COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Gn 12. 1-4

 

1. J/ABRAHAN.

Abrahán recibe la llamada de Dios que lo invita a salir de su instalación en lo conocido y experimentado hacia nuevos e indefinibles horizontes. Abrahán marchó. Su disposición de confianza absoluta será su auténtico sacrificio de Isaac. Su corazón fue fiel hasta en la prueba difícil, y así se convierte (elohista) en el prototipo del creyente, en "padre" de los muchos que han vivido o viven la fe. No son directamente sus obras las que le merecen este título, sino el motivo, la raíz de su obrar.

Cristo se presenta como hijo y a la vez como superador de Abrahán. Su obediencia al Padre hasta la muerte lo manifiesta con claridad. Porque es claro que el parentesco con Abrahán no se refiere a su sangre o su raza, sino a su actitud interior, y por ello el Zaqueo convertido es también uno de sus hijos (Lc 19. 9); en otro sentido, hasta las piedras pueden serlo (Mt 3. 9). Ya no hay judíos ni griegos, esclavos ni libres, hombres ni mujeres. "Si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahán y herederos según la promesa" (Ga 3. 28-29).

EUCARISTÍA 1990/12


2. ABRAHAN. HISTORIA DE LA SALVACIÓN.

El éxodo que describe Gn 12.: "sal de tu tierra... hacia la tierra que te mostraré", parece tener su fundamento histórico en el movimiento de tribus nómadas o seminómadas desde las tierras del Tigris y el Eufrates hasta Egipto pasando por Palestina. En Egipto, sus caudillos llegaron a gobernar el territorio desde ¿1730? hasta el 1570 a.de C.

Abrahán sale de Ur y, tras una breve estancia en Canaán se dirige con su mujer a Egipto. Sin saber el porqué, de nuevo regresa a Palestina. Y a estas tribus que se quedaron en Palestina se les unirán, algunas generaciones después, algunos de sus compatriotas a las órdenes de Josué.

Para el último redactor del libro del Gn este relato de la llamada a Abraham es un texto bisagra que indica el:

a) Cierre de la etapa primitiva, considerada por el autor como la época del hombre bajo el imperio del mal. La criatura humana, salida de las manos de Dios, no ha respondido como debiera al don divino de la creación, evaluada por el mismo Señor como "muy buena" (1. 31). Alejándose de Dios y de los demás seres creados, el hombre ha implantado en el mundo el miedo y el terror: los primeros padres se avergüenzan de Dios y se acusan sin piedad (Gn 2-3), Caín comete el primer fratricidio (Cap. 4), los contemporáneos de Noé se corrompen y Dios tiene que poner coto al miedo, terror y venganza que el hombre impone en la creación (Gn 6. 1ss.; 9. 1-7), con la torre de Babel y su afán de gloria el hombre pretende subirse a las mismas barbas del Creador... La maldad y el egoísmo humano, ¿acabarán alguna vez?

b) Comienzo de una nueva etapa de salvación: la etapa patriarcal. Es cierto que el Señor había castigado la maldad humana: destierro de Adán y Eva, de Caín, envío del diluvio, dispersión de la Humanidad, pero... el castigo nunca es la última palabra divina, sino el perdón y la misericordia. Por eso, a la etapa de maldición el autor le contrapone esta nueva de "bendición" (aparece cinco veces la palabra en los vv. 2-3) que debe alcanzar a los patriarcas, a su descendencia y al resto de la Humanidad. Dios, bondadoso y misericordioso, quiere salvar a todos los hombres creados a través de un hombre, Abrahán, y de un pueblo, Israel. El juicio, la maldición o bendición de todo hombre, dependerá de la actitud de éste frente a la presencia divina salvadora.

Texto.-El relato se compone de un mandato divino: "sal".(v. 1) que va unido a una promesa de bendición (vs. 2-3) y de una respuesta humana: "marchó" =salió (vs. 4. 6-9). -La elección de Abraham es un relato de éxodo, de salida con todas las dificultades que ésta entraña. El patriarca tiene que romper con todos sus lazos más entrañables: la tierra nativa, la casa paterna (v. 1).

