987/20


8. AGUA/ES YO-SOY

En la revelación judeo-cristiana, Dios no solamente usa nuestro lenguaje hablado y escrito para comunicarse con nosotros, sino también el de los símbolos, que pertenecen a la entraña de todas las culturas, antiguas y modernas, orientales y occidentales. Uno de los símbolos más frecuentes en la historia de la salvación es el agua. El agua es una necesidad vital y permanente, tanto para los hombres como para los animales y las plantas. Es también elemento de higiene para el cuerpo, la ropa, la casa y la ciudad. Es, además, recreo y belleza en las piscinas, los jardines y las fuentes artísticas. Pero puede ser también, en ocasiones, desgracia, destrucción y muerte, en las tormentas y las inundaciones, en los desbordamientos de los ríos, que arrasan todo lo que encuentran con una fuerza irresistible.

Desde el diluvio hasta el bautismo, pasando por la roca del Horeb, como hemos oído en la primera lectura, las purificaciones del culto en el templo de Jerusalén y otros muchos ejemplos, el agua se asocia en la Biblia a la presencia del Espíritu de Dios, que purifica, da vida y recrea, como el agua, elemento tanto más estimable en tierras cálidas y secas. El pueblo de Dios esperaba que en los tiempos mesiánicos se concedería en abundancia el don del Espíritu. En el Nuevo Testamento es el evangelio de san Juan el que insiste más en esta relación entre el agua y el Espíritu Santo. En el diálogo con la samaritana, Jesús la va llevando del agua material al agua del Espíritu, que El puede dar porque es el Mesías, el Cristo: "Soy yo: el que habla contigo". Ese "Yo soy" tiene también la evidente intención de recordar la fórmula con que Yavhé se dirigía a su pueblo, recalcando así la igualdad de Jesús con Dios.

Pero San Juan se expresa de una manera todavía más didáctica tres capítulos después, en el relato de la Fiesta de los Tabernáculos. Allí, con ocasión del rito propiciatorio de la lluvia, cuando se derramaban cántaros de agua traída de la fuente de Siloé, Jesús proclama en voz alta: "Si alguno tiene sed, que venga a mí y que beba el que cree en mí". Y añade: "De su seno correrán ríos de agua viva". Entonces Juan, tan amante de los profundos misterios de la fe, quiere en este caso dejar todo bien claro para todos, y añade por su cuenta, contando ya con la experiencia de Pentecostés: "Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado" (/Jn/07/37-39; domingo de Pentecostés). Y vale la pena destacar, como también lo hace Juan, que ese agua comienza a manar cuando el Señor es "elevado" y muerto en la Cruz. La lanza del soldado abre las compuertas del cielo al traspasar el Corazón de Jesús, del que brotó "sangre y agua", símbolos de la Eucaristía y del Bautismo según la tradición, o de la Iglesia y el Espíritu.

San Pablo nos dice en la segunda lectura de hoy que "el amor de Dios ha sido derramado -¿es esta fórmula de algo "derramado" evocación de agua del bautismo?- en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". El cristiano muere al hombre de pecado, ahogado en el agua del bautismo, y renace a una vida nueva en Cristo, lo que se expresaba muy bien con el simbolismo primitivo de los neófitos sumergidos por completo en la pila bautismal y que después emergían como resucitados, para ser luego ungidos, que es lo mismo que decir "Mesías", "Cristo".

Como el templo ideal del libro de Ezequiel o como la nueva Jerusalén del "Apocalipsis", los cristianos llevamos en nuestro corazón una fuente de agua que salta hacia la vida eterna; el agua del Espíritu Santo, que nos purifica, nos alimenta y nos renueva incesantemente. En la próxima Vigilia pascual renovaremos las promesas del Bautismo, como si nos bautizáramos de nuevo, como si cada vez más conscientemente nos comprometiéramos con Cristo y con su iglesia.

Hoy, en esta Eucaristía, el Señor actualiza su entrega por nosotros en la anáfora, y su entrega a nosotros en la comunión. Bebamos de su costado abierto el agua del Espíritu. Digámosle con sed y con esperanza, como la samaritana: "Señor, dame de ese agua".

ALBERTO INIESTA
MISA DOMINICAL 1987/06


9.

