REFLEXIONES


Entrada:
«Me invocará y le escucharé, lo defenderé; lo saciaré de largos días» (Sal 90,15-16).

Colecta (Gelasiano): «Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo, y vivirlo en su plenitud».

Ofertorio (del misal anterior, y antes del Gelasiano y Gregoriano): «Te rogamos, Señor, que nos prepares dignamente para ofrecer este sacrificio con el que inauguramos la celebración de la Pascua»

Comunión: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4), o bien «El Señor te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás» (Sal 90,4).

Postcomunión  (composición nueva con elementos del Misal de Bobbio, siglo VII y pasajes evangélicos –Mt 4,4; Jn 6,51–): «Después de recibir el pan del Cielo que alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece el amor, te rogamos, Dios nuestro, que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de toda palabra que sale de tu boca».


 

1. MONICION DE ENTRADA.

Hermanos, bienvenidos a la celebración de la Eucaristía en este primer domingo de la cuaresma de 2...

Nos disponemos a recorrer un camino que nos llevará hasta la celebración de los acontecimientos que supusieron el final de la vida de Jesucristo. Pero también celebraremos con alegría la fiesta de la Pascua, la resurrección de Cristo y el comienzo de una nueva era para el hombre.

Y mientras nos preparamos para estas celebraciones no olvidemos las muchas tentaciones que pretenden apartarnos de nuestro camino. Si en el Adviento le pedíamos al Señor que viniese junto a nosotros, y en Navidad celebrábamos su llegada, ahora nos toca a nosotros caminar con él y adaptar nuestra vida al ritmo de Dios. Que nuestra cuaresma nos lleve a vivir con más intensidad el amor de Dios y a evitar en nuestra vida todo lo que no sea una respuesta adecuada al mismo.

LUIS GRACIETA
DABAR 1989, 13


2. CUA/RENOVAR.

Antes de iniciar un camino, es preciso preguntarse a dónde lleva.

De otro modo es fácil desviarse, quedarse a medio camino. La pregunta que hoy nos planteamos es importante (lo fue para la iglesia de siglos atrás, lo es para la Iglesia del Concilio). La pregunta es: ¿qué significa para nosotros la Cuaresma? ¿donde lleva el camino de la Cuaresma? La respuesta es sencilla pero no fácil de llevar a la práctica: la Cuaresma es un camino de renovación de nuestra vida. Todos, en cualquier aspecto de lo que hacemos experimentamos el peso de la rutina. Las realidades más apreciadas de nuestra vida no escapan de esta ley. Como cualquier máquina (un coche, p.e.) necesita a menudo de una revisión, también el camino de nuestra vida cristiana necesita ser revisado, renovado, contrastado. Y no únicamente para mantener una buena forma (como un jugador de fútbol) sino para progresar, para injertarnos más dinámicamente en el Espíritu de JC resucitado.

Quizá una cierta imagen de la Cuaresma nos lleve a imaginarla como si se tratara sobre todo de privarse de ciertas diversiones o de realizar algún sacrificio... Esto pueden ser ayudas, pero la Cuaresma es mucho más que ésto: para que el camino cuaresmal sea importante, eficaz, serio, es preciso que pase por el corazón de nuestra fe. Es decir, se trata de renovar, profundizar, progresar en nuestra decisión de seguir el camino del Evangelio, impulsados por el espíritu de JC.