-También es cierto que se les hace una promesa: "la tierra que te mostraré", y una bendición que abarca todas las aspiraciones humanas de aquella época: descendencia numerosa a través de un hijo (v. 2; cfr. 13, 16; 15, 15; 17, 5; 18, 18; 22, 17; 2-4. 24; 28, 14...) y un "nombre famoso" contrapuesto a aquella fama buscada en Babel, y que sólo llevaba a la dispersión (11, 4 ss). Pero todo es un futuro incierto, una marcha a lo desconocido teniendo que romper con lo conocido.

El mandato divino es un test difícil, implica una espera confiada, un quedar siempre en el aire y con esta pregunta a flor de labios: ¿y si no fuera verdad?, ¿y si todo fuera una mera ilusión?

-Abraham no puede quedar indeciso, ya que el mandato divino exige una respuesta (v. 4a; cfr. vs. 6-9). Y en este momento crucial el patriarca confía. El verbo "marchar" indica la obediencia de este hombre que se fía de Dios a pesar de todas las dificultades. Por eso, él es el modelo y héroe de la fe (Hb. 11, 8 ss).

Reflexiones:

-El éxodo de Abraham es prototipo de todo éxodo humano, tanto a nivel individual como colectivo. Miles de personas, cada año, deben romper con lo inmediato y querido: tierra, familia... rumbo a lo desconocido. A todos ellos les alienta la esperanza de una vida más digna y humana, un poder alimentar a sus seres queridos, un...; pero ¿y si todo fuera una vana ilusión? Toda existencia humana es una difícil encrucijada. Me viene a la mente la dura situación de esos hombres de color que patean los bares de nuestras ciudades con esas cajas de sorpresas, los temporeros agrícolas de la vendimia y de la recogida de la aceituna, los...

-El éxodo de Abraham es también prototipo de la vida del pueblo de Israel, de la Iglesia como pueblo de Dios. Nuestra existencia cristiana siempre es difícil encrucijada: implica ruptura con lo que nos agrada, salida de lo inmediato y palpable... rumbo a lo desconocido. La fe nunca es fácil, porque ¿y si todo fuera mentira? El fiarse de Dios siempre implica un riesgo; pero el que no ama el riesgo no puede llamarse cristiano.

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/18


3.

Del tema de los principios universales humanos se pasa, a través de Abraham, a los principios del pueblo bíblico.

Abraham une estrechamente esos dos polos. Su historia, en la versión yahvista, comienza directamente con palabras de Dios para el patriarca: "Sal de tu tierra", "haré de ti un gran pueblo", "con tu nombre se bendecirán los pueblos de la tierra"; y a esas palabras corresponde el movimiento de Abraham de salir de una tierra y de recorrer otra, en la que Dios se le manifiesta.

La figura de Abraham muestra aquí dos pertenencias, iguales en importancia: pertenencia a la humanidad dispersa y pertenencia a un pueblo futuro. Abraham es una clave en la teología de la historia: por un lado encarna la promesa de bendición que desde el principio se insinúa ante la humanidad pecadora, y por otro da sentido e intención universal a la elección particular del pueblo bíblico, que de otro modo sería sectaria y no tendría legitimación en una teología monoteísta. Abraham es la clave en donde la humanidad tiene futuro y la elección de Israel su etiología.

La pertenencia de Abraham a la humanidad se expresa en el pasaje por el doble movimiento de salir y de volver a ella. La salida afirma una pertenencia original, que se corrobora además con la genealogía del patriarca (Gén 11, 10-32); ésta le entronca en la humanidad dispersa en Babel, la misma que lleva sobre sí el signo de la desarmonía. Al salir rompe los lazos con el tronco de su tierra, de su pueblo, de su clan, y renuncia a las seguridades que éstos le ofrecen. Pero la salida tiene notas de liberación del caos, del ámbito de la desarmonía y de la maldición, para dar principio a un pueblo nuevo, nacido otra vez del creador.

Abraham sale, en efecto, dirigido por una palabra de Dios, que le promete dar un nombre y hacer un pueblo grande. Esa palabra suena a correctivo del propósito de la humanidad babélica, que pretendía hacerse famosa y grande por sí misma, no mirando adorativamente hacia el cielo, sino intentando conquistarlo.