-PLANTEAMIENTO DEL TEMA

Demasiadas veces, conscientes o inconscientemente, nos escapamos de enfrentarnos a la realidad, tratando de justificarnos con los ritos y los lugares de culto. Es lo que le pasa a la mujer Samaritana. Cristo le va planteando de lleno toda la verdad y mentira de su vida, pero ella se escapa inmediatamente proponiéndole una cuestión bizantina sobre el culto: "Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén" (Jo. 4,20).

Reacciones parecidas afloran hoy en muchos creyentes, dejamos cuestiones fundamentales y andamos preocupados por reformas de ritos, por nuevas liturgias, por ayunos y abstinencias, por limosnas impuestas y por acciones caritativas paternalistas y encubridoras de graves situaciones de pecado; hay quien cree agradar a Dios dando en limosnas el dinero que arrebata injustamente a otros. Somos capaces de preguntarnos con angustia si vale la Eucaristía de un sábado para cumplir el precepto del domingo.

Planteamos cuestiones parecidas a las de la Samaritana, sobre si agrada a Dios más el culto en Jerusalén o en Garizin, en la Iglesia católica o en la protestante, de si es mejor una comunidad conservadora o una comunidad progresista.

Falsas cuestiones. Escuchemos ya desde ahora las sabias palabras de Jesús, que a no pocos, hoy también, les producirán escándalo: "Créeme mujer, se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos... Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad" (Jo, 4, 21-24).

CULTO-NUEVO. Merece la pena escuchar hoy entre nosotros estas palabras con la profundidad que ellas tienen y su interpelación. Mientras examinamos nuestra vida, desgranemos las características del culto nuevo que nos sugieren estas lecturas. Hablar del culto nuevo en espíritu y verdad no quiere decir abogar por la desaparición de todo signo externo, sino que es una llamada de atención para que descubramos lo que en el culto es fundamental, sin lo cual es imposible celebrar con verdad.

Prueba de ello es la Eucaristía que nosotros vamos a celebrar: es un sacramento que expresa no sólo las actitudes de Cristo, sino también la vida que la comunidad de los creyentes realiza en el mundo.

-NOTAS CARACTERÍSTICAS DEL CULTO NUEVO

LA OFRENDA DE LA FE: El camino de la conversión personal y colectiva no puede recorrerse sin actitudes de fe. Solamente el creyente tiene sensibilidad para gustar unas aguas que saltan hasta la vida eterna (Jo. 4, 4), para abandonar a todos los maridos de la prostitución (Jo. 4,17), para salir de Egipto y recorrer el desierto con el paladar resecado por el sol y la arena, pero llevando en el corazón una fuente de aguas vivas (Ex. 17, 37). El culto nuevo no pide la fe superficial engendrada por lo que otros nos testimonian, sino una fe responsable, consciente, experimentada como encuentro.

La mujer de Samaria acepta este encuentro y sus paisanos llegan a tener una fe adulta cuando afirman: "Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo" (Jo 4,42). Este es el verdadero sacrificio. La confesión de fe se convierte en proclamación agradecida de la acción salvadora de Dios. Sólo si nos hemos encontrado con Dios podremos bendecirle y celebrar la acción eucarística.

El culto nuevo está en la CONTEMPLACIÓN DE LA MISERICORDIA DE DIOS y en la correspondencia nuestra a ese amor. Si "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom. 5, 5), podemos pensar que Dios espera que suba hasta él, como un incienso agradable, nuestra oración filial, reconociéndole "Padre" (Rom. 8, 15).

Este culto nuevo, que gracias al amor surge desde lo más profundo del hombre, está aureolado de una gran confianza, ya que la prueba de ese amor la percibimos con el gesto de Dios, que nos entregó a su propio Hijo, aun siendo nosotros pecadores (Rom, 5, 8). En la Eucaristía celebramos el memorial de esta entrega de amor.

Es un culto nuevo EN ESPÍRITU Y VERDAD (Jo 4, 23): es decir, lo alienta el Espíritu mismo de Dios en lo más hondo de nuestro espíritu. Supone la transformación de la "mente": la dura cerviz se convierte en una actitud de docilidad; la conversión del corazón: el corazón de piedra se transformará en corazón de carne. "Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez. 36, 26).