Si este ha sido siempre -debería haber sido- el sentido de la Cuaresma, podríamos decir que actualmente ello es aún más necesario. Porque nuestras circunstancias nos obligan cada vez más a elecciones y decisiones personales. Actualmente tienen menos fuerza las normas, el peso de las costumbres. No podemos esperar que el ambiente nos ayude a vivir la Cuaresma: es preciso una clara y firme decisión nuestra -basada en el reconocimiento de su necesidad- para que realmente iniciemos el camino cuaresmal con seriedad y esfuerzo. Sólo así nos conducirá este camino -nuestro y de toda la Iglesia- hacia la renovación en el Espíritu de JC que significaremos y celebraremos en la Pascua, meta hacia la cual se encamina la Cuaresma, paso a paso, domingo tras domingo.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1974, 4


3. CUA/SENTIDO.

La Cuaresma es, tradicionalmente, el "tiempo" sacramental destinado por la pedagogía pastoral a vivir intensamente esta faceta de la vida cristiana que es el paso por el desierto (=el mundo) bajo la conducción del Espíritu. Ser cristiano no exime de la tentación. El cristiano, aunque esté incorporado al pueblo de los santos, debe continuar su lucha hasta la ocasión definitiva: la muerte. Cuando la Iglesia celebra la Cuaresma, no finge, sino que subraya. La experiencia del pueblo de Israel, la de Cristo mismo, es también la nuestra. Los cuarenta días de la liturgia son un compendio anual de los días de nuestra vida en el tiempo presente. Las tentaciones concretas que el cristiano -la comunidad cristiana- tiene que sortear continúan siendo substancialmente las mismas del éxodo, que son las del paraíso, las de Jesús, y de alguna manera las de la humanidad: lo absoluto al servicio de lo particular, los ídolos que renacen constantemente, la vanidad del hombre enfrentada con el honor de Dios... la actitud de Cristo se yergue todos los años -toda la vida- ante los ojos llenos de fe del cristiano para animarle en su combate, y para que tenga, junto con la comunión en la tentación, la comunión también en la victoria, con las mismas armas: la fidelidad a la Palabra de Dios, que impulsa a una existencia profética y servicial. Es la opción reafirmada en pro de la identidad cristiana.

PEDRO TENA
MISA DOMINICAL 1974, 2


4. CR/TENTACION/CV.

LAS TENTACIONES DE HOY Y LA CONVERSIÓN

Cada año, este primer domingo nos propone el modelo de nuestra Cuaresma: Jesús, conducido por el Espíritu a través del desierto, ayunando, tentado por el diablo. Las tentaciones de Jesús, actualizadas, nos indican de qué tenemos que convertirnos hoy: el materialismo consumista, el afán del poder y de la competitividad, hacerse un dios a la medida de los caprichos, un dios de bolsillo. Son los ídolos de hoy, contra los que debemos luchar, que tenemos que vencer por la fuerza del Espíritu que actuó en Jesús y que actúa en nosotros si, como hijos de Dios, nos dejamos conducir por él.

Habría que despertar la atención de la gente sobre hechos concretos que -hoy, en la sociedad en que vivimos- nos tientan, nos desvían del plan salvador de Dios: nos arrastran hacia el pecado. Si estamos en esta situación de pecado, tenemos que convertirnos para salir victoriosos, como Cristo en el evangelio de hoy.

La tentación primera sería, actualmente, creer que poseyendo cada vez más, vamos a ser cada vez más felices. Los ídolos de ahora (segunda tentación) son llegar cada vez más alto, tal vez pasando por encima de los demás, compitiendo con los que nos rodean; vender el alma al diablo (un tema tan frecuente en las frases populares y literaturas), es decir, esclavizar al mal nuestra personalidad para obtener una felicidad fuera del plan de Dios.

La tentación tercera es más propia de gente practicante: con nuestras "prácticas religiosas" tenemos satisfecho a Dios, y también nosotros mismos: nos servimos de Dios, no somos servidores de Dios. ¿Cuántas veces hacemos que Dios juegue a favor nuestro, de nuestros intereses? ¿No convertimos a veces la fe, la práctica religiosa, en una especie de garantía del éxito humano? Pensemos en tantas expresiones religiosas "cuasi comerciales": si tú me das, yo te daré...