La actitud del Abraham que sale es de obediencia y confianza, dos principios de referencia que agrandan sus posibilidades hasta el infinito, pues es Dios el término de su obediencia y confianza. Abraham se orienta así hacia una grandeza que es la de Dios; no sale al vacío, sino para entrar en infinita plenitud; abandona el eje de seguridades de la naturaleza para entrar en el de la gracia.

La salida de Abraham hacia ese futuro grande es para volver a la humanidad de que salió y llevar consigo la bendición que desplace la maldición. Abraham tendrá bendición en tal medida que será paradigma de ella. Se podrá felicitar a uno deseándole la suerte de Abraham. Esa suerte revela al Dios que bendice; el bendecido es su signo. De esa suerte, la actitud mostrada ante el signo equivale a actitud mostrada ante Dios (como la actitud ante el Cristo, según Lc 2, 34s). Abraham será incluso, según leerá más tarde la teología bíblica, principio de bendición, en cuanto que de su bien recibirá el mundo. Con ello vuelve Abraham al ámbito de la humanidad universal; vuelve por el camino normal de un pueblo que nace de él, que se expande, hasta asumir en su condición de pueblo de bendición todas las familias de la tierra.

La pertenencia de Abraham al pueblo del futuro es por la vía de la paternidad. En el primer plano de la tradición abrahamítica se habla de la paternidad en sentido biológico. Pero, desde el momento que esa misma tradición proclama que es Dios quien dará al patriarca ese gran pueblo, se está ya pasando del nivel biológico al teológico, y la paternidad adquiere el volumen de signo: será pueblo de Abraham el que nazca en la actitud de confianza y obediencia, como la del patriarca ante Dios. A mucha distancia de esto hará Pablo la aclaración de que el pueblo de Abraham es el pueblo hijo de su fe.

La figura de Abraham pertenece al espacio de la historia conocida. Su nombre, sus movimientos, sus costumbres y modo de vivir lo sitúan en el contexto de las migraciones arameas de Mesopotamia al Oriente mediterráneo. Pero este pasaje, igual que el resto de su tradición, no se debe leer en puro nivel biográfico, sino en clave teológica. Según ello su doble pertenencia a la humanidad y al pueblo no se pueden medir por criterios históricos-biológicos, sino a la luz del propósito salvador de Dios, según el testimonio del pueblo del patriarca.

El pasaje que comentamos contiene lo que se puede llamar la "promesa patriarcal": descendencia, tierra y bendición.

Comienza mostrando ya los primeros pasos de la realización de esa promesa en la marcha de Abraham por Canaán, simbólica posesión de esa tierra. En realidad el pueblo que está hablando en la tradición de Abraham ya posee esa tierra; pero desde Abraham la mira en perspectiva de promesa, porque, en efecto, la considera don de Dios. Presenta a Abraham confiando y obedeciendo, porque es la actitud que entiende le define como pueblo de Dios. Y ahí es donde cree que radica la grandeza que le distingue a él y a su padre Abraham de la humanidad babélica, la que autoproduce su grandeza.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 97 ss.


4.

Abram procede de Ur, en Caldea (Gén. 11, 31); su padre se ha establecido en Harán, a unos 1.500 Km. al norte de Ur. Si Abram pasó su juventud en Ur, creció en el medio más cultivado del mundo, en donde funcionan los más antiguos tribunales y parlamentos conocidos por la historia, en donde se elaboran las primeras legislaciones sociales, en donde la agricultura alcanza la mayor perfección técnica conocida hasta entonces. Pero la Sagrada Escritura silencia ese prodigioso influjo de la civilización sumeria sobre Abram; no quiere que el padre de Israel aparezca bajo rasgos paganos y hace lo posible porque los orígenes del pueblo elegido arranquen de una ruptura radical con el mundo pagano.