Cuando los gestos rituales que manifiestan ante Dios nuestra conversión reflejan realmente lo que nosotros somos, nace el culto celebrado "en verdad". Si nuestra vida no corresponde al culto que celebramos, éste, por muy sagrado que sea, no vale para nada, aunque se celebre en Jerusalén o en Roma. El verdadero culto, inspirado por el Espíritu son los frutos dignos de conversión y la renovación interior. (Dt. 30, 6; Jer. 31,33; 32, 39): A Dios no le agrada un culto meramente exterior (Am. 5, 21 ss.), ni las bellas palabra dichas ante El (Sal. 78, 36 s); no mira las apariencias, sino que escruta el corazón (Is. 16,7; Is. 29, 13).

La liturgia instaurada por Cristo consiste EN UNA SINCERA RELACIÓN FRATERNAL, en la relación con el otro aunque sea un desconocido, un enemigo, un "samaritano" (Jo. 4, 9). Culto nuevo es esa admirable ingenuidad del que en el extranjero ve un hermano, y en vez de ofrecerle algo, se atreve a pedirle el favor de lo que necesita: "Dame de beber", oímos decir a Jesús (Jo. 4, 7). el culto nuevo surge cuando se entabla un servicio mutuo, cuando el hombre se solidariza con las fatigas del otro y es capaz de sacar agua de su propio pozo y darle de beber (Jo. 4, 9ss); cuando uno es capaz de llorar con el que llora y de entristecerse con el que lo pasa mal (Mt. 5, 5.7). Hay un culto nuevo, contradictorio con todas las tradiciones litúrgicas, que consiste en dejar la ofrenda en el altar y marchar a reconciliarse con el hermano o a crear unas condiciones sociales en las cuales sea posible llegar a ser hermanos (Mt 5, 23-24). "La religión pura e intachable ante Dios es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación" (Sant. 1, 27).

El culto nuevo es UNA LITURGIA DE LIBERACIÓN PERSONAL Y SOCIAL EN MEDIO DEL MUNDO. La fe pascual genera el Éxodo o las posibilidades que tiene el individuo y las generaciones humanas para sacudir el yugo de las esclavitudes. El mismo proceso de la liberación, del compromiso por una transformación eficaz y constante, es un culto. Es también dentro del culto que Dios busca de nosotros la fidelidad a la liberación que ha emprendido. Esto exige no dejarse arrugar por las pruebas, el pueblo no morirá de sed, "el Señor es la Roca que nos salva" (Sal.94, 1-2). Las mismas dificultades que surgen a lo largo del proceso de liberación han de ayudar a descubrir la Presencia de Dios. La duda que asalta a la fe de "si está o no está el Señor en medio de nosotros" (Ex. 17, 7), se ha de convertir en la convicción de que quien despertó en nosotros el anhelo de liberación, continúa entre nosotros para ayudarnos a llevarla a cabo.

LA BÚSQUEDA INACABABLE DEL CREYENTE es también un elemento importante del culto nuevo. Quien busca el agua que sacia hasta la vida eterna en las profundidades de su fuente inagotable, llega a entrar en comunión con Dios (Jo. 4, 10-11). Hay un pan distinto del que afanosamente buscamos todos los días. Jesús nos señala hoy una mesa desconocida en la que podemos encontrar un pan que nos proporciona el alimento verdadero. Un alimento que se confunde con "el conocimiento de la voluntad del Padre y el cumplimiento de su Palabra" (Jo. 31-34; 6, 44 ss). Comida y bebida inagotable que, como sacramento de culto nuevo, se nos ofrecen a nosotros en esta mesa eucarística.


10. 

¿Habéis experimentado alguna vez en vuestra vida, el poder hablar largamente con alguien, y notar que os comprendía verdaderamente, que entendía lo que queríais decir, que os ayudaba incluso a decir lo que no sabíais explicar? Si lo habéis experimentado, si habéis encontrado quien os comprendiera de verdad, sin duda que habréis sentido un gran pozo.

Porque una conversación así no sólo sirve para satisfacer los deseos de comunicación que tenemos todos, sino que es algo más. Una conversación así permite darse cuenta de aspectos de la propia vida que uno quizás ni siquiera conocía, lleva a mirar hacia dentro de uno mismo y darse cuenta de las propias riquezas y posibilidades, de la intensidad de vida que hay detrás de la vida cotidiana y normal, la vida más bien gris de cada día. Es un gran gozo, y ayuda a crecer, y a sentirse más vivo en el mundo, y a darse cuenta del gran valor que está escondido en las cosas y en uno mismo.