CUA/CV:La Cuaresma es una "milicia cristiana", un tiempo de lucha, un tiempo de conversión: ahora es el momento de deshacernos del materialismo sofocante que nos rodea, de un materialismo consumista y capitalista, de la idea de que las cosas que pasan nos pueden dar la felicidad, la salvación (que no se encuentra más que en la fe, tal como dice san Pablo en la lectura segunda); luchemos contra el afán del poder, del dominio, aprendamos a compartir cristianamente, dejemos de competir paganamente.

Reconozcamos que el Dios único y verdadero es aquel que salva gratuitamente, porque quiere: nuestra bondad no proviene de ningún mérito nuestro: nadie ni nada puede forzar a Dios.

Si nos convertimos de corazón, es Dios quien por pura gracia nos va a reconciliar (el elemento culminante y principal del sacramento de la Penitencia es la absolución), quien nos dará su Espíritu, que es la remisión de todos los pecados: aquel Espíritu que a Jesús y a nosotros nos hace salir victoriosos del materialismo; del afán de poder y de la idolatría, de cualquier falsificación o desviación de la práctica religiosa.

PERE LLABRES
MISA DOMINICAL 1983, 4


5.

RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO

Y si el bautismo nos integró un día en el pueblo de la Nueva Alianza, la Cuaresma se nos ofrece como una ocasión de reencontrarnos con nuestra identidad cristiana como miembros de la Iglesia. El desierto fue para Israel el lugar en el que encontró su identidad como pueblo de Dios. En el desierto, el largo tiempo de los cuarenta años, fue para Israel la ocasión para pasar de la servidumbre de Egipto al servicio de Dios y de la comunidad.

Nosotros experimentamos hoy día el "estress" de una época mercantilista. No tenemos tiempo para nada, más que para producir y ganar dinero. Nunca mejor dicho que el "tiempo es oro". La Cuaresma simboliza el tiempo del desierto y, por tanto, es una llamada a recuperar el tiempo como ocasión de vivir la comunión con Dios y con los hermanos en la Iglesia.

El Sacramento de la Penitencia subrayará nuestro camino de conversión y nos ayudará a experimentar la Reconciliación con la Iglesia, y con Dios, por medio de Jesucristo. Las prácticas tradicionales de la oración, la limosna y el ayuno, nos ayudarán a saber que sólo Jesús es el Señor, facilitando que el Espíritu nos rehaga en nuestra condición de hombres nuevos en Cristo.

ÁNGEL GOMEZ
MISA DOMINICAL 1992, 4


6. NU/000040-DIAS-AÑOS

Añadamos a Elías todos aquellos que han sido invitados por Dios a una cuarentena: Noé (Gén. VII, 1-5; VII, 17), Moisés (Ex. XXIV, 18; Dt. IX, 9-18), los ninivitas (Jon. III, 4). Estas diversas cuarentenas, «prefigurativas» de la de Jesús, son el signo de una voluntad de abandonar el mundo para ir a Dios, de un deseo de purificación con vistas a una unión mayor con el Señor; «Cuarenta días es, en definitiva, la demora o plazo tradicionalmente impuesto al hombre que quiere acercarse a Dios y vivir bajo su Ley; es el tiempo después del cual la paciencia de Dios no se resiste más al pecador que quiere convertirse».

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 133


7.

LAS TENTACIONES DE HOY DÍA

La Cuaresma es un tiempo fuerte de penitencia y de oración para prepararse a la Pascua. Estos cuarenta días deben ser una renovación espiritual un período de conversión y de profundización en las exigencias de la fe cristiana. El sentido de la Cuaresma se nos explica en este primer domingo a través del tema de las tentaciones, las de Adán, las del pueblo elegido, las de Cristo y las nuestras. Tentaciones de ayer, de hoy y de siempre.

Creer que existen tentaciones no es aceptar una teología trasnochada. Por eso es oportuno saberlas situar y actualizar. Las tres tentaciones clásicas, con nombre de hoy, pueden ser: la tentación de la eficacia, la tentación del poder y la tentación de la caída.