En el siglo XVII se advierte una enorme trashumancia de Sumer hacia el Norte: las familias ricas abandonan el país que está resultando demasiado poco seguro a consecuencia de incesantes conflictos. La familia de Abram forma parte de ellas y llega a una encrucijada de caravanas: Harán. No es posible ir más lejos sin cambiar de cultura: las montañas de Armenia cierran el paisaje; además, Harán es la última ciudad que posee una religión lunar e instituciones bastante similares a las de Sumer.

Las tradiciones sobre la vocación de Abraham (vv. 1-4) y su entrada en la tierra prometida (vv. 6-9) son de origen yahvista. Están entrelazadas entre sí por una tradición debida a una mano sacerdotal (vv. 4b-5).

* * * *

a) Los dos primeros versículos parecen destinados a darnos la etimología de Abram. Esta palabra debe querer decir: cuyo padre (Ab) es grande (Ram). Así se explicaría la promesa: si abandonas a tu padre que es "grande", te convertirás en un "gran" pueblo. Este tema de grandeza parece ser el leitmotiv de la bendición de Abraham, una de las bendiciones más imprecisas de toda la Biblia: las naciones se bendecirán (es decir, se desearán bien) empleando el nombre de Abraham (v. 3), posible alusión a fórmulas de felicitación en las que intervenía la palabra "ram" o "grande". Al oír la palabra "ram" en esas felicitaciones, los hebreos aplicarían esas fórmulas a su padre Ab-ram, viendo en ello la prueba de su grandeza y una forma para él de sobrevivir en todas las mentes.

b) La segunda parte del pasaje tiende a hacer de Abraham el fundador de dos santuarios populares: Siquem, sin embargo, no data de Abram, puesto que era conocido ya dos o tres milenios antes de él. La tradición hebrea es, por lo demás, bastante imprecisa a este respecto, puesto que los documentos elohístas asocian Siquem con el patriarca Jacob (Gén. 33, 18-20). El otro santuario, Betel, goza también de una antigüedad muy anterior a Abram, y los documentos elohístas lo asociarán igualmente a Jacob (Gén. 28, 11-22). De todas formas, y esto está muy claro en el v. 7, los documentos yahvistas no conservan más que para recuerdo los dos relatos de fundación.

Lo que les interesa es que la presencia de Abraham en Siquem y en Betel constituya el primer paso hacia la posesión total del país. Para apoyar mejor esta idea, el yahvista no tiene inconveniente en vincular a Siquem la promesa del país que no se formulará en realidad hasta el siglo IX en la tradición judía.

c) Los vv. 4b-5 han sido añadidos tardíamente por un redactor sacerdotal preocupado por detalles cronológicos (v. 4b) e interesado por presentar en escena a todos los personajes requeridos para la continuación del relato. Pero hay otra intención oculta en su redacción: la de presentar a Abraham llevándose todas las riquezas de los paganos con el fin de beneficiar con ellas a los suyos, como hizo el pueblo hebreo a su salida de Egipto (Ex. 11, 2). Ahí se adivina el complejo de inferioridad de Israel frente a las naciones cultivadas y poderosas de los alrededores: las naciones no pueden tener nada bueno que no se encuentre también entre los hebreos (cf.también Is. 60, 1-10).

* * * *

La forma en que la Biblia presenta a Abraham puede tener algo de desagradable: no dice nada de sus orígenes paganos, dentro de los cuales, sin embargo, Abram ha vivido su experiencia de Dios, aprendiendo a descubrir, dentro del contexto mismo de vida peculiar suyo, su vocación y su misión, respondiendo a la lección que se desprendía de los acontecimientos hasta el punto de hacer de ellos la Palabra misma de Dios interpelándole.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 61-63


5.

Todo un pueblo nace de la fe de un hombre a un Dios que habla. Abrahán será el ejemplo prototípico del hombre que sabe escuchar y responder, y S. Pablo lo seguirá proponiendo a sus comunidades, porque, en definitiva, la dinámica del acto de fe, es siempre la misma. Dios habla (bendice, promete, propone, manda) y el hombre responde (acepta, realiza una acción, anuncia, se pone en camino)... Las promesas de Dios se realizan siempre cuando el hombre responde con fe.

-Dios nos llamó a una vida santa desde antes de la creación, desde tiempo inmemorial (2/Tm 1,9).