-LA CONVERSACIÓN DE JESÚS, UN SURTIDOR QUE MANA DENTRO Hoy, en el evangelio, en este largo evangelio, hemos oído una conversación de este tipo. Allí junto al pozo, bajo el sol de Palestina, al mediodía, en una tierra oscura y quemada. Aquella mujer, como todos los días a la hora de la comida, viene para la pesada tarea de sacar agua para la casa. Y Jesús está también allí, sentado, reposando de las caminatas y del sudor.

Y empieza la conversación. De un modo sencillo, pero sorprendente para la mujer, porque obra contra las costumbres de aquel tiempo: ¿Cómo es posible, dirigirse por las buenas a una mujer, y encima a una mujer de aquel pueblo infiel de los samaritanos? Pero es que Jesús empieza las cosas así, rompiendo sin aspavientos aquellos modos de actuar que levantaban barreras entre las personas, porque él creía que todo hombre y toda mujer, sean de dónde sean y sean como sean, tienen igual valor.

Si habéis podido seguir con atención toda la lectura, os habréis fijado de qué modo Jesús entiende profundamente a la mujer, y la ayuda a mirar hacia dentro, y se crea una verdadera cercanía entre los dos. Y la mujer -primero con curiosidad, luego con interés- va sintiendo la proximidad de aquel desconocido que habla con ella, y que le lleva a descubrir cosas, y que le abre perspectivas nuevas a su vida.

Y que le dice, sobre todo, algo fundamental: que ella, si quiere, tiene la posibilidad de beber un agua nueva, un agua que se convertirá en un surtidor que saltará dentro de ella para darle una vida inacabable. Un agua capaz de hacer que sean distintas y nuevas todas las realidades de la vida.

Ese es el fruto de la conversación con Jesús. Se han abierto para la mujer unas perspectivas nuevas, capaces de proporcionar un gozo profundo. Y ello mucho más -infinitamente más- que la conversación con cualquier amigo, por cercano que fuera. Porque Jesús, que es amigo y compañero de cada hombre, entra totalmente en el fondo de la vida, y es un surtidor de agua capaz de devolver la frescura a lo que se ha marchitado, de dar vigor y fuerza a lo mortecino, de vivificar la monotonía de todos los días. Como el salto de agua que en las montañas hace que todo sea verde, como la lluvia que devuelve la vida a los campos secos, como el agua inesperada que en el desierto rehace las fuerzas.

-RENOVAR LA FE, RENOVAR EL BAUTISMO

En los primeros tiempos de la Iglesia, cuando el bautismo se celebraba en la edad joven o adulta, y la Cuaresma era el tiempo de preparación para celebrarlo colectivamente en la Vigilia pascual, este largo evangelio se leía y meditaba para esa preparación. Este evangelio y los dos que vamos a leer en los próximos domingos. Y ya se comprende por qué se leía precisamente este evangelio.

Porque esta conversación de Jesús con la samaritana muestra de qué modo la cercanía de Jesús rehace la vida de las personas, las renueva. Y beber el agua que él da -o sea seguirle, ir con él, caminar a su lado- es capaz de renovarnos totalmente, de abrir en nosotros una vida nueva. Y la fe, y el bautismo, es precisamente esto: acercarnos a Jesús, beber el agua que él nos da. Y caminar, así, por su vida nueva. Y ésta es, pues, la llamada que se nos hace en esta Cuaresma. El agua del bautismo que nos renovó, la fe en Jesús que nos ha hecho crecer, deben mantenerse siempre vivas. Siempre debemos escuchar la llamada que Jesús nos hace para que nos acerquemos a él, para descubrir, como la samaritana, las nuevas perspectivas que él nos abre, cada día, constantemente. Para que siempre nos renueve ese surtidor que mana dentro de nosotros.