Primera tentación. Es verdad que el desarrollo nos hace tomar conciencia de que muchas cosas pueden ser solucionadas siendo dinámicas y eficaces. Nunca hay que perder el sentido y el valor de la Palabra de Dios, que trasciende la problemática sociológica de las cosas de aquí abajo, que apenas remediamos. Si hemos encarnado la Palabra de Dios seremos capaces de encarnarnos en los problemas humanos y descubriremos que junto al hambre sociológico existe un hambre espiritual que no se remedia con harturas terrenas.

La segunda tentación es la del poder y la del dominio en cualquier nivel y circunstancia. Todos deseamos ser soberanos aunque sea en un pequeño reino taifa. A diferencia de Cristo, que no aceptó el dominio fácil de conseguir todo el mundo por una genuflexión, nosotros estaríamos dispuestos a hacer una y mil genuflexiones.

Tercera tentación, la de la caída. La tentación de bajar de lo alto, de dejarse caer. La soberbia de nuestra vida, de nuestros hechos y conocimientos quiere provocar las miradas de todos para que vean la humildad de nuestro descendimiento y encarnación.

Andrés Pardo


8.

Para orar con la liturgia

Cristo al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento,
inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal,
y al rechazar las tentaciones del enemigo
nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo,
celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua,
podremos pasar un día a la Pascua que no acaba.

Prefacio I Domingo de Cuaresma


9.

Tiempo fuerte de fe

La ceniza del miércoles pasado no sólo fue el anuncio solemne del comienzo de la Cuaresma sino también un rito de ruptura que recibimos voluntariamente para decir a la Iglesia y a nosotros mismos que aceptamos comenzar la marcha comunitaria hacia la Pascua.

Cada domingo repostaremos nuestras alforjas de caminantes con la Palabra y la Eucaristía. Ellas nos ayudarán a alcanzar la meta de la ansiada conversión cuaresmal. Las lecturas de este primer domingo presentan la Cuaresma como tiempo fuerte de fe. Días y semanas en los que la oración de la Iglesia, la luz de la Palabra y nuestro propia respuesta deben hacernos crecer en esa virtud teologal de la que tan deficitarios estamos los cristianos de final del segundo milenio.

El libro del Deuteronomio nos trae a colación la profesión de fe del pueblo de Israel. Reconoce su propia historia como la memoria de las acciones que Dios ha realizado en ella. Con esta lectura entre las manos, esta primera semana de Cuaresma es un tiempo propicio para recorrer nuestro pasado y nuestro presente buscando las huellas de su divina Presencia.

San Pablo, en la segunda lectura, nos amaestra en el crecimiento de la fe por medio de la Palabra. Presenta este itinerario: pasa de los labios (cuando la escuchamos o la leemos) al corazón (cuando la meditamos) y allí provoca la conversión que lleva a la justificación.

Antonio Luis Martínez


10.

¿DATOS FRÍOS?

El promedio de comida que tira a la basura un ama de casa en un país desarrollado es del 20%.

Una persona nacida en el mundo rico consumirá aproximadamente 30 veces más que una persona nacida en el mundo pobre. Por tanto, los 16 millones de niños nacidos cada año en el mundo rico suponen un golpe sobre los recursos mundiales aproximadamente 4 veces más fuerte que los 109 millones de niños nacidos cada año en el mundo pobre.


11. En Jesucristo hemos vencido ya la tentación

Autor: P. Antonio Izquierdo

Un gran pensador francés y un gran católico dice que cada vez que se relee el Evangelio aparece un nuevo aspecto de sus exigencias y de su libertad, terribles y dulces como el mismo Dios. Dichoso el que se extravíe para siempre en este bosque de luz, el que quede preso en los lazos de lo absoluto que resplandece en lo humano. Cuanto más basta es nuestra experiencia tanto más nos sentimos lejos de practicar las costumbres evangélicas, pero al mismo tiempo más se graban en nosotros la idea y el deseo de su misteriosa verdad.