-El desarraigo de lo que era más amado por el hombre antiguo: la tierra, el clan, o familia un sentido amplio.

-Un pueblo siempre en camino, viviendo como forastero en una tierra que no le pertenece y teniendo siempre en el horizonte "la tierra que te mostraré".

-La ruptura de la que es signo la partida de Abrahán, se despliega un día en bendición universal. Este es el sentido del misterio pascual: del destino de Jesús, del de sus discípulos.

-Debiéramos aprender a leer los dramas de la vida a la claridad de la alegría pascual hacia la cual nos lleva la acción de Dios y de la que Jesús fue durante su vida, y continúa siéndolo, el testigo luminoso.


6. PEREGRINO/RUPTURA  VOCA/DESARRAIGO:

Abraham nos es presentado como modelo.

Peregrinar exige como condición indispensable la de abandonar. Conocemos a mucha gente que está atada a sus costumbres de tal manera que les resultaría imposible viajar. Tienen medios para hacerlo, pero ¡sólo pensar que ahí dejan su perrito y sus gallinas, y que deberán dormir después en otra cama...! Intentar peregrinar sin abandonar es pretender la cuadratura del circulo.

Espiritualmente también esto es verdadero. Es necesario desinstalarnos, constantemente desinstalarnos, porque nos estamos arraigando sin cesar, como la araña que teje de nuevo la tela que un golpe ha desgarrado, como la yedra que encuentra siempre un trozo de muro donde engancharse.

Es necesario que nos guardemos de estar apegados a nuestros hábitos, ¡aunque sean buenos! Precisamente porque son buenos nos parecerán respetables; pero, por el hecho de ser hábitos, son perjudiciales.

Mitrídates, por costumbre, estaba inmunizado contra el veneno. A nosotros puede acontecernos que seamos unos mitrídates contra la acción benéfica de la gracia, si estamos demasiado acostumbrados a las formas que la oración ha tomado en nuestra vida. Los médicos saben que una vez el organismo se ha acostumbrado a un medicamento, ya no es posible la acción benéfica de éste; es necesario entonces cambiar la medicación, cambiar la forma bajo la cual es ofrecido el remedio. Otro tanto sucede en la vida espiritual.

En nuestro deseo, por ejemplo, de ver que la liturgia se establece y cuaja, ahí tenemos una búsqueda de confort espiritual que no es del todo sana. Gustamos de que no nos sorprenda la misa en su forma exterior. Sin embargo, qué cosa más admirable, y cada día también más sorprendente, es la entrada en nuestra vida del Misterio que la misa nos ofrece. No vale más que la forma exprese un poco lo que la misa tiene de constantemente renovador. El oratorio elegantillo y encerado, los encajes de salón no constituyen el mejor cuadro para el Misterio. Tanto mejor si la liturgia tiene un aspecto un poco austero, rústico, viril... La Cuaresma que se acerca es una solemne invitación al desarraigamiento espiritual; esta es la sacudida anual destinada a sacudirnos de nuestro embotamiento.

Pensemos en todos aquellos a quienes el Señor ha desarraigado enérgicamente, y en ocasiones, incluso, brutalmente.

Pensemos en Abraham, padre de los creyentes, puesto que él se apoyó en su fe y aceptó por ella el trastorno de su vida. El v. 5 nos dice tranquilamente: «Tomó, pues, Abram a Sarai, su mujer»; está fuera de lugar suponer que esto no sucedió sin algunas discusiones, sin alguna escena de familia: «¿Quién es el que toma a mi marido? El pretende que el Señor exige de nosotros que plantemos todo allá: propiedades, familia...»

Pensemos en todos aquellos que en el Antiguo Testamento recibieron de Dios un llamamiento importante e «incómodo». Recordemos, por ejemplo, a Jonás: «La Palabra de Yahvé llegó a Jonás, diciéndole: Levántate y ve a Nínive. Jonás levantóse para huir» (Jon. I, 1-3).

Es sorprendente constatar cómo frecuentemente obliga a los que le sirven a ponerse en camino.