Y más que nunca ahora, en estos días de preparación de la Pascua. Como aquellos hombres y mujeres que en los primeros siglos de la Iglesia se preparaban para recibir el bautismo en la Vigilia pascual, también nosotros tenemos que escuchar la invitación de Jesús y prepararnos para que la pascua sea, de nuevo, un paso adelante en nuestra vida cristiana. Alimentados por la Eucaristía, renovando los compromisos de nuestro bautismo, seremos así, como aquella mujer de Samaría, testigos del Espíritu que él nos ha dado.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1981/03


11. MUJER/MISIONERA

La samaritana apóstol ¿Quién ha dicho que la mujer no puede evangelizar? Hay que reconocer que la Iglesia ha cometido con ella una tremenda injusticia. He aquí una mujer, enteramente marginada, que entra en contacto con Cristo y se convierte en un excelente apóstol suyo.

-Dignifica a la mujer

Entre paréntesis, si es de admirar el apostolado de esta mujer, es aún más de admirar el amor y el valor de Cristo, que dignifican a la mujer, rompiendo todas las tradiciones opresoras. La mujer era en su tiempo pura marginación y anonimato. Jesús la respeta y la da un nombre y una misión. Desde Jesús la mujer es más estimada.

-Mujer nueva

Después del encuentro con Cristo -¡dichosa ella!-, esta samaritana se transforma. «Dejó su cántaro». Es todo un símbolo. Ya no tiene más sed ni necesita el agua de aquel bendito pozo. Ahora ha empezado a ser una mujer nueva, con una buena-noticia que proclamar. Corre entusiasmada al pueblo y va diciendo a todos: «Venid a ver a un hombre», que es el Hijo del hombre, el Mesías que esperamos.

-Su mirada y su llamada

La mujer no echa discursos teológicos. Sólo apela a su experiencia: lo que ha visto, lo que ha oído, lo que le ha dicho: «Sus palabras me han llegado dentro: eran una suave y penetrante conmoción; caían en mí como lluvia mansa que empapaba todo mi ser; algo ha muerto en mí y algo nuevo ha empezado a brotar; me siento nueva, limpia, como una niña, como un lirio blanco; una dicha grande me envuelve como nunca en mi agitada vida había sentido, y ya nadie me la puede quitar. Habla con palabras vivas, como ninguno de nuestros maestros es capaz de decir. Su mirada es profunda y cariñosa; sus ojos te penetran, pero no dan miedo, sino que hacen sentirte respetada y perdonada. Aún siento que me mira con amor. No puedo olvidar su mirada y su llamada.

Pero no creáis en lo que os digo. Lo mejor es que vosotros mismos salgáis a su encuentro. De verdad que se puede dejar todo por encontrarse con ese hombre.

-El lo es todo

Se deja todo y ni te das cuenta, como me ha pasado a mí con el cántaro. ¿Para qué quiero el agua de aquel pozo, si llevo dentro un manantial? ¿Para qué quiero más dinero, si he encontrado mi tesoro? ¿Para qué quiero más hombres, si he encontrado a mi gran Amor? Os aseguro que por él se deja todo fácilmente, porque él lo es todo. Una vez que se le encuentra, lo demás se desvanece como ilusión pasajera. Sólo él es».

Es una buena catequesis la de esta mujer. No se predica a sí misma. Su objetivo es presentar la figura de Jesús y propiciar el encuentro con él. Porque sólo Jesús es el que salva.

-Misionera

Los resultados fueron admirables: «Muchos de los samaritanos creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio». Hasta entonces, que yo sepa, ninguno de los discípulos de Jesús había dado tal testimonio, ni había tenido tanto éxito. Esta mujer es una gran misionera, a pesar de ser mujer, y a pesar de ser mujer de vida desordenada.

Pero «creyeron mucho más por la palabra de él». Lo importante, claro, no es escuchar la palabra de éste o el otro predicador, sino la palabra de «él», que es «el salvador del mundo, el Cristo». ¡Cuánto han adelantado en poco tiempo estos samaritanos! Sólo dos días estuvo con ellos Jesús y ya «saben verdaderamente» quién es «el salvador del mundo, el Cristo».

¿Cuántos días lleva Jesús con nosotros, en nuestras viejas iglesias? ¿Qué sabemos nosotros de Jesús? Pero no un saber teórico, sino «saber verdaderamente». Y ¿qué testimonio damos nosotros del Señor? ¿Cuántos cántaros dejamos para darle a conocer y entregarnos a su causa? ¿Qué cambio produce en nosotros la Palabra del Señor?

CARITAS
LA MANO AMIGA DE DIOS
CUARESMA Y PASCUA 1990.Pág. 67-69

HOMILÍAS 8-14