Si ha de nacer una nueva cristiandad, una nueva civilización del amor, será una edad en que los hombres leerán y meditarán el Evangelio más de cuanto lo han hecho nunca. Estos días son precisamente días para ejercitarnos permanentemente en meditar, contemplar a Cristo en el Evangelio.

Jesucristo ha lanzado una pregunta al mundo: ¿Quién puede acusarme a mí de pecado? Es una pregunta que queda pendiente, que cada uno ha de responder. ¿Quién puede al inocente y al santo, al Hijo de Dios acusarle de pecado? No es posible, el es la santidad misma. Sin embargo, Jesucristo fue tentado. Tentado como cualquier ser humano. El Evangelio no nos dice: "Jesucristo fue igual a todos menos en el pecado y en la tentación". Lo único que se nos dice es que es en todo igual a nosotros menos en el pecado. Luego también es igual a nosotros en la tentación.

Según los Evangelios, Jesucristo, antes de comenzar su vida pública, fue tentado por el demonio. Esta contemplación de las tentaciones de Jesús tiene por finalidad el sentirnos confortados espiritualmente por Cristo tentado igual que nosotros. Como que un Cristo tentado se nos hace más cercano, más próximo; sabe lo que también nosotros sentimos en el momento de la tentación.

Nos sentiremos también fortalecidos viendo cuál fue su reacción, su postura frente a la tentación.

Ciertamente la tentación es una experiencia universal. ¿Qué ser humano puede decir que no ha sido tentado? Pueden ser tentaciones muy diversas, pero la experiencia es universal. Podemos sentir, por ejemplo, la tentación de no aceptarnos a nosotros mismos, de rebelarnos contra lo que somos o contra lo que experimentamos en determinada fase de nuestra vida. Otra tentación es la vergüenza, que anonada y aplasta, que encierra en uno mismo, que va socavando espiritualmente el alma, que entristece y crea un estado de ansiedad...Tentación de desaliento, de aburrimiento,; tentación de pereza, de lujuria; tentación de envidia y de rencor; tentación de insolidaridad y orgullo; tentaciones contra la fe, la esperanza y la caridad...Todas estas tentaciones y otras muchas más las podemos sentir, o las hemos sentido.

Composición de lugar

En este contexto, vamos a contemplar las tentaciones de Jesús. San Lucas (4,1-13) nos dice que el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto para ser tentado. El lugar tradicional de las tentaciones se encuentra entre la ciudad de Jericó y el inicio de las montañas de Judea. Jesucristo fue al monte a orar. Pero el demonio que es siempre muy hábil, aprovechó la ocasión de soledad, de hambre, de debilitamiento para tentar a Jesús.

Traten ustedes de recrear la escena: Jesucristo..., el monte...,la postura de Jesús: De rodillas o de pie, con los ojos hacia el cielo, hablando con Dios. O pueden elegir el momento de Jesús tentado por el diablo, sometido a la prueba de la ambición de poder, de la vanagloria, de la idolatría.

Contemplación de sentidos

¿Qué es lo que vemos con los ojos? Vemos en primer lugar a Jesucristo sereno y fortalecido espiritualmente por la oración. Las tentaciones de Jesús no son tentaciones raras, dicen referencia a experiencias humanas. Tener hambre, es una experiencia muy humana; sentir deseo de ser honrados, apreciados, es también un sentimiento muy humano; el querer influir, el tener poder sobre los demás, es algo que va muy con la psicología humana.

El diablo es muy sutil, conoce muy bien a los hombres y los tienta con una grande habilidad. Trató de entrar con grande habilidad en el alma humana de Jesucristo para tentarlo.