Y no solamente las personas, sino también el Pueblo de Dios todo entero se convirtió en nómada por obediencia al Señor. Abandonó un cierto confort en Egipto por seguir aquella aventura; sin embargo, echará de menos aquel confort relativo y no cesará de reprochar a Moisés la aventura a la cual le ha arrastrado. «Ellos dijeron a Moisés: ¿Es que no había sepulcros en Egipto, que nos has traído al desierto a morir? ¿Qué es lo que nos has hecho con sacarnos de Egipto?» (Ex. xrv, 11). «Los hijos de Israel decían: «Por qué no hemos muerto de mano de Yahvé en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y nos hartábamos de pan? Nos habéis traído al desierto para matar de hambre a toda esta muchedumbre» (Ex XVI, 3).

¿Y la Santísima Virgen? Conocemos su respuesta cuando el enviado de Dios le presenta la más extraordinaria vocación que jamás nadie pudo escuchar: «Yo no conozco varón». Esto no es una objeción al proyecto divino, sino una constatación de la oposición entre aquel mensaje y la consagración de su vida a Dios, realizada como respuesta a un llamamiento interior. El ángel viene ciertamente a desinstalar a María, en el sentido espiritual.

También Jesucristo. El renuncia, si así puede decirse, a la serenidad, a la tranquilidad de la vida trinitaria para lanzarse a la aventura humana: «He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad» (Salmo XL, 9, citado en Heb. X, 7). El conoce la incomodidad hasta el punto de «no tener dónde reposar la cabeza» (Mt. VIII, 20 y Lc. IX, 58); ya conocemos al detalle lo que oculta esta expresión. Y su enseñanza es exigente, a la medida del ejemplo que éI nos da: «El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí... El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que halla su vida la perderá, y el que la perdiere por amor a mí, la hallará» (Mt. X, 37-39 y lugares paralelos).

Jesús desarraiga a los que llama: «Dijo a Pedro y a Andrés: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron. Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, "Santiago el de Cebedeo y Juan, su hermano, que en la barca, con Cebedeo, su padre, componían las redes, y los llamó. Ellos, dejando luego la barca y a su padre, le siguieron" (Mt. IV, 18-22). «Jesús salió y vio a un publicano por nombre Leví sentado al telonio y le dijo: Sígueme. El, dejándolo todo, se levantó y le siguió» (Lc. V 27). Los apóstoles son conscientes del trastorno que para sus vidas representa el llamamiento del Maestro: «Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido» (Mc. X, 28).

Al aproximarse la Cuaresma debemos examinarnos de si nos encontramos prestos para optar por el Señor resueltamente, sin división, sin arrepentimiento y sin pesar. Toda atadura constituye un obstáculo para la respuesta al llamamiento que el Señor nos dirige; y este llamamiento nos llega no sólo a la hora de las decisiones graves, en los momentos transcendentales de nuestra vida, sino también cada día, ante cada una de nuestras acciones, ante las innumerables opciones en las cuales la vida nos sitúa entre el bien y el mal, entre lo mediocre y lo mejor. Ciertamente, es necesario que nos liberemos de las ataduras graves y desordenadas; pero también las pequeñas ataduras constituyen un verdadero obstáculo. Si quiero elevarme es seguro que no lo conseguiría si me encuentro sujeto al suelo por un cable, pero mientras que una fibra me mantenga sujeto a una brizna de hierba, yo no podría elevarme si no sacrifico este tenue lazo, aunque sea de color de rosa y me resulte agradable. No importa cuál es el viejo obstáculo que no quiero cortar.

Oración: Invitación a la plegaria para que cada cual examine qué ruptura, grave o leve, le es pedida para que la Cuaresma sea para él el punto de partida de una etapa nueva. Recogimiento en silencio; después, oración del celebrante, por ejemplo en estos términos: «Inspiradnos, Señor, la generosidad de cortar todo aquello a lo que estamos atados y que nos impide seguiros como nos invitáis a hacerlo. Os lo pedimos por J. C. N. S.».

