COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 8, 31b-34

 

1.

En todo el cap. 8 Pablo va desarrollando progresivamente el tema de la vida en el Espíritu. Hacia el final hay una explosión de confianza y amor de Dios inquebrantable que deberá de ser un test de cristianismo.

Una de las partes de esta explosión son estos pocos versículos. En los vv. 28 a 30 ha hecho un rápido recuento de la acción salvadora de Dios sobre nosotros que amamos a Dios. En ese momento se detiene con estas preguntas retóricas -en el buen sentido de la palabra- que ponderan esa acción.

El hombre con conciencia de pecado sólo habría de temer a Dios. Pero la actividad del Padre y de Cristo está muy lejos de condenar, es la de quitar todo miedo, no con palabras, sino con obras. Este es el claro sentido de estos versos. Subrayan la actividad salvadora de Dios, de modo demasiado antropomórfico en el "no perdonó" del v. 32 que no puede tomarse literalmente, sino como expresión oratoria.

Si se toma en serio este párrafo supone un cambio en la mentalidad popular muy extendida que ve a Dios como juez atento a cualquier descuido. Muchos ven a Dios como un ser cuya diversión -si se permite la expresión- es estar espiando los fallos humanos y aplicar rápidamente un castigo. No. Aquí Dios aparece de otro modo. ¡Y estamos en uno de los cúlmenes del NT! Tampoco vale aplicar estos vv. a un pasado colectivo o personal y decir: "Pero yo, ahora..." Esa es una astuta forma de desvirtuar su sentido y hacer a Dios semejante a nosotros. Pablo no procede así. Es la misma persona que ha escrito los desgarrados y desgarradores párrafos del cap. 7 de esta misma carta. Lo cual no le impide abandonarse en la acción de Dios, a pesar de los propios defectos y pecados. ¡Dios, puesto a salvar, es mucho, infinitamente más fuerte, que el hombre puesto a pecar! Aunque nunca nos quitará la libertad. Su amor siempre supera nuestro pecado.

FEDERICO PASTOR
 DABAR 1988 nº 17


2. CZ/SIGNO/A-D.

Los hombres siempre andamos exigiéndonos "pruebas de amor". Pero ninguna prueba nos satisface porque no existe ninguna definitiva.

Dios se sintió satisfecho de la prueba de Abrahán, porque no se puede pedir más. El Cristo crucificado es prueba de tal calibre que dudar luego de que Dios nos ama sería el colmo de la estupidez. Estamos seguros de muy pocas cosas. De una debemos estarlo del todo: Dios nos ama. Ningún misterio, ningún desconcierto, ni el dolor ni la muerte, deben hacernos dudar de ese amor misterioso. Quien es capaz de morir literalmente por nosotros tiene derecho a nuestra confianza. Y cuando esa confianza encuentre misterios, paredes de oscuridad, no puede cuartearse porque Quien lo dio todo no puede dedicarse ahora a jugar al escondite de los olvidos o las negativas. Cualquier apariencia de desamor carece de sentido al lado del máximo amor. Cuando alguien muere por nosotros sería absolutamente imbécil enfadarnos porque ese alguien no nos ha hecho además una caricia antes de morir. "El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?", dice san Pablo.


3.

Nuestra ley, nuestra ciencia y nuestra fuerza, no son un código ni un libro ni unos ritos, sino una persona: Cristo Crucificado. Es el objeto de nuestra predicación, de nuestra catequesis, de nuestro estudio, de nuestra ascesis, de nuestra espiritualidad. de toda nuestra vida. Puede parecer escándalo para judíos y otros hombres religiosos; puede que a los griegos y a los intelectuales parezca locura; puede incluso que a los gobernantes y políticos parezca debilidad. Para nosotros es santidad, fuerza y sabiduría, tesoro escondido, esperanza última, razón de toda nuestra vida.

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
CUARESMA Y PASCUA 19887.Pág. 54


4.

El Dios que perdonó al hijo de Abraham, ahora resulta que «no perdona a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros». Esta afirmación tampoco podemos entenderla literalmente, porque volveríamos a presentar la imagen de un Dios sin entrañas. La muerte de Cristo la quisieron los hombres. Dios le entregó en el sentido de que no le defendió y en el sentido de que le encomendó una misión que le llevaría a la muerte. Pero importa ahora destacar las conclusiones paulinas: el que nos dio a su Hijo y con él nos lo dio todo, ¿cómo no nos dará cualquier cosa? El que no perdonó a su Hijo por nosotros, ¿cómo no nos perdonará a nosotros? Si por salvarnos a nosotros dejó que condenaran a su Hijo, ¿cómo nos va El a condenar? Diríamos que Dios, entre su Hijo y nosotros, nos prefirió a nosotros. ¿Cómo no lo vamos a esperar todo de El?

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Págs. 54 s.