A) Entra con una condicional: "Si eres Hijo de Dios"...Uno no sabe si está dudando o no; si quiere provocar a Jesús, crearle perplejidad. No se atreve a negarlo, pero tampoco a decir abiertamente: "Tú que eres el Hijo de Dios...". El diablo se esperaba de Jesús una reacción tajante. Algo así como: "¡Para que veas que soy el Hijo de Dios!...". La respuesta de Jesucristo es fruto de su oración: "No sólo de pan vive el hombre...". Es una frase del Antiguo Testamento. Jesucristo se ha metido en el mundo de Dios y le resulta de lo más natural vencer la tentación con la oración, con la Palabra de Dios.

B) Otro recurso es la mentira y el engaño: "Te doy todos los reinos de este mundo, si postrándote me adoras". Es la misma tentación que usó con Adán y con Eva. Adán y Eva cayeron, Cristo el nuevo Adán venció. Es la misma mentira, la misma habilidad, la misma técnica. ¡Cuántas veces nos engaña satanás! Jesús que había estado grande tiempo en adoración sabe vencer también esa tentación. "Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás".

Contemplación teologal

Entrando en el espacio de las virtudes teologales, ¿qué misterio podemos vislumbrar en las tentaciones de Jesús?

En primer lugar, que el Hijo de Dios sea tentado. Jesús es hombre, y como hombre se comporta a la altura de la humanidad entera. Pero no sólo es hombre, el tentado es Dios, es el Hijo de Dios. ¡Qué atrevimiento de satanás: Tentar al Santo, al Señor, al omnipotente, personificado en Jesús! ¿Cómo no se va a atrever a tentarnos a nosotros, si se atrevió a tentar al mismo Hijo de Dios? El salto de la fe nos hace ver que la tentación no es pecado, es don, es ocasión para madurar en el amor, para fortalecer el espíritu. Por lo tanto, no hay que tener miedo a la tentación. Si el diablo se atreve a tentarnos, nosotros hemos de tener más osadía en nuestra fe, en nuestro amor frente a la tentación.

También, en el plano del misterio, Cristo vence la tentación. San Agustín dice: "Cristo ha vencido la tentación en ti y por ti". Jesucristo tentado no sólo es el hombre Jesús, sino el prototipo de la humanidad. Así como en la cruz él es el hombre que abraza a toda la humanidad y la salva, así en la tentación vence todas las tentaciones de la humanidad entera.

Finalmente, una contemplación del amor del Padre. Dios no ama menos a Jesús en el momento de la tentación; tampoco le abandona o se olvida de él. Dios le ama en la tentación. El Espíritu Santo le acompaña en la tentación. El amor teologal, que es una participación en el amor de Dios, nos debe llevar también a participar del amor del Padre y del amor del Espíritu a Cristo tentado. Amemos y dejémonos amar también por Cristo tentado, sometido a la prueba. En su tentación, nos ama y nos ama intensamente.

12.

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407) obispo de Antioquia y Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre Mateo 13,1; PG 57, 207-209

Robustecidos por las tentaciones

“Entonces el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba.” (Mt 4,1)... Todo lo que Jesús sufrió e hizo estaba destinado a nuestra instrucción. Ha querido ser llevado a este lugar para luchar con el demonio, para que nadie entre los bautizados se turbe si después del bautizo es sometido a grandes tentaciones. Antes bien, tiene que saber soportar la prueba como algo que está dentro de los designios de Dios. Para ello habéis recibido las armas: no para quedaros inactivos sino para combatir.

Por esto, Dios no impide las tentaciones que os acechan. Primero para enseñaros que habéis adquirido más fortaleza. Luego, para que guardéis la modestia y no os enorgullezcáis de los grandes dones que habéis recibido, ya que las tentaciones tienen el poder de humillaros. A demás, sois tentados para que el espíritu del mal se convenza de que realmente habéis renunciado a sus insinuaciones. También sois tentados para que adquiráis una solidez mayor que el acero. Finalmente, sois tentados para que os convenzáis de los tesoros que os han sido dados. Porque el demonio no os asaltaría si no viera que recibís un honor mayor.