Pensemos en las dificultades encontradas por el pueblo de Dios en el desierto. Pensemos también en Nuestra Señora; casi siempre que el evangelio nos habla de ella es para decirnos que se pone en camino, y la mayor parte del tiempo lo hace en circunstancias particularmente difíciles. Después de la Anunciación tiene lugar el viaje de un centenar de kilómetros a vuelo de pájaro emprendido por la joven mamá para visitar y ayudar a su prima Isabel. Ahí está también el viaje a Belén para el empadronamiento, durante los días inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús. Ahí está la huida a Egipto; después el regreso a Nazaret. Ahí están los desplazamientos siguiendo a su Hijo, predicador ambulante, hasta su participación en el último Camino, el de la Cruz.

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 125 ss.


7. /Gn/12/01-09:

Este texto (sobre todo los versículos iniciales: 1-3), en la confluencia de los orígenes con la historia patriarcal y con la historia de salvación propiamente dicha, es de una importancia singularísima para la obra del yahvista. Por una parte, constituye el término o punto de llegada de todo el desarrollo de los once primeros capítulos, de alcance universal, y, por otra parte, es obertura de la nueva acción de Dios en los Padres de Israel.

En los capítulos anteriores constatábamos la irrupción del pecado y de la maldición en la creación divina. Ni una vez siquiera se había hecho mención de la bendición respecto al hombre. En cambio, aquí, en sólo tres versículos, frente a la quíntuple maldición que aparecía en la historia primitiva (3,14.17; 4,11; 5,29; 9,25), se habla de bendición también cinco veces. Con el pecado, el hombre se había negado a acoger dócil y fielmente la voluntad divina y, corrompiéndose en su camino, había tomado la iniciativa. Con la llamada de Abrahán, como una nueva creación, Dios vuelve a tomar la iniciativa, y la obediencia del patriarca recompone la imagen original del hombre según el proyecto divino. La atmósfera tétrica y los oscuros horizontes de los once primeros capítulos se desvanecen, igualmente, a partir de este pasaje. A pesar de la limitación que establece, al tratar de la aventura patriarcal, conserva su apertura ecuménica: «Con tu nombre se bendecirán todas las familias de la tierra». Además si miramos hacia adelante en este prólogo a la historia patriarcal se expresan ya los dos temas fundamentales: ir de camino -ir hacia un país determinado.

Ambos temas unen, paralelamente, a los patriarcas con la historia del pueblo escogido. De esta forma, la orden de salir se encuentra en el libro del Éxodo, al comenzar, y la meta, en ambos casos, es idéntica. Entre un extremo y otro se asienta la promesa de bendición, una categoría creada por el yahvista (ya que anteriormente la bendición era considerada como de efectos inmediatos, y no podía, por lo mismo, ser objeto de una promesa), en íntima alianza, pues, con el futuro y con la historia. Los patriarcas vivirán como peregrinos en Canaán y no podrán adquirir el dominio del territorio que Dios les da.

Desde la perspectiva yahvista, la plena realización de la bendición se efectúa en la época esplendorosa de David y de Salomón, como se insinúa concretamente al decir «un gran pueblo» y «un gran nombre» (cf. 2 Sm 7,9; Gn 11,4). Los salmos reales como 21,7 y 72,17 nos confirman también, con un lenguaje semejante al de nuestro texto, la relación establecida entre Abrahán, Israel y el Rey. De la actitud de los otros pueblos hacia Israel dependerá su bendición o maldición.

Hoy más que nunca, lanzarse a la aventura de la fe, como Abrahán, es la más alta empresa.

J. MAS ANTON
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 77 s.


8.

Toda vocación empieza por una llamada que nos saca de nuestra casa y de nuestras casillas. Puede tener formas diversas, pero siempre es una llamada a cortar con algo o con alguien, a ponerse en camino, a superarse, trascenderse y transfigurarse. La llamada puede decir: sal o sube o baja o ven...

No se sabe lo que nos espera, pero hay promesa y bendición: «crecerás, te ensancharás», tendrás fruto, darás vida, vivirás...

No responder a la llamada significa conformismo, rutina, apego, falta de libertad, esclerosis, parálisis, vejez, vacío, tristeza, esterilidad, muerte.

CARITAS/96-1.Pág